Hagamos del MOEC un auténtico partido marxista-leninista

HAGAMOS DEL MOEC
UN AUTENTICO PARTIDO MARXISTA LENINISTA

(OCTUBRE DE 1965)

Introducción

El primero de Octubre de 1965 se celebró la primera reunión nacional de cuadros de dirección del MOEC para tratar los delicados problemas internos y tomar determinaciones contra el oportunismo y el mercenarismo en el Movimiento. De ésta reunión salió el Comando Ejecutivo Central, como organismo de dirección provisional hasta el III Congreso.

El compañero Ricardo Sánchez presentó a la consideración del Comando Ejecutivo Central el presente material, que fue discutido, corregido y ampliado; el Comando acordó publicarlo como análisis crítico y autocrítico de las experiencias del movimiento como organización revolucionaria independiente, que toda la militancia debe discutir seriamente en los organismos, con un alto espíritu de responsabilidad, consciente de que de la actual lucha interna en defensa de los principios marxista-leninistas depende el futuro del MOEC y su participación de vanguardia en la revolución colombiana. El III Congreso tendrá que ser un acontecimiento importante en la vida de la organización, porque está llamado a echar las bases sólidas de su estructuración leninista. El deber de los militantes del Movimiento es hacer del III Congreso una gran victoria revolucionaria. Por eso nuestro primer paso es elevar nuestra capacidad ideológica y política, estudiar la situación del país y nuestras experencias y combatir decididamente los vicios y las falsas estrategias. Iniciemos desde ya la lucha por la creación y aplicación de una línea, estratégica y táctica acertada de la revolución colombiana y luchemos por hacer el MOEC un auténtico partido marxista-leninista. Del estudio de nuestros fracasos aprenderemos a vencer al enemigo.

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Compañeros:

Quienes nos reunimos hoy estamos preocupados por unos mismos problemas y en general hemos tenido unas mismas experiencias en las tareas por la creación de una auténtica vanguardia-leninista, que sea capaz de organizar, educar y dirigir victoriosamente al pueblo colombiano en su lucha contra el enemigo imperialista y oligárquico. Sabemos que en el proceso revolucionario de Colombia ha fallado el factor dirección, y que en cambio las condiciones objetivas de explotación, apogeo de la lucha de clases, miseria de la inmensa mayoría del pueblo, desprestigio de la minoría dominante, etc, están dadas tiempos.

En la actualidad en el país se nota un auge de la lucha de las masas contra la clase dominante, debido a la agudización de la crisis económica y política del sistema. Varios factores influyen en esta crisis. El imperialismo yanqui apoyado en la burguesía intermediaria y antipatriótica, continúa con sus campañas de saqueo de nuestras riquezas, mediante el incremento de medidas devaluacionistas y cargas de todo tipo a nuestro pueblo.

Estas medidas van acompañadas de una política represiva para ahogar las protestas de las mayorías explotadas. Los movimientos sindicales de los obreros son oprimidos a la fuerza y en los campos la violencia oficial llega al encarcelamiento masivo de la población, al asesinato y al genocidio, muchos dirigentes obreros, campesinos y estudiantiles han sido encarcelados o asesinados. Por su parte el movimiento revolucionario colombiano, a través de las nuevas organizaciones revolucionarias, orienta su trabajo a la formación de brazos armados guerrilleros, cada día con mayor decisión, para contestar a la violencia reaccionaria con la violencia revolucionaria. El MOEC es unas de estas organizaciones que ha creído desde su fundación que la principal forma de lucha de nuestro pueblo, en esa etapa del proceso revolucionario, es la lucha armada. Alrededor de este planteamiento estratégico fundamental, que la práctica ha coorroborado como justo, el Moviniento ha trazado su política revolucionaria. Sin embargo no ha cumplido a cabalidad sus tareas de dirección.

De lo que se trata, compañeros, es de analizar las causas por las cuales el MOEC no ha podido cumplir con la misión histórica de darle al pueblo la vanguardia que necesita para realizar sus anhelos de liberación. El MOEC promulgó a las masas colombianas que era una respuesta a la dirección claudicante del Partido Comunista porque dicha dirección no estaba al frente de la lucha popular, conciliaba con el enemigo de clase, se había matriculado en las filas del revisionismo internacional y convertía al Partido en una organización débil, desacreditada entre las masas, con una disciplina totalitaria que es la ley de la camarilla “mamerta”. Hoy estamos más convencidos que la dirección revisionista del Partido Comunista, con Vieira a la cabeza, es traidora a la clase obrera, cuando por decir estas cosas, hemos sido víctimas de los revisionistas, quienes en su desesperación por acabar con el MOEC, han recurrido a los medios más bajos y ruines como la delación y la calumnia.

Pero, ¿ha sido realmente el MOEC la respuesta al revisionismo en Colombia? ¿Es el MOEC una vanguardia marxista-leninista? ¿El MOEC ha llegado a las masas con una orientación justa? Algunos militantes del Movimiento no podemos contestar a estas preguntas afirmativamente.

En siete años de existencia del MOEC hemos cometido serios errores que nos han impedido vincularnos efectivamente a las masas, que han entorpecido la aplicación de los principios marxista-leninistas en el aspecto organizativo y en la construcción de una teoría revolucionaria; debemos evaluar estos errores, estudiarlos y reconocerlos con la honestidad y el valor propios de revolucionarios. Un buen número de compañeros temen a que las masas se enteren de nuestras debilidades, porque nos desacreditamos como organización y les damos argumentos a nuestros enemigos para que nos ataquen. A estos compañeros debemos aclararles que los revolucionarios no le tememos a la verdad, y nos sobra valor autocriticarnos. Si nos equivocamos fue precisamente porque nos atrevimos a luchar y si reconocemos los errores es porque estamos resueltos a seguir luchando. A las masas no las vamos a engañar, no les vamos a decir que nosotros hemos cumplido plenamente, cuando ellas saben que el MOEC no ha dado la organización, la educación y la orientación que necesitan. Las masas van a comprender mejor el fenómeno del desarrollo de nuestra organización si lo explicamos objetivamente, si ayudados por la ideología revolucionaria, analizamos las razones por las cuales hemos fracasado varias veces en el empeño de crear un frente armado y aclaramos las especies, verdaderas unas y mentirosas otras, que la propaganda enemiga ha regado sobre el robo de dineros y la presencia de elementos perniciosos dentro de la organización.

La historia de MOEC es un campo riquísimo para la investigación de los compañeros que deseen contribuir al fortalecimiento de nuestra teoría revolucionaria. La construcción del partido y su línea teórica y política estarán relacionadas con la investigación que hagamos de la historia del Movimiento y las conclusiones acertadas que saquemos de nuestras experiencias. Demostraremos uso de razón en la lucha política cuando seamos capaces de hacer estos juicios y aplicarlos a nuestro posterior desarrollo como partido revolucionario.

Sin embargo, no tenemos que entristecernos demasiado, ya que si erramos en asuntos de importancia, también hemos acertado en muchas tareas y obtenido resultados positivos. Una prueba de ello es la extensión del Movimiento a escala nacional, la formación de cuadros nuevos de dirección e instructores revolucionarios, la influencia política en varias zonas campesinas y en sindicatos obreros, este avance en crecimiento es el que debemos atender con una justa orientación ideológica, política y organizativa.

En la actualidad el Movimiento afronta tres problemas fundamentales:

1- Fallas organizativas que desvirtúan el carácter leninista de nuestra organización. Existe una situación anárquica por el desconocimiento de las normas organizativas y del estilo de trabajo de un verdadero partido marxista-leninista; son manifestaciones del liberalismo en el aspecto organizativo, que podemos sintetizar en la ausencia de formación orgánica en la mayoría de regionales y descoordinación entre los organismos de distinto nivel donde hay principios de organización. Los organismos han sido suplantados por “grupos de amigos”, la dirección colectiva por “hombre orquestas” y la crítica por ataques personales, la disciplina en tales condiciones no opera. Estas aberraciones dentro del Movimiento están generalizadas, sin embargo esto no quiere decir que en ciertas regiones del país y en determinados períodos de nuestro desarrollo, los vicios anotados no hayan sido combatidos ejemplarmente con resultados positivos; pero en general el nivel ideológico y político es bajo -causa de estos males-, y el liberalismo, el subjetivismo, el individualismo, el caudillismo y el oportunismo corroen al Movimiento.

2- Presencia en la dirección nacional del Movimiento, especialmente en el Consejo Ejecutivo Nacional, de elementos oportunistas de muy bajo nivel ideológico y responsables de graves errores de dirección en la presente y pasadas etapas. Estos elementos practican un método conciliacionista para resolver sus contradicciones internas y su efecto pernicioso se resume en destrucción de la organización y corrupción de la militancia.

3- Fallas considerables en la elaboración de una teoría revolucionaria sobre la construcción de nuestra vanguardia marxista-leninista y sobre la línea estratégica y táctica de la revolución colombiana. Por falta de esta teoría los militantes del MOEC no han adelantado satisfactoriamente en las tareas de fortalecimiento orgánico, ni han contado con una orientación clara para dirigir el proletariado colombiano y al pueblo colombiano en su lucha revolucionaria.

De la solución que le demos a estos tres problemas depende el futuro del MOEC. Ideológías y prácticas contrarias al marxismo-leninismo hacen carrera dentro del Movimiento. La contradicción está planteada en los siguientes términos: o persistimos los compañeros de alguna preparación ideológica y política en la tarea de convertir el MOEC en un partido marxista leninista, desarrollamos sin vacilaciones la lucha contra las tendencias oportunistas de derecha o “izquierda”, nos vinculamos efectivamente a las masas con una teoría revolucionaria acertada; o los oportunistas y liberales harán definitivamente del MOEC una agrupación que sirva a los intereses personales de unos pocos y se constituya a la postre en un instrumento del enemigo burgués. Es necesario resolver esta contradicción aplicando métodos correctos, efectivos, científicos. Hay que partir del conocimiento de las características y formas que adoptan las tendencias no proletarias dentro del Movimiento, señalar sus causas y definir su naturaleza. Debemos investigar si estas contradicciones no son antagónicas y se manifiestan entre compañeros revolucionarios que discrepan en cuestiones de procedimiento y que podemos resolver con el estudio, la discusión y la crítica y autocrítica; o son contradicciones que han llegado a ser antagónicas entre la ideología enemiga traída al seno de la organización y defendida sistemáticamente por elementos oportunistas y el marxismo-leninismo defendido por los revolucionarios, y que debemos resolver con una lucha efectiva en los terrenos ideológico, político y organizativo, hasta la eliminación al máximo de estas tendencias antirrevolucionarias dentro del Movimiento. Para conocer las características, la naturaleza y las causas de estas contradicciones dentro del Movimiento debemos ayudarnos del marxismo-leninismo como guía y consultar la experiencia universal de los pueblos y partidos hermanos.

Cuando hayamos definido estas cosas nos pondremos de acuerdo en el método que debemos seguir para resolver tales contradicciones; sabremos si basta con la crítica y autocrítica o si es necesario desarrollar una lucha más efectiva para salvar el Movimiento.

Dos objetivos debemos proponernos desde ahora: primero, despertar el análisis crítico y autocrítico en los compañeros que han vivido experiencias valiosas en los diferentes campos del trabajo revolucionario; experiencias sobre la construcción orgánica, sobre el trabajo campesino y militar, sobre el trabajo cerrado y abierto, sobre la lucha sindical y vinculación a las masas urbanas, sobre las tareas de educación, finanzas y agitación y propaganda, etc. Que la gran mayoría de compañeros se preocupe por participar activamente en la construcción teórica del MOEC, y que abandone esa vieja conducta de guardarse para sí las experiencias que otros compañeros y toda la organización requieren para avanzar. El segundo objetivo es el de promover la lucha interna contra las tendencias no proletarias y resolver los tres problemas de falta de una dirección marxista-leninista, de las fallas en organización y de la pobreza de nuestra teoría revolucionaria. Que todos los compañeros de preparación ideológica participen en la lucha interna, investiguen nuestras contradicciones, eduquen a los compañeros de menor preparación y les ayuden a distinguir entre las prácticas revolucionarias y las que no lo son, entre los métodos y posición de clase proletarios y los métodos liberales y oportunistas dentro del Movimiento.

Con el presente material vamos a tratar de iniciar esta tarea, conscientes que será apenas el esbozo de una constructiva discusión sobre el estado actual del Movimiento y su desarrollo a través de estos siete años.


Capítulo I
FALLAS ORGANIZATIVAS

Hemos dicho que las fallas en el aspecto organizativo son el primer problema que veremos, o sea que no adoptamos dentro de nuestra organización interna las formas y métodos de un verdadero partido marxista-leninista. Estudiemos si en verdad sucede estro dentro del Movimiento.

NO TENEMOS ESTATUTOS

El MOEC carece de unos estatutos inspirados en las normas leninistas de organización. Los estatutos aprobados en el Primer Congreso y modificados en el Segundo Congreso para que regieran la vida interna de la organización adolecen de errores considerables que chocan contra el carácter proletario marxista-leninista del Movimiento, como la definición que dan estos estatutos de que el “Movimiento Obrero Estudiantil Campesino (MOEC 7 de Enero) es un Movimiento revolucionario que agrupa a todos los colombianos sin distingos de partido político, raza o religión y que busca la toma del poder por medio de la Insurrección Armada, instaurando un gobierno representativo de todas las clases exploradas y oprimidas bajo la dirección de la clase obrera y campesina, para logra la liberación social y económica definitiva del pueblo colombiano“. Esta definición está alejada de lo que debe ser el MOEC: la forma superior de organización de la clase obrera de Colombia, guiada por el marxismo-leninismo, y que tiene por objetivos la derrota del enemigo imperialista y oligárquico y la instauración de una democracia popular sostenida sobre la alianza obrero-campesina y dirigida por el proletariado.

Los estatutos son deficientes, varias de sus normas son inaplicables a nuestra realidad y algunas atentan contra el principio de la democracia interna que debe imperar permanentemente en el Movimiento, como el artículo 26, para no citar más que uno, en el que se prescribe que “las decisiones del Comité Ejecutivo deben ser aprobadas por las dos terceras partes". En este caso del artículo 26 la minoría puede poner condiciones y entorpecer la voluntad de la mayoría, lo que es un procedimiento antileninista, que debemos rechazar en el Movimiento. Por este motivo los estatutos no se aplican, no se han divulgado, y por eso los militantes tienen criterios distintos respecto a las formas de organización, a las relaciones internas, a los deberes y derechos de los afiliados, a las condiciones que deben cumplir quienes deseen pertenecer al Movimiento, a los períodos de premilitancia, etc.

Los estatutos del I Congreso reflejan una etapa primaria del desarrollo del Movimiento y si para aquel entonces fueron justos y aceptables, hoy niegan el avance ideológico y organizativo que hemos tenido. Las experiencias organizativas, que eran escasas para el I Congreso, y la superficialidad de estos organismos máximos del Movimiento para analizar nuestra situación y su futuro, fueron factores importantes para que estos estatutos contemplaran disposiciones antileninistas y reflejaran acentuado espíritu liberal.

Los estatutos son parte de las tareas inaplazables que tenemos por cumplir y el III Congreso del Movimiento debe decidir sobre esto. Hoy contamos con experiencias muy grandes en el campo organizativo, más adelante analizaremos algunas que nos permitirán elaborar unos estatutos realistas, aplicables, y sobre todo inspirados en los principios leninistas del partido del proletariado.

GRUPOS EN LUGAR DE ORGANISMOS

La tarea de formación de base ha sido abandonada en la mayoría de los departamentos. Existen regiones con buen número de militantes afiliados, en donde no se cuenta con un regional de dirección media, ni con zonales en las poblaciones donde hay también militantes afiliados.

Comúnmente se presenta el caso de compañeros que trabajan solos, aislados, por su cuenta, haciendo lo que les provoca. Estos compañeros, como no integran organismo ni busca al organismo superior, ni planifican, no responden de su trabajo a nadie, no practican dirección colectiva, en una palabra, no hacen vida de partido. Es como si no pertenecieran al Movimiento. Estos compañeros no avanzan en su preparación ideológica y política, no se pueden vincular a las masas y sus trabajos se pierden casi siempre por falta de cooperación colectiva que solamente la puede dar un trabajo de partido. Un militante así está dispuesto a retroceder en su posición combativa de clase, a bajar su moral y su disciplina.

La experiencia nos dice que allí donde los militantes no se han organizado en organismos de núcleo, zonales y regionales el Movimiento no progresa; se echa atrás en todo sentido.

La falta de organismos es reemplazada a veces por los grupos. Estos grupos son creados por compañeros que deseen discutir, planificar y trabajar las cosas de la revolución únicamente con determinados compañeros. Alegan lo que sea para justificar esta actitud: “que yo no trabajo con fulano porque está fichado”; “que yo no le entrego mis contactos a mengano porque le falta preparación”. Estos compañeros están acabando con la organización aunque creen que no es así. Dentro de estos “grupos de amigos” la crítica y autocrítica no funciona. En los “grupos de amigos” todos están a gusto, cada cual le tapa a su “amigo” las fallas y trabajan tranquilos sin mayores presiones ni vigilancia. En estos “grupos de amigos” como en las aguas contenidas de un pantano se van generando toda serie de virus y pestilencia y la infección cunde por doquier. Allí se anidan y se fortalecen todas las desviaciones del oportunismo y del liberalismo dentro de la organización. El oportunista quiere estar en su propio organismo, con sus compinches, donde le toleren sus indisciplinas, sus planes subjetivos, sus afanes caudillistas. Estos “grupos de amigos” no obedecen a ninguna dirección, y por decirlo así, se han convertido en una especie de movimiento dentro del Movimiento, estimulados por los elementos oportunistas y liberales que han sido tradicionalmente miembros de la dirección nacional.

El desorden interno tiene otras manifestaciones que son ya hábitos establecidos contra el centralismos democrático, la dirección y la responsabilidad colectivas. La dirección del Movimiento en etapas pasadas, inclusive en la actual, ha descuidado la vinculación que debe mantener en forma permanente con los organismos inferiores. La descoordinación entre la dirección y la base quebranta la democracia y el centralismo, y va creando como resultado natural, como fenómeno inevitable, la anarquía e indisciplina.

Cuando la dirección no está en coordinación ni contacto con la base, suceden dos cosas: por un lado la dirección ignora el pensamiento de la base, situación tal del Movimiento y sus diversos problemas; ignora el resultado de determinados trabajos y el acierto o equivocación en la práctica de determinadas orientaciones, y todo por no practicar la democracia interna. La dirección en estas condiciones cae inexorablemente en el subjetivismo al tratar de trazar nuevos planes, nuevas consignas u orientar nuevos trabajos, y en resumen, no puede ejercer el centralismo. Por otro lado la base aislada de la dirección adopta criterios particulares sobre los problemas políticos, organizativos y hasta ideológicos, como sucede en la actualidad, y los citamos a manera de ejemplo, con el frente unido. Hay regionales y organismos inferiores que asumen posiciones distintas y contradictorias sobre el frente unido y otros problemas de vital importancia. Esta descoordinación hace posible una anarquía poltica y organizativa que es causa cercana de la indisciplina.

La dirección de un partido revolucionario, sea cual fuere la situación en que se encuentre, la gravedad del momento histórico que le toque y la trascendencia de las tareas políticas y militares que se vea precisada a encarar, debe tener siempre una línea definida para cada situación, un criterio claro sobre cada problema, una respuesta orientadora a cada dificultad del trabajo práctico. Por eso la dirección del partido del proletariado debe estar integrada por los compañeros de mayor preparación ideológica, por compañeros probados en su posición de clase, en su moral revolucionaria, por los más destacados en los trabajos de organización, por los mejores luchadores del proletariado, por los combatientes de vanguardia, por los mas valientes y abnegados revolucionarios.

La vinculación de la dirección con la base ha de ser permanente y se debe sostener mediante la publicación periódica de boletines internos que traten sobre problemas ideológicos y prácticos. La dirección debe insistir sobre los asuntos más importantes y sobre los problemas que presentan mayores dificultades por la complejidad de la situación concreta, y debe producir materiales de educación al respecto.

Los compañeros de dirección deben recibir a su vez, de manera regular, informaciones de los organismos medios y de base, y estudiar y solucionar los problemas que estos presenten.

Otras prácticas que van en contra de la dirección y la responsabilidad colectivas del Movimiento son las que efectúan algunos compañeros que se colocan por encima de los organismos, los suplantan o creen suplantarlos e intentar echarse sobre sí todas las tareas de estos. Un solo compañero quiere hacer los trabajos de una célula, de un zonal, de un regional. Todas las cosas se centralizan sobre él y de él dependen. Son verdaderos “hombres orquestas” dentro del Movimiento. Tocan campanas, ofrecen la misa, pronuncian el sermón, recogen la limosna y sacan lo procesión. Ellos hacen por todos o creen hacer por todos. Estos compañeros producen doble daño: en primer lugar se atiborran de tanto trabajo que al final incumplen o dejan las cosas a medias, y en segundo lugar anulan a otros compañeros por ser nuevos en la organización o por escasa preparación y experiencia políticas. Muchos compañeros han sido marginados del Movimiento por estos procedimientos equivocados.
Se nos puede decir que por falta de organismos se centralizan la responsabilidad en uno o dos cuadros, eso es cierto, pero el error radica en tolerar esa situación como línea orgánica, en lugar de orientar el trabajo organizativo hacia la creación de organismos y delegar a estos responsabilidades.

Hay compañeros que piensan que los organismos no se deben crear hasta que los militantes no tengan un alto nivel ideológico, y separan así la preparación y educación políticas de la practica revolucionaria. La mejor manera para avanzar en la preparación y educación de un militante es integrándolo a un organismo en donde crea la vigilancia del organismo superior se practique la crítica y autocrítica, el centralismo democrático y la dirección colectiva, el estudio y la discusión de los materiales educativos y de las orientaciones políticas del Movimiento, a la vez que se cumpla con tareas concretas entre las masas. Un militante que estudia únicamente que estudia en los textos de los ideólogos del proletariado lo que es un partido marxista-leninista, lo que es la disciplina revolucionaria, lo que es el frente unido, una base de apoyo, tendrán una visión de estas cosas fundamentales; pero sólo el encarar el problema de fortalecer el partido, de practicar la disciplina revolucionaria, de trabajar dentro del frente unido o de ayudar a la preparación de una base de apoyo, adquirirá conciencia plena de estos problemas, lo aprendido por él en los libros tendrá entonces un significado útil. Todo militante debe empezar a hacer vida de partido desde el mismo momento en que se afilie al MOEC, y empezar a combinar al estudio con la practica.

CRECIMIENTO ORGÁNICO MAL ENTENDIDO

Con el problema de los nuevos afiliados y el crecimiento de la organización se ha caído en dos errores: extender la organización en lugar de profundizar el trabajo organizativo y desarrollar de manera desigual las tareas organizativas.

Con estos errores se destruye el Movimiento aunque se crea que se está construyendo. El `problema de la construcción del Movimiento no radica únicamente en aumentar la militancia, los compañeros que piensan así caen en el liberalismo. El partido comunista solía colocar en su periódico "Voz de la Democracia" avisos de propaganda con leyendas como esta: “Afíliate al Partido Comunista de Colombia; recorta ese cupón y llénalo..” cualquiera podría afiliarse al Partido Comunista; así aumentando el número de su militancia considerablemente. El MOEC no debe hacer esto. Nada conseguimos con extender la organización a todo el país y aumentar altamente el número de nuestra militancia, si los compañeros que vinculamos son de baja calidad revolucionaria y no son decididos luchadores de la causa obrera, o si no estamos en condiciones de organizar, educar y orientar los nuevos militantes que afiliamos y los dejamos sueltos como sucede a menudo. A esto se debe en gran parte el fenómeno que analizábamos atrás de militantes sin organismos ni vinculación efectiva al Movimiento. Este error no tendría mayor trascendencia si no se corriera el riesgo de introducir al enemigo de la organización con cada nuevo militante. Al hablar del enemigo aquí no nos referimos únicamente a los agentes de los aparatos de inteligencia del gobierno y de la CIA, nos preocupan también los vicios, las malas costumbres, la moral enemiga, la ideología enemiga que pueden infiltrarse en la organización.

Siempre que se vaya a vincular a un nuevo militante, se deben estudiar las condiciones del compañero, sopesar su pasado, conocer su posición de clase, su odio al enemigo, y su amor por el pueblo. Además se le debe poner a prueba e investigar si es la resolución de lucha lo que en verdad lo llevó a solicitar la militancia. Cada aspirante debe recibir explicación precisa sobre la calidad de compromiso que contrae con la revolución y el pueblo de Colombia, como el honor que significa el pertenecer a la vanguardia antiimperialista.

Cuando entra un nuevo compañero la organización se fortalece o se debilita. Si el nuevo compañero tiene calidad revolucionaria, posición proletaria, preparación ideológica, el Movimiento se ha fortalecido. Si el nuevo compañero es honesto con la revolución, aunque no tenga preparación, también se ha fortalecido, porque ahí hay material para crear un verdadero cuadro y ya la responsabilidad corre por parte de los viejos militantes. Pero si el nuevo militante es deshonesto y se ha vinculado por razones mezquinas, sed de aventuras, frustración personal, pretensiones, caudillistas, el Movimiento ha infiltrado un enemigo, porque ese elemento será un lastre siempre y en él tendrán eco todas las tendencias antirrevolucionarias. Lamentablemente el Movimiento ha vinculado muchos elementos asquerosos, con moral burguesa, que nos han causado daño.

Hemos vinculado elementos porque tienen algún prestigio. Unos fueron combatientes de la pasada contienda civil, que adquirieron renombre por sus acciones y quienes los vincularon creyeron que el prestigio del MOEC aumentaría por tener militantes de “prestigio”. Con esto se ha especulado mucho. Otros fueron elementos que pregonaban a los cuatro vientos sus 15, 20 o 40 años de la lucha “teórica” y presentaban una hoja de vida al servicio de cuanta organización o movimiento ha surgido en Colombia en el último medio siglo. Quienes vincularon a esta última clase de elementos creyeron que el nivel ideológico y teórico del Movimiento crecería.

Estos ejemplos son para probar cómo nos hemos afanado por extender el Movimiento, por hacerlo crecer, sin profundizar el trabajo organizativo. Qué fácil sería entonces crear un partido revolucionario si todo se redujera a vincular gente nueva y uno que otro elemento de prestigio. Profundizar el trabajo organizativo es poner en práctica, el marxismo-leninismo, mirar en los nuevos afiliados su posesión de clase, decisión de lucha, su preparación ideológica y consolidar la organización en todo sentido antes de emprender nuevos trabajos de expansión. Los compañeros que caen en este error de extender el Movimiento sin profundizar el trabajo organizativo destruyen la organización. Hay experiencias concretas de esto en Santander y Antioquia. Cuando apenas existía una docena de militantes se planearon múltiples trabajos en regiones distintas y distantes. Los cuadros se separaban, iban y venían, gastaban grandes recursos y al final no había organización ni en la ciudad ni en el campo; con todo mundo se quedaba mal, y lo que es peor, el organismo inicial se disolvía. Esa dispersión de esfuerzos es producto del subjetivismo en los planes. Un organismo no debe emprender planes subjetivos, idealistas, utópicos, fantásticos, planes que no están al alcance de su capacidad porque termina desapareciendo, le pasa lo del hombre que quiere levantar un peso superior a sus fuerzas, se quiebra.

Desarrollar en forma desigual las tareas organizativas consiste en atender la organización en un sentido y descuidarla en otro. Nosotros hemos crecido numéricamente pero hemos descuidado el nivel ideológico del Movimiento. Estas tareas deben ser incrementadas paralelamente: mientras más se crece mayor debe ser nuestra capacidad política para resolver los nuevos problemas. Se presenta el caso de regionales que no pueden atender la educación de sus núcleos por falta de instructores, y entonces empiezan los compañeros a pedir instructores a la dirección nacional; pero no se dicen: “hagamos instructores revolucionarios”. En verdad los instructores revolucionarios que ahora tenemos son los compañeros preparados en cursos especiales, y eso no todos, porque la gran mayoría de estos han fallado, y hoy, o están marginados de todo trabajo revolucionario o han sido sancionados por faltas graves. Los instructores que tenemos en la actualidad no alcanzan a atender las tareas educativas de toda la organización. Por otro lado los materiales educativos son escasos, es decir, hemos abandonado este frente. El otro caso en la educación ideológica, que es una de las causas determinantes de la anarquía interna, demuestra cómo sin un desarrollo coordinado de todas las tareas no se construye organización. Si aumentamos la militancia hay que aumentar los instructores; si aumentamos nuestra influencia entre las masas, debemos elevar el nivel político de la militancia.

CRÍTICA SÍ, AUTOCRÍTICA NO

A los largo de la historia del Movimiento se ha hecho mal uso de esa herramienta que tiene los partidos obreros para corregir los errores y alcanzar las más altas metas de organización y acierto en la dirección de los procesos revolucionarios. Esa herramienta, que no la tienen los partidos burgueses, es la crítica y autocrítica. Nosotros no la utilizamos o la utilizamos mal y por eso no hemos gozado de sus beneficios. En primer lugar nos gusta más la crítica que la autocrítica. Resulta cómodo ver los errores del compañero y desconocer los propios.

