El escudo del cinismo

EL ESCUDO DEL CINISMO

Por: Iván Márquez / Integrante del Secretariado de las FARC-EP

Es el ladrón gritando “atrapen al ladrón”. Es la figura que más se acerca al Presidente Uribe, estremecido por el monstruo de la “narco-para-política”, ese inmundo Frankenstein creado por el Estado, que hoy lo arrastra incontenible hacia el abismo de la crisis.

Sabe que tiene que renunciar. Que ni los colombianos ni la opinión internacional pueden tolerar a un gobierno inexcusablemente mafioso. Desesperadamente ha echado mano del escudo del cinismo, pero sabe muy bien que no podrá resistir por mucho tiempo, a pesar del apoyo gringo, la increpación moral de todo un pueblo, que le exige dimisión.

Tras ese escudo pide Uribe que la Corte Suprema de Justicia investigue las relaciones del Estado y de los últimos gobiernos con el narco-paramilitarismo… Habrá que realizarle un electroencefalograma y una valoración muy rigurosa de su estado mental, para establecer qué lo hace creer inmaculadoo, cuando ha sido uno de los mismos de esa mafia narco-paramilitar que se ha tomado las instituciones.

Esa fantasía echada a volar desde el Palacio de Nariño de que el destape de la olla podrida de la “narco-para.política” es consecuencia de la fascista “Seguridad Democrática”, es un insulto a la inteligencia pública. Nadie cree en la auto-salpicación, cuando todo el mundo percibe es el rugir de unos potentes ventiladores asperjando lo que todos sabemos, sobre el uribismo.

Ordenar a la policía que capture a los comandantes de las FARC no es más que un espectáculo circense, como igualmente lo es la orden de rescate militar de los prisioneros de guerra bajo la euforia de la suerte infinita del señor de Chambacú. Tales órdenes, no son sólo desvaríos de un gobierno gansterizado, sino también inútiles cortinas de humo, como las letales cortinas de glifosato sobre la frontera con Ecuador.

Lo más conveniente para el país es que Uribe deje de hacerse el loco. Que asuma su responsabilidad en el terrorismo y el narco-paramilitarismo de Estado, y que renuncie para que se someta, a la ley que él mismo hizo aprobar para favorecer a sus consentidos.

El desempleo está disparado. La pobreza asciende como el challenger. Los precios de los alimentos y el transporte se salieron de madre. No existe inversión social porque la plata se está arrojando a la hoguera de la guerra. La Fiscalía dice que hay descubiertas 4.000 fosas comunes de ciudadanos asesinados por el paramilitarismo. Algunos jefes “paracos” sostienen desde Itagüí, que en sus áreas no hay fosas porque ellos arrojaban los cadáveres al río Magdalena; otros que no tienen los 1.500 secuestrados que se les atribuye, porque ellos no secuestraban sino que mataban a los civiles detenidos. A pesar de todo Uribe sigue manteniendo cuotas paramilitares en su gabinete ministerial. Acaban de asesinar a la dirigente campesina Yolanda Izquierdo en Montería cuando dirigía a centenares de personas en la lucha porque los paramilitares les devolvieran sus tierras…

A este gobierno no le importa el pueblo, sino las ganancias y la seguridad de las trasnacionales.

Ni siquiera suena bien a estas alturas la orden de Uribe de confiscación precautelativa de los bienes de los capos narco-paramilitares recluidos en Itagüí. ¿Por qué no lo había hecho antes? Tampoco los han investigado por lavado de activos, cuando tienen ante sí el paraíso fiscal que se construyeron en la República de Panamá.

Definitivamente para liberarnos de esta mafia gobernante que ha postrado a Colombia, las fuerzas democráticas, patrióticas y bolivarianas del país, presentes en todos los sectores de la sociedad, debemos apresurar el encuentro para articular la alternativa antifascista, que le devuelva el decoro a la nación. Al mismo tiempo debemos desplegar, junto a los pueblos y sus organizaciones, la más intensa campaña internacional para que se rechace, en todos los escenarios, las desvergonzadas pretensiones del gobierno del señor Uribe.

Montañas de Colombia, febrero 2 de 2007