En el Movimiento hay compañeros que son críticos rabiosos de las fallas de las otras organizaciones que se dicen revolucionarias, compañeros que cuando necesitan hacer fe de su antimamertismo levantan la voz y le acusan las cuarenta al Partido Comunista de Vieira, y quieren demostrar así su verticalidad revolucionaria, pero se olvidan que ellos tienen un gran deber con el pueblo colombiano -o por lo menos así lo han dado a entender al afiliarse al MOEC- el de crear el partido que dirija la revolución. Olvidan que nuestras fallas favorecen al revisionismo, o creen que a este se le derrota con la lengua. La lucha contra el enemigo es concreta, el objetivo es quitarle el poder y exterminarlo para que siempre, y para eso necesitamos una vanguardia que en primera línea de fuego vaya señalando el camino orientando a las masas. En la lucha política revolucionaria como en la guerra revolucionaria no valen excusas; el enemigo pega fuerte, asesina, encarcela, explota y engaña a las masas; hay que contrarrestar los golpes del enemigo, y pasar a la ofensiva, crear un partido marxista-leninista, crear un ejército popular y sacar del engaño a las masas. Para derrotar al enemigo hay que saber cómo hacerlo, se necesita una línea estratégica y táctica que produzca victorias al proletariado. Si los revisionistas no tienen esa línea estratégica y táctica que produzca victorias al proletariado, el deber de los revolucionarios es crear esa línea; si los revisionistas no le dan un partido marxista-leninista a las masas para que las dirija, el deber de los revolucionarios es crear ese partido; si los revisionistas no le dan a las masas el brazo armado, el deber de los revolucionarios es crear ese brazo armado. En la lucha contra el imperialismo y el revisionismo no vales las cañas, no vale tapar nuestros errores con el manto de la crítica porque los resultados prácticos nos destapan. Mera basura hubieran sido los ataques de Lenín a los mencheviques si en la práctica no hubiese ayudado a construir el Partido Comunista que fundó la primera sociedad socialista y la práctica no hubiese comprobado la justeza de esos ataques. A nadie convencerían los compañeros chinos, cuando desenmascaran a los revisionistas actuales, si en la práctica no estuvieran colaborando efectivamente con los pueblos en la lucha por su liberación nacional y en la práctica no estuvieran cumpliendo fielmente con los deberes del internacionalismo proletario.

En el Movimiento hay compañeros que se escudan en la crítica para ocultar su incapacidad política, para ocultar su deficiencia en el trabajo durante años, para ocultar la gran falla de no haber podido crear, aunque sea en embrión, una verdadera organización marxista-leninista. Quien no trabaja por construir y fortalecer la vanguardia marxista-leninista no tiene derecho a criticar, quien no reconoce y corrige sus errores no tiene autoridad para criticar.
La crítica cuando se utiliza con fines obscuros, destruye la organización; porque se convierte en una arma para acabar con compañeros, y así la han usado quienes plantean criticas fuera de los organismos, levantan calumnias, y hacen circular chismes.

En la lucha interna contra las tendencias equivocadas, la crítica de los errores no ha servido para educar a la militancia, porque se ha utilizado únicamente como acusaciones, sin ninguna explicación ideológica ni teórica. Siempre que se haga una crítica, se debe plantear a su vez la solución al problema, o sea señalar cual debe ser la conducta y el camino a seguir.

En el Movimiento abundan los casos en que se hace crítica a un militante y se llega hasta la sanción porque ha cometido determinado error; sin embargo se deja pasear el mismo error en otro militante y se es conciliacionista con él hasta la indulgencia. Ahí se demuestra la doble moral de muchos oportunistas. Citemos un ejemplo: hay elementos que han robado y despilfarrado los fondos de la organización y por eso han sido sancionados con la expulsión del Movimiento. Muy bien. No obstante otros militantes han cometido el mismo error, han dilapidado los fondos, los han utilizado en negocios, y continúan como antes como siempre, sin recibir una crítica, severa por esos hechos ni definir su situación frente al Movimiento. Esta doble posición ante un mismo error es la que impide que la crítica acertada en un caso produzca efectos moralizadores. Esta doble posición es un oportunismo y concilianismo de la peor laya.

La crítica y autocrítica son un medio para llevar la lucha interna, para educar a la militancia e ir desalojando del Movimiento la ideología y los rezagos burgueses Pero hay compañeros en el Movimiento que reciben la crítica como oír llover, mueven la cabeza, acaso, en un gesto afirmativo y continúan en las mismas, cometiendo de nuevo los errores por los cuales fueron criticados. La critica se debe tomar, cuando esta es justa, como una lección que nos sirve para avanzar en nuestra preparación revolucionaria. La crítica cuando no produce la corrección del error es inútil. Consentir una crítica así en el Movimiento, una crítica inútil es destruir organización.

También se presentan casos de compañeros que se autocrítican en una reunión, reconocen determinado error y dicen estar resueltos a no volver a cometerlo. Al poco tiempo reinciden en el mismo error, mofándose de la seriedad de la autocrítica y dando mal ejemplo. Esta clase de elementos no se deben tolerar en el partido proletariado, ni los que se burlan de la crítica ni los que se burlan de la autocrítica. Consentir una autocrítica de mentiras, “por no dejar”, es también destruir organización.

LA DISCIPLINA TIENE BASES CONCRETAS

Después de todas las consideraciones que hemos hecho sobre las irregularidades en el aspecto organizativo, ya se podría concluir que “la disciplina férrea necesaria para la victoria del proletariado”, de que nos habla Lenín, esta muy lejos de ser una cualidad del Movimiento. No está por demás estudiar algunas situaciones concretas que reflejan el espíritu de indisciplina y señalar sus causas.

(No olvidar que en el desarrollo de este material, analizaremos primero las características que adoptan las tendencia nocivas y los errores en nuestra organización y después trataremos de determinar sus causas, con el objeto de darle solución a estos problemas: las causas fundamentales de las desviaciones en el Movimiento, es la base social que las estimulan, las influencias internas, etc, las contrataremos en las raíces mismas de la historia de nuestra organización y trataremos de desentrañarlas cuando nos ocupemos de aquellas específicamente en los capítulos finales).

Muchos compañeros al encarar el problema de la disciplina se limitan a repetir como loros algunas fórmulas leninistas aprendidas: “el centralismo debe estar basado en la democracia”, “la democracia debe ser dirigida por el centralismo”, “los organismos inferiores deben obedecer a los superiores”, “la minoría se someterá la mayoría”, y creen que con la enunciación abstracta de estos principios organizativos ya tendremos disciplina, o sabremos porqué no existe disciplina en el Movimiento. Se habrán preguntado alguna vez estos compañeros porqué no aplicamos estos principios organizativos que definen la disciplina? Porqué ha sabido en el Movimiento brotes de franca insubordinación, como en el caso de Bolívar? Por qué existen militantes que entran y salen del Movimiento confundiendo la organización con un hotel? Si se hicieran estas preguntas su respuesta sería: “porque los compañeros de Bolívar confunden al Movimiento con un hotel, no se sometieron al centralismo lo que es un acto de indisciplina”. Pero porqué no se sometieron al centralismo? Porqué no respetan las normas que rigen la organización?. Estos compañeros no dan una respuesta al problema y creen que la “disciplina férrea” de un partido marxista-leninista se logra porque sí, sin que nada tengan que ver las falsas concepciones de la dirección, el bajo nivel ideológico de la militancia, el divorcio del Movimiento con las masas ni la falta de una teoría revolucionaria.

Veamos que dice Lenín al respecto:
“Cómo se mantiene la disciplina del partido revolucionario del proletariado? Cómo se comprueba?, cómo se refuerza?. Primero, por la conciencia de la vanguardia y por la fidelidad a la revolución, por su firmeza, por su espíritu de sacrificio, por su heroísmo. Segundo, por su capacidad de ligarse, de acercarse, y hasta cierto punto, si queréis, de fundirse con las más amplias trabajadoras no proletarias. Tercero, por lo acertado de la dirección política que ejerce esa vanguardia, por lo acertado de su estrategia y de su táctica políticas, a condición de que las masas más extensas se convenzan de ello por experiencia propia. Sin estas condiciones es imposible la disciplina de un partido revolucionario verdaderamente apto para ser el partido de la clase avanzada, llamada a derrocar a la burguesía y a transformar toda la sociedad. Sin estas condiciones los intentos de implantar una disciplina se convierten, inevitablemente en ficción, en una frase, en gestos grotescos. Pero, por otra parte, estas condiciones no pueden brotar de golpe. Van formándose solamente a través de una labor prolongada, de una dura experiencia; su formación se facilita con una acertada teoría revolucionaria que, a su vez, no es un dogma, sino que sólo se forma de una manera definitiva en estrecha conexión con la experiencia práctica de un movimiento verdaderamente de masas y verdaderamente revolucionario" (2).

En el Movimiento abundan los casos de compañeros que después de meses de estar afiliados no reciben educación revolucionaria, y su nivel ideológico continúa bajo indefinidamente. A veces estos militantes de escasa preparación ideológica, son sometidos a un curso militar y se cree que quedan aptos para atender los grandes problemas de orientación de la revolución y vinculación a las masas, cuando en verdad la mayoría de estos compañeros adquiren una concepción militarista de la revolución y son aprovechados por los oportunistas en sus planes aventureros. En el fracaso de Bolívar se observa este fenómeno. La mayoría de compañeros le daban mayor importancia a la cuestión militar que a la cuestión política y organizativa, y ninguno planteó respeto por el centralismo, por la disciplina, porque la concepción militarista y desesperada de la lucha revolucionaria que los caracterizaba no les permitía hacerlo.

El militante de una organización revolucionaria, cuando es honesto y tiene decisión de lucha, se somete a la disciplina y obedece las orientaciones que traza la dirección, Cuando la dirección se equivoca, porque se ha trazado a una línea errónea en el aspecto político o en el aspecto militar, en el campo ideológico o en el campo organizativo, o cuando la dirección ha abandonado sus responsabilidades, este militante honesto critica, pero permanece fiel a la disciplina de su partido y de su dirección. Si los errores se repiten y se repiten y no se advierte voluntad de corregirlos, o la descoordinación entre la dirección y la base es completa, y porque con estas causas se nota un retroceso organizativo, este militante empieza a dudar de su dirección y llega el momento, en que, con todo derecho, no se ve obligado, no como militante ni como revolucionario, a obedecer estupideces o a soportar largos períodos de inacción. Es en estos análisis donde vemos cómo una dirección equivocada, incapaz, aislada de la base, estimulaba indisciplina y en el extremoizquierdismo, hace posible casos como el de Bolívar, en los que compañeros desesperados quieren producir hechos porque no se ve trabajo, no se reciben orientaciones acertadas de la dirección.

Y qué decir cuando los elementos que integran la dirección, como lo veremos más adelante, son autores de actos de indisciplina, no de hoy sino de siempre? Señalemos un caso: a principio del 1964 el Secretario Militar del último Comité Ejecutivo, Luis Francisco, dio instrucciones personales a un compañero para que desarrollara misiones en el exterior, sin consultar a la dirección, de la cual en ese momento no hacía parte; tampoco planteó sus intenciones a otro organismo, ni al Comando del Exterior, que no tuvo en cuenta para nada, en fin, se trataba de una misión personal, de una orden personal, de una franca violación de los principios organizativos que nos rigen y de la disciplina revolucionaria. Si los autores de estos errores son tolerados en el Comité Ejecutivo Nacional, qué orientación de partido, qué disciplina de partido se puede esperar a otros niveles? Sin embargo a estos elementos se les tolera, se miran estas indisciplinas como “afán revolucionarios de hacer cosas”, no se les critica, ni se les pide que reconozcan sus errores; por eso llegan a la dirección mostrando una hoja de indisciplinas que no corrigen, a imponer métodos unilaterales de trabajo como las “órdenes” personales, las “misiones” y “planes” que no controla la organización.

Cuando un partido que se dice revolucionario no aplica consecuentemente una línea de masas, para lo cual se requiere una teoría acertada, una interpretación justa de las condiciones del país, una línea estratégica y táctica aplicable, se convierte en un partido de “élite”, de aristócratas de la revolución, que nadie los fiscaliza y que no saben si lo que piensan es cierto o no, porque no lo comprueban en la práctica. Estos señores obedecen a su pensamiento y a nadie más. Su capricho es su “partido”. Son andarines incorregibles de movimientos y grupos revolucionarios. Entran y salen de las organizaciones, mofándose del pueblo y haciendo lo que les venga en gana. Cuando se cansan de un partido lo cambian como cambiar de ropa interior. Estos elementos donde vayan son indisciplinados, y cuando han entrado al Movimiento, tenemos varios ejemplos, se burlan de las normas organizativas, aprovechándose de nuestra debilidad, que proviene precisamente del divorcio de las masas. Cuando el partido del proletariado se vincule efectivamente a las masas estos trota partidos de la revolución no podrán entrar y salir a la hora que lo deseen, porque entonces si tendrán su “tate quieto”. Las masas los señalarán como hoy los señala nuestra organización como elementos inestables, indisciplinados, vagabundos. La mayoría de estos elementos son de extracción pequeño-burguesa, que llegan a las organizaciones revolucionarias con la ambición de hacer una rápida y fulgurante carrera política, pero cuando la revolución les encomienda las tareas menos brillantes o los coloca en las posiciones menos destacadas, se sienten incómodos, degradados en su categoría de “líderes” y “teóricos” de la revolución, empiezan a censurarlo todo dentro de la organización, a desconocer las normas disciplinarias y terminan saliéndose por su cuenta y riesgo porque el "Movimiento no vale nada". Solamente cuando el Movimiento tenga un respaldo de masas, una base de militantes preparados ideológica y políticamente que practiquen una verdadera vigilancia revolucionaria, podremos tener una disciplina férrea respaldada por fuerzas concretas que la harán posible; entonces todos los miembros de la organización se verán impelidos a someterse sin excepción a las normas organizativas.

En la actualidad tenemos posibilidades de poder implantar una disciplina férrea dentro del Movimiento porque hemos descubierto, gracias a la experiencia, muchas de las causas del espíritu de indisciplina y las estamos combatiendo. Sabemos que sin preparación ideológica no hay disciplina, que sin una dirección acertada, honesta, no hay disciplina, que sin una teoría revolucionaria no hay disciplina. Además hoy la labor de la vinculación a las masas del campo y de la ciudad ya es una realidad en varios regionales, lo que nos da fuerza organizativa de gran valor. Siempre que ahondemos nuestra vinculación a las masas, la disciplina del Movimiento se reforzará y dejará de ser cada vez menos una fórmula abstracta. Para poder pensar en una verdadera disciplina leninista de partido, tuvimos que corregir este largo camino de siete años de lucha y sufrir dolorosas experiencias.


Capítulo II
FALLAS DE DIRECCIÓN

Hemos dicho que el segundo problema fundamental del Movimiento es la falta de una dirección marxista-leninista.
Entremos a estudiar este problema.

Es conveniente precisar ante todo que la dirección de un Movimiento revolucionarios, su línea estratégica y táctica, sus concepciones teóricas y políticas, sus directrices más generales y básicas, las traza el máximo organismo, o sea el congreso, aplicando para ello el principio de la democracia interna, con el objetivo de que todos los militantes tengan la oportunidad de conocer, por un lado, los problemas del Movimiento y de la revolución, y por el otro, puedan opinar y decidir sobre estos. Del Congreso, en el caso del MOEC, sale un Comando Nacional y de éste un Comité Ejecutivo, que se supone sea la expresión de la línea trazada, encargado de aplicarla y de ejercer el centralismo.

En la práctica pueden suceder varias anormalidades: que la militancia no sea enterada de la situación interna del Movimiento y de su participación real en el proceso revolucionario, y por lo tanto no esté en condiciones de decidir acertadamente lo que se debe hacer en el futuro; también puede suceder que la dirección ejecutiva elegida no lleve a la práctica los mandatos y lineamientos del Congreso, y finalmente puede suceder que el Congreso se equivoque por superficialidad en el análisis de las situaciones, por ignorancia, por bajo nivel ideológico y político, por prevalecimiento de las desviaciones oportunistas, etc. Muchas de estas anormalidades han sucedido dentro del Movimiento, patrocinadas por elementos oportunistas que generalmente y por largos períodos han controlado los organismos de dirección.
En la actualidad la corriente oportunista del Ejecutivo salido del IV Plénum ha encontrado una fuerte oposición por parte de una porción minoritaria de su seno, pero respaldada por la mayoría de cuadros preparados y muy honestos que trabajan decididamente por el fortalecimiento ideológico, político y orgánico del Movimiento. Las contradicciones internas han llegado a su punto culminante dentro del Comité Ejecutivo Nacional.

El último ejecutivo presentó desde sus comienzos divergencias que fueron ahondándose con el trabajo práctico. Estas divergencias eran graves porque trataban sobre cuestiones de principio, y comenzó a notarse que había dos concepciones bien marcadas sobre los siguientes asuntos:
a) Sobre el carácter del Movimiento, sus métodos de trabajo y su papel dentro de la lucha revolucionaria colombiana.
b) Sobre la base social fundamental que en el campo y la ciudad debe integrar el Movimiento y el Ejército Popular de Liberación.
c) Sobre el comienzo y desarrollo de la guerra popular.
d) Sobre la interpretación y la práctica del internacionalismo proletario.
e) Sobre las organizaciones legales y de masas del Movimiento y su control.

Una concepción trata de ceñirse a los principios del marxismo-leninismo y la otra, abiertamente de derecha, hace parte de la corriente liberal y oportunista que ha controlado la dirección del Movimiento durante largos años. Analizaremos el criterio de la corriente oportunista sobre lo que debe ser el MOEC, lo que es la Guerra Popular, lo que es el internacionalismo proletario y lo que son las organizaciones de masas a través del estudio de las características de esta tendencia dentro del Movimiento. El criterio de la otra tendencia sobre los asunto enumerados lo sabremos a través de la crítica que formulamos en el presente material.

La tendencia oportunista ha echado hondas raíces dentro del Movimiento y su influencia demoledora data de tiempo atrás. Nos remontaremos a hechos pasados, aunque no hayan sucedido bajo la dirección del último Comité Ejecutivo, porque muchos de esos hechos nos demuestran en la práctica lo que piensan los oportunistas y las consecuencias desastrosas que producen.

Las características principales del oportunismo en el MOEC han sido:

1. Desprecio por la construcción ideológica y orgánica.
En los trabajos de organización han utilizado métodos liberales que van desde la afiliación de nuevos militantes sin previo estudio de las condiciones del aspirante, hasta la elaboración de planes descabellados, utópicos, que exponen dentro y fuera de los organismos y del Movimiento. Estos elementos no consultan no aplican los principios marxista-leninistas para resolver los problemas propios del desarrollo interno. Predican la unidad, la que logran temporalmente mediante acuerdos personales y ocultan a la base, en lo posible, las luchas internas que se libran a niveles de dirección. Ellos no ilustran a la militancia sobre estas luchas internas y al obrar así lo hacen conscientemente porque dichas luchas son rebatiñas por el reparto de las posiciones burocráticas, de los dineros colectados por la organización, de la influencia en el exterior, de las becas y viajes a los países hermanos. Ellos temen que la militancia se entere de tanta porquería por eso se les oye decir a menudo que “cada cual debe saber lo que le corresponde y nada más”. Eso de que “cada cual debe saber únicamente lo que le corresponde” está bien y es justo para determinadas cuestiones de orden táctico, como en la preparación y ejecución de un plan que el enemigo puede interceptar y echar a perder. Pero en las cuestiones de orden estratégico, en las cuestiones de las divergencias sobre los principios, en las cuestiones fundamentales del desarrollo interno o sobre los errores que desvirtúan el carácter proletario del Movimiento, debe aplicarse la vigilancia colectiva y para los compañeros de dirección es un deber explicar estos problemas a la base. Nada hay mas contrario a la construcción ideológica y teórica del Movimiento que impedir la discusión sobre los problemas internos.

Una dirección de un Movimiento revolucionario que no sea capaz de sintetizar teóricamente las experiencias está faltando a la tarea de la construcción orgánica, porque cuando no hay conciencia de los errores cometidos y se desconoce las causas que los han generado, la organización persiste en sus concepciones equivocadas, camino del fracaso total. En Colombia hemos visto desaparecer grupos y organizaciones revolucionarios por carecer de una orientación acertada, que solo se alcanza mediante el estudio de los resultados prácticos de determinadas concepciones, con la finalidad de corregir los equívocos y las falsas estrategias. La mayoría de militantes del Movimiento sabe que en el curso de estos años hemos cometido errores graves por razones diferentes, como los fracasos, políticos y militares y la dilapidación de dineros; de esos fracasos y de esos dineros era responsable una dirección, cual es el criterio de esa dirección sobre estos problemas? Qué experiencias concretas sistematizó esa dirección de estos hechos? Dónde está el balance de su actuación y de la actuación del Movimiento durante los períodos de su vigencia? Se han sancionado por estos errores a varios elementos oportunistas; está bien estos hechos en una organización revolucionaria? Qué se debe hacer para que estos hechos no se repiten en el futuro? Nada dicen los oportunistas, no sintetizan las experiencias de estos errores.

Pertenecer a la dirección de un Movimiento revolucionario es una responsabilidad demasiado seria, que inútilmente pretende eludir ante el pueblo y la revolución quienes la aceptaron en un momento dado. En vano los elementos oportunistas que han estado durante tres años al frente del Movimiento tratan de esquivar la responsabilidad que les corresponde ante tantos errores de tipo político, militar y organizativo. Aunque quieran ocultar a la base y al pueblo sus errores no lo lograrán por que los resultados son concluyentes.

Un ejemplo del maniobrerismo y de la intención de los oportunistas de ocultar a la base la verdad de muchos hechos, es la manera como han orientado los congresos y los plenos del Movimiento. No hacen una previa preparación de estos eventos, por lo que se convierten en escenarios predilectos de los desplantes demagógicos y proselitistas, como las manifestaciones furibundas de antimamertismo y las apologías coléricas de la lucha armada. Pero allí no aparece un solo análisis serio de la situación nacional, ni una exposición sistematizada, teórica, de los problemas internos ni de las fallas políticas. Durante varios años se convocó esta clase de plenos y congresos, sin haberse logrado por ello mayores avances para el fortalecimiento de la organización.

Así se desarrolló el IV Plenum, que no aportó en el campo de la construcción teórica u orgánica mayor cosa. El IV Plenum fue la radiografía exacta del nivel ideológico del Movimiento: en él se trazaron directivas para remediar el caos interno y el análisis de la situación nacional fue muy pobre y superficial. Los oportunistas aprovecharon el bajo nivel político de la militancia para eludir la discusión sobre los problemas de la dirección y en cambio levantaron la bandera de la lucha armada demagógicamente ignorando todos los problemas ideológicos, políticos y organizativos, desconociendo la situación del Movimiento y muchos aspectos importantes de la realidad nacional. La crítica sobre todos los errores organizativos que hemos señalado en el capítulo anterior no se hizo, con la velada intención de que la base no se enterara de la incapacidad y de la descomposición moral y política de los niveles de dirección. El IV Plenum eligió un Comité Ejecutivo sin conocer realmente la verdadera historia del Movimiento, ni el papel que en ella han desempeñado los oportunistas.

El IV Plenum se equivocó por ignorancia, porque las maniobras de engaño de los oportunistas dieron sus efectos, los maniobreros llegaron al extremo de lograr la elección al Comando Nacional de dos compañeros que nunca habían pertenecido al MOEC; y uno de ellos quedó en la Secretaría de la Organización y Control del Comité Ejecutivo Nacional. Al final la maniobra no les dio resultado porque esos compañeros, que pertenecían a la Organización Revolucionaria del Cauca (O.R.C), comprendieron su error y renunciaron cuando se les dio la crítica. Los maniobreros creyeron encontrar en estos compañeros de la Organización Revolucionaria del Cauca seguidores firmes para fortalecer su posición interna (3).

En el último ejecutivo hay elementos oportunistas que se imaginan al Movimiento no como un partido marxista-leninista, sino un mero aparato subversivo. Entre estos, el más representativo de ellos, Luis Francisco, quién desempeñó la Secretaría Militar del último Comité Ejecutivo, considera al Movimiento como un aparato clandestino, cuya misión se reduce a abastecer los grupos guerrilleros del campo. Este elemento al analizar las causas del fracaso de la guerra civil pasada, en la que él tuvo participación, define cómo determinantes de éste la falta de fusiles y la ausencia de un aparato logístico que hiciera posible la ayuda de la ciudad y del extranjero.

Luis Francisco no comprende que la resistencia armada de los campesinos en los últimos años fracasó por falta de una dirección revolucionaria,; que la resistencia campesina estuvo controlada por sus propios enemigos, es decir, por sectores de la burguesía y de los terratenientes, de ahí la facilidad como los campesinos depusieron las armas ante los cambios de gobierno efectuado por la misma clase oligárquica dominante, sin que hubiese cambiado realmente su situación de parias y enajenados del campo.

De esta interpretación falsa de nuestra historia reciente parte el pensamiento íntimo de Luis Francisco y su concepción oportunista de lo que debe ser el MOEC, un mero aparato logístico, clandestino, que canalice la ayuda externa. Para él ha sido una obsesión esta idea y todos sus trabajos y planes han estado dirigidos a conseguir la ayuda externa. De esta concepción mercenaria, de que el MOEC debe ser un mero aparato logístico, se desprenden muchas cosas nocivas, como la de que la organización no necesita una clara y precisa ideología revolucionara, ni que los miembros integrantes del aparato clandestino deben ser producto de una minuciosa selección desde el punto de vista de clase. Esta es la expresión mas acabada del militarismo dentro del Movimiento. Reducir el MOEC a un aparato logístico que abastezca a la guerrilla es desviar los grandes objetivos revolucionarios de hacer del Movimiento la vanguardia organizada de la clase obrera, máximo destacamento de dirección de la lucha de liberación de nuestro pueblo; es supeditar la política al fusil; es ignorar las múltiples formas de lucha que adoptará el proceso revolucionario y es sostener un criterio mercenario del internacionalismo proletario.

Por eso es que los elementos oportunistas no hacen trabajo de penetración en las masas, ni de construcción de partido, porque lo fundamental para ellos son las armas. “Cuando tengamos armas nos vamos a organizar la revolución al campo”, dicen. A la militancia le repiten permanentemente: “Nosotros si sabemos que la cosa es con armas, porque los campesinos piden fusiles y nosotros se los vamos a dar, estamos esperando que nos lleguen”. Como los fusiles no llegan y cuando tuvieron recursos en sus manos los dilapidaron en asuntos que nada tenían que ver con la revolución, entonces no construyen partido ni en la ciudad ni en el campo. “Para qué nos vamos al campo sin fusiles”, concluyen. A estos elementos les decimos que el Movimiento no arma a las masas, el Movimiento dirige, organiza y educa a las masas, para que estas se armen en la lucha misma. No hay otro camino. En estos países de la América Latina van a representar tanto levantamiento espontáneo de los campesinos como ya se han presentado, que si a los partidos revolucionarios le tocará armar a cada uno de estos grupos alzados, nunca se haría la revolución. Las masas dirigidas y organizadas por el partido de la clase obrera conseguirán todos los fusiles que se necesiten para la guerra popular. Las masas paupérrimas y explotadas no compran las armas porque no tienen con qué, no las fabrican porque no tienen fábricas, no les queda más que un amino, quitárselas al enemigo, y eso es lo que hacen; eso es lo que está haciendo el pueblo de Vietnam, eso hizo el pueblo chino y el pueblo cubano y así tendrán que hacerlo los pueblos que se quieran liberar.

Como se ha visto a través de la trayectoria militar del Movimiento, de sus múltiples fracasos, el problema de la creación del frente armado no se soluciona con el simple traslado de determinados compañeros al campo, o con el apoyo creciente de la solidaridad internacional; es mucho más complejo y son muchas otras cosas más la que hay que hacer para su realización. El problema de la creación de la base de apoyo es eminentemente un problema político, que exige una organización severa del campo y de la ciudad, una disciplina férrea, una escogencia escrupulosa de los nuevos militantes con base a la selección de clase; pero indispensablemente se necesita una organización fuerte de vanguardia, capaz de hacer un análisis científico de la situación colombiana y de hacer una penetración de partido a las zonas rurales, si se quiere crear un frente armado con seguras perspectivas de éxito.

Hay que hacer igualmente un estudio particular, completo, de cada zona rural, para acondicionar el trabajo de penetración a la situación local. Pero todas estas tareas se deben adelantar como organización disciplinada, tampoco se crea que el fortalecimiento de un MOEC disciplinado, con una teoría revolucionaria, es una tarea al margen de la creación del frente armado y del frente unido, no, a la medida que se acierta en la práctica, en el trabajo armado como en el trabajo legal, en la penetración al campo como en la organización de la ciudad, se va fortaleciendo el Movimiento y solamente así se fortalece el Movimiento.

Los elementos oportunistas han demostrado desprecio por la construcción ideológica y orgánica del Movimiento al utilizar un método liberal para la vinculación de los nuevos militantes, por lo que han entrado a la organización elementos sin ninguna calidad revolucionaria, algunos de extracción lumpen, verdaderos aventureros y hampones. No obstante muchos de estos elementos, pícaros y bandidos de profesión, fueron integrados porque los oportunistas los necesitaban para la feliz culminación de sus planes personales. De muchos de estos elementos se valieron los oportunistas para hacer negocios con los dineros de la organización, o para justificar las pérdidas elevadas de fondos. El error radica en no ver en quienes se van a afiliar su posición de clase, su honestidad revolucionaria, su nivel ideológico, sino el medio para la realización de oscuros propósitos, su amistad personal, su vínculo familiar; y en encomendarle precisamente a estos elementos las misiones más delicadas como la guarda o manejos de dineros de la organización.

Con el trabajo de penetración del Movimiento a las zonas campesinas también se cayó en errores de graves consecuencias al afiliarse a la organización antiguos combatientes de la contienda civil pasada, como si se tratara de guerrilleros revolucionarios. Esta orientación fue trazada directamente por la dirección oportunista en algunos casos o fue tolerada abiertamente por esta en otros. Aquí es donde mejor podemos observar la falta de un análisis serio por parte de la dirección del Movimiento sobre un aspecto tan importante de la situación del país. Dentro del Movimiento se dio por admitido que todo aquel que participó en la guerra civil desatada y controlada por la burguesía y los terratenientes era un revolucionario, y no solamente eso, sino que la organización debía hacer lo indispensable para atraerlo a su seno. Cómo se especuló, hasta el chantaje, con esta clase de militantes!

De dónde sacaron los oportunistas que los combatientes de la guerra civil pasada son necesariamente revolucionarios y que pueden pertenecer al Movimiento por haber sido combatientes? Si queremos tener respuesta a esta pregunta debemos deducirla de la práctica de los oportunistas, o de sus declaraciones y opiniones ocasionales en las discusiones internas, ya que los oportunistas en este caso, como en casi todos, por no decir todos, no respaldan su criterio con estudios teóricos ni investigan objetivamente. Ese criterio lo sacaron los oportunistas de su mentalidad mercenaria. Resultaba muy fácil y provechoso hablar de que el Movimiento tenía “guerrilleros” en sus filas, al promover el ingreso de antiguos alzados, aunque estos no supieran ni pizca de la naturaleza de la nueva lucha revolucionaria. Esto de tener “guerrilleros” afiliados le daba categoría a la organización, creían, y además les permitía especular dentro y fuera del país. A muchos de estos combatientes ni se les explicó de lo que se trataba. Simplemente les dijeron que pertenecían al MOEC, les hicieron, eso sí, promesa de una nueva guerra y a algunos les dieron colaboración económica o los llevaron al exterior. Los resultados de estos antiguos combatientes dentro del Movimiento no son en verdad positivos. Hay excepciones naturalmente, y las podríamos enumerar, de antiguos combatientes que en la organización se han comportado como auténticos revolucionarios. Entre los antiguos combatientes también existen luchadores populares con posición revolucionaria de clase que no se dejaron corromper por el enemigo. Son estas las cualidades que hay que buscar en los antiguos combatientes, o sea las mismas cualidades que debemos buscar y fomentar en los nuevos militantes, sean obreros, estudiantes, artesanos, campesinos o intelectuales. Pero no. Las cualidades de los oportunistas buscaban en los antiguos combatientes eran sus leyendas cargadas de hazañas, la impresión que entre las gentes causaban sus apodos popularizados por la prensa enemiga y cosas por el estilo.

La inmensa mayoría de los antiguos combatientes son elementos cargados de vicios y resabios que la burguesía les fomentó a su debido tiempo con la finalidad de desmoralizarlos. Algunos de ellos poseen en la actualidad grandes extensiones de tierras obtenidas en la guerra pasada, al expropiar a otros campesinos más débiles, y explotan a sus jornaleros como cualquier terrateniente. La revolución tendrá que enfilar baterías contra sus privilegios y no habrá más remedio que expropiarlos a la fuerza como ellos expropiaron a la fuerza a los campesinos desamparados. Sin embargo los oportunistas no observan la posición de clase de estos individuos y creen que porque fueron viejos combatientes, famosos algunos de ellos, son revolucionarios que pueden ingresar al Movimiento y encomendarles misiones de dirección y orientación de la lucha revolucionaria.

Al estudiar todas estas cosas podemos concluir qué clase de Movimiento quieren formar los oportunistas y vamos descubriendo las razones por las cuales el MOEC no ha cumplido con su misión histórica.

2. Criterio mercenario en los trabajos organizativos y en las relaciones internacionales con los pueblos y partidos hermanos.

El criterio mercenario de los oportunistas en las relaciones internacionales consiste en reducir el internacionalismo proletario al apoyo que nos dan generosamente los pueblos y partidos hermanos en cumplimiento de los deberes de la solidaridad internacional y en estimular ese apoyo con falsos informes de la realidad del Movimiento y de la situación colombiana.

Algunos oportunistas han tenido la osadía, concretamente Luis Francisco, de decir a compañeros de partido hermanos que "en Colombia hay cien mil guerrilleros dispuestos a pelear y en espera del apoyo económico y logístico".
Alvaro Cadavid, Secretario de Relaciones Exteriores del último Comité Ejecutivo, presentó en una ocasión un informe a compañeros de un partido hermano donde se hablaba de que el MOEC en 1963 tenía una organización nacional y más de mil hombres sobre las cordilleras listos a iniciar acciones; en ese informe se dicen tantas mentiras de nuestra situación interna como la de que “Desquite” pertenecía al Movimiento y operaba bajo su dirección (5).

Y así son múltiples las veces que miembros de dirección nacional del Movimiento han salido a decir mentiras, a engañar a los partidos y pueblos hermanos dando informes falsos, donde se exagera la situación real de la organización y su influencia en la lucha revolucionaria colombiana. Han llevado hasta planes fantásticos como el P... A ... (6), presentando por Mauricio Torres y Luis Francisco a la consideración de varios partidos hermanos para conseguir la solidaridad proletaria. Lo irracional de estos planes es que no son hechos para que se discutan en los organismos correspondientes, para ver si se ajustan a nuestra realidad o no, si interpretan el momento histórico que vivimos o no, son hechos para que los lean los compañeros de los partidos hermanos. Nunca se ha orientado el trabajo de la organización para investigar la veracidad de las hipótesis sobre las que está hecho el P.. A ..., ni mucho menos se ha trabajado orgánicamente para su cumplimiento. En muchas zonas donde se van a levantar frentes guerrilleros, según el P... A ..., no hay en la actualidad vinculación con los campesinos, ni de ellas se han hecho trabajos de reconocimiento e investigación. Esto demuestra que la finalidad de todas estas cosas es la de conseguir la solidaridad internacional.

La política mercenaria de los oportunistas llega a extremos criminales para lograr sus propósitos. Cuando en el Ejecutivo se planteó el problema de Bolívar, con la premura del momento que exigía una pronta y efectiva solución, los oportunistas adoptaron una posición de expectativa que se puede resumir en los siguientes términos “dejemos a los compañeros de Bolívar a ver si salen con algo; si les va bien ganaremos prestigio con el país y en el exterior, y entonces podremos aumentar la solidaridad proletaria. Ahora bien, si fracasan, quedará demostrado en la práctica que estamos luchando con escasos recursos, y por lo tanto necesitamos mayor solidaridad”. Para los oportunistas la política a seguir es aquélla que permita fomentar la solidaridad de los países hermanos y no desperdician los acontecimientos sensacionales ni los hechos y pactos ficticios para impulsar esta política. Así conciben los oportunistas el internacionalismo proletario.

Los oportunistas alegan que gracias a su labor el Movimiento ha conseguido la solidaridad de los partidos y pueblos hermanos. Esto es falso. La solidaridad recibida no se debe a los trabajos de los oportunistas, es el resultado del espíritu internacionalista de los obreros que han llegado al poder y entienden el respaldo a los movimientos que luchan por la liberación de sus países como un deber revolucionario. Los partidos hermanos creen que el MOEC ha luchado contra el imperialismo yanqui y sus lacayos en Colombia y consideran que es una organización revolucionaria, por la lucha de compañeros que perdieron la vida heroicamente en los intentos por crear un frente guerrillero. Los partidos hermanos al brindarle solidaridad al Movimiento reconocen el sacrificio de estos compañeros, de Antonio Larrota, Leonel Brand, Gleydis Pineda, de Idolfo Pineda, y de todos los compañeros nuestros que han muerto por la revolución colombiana, y se solidarizan con una organización revolucionaria que dio muestras claras de su naturaleza antiimperialistas y antioligárquica. Los compañeros de los partidos hermanos no nos dieron su solidaridad por las maniobras de los oportunistas ni por su afición al turismo; estos lo que hicieron fue recoger la cosecha que otros sembraron con sus vidas.

La realidad es otra, las relaciones internacionales del Movimiento se han visto seriamente afectadas por la política mercenaria de los oportunistas. Todos esos informes mentirosos, todos esos engaños de los “cien mil guerrilleros”. De hacer aparecer los brotes espontáneos de los campesinos en armas como trabajos del MOEC, en fin, todos esos planes subjetivos y maniobreros, terminaron por desacreditar la organización en el interior y en el exterior. A medida que transcurre el tiempo se van aclarando las cosas. Los combates de los “cien mil guerrilleros” no aparecen por ninguna parte ni el MOEC se coloca a la altura de la lucha de clases de Colombia. Los partidos hermanos terminaron de desconfiar de todo lo que se les había dicho y restringen con razón, su solidaridad a espera de hechos positivos.

Ninguna diferencia hay entre esta actitud mercenaria de los oportunistas del MOEC, con la política de piratería internacional que ha desarrollado regularmente la camarilla de Vieira. La dirección revisionista del Partido Comunista hace pasar en el exterior a cualquier elemento del Partido por comandante de guerrillas, cuando en Colombia nadie sabe de la existencia de tales comandantes ni de tales guerrillas. Son manifestaciones de la política de rapiña por la solidaridad internacional y que los revolucionarios debemos desenmascarar ante la militancia de las organizaciones revolucionarias y ante el pueblo.

Esta política mercenaria en el campo de nuestras relaciones internaciones y sus repercusiones dentro del Movimiento, chocan contra el principio de apoyarse en nuestros propios esfuerzos. El principio de basarnos en nuestros propios esfuerzos interpreta fielmente la concepción marxista-leninista de que la revolución en cada país depende del desarrollo de sus condiciones y de la preparación de sus fuerzas revolucionarias. La revolución es obra fundamental de las fuerzas revolucionarias de cada país, porque las revoluciones no se exportan ni se planifican en el exterior. Por eso es que la solidaridad de los pueblos y partidos hermano se pierde cuando es entregada a partidos o movimientos que no sean auténticamente revolucionarios, que no tengan determinado grado de desarrollo interno y que no hagan esfuerzos positivos por depender en lo fundamental de sus propios medios.

Cuando un partido como el nuestro no depende en lo económico de sus propios, esfuerzos y espera en la ayuda externa para continuar sus tareas revolucionarias, está expuesto a graves crisis y, a no dudarlo, expuesto a desaparecer como fuerza revolucionaria independiente. Además el internacionalismo proletario no lo debemos entender unilateralmente, como la ayuda que los pueblos y partidos hermanos brindan a los revolucionarios colombianos, mientras que por nuestra parte no hacemos nada efectivo para colaborar con ellos. Nosotros también tenemos deberes por cumplir en la solidaridad internacional y uno de estos es precisamente basarnos en nuestros propios esfuerzos, porque así aumentamos en nuestro país y con nuestros medios el conjunto mundial de las fuerzas del socialismo que luchan contra la explotación imperialista. Los revolucionarios de América Latina tenemos que luchar contra el imperialismo yanqui y asestarle golpes con nuestras propias manos, conscientes de que así debilitamos a los explotadores y guerreristas de los Estados Unidos y los obligamos a dispersar sus fuerzas en la correlación mundial y de que así ayudamos a los pueblos de África y Asia que viven amenazados o sufren la agresión directa del imperialismo como Viet-Nan, Corea, El Congo, etc.

A este respecto Lenín dice: “Sólo hay un internacionalismo efectivo, que consiste en entregarse al desarrollo del Movimiento revolucionario y de la lucha revolucionaria dentro de su propio país, en apoyar (por medio de la propaganda, la ayuda moral y material) esta lucha, esta línea de conducta y sólo esta en todos los países sin excepción”. Por su parte los compañeros coreanos concluyen: “apoyarse en los propios esfuerzos está basado en el principio del internacionalismo proletario más puro”. Esto quiere decir claramente que ningún pueblo, ni ningún partido marxista-leninista, está obligado a ayudar a otro que no se base en sus propios esfuerzos, simplemente por dos razones: porque un partido revolucionario que no se base en sus propios esfuerzos no es un partido marxista-leninista ni está ayudando a la causa internacional del proletariado; y porque la solidaridad internacional brindada a un partido que no se base en sus propios esfuerzos es nula, perdida.

La política mercenaria de los oportunistas ha impedido que el MOEC desarrolle el principio de basarnos en nuestros propios esfuerzos. Los oportunistas piensan más en la solidaridad internacional que en vincularse a las masas para solucionar nuestros problemas; los oportunistas no tienen fe en nuestras fuerzas ni en las fuerzas inagotables del pueblo. Siempre que en la organización se ha presentado el problema económico los oportunistas desprecian la planificación orgánica para conseguir el apoyo del pueblo, vinculándose efectivamente a él; piensa inmediatamente en el exterior, y maquinan la manera para lograr la solidaridad. Los oportunistas, se puede decir, han vivido de la solidaridad internacional en varias ocasiones.
Sin embargo la cuestión es bastante clara, si no nos apoyamos en nuestros propios esfuerzos no tendremos la solidaridad de los pueblos y partidos hermanos, incumpliremos los deberes del internacionalismo proletario y dejaremos de desarrollar las fuerzas revolucionarias de nuestro pueblo. En una palabra no impulsaremos la revolución. Los hechos revolucionarios se imponen por sí solos, los adelantos organizativos y la conciencia creada entre las masas dan frutos que todo mundo conocerá; impulsemos la revolución de nuestro país, desarrollemos las fuerzas conscientes de nuestro pueblo, hagamos efectiva la alianza obrero-campesina, construyamos bases de apoyo en el campo, produzcamos acontecimientos positivos y despertaremos la solidaridad mundial de las fuerzas progresivas y antiimperialista, sin necesidad de decir mentiras, sin necesidad de tantos viajes ni tantas comisiones.

En los trabajos de organización los oportunistas también aplicaron una política mercenaria que corrompió y llenó de vicios a la militancia. Esa política se refleja en el hecho de que quieren someter todo el Movimiento a la tutoría paternalista económica de la dirección. Con muy ejemplares excepciones dentro de la organización, en niveles de dirección media y de base, en compañeros que dependieron de sus propios esfuerzos y se vincularon a las masas para resolver el problema económico, en lo fundamental este estuvo atendido por el restante de las pérdidas y desfalcos. Con esta política paternalista y mercenaria se corrompió a muchos militantes del Movimiento que no daban un paso, no realizaban trabajo alguno revolucionario, cuando la dirección dejaba de atender los gastos. A varios compañeros les hemos oído decir, influenciados por el criterio mercenario que fomentan los oportunistas, que “en mi departamento el MOEC no ha crecido porque no nos ha mandado dinero”. Y esto ha sido cierto para muchos regionales en donde los compañeros no realizan tareas revolucionarias de organización y politización porque el problema económico los inhibe; el Movimiento allí no crece ni se vincula a las masas.
Como bajo la dirección de los oportunistas el MOEC ha dependido de la solidaridad internacional, la organización no ha planificado una línea de masas para resolver el problema económico. Solamente las masas pueden sostener al partido del proletariado en sus grandes necesidades, solamente las masas enriquecen los recursos del partido, ellas le suministran sus mejores valores humanos, su sostén económico, dan la iniciativa creadora, etc. Cuando nos apartamos de las masas no tenemos nada de esto, el Movimiento se debilita y sus problemas internos aumentan en todas las direcciones.
La orientación mercenaria ha impedido inclusive que la vinculación con las masas en algunas regiones rurales dé los frutos deseados, porque se llega diciéndole a los campesinos que todo lo van a recibir de la organización, de esta manera se ilusiona a las masas, se les promete armas, dinero, cuadros, el cielo y la tierra. Naturalmente con el tiempo se incumple y la organización se desacredita. Por otra parte los campesinos cuando se sienten engañados toman una posición de exceptismo y duda por las cosas de la revolución, se tornan incrédulos sobre sus propios destinos y hasta abandonan el espíritu combativo que antes les acompañaba y les mantenía viva la esperanza. A las masas hay que hablarles de los deberes con la organización de vanguardia, que es de ellas y de ellas depende. A las masas hay que aclararles que del Movimiento recibirán lo que ellas han esperado durante siglos, la educación y la orientación para derrotar a sus explotadores y verdugos; por eso hay que inculcarles el amor hacia el Movimiento, sus deberes con el Movimiento de proteger y ayudar a sus militantes para que la labor de politización de estos y las demás tareas revolucionarias se desarrollen con la mayor efectividad. A las masas hay que explicarles que son ellas las que van a pelear contra el enemigo y que el Movimiento será la vanguardia de esa lucha. Con la orientación mercenaria de querer ilusionar a los campesinos con promesas para que se afilien al MOEC, de decirle a las masas que lo esperen todo del Movimiento, se castra el espíritu combativo de las masas, se les corrompe, se les desarma moralmente, se hace, en fin, una política antirrevolucionaria que solo favorece al enemigo.

En finanzas hay que aplicar una línea de masas: los organismos superiores deben depender de los inferiores y todo el Movimiento debe depender del pueblo.

3. Malversación y Despilfarro de Fondos.

El manejo irresponsable de los fondos de la organización ha sido otra de las características concretas del oportunismo dentro del Movimiento y es necesario estudiarla por separado.

Intentar hacer un balance del monto de recursos con los que el Movimiento ha contado durante su historia para realizar sus labores revolucionarias y de la destinación de estos recursos, es una tarea irrealizable, si para ellos nos valemos apenas de los datos fragmentarios y parciales emanados de los organismos superiores. En este aspecto existe un vacío alarmante, difícil de explicarlos y de entender, ya que no ha sido norma en los pasados organismos de dirección el llevar cuentas claras de los ingresos y egresos de la organización. Cuando se interroga a los miembros integrantes de pasados ejecutivos sobre el espinoso asunto, se reciben las más variadas, chistosas, y hasta contradictorias versiones. Es decir, cada uno tiene su propia versión que no es muy favorable para los otros “compañeros”. Algunos de ellos dicen: “No hay más remedio que hacer una reunión en donde estemos todos los responsables para saber quién dice la verdad”. Es esta una prueba clara de que en el pasado, como decíamos, no se hacía trabajo de organismo.

Acaso no es un deber de cada ejecutivo rendir un informe completo de todas sus funciones y competencias en los plenos y congresos? Por qué existen miembros que pertenecieron a un mismo ejecutivo con informes distintos y contradictorios sobre la guarda y destinación de los recursos del Movimiento? Es innegable que no se trabajó orgánicamente y que cada cual tomaba y hacía lo que le venía en mente. Por qué no se combatió en el pasado este estilo de trabajo ni se denunció en los congresos y plenos? Es importante aclarar que hasta hoy muchos de estos elementos piden “reuniones” para saber la verdad, después de que se ha desarrollado una campaña en este sentido y se han denunciado estos hechos a la inmensa mayoría de la organización, y cuando es un deber de cada militante velar y defender los intereses de la revolución se lo estén o no requiriendo.

Comprendemos por otro lado que este caso en el manejo de las finanzas de la organización se presta para especular y lanzar versiones irresponsables. Por eso estamos de acuerdo en que se le debe dar a todos los responsables de manejos de fondos las oportunidades necesarias para probar su honestidad revolucionaria. Sin embargo esta consideración no nos impide criticar los siguientes errores que son evidentes y se desprenden de la irresponsabilidad, de la deshonestidad y de la espontaneidad con que obraron los pasados organismos de dirección.

1. En el campo de manejo de las finanzas, como en los asuntos políticos y militares, no se puede reducir la responsabilidad únicamente al individuo encargado de desempeñar determinado trabajo. El organismo tiene su responsabilidad colectiva y es autónomo para repartir las tareas de su competencia en cumplimiento de los principios. El organismo es responsable de la vigilancia de cada uno de sus miembros y a su vez cada miembro es responsable de vigilar por el buen funcionamiento del organismo. De tal manera que quien perteneciendo a los organismos de dirección en el pasado y conociendo, como necesariamente tenía que conocer, muchos de estos errores, no los planteó en su organismo, en los congresos o plenos, no los combatió, no los denunció ante la base de la organización, inútilmente elude la responsabilidad diciendo hoy, “yo no fui Secretario de Finanzas”.

En este sentido los miembros de los organismo de dirección son responsables de la pérdida de grandes cantidades de dinero, por encomendarlos al cuidado de elementos de dudosa procedencia afiliados a la organización. Pero quién responde de estos elementos? Quién los recomendó a la organización? Qué organismo y a cuenta de qué razones depositó precisamente en estos elementos toda su confianza? Estos asuntos se debieron aclarar a su tiempo, como se debieron tomar, también a su tiempo, las medidas necesarias para no volver a caer en los mismos errores. Sin embargo estos hechos se repiten varias veces y los miembros de la dirección responden simplemente que los “culpables no somos nosotros”.

2. Entre los miembros de las direcciones pasadas se utilizó un método conciliacionista para resolver los problemas de manejos de fondos. Prueba de ello es la táctica dilatoria empleada para evitar la aclaración de todos estos errores y el silencio que se guardó sobre muchos casos concretos de despilfarro.

3. Se llevó a la práctica por parte delos organismos de dirección la orientación de que el Movimiento se podía financiar con “negocios”, las actividades de estos señores en los frentes de la industria y comercio fueron al final desastrosas (para la organización naturalmente) y el Movimiento perdió recursos considerables. Al frente de estos “negocios” los oportunistas pusieron elementos irresponsables que la organización no controló nunca.

Es lamentable que todos los recursos no se hubieran invertido en las tareas de organización y vinculación a las masas. Esta es una experiencia valiosa. Las finanzas de un Movimiento revolucionario, entendiéndose por estas los medios de resolver todos los problemas de movilización, sostenimiento, impulso y vinculación de la organización a través de la lucha revolucionaria, solamente se pueden garantizar en lo fundamental aplicando decididamente una línea de masas. Invertir en organización y vinculación de las masas es el mejor procedimiento para aumentar los recursos del Movimiento. Los negocios como fuente de finanzas seguramente dan resultado, cuando se realizan con propósitos definidos, para atender una actividad determinada o para camuflar o sostener el trabajo de un reducido número de compañeros. Pero se debe tener siempre claro que con negocios no vamos a financiar el Movimiento ni la revolución.

Otro error, evidente cometido por parte del organismo de dirección en lo que respecta al manejo de fondos, fue la manera alegre, irresponsable y subjetiva con que se pusieron a repartir los recursos, sin recurrir nunca a una planificación objetiva que contemplara nuestras condiciones. En la destinación de los fondos del Movimiento se cayó en la espontaneidad y en la improvisación, los oportunistas llevaron a cabo una política de dispersión de esfuerzos que entorpeció altamente el desarrollo orgánico. Prueba de esto es la atención que recibieron en un momento dado algunas regiones campesinas, en las que se invirtieron algunos dineros, para después abandonarlas totalmente.

Esa experiencia hace para nosotros necesario practicar una política de concentración de esfuerzos como línea general organizativa, que consiste en dirigir y centralizar el mayor trabajo y los mayores recursos en la zona o zonas de óptimas condiciones para el avance revolucionario. Pero de preferencia en los trabajos inaplazables por la organización de la base campesina, con miras a crear un frente armado, debemos aplicar esta línea rigurosamente, teniendo el cuidado que los otros trabajos del resto del país, en lo posible, vayan orientados hacia esa tarea central como sostén y apoyo del desarrollo político y militar de las fuerzas del Movimiento.

Este episodio de las finanzas, que la militancia honesta reprueba, es una manifestación más del oportunismo en el MOEC, es parte de sus consecuencias, es el lugar vulgar y común a donde tenía que desembocar toda esa política mercenaria y mercantil, es el triste final de las especulaciones “revolucionarias” de una serie de elementos inescrupulosos que jamás pensaron en serio construir un partido fuerte, combativo, que fuera capaz de derrotar al imperialismo e iniciar la transformación de Colombia.

4. Caudillismo.

El caudillismo es otra característica que en el Movimiento ha tomado la corriente oportunista de derecha, se manifiesta en varios hechos:

a) En el chantaje que hacen los oportunistas de sus pasados “brillantes”, de sus 15 y más años al “servicio” del marxismo-leninismo o de la “fuerza” que tienen en determinadas regiones campesinas, para constituirse en jefes máximos del Movimiento. Por lo general estos elementos nunca han hecho vida de partido en una célula, sino que, por sus “cualidades” de dirigente, entraron derecho a la dirección nacional del Movimiento. Algunos de estos elementos fueron vinculados con la falsa creencia de aumentar el prestigio del Movimiento y ellos en consecuencia se volvieron amos y señores de la organización.

b) En sus relaciones personales dentro del Movimiento y formación de grupos. Los caudillistas no respetan los organismos ni las relaciones internas propias de un partido marxista-leninista, sino que imponen en la práctica las “jerarquías personales” entre ellos y el resto de la militancia (7). Esta ha sido una de las causas de determinantes para la formación de los “grupos de amigos” de que habláramos atrás. Los oportunistas consideran la formación de grupos una línea organizativa correcta y justa la práctica de que la militancia acepte y cumpla sus órdenes de “jefes” fuera de los organismos. Los oportunistas son conscientes de que hay que evitar la formación de organismos al estilo marxista-leninista, porque esto significa casualmente la destrucción del grupismo y del caudillismo. Para lograr sus propósitos los oportunistas engañan a muchos compañeros, los corrompen y los ponen a trabajar para ellos a semejanza de los prosélitos inconscientes de un partido burgués.

c) En la maniobra como estilo de trabajo dentro del Movimiento. Debe mejor se observa este vicio de los oportunistas es en los plenos o congresos, en los que recurren a todos los ardides para conseguir y mantener el control de la organización. Esta política maniobrera empieza con la afiliación y sostenimiento de sus amigos dentro del Movimiento y va hasta la táctica de regar especies en la militancia sobre “trabajos importantísimos que estamos realizando”, o “planes formidables que se están discutiendo”. Así los oportunistas mantuvieron en el pasado un respaldo débil a su labor direccional, tratando de mantener inútilmente la confianza de la base con noticias infladas y proyectos artificiales. Debido a ese trabajo superficial y maniobrero la dirección no recibía un apoyo decidido, fraternal, por parte de los compañeros de la base, no ha existido en el Movimiento la cohesión interna de un verdadero partido revolucionario. Los peores calificativos se oían -se oyen- para los cuadros responsables de hacer cumplir los lineamientos revolucionarios fundamentales y supervigilar la organización. Fue casi permanente este fenómeno de la bancarrota y desprestigio de la dirección frente a la base;

d) En el desprecio por las tareas pequeñas, anónimas y pacientes de organización y educación. Esta manifestación del espíritu pequeño burgués, es muy marcada por algunos oportunistas que jamás le han dedicado tiempo a la labores de organización y trabajo paciente entre las masas, y en cambio viven soñando en las grandes batallas, en los acontecimientos históricos de los que ellos serán entonces actores principales. Al final ni una cosa ni otra, ni trabajo pequeño ni grande. Los oportunistas no pueden comprender que los grandes avances revolucionarios son producto de los pequeños trabajos de miles y miles de revolucionarios. “De lo pequeño se construye lo grande” dice Lenín. Los oportunistas desconocen que la labor paciente entre las masas, consolidando lo que vayamos abarcando, es el estilo propio de trabajo de un partido obrero y que esa forma de trabajo nos aportará grandes éxitos.

e) En la inactividad cuando no dirigen o las cosas no van como ellos quieren. Muchos oportunistas han abandonado el trabajo dentro del Movimiento e incluso la organización misma, porque ellos no han quedado en los puestos de dirección después de la celebración de un Plenum o de un congreso o sus proyectos no han sido aprobados por estos organismos (8). Cuando son derrotados adoptan una posición de crítica permanente de la organización, hasta el extremo de desacreditar el Movimiento en círculos extraños que nos atacan y desean nuestra liquidación. Cuando ellos dirigen todo está bien, aunque la organización vaya mal y produzca resultados negativos; cuando critican atacan por igual a los ladrones y a los honestos, a los oportunistas y a los revolucionarios. Los retiros inopinados de los oportunistas no fueron por lo general justificados, no se supo si su determinación obedecía a discrepancias con la línea estratégica y teórica aprobada, a la que no contribuyeron con su discusión ni con su crítica. De su silencio se deduce su incapacidad, sus obscuros anhelos y su resentimiento personal, y

f) En el subjetivismo. Esta manifestación propia del caudillismo presenta dos aspectos: subjetivismo en los planes y menosprecio de las múltiples experiencias que hemos tenido como organización combatiente, tanto en los terrenos organizativos y políticos como en las tareas rurales y militares.

Los oportunistas hablan mucho de proyectos fenomenales sobre la construcción de bases de apoyo, para sustentar sus argumentos se basan en falsas interpretaciones de nuestra situación y de la historia de Colombia. En sus planes involucran la hipotética colaboración revolucionaria de antiguos combatientes que hoy son señores del campo y viven, como han vivido desde la entrega, en paz y colaboración con el régimen de la coalición oligárquica. En los planes de los subjetivistas es lo mismo el peón asalariado, desposeído y discriminado, que el terrateniente influyente que a veces habla mal del gobierno. Cuidado con no hacer la diferencia!: el pobre y el obrero del campo son la base social fundamental de la organización y de la guerra, las otras capas sociales del campo, en determinadas etapas del proceso revolucionarios, se pueden y se deben aliar con los pobres y obreros del campo, especialmente en la guerra campesina. Los planes de los oportunistas cuentan con organismos y organizaciones del Movimiento que no existen, con la colaboración de regiones campesinas que no han politizado y en esta ilusión se engañan a sí mismos cuando engañan a los partidos hermanos. En los planes de los subjetivistas es lo mismo una región montañosa sin grandes conflictos de tierra, que una zona llana, con gentes dispersas, sin grandes conflictos de tierra, para empezar la lucha guerrillera, con miras a crear una base de apoyo.

Esto sucede en los planos de las subjetivistas porque no son producto de un estudio serio, planificado, de las distintas condiciones del país. Los planes de los subjetivistas emocionan a compañeros ingenuos y honestos, que miran el futuro como un maravilloso espejismo donde todo es posible con buenos deseos, y no se detienen a recapacitar ante los múltiples problemas que debemos resolver para simentar una base de apoyo que sea retaguardia del Ejército Popular de Liberación. Antes que todo debemos hacer una investigación objetiva del campo, científica, y para ello es indispensable penetrar como una organización disciplinada las zonas rurales, vincularse a las masas campesinas, vivir y trabajar con ellas, conocer el grado de producción y el grado del conflicto por la tierra, detectar la influencia e infiltración del enemigo, en fin, estudiar las condiciones económicas y sociales, para saber a ciencia cierta si existen condiciones favorables para una posible expansión y un crecimiento militar futuros. Ninguna de estas cosas preliminares se han hecho y sin embargo los subjetivistas determinan, como oráculos de la estrategia y de la guerra, planes maestros donde la imaginación juega el papel principal.

El desprecio por las experiencias del pasado es fruto del ánimo de los oportunistas de no reconocer sus errores. Con esta actitud privan a la organización de las enseñanzas que se pueden colegir de un análisis científico de la historia del Movimiento, rica en aciertos y errores. El MOEC ha hecho varios intentos de creau una guerrilla y multitud de veces se emprendieron trabajos rurales que aportan experiencias prácticas de incalculable valor. Sin embargo no existen estudios serios de estas experiencias. No sabemos el criterio de la dirección sobre los fracasos militares; no se han señalado, digámoslo oficialmente, los errores cometidos para no volver a cometerlos en el futuro; no se han sistematizado las experiencias por las muertes de los compañeros en Tacueyó, Puerto Tierra, Urabá, arribaaipí. Los oportunistas obran como perfectos idealistas, porque no estudian ni aplican la teoría científica del desarrollo material e histórico, ni investigan en la práctica las causas de los errores y aciertos del movimiento en sus siete años de existencia; sus determinaciones no pueden ser otra cosa que el reflejo de sus caprichos, de su irresponsabilidad e incapacidad, de su imaginación subjetiva y loca.

Los oportunistas ilusionan a la militancia con estos planes y pretenden mantener la moral de la organización en general hablando de que “las cosas van bien”, “que no tenemos obstáculos”, que “en la región la insurrección es un hecho”, que “se está organizando a todo vapor”. Los oportunistas abandonan la moral proletaria revolucionaria que es una toma de conciencia de nuestra militancia en las filas de la revolución, una conciencia desde el punto de vista de clase, de la explotación de las oligarquías y el imperialismo. De la concepción de que la lucha es a largo plazo y exige grandes sacrificios; de la conciencia de lo que tenemos y de lo que no tenemos, de la naturaleza del enemigo, de la inevitabilidad de nuestro triunfo.

5. Conciliacismo.

El conciliacismo es otra de las características bien definidas dentro del MOEC, propia de la posición oportunista. El conciliacismo se ha presentado a todos los niveles, pero en la dirección es donde ha sido permanente y sus consecuencias más perniciosas.

El conciliacismo consiste en no señalar los errores al compañero, no hacer uso de la crítica para corregir las equivocaciones de todo tipo y que inevitablemente se presentan en las organizaciones revolucionarias. Estas prácticas minan y destruyen la organización, porque los errores cuando no se critican ni corrigen se convierten en errores colectivos y de los cuales, como un cáncer que avanza, participa tanto el compañero que los cometió como el que los encubrió. Una de las expresiones principales del conciliacismo es el amiguismo.

Entre los oportunistas se concilia por varias razones:

a) Por no ganarse enemigos ni perder fuerza dentro de la organización. Como los oportunistas tienen una concepción liberal del Movimiento, no comprenden que en una organización marxista-leninista el hecho de hacer una crítica a un compañero con la finalidad de que corrija su error, no acredita al compañero criticado para guardar rencor, sino que, si en verdad es un revolucionario, debe quedar agradecido porque se le está ayudando a superar sus taras, vicios o concepciones equivocadas.

b) Los oportunistas hacen concesiones entre sí con la pretensión de ocultar sus fallas; se chantajean unos con otros y pactan el silencio, y

c) Los oportunistas no utilizan la critica y autocrítica porque le temen a la base. Ellos saben que sus errores chocan contra la moral y la honestidad revolucionaras, y por eso se los ocultan o pretenden ocular a la militancia. Por temor a la base y al pueblo prefieren no decir los errores de sus compinches con tal que estos guarden los suyos.

Por eso los oportunistas se apartan cada vez más de las práctica revolucionaria, y en lugar de superarse, van perdiendo la moral y su posición de clase proletarias, si fue que las tuvieron algún día; van tapando los errores con más errores y terminan con la traición declarada a la revolución, al marxismo-leninismo y al pueblo.

Otra forma de conciliacismo, aunque no se ha generalizado, pero ha tenido manifestación en algunos períodos dentro de los compañeros de responsabilidad de dirección, es la de no comprender que la crítica, en determinadas condiciones, por sí sola, no preserva a la organización de muchos errores corregibles, precisamente porque en el análisis que se hace no se sabe distinguir entre el compañero que desea avanzar y enmendarse y el enemigo infiltrado que se burla de la crítica. La crítica es una forma de educar, inclusive de llevar la lucha interna, y así lo entendemos los revolucionarios. La critica surte su efecto cuando quien la recibe es un compañero honesto, deseoso de capacitarse para mejor servir al proletariado y a la revolución. Pero cuando la crítica va dirigida contra el oportunista de derecha, con el ánimo de que éste por su cuenta se corrija, es ineficaz y no hace más que consentir el oportunismo.

Los oportunistas de derecha son portadores de la ideología y práctica burguesas y como tales hay que tratarlos. Creer que con la crítica erradicamos del Movimiento al oportunismo es caer en una forma de conciliacismo, que para los resultados es igualmente destructora de organización. Hay que ayudar ideológica y políticamente a estos compañeros que creen que con la mera critica se corrige el oportunismo; hay que explicarles claramente que es muy difícil educar y salvar para la revolución elementos que ha sido reiteradamente ladrones, inmorales, indisciplinados, traidores. Los compañeros que concilian en esta forma con los oportunistas están acostumbrados a los trabajos fáciles y no les importa sacrificar la calidad por la cantidad. Al oportunismo hay que enfrentarlo con valor y extirparlo del Movimiento.

Analicemos algunos métodos equivocados para librar la lucha interna.

Existen en la organización formas conciliacionistas practicadas por compañeros que no pertenecen al grupo oportunista, que inclusive se les han enfrentado a los oportunistas en varias ocasiones, o que sin enfrentárseles desarrollan trabajos de organización con resultados positivos. Estas prácticas tiene que ver con la forma equivocada como algunos compañeros han conducido la lucha interna, y que son en verdad conciliacionistas por los efectos que se derivan de su posición débil al luchar por el fortalecimiento ideológico y político del Movimiento. El estudio de estas manifestaciones equivocadas de conducir la lucha interna nos ayudará bastante para no caer en el futuro en errores que favorecen el oportunismo.

Estos errores son:

a) No plantear las criticas dentro de los organismos. Muchos compañeros saben de irregularidades graves, de la naturaleza de las que hemos venido analizando, y sólo se las cuentan a un reducido número de compañeros con gran misterio y sigilo, pero no las plantean en sus organismos no las hacen llegar al organismo superior. Estos compañeros han ido a congresos y plenos del Movimiento y han permanecido callados, mientras que los oportunistas hacen su agosto, desvirtuando la historia del Movimiento y montando maquinarias para continuar en el usufructo de las posiciones burocráticas. Cuando salen de los congresos y plenos comentan a los compañeros, como si nada grave hubiera sucedido, que tal oportunista no dijo la verdad u ocultó cosas que competen al desarrollo revolucionario de la organización. Estos compañeros permiten inconscientemente el oportunismo aunque no les gusten los oportunistas, porque no aportan los elementos de juicio necesarios para que la organización pueda hacer un balance objetivo de su pasado y tomar determinaciones justificadas para quitarles a determinados oportunistas responsabilidades de importancia, e inclusive para sancionar ejemplarmente a los enemigos infiltrados. A estos compañeros se les oye alegar que “los oportunistas son tigres de papel” que “los oportunistas serán barridos”.

Esto es cierto, pero el deber de los revolucionarios que pertenecen a un movimiento como el nuestro es barrer a los oportunistas, desenmascararlos dentro de los organismos, señalar ante la militancia sus fallas y maquinaciones, en una palabra, luchar efectivamente contra el oportunismo y no esperar con los brazos cruzados a que ellos, por su cuenta, se vayan desacreditando. Y mientras tanto cuanto daño hacen los oportunistas, cuantos militantes corrompen, cuantos trabajos se estancan o se pierden.

b) Callar las criticas para hacerlas en “momentos oportunos”. Los compañeros que se dicen esto, como en el caso anterior, también encubren y favorecen a los oportunistas. El revolucionario una vez conozca un error debe criticarlo dentro de su organismo y no esperar a que pertenezca o se reúna un nuevo organismo, o esperar a que se modifique la situación interna para entonces sí tomar la posición crítica. De este criterio para desarrollar la lucha interna participan inclusive muchos oportunistas de derecha. Es consecuencia del método maniobrero, es debilidad en la defensa de la verdad y de los principios y falta de fe en que las fuerzas revolucionarias del MOEC, son capaces de derrotar las antirrevolucionarias que nos minan. El revolucionario debe defender los principios a pesar de que se quede solo en un momento dado. Es preferible estar solo en la verdad que acompañado en la mentira. Estos compañeros demuestran gran debilidad ideológica, incapacidad política e inseguridad revolucionaria.

c) Bajar la critica al chisme, la mentira o la calumnia. Algunos compañeros consideran la lucha interna como una pelea sin cuartel y sin límites en la que se puede echar mano de cualquier arma, pasando por encima de las normas leninistas que nos gobiernan dentro de la organización; también creen que la lucha contra el oportunismo no tiene más finalidad que la de desacreditar al elemento oportunista y para ello exageran los errores, levantan calumnias y lanzan amenazas personales. Esta actitud de llevar la lucha interna favorece a los oportunistas y ningún provecho saca de ella la militancia del Movimiento. El problema no radica en desacreditar a los oportunistas sino en educar a la militancia en un espíritu marxista-leninista en contar ideológicamente y políticamente a los compañeros para que puedan comprender los errores contra los principios y sepan en casos posteriores distinguir las prácticas correctas de las incorrectas, los revolucionarios de los oportunistas, el error del acierto. Por eso no se deben levantar calumnias, regar chismes, reducir la lucha interna a peleas de carácter personal, porque la militancia sin preparación ni experiencia no halla a quién creerle, si al revolucionario que exagera sin fundamento o al oportunista que se defiende de una calumnia. Debido a esta forma de lucha interna que han sostenido algunos compañeros los oportunistas han podido fortalecer su posición dentro del Movimiento.

En la lucha interna debemos tener como norma inviolable la de referirnos únicamente a los hechos concretos que se puedan comprobar y a las criticas respaldadas con pruebas.

d) Creer que con la fuerza individual o la de un grupo reducido, sin respaldo de la mayoría de compañeros honestos del Movimiento, apartados de las masas; se puede derrotar al oportunismo. Algunos compañeros consideran que como para ellos las cosas están claras, igualmente están para el resto de la militancia y se quedan callados, reducen su actividad revolucionaria. Estos compañeros se encierran en un círculo restringido y dentro de él hablan de los errores de los oportunistas, tejen y destejen tácticas contra el oportunismo, se consuelan unos con otros, mientras que el resto de la militancia no los entiende ni les da autoridad alguna, porque ellos se han marginado del trabajo, han descuidado la preparación ideológica de la militancia. Estos compañeros creen que hacen mucho, que su posición es demasiado correcta, que les sobra claridad sobre los problemas internos y en verdad están conciliando con los oportunistas, quienes se aprovechan de su inactividad para desacreditarlos dentro de la organización. Estos compañeros tampoco se vinculan a las masas y su lucha contra el oportunismo se reduce a una contienda aislada de la que los oportunistas sacan mejor partido porque son maestros de la maquinación y la maniobra.

La lucha contra el oportunismo hay que hacerla con la militancia entera, apoyados en las masas para que sean ellas las que al final decidan;

e) Abandonar la organización agobiados por su situación crítica. Muchos compañeros honestos se afiliaron al Movimiento deseosos de cumplir sus deberes con la organización y se imaginaron que en el Movimiento todo marchaba perfectamente bien en el ambiente de la mayor fraternidad y disciplina. Estos compañeros no comprendieron nunca que un partido revolucionario se desarrolla a través de profundas contradicciones ideológicas, necesarias para su depuración, y que muchas veces los elementos menos responsables y capaces controlan la organización y la debilitan en todo sentido. Por eso ante tantas irregularidades del Movimiento, calculando el peligro y los grandes trabajos que significaba señalar esas irregularidades, optaron por salirse de la organización precautelativamente. Estos compañeros desertores en su actitud entregaron el Movimiento al oportunismo aunque no estuvieran de acuerdo con este. Les faltó valor y capacidad para encarar los problemas que trae involucrados una lucha interna depurativa. Se dejaron vencer por su espíritu pequeño burgués y cobarde. Creyeron que la revolución y la construcción del partido que dirija la revolución se logran fácilmente e ignoraron que estas grandes tareas históricas se coronan solo a base de gigantescos esfuerzos, de perseverantes trabajos y de luchas acérrimas.

f) Creer quela lucha interna se puede adelantar con éxito a base sólo de discusiones y alegatos ideológicos. La lucha interna no se debe reducir únicamente al campo de la discusión ideológica, porque habremos dejado la contienda en la mitad del camino.

En el Movimiento es frecuente la posición de compañeros que en dos palabras definen a determinados elementos oportunistas, hablan de sus prácticas liberales hasta, citando principios marxistas, los colocan en las filas del enemigo. A veces estos compañeros, que aparentemente muestran claridad sobre los problemas internos de la organización, terminan sus discusiones dominados por el pesimismo, quejándose que “son muchos los errores para poder enderezar y colocar al Movimiento en una línea acertada”. No es raro tampoco el caso de compañeros que, teniendo una posición crítica justa contra el oportunismo, se desmoralizan hasta tal punto que bajan el rendimiento en sus trabajos revolucionarios, dando muestras de su poca capacidad política y de su espíritu pequeño burgués.

Ante los primeros problemas se consideran impotentes y su conducta derrotista causa desconcierto entre la militancia, a la que ilustran sobre los problemas internos pero se desaniman para llevar la lucha interna. Realizan una parte de la lucha interna, que es la crítica a los errores pasados, en la que a menudo muestran claridad; pero sus conclusiones son desastrosas, conciliacionistas, y por eso en la segunda etapa, la de realizaciones, que es la etapa decisiva, en la que vamos a salvar al Movimiento, no contribuyen con su trabajo creador. La segunda etapa en la lucha interna es el trabajo práctico.

Por ejemplo, formar organismos de base en todos los regionales y luchar porque estos organismos se rijan por normas leninistas de organización, es una forma práctica de derrotar el oportunismo. Lo que pasa es que estas tareas son a largo plazo y requieren un esfuerzo paciente y constante. Sin embargo solamente cuando hayamos superado esta etapa sabremos que las fuerzas revolucionarias y marxistas prevalecerán sobre las fuerzas oportunistas, y

g) Una actitud errónea de luchar por el fortalecimiento de la organización es la de preocuparse única y exclusivamente del trabajo de su organismo o de los problemas de su región, sin importarle mayor cosa la suerte del Movimiento en general ni la de los demás organismos en el resto del país. Compañeros hay en el Movimiento que piensan y obran así.

El militante que se dedica al trabajo que le asignó la organización con celo y amor hace bien y da muestras de ser un buen revolucionario. Pero el militante que se encierra en el marco reducido de sus problemas regionales y no mira el panorama nacional, demuestra no solo incapacidad ideológica, sino que hace una practica conciliacionista que podría resumirse en: “Dejemos que allá hagan lo que quieran que aquí estamos haciendo las cosas bien”. Estos compañeros parecen olvidar que el Movimiento es un todo compacto, que se mantiene del trabajo de todos sus militantes y que una falla en un sentido perjudica a la organización en general. El trabajo en una zona campesina se verá entorpecido, por más que los compañeros que lo adelantan sean responsables y capaces, si el comando regional no responde a las exigencias de la zona y la coordinación necesaria ciudad-campo no funciona. Los trabajos de organización en un departamento se verán altamente entorpecidos si en lo nacional la dirección está faltando a sus responsabilidades. Debe haber reciprocidad permanente de colaboración y coordinación permanente entre los organismos inferiores y superiores. El Movimiento tampoco avanza si las tareas en los organismos inferiores no se cumplen.

En el Movimiento ha habido varias manifestaciones de esta conducta de indiferencia por la suerte general de la organización y de despreocupación por saber como andan las cosas en la dirección nacional. Compañeros que se contentan con los avances regionales y hasta se sienten satisfechos que en su departamento los trabajos organizativos se adelanten de manera normal, frente al atraso visible de otros departamentos. Un compañero de base no tiene excusas para despreocuparse de los problemas del Movimiento porque no integra organismo de dirección. No hace falta pertenecer al Comité Ejecutivo para conocer y estudiar la historia del Movimiento ni para contribuir a las tareas de orientación nacional, ya que si la organización funciona y el centralismo democrático y de la dirección colectiva se aplican, las criticas e insinuaciones de los organismos de base deben ser atendidas por los organismos de dirección. Otros compañeros ante la lucha interna se limitan a decir “esperemos a ver quién tiene la razón y gana, sólo entonces tomaré partido”. A estos compañeros no les interesa en verdad la organización ni la revolución, no se preocupan por investigar y descubrir ellos mismos nuestras contradicciones ni por participar activamente en la lucha por la depuración ideológica del Movimiento. Es una manera muy peculiar de encubrirse el conciliacionista.

Debemos combatir este tipo de indiferencia y advertir a los nuevos militantes que no se cumple con la totalidad de nuestros deberes revolucionarios mientras no nos preocupemos por el Movimiento en general, por saber y comprobar que sus líneas proclamadas son justas; y sobre todo cuando no luchamos internamente por hacer del Movimiento una organización marxista-leninista.
Por su parte los oportunistas saben sacar buen provecho de la indiferencia de la militancia, ya que les proporciona la libertad indispensable para seguir con sus prácticas mercenarias.

6. Criterio liberal sobre las organizaciones legales y de masas y sus relaciones con el partido.

Uno de los puntos más conflictivos en las discusiones del Comité Ejecutivo salido del IV Plenum ha sido la diferente opinión sobre las organizaciones legales y sus relaciones con el partido. La corriente oportunista y liberal ha sostenido el criterio de que las organizaciones legales pueden tener una política totalmente independiente del Movimiento y que a veces aquellas pueden desempeñar funciones propias del Movimiento, como suplantar organismos de este y adelantar paralelamente actividades de relaciones internacionales sin consultar la organización, e inclusive contrariando abiertamente sus disposiciones.

Empero los oportunistas no se han quedado en las palabras, sino que han llevado a la práctica este criterio liberal sobre las organizaciones legales, introduciendo gran confusión al respecto y planteando una dualidad de poderes que socava la autoridad del Movimiento. Ya hemos visto como la casi totalidad de los esfuerzos de los oportunistas está dirigida a monopolizar la solidaridad internacional a como dé lugar. Con la creación de organizaciones legales políticamente independientes y por encima del Movimiento, los oportunistas pretenden montar un aparato internacional, como en realidad lo han montado, para conseguir ayuda económica de algunas corporaciones controladas por el enemigo (9). La verdad ha sido que con este tipo de organización legal el Movimiento desarrolla dos políticas independientes en sus relaciones internacionales, que el enemigo aprovecha para conocer nuestra situación interna y nuestros planes futuros.

Un principio fundamental del marxismo-leninismo, cuyo acierto ha sido comprobado históricamente por varios pueblos en su lucha contra el imperialismo, es el de que el partido del proletariado es la máxima organización de vanguardia en la lucha revolucionaria, su más alta autoridad política, y a la que le corresponde trazar la orientación de las otras organizaciones del proletariado y del pueblo. El mismo estadio obrero, después del triunfo de la revolución, está sometido a la dirección del partido. El partido ejerce directamente la dictadura del proletariado en nombre de la clase obrera. El ejército popular de liberación no es tampoco una organización políticamente independiente, sino que está igualmente sometido a la dirección del partido. Otro tanto sucede con las ligas campesinas, con las federaciones de la juventud y femeninas y en general con las organizaciones legales y de masas de todo tipo fundadas por la necesidad de la lucha. Hasta el frente unido, que es una organización de masas más amplia, en donde se unen organizativamente las distintas clases explotadas y oprimidas contra el imperialismo y las oligarquías, debe estar dirigido por el partido de la clase obrera. En la lucha revolucionaria no puede haber un poder superior ni paralelo al partido. Este es un viejo principio comprobado y reconocido por los obreros y dirigentes revolucionarios que han tomado el poder y que nosotros también debemos cumplir.

Por qué se crean organizaciones distintas del partido? Ya hemos hablado de la selección rigurosa de clase que exige el partido y de las cualidades imprescindibles del aspirante para poder pertenecer a él. Al partido no puede entrar todo mundo. El partido es una minoría selecta, de lo más valiente, honesto y capaz de la clase obrera o de las otras clases que acoja la causa obrera y antiimperialista. El resto del proletariado, del campesinado, de la pequeña burguesía hay que integrarlo a la lucha revolucionaria y organizarlo en las organizaciones de masas. A la vez el partido por intermedio de las organizaciones de masas se pone en contacto con importantes sectores revolucionarios de donde saca militantes valiosos para sus filas. Hay organizaciones de masas que desarrollan gran actividad política, que luchan abiertamente por la revolución, pero dentro de los marcos de la legalidad burguesa. Estas son las federaciones de mujeres, las ligas campesinas, los frentes estudiantiles, cuyas tareas se reducen en lo posible a las actividades legales. Estas organizaciones desempeñan un papel importantísimo en la lucha revolucionara y son irreemplazables en las grandes tareas de agitación y educación de amplios sectores de las masas.

A menudo el partido necesita mimetizar ciertos cuadros para poder penetrar determinadas regiones donde la represión y la vigilancia del enemigo ha aumentado, y entonces crea organizaciones legales, como comunidades sociales, corporaciones deportivas, etc, para encubrir su labor. Sin estas organizaciones las labores de politización y vinculación de las masas al partido serían imposibles. El cuadro clandestino del partido como miembro de la liga tal de lucha contra el cáncer, por ejemplo, engaña la vigilancia enemiga, a la vez que puede adelantar los trabajos revolucionarios a el encomendados. Estas organizaciones son muy útiles en la guerra para camuflar los aparatos logísticos e informativos del ejército popular.

Cuáles son las relaciones de las organizaciones legales con el partido? Ya vimos que todas las organizaciones de masas deben estar sometidas a la dirección política del partido. Esto significa que todas las organizaciones de masas fundadas por el partido o que están bajo control han de servirle al partido para cumplir sus tareas de penetración, vinculación y politización de las masas, por el cual deben aceptar las orientaciones que éste imparta sobre su funcionamiento y actividades. En ningún momento se ha de invertir este orden. Las organizaciones pueden determinar las funciones del partido sin suplantarlo en sus tareas y competencias.

Sabemos por otra parte que los requisitos para pertenecer a una organización de masas son menos severos que los exigidos para pertenecer al partido. Tampoco podemos olvidar esta diferencia dentro el partido y las organizaciones de masas por ningún motivo.

Pero quiere decir todo esto que las organizaciones de masas y legales no tienen autonomía para realizar las labores inherentes a su naturaleza? No. El partido debe dar la autonomía necesaria a las organizaciones de masas y ésta ha de ser una orientación fundamental del partido respecto a sus relaciones con las organizaciones legales de masas. El partido tampoco puede invadir el estadio de las actividades propias de las organizaciones de masas; pero debe, eso sí, llevar su línea política y las orientaciones generales a estas organizaciones. El partido debe luchar porque su línea política e ideológica sea aceptada por las organizaciones de masas que no están aún bajo su influencia, mediante el trabajo de vinculación y educación y sobre todo luchando al lado y por los intereses justos de las masas defendidos por sus organizaciones.


Capítulo III
FALLAS CONSIDERABLES EN LA CREACIÓN DE UNA TEORÍA REVOLUCIONARIA

Hemos dicho que el tercer problema fundamental que afronta al Movimiento es la falta de una teoría revolucionaria estructurada, que sea fruto de nuestra práctica concreta y de las condiciones colombianas. Aunque consideramos básico este problema lo colocamos deliberadamente en tercer término porque comprendemos que la orientación teórica que necesita el Movimiento revolucionario colombiano, no puede estructurarse de un momento a otro, sino que es el resultado de una larga experiencia de lucha, y de un análisis muy objetivo de estas experiencias, de la situación real del país, de las distintas formas y etapas por las que ha pasado el proceso revolucionario y el grado de participación que en el han tenido las distintas clases. En nuestro caso concreto no podríamos esperar obtener una teoría elaborada de la revolución colombiana en los primeros días de la fundación del Movimiento y acaso no la tendremos hasta dentro de mucho tiempo. Ni tampoco podemos obtener una teoría “acabada” de la revolución sería anti-dialéctico porque la teoría se va conformando y enriqueciendo día a día la práctica revolucionaria y solo con la mayoría con la práctica revolucionaria.

Lenín aseguraba que en la lucha revolucionaria tanto las masas, como las clases, los partidos y los jefes aprenden. Toda teoría revolucionaria que aspira al acierto de contemplar las enseñanzas obtenidas por las masas en su lucha contra el imperialismo y las oligarquías. Conocer las experiencias de las masas en su lucha práctica exige ante todo una estrecha ligazón con ellas, que sólo la puede dar una actividad revolucionaria cotidiana. Por eso, quien, preciándose de teórico marxista, mantenga una conducta de divorcio con las masas y con la práctica revolucionaria, no pasará de ser un charlatán. Quien se aparta de las masas, es aparta de verdad de la lucha revolucionaria.

En la tarea por la creación teórica los revolucionarios colombianos en su inmensa mayoría repetidores de lo que dicen los auténticos ideólogos del marxismo-leninismo en la revolución anti-burguesa. Esta clase de “teóricos” ha contribuido indudablemente al estudio de la experiencia universal del proletariado, pero desgraciadamente han sido muy escasas sus incursiones en la historia de Colombia y sus investigaciones de nuestras condiciones particulares. La controversia ideológica internacional forma parte en que las fuerzas marxista desenmascaran la traición de algunos contemporáneos, ha contribuido notablemente a precisar conceptos y principios a estas por estos a prueba por los partidos comunistas del mundo. En esta gran discusión los chinos han tenido una participación de vanguardia en defensa al marxismo-leninismo, al que enriquecen, además, con el aporte del complejo proceso revolucionario, sino, en el que el elemento campesino ocupa lugar estratégico especial. Las obras teóricas de los dirigentes chinos, especialmente las del camarada Mao Tse Tung, sobre prácticas, verdaderos pilares del marxismo, se difunden ampliamente en los círculos revolucionarios de sectores importantes del Movimiento y que son los llamados, a no dudarlo, a enrumbar la organización por los caminos de la victoria. Estos sectores marxista del Movimiento tendrán que estudiar critica y científicamente nuestra historia para saber si hemos sido acertados y sobre todo para recoger el fruto que dejan los fracasos.

Esta tarea fundamental, que es una especia de inventario que las organizaciones revolucionarias deben realizar periódicamente, no se han cumplido dentro del MOEC. Por eso no sabemos muchas veces si determinadas orientaciones estratégicas y tácticas que el impartido la organización son justas, o si determinadas consignas para guiar la lucha de las masas dan resultados favorables. En el pasado no realizamos a cabalidades tarea de causa del bajo nivel ideológico. Ha habido incluso en el Movimiento manifestaciones abiertas de rechazo a la labor teórica. Muchos compañeros han confundido el estudio del marxismo y los pocos intentos teóricos dentro del Movimiento como brotes “derechistas” en nuestras filas y se les oye calificar en la lucha interna a elementos oportunistas, creando animadversión por la teoría revolucionaria. Algunos dicen: “Yo me encargo de la acción, otros se encarguen de la teoría”.

Todos estos militantes no comprenden que nuestro Movimiento no puede realizar una labor revolucionaria en cualquier terreno, militar o político, organizativo o educativo, sin ciertas normas generales que guíen nuestra práctica, que unifiquen nuestro criterio, que arroje luz a nuestras acciones. Sin las orientaciones teóricas, nuestro Movimiento será una organización de anarquistas, divididos por las más disímiles y aberrantes concepciones de la lucha. Precisamente una de las causas directas de las actuales divisiones dentro del Movimiento está en las fallas en la elaboración de una teoría colombiana de la revolución, que nos une en la práctica correcta. Apartar la teoría de la práctica es realmente no entender ninguno de estos dos términos. La teoría revolucionaria surge de la práctica revolucionaria o es la síntesis de esta. La teoría son las experiencias ordenadas y sistematizadas para orientar la lucha revolucionaria. Un partido revolucionario sin teoría revolucionara es como un hombre ciego que puede caminar, pero sin saber por dónde, a tientas, y a riesgo de sufrir tropezones. “La base de la teoría es la práctica, y la teoría, a su vez, sirve a la práctica”, dice el camarada Mao.

En este material no pretendemos hacer un estudio de todas las concepciones teóricas aprobadas por el Movimiento y practicadas por sus militantes a través de estos siete años de lucha. Hemos precisado, eso sí, que las desviaciones ideológicas y políticas del oportunismo contemplan criterios equivocadas sobre muchos aspectos capitales y que ya estudiamos en los capítulos anteriores. Por ahora queremos limitarnos a la visible despreocupación por el análisis profundo de nuestras experiencias. Los fracasos militares del MOEC, por ejemplo, no han recibido la atención que merecen por parte de nuestros compañeros para perfeccionar nuestra línea política y militar futura. Los congresos y plenos del Movimiento por lo general han hecho caso omiso de todos los problemas organizativos y de dirección que tenemos y que hemos señalado atrás. Por otra parte se han probado orientaciones subjetivas y lanzado consignas equivocadas sobre la lucha armada y la construcción del partido que no han sido objeto a una acuciosa revisión.

EL MOEC O LA LUCHA ARMADA

Cuando la traición y el fracaso de las direcciones seudo-marxistas en señalar un camino claro para la liberación de nuestro pueblo eran evidentes, apareció el MOEC enarbolando una bandera: La lucha armada. Por primera vez en la historia de la teoría revolucionaria de Colombia esta tesis de la lucha armada aparecía unida a un Movimiento político como fundamento central de su programa revolucionario. Esta tesis de la lucha armada se ha venido desarrollando con la práctica consecuente de los revolucionarios; también, por otra parte, se le han querido limitar, sus alcances en las especulaciones “teóricas”, se le han dado falsas interpretaciones y hasta se ha pretendido desviar sus objetivos, pero lo cierto es que desde entonces es una solución para la liberación de nuestro pueblo, como línea estratégica fundamental de la revolución colombiana que contempla nuestras condiciones de país semi-feudal y semi-colonial de la órbita imperialista.

Con la gloriosa victoria de los guerrilleros de la Sierra Maestra y el enrumbamiento socialista y proletario de la Revolución Cubana, se abrió una nueva etapa en la lucha revolucionaria de América Latina. Quedaba comprobado el aguerrido pueblo chino en Asia, que “el imperialismo yanqui es un tigre de papel”. La lección la aprendería los sectores progresista de los pueblos de América Latina. El triunfo de los pueblos sobre los guerreristas y explotadores norteamericanos era posible en estas tierras de Bolívar y Martí; ahí estaba Cuba victoriosa, un pequeño y grande pueblo de apenas seis millones que expulsó de su territorio al Tío Sam con todos sus cohetes intercontinentales, con todas sus bombas atómicas, con todas sus flotas de guerra, a sólo 90 millas de Miami. Un reducido grupo de guerrilleros, con Fidel y Guevara a la cabeza, fue la chispa que prendería la llama de un gigantesco movimiento antiyanqui, en Cuba primero y en América Latina entra después. Las oleadas de este Movimiento continental contribuirían a limpiar el horizonte revolucionario de Colombia, de los planteamientos vacilantes y reformistas del revisionismo criollo y a levantar más alta la bandera estratégica de la lucha armada guerrillera.

La Revolución Cubana es uno de esos jalones en la historia que deja rezagados a los falsos transformaciones de la sociedad. Por encima de las maniobras diplomáticas y del lenguaje demagógico acomodado a la nueva situación, independientemente de la voluntad de dirigentes y partidos, la Revolución Cubana es un hecho histórico que impulsa la revolución continental, desenmascara a los social-reformistas y que señala seriamente la vía guerrillera como la única solución para la inmensa mayoría de los pueblos latinoamericanos.

Las fuerzas honestas y consecuentes del Movimiento se echaron sobre sus espaldas la tremenda responsabilidad de llevar a la práctica la salida guerrillera, improvisando la táctica y divorciadas de las masas, por lo que sus acciones, aunque son experiencias importantes que enriquecen nuestra teoría revolucionaria. Estos intentos de crear frentes guerrilleros se han sucedido uno tras otro, cobrando vidas valientes de lo más puro de la juventud revolucionaria de Colombia. Nuevas organizaciones surgieron bajo la orientación de la lucha armada como forma principal de lucha y enrumbaron sus esfuerzos hacia la apertura de frentes guerrilleros. La concepción teórica central de la lucha armada, se ha venido popularizando y afianzando en considerables sectores de las masas.

Posteriormente con la adopción de la ofensiva guerrillera por parte del Movimiento campesino de Marquetalia y con la irrupción del Ejército de Liberación Nacional en Simacota, Santander, esta tesis toma forma en la práctica y ha correspondido a estos compañeros en armas asestar los golpes más duros al enemigo.

Sin embargo la concepción de la lucha armada, a través de su desarrollo, como línea estratégica de la revolución colombiana, ha sufrido limitaciones en la interpretación y aplicación que de ellas hacen las direcciones revolucionarias, con lo que se recorta su verdadero sentido estratégico y su gran valor político. Una de estas limitaciones es el criterio militarista con que se enfoca la lucha armada, que consiste en subestimar el papel de la dirección política y reducir la colaboración con la lucha armada a la participación en el aparato clandestino y a las acciones militares. En estos errores se ha incurrido por la falta de experiencia de los grupos revolucionarios que están a la vanguardia de la lucha popular.

El problema no consiste en averiguar si la lucha armada es o no la forma fundamental de lucha de nuestro pueblo, ni de si debemos impulsar o no la lucha armada. En este punto básico estamos identificados los movimientos revolucionarios de vanguardia; el problema radica en como desarrollar mejor la lucha armada, en como orientarla para que desempeñe con toda efectividad su papel estratégico central, en como vincularla progresivamente a la lucha de las masas y en como combinar las diversas formas de lucha en apoyo de las fuerzas armadas revolucionarias. Es un problema de dirección acertada, de interpretación acertada de la situación en su conjunto y de aprobación acertada en la practica de las concepciones y soluciones, lo que es un criterio militarista, reducido, no podremos alcanzar.

La dirección revolucionaria no se debe limitar a atender y solucionar únicamente los problemas propios del desarrollo militar, sino que debe también darle la importancia que le corresponde a los problemas políticos, a aquellos que son producidos por un auge de la lucha armada y el resto que incide, en una forma o en otra, en el feliz avance de las fuerzas armadas revolucionarias. El éxito de la lucha armada no depende exclusivamente de las victorias militares, sino que depende también, y en gran medida; de las victorias políticas, mucho más en esta etapa inicial del desarrollo de la guerra popular y de debilidad relativa de nuestras fuerzas armadas revolucionarias, en la que la lucha política juega un papel de primer orden en apoyo de la principal forma de lucha, la lucha armada.

Debido a nuestra inexperiencia, concretamente en el caso del MOEC, no hemos cumplido a cabalidad con los deberes de dirección y orientación de la lucha popular. Hemos alcanzado la consigna de la lucha armada, pero no le hemos resuelto a las masas de la organización a creer que la única forma de apoyar la lucha armada es perteneciendo al aparato clandestino y militar y que esta actitud define al revolucionario. Con este criterio se menosprecia la importancia de la lucha política de las masas, se priva a las fuerzas armadas revolucionarias del apoyo masivo de amplios sectores revolucionarios, a la vez que se cae en el error de abandonar las masas a la espontaneidad.

Podríamos citar varios ejemplos de este criterio militarista y reducido, de culto a la espontaneidad, con el que se aísla a la lucha armada revolucionaria; a este caso corresponde muchas de nuestras consignas alejadas de toda realidad, que las masas ni física ni políticamente podrían cumplir en la situación actual, como esa popularización por el Movimiento de “Cambia tu voto por fusil”.

Expliquemos un poco. La abstención ha sido para el Movimiento una línea a seguir que se deduce del régimen electoral antidemocrático de nuestro país. Las salidas electorales de la burguesía colombiana, que son parte de sus “comedias democráticas” con las que pretende engañar al pueblo sobre el verdadero carácter dictatorial y pro-imperialista de sus gobiernos, son cada vez más entrabadas con talanqueras constitucionales y regulaciones discriminatorias para impedir el acceso al parlamento burgués de los representantes de las clases explotadas. La entrega económica y política de nuestro país a los Estados Unidos, cada día más acentuada, que efectúan las oligarquías lacayas, por una parte, y el auge de las luchas populares ante el aumento acelerado de su explotación y su miseria, por la otra, son factores determinantes que obligan al régimen a hacer recortes considerables a la legalidad burguesa. Prueba de ello es que en Colombia solamente dos partidos (conservador y liberal) ambos oligárquicos y pro-yanquis, están reconocidos legalmente. De tal manera que todo candidato del proletariado o de los demás extractos populares, para poder ser elegido al parlamento, debe inscribirse en los partidos oligárquicos y apoyar y comprometerse con sus programas liberales o conservadores. Además el régimen parlamentario, sus disposiciones internas antidemocráticas, impide que se pueda desarrollar dentro de su seno cualquier lucha popular de ciertas proyecciones por parte de los congresistas de avanzada. El parlamento colombiano ya no es una tribuna desde la cual se logre crear conciencia a las masas e impulsar la revolución. De lo que sucede en el parlamento se entera el pueblo a través de las informaciones suministradas por los aparatos propagandísticos de la burguesía. Así las voces democráticas del escasísimos número de parlamentarios progresistas que se pueda colar al Congreso, son ahogadas por las toneladas de mentiras de las grandes rotativas y demás medios publicitarios del régimen.

Ninguna ventaja, en estas condiciones, ofrece al pueblo colombiano la lucha electoral. Y como si esto fuera poco, el peligro de un golpe de estado “gorila” por orden del Pentágono, se blande permanentemente como una espada de Damocles sobre la atolondra cabeza de la democracia representativa. Casos del desconocimiento del resultado de las urnas los tenemos por montones en América Latina y se seguirán repitiendo en aquellos países en donde el dividendo electoral no satisfaga los propósitos del imperialismo.

La abstención ha sido un planteamiento político defendido por el movimiento como uno de sus puntos polémicos en las discusiones públicas con los seudo-marxistas del Partido Comunista y que ha servido para diferenciar los revolucionarios de los conciliacionistas y traidores. Con la consigna “no vote” se lucha efectivamente contra el régimen oligárquico y se ataca una de sus bases más podridas. La abstención se ha convertido en una pesadilla para la clase dominante. El aumento del índice abstencioncitas mide el aumento de la indiferencia popular hacia las “soluciones” de sus grandes problemas que le ofrece la oligarquía por intermedio de sus políticos. Cuando un pueblo deja de creer en los cauces legales para continuar sus luchas contra los enemigos de clase, necesariamente empieza a pensar en otros medios que le proporciones mejores resultados en la ofensiva como en la defensiva. No es por lo tanto en Colombia una coincidencia el fenómeno del aumento paralelo de dos formas de lucha populares: la abstención y la lucha armada.

Pero de estas consideraciones que hemos hecho no hay material de juicio para decirle al pueblo que “cambie su voto por un fusil”. Esta consigna desconoce la situación real de nuestro pueblo, desconoce su grado de conciencia y la correlación actual existente entre las fuerzas del enemigo imperialista y oligárquico y de las masas explotadas. Por lo tanto consignas de este tipo caen al vacío, porque el pueblo no está en condiciones de levantarse al unísono en armas. En el país existen muchos obreros, muchos campesinos, muchos intelectuales y estudiantes revolucionarios que están de acuerdo con la lucha armada y desean empuñar el fusil, sin embargo no pueden abandonar el taller, la oficina, el aula, para lanzarse en armas a la montaña, porque las condiciones objetivas del desarrollo de las fuerzas revolucionarias no dan aún para insurreccionar a todo el que quiera irse a pelear por el monte. Lo irracional del asunto es que la dirección revolucionaria no resuelva el problema de la colaboración efectiva de estos sectores progresistas con la lucha armada revolucionaria, cuando ésta necesita del respaldo amplio y de la solidaridad decisiva de las fuerzas revolucionarias y patrióticas. Si no se dan orientaciones acertadas, si irresponsablemente se agita por agitar y se lanzan consignas extremistas, sin sentido, las masas quedan en manos de su propia espontaneidad y enredadas en su propio desconcierto. Al profundizar en estas consideraciones encontraremos mas clara la necesidad de una dirección política, que valore en toda magnitud la nueva etapa del proceso revolucionario que vivimos y que exige una combinación al máximo de la lucha política con la lucha armada, la dirección revolucionaria debe trabajar ahincadamente por conseguir el apoyo de las masas a la lucha armada, aplicando una línea de unidad en torno a los frentes guerrilleros existentes. Ninguna lucha de las masas, política o económica, tendrá sentido revolucionario en esta hora, sino está orientada en el fondo a brindarle solidaridad a las fuerzas armadas revolucionarias. Las huelgas de los obreros, las invasiones de tierras , las luchas estudiantiles. Los paros cívicos, deben tener por decirlo así, ese sello insurreccional de apoyo consciente a la lucha armada y de debilitamiento político de las oligarquías. El pueblo debe entender progresivamente, y para ello hay que desarrollar una política de dirección acertada, que allá en las montañas de su patria se están gestando sus fuerzas reales, su poder real, su brazo armado que dará al traste algún día con todos sus explotadores y verdugos. Para lograr esto hay que fortalecer la lucha política de las masas.

Existe dentro de ciertos sectores revolucionarios confusión sobre la interpretación del verdadero papel estratégico de la lucha armada. Esta confusión se manifiesta en el divorcio que hacen de la lucha armada al margen de las otras formas de lucha del pueblo y de las grandes tareas revolucionarias como la de creación de la conciencia revolucionaria de nuestra clase obrera. Para la dirección seudo-marxista del Partido Comunista de Colombia esta confusión ha sido línea política peculiar. La necesidad de la lucha armada se desprende de las condiciones concretas de nuestro país, del juzgamiento económico y político que el imperialismo yanqui ejerce violentamente sobre nuestro pueblo y de nuestra condición de país semifuedal, y semicapitalista. La oligarquía colombiana, traidora de los intereses nacionales y entregada a los imperialistas, contribuye a la dominación política y militar de nuestro pueblo, a la deformación de sus sentimientos patrióticos y a la agresión directa y brutal contra todas sus manifestaciones populares y anti-yanquis. La situación lamentable de nuestra clase obrera, débil numérica y políticamente, prosternada ante la ideología de la clase dominante, le ha impedido jugar su papel histórico de clase revolucionaria de vanguardia en Colombia. La lucha de los campesinos por la tierra en manos de los terratenientes vendidos al amo yanqui, y el estado de abandono y subdesarrollo en general de las zonas rurales, hacen del campo un escenario de la necesidad de la lucha armada revolucionaria como forma estratégica principal de lucha, y fundamental la orientación campo-ciudad de la dirección revolucionaria. La lucha armada revolucionaria desencadenará las condiciones favorables para la vinculación de nuestra clase obrera a la lucha revolucionaria de Colombia y mediante el fortalecimiento de la lucha armada del pueblo se oirá logrando la unidad popular y el aislamiento político progresivo de los agresores yanquis y sus lacayos nacionales. La lucha armada revolucionaria radicalizará la posición imperialista, reaccionaria y la posición popular revolucionaria. La lucha armada revolucionaria impulsará al máximo la lucha política de nuestro pueblo y obligará a los imperialistas a quitarse su careta de “embajadores del progreso y de la paz”. En este sentido la lucha armada revolucionaria es la línea política más justa de la revolución colombiana y el deber de todos los revolucionarios es impulsar y fortalecer esta línea.

Sin embargo la dirección seudo-marxista le quita a la lucha armada todo su valor estratégico y político, cuan la mira como un hecho aislado, campesino, cuando se le explica únicamente como la forma de lucha de determinadas organizaciones campesinas, que se han visto obligadas a pasar de la “autodefensa” a las acciones ofensivas de tipo guerrillero como consecuencia de la violenta represión del gobierno contra dichas organizaciones. Para los seudo-marxistas la lucha armada revolucionaria no es una línea estratégica y política de la revolución colombiana, es el producto espontáneo de determinadas regiones campesinas, porque en ellas se dan las condiciones, para que aparezca la lucha armada. En este sentido la lucha armada no es un camino definid y claro para la liberación de nuestro pueblo, no es una necesidad que se desprende de todas las condiciones de nuestro país semifeudal y semicapitalista de la órbita del imperialismo norteamericano. Para los seudo-marxistas la lucha de las masas a nivel nacional las huelgas de los obreros y de la pequeña burguesía baja, como los médico y maestros, los sabotajes espontáneos de la población contra las grandes propiedades, las invasiones de tierra, el movimiento estudiantil revolucionario, la aparición de organizaciones revolucionarias que orientan sus trabajos …........................................................................................... y demás protestas y manifestaciones populares, como los paros cívicos, al reducir en ahondamiento de la crisis económica y política del sistema, ni para comprender que estas luchas populares debilitan al enemigo y proporcionan una colaboración definitiva a las fuerzas armadas revolucionarias. El gobierno lacayo no solamente tiene que gastar gran cantidad de esfuerzos económicos y militares en la persecución de fuerza para reprimir los movimientos huelguísticos en las ciudades, para defender a sus elecciones, a sus políticos de la furia del pueblo, para vigilar y asesinar al estudiantado, etc. Es decir, un aumento de la lucha popular significa un aumento de la debilidad política y militar del enemigo y mayor desahogo para nuestras fuerzas armadas revolucionarias. Sobre estas bases concretas de la lucha popular, sobre la descomposición económica y política del régimen, es que está basada la lucha armada y sus posibilidades de desarrollo y de victoria final.

Los seudo-marxistas no han hecho jamás estos planteamientos justos y como la concepción de la lucha armada revolucionaria se abre paso cada día entre más importantes sectores revolucionarios y en innegable ya en la teoría y en la práctica, tenían que acomodar su charlatanería revolucionaria a la nueva situación y a admitir, obligados, la lucha armada como un hecho cumplido, innegable, y no como una línea estratégica. El Partido Comunista habla de combinar las distintas formas de lucha, pero no define sus relaciones dialécticas, ni sus prelaciones, y en este sentido la combinación de las distintas formas de lucha es una orden para que el Partido Comunista participe en las distintas formas de lucha del pueblo, inclusive en la lucha armada, parceladamente, sin cumplir su papel de dirección y a los vaivenes de las espontaneidad de las masas. En esta forma se comprende por qué ante el fracaso de la línea sindicalista del Partido par crear una auténtica conciencia de clase a nuestro proletariado, no ha sido reconsiderada ni corregida aún esta línea, a pesar de que se habla en sus filas de la lucha armada; y se comprende también por qué el Partido contribuye a debilitar cada una de estas formas de lucha del pueblo, frente a un solo enemigo que practica una sola política de explotación y violencia. Las consignas del Partido “mamerto” son: “salvemos al Partido”, “acomodemos a la nueva situación”. Por eso su teoría de la revolución es una colcha hecha a tetazos a la que ha que quitar o agregar un pedazo de acuerdo con lo que “nos convenga”. Así un partido revolucionario, que aspire a la victoria, no podrá cumplir su gran tarea de orientador y directos del proceso revolucionario, por más temporalmente o en un momento dado aparente que le va muy bien.

El hecho de que en la Sabana de Bogotá no se pueda crear en estos momentos una guerrilla y en Marquetalia o en Simacota si, no autoriza a los revolucionarios para concluir que en el país no existen condiciones favorables para el fortalecimiento de la lucha armada revolucionaria, o para decir que el éxito de la lucha armada revolucionaria, su aparición concreta como forma de lucha popular, depende de las condiciones excepcionales y exclusivas de ls zonas campesinas donde operan los guerrilleros. Si así fuera, la expansión de la lucha guerrilera, la formación del ejército popular y el desarrollo de la guerra prolongada del pueblo, estarían limitados a los marcos reducidos de ciertas regiones campesinas y su porvenir, por lo tanto, sería incierto y su valor político menguado. La lucha armada ganará amplios sectores de las masas y será la forma más generalizada de lucha de nuestro pueblo, no solo del campesinado agredido, de los guerrilleros insurreccionados, sino del proletariado, de las inmensas mayorías pequeño-burguesas, del pueblo entero, en una palabra.

La vinculación de la lucha armada y de la lucha política del pueblo es indisoluble, ambas se relacionan y se impulsan, y el papel de la dirección revolucionaria no se limita a participar en cada una, sino que, además esto, debe orientarlas a ambas, luchar por hacerlas más fuertes y más estrechamente unidas y saber utilizarlas para el fortalecimiento de nuestras fuerzas armadas revolucionarias.

IMPROVISACIÓN Y TERGIVERSACIÓN

Ha sido tradicional dentro del Movimiento improvisar en materia de orientación teórica y tergiversar los hechos pasados para acomodar las interpretaciones y experiencias a los intereses personales o de grupo. Limitémonos en esta oportunidad a leer el último documento publicado oficialmente por la organización y extractar de él algunos apartes. El último documento publicado por el Movimiento es el “Manifiesto marxista-Leninista” del III Plenum (Octubre de 1964). El manifiesto se remite a la Resolución Política aprobada por el I Congreso y la ratifica por considerarla acertada: “La sociedad colombiana actual, dice el manifiesto, es todavía una sociedad semifeudal y semicolonial, se está desarrollando el capitalismo a una velocidad sorprendente; que la vida económica, política, cultural y social del país, se halan sometida al doble control tiránico de las oligarquías nacionales y extranjeros de acuerdo con lo anterior, el MOEC pregona que la revolución colombiana, es en su etapa actual, una revolcón NACIONAL Y POPULAR, pero eso sí, esta revolución nacional y popular DEBE ESTAR DIRIGIDA POR EL PROLETARIADO.

Esta definición del carácter nacional y popular de la revolución colombiana en su etapa actual contempla las condiciones nuestras de Colombia y por lo tanto es acertada también es acertada la advertencia de que la revolución debe estar dirigida por el proletariado”. Lo que sorprende realmente es que mientras esto se consigna en la Resolución Política aprobada por el I Congreso (1960), y se ratifica en el III Plenum (1964), los estatutos aprobados y ratificados por todos los organismos marxismo del Movimiento, digan, como ya lo vimos, que la dirección debe estar a cargo de “ la clase obrera campesina”. Esta contradicción no se explica sino como resultado de la superficialidad y demás documentos políticos y teóricos no son discutidos muchas veces, sino que se recomienda su redacción a un compañero o a un grupo de compañeros después de haber pasado el congreso o el Plenum, e inmediatamente sin editados. Por ese estos documentos teóricos vitales del Movimiento reflejan únicamente el criterio del compañero o del grupo que los redactó y van impregnados del pensamiento “personal” y subjetivo, sobre todo en las partes que se refieren a la historia de la organización. Y así, negando la realidad pasada y con juicios subjetivos, no se construye teoría revolucionaria.

El manifiesto salido del III Plenum, al que nos venimos refiriendo, fue redactada por Mauricio Torres y publicado después sin haberse discutido en el Plenum. Dice el referido documento “En el II Congreso del MOEC en 1962 el ala marxista reiteró las criticas que ya había hecho en el I Plenum en 1961, e hizo otras nuevas sobre los graves errores cometidos posteriormente. Igualmente en este Congreso se planteó la necesidad de que el MOEC luchara firme y decididamente por el lograr la UNIDAD DE TODOS LOS MARXISTAS-LENINISTAS DE LAS DIFERENTES ORGANIZACIONES REVOLUCIONARIAS, con la esperanza de lograr la creación de un vigoroso y único partido marxista-leninista, pero desafortunadamente se opusieron a estas justas tesis de unidad nacional revolucionaria, algunos elementos de muy baja comprensión política, los cuales se mostraron incapaces de analizar concienzudamente el curso de los acontecimientos para hacer avanzar el movimiento revolucionario colombiano”.

Este recuento de lo que en realidad sucedió en el II Congreso del MOEC, es una hábil tergiversación de Mauricio Torres, quien no reconoce el error de su posición equivocada, cuando la sazón pidió la unidad del MOEC con el naciente Frente Unido de Acción Revolucionaria (FUAR), que era una organización de oportunistas pequeño-burgueses, infectada de sabuesos del DAS, de demagogos y caudillos, quienes como Luis Emiro Valencia, había dado ya muestras de sus verdaderas intenciones de filibusteros y negociantes de la revolución. La unidad que pedía el grupo de Torres, hubiese significado un duro golpe para el Movimiento, porque al juzgar por las ulteriores acontecimientos, el FUAR buscaba el monopolio de la “revolución”, minando a las jóvenes organizaciones revolucionarias que como el MOEC, desvelaban a los esbirros a sueldo de la “Mano negra” y a los altos mandos militares del ejército oligárquico. Pero gracias a la actitud valerosa de honradez compañeros, que aunque carecían entonces de una sólida estructuración política, comprendieron el peligro y defendieron el Movimiento; el II Congreso por mayoría rechazó la propuesta de Torres.

Es lamentable que tergiversaciones de este tipo queden consignados en documentos oficiales del Movimiento, como este el III Plenum. Que lo que fue una maniobra liquidacionista del oportunismo se señale como una “Tesis justa de unidad nacional revolucionaria del ala marxista”. Que lo que fue una posición valiente en defensa del Movimiento por parte de los revolucionarios, se califique de “baja comprensión política y de incapacidad de análisis de algunos elementos”. Así, definitivamente, no se crea teoría revolucionaria. Si quien se aparta de la práctica se aparta de la verdad, quien tergiversa la práctica no tiene remedio.

Pero la unidad es un solo partido del proletariado, tal como la .................................... Torres (10), se consigue mediante la convocatoria de un congreso de unidad de “todos los marxistas leninistas de todas las organizaciones” o simplemente “integrando” las organizaciones avanzadas. Este planteamiento, además de distraer la militancia de la organización de los problemas capitales de la construcción del partido único proletariado y de la unidad, es una manera fácil y oportunista de aparecer como abanderados de la “unidad” y del “marxismo-leninismo”. La vida diaria rechaza a menudo los “buenos deseos” de los charlatanes.

Todos los intentos de unidad que se llevaron a la práctica por parte de la dirección del Movimiento........................... R.C., el nuevo Partido Comunista (11) , etc, fallaron rotundamente, porque había concepciones diferentes de la revolución, por la rapiña de las posiciones burocráticas y por el criterio antirrevolucionario de querer hacer prosperar una organización a costa de otra de las otras. Las tesis de Torres sobre la unidad de un solo partido muestran por otra parte el inconveniente insalvable de tenerse que señalar, con antelación al pacto de unidad, los marxistas-leninistas de las distintas organizaciones, como si el marxismo-leninismo, fuera un título que pudiéramos ostentar en todas las ocasiones para satisfacer nuestros deseos. Los revolucionarios nos unimos alrededor de la línea más acertada de la revolución, alrededor de la línea política comprobada en la práctica como la más justa y bajo la dirección probada en mil combates victoriosos. La unidad en el partido es una unidad de clase, ideológica, basada en los principios del marxismo-leninismo y alrededor de la teoría que le de la victoria a las clases explotadas. La unidad en un partido único del proletariado no se alcanza con pactos, no con “congresos de unidad”, la unidad en el partido es la unidad política de las clases y las organizaciones revolucionarias propia del frente unido y que se logra como la bandera más apreciada y como la mejor garantía del triunfo final de la clase obrera.

Cuando la clase obrera y su partido se reúnen en el frente unido con otras clases y organizaciones revolucionarias, no se colocan como condiciones de la unidad los principios ideológicos ni organizativos del marxismo-leninismo. Por eso el partido debe pedir y respetar la autonomía e independencia de las organizaciones dentro del frente unido. Para alcanzar la unidad del frente unido, es un momento determinado del proceso y de acuerdo con las condiciones obligantes, basta con la identificación de las distintas organizaciones revolucionarias participantes en el frente unido sobre los intereses generales de la revolución, sobre el carácter de la lucha popular y sobre algunos métodos y algunas formas de lucha. Pero cuando se trata de la unidad dentro del partido las condiciones son mucho más severas. Se requieres una identificación completa alrededor de los principios ideológicos del marxismo-leninismo, una cohesión permanente, una disciplina férrea y una auténtica moral proletaria, se requiere una identificación plena a base de un análisis critico y autocritico de nuestra conducta pasada y una vinculación orgánica al trabajo revolucionario de estilo leninista. Si algunas de estas condiciones falla la unidad dentro del partido salta hechos pedazos. Y este tipo de unidad se debe lograr en el partido desde el mismo momento de su creación y se debe mantener frente a todas las situaciones y al precio que fuere necesario, aún dentro del grupo marxista-leninista más minoritario.

Después de un año transcurrido desde cuando el Movimiento lanzó su teoría de que “la tarea principal en la actualidad es la de construir con revolucionarios de todas las organizaciones, un partido marxista-leninista” y de aclarar que “existen en la actualidad condiciones excepcionales favorables para realizar en corto tiempo la integración”, se comprende más fácilmente que tal enfoque de nuestra situación era falso. La experiencia demostró que el abismo que existe entre las distintas concepciones ideológicas del Partido Comunista nuevo, que desde un comienzo guarneció viejos elementos revisionistas que con mañas se deslizaron a sus filas, y del MOEC, con sus profundas divisiones internas y en proceso de depuración, era insalvable por lo menos hasta que no se aclara la situación interna de las organizaciones y se definiera en ambas una clara orientación ideológica, política y organizativa. Los intentos de unidad que se hicieron resultaron al final fallidos. Hubo en el fondo apreciaciones contradictorias sobre la construcción del partido y las tendencias “izquierditas” que afloraban en el seno del nuevo Partido querían repetir acontecimientos vividos y hoy rechazados por la mayoría del Movimiento.

De estas consideraciones se desprende que en la actualidad para los miembros del Movimiento la línea más acertada de la construcción de un partido único fuerte del proletariado y la unidad de todos los revolucionarios en él, mientras no se modifique sustancialmente la situación, es preservar en el fortalecimiento de las fuerzas marxistas-leninistas del MOEC, desarrollando la lucha interna contra el oportunismo y aplicando entre las masas los postulados políticos y organizativos que hemos comprobado son justos.

FRENTE ARMADO Y FRENTE UNIDO

Estas son dos grandes tareas básicas de la revolución, sin las cuales no habrá partido único ni estado proletario. La necesidad de los frentes armados y del frente unido de las condiciones colombianas, y ambas tareas tiene como sostén la alianza obrero-campesina. Colombia como país semifeudal y semicolonial presenta un desarrollo capitalista interferido por la intervención y explotación económica directa de los Estados nidos y un considerable atraso en el campo, donde predomina el gran latifundio y de las relaciones semifeudales. El dominio neocolonial del imperialismo norteamericano se apoya en la gran burguesía y los terratenientes y se hace posible mediante la constitución de gobiernos títeres, que permiten acuerdos económicos de entrega de nuestra riqueza al amo extranjero y planes militares conjuntos bajo la asesoría del pueblo colombiano dependen de la ayuda político-militar norteamericana, sin la cual su suerte habría sido decidida hace ya mucho tiempo. De la naturaleza de los enemigos de nuestro pueblo se colige que la lucha popular tendrá u carácter antiimperialista y antioligárquica y que su principal forma será la armada.

Las fuerzas principales de la revolución son los proletarios y los campesinos pobres y jornaleros del campo; el partido de la revolución debe señalar como línea fundamental estratégica la alianza de estas dos fuerzas, porque los obreros solos, sin la base campesina del movimiento armado y los campesinos solos, sin la dirección ni el apoyo del proletariado, no podrán liberarse. El frente unido es la formación organizativa de la alianza obrero-campesina y de las otras clases explotadas que esta en contradicción con el imperialismo y las oligarquías, y que en un momento dado, de acuerdo con las condiciones de la situación concreta, se unen para hacer más efectiva su lucha. Ese es el frente unido, la alianza de las clases explotadas contra el imperialismo y sus aliados. La creación de un frente unido amplio es la mejor garantía del éxito de la lucha armada. El proceso revolucionario que no entienda esto, que separe la lucha armada de la alianza de las clases explotadas, desconoce la situación real de Colombia y fracasará inevitablemente.

La lucha armada se desarrolla fundamentalmente en el campo; su virtud de la lucha de los campesinos por la tierra y por mejores condiciones de existencia, adquiere la modalidad guerrillera en virtud de que los explotadores, que tiene en la actualidad la superioridad militar, muestran los puntos más débiles de su poder en el campo. El Movimiento campesino desemboca en el movimiento armado e instituye la pequeña propiedad rural. De estas condiciones favorables del campo para impulsar efectivamente la lucha revolucionaria, se deduce la línea política del Movimiento de vincularse al movimiento campesino y de organizar frentes guerrilleros en el campo. La guerrilla es el núcleo del Ejército Popular de Liberación que va consolidando y liberando bases de apoyo. En este sentido la liberación de todo el país se alcanza mediante la suma de territorios liberados y la victoria final de la guerra popular. Esta es igualmente la salida victoriosa de nuestra clase obrera. Pero hay que tener en cuenta las siguientes condiciones:

a) El movimiento campesino es en esencia democrático-burgués.

b) La clase obrera en nuestro país es débil numérica y políticamente.

c) El enemigo lucha ideológica, política y militarmente. De estas condiciones se desprende la necesidad de darle una dirección proletaria al movimiento campesino, que garantice la vanguardia de la clase obrera en todo el proceso revolucionario, enrumbe la revolución a la construcción socialista y comunista, en suma una dirección marxista-leninista que garantice llevar e impulsar la revolución hasta el final. Existe el peligro y grande que un movimiento campesino armado se quede en sus conquistas democráticas, y que de esta situación saque a la postre provecho el imperialismo y la burguesía.

De ahí la justeza de darle la orientación proletaria al movimiento campesino mediante la política del partido al impulsar la alianza obrero-campesina y de darle una vanguardia marxista-leninista al frente armado para que dirija al proceso revolucionarios y lleve la revolución hasta el final.

No obstante en las filas de la revolución hace falta claridad sobre estos problemas elementales. Muchas veces subestima la necesidad de una vanguardia marxista sobre todas estas consideraciones que la revolución antifeudal y antiimperialista esta exenta de estacionarse en su etapa democrática por un tiempo indefinido y que de todas maneras pasará a la construcción socialista sin sufrir interferencias ni retrocesos. Gilberto Vieira, Secretario General del Partido Comunista de Colombia, se refiere así al respecto:

“La revolución que necesita Colombia es ante todo antiimperialista, antifeudal, democrática y patriótica. Pero al realizar estas tareas históricas tiene que encarar inmediatamente la edificación de las bases socialistas.
Es que en esta época no se puede siquiera concebir revoluciones que desemboquen en la vía del desarrollo capitalista. A este respecto, los ejemplos de Argelia y Cuba son concluyentes.

Por otra parte, entre la revolución antiimperialista y antifeudal y la revolución socialista no hay ninguna “muralla china” que las separe. Son etapas que no se pueden desconocer y hay naturalmente población de tareas pero una revolución esta indisolublemente unida a otra” (12).

Estas declaraciones del Secretario Político del Partido Comunista, niegan la posibilidad de que la revolución colombiana afronte el peligro real de estancarse en su etapa democrática durante un tiempo considerable, de manera inevitable si avanza solo el movimiento campesino armado, o dirigido por la pequeña-burguesía revolucionaria, y por lo tanto a falta de una dirección marxista-leninista, la revolución sufre retrocesos y desviaciones reales que serían indiscutiblemente hacia el capitalismo, el ejemplo de Argelia; que el mismo cita, desmiente su declaración, porque Argelia en este momento, debido a la falta de dirección proletaria fuerte de la revolución, hace concesiones al imperialismo, en detrimento no solo de la marcha hacia el socialismo de ese país sino de la solidaridad proletaria internacional. El Comandante Guevara dice que “revolución que no se profundice, es revolución que regresa”.

El partido revolucionario que no comprenda estas cosas básicas de nuestra lucha revolucionaria y que pretenda dirigir las masas explotadas contra sus explotadores, será un partido progresista, pequeño-burgués, democrático, pero nunca un partido marxista-leninista que pueda fortalecerse, tomar el poder y llevar la revolución hasta el final. Por eso a la vez el porvenir y fortalecimiento del partido marxista-leninista depende del cumplimiento de estas dos tareas básicas: frente armado y frente unido, que el partido premisas elementales y básicas no están claras y hay compañeros que se dejan engañar por tesis confucionistas que a rato provienen de otras organizaciones.

Miremos el caso del Frente Unido del Pueblo que ayudó a impulsar el Padre Camilo Torres y al cual concurrieron, en un principio, todas las organizaciones de oposición y revolucionarias. El MOEC llevó a este Frente Unido del Pueblo la orientación que hemos expuesto, y por ella se lucha al lado de otros marxistas de otras organizaciones a todos los niveles. Pero debido precisamente a nuestra debilidad organizativa y entre el enorme prestigio y respaldo de masas que despertó el Frente Unido del Pueblo y su visible cabeza Camilo Torres, muchos oportunistas de la pequeña-burguesía resentida con la esperanza de quedarse monopolizar la naciente organización, plantaron rabiosamente el criterio de que el frente unido no debía ser una alianza de las clases explotadas contra el imperialismo y sus aliados, como sostenían el MOEC, sino que debía se un partido más, integrado por los “no alineados”. Esta denominación de los “no alineados” significa en el lenguaje confuso de algunos dirigentes del Frente Unido del Pueblo, la gente que no ha pertenecido o no pertenece a ninguna organización no al partido revolucionario o reaccionario, y que es pasando por encima del análisis de clase, la fuerza que va a dirigir y hacer la revolución, porque conforma la mayoría del país. Estas tesis abiertamente liberales de formar un nuevo partido, contra la política acertada de un frente unido de las clases antiimperialistas y antioligárquicas que los marxistas sostenían, y por ende contra el avance general del proceso revolucionario.
Algunos compañeros del Movimiento, por falta de profundizar más en estos problemas del frente unido, acogieron con ligereza los planteamientos de los “no alineados” y muchos oportunistas del MOEC llegaron al extremo de darle el apoyo al presunto partido del frente unido de los “no alineados”, en lugar por verdadero frente unido y a favor de las orientaciones que defendían los marxistas del Movimiento.

El frente unido es la organización más amplia de masas que lucha contra la dominación imperialista y contra sus gobiernos títeres; es por lo tanto el apoyo organizado más basto para las fuerzas armadas revolucionarias. El frente unido canaliza las distintas formas de lucha en apoyo de la lucha armada y al mismo tiempo la lucha armada promueve y estimula la creación y el desarrollo de frente unido. A través de esta mutua relación el frente unido va ampliándose entre la población, organizando las fuerzas susceptibles de ser ganadas y neutralizando en lo posible las fuerzas que le puedan servir al enemigo. Pero el frente unido no puede surgir de golpe como un frente amplísimo, sino que cumple un proceso de ampliación acondicionado a las victorias políticas y militares de las fuerzas revolucionarias. Esto quiere decir que sin un fortalecimiento progresiva del frente unido.

Experiencia muy importantes en este sentido ha arrojado el frente Unido del Pueblo de Camilo. En un principio todas las fuerzas de oposición, hasta los sectores de la burguesía descontenta, brindaron con entusiasmo, y al lado de las fuerzas revolucionarias, algún apoyo a la plataforma de Camilo y al Frente Unido. Naturalmente que estos sectores burgueses y pequeño-burgueses de la oposición brindaron realmente a sus propios intereses democráticos y electorales. Además la figura de Camilo, descendiente de una familia aristocrática y liberal, con su sotana y sus títulos de sociólogo y profesor universitario, no les disgustaba. Y en verdad la posición de Camilo, su condición de sacerdote, su prestigio entre las masas, etc, permitían pensar seriamente en la posibilidad de ganar sectores de la pequeña-burguesía alta para el Frente Unido. Pero a medida que el Frente Unido de Pueblo fue reafirmando su carácter revolucionario y antiimperialista y a medida que daba su colaboración decidida a las fuerzas automáticamente revolucionarias y en especial a aquellas que luchan con el fusil en la mano, estos sectores burgueses, y pequeño-burgueses de la oposición comenzaron a poner inconvenientes al frente Unido, a hacerle criticas, a verlo mal y procedieron a retirarse y hasta enfrentársele abiertamente. (13) Las fuerzas revolucionarias no estaban lo suficientemente fuertes como para ganarse o neutralizar estos sectores de la burguesía y de la pequeña-burguesía descontenta y en contradicción con la gran burguesía lacaya y el imperialismo yanqui. Por eso al final, el Frente Unido del Pueblo se limitó a las organizaciones revolucionarias y a sectores del pueblo que en una forma u otra apoyaban o hablaban de apoyar la lucha armada revolucionaria.
Esta es una experiencia importante. La mayor o menos amplitud del frente unido lo determina el mayor o menor fortalecimiento de las fuerzas políticas y militares revolucionarias. El Movimiento debe aprender de esta experiencia y orientar la creación del frente unido de acuerdo con las condiciones existentes y con el desarrollo de las fuerzas revolucionarias, no importa que no sea al principio un frente unido muy amplio, el cual se podrá fortalecer y ampliar en el transcurso de la lucha, con el fortalecimiento político y militar de las fuerzas revolucionarias.

En resumen, debemos profundizar más en estos problemas de la construcción del partido, del papel dirigente del partido, del frente armado, del frente unido y de sus íntimas relaciones. Buscar que la militancia del Movimiento se preocupe por estudiar estos problemas mediante la discusión interna y campañas de educación y politización. Combatir fraternalmente a muchos compañeros que honesta pero lamentablemente piensan que con el solo avance de un movimiento campesino armado se garantiza el triunfo y el feliz desarrollo de la revolución. Tener siempre en cuenta que al movimiento campesino lo puedes dirigir y monopolizar sectores progresistas de la pequeña-burguesía, y en este caso la revolución corre el peligro de estancarse en la mitad del proceso, como en Argelia. Hay que vincular efectivamente el movimiento obrero a la lucha armada revolucionaria y a la vanguardia d esta colocar los mejores cuadros marxistas-leninistas del partido. Los dirigentes del Partido Comunista de Colombia, que tanto nos hablan de Marquetalia, Riochiquito, el Pato, no vinculan sus miembros más capacitados y prestigiosos a las guerrillas de estas zonas, y en su conducta más bien dela la impresión de que la dirección de la lucha armada reposa exclusivamente en los dirigentes campesinos. Si la vanguardia de la lucha revolucionaria no es el proletariado ni su ideología marxista-leninista, lo será la pequeña-burguesía y la ideología burguesa, y en te último caso la revolución tomará rumbos difíciles, por más que Vieira asegure que “entre la revolución antiimperialista y antifeudal y la revolución socialista” , no hay ninguna “muralla china que las separe” y que “en esta época no se puede siquiera concebir revoluciones que desemboquen en la vía del desarrollo capitalista”.


Capítulo IV
NUESTRA HISTORIA Y LA SITUACIÓN ACTUAL

El MOEC cumple sus siete años de existencia. Para nosotros los militantes del Movimiento es un deber revolucionario investigar las experiencias políticas y militares que hemos tenido como una organización independiente. A través del estudio de nuestra historia precisaremos las causas de nuestros fracasos y desviaciones, nos explicaremos la razón de ciertas conductas inconsecuentes con la revolución, determinamos la naturaleza de las actuales contradicciones internas e iremos despejando la ruta por recorrer. La historia del MOEC es una parte importante de la historia de nuestro pueblo en su lucha por la liberación, quien no parta de este punto para su análisis no entenderá su desarrollo.

El MOEC surgió en 1959, después de presentarse los siguientes hechos:

Las fuerzas campesinas armadas habían sufrido una estruendosa derrota por parte del imperialismo y de las oligarquías intermediarias. Esa derrota fue un alto precio: una mayor concentración de la tierra y una mayor expropiación de los campesinos, centenares de miles de campesinos asesinados por la reacción, grandes emigraciones, del campo hacia la ciudad, abandonando tierras y bienes en manos de los viejos y los nuevos terratenientes. La superpoblación de las ciudades por el éxodo campesino agudizó el desempleo, agravó el problema de la falta de viviendas, crecieron los tugurios con sus legiones de millones de vagabundos, de pordioseros, de niños abandonados, de mujeres arrojadas a la prostitución y de hombres profesionalizados en el pillaje. El desarrollo industrial de los centros urbanos no estaba en capacidad de absorber la mano de obra expulsada por la violencia de las oligarquías en los campos.

Por otra parte el proceso de las inversiones norteamericanas en nuestro país continuaba. Su expresión monopolista desarrollada al máximo interfería la naciente industria nacional y producía la quiebra de buena cantidad de esta y de los pequeños comerciantes y artesanos. La desolación en el campo y la proliferación del lumpen en las ciudades fueron secuelas de la política de expropiación y violencia desatada por las clases dominantes. Finalmente la burguesía y los terratenientes, asesorados por el imperialismo, pactaron la “paz” del Frente Nacional, con la que quedaban legalizados el saqueo y la expropiación violenta de la tierra, el genocidio y la masacre, el desempleo y la persecución. Los bandidos de siempre se presentaban como los salvadores de la Patria y los asesinos eran los abanderados del “entendimiento y la concordia entre los colombianos”. Y podían hacerlo porque las masas estaban demasiado golpeadas, sin dirección, habían sido traicionadas por los líderes de los partidos tradicionales oligárquicos y por la camarilla “mamerta” del Partido Comunista. Y el pueblo ante una paz prometida por la burguesía desde la “gran prensa”, engañado, la aceptó sin ninguna alternativa. Cuando se consolidaban las oligarquías antipatrióticas en el poder y su política de “entendimiento y concordia entre los colombianos”, marchaba viento en popa, aparece el MOEC, de entre quienes estaban en condiciones de entender la farsa y el engaño al pueblo, de las filas de la pequeña-burguesía intelectual y del estudiantado.

La aparición del MOEC como organización revolucionaria independiente significaba un rechazo al Partido Comunista por su incapacidad como vanguardia de la revolución, y la proclamación de la lucha armada como forma principal de lucha para la toma del poder para el pueblo, hecha por una organización política. Así lo indicaron los fundadores del MOEC y así sería. Pero qué duras pruebas esperaban a la joven organización!

El proletariado, que había sido producto de la industrialización nacional restringida y controlada por la dominación imperialista de los Estados Unidos y de las inversiones norteamericanas en nuestro país, era una clase débil numérica y políticamente (y lo es hoy), imbuída por la ideología burguesa y sometida por la oligarquía a través de sus partidos políticos. Las grandes centrales obreras las fundaron y las controlan el clero y la burguesía. Por lo tanto el movimiento obrero en Colombia ha sido débil, reformista, carente de conciencia sobre su papel histórico. Jorge Eliécer Gaitán había defendido los intereses de los obreros, pero como integrante de una fracción progresista del partido liberal-oligárquico; desde el parlamento desenmascaró a los explotadores nacionales y extranjeros, despertó una conciencia popular, pero Gaitán no organizó a las masas ni entendió la importancia de la clase obrera como vanguardia de la lucha antiimperialista. A la burguesía le quedó muy fácil, después del asesinato de Gaitán, en Abril de 1948, ahogar las protestas del pueblo: no había reacción, la clase obrera no estaba en condiciones de darla.

Cual fue en estos años la labor del Partido Comunista de Colombia, que se autodenomina el partido de los obreros de Colombia? Fue una línea de traición. El Partido Comunista se le enfrentó a Gaitán y dio apoyo al candidato de las oligarquías liberales para la Presidencia de la República en el año 1946. en la época de la violencia desatada por la clase dominante no orientó su política a organizar ni dirigir el movimiento espontáneo de los campesinos en armas. Y cuando la burguesía, como epílogo de su campaña de expropiación y muerte, valiéndose de un lenguaje demagógico y pacifista y tergiversando la historia reciente de Colombia, llamó a las masas derrotadas y perseguidas a respaldar a Lleras Camargo y a la “gran solución” del Frente Nacional, el partido de Vieira, haciendo eco a los partidos de la burguesía y convirtiéndose una vez más en voceros de los explotadores, apoyó el plebiscito del Primero de Diciembre e invitó al pueblo a apoyarlo.

El Partido Comunista “mamerto” había fracasado rotundamente en su política por crear una auténtica conciencia revolucionaria al proletariado de Colombia, y había fracasado en la tarea de la construcción de un partido leninista de Colombia.

El MOEC surgió de la necesidad de darle una vanguardia auténtica a la revolución colombiana, en un momento histórico cuyas características sociales y políticas eran: en las zonas rurales un campesino derrotado y desposeído por las hordas armadas de los viejos y nuevos terratenientes y por el ejército oficial. En las ciudades grandes un proletariado engañado, sin conciencia de su misión histórica y un crecimiento considerable de la población desocupada, debido al éxodo campesino. En el país una oligarquía dichosa, fortalecida en su poder económico y político, y repartiendo con los monopolistas yanquis el botín y la responsabilidad de la defensa y conservación de los privilegios de explotación. En el exterior el triunfo resonante de la Revolución Cubana, con la epopeya de Fidel y del Ejército Rebelde en la Sierra Maestra, que estimuló en muchos revolucionarios de la pequeña-burguesía el deseo de repetir en nuestro país el fulgurante proceso de los combatientes cubanos. En el campo aún quedaban algunos grupos armados que aunque no se rindieron ante la amnistía de Rojas Pinilla, a falta de una orientación revolucionaria, estaban alejados de todo ideal político y eran más bandas aisladas de asaltadores y cuatreros que núcleos guerrilleros organizados.
Todas estas condiciones irían a determinar el tipo de organización que sería el Movimiento en sus primeros años. Su base fundamental desde su fundación sería la pequeña-burguesía baja, estudiantes honestos que desde la UNEC y con Antonio Larrota al frente abandonaron sus carreras para dedicarse a la revolución. El Movimiento dirigió algunas luchas populares en la ciudad contra el gobierno de Lleras Camargo, como la de principio del año 1959, contra el alza de las tarifas del transporte urbano y que se logró echar atrás. Los principales centros de las primeras actividades del Movimiento fueron Bogotá, Cali y Barrancabermeja, en los que la naciente organización se vinculó a las masas y adquirió un prestigio enorme que inquietó a la oligarquía y a su gobierno. El Movimiento era un nuevo y serio peligro para la clase dominante y había que infiltrarlo y exterminarlo.

En las ciudades comenzó a ingresar al Movimiento mucho lumpen proletariado. Los revolucionarios sin mayor experiencia veían en esta clase de elementos el arrojo para las acciones espectaculares e ilegales, y estos, como se debió prever, veían en revolución un medio para solventar su situación personal y sacar buen provecho. En el campo se contactó entre otros campesinos a antiguos combatientes, a jefes de grupos armados, sin consultar su trayectoria ni el interés que los movía, ni los posibles nexos con el enemigo. Debido a que la organización adquirió renombre y fuerza por su manifiesta beligerancia y sus planteamientos revolucionarios, empezaron a arribar, por otra parte, viejos “revolucionarios”, expulsados algunos del Partido Comunista revisionista, quienes venn con su título de “marxistas” bajo el brazo.

Esta diversa composición de fuerzas heterogéneas dentro del Movimiento, carentes de una sólida teoría revolucionaria que hiciese posible la unidad y la coordinación internas, terminó perfilando tendencias bien marcadas que comenzaron cada una por su lado a producir hechos de muy variada índole.

Una tendencia se caracterizó por su revolucionismo, por su desespero incontrolable de producir acontecimientos sensacionales a cualquier precio y fue patrocinadora de actos aventureros que costaron la vida de compañeros. Dentro de la organización se le ha señalado a esta tendencia como extremoizquierdismo, y prevaleció en los primeros años del Movimiento como corriente determinante y mayoritaria. La otra tendencia comenzó a fortalecerse y manifestarse como fuerza de control en la dirección desde hace tres años y se ha caracterizado por su espíritu maniobrero y charlatán, por la piratería de la solidaridad internacional y por sus pocos deseos de luchar y fortalecer la organización. Esta tendencia la conocemos como oportunismo de derecha y dentro del Movimiento sus representantes, como agentes conscientes o inconscientes del enemigo, fueron protagonistas de los hechos más aberrantes y antirrevolucionarios de que tengamos noticias.

EL EXTREMOIZQUIERDISMO

El extremoizquierdismo tiene una base social esencialmente pequeño-burguesa que ha sido la predominante dentro de la organización. En el MOEC esta tendencia ha aparecido y se ha fortalecido por los siguientes factores:

1. Ausencia considerable del elemento proletario y de una mayor divulgación y comprensión de la ideología proletaria del Movimiento;

2. Incapacidad ideológica y política de la dirección oportunista para orientar el Movimiento en sus tareas organizativas, educativas y de vinculación a las masas obreras y campesinas. Aunque algunas veces el oportunista de dirección no impulse de palabra el extremoizquierdismo, crea un ambiente propicio para que se manifieste, porque a falta de una justa orientación política y organizativa, a falta de un trabajo creciente de educación y vinculación a las masas, a falta de una coordinación interna dentro del partido, las fuerzas pequeño-burguesas se desesperan, se insubordinan y se lanzan a la aventura, soñando en planes y triunfos fáciles.

3. Influencia de la Revolución Cubana. Aplicación mecánica de su forma de organización, de sus métodos de lucha y de su ejemplo en general a la situación colombiana. No se emprendió un estudio objetivo de nuestras condiciones y de los problemas particulares de nuestra lucha revolucionaria, por lo que no se definieron los métodos justos y necesariamente diferentes que se requieren para su solución. En este sentido se creyó que la revolución colombiana se haría copiando de los cubanos; que todo los que los revolucionarios cubanos les tocó hacer para coronar su revolución de acuerdo con sus condiciones particulares, nos correspondería hacerlo a los colombianos si queríamos ganar la revolución. No se estudió la experiencia cubana, como se debe estudiar la experiencia de todos los pueblos que luchan contra el imperialismo y de la de los pueblos que ya lo han vencido, con su criterio crítico, objetivo, para sistematizar sus enseñanzas y asimilar su ejemplo, sin caer en necias deducciones dogmáticas, sin creer que porque allí fue por tal camino en Colombia también lo será. La experiencia universal nos sirve siempre y cuando sepmos distinguir las distintas condiciones de los distintos países y tengamos el cuidado al aplicar las experiencias de otros pueblos de si se contemplan o no nuestras características y circunstancias propias.

El extremoizquierdismo se presentó en el Movimiento a todos los niveles y su práctica conforma de por sí una característica de la historia revolucionaria de Colombia de los últimos años, de él se podría decir que es un período bien definido. A ese período corresponden los siguientes hechos y los intentos de crear un frente armado. Los trabajos de Antonio Larrota, fundador del MOEC y revolucionario admirable, y su gloriosa muerte en las montañas del Cauca (Mayo de 1961), a manos de un bandolero pagado por el gobierno de Lleras Camargo. La integración de un grupo guerrillero en la región de Urabá (Antioquia), el que apenas si levantó campamento para caer masacrado por las tropas enemigas en un asalto nocturno y al que nuestros compañeros, entre los que estaba la guerrillera Gleidys Pineda, no pudieron responder con un solo disparo. En esta ocasión se salvaron dos miembros de la guerrilla, incluyendo al compañero Roberto González, Comandante del grupo, quien pareció más tarde en el Tolima con el compañero Ricardo Otero en los mismos empeños. El asesinato de Federico Arango, que de ser del MOEC pertenece a la juventud revolucionaria de Colombia inmolada en esta época trágica y de grande experiencia. Los fracasos de Puente Tierra, Vichada, Bolo Azul, Bolívar, etc, donde perecieron compañeros y otros cayeron detenidos, son también parte de los intentos de la corriente extremoizquierdista del Movimiento por fundar un frente armado. En este período afloran igualmente las prácticas terroristas en las ciudades. Se colocaron bombas en las propiedades yanquis, en los grandes almacenes y negocios en las dependencias del gobierno. La prensa enemiga resaltó enormemente estos hechos y señala insistentemente al MOEC como responsable único del terrorismo, no obstante participar en él otras organizaciones revolucionarias y extremistas surgidas por estos tiempos. Muchos compañeros fueron detenidos y sancionados con sevicia. Otros, desilusionados porque la revolución “no tomaba forma”, abandonaron la organización.

Las relaciones internacionales con partidos comunistas que habían llegado al poder se iniciaron y consolidaron altamente, sin embargo las crisis orgánicas más grandes del Movimiento se presentaron durante este período. Hubo momentos en los que el Movimiento se reducía a una docena de compañeros, repartidos en todo el país, desconectados entre sí y perseguidos. El extremoizquierdismo no produjo organización leninista, su pensamiento liberal y su concepción desesperada de la revolución se lo impedían, y fracasó rotundamente en su táctica improvisada por crear un frente armado.
Los compañeros que integran esta tendencia son por lo general revolucionarios honestos que se enfrentaron al enemigo con métodos equivocados. Muchos de ellos murieron como verdaderos héroes populares. Supieron levantar la bandera de la lucha armada para la toma del poder para el pueblo en una hora en la que en las filas de los viejos comunistas se conciliaba con métodos electoreros y seguidistas. Sus acciones, su agitación y su decisión de la lucha fueron bases inmovibles de la nueva armazón revolucionaria. Su fe en el triunfo final de los desposeídos y sus sacrificios heroicos hasta la muerte los hacen merecedores de la admiración y la gratitud eternas del pueblo colombiano. Muchos compañeros se hicieron al cariño de las masas y Antonio Larrota, fundador del Movimiento, adquirió dimensiones de dirigente nacional.

Dieron a conocer con sus acciones estos compañeros al Movimiento en el interior y exterior del país. Las tesis y los planteamientos justos de la organización fueron ampliamente conocidos y la gloriosa sigla pasó las fronteras nativas y tomó puesto en el concierto de los movimientos y partidos revolucionarios del mundo.
Iniciaron estos compañeros relaciones internacionales con partidos y estados revolucionarios. El MOEC fue reconocido en el campo socialista mundial como organización antiimperialista con la que se debía colaborar y hacerle llegar la solidaridad fraternal del internacionalismo proletario. Estos contactos con partidos y pueblos liberados especialmente, marcan el comienzo de una etapa importantísima en la vida del Movimiento. Mediante la asimilación por parte de muchos militantes de extracción pequeño-burguesa, obrera y campesina de las experiencias revolucionarias de nuestro pueblo y de los pueblos y partidos que han derrotado al imperialismo y construyen el socialismo, la organización comenzó poco a poco a crear y perfeccionar una conciencia proletaria marxista de la que había carecido casi completamente hasta entonces. La historia del Movimiento de aquí en adelante es la historia de la lucha del marxismo-leninismo contra el oportunismo.

PRINCIPALES ERRORES DEL EXTREMOIZQUIERDISMO EN EL MOVIMIENTO

a) En la lucha armada el extremoizquierdismo reemplazó a las masas con acciones audaces de pequeños grupos de conspiradores, la concepción “izquierdistas” llevaba a estos compañeros a irse más allá de las masas, a desconocer el principio marxista de que son las masas las que pelean y vencen al enemigo y de que el papel de los dirigentes es pelear junto a las masas, no sólos, sino al frente de las masas, como su vanguardia consciente que las guía y orienta en la lucha. De estas fallas adolecen sus trabajos armados en el campo y sus actos terroristas de la ciudad.

b) A los extremoizquierdistas no les interesa mayor cosa los trabajos organizativos y educativos de la construcción del partido. Por lo general no ven la necesidad de concentrar esfuerzos en las tareas del perfeccionamiento y fortalecimiento del partido, ni se desvelan porque los militantes y ellos mismos profundicen los conocimientos sobre nuestra realidad social y política. Debido a esta concepción liberal del partido los compañeros incumplen las normas organizativas y violan la disciplina interna qe requiere el trabajo revolucionario clandestino del partido, y que solo la puede proporcionar el absoluto acatamiento de la organización y de sus principios marxistas-leninistas. Muy fácilmente se les infiltra el enemigo. Casi todos los fracasos militares que hemos mencionado tienen como causa más cercana la delación y la traición. Este criterio liberal sobre la organización se manifiesta en la afiliación al Movimiento de todo aquel que se diga revolucionario. No se preocupan por la depuración ideológica y de clase de la organización, y siempre que cometieron este error en los trabajos militares, siempre que vincularon elementos sin probarlos en su posición de clase, sufrieron reveses irreparables.

c) Los extremoizquierdistas desconocen la superioridad táctica relativa del enemigo. De por sí luchar apartados de las masas es enfrentársele al enemigo en condiciones infinitamente inferiores. Al comienzo de la lucha armada, cuando las fuerzas revolucionarias no han logrado aún consolidar un territorio liberado que sea retaguardia del Ejército Popular de Liberación, y la guerra popular está en su estado embrionario de la creación y consolidación de grupos guerrilleros ágiles e irregulares, las fuerzas enemigas armadas son superiores mil veces en número y armamento a nuestras fuerzas. Esta situación exige una combinación táctica de las distintas formas de lucha del pueblo a escala nacional. Si en la ciudad la lucha de los obreros, de los estudiantes, de la pequeña-burguesía en general no le responde a la lucha campesina armada, el enemigo cuenta entonces con mayor iniciativa y podrá cercar con grandes contingentes al grupo armado del pueblo cuando no hostigarlo permanentemente. Si por el contrario las huelgas de los obreros se suceden a menudo y el Movimiento popular de las masas en las ciudades obligan al enemigo a concentrar tropas en los centros, en detrimento de su pie de fuerza en el campo, éste, debido a su debilidad estratégica, tiene que aumentar el grueso del ejército cada vez más; y esto solamente lo logra el enemigo mediante el aumento de los recursos económicos con fines militares y el aislamiento masivo de la población civil a sus filas armadas, con notable auge de la represión económica al pueblo y del cese progresivo de todas las libertades. En esta correlación de fuerzas el enemigo se va debilitando y el pueblo va aumentando las suyas, hasta obtener la superioridad total. Por eso el imperialismo termina desembarcando sus propios soldados yanquis y demás tropas mercenarias, ante la incapacidad de sostenerse por si sola la camarilla gobernante. Por eso la guerra popular es prolongada e invencible. A escala internacional la debilidad estratégica del imperialismo frente a los pueblos que explota y luchan por su liberación está sometida a las mismas leyes de debilitamiento progresivo del imperialismo y de victoria final de los pueblos. Pero para sacar ventaja de la debilidad estratégica del enemigo hay que trabajar enormemente en los frentes de la lucha política y militar de las masas, para lograr la superioridad armada. La guerra de guerrillas es eminentemente una guerra de masas. Los extremoizquierdistas no entienden esto y por eso caen en el infantilismo de no alistar en sus filas la fuerza política de las masas y de despreciar al enemigo militarmente.

d) Supremacía de lo militar sobre lo político. Para los extremoizquierdistas el problema militar es muchas veces más importante que el problema político. Algunos llegan al extremo de defender abiertamente que un error militar produce más estragos para la revolución que un error político. Esta concepción militarista de la revolución no les permite hacer el estudio de los múltiples problemas que encierra el proceso revolucionario; ni la situación del país en general cuenta para ellos en la planificación de las acciones; ni comprenden que el enemigo le da una importancia muy grande a la lucha política y al engaño sistematizado del pueblo. Lo importante es crear la guerrilla que el resto vendrá por añadidura: el partido, la colaboración de la ciudad, el apoyo de los campesinos, etc. Este criterio militarista termina por colocar al Movimiento como apéndice de los trabajos militares y del frente armado, a los cuales el Movimiento debe apoyar en todo, pero no dirigir ni orientar. En este punto fundamental el extremoizquierdismo se da la mano con el oportunismo de derecha y como en muchas otras cosas, se ponen de acuerdo, aunque por diversos caminos, para liquidar la organización.

Después de entender el carácter del extremoizquierdismo y la falsedad de las concepciones que de contrabando introducen en el movimiento revolucionario los extremoizquierdistas, podemos concluir que la lucha constante contra esta tendencia es un imperativo revolucionario inaplazable. Esto no quiere decir que los compañeros que hayan practicado los mandatos de esta tendencia o se hayan identificado ideológica y políticamente con ella alguna vez, sean todos en definitiva unos contrarrevolucionaros infiltrados dignos de la peor suerte. No! Debemos recordar siempre al enjuiciar al extremoizquierdista su espíritu de lucha, su odio profundo al enemigo explotador, sus sacrificios en bien de la causa liberadora. Por eso ante todo se impone para ellos la crítica fraternal, el estudio conjunto y objetivo de sus errores, para hacerles ver que ellos, a pesar de querer impulsar la revolución, la entorpecen con su ánimo desesperado y sus acciones fuera de planificación, sin posibilidades de éxito. Al extremoizquierdista hay que aclararle que los trabajos revolucionarios no se pueden improvisar y que todas las tareas revolucionarias tienen su importancia y exige también, como la tarea militar, esfuerzos sin nombre. Que el revolucionario debe investigar y encontrar los caminos y métodos científicos para vencer el imperialismo. Que al enemigo no podemos darle oportunidad que nos derrote a causa de nuestra ingenuidad e improvisación, porque de estas derrotas nuestras el enemigo se aprovecha para desmoralizar al pueblo y “demostrarle que la revolución es una locura sin pies ni cabeza”. Con los extremoizquierdistas se debe hacer un trabajo educativo intenso porque en muchos de estos compañeros hay madera para hacer de ellos verdaderos cuadros de partido y luchadores populares.

Todas estas cosas debemos hacer y más para salvar para la revolución a los compañeros extremoizquierdistas, pero esto no debe significar que vayamos a conciliar con el más leve de sus errores, ni que dejemos de rechazar con energía ejemplar las falsas concepciones del oportunismo de “izquierda” disfrazadas de revolucionarismo. Ya la experiencia ha demostrado palmariamente, los cuadros de mayor capacidad política primero y a la mayoría del Movimiento después, las grandes equivocaciones de la concepción “izquierdista” y los duros golpes que hemos recibido por su culpa. Es claro también que el extremoizquierdismo, debido precisamente a la experiencia asimilada por la organización, se debilitó notoriamente, y de fuerza determinante que fue, pasó a ser hoy brotes aislados de alcance reducido. Pero el extremoizquierdismo no se acabará de golpe dentro del Movimiento y por el contrario, si bajamos la guardia, puede resurgir con el mismo ímpetu de sus primeros años. No podemos cruzarnos de brazos y dejarlo de combatir decididamente. Nuestro deber es luchar contra sus manifestaciones donde se presenten y en la dosis que se presenten, dentro y fuera de la organización, máximo cuando últimamente varias agrupaciones revolucionarias dan síntomas de querer repetir la trayectoria “izquierdista” del MOEC.

Qué hacer en el Movimiento con el extremoizquierdista que persiste en sus prácticas aventureras y no se le nota voluntad de estudiar ni de comprender sus errores? Cuando un compañero se mantiene en una posición equivocada, a pesar de las críticas que se le hacen y de la invitación fraternal que le formula la organización para estudiar nuestras experiencias, está demostrando que no le interesa progresar, que coloca al Movimiento por debajo de sus caprichos, que no podrá así llegar a convertirse en un verdadero comunista ni en un compañero de partido, disciplinado y consciente. El Movimiento no necesita de esta clase de elementos. En esto tampoco se puede vacilar, porque se trata de preservar a la organización de las ideas enemigas que se le cuelan. El oportunista dentro del Movimiento trabaja por difundir sus falsas creencias, trabaja por corromper la militancia y su labor se convierte en germen liquidacionista y antirrevolucionario. En estos casos extremos el oportunista de “izquierda” como el de derecha merecen el mismo trato. Y en general cuando dentro del partido el estudio, la práctica y la crítica no son suficientes para preservar a la organización de unos mismo errores, repetidos permanentemente por ciertos militantes, esta debe recurrir a otras medidas orgánicas de mayor efectividad.

El estudio del marxismo, el análisis científico de nuestras condiciones reales, la elaboración y aplicación de una línea política acertada y la afiliación al Movimiento de cuadros obreros revolucionarios, serán remedios eficaces para sepultar la corriente “izquierdista” que caracterizó la juventud del Movimiento.

EL OPORTUNISMO DE DERECHA

De él nos ocupamos ya en el capítulo de “Fallas de Dirección” porque consideramos que su influencia perniciosa la ejerce en la actualidad y la ha ejercido en el pasado preferentemente en los organismo de control y dirección general del Movimiento. Ya vimos sus características más importantes, el desorden organizativo que genera, su desgano inocultable de luchar por la revolución y por el Movimiento y su engaño descarado al pueblo de Colombia y a los pueblos socialistas del mundo. Observemos ahora los factores mediante los cuales esta tendencia se ha desarrollado y fortalecido en el Movimiento.

1. Bajo nivel ideológico y político del Movimiento. Esta deficiencia de la organización, muy propia de su corta edad e inexperiencia, daba cabida, sin mayor resistencia, a todas las prácticas oportunistas y maniobras que hemos resaltado. Como en su comienzo la militancia de la organización carecía de una línea política definida e ignoraba casi por completo lo que es un partido marxista-leninista (hoy existen cuadros preparados que están creando esta conciencia en el Movimiento), desconocen los principios organizativos que rigen al partido, su carácter de clase, etc, el oportunismo pudo dominar totalmente a sus anchas al Movimiento en todos los aspectos durante varios años, especialmente en las relaciones internas y en las formas de organización. Por eso no había organismos funcionales ni respeto por los que se constituía. La vigilancia revolucionaria interna brillaba por su ausencia. Los comités ejecutivos elegidos no fueron nunca el resultado de una línea política consecuente con la realidad de Colombia, previamente estudiaba y discutida por el Movimiento entero, democráticamente, en sus congresos y plenos, que eran certámenes improvisados y de muy baja calidad política. Toda esta anarquía interna la aprovecharon, como era lógico, los más astutos y la fomentaron sistemáticamente. El bajo nivel marxista permitió también dentro de la organización, por otra parte, las más contradictorias y originales concepciones sobre los problemas concretos de la revolución, sobre la lucha armada, el internacionalismo proletario, las organizaciones de masas, las finanzas, etc. El oportunismo hizo doctrina de algunas de ellas y las llevó a la práctica para realizar sus propósitos mercenarios. El caso de los oportunistas en la dirección estimulando el extremoizquierdismo en compañeros de la base es un ejemplo peculiar de este fenómeno.

2. La herencia recibida de Partido Comunista revisionista. Una de las fuentes directas del oportunismo dentro del Movimiento estuvo en los elementos expulsados del Partido Comunista revisionista. Estos elementos fueron cuadros de dirección en el Partido “mamerto” que entraron en contradicción con la camarilla de Vieira en la lucha doméstica por el control del Partido y de los privilegios de las relaciones internacionales con el campo socialista. Casi todos de extracción pequeño-burguesa. Estos elementos estaban acostumbrados a la maniobra, a la formación de grupitos, a la intriga interna y todos estos vicios los trajeron a la organización rápida y fácilmente, porque llegaron de entrada a la dirección del Movimiento, lograron lo que no pudieron dentro del Partido, y desde allí su influencia fue más destructora. Estos elementos corrompieron a muchos militantes y agravaron a nuestra ya de por si grave situación organizativa. Los compañeros del Movimiento se equivocaron respecto de estos elementos al creer que eran honestos revolucionarios, simplemente porque habían sido expulsados del Partido de Vieira, olvidando que este, aunque expulsa a todo comunista que valerosamente se manifiesta en contra de su línea de traición, también bota mucha basura, es innegable la creencia que imperó por ese entonces en varios cuadros de responsabilidad respecto a estos nuevos aspirantes salidos del Partido Comunista, y que consistía en que el Movimiento encontraría en estos elementos militantes avezados políticamente para orientar la revolución. El caso es bastante similar al chantaje que hacen los combatientes de la pasada contienda civil armada sobre su pericia militar. Los elementos expulsados del Partido Comunista ingresaron al Movimiento especulando con sus “luchas” contra el revisionismo y sus vidas al “servicio” del marxismo-leninismo, y valiéndose de esta careta invadieron la organización de las prácticas y de las costumbres burguesas. Este es uno de los factores definidos mediante el cual se fomentó la corriente oportunista en el MOEC y fue posible por la existencia real del revisionismo en las filas de la revolución colombiana.

3. La división actual del campo socialista mundial y la piratería de la ayuda internacional. Las divergencias internacionales, debido a las concesiones hechas por el Partido Comunista de la URSS y sus amigos al imperialismo, sirvieron a muchos falsos revolucionarios (y continúan sirviendo) para ocultar sus verdaderos propósitos oportunistas mediante la utilización de una jerga antisoviética y antimamerta. En el Movimiento sucedía a menudo que la mejor garantía de posición revolucionaria que podía dar un militante era su palabrería “antirrevisionista”, sin ningún contenido, y lo más grave sin el respaldo de una práctica consecuente. Esto lo descubrieron los oportunistas y lo aprovecharon para iniciar sus tan conocidas campañas y giras por el globo entero en busca de la solidaridad internacional de los partidos hermanos. Los oportunistas que integran la camarilla de Vieira se entregaron con mayor decisión al revisionismo, cuando comprendieron, por su parte que les reportaba redoblado el apoyo de los partidos revisionistas, y los oportunistas del MOEC fueron, por la suya a los partido marxistas-leninistas a hablar de sus “largas luchas” contra el revisionismo. Ya estudiamos el triste final de la solidaridad proletaria y de los medios mentirosos y fraudulentos de que se validaron los oportunistas para obtenerla. En este sentido el revisionismo internacional contemporáneo, que divide al campo socialista, permite las condiciones para que se desarrolle el oportunismo en nuestro medio, cuando no lo fomenta directamente.

La base social del oportunismo de derecha en el Movimiento, como la del extremoizquierdismo, es la pequeña-burguesía resentida. Hemos visto también que muchas de sus prácticas se confunden con las de este y llegan a la misma meta. Por qué, entonces, los hemos separado para sus estudio? Es que acaso el extremoizquierdismo tiene una causa distinta de la del oportunismo de derecha, o proviene de una fuente ideológica especial? No, compañeros, tanto el uno como el otro son posibles por la influencia ideológica de la burguesía en las filas revolucionarias, estas es para ambos su unica causa. El capitalismo existe, por consiguiente la ideología burguesa existe y lucha por corromper y controlar el pensamiento y el sentimiento de las masas para poderlas explotar mejor económicamente. La ideología burguesa, como toda ideología es un resultado de las relaciones económicas de las clases, y de su influencia no se escapan las clases explotadas, a pesar de ser la ideología de la explotación, ni se escapa el proletariado, que tiene su propia ideología, el marxismo-leninismo, ni los partidos revolucionarios que luchan por el triunfo del pueblo y de la ideología proletaria. El MOEC no podría ser la excepción de la regla. Tanto el oportunismo de derecha como el extremoizquierdismo desconocen la realidad, idealizan, trastocan el orden de las cosas y desconocen las leyes que rigen al mundo y a la sociedad. Lo que pasa es que el primero tiene como finalidad política colocarse atrás y detener el proceso revolucionario; de ahí su carácter reaccionario, liquidacionista, traidor. El segundo en sus manifestaciones políticas pretende ir más allá del proceso revolucionario, adelantarlo, y de ahí su carácter desesperado, aventurero y liquidacionista. El uno, el extremoizquierdismo, lucha por la revolución, aunque con métodos equivocados; el otro no lucha por la revolución.

Estas las diferencias políticas fundamentales de las desviaciones de las que se deduce la necesidad de estudiarlas por separado.

Trazar una línea recta divisora entre el uno y el otro es incorrecto, porque muchas veces se presentan estrechamente ligados. Resulta difícil en muchos casos saber donde termina el extremoizquierdismo y empieza el oportunismo de derecha y viceversa. Dentro del Movimiento es frecuente el fenómeno de que el oportunista aproveche las acciones desesperadas y aventureras del extremoizquierdista para alcanzar sus propósitos mercenarios. No es raro tampoco ver la trayectoria indisciplinada y aventurera del extremista desembocar en las más negras actitudes reaccionarias y de derecha. Como el “izquierdista” es un revolucionario sin brújula y sin Norte, muchos de ellos ante las primeras embestidas del enemigo se acercan a puerto seguro y apacible a restañar heridas. Entonces cambian su posición ciento ochenta grados y se convierten en defensores de los burócratas y malversadores. Con el mayor descaro y echando a saco roto todas las acusaciones contra la derecha “vendida y oportunista”, se alían con ella inopinadamente y por ella luchan, sin importarles las demostraciones de irresponsabilidad y de falta de estabilidad política que presentan con su actitud cambiante. Por eso es necesario hacer un análisis muy serio y objetivo de la historia del Movimientoy de los casos concretos en particular, para desentrañar el significado de cada posición, de cada política,de cada plan, porque no podrá aceptarse dentro del Movimiento una conducta indiferente, una actitud de entera calma unionista y de despreocupación pacífica ante tantos problemas internos, como implícitamente aconsejan los conciliacionistas.

Los oportunistas de derecha durante años responsables de la dirección nacional del Movimiento, entre ellos hubo contradicciones por el reparto burocrático y algunas veces se expulsaron y se desacreditaron entre sí. Sin embargo no se conoce un solo documento interno, donde se evalúe críticamente todos estos errores que hoy analizamos en esta reunión. Pasaron los congresos y plenos, pasaron los mártires de la revolución, surgieron nuevos acontecimientos de auge de la lucha de masas de nuestro pueblo y la camarilla dirigiendo del MOEC, no cumplió jamás con su deber de indagar las causas por las cuales el Movimiento se desprestigiaba ante los ojos de los revolucionarios y ante el pueblo. Siempre atribuyeron que la falta de autoridad del Movimiento frente a las otras organizaciones para orientar una política revolucionaria se debía al sectarismo y a la incapacidad de dichas organizaciones. Pero jamás se admitió en vía de discusión que la historia del MOEC, aunque sus militantes muchas veces no la conozcan ni la organización la haya publicado oficialmente, es conocida y analizada en amplios e importantes sectores de avanzada que no perdonan nuestros errores y que no ven justificables algunos de nuestros fracasos. Oídos sordos han puesto a las conjeturas que sobre la organización se hacen en círculos revolucionarios, en los cuales nuestro prestigio como vanguardia revolucionaria no queda bien librada. Enorme perjuicio ha reportado para la organización esta postura de sus dirigentes de no encarar con valentía el estudio de nuestra historia y reconocer honestamente nuestros errores. Esta es otra características del oportunismo en el Movimiento, su incapacidad autocrítica.

Ante todos estos hechos el deber de los revolucionarios del Movimiento es emprender la labor importantísima de aclararnos primero a nosotros mismos nuestro pasado, de tomar las determinaciones del caso y salvar el MOEC para la revolución; y aclarar después a todos los revolucionarios, y al pueblo en general nuestro comportamiento como vanguardia de la lucha popular, la causa de nuestros errores y las medidas que se han tomado para no volver a caer en ellos, con la finalidad de resarcir a la organización su autoridad política. Es crítica la hora que vivimos y es muy grande la responsabilidad, pero solo con un examen riguroso, autocrítico, de nuestras propias conductas y con una posición enérgica: Combativa y valerosa contra el oportunismo, lograremos poner las cosas en orden dentro del Movimiento. Nuestra unidad estará siempre condicionada al cumplimiento de estas dos tareas.

LAS FUERZAS MARXISTAS-LENINISTAS EN EL MOEC

El pensamiento revolucionario había de recorrer en nuestro medio un largo trecho para llegar a las fuentes seguras de su máxima expresión científica: el marxismo-leninismo. El desarrollo ideológico de las masas y clases explotadas en nuestro país ha sido por demás tortuoso y difícilmente se abrirá paso a través de las doctrinas burguesas y de las falsas concepciones de un revisionismo de más de 30 años. El enemigo explotador, desde el poder y con los medios de divulgación, educación y propaganda en sus manos, no ceja en su intento de deformar la conciencia de nuestro pueblo. Los líderes políticos de la burguesía, quienes mejor especularon durante los comienzos del desarrollo capitalista, engañaron mil veces a las clases obreras y campesinas con sus consignas liberales y sus postulados demagógicos. El pueblo pasó por muy duras y desagradables experiencias, siempre vio sus anhelos ahogados por la violencia reaccionaria y ha presenciado en innumerables ocasiones el desconocimiento a la legalidad burguesa por parte de la misma clase dominante. La agudización de las contradicciones de clase y la quema de etapas en una lucha que ha ido desde las huelgas económicas hasta la lucha armada de los campesinos en las zonas rurales, definen hoy con mayor claridad un antagonismo ideológico, cuyos puntos de referencia no son más que la influencia del pensamiento burgués en las filas del pensamiento revolucionario. Cada día se polarizan más las fuerzas de estas dos ideologías, la etapa que vivimos en el terreno ideológico es la de agudización de esta lucha por liberar al movimiento revolucionario del predominio de las falsas concepciones burguesas. La burguesía reaccionaria y el imperialismo disfrazan su penetración ideológica y política en los movimientos obreros y campesinos, con organizaciones y partidos de fachada revolucionaria. Pero las masas han demostrado su rechazo natural a estos partidos y organizaciones de la burguesía, porque ninguno los ha conducido a una lucha segura por su liberación total. Por otra parte el sentimiento anti-yanqui de nuestro pueblo, fortalecido con los últimos acontecimientos de Cuba, Santo Domingo, El Congo, Viet-Nam, donde los yanquis aparecen de cuerpo entero como lo que son, guerreristas y enemigos de los pueblos del mundo, indica que los imperialistas están siendo desenmascarados.

El MOEC ha sido desde su fundación un movimiento pequeño-burgués y como tal ha estado saturado de la ideología enemiga. Pero una práctica revolucionaria consecuente con sus consignas y creencias y el contacto con las fuerzas conscientes del proletariado universal, han fortalecido, por intermedio de una lucha interna trascendental y de grande importancia histórica, las fuerzas marxistas-leninistas. Dos causas pues, determinan la aparición y crecimiento de la ideología marxista en el Movimiento; una, la práctica revolucionaria consecuente que nos ha dejado grandes experiencias, mediante las cuales hemos asimilado las enseñanzas que arroja la lucha de nuestro pueblo, y haya comprobado palmariamente la falsedad y veracidad de las distintas teorías. Otra, el contacto de nuestros cuadros pequeño-burgueses, obreros y campesinos con la ideología proletaria, a través del estudio y comprensión de las experiencias y enseñanzas de los partidos proletarios que ha derrocado al imperialismo en sus respectivos países y que hoy luchan contra el revisionismo a escala mundial.

Esta última causa es a la vez producto de la lucha internacional de las fuerzas marxistas-leninistas contra el revisionismo. De ahí la importancia y necesidad que nosotros le damos a continuar esta lucha, de llevarla y profundizarla a todos los aspectos ideológicos y políticos, de popularizarla, de vincularla al movimiento obrero de todos los países sin excepción, porque de ella depende hoy en buena medida la victoria de los pueblos de América Latina, Asia y África y la construcción y consolidación del socialismo en las repúblicas donde los obreros han tomado el poder.

¿Cómo se han manifestado las fuerzas marxistas-leninistas en el Movimiento?

Las fuerzas marxistas-leninistas, aunque no han sido una corriente mayoritaria ni tuvieron nunca la dirección nacional de la organización, se han manifestado en varias formas: en lo orgánico han llevado a la práctica el trabajo de estilo leninista con resultados satisfactorios; en lo educativo han concentrado esfuerzos en la preparación de cuadros medios y de base y trabajan en la actualidad por elevar el nivel ideológico del Movimiento como objetivo central y en lo ideológico y político han iniciado la lucha interna contra el oportunismo y el revisionismo como única alternativa para imprimirle a la organización un auténtico carácter de partido proletario para capacitarla en todo sentido como vanguardia rectora del proceso revolucionario de Colombia.

Han aparecido las primeras formas de organización leninista en algunas regionales del país, como en Antioquia y Cundinamarca, pero de manera destacada en la primera donde el regional realiza ejemplarmente una labor organizativa y construye en esta sección un MOEC fuerte, cohesionado y disciplinado. En Antioquia empezaron a verse las tareas, se discuten las orientaciones del regional y se respeta la crítica y autocrítica. Las relaciones entre los núcleos de base y el regional se mantienen permanentemente y son regidas por los principios de la democracia y el centralismo internos. El regional de Antioquia estudia periódicamente las experiencias organizativas y va corrigiendo en la marcha las líneas inconvenientes que la práctica señala. El alto desarrollo orgánico alcanzado en el regional les ha permitido a los compañeros de Antioquia consolidar el Movimiento, a prestigiarlo ante los sectores progresistas y ante el pueblo y a la vez vincularlo seriamente a sindicatos obreros. En Antioquia queda demostrado irrefutablemente los frutos que deja un trabajo revolucionario planificado de estilo leninista, apoyándose en los propios esfuerzos y dándole más importancia al trabajo paciente entre las masas que a la charlatanería y los planes “maestros” sin sentido. Los brotes derechistas e “izquierdistas” que surgieron en algunos períodos fueron superados mediante el análisis concreto de las experiencias mediante la critica y autocrítica. Cabe destacar que la dirección del Movimiento en ninguna ocasión estudió de manera formal el desarrollo orgánico de Antioquia, ni a este regional. Por lo regular el regional de Antioquia estuvo aislado de los ejecutivos y ante los problemas de mayor envergadura no contó con la orientación planificada nacional, que no la había, sino que se vio siempre obligado a echar mano de su propia iniciativa. Las experiencias de Antioquia deben ser estudiadas por el Movimiento entero.

Es apreciable la nueva conciencia que se está formando en el Movimiento sobre la necesidad de una capacitación ideológica marxista de la militancia como base de todos los trabajos políticos y organizativos. Grandes esfuerzos concentran en la actualidad los compañeros en el estudio y preparación marxista-leninista, porque ha quedado supremamente claro que la capacitación ideológica es la premisa fundamental del partido. Aunque esto parezca apenas obvio y elemental para muchos compañeros, en el pasado no fue así. Se le daba mayor importancia a una preparación militarista y digamos hasta terrorista, que a una capacitación ideológica y política. El valor de un cuadro del partido se medía ante todo por el conocimiento que tuviera en el manejo de algunas armas y de algunos explosivos. Y en general a este tipo de preparación militarista se reducían los escasos cursos de estudio en el pasado. Era la obra del extremoizquierdismo en el aspecto educativo. La capacitación ideológica del militante se subestimaba. Hoy existe en sectores mayoritarios de la organización la creencia definida que la capacitación ideológica y política es el fundamento de todo este partido. Un cuadro con conocimientos de armas, pero sin conciencia política, es nulo. Este ha sido un paso gigantesco que se ha dado y resultó difícil y costoso darlo. Esta conciencia no estaría acentuada en el Movimiento, si la organización no hubiera recorrido ese duro camino de fracasos organizativos, políticos y militares.

En cuanto respecta a la situación interna del Movimiento la corriente marxista-leninista, empieza a tomar una posición crítica inmodificable. Frente el desorden orgánico, frente a las falsas concepciones de los oportunistas, frente a la falta de líneas políticas de dirección correctas, cuadros marxistas-leninistas, de disciplina férrea y auténtica moral proletaria, ha respondido enérgicamente y han iniciado una lucha interna sin procedentes en los anales de la organización. Se exige a todos los compañeros, especialmente a los responsables de la dirección nacional, el balance objetivo y sincero de nuestro pasado y la perentoria modificación de los procedimientos mercenarios y de la irresponsabilidad manifiesta de tolerar los vicios y criterios contrarrevolucionarios que se han enquistado en el Movimiento con patrocinio de todos los ejecutivos. Se exige una autocrítica satisfactoria de todos los errores cometidos, un análisis científico de las causas que los han generado y un señalamiento inmediato de las medidas que se deben tomar para sacar a la organización del pantano en que se encuentra. Esta posición revolucionaria de la lucha contra el oportunismo es la más clara manifestación de las fuerzas marxistas-leninistas del MOEC. De esta lucha depende el futuro del MOEC. Esta lucha interna despejará nuestro panorama político y revolucionario y se llevará siempre adelante por la conversión del Movimiento en un verdadero partido de vanguardia. Y esta lucha interna no se interrumpirá nunca por la conservación marxista-leninista de nuestro partido, antes y después del triunfo.

La falla fundamental de las fuerzas marxistas del Movimiento en la actualidad, es la carencia de coordinación y cohesión frente a los complejos problemas que tenemos. La lucha interna no puede llevarse en esta forma, por lo tanto la tarea principal, compañeros, es la de lograr una identificación mayor en la estructuración teórica y orgánica y en la planificación de los trabajos. Hay claridad en las fuerzas marxistas-leninistas sobre la lucha interna, sobre la necesidad de la construcción del partido, sobre las relaciones internacionales, sobre la base de apoyo armado, sobre el frente unido, sobre la línea de masas y las organizaciones de masas, etc, pero es urgente profundizar más sobre estos problemas, llevar con mayor empuje a la práctica nuestras concepciones, vincularnos efectivamente a las masas obreras y campesinas. Todo esto para lograr la unidad sólida basada en los principios.
Qué otras tareas deben encarar las fuerzas marxistas-leninistas? Las fuerzas marxistas-leninistas deben encarar todas las tareas de la revolución. Profundizar el pensamiento proletario, investigar nuestra historia y nuestras condiciones y luchar decididamente en todos los frentes contra las doctrinas burguesas. Trazar una orientación teórica que sea aplicable a las condiciones de Colombia, vincularnos a las masas obreras y campesinas, crear y fortalecer el Movimiento (nuestro partido marxistas-leninista), el frente unido y el frente armado. Desarrollar resueltamente la lucha interna contra las tendencias oportunistas y darnos una vida de partido marxista-leninista.


Capítulo V
LA LUCHA INTERNA

¿Cuál es la razón de ser del MOEC?

La razón de ser del MOEC es la revolución, persistir en ella y llevarla hasta la construcción comunista de la sociedad. El Movimiento no es un fin, sino un medio para alcanzar un fin; la revolución. En este sentido el Movimiento es un instrumento de la clase obrera para vencer a su enemigo burgués. El partido es una necesidad impostergable, irreemplazable. El partido sirve a la revolución; pero esta es imposible sin aquel.

Las clases cuando luchan entre sí dentro de las sociedades de explotación, recurren a todos los medios para prevalecer. Cada clase tiene su propia concepción del mundo, del hombre y de la sociedad (las doctrinas y políticas) y sus propias organizaciones rectoras (los partidos). A la clase oligárquica de Colombia le parece que nuestra sociedad tal como está es aceptable y lógica, justifica a como de lugar la doble explotación que ejerce con el imperialismo a los obreros, a los campesinos y al pueblo en general; dice que el mundo siempre ha sido igual, dividido sin remedio entre príncipes y vasallos, afortunados y desgraciados, ricos y pobres. A través de la “gran prensa” y todo su aparato propagandístico confunde al pueblo con versiones mentirosas sobre los acontecimientos diarios y ensalza a los verdugos más deshonestos e inmorales de su fauna dirigente. Crea sus propios partidos (conservador, liberal, MRL) para organizar el apoyo a sus gobiernos y a sus privilegios exclusivos de amos absolutos. Se le oye pregonar que sus partidos, sus gobiernos, sus fuerzas armadas, son de todo el pueblo y que representan por igual los intereses de los explotadores y explotados. Predica el entendimiento entre las clases, la paz entre el señor y el siervo, entre el capitalista y el obrero, falseando la tremenda realidad de la explotación y esclavitud que ejerce violentamente sobre las clases dominadas.

Por su parte la clase obrera también tiene su propia ideología: el marxismo-leninismo, que explica científicamente el mundo y todas las leyes que lo rigen, con su concepción materialista del hombre y de la sociedad. Como clase explotada es revolucionaria, y predica que el mundo burgués no es la cumbre del desarrollo histórico que la situación actual, es superable, que el gran paso es la colectivización de los bienes y medios de producción y la instauración de las relaciones socialistas y comunistas posteriormente. Reconoce ampliamente la lucha de clases. Investiga y defiende la verdad porque esta le conviene. A la clase obrera le interesa conocer a fondo las relaciones capitalistas de producción, las consecuencias de la esclavitud del trabajo asalariado, la situación real del pueblo, porque en la existencia real de la explotación y la miseria está la fuerza de sus argumentos convincentes y la justeza de su lucha. La clase obrera necesita, más que la burguesía, del partido para preservar su ideología, organizar al pueblo y lograr la victoria. Este problema del partido es para el proletariado asunto de vida o muerte. La clase obrera participa en la lucha política como algo fundamental de su existencia, porque es su liberación lo que está en juego. El partido es el alma de su política.

Quiere decir lo anterior que todos los obreros de Colombia comprenden esto de la necesidad del partido? No. Una inmensa cantidad de los obreros del país, a pesar de que efectúan una lucha económica y política, desconocen estas cosas básicas, y hasta se matriculan en los partidos de la oligarquía. Por qué? Porque la educación y la propaganda impartida por la burguesía los convence, digamos mejor los corrompe, y se dejan engañar. Por eso el elemento revolucionario consciente, o sea el dirigente marxista-leninista, está llamado a desempeñar un papel de primera magnitud en esta lucha por la creación del partido y de la conciencia de la clase obrera.

Hemos visto como en el MOEC subsisten los vicios y las desviaciones antirrevolucionarias, lo que demuestra que la organización partidista del proletariado no se escapa, tampoco de la influencia enemiga. Tener un partido marxista-leninista no significa lograr algo especial que se pueda preservar totalmente de la contaminación de la ideología burguesa. El estar el partido a la vanguardia del bando obrero no lo aparta de las influencias del bando burgués, porque el partido del proletario tiene que enfrentar una realidad saturada por la ideología, las costumbres y la moral de la clase dominante, es decir, enfrentar la sociedad capitalista contra la que lucha para transformarla. El partido como la clase obrera no puede escapar a ese medio burgués; inevitablemente se verá asediado por la ideología burguesa, inclusive después de la toma del poder.

La ideología y las costumbres de la burguesía penetran con mayor facilidad al partido, cuando no se hace una severa selección de clase y se permite un porcentaje considerable de militantes de extracción pequeño-burguesa frente al elemento obrero. La experiencia del MOEC corrobora este hecho. La historia de otros partidos revolucionarios también comprueban lo mismo. El Partido Comunista de Colombia, que lo controlan la burguesía y la pequeña-burguesía oportunista, ha traicionado a la clase obrera y a la revolución. Muchos otros como el FUAR, terminaron desapareciendo, sin lograr nunca colocarse a la vanguardia del proceso revolucionario. Si profundizamos más estos ejemplos de los partidos revolucionarios que se han quedado al margen de la revolución, encontraremos en todos ellos un denominador común: la influencia predominante de la ideología burguesa.

Qué se desprende de este peligro en que vive el Movimiento por la infiltración de la ideología enemiga en sus filas? De este peligro se desprende la necesidad de la lucha interna dentro del Movimiento. El enemigo interno produce casi siempre mayores estragos que el enemigo externo. Se acepta comúnmente que la mejor manera de vencer una plaza es desde dentro. Por eso hay que luchar internamente en el partido y entender que esta lucha es parte de la lucha de clases en general que se libra fuera del partido. Reconocer el peligro de la infiltración ideológica enemiga en el Movimiento, no significa reconocer que el triunfo sobre el oportunismo es imposible. Precisamente la lucha interna se desarrolla para expulsar de la organización todos los residuos burgueses que hayamos recogido en el camino. El triunfo de las fuerzas marxistas-leninistas es inevitable y la experiencia de muchos partidos comunistas del mundo lo confirman.

UNIDAD Y DIVISIÓN

Actualmente en el MOEC se desarrolla una lucha interna aguda, que llega a profundas divisiones orgánicas. Las fuerzas revolucionarias han tomado una posición critica contra el oportunismo y exigen la rectificación completa de todos los errores que hemos venido analizando en el presente material. Piden la liquidación terminante de las prácticas mercenarias, de las conductas liberales, del oportunismo en síntesis, y se han enfrentado con valor a todos los oportunistas, a quienes desenmascaran ante la militancia. Muchos compañeros del Movimiento han sido sacados del engaño y han elevado considerablemente la capacidad ideológica en la participación de la lucha interna.

Sin embargo existe aún compañeros, que por falta de profundizar más en el estudio de las contradicciones internas, inclusive debido también a que algunos compañeros no comprenden porqué hay lucha interna en el Movimiento, se desesperan, levantan los brazos al cielo y anatematizan la “división y el caos”. “Oh la división¡”, exclaman: y suplican por la unidad: “Estábamos mal – reconocen – pero la división es peor”. Estos compañeros creen que la lucha interna se desarrolla sin necesidad y que es la causa de la división. Cuando se hace un análisis superficial se llega a conclusiones erróneas como esta y no se puede efectuar una práctica acertada para resolver las contradicciones.

La división en el partido es producida por la presencia de intereses contrarios a la revolución dentro de sus filas. Todo lo que vaya en contra de la naturaleza del Movimiento, de sus principios marxistas-leninistas, de sus objetivos revolucionarios, es causa de la división. Por eso toda división en el partido es consecuencia de la labor enemiga, de cuya influencia no se escapa, como ya vimos, la organización marxista-leninista. La clase dominante mina la vanguardia proletaria con su ideología, sus creencias a través de los elementos vacilantes, de inclinación burguesa y bajo nivel ideológico. Allí donde en el partido aparezca el germen de la influencia burguesa enemiga, se desarrolla un proceso divisionista que debemos combatir para proteger la unidad. La lucha interna contra los errores y desviaciones es a la vez una lucha por la unidad, porque solo la ideología marxista-leninista, su práctica correcta para hacer la revolución, produce la unidad indisoluble del partido.

Veamos un ejemplo: en un organismo de base del Movimiento, en una célula un compañero comienza a dar una prueba de indisciplina, no cumple a cabalidad con las tareas que se le encomiendan, muestra pereza y despreocupación por las cosas de la revolución, se le ha visto perdiendo el tiempo en placeres que fomenta la burguesía, como el alcohol, etc. Este compañero no tiene una conducta revolucionaria, y para justificar su baja moral se le oye decir: “No debemos ser tan exigentes. Nadie tiene porqué fiscalizar la vida íntima de cada uno”. La célula afronta un caso concreto en que se quiere introducir en el Movimiento conceptos y prácticas contrarios al espíritu revolucionario de clase y a la ideología marxista-leninista. La contradicción se desarrolla, y hay que hacer algo, porque la unidad de la célula está amenazada. La crítica de los malos procederos del compañero se hace y se le refutan sus conceptos liberales y burgueses. La célula estudia y consulta la experiencia del Movimiento y trabaja así por la unidad, haciéndole claridad al compañero equivocado. El compañero reconoce sus errores, se hace una autocrítica sincera, rectifica sus expresiones antirrevolucionarias y en la práctica da muestras de interés y cumplimiento a cabalidad de sus responsabilidades. Qué ha pasado en la célula? Se ha logrado la unidad, en la única forma posible, consolidando el espíritu revolucionario y las concepciones marxistas.

Hubo un brote divisionista que fue dominado en su nacimiento. Los compañeros que hicieron la crítica y consultaron la teoría revolucionaria, lucharon internamente y lograron la unidad.

Pero si el desarrollo de la contradicción de la célula hubiese tomado otro rumbo, a causa de que los compañeros no le dieron importancia a la conducta errónea y a las expresiones burguesas del militante indisciplinado, o a causa de la superficialidad en el análisis, no se hubiera comprendido la gravedad de los errores ni la critica se hubiera hecho, entonces la célula tomaría una actitud conciliacionista. El compañero equivocado reafirmaría su posición e influiría sobre los demás compañeros con sus conceptos conciliacionistas. La cuestión sería más difícil, la contradicción sería más honda y la división de la célula sería inevitable. Habría que recurrir al organismo superior y hasta tomar medidas de sanción. En este caso la influencia enemiga se consolidó en la célula y produjo la división; los demás compañeros no lucharon internamente, no lucharon por la unidad.

En este sentido unidad y lucha son dos términos inseparables. La unidad nunca la conseguiremos dentro del Movimiento si no luchamos internamente de manera constante por el predominio de la ideología proletaria y por la aplicación de las líneas estratégicas y tácticas que le den victorias al proletariado y a las masas antiimperialistas.

Qué equivocados están los compañeros que pregonan la unidad como un acuerdo al margen de los principios, o creen que la división obedece a caprichos personales de los más caracterizados representantes de las tendencias en pugna. La unidad no se consigue haciendo la unidad. Hacer la critica y atacar al oportunismo es para muchos oportunistas de “borrón y cuenta nueva”, porque a estas horas no estamos para divisiones ante el auge de otros grupos revolucionarios. Estos compañeros alegan cosas por el estilo, no comprenden, por falta de un estudio más profundo de las contradicciones actuales del Movimiento, que la unidad con los oportunistas es ahondar la división, hacerla más irreparable en un futuro cerca, es la liquidación definitiva del Movimiento y es la traición a la revolución.

Por qué actualmente las contradicciones internas del Movimiento llegan a divisiones orgánicas? Precisamente porque en el pasado se concilió con los mercenarios no se rectificaron las falsas concepciones y el oportunismo hizo carrera en la organización logrando grande influencia en muchos compañeros engañados de la base. Hoy criticar lo que se había tomado como justo durante años, investigar profundamente nuestra historia y señalar todos los vicios ideológicos, políticos y organizativos que hemos incubado, es una tarea dura que se venía postergando y agravando. Los oportunistas no tienen la menor intención de cambiar sus prácticas mercenarias, ni de reconocer el concepto filibustero de su internacionalismo, ni cejar en sus indisciplinas, justifican el estancamiento que en todos los ordenes ha tenido la organización y la responsabilidad que le compete como causantes directos de este estancamiento. Antes por el contrario riegan calumnias, señalan a quienes lo critican como divisionistas y continúan engañando a algunos compañeros con falsas promesas (14). Esta actitud de los oportunistas, esta incapacidad suya de no reconocer ni rectificar los errores, lleva las contradicciones internas a una situación antagónica, con divisiones orgánicas. Sin embargo este fenómeno, no se ha presentado exclusivamente en el MOEC, como algunos compañeros lo creen, sino que lo han vivido otros partidos comunistas en situaciones mucho más difíciles que la nuestra. La lucha interna es el precio que exige el fortalecimiento del partido.

Veamos lo que dice Mao Tse Tung, al tratar el problema de las contradicciones internas en el partido:
“Como hemos señalado, la contradicción entre las ideas correctas e incorrectas dentro del partido comunista es el reflejo en el partido de las contradicciones de clase, mientras existen las clases. Al comienzo o en lo que se refiere a ciertas materias aisladas, tal contradicción, no se manifiesta necesariamente de inmediato como antagónica. Pero con el desarrollo de la lucha de clases puede también desarrollarse y transformarse en antagónica. La historia del Partido Comunista de la URSS, nos muestra que la contradicción entre las ideas correctas de Lenin y Stalin y las ideas incorrectas de Trosky, Bujarín y otros, tampoco se manifestó al comienzo de un modo antagónico, pero posteriormente se desarrolló y se convirtió en antagónica.

Un caso similar ocurrió en la historia del Partido Comunista de China. La contradicción entre las ideas correctas de muchos de nuestros camaradas en el partido y las ideas incorrectas de Chen Tu Siu, Chang Kuo Tao y otros, tampoco se manifestó al comienzo de un modo antagónica, y si los camaradas que han cometido errores son capaces de corregirlos, no llegará al antagonismo. Por consiguiente el partido debe llevar a cabo, por una parte, una seria lucha contra las ideas incorrectas, y por la otra, deben dar a los camaradas que han cometido errores, oportunidad suficiente para que se den cuenta de ellos. En tales contradicciones, es obviamente inadecuado librar una lucha excesiva. Pero si aquellos que han cometido errores persisten en ellos y los agravan, entonces la contradicción tiene posibilidades de convertirse en antagónica” (15).

De manera, como hemos visto toda contradicción dentro del partido es reflejo de la lucha de clases que se libra fuera de él; toda contradicción en el partido se desarrolla entre la ideología enemiga infiltrada y el marxismo-leninismo. Lo que pasa es que estas contradicciones del partido, como lo señala Mao, no llegan a ser antagónicas, no llegan a divisiones orgánicas, sino cuando los que defienden las falsas ideas en el seno del partido, no solo no reconocen sus errores y equivocaciones, sino que persisten en ellos y los agravan. Es decir, cuando la realidad ha demostrado las inconveniencias de las concepciones oportunistas y las críticas que se hace a los oportunistas son rechazadas por estos en un abierto y descarado enfrentamiento con el partido y con la revolución. Por eso el elemento crítico y autocrítico cobra hoy para nosotros todo su valor como herramienta, para depurar y fortalecer el Movimiento, y la posición que se tome frente a esta herramienta define al oportunista y al revolucionario.

Los oportunistas alegan otras cosas. Por ejemplo que el procedimiento que hemos llevado en la lucha interna ha sido equivocado porque no hemos respetado los estatutos y demás normas organizativas. Cuáles estatutos? Esos estatutos liberales que la organización y sus más destacados dirigentes han olvidado por incongruentes? Cuáles normas organizativas, las que los oportunistas nunca cumplieron y a las que hoy recurren hipócritamente con la efímera esperanza de que no se ahonde la crítica de sus pasados ni se corrijan sustancialmente sus conductas? Muy pobre la argumentación de estos señores leguleyos. Las normas leninistas del partido las cumplimos; pero también cumplimos con los demás principios marxistas-leninistas. El revolucionario hace vida de partido en su organismo, practica permanente la moral proletaria, cumple con todos sus deberes revolucionarios y lucha por hacer de su partido una verdadera vanguardia leninista, y no espera para hacer estas cosas cuando se lo requieran o cuando lo estén mirando. Pero por sobre todo la organización leninista es un medio para la revolución, sus normas organizativas no le sirven más que a la revolución.

La organización leninista no es posible concebirla, con sus principios organizativos, con su disciplina férrea, si va dirigida a impulsar la revolución. Mal podría haber una organización leninista, respetando las normas leninistas de organización, al servicio del oportunismo. Por eso los oportunistas no pudieron crear nunca una organización leninista, el MOEC ha sido tradicionalmente un partido con normas organizativas liberales, precisamente porque estaba al servicio de prácticas mercenarias y porque las concepciones del oportunismo eran las que prevalecían.
La última argumentación de los oportunistas es la de que la corriente que dentro del Movimiento los critica, debe someterse a su disciplina porque los representantes de esta corriente en el último Comité Ejecutivo son la minoría de este organismo; y lanzan acusaciones de “liberalismo” porque hemos desconocido este organismo salido del IV Plenum. El principio de que la minoría se debe someter a la mayoría ha de cumplirse rigurosamente dentro del partido. Pero este principio organizativo, como todos los demás, está basado en el supuesto de que el partido sirve a la revolución, es su destacamento más avanzado. Pero cuando la mayoría del partido es traidora a la revolución, el cumplimiento de esta norma es igualmente traidor a la revolución. No se puede exigir el cumplimiento de unos principios a la vez que se violan otros. La burguesía no tiene inconveniente de aceptar ciertas cuestiones fundamentales del marxismo, pero rechaza otras, para lograr una revisión hábil de la doctrina proletaria. Así los oportunistas piden únicamente el cumplimiento de los principios que les convienen y sobre todo cuando les convienen.

Leamos un aparte de Stalin en que se refiere a la política de principios practicadas por Lenín:
“Los jefes de un partido no pueden menospreciar la opinión de la mayoría de su partido. La mayoría es una fuerza que un jefe no puede dejar de tener en cuenta. Lenín lo comprendía bien como cualquier otro dirigente del partido. Pero Lenín nunca fue prisionero de la mayoría, sobretodo cuando la mayoría no se apoyaba en una base de principios. Hubo momentos en la historia de nuestro Partido en los que la opinión de la mayoría o los intereses momentáneos del Partido chocaban con los intereses fundamentales del proletariado. En tales casos, Lenín, sin vacilar, se ponía resueltamente al lado de los principios, en contra de la mayoría del Partido. Es más; en tales casos no temía luchar, literalmente, solo contra todos, estimando, como decía a menudo, que “una política de principios es la única política acertada” (16).

En nuestro caso, dentro del Movimiento, no podemos rendirnos ante la mayoría del Comité Ejecutivo Nacional, porque ello significa la aceptación del mercenarismo, de la piratería internacional y del oportunismo en todas sus expresiones. Sería traicionar a la revolución y al pueblo. Esta es una etapa difícil que exige tomar determinaciones de gran trascendencia. Se cumple un proceso de fortalecimiento de las fuerzas leninistas y de debilitamiento progresivo de las fuerzas oportunistas. El Movimiento dará un gran salto dialéctico para convertirse en un partido marxista-leninista. La línea interna a seguir es la de apoyar las fuerzas marxistas-leninistas del Movimiento, rodearlas y colaborar con ellas en su lucha por aislar y derrotar a los oportunistas. Los principios organizativos de respetar la mayoría, de someter los organismos inferiores a los superiores, del centralismo democrático, de la dirección colectiva, etc, los vamos a tener muy en cuenta y los vamos a cumplir en las relaciones orgánicas de las fuerzas revolucionarias, nos daremos una vida de partido para fortalecer las fuerzas revolucionarias en su lucha interna y externa. Este será el nuevo MOEC. El camino de la unidad es el camino de la lucha contra el oportunismo.

LUCHA INTERNA Y PRÁCTICA REVOLUCIONARIA

Se generaliza peligrosamente la creencia de que se está perdiendo demasiado tiempo y demasiadas energías en la lucha interna. Cosas iguales o por el estilo se les oye decir a muchos compañeros militantes de base, que preocupados por la situación actual de división en que se encuentra el Movimiento, desean un avance organizativo rápido, sin tener en cuenta las condiciones concretas en que se desarrollan el partido y la revolución. Da la impresión que la lucha interna, por exacerbada y por haber golpeado en todos los niveles está perjudicando al Movimiento y lo está distrayendo de sus tareas importantes. En este error se ha incurrido por concebir una lucha interna apartada de la práctica revolucionaria.
Hay compañeros que creen que la lucha interna es una discusión interminable sobre unas mismas cosas y que en esta discusión se van a resolver todos los problemas por eso concluyen que la lucha interna estanca la organización y aconsejan que le dediquemos más tiempo a fortalecer los regionales. Que dejemos a la lucha interna los ratos libres.

No todos los caminos conducen a la revolución, sólo hay uno, el científico, el que conoce las condiciones de Colombia, y ese debemos hallar y señalárselo a los revolucionarios. La lucha interna es la contienda de la concepción marxista de la revolución contra uno o más concepciones falsas de la revolución. Cada concepción tiene puntos de vista muy diferentes, diametralmente opuestos, sobre la organización del partido, sobre la lucha armada, sobre el internacionalismo proletario, sobre la línea de masas, como ya lo estudiamos. Si tomamos los criterios oportunistas como guía para realizar estas tareas obtendríamos dividedos desastrosos, no haríamos avanzar la revolución, continuaremos postrados ante el liberalismo y la irresponsabilidad, como si nada hubiéramos aprendido en estos siete años de duras experiencias. De tal manera que el problema no lo podremos reducir a “trabajemos por el fortalecimiento de la organización”, sin importarnos qué criterio vamos a seguir. No se trata de llevar adelante la revolución en abstracto, sino de saber ante todo cómo, con qué métodos, teniendo en cuenta qué condiciones, cumpliendo qué leyes la vamos a impulsar. En este sentido la discusión actual de la lucha interna es para definir con claridad meridiana las cosas que haremos de aquí para arriba, aprovechando nuestra experiencia, porque veníamos muy mal. No se discute para matar el tiempo como creen equivocadamente algunos compañeros.

Separar la lucha interna de la práctica revolucionaria es conciliar con el oportunismo. La lucha interna hay que llevarla a la realización de una práctica correcta, los oportunistas no crean organismos leninistas, nosotros si vamos a crearlos. Si los oportunistas persisten en especular con la solidaridad de los partidos y los pueblos hermanos (la que pronto se les agotará) y con los planes fantásticos, nosotros vamos a basarnos en nuestros propios esfuerzos y a planificar objetivamente. Si los oportunistas no le reconocen ningún valor a la critica y autocrítica, nosotros vamos a hacer buen uso de ellas. Son dos concepciones distintas y a la vez dos prácticas distintas. Si no llevamos a la práctica nuestras concepciones revolucionarias, antioportunistas, no sabremos nunca si tuvimos la razón. Hasta ahora tenemos un criterio definido sobre algunos problemas capitales de la revolución y sabemos de los resultados negativos y liquidacionistas del oportunismo. También conocemos parte de la experiencia universal del proletariado en su lucha revolucionaria, estudiada por muchos compañeros. De estos principios y leyes, de lo que se trata ahora es de comprobar si estas normas, estos principios y estas leyes le dan victorias a las fuerzas revolucionarias para continuar aplicándolas, para ello debemos llevarlos a la práctica. Así trabaja y aprende el verdadero marxista.

DEBEMOS PROFUNDIZAR Y EXTENDER LA LUCHA INTERNA

La superficialidad es una de las fallas comunes y corrientes en el Movimiento y consiste en que los militantes en su gran mayoría están acostumbrados a mirar los problemas de la organización a vuelo de pájaro, se contentan con el conocimiento de los fenómenos aislados y más visibles y de las contradicciones externas. Estamos obligados a conocer profundamente las causas que originaron la lucha interna, observar y estudiar todos y cada uno de los aspectos de las contradicciones internas, aisladamente y en conjunto, y sacar conclusiones. Por eso hemos insistido hasta el cansancio sobre la necesidad de partir del análisis objetivo de nuestra historia para comprender porqué fueron desenmascaradas y porqué debemos combatirlas. Esta labor será lenta y difícil por la carencia de balances e informes verídicos de nuestras experiencias.

Todos los organismos regionales deben escuchar a los compañeros que puedan dar claridad sobre nuestro pasado y sobre la situación actual de la lucha interna, investigar la objetividad de todos los informes y aclarar los puntos oscuros. Igualmente deben capacitar a los compañeros de menor nivel ideológico para que puedan desmenuzar y comprender todos los problemas que tenemos. Si no hacemos estos trabajos para profundizar y extender la lucha interna, continuaremos en el mismo liberalismo que hasta hoy y seguiremos flotando en el ambiente de la superficialidad y de la irresponsabilidad.

Veamos a manera de ejemplo una situación muy típica a que llegan muchos compañeros que no profundizan en el estudio de las contradicciones internas. La división entre oportunistas y revolucionarios la limitan a la diferencia entre ladrones y no ladrones. Que a tal oportunista no se le ha comprobado ningún robo a la organización, pues entonces es un revolucionario integral. Al oportunista lo clasifican en general por la mayor o menor cantidad de recursos que malversó. Esto es observar apenas una manifestación muy visible del oportunismo en el Movimiento y juzgar por ella a todo el oportunismo. Es además tener en cuenta únicamente las consecuencias del oportunismo en un campo y al mismo tiempo despreocuparse de las causas que hacen posibles estas consecuencias y de las desviaciones ideológicas, de principio, que implican las aberraciones oportunistas en todos los campos políticos, organizativo, militar. Resulta muy fácil para cualquier compañero honesto de la organización decir si el robo de dineros es algo bien hecho o mal hecho. Si le preguntáramos a una persona revolucionaria que no esté en el Movimiento qué concepto le merece estos errores, nos respondería que el desfalco a la causa del pueblo es una falta grave. Inclusive los oportunistas pregonan que está mal el robo de dineros, que es una falla fusilable tratando de eludir sus responsabilidades en otros aspectos. Pero si nosotros le preguntáramos a varios compañeros, de esos que están acostumbrados a los análisis superficiales, que nos dijeran lo que se debe hacer para evitar en el futuro que se repita en el Movimiento esta misma clase de errores, estamos seguros también que no darían la solución o las soluciones acertadas; varias respuestas se oirían, todas igualmente ineficaces, simplemente porque quien no conozca la verdadera raíz de las fallas, quien no vaya hasta las causas de las mismas, hasta las condiciones que las hicieron posibles, quien no conoce multilateralmente la situación interna y no sepa con posición científica la etapa actual del desarrollo del Movimiento, mal podría dar para estos problemas una solución acertada que debe contemplar todas estas cosas necesariamente.

El robo de dineros está íntimamente ligado a las otras concepciones falsas de los oportunistas, como el criterio mercenario del internacionalismo, la violación del principio de basarnos en nuestros propios esfuerzos, el desconocimiento de las normas leninistas de organización, el estímulo a las manifestaciones extremoizquierdistas, la falta de planificación y vigilancia revolucionaria, etc. El fenómeno del desfalco de los recursos de la organización no está aislado de las otras concepciones oportunistas. Una de estas lo estimulan, otras lo pretenden justificar. Para erradicar todas las falsas concepciones, la ideología burguesa infiltrada en el Movimiento, son muchos los trabajos que tendremos que efectuar los revolucionarios; no se resuelve el problema diciendo “póngase compañeros honestos en los cargos de finanzas”. Los compañeros que reciocinan así no nos resuelven, primero el problema cómo se forman esa clase de revolucionarios, cómo se garantiza que llegarán a esos cargos, cómo conseguir una vigilancia efectiva a la planificación que se haga, en fin, cómo imprimirle a la organización un ritmo de trabajo orgánico: Dar soluciones a la ligera es lo mismo que hablar por hablar.

La superficialidad de otros compañeros aconseja que para ganar la lucha interna basta con expulsar del Movimiento a dos o tres elementos indeseables y responsables de grandes errores. Si así ganáramos la lucha interna contra el enemigo el problema no resultaría al fin de cuentas ni tan complicado ni tan difícil. Pero la organización no avanzará nada, no expulsará las falsas estratégias y los falsos teóricos, mientras no se aclare ella misma todos sus problemas, mientras no tome las medidas efectivas y prepare las condiciones necesarias para que jamás se vuelvan a presentar estos mismos problemas.

Por otra parte la falta de profundidad y extensión de la lucha interna favorece al oportunismo. Ya tenemos experiencias en las que los oportunistas sacan ventaja del conocimiento superficial de los problemas por parte de la militancia. Al oportunista le interesa ahora más que nunca confundir “teorizar” en su defensa, inventar y tergiversar la interpretación de los acontecimientos. El ambiente de superficialidad, de ausencia de rigor científico en el estudio de los problemas, lo aprovecharon hasta el máximo los elementos oportunistas y le fomentaron sistemáticamente. Hoy no les queda más remedio que persistir en esa actitud. “Confundir, tergiversar, acallar”, será el lema de combate de los oportunistas. Mauricio Torres es uno de los que nos habla de sus grandes sacrificios por la revolución, de que él no se ha quedado con un solo centavo del Movimiento (por lo tanto no es oportunista), de que su lucha contra el oportunismo y el revisionismo data de muchos años, etc. Si nosotros no tenemos un conocimiento completo y profundo del papel que ha desempeñado Torres en el Movimiento, a lo peor le vamos a creer todo lo que nos dice y a tomar una posición conciliacionista frente a sus errores. Pero si él mismo se autodetermina la tendencia marxista-leninista de la organización¡ Y llega, incluso, a pregonar que él empezó a luchar contra el revisionismo en nuestro país antes de que los compañeros chinos, con el Presidente Mao a la cabeza, desenmascaran públicamente a Kruschev y a sus secuaces¡ Qué podremos responder a estas cosas, si no hemos leído ni estudiado los escritos de Torres y no conocemos su práctica en las filas revolucionarias? Solo investigando la trayectoria de Torres en la organización sabremos a ciencia cierta que él no luchó decididamente contra el oportunismo, sino que concilió; que en sus escritos anteriores a la controversia pública de los chinos contra el revisionismo, no aparece por ninguna parte claridad sobre quién es Kruschev (Torres recomienda en sus “Dos Tendencias en la Revolución Colombiana” a Nikita Kruschev como lectura de estudio para investigar las distintas vías de la revolución), que sus planteamientos sobre la construcción del partido y sobre la unidad en el partido son oportunistas; que suele hacer una interpretación de la historia del Movimiento acomodada a sus intereses personales, en la que se cuida de pasar por inadvertidos sus errores contra la moral y la disciplina proletarias, etc. Entonces si estaríamos en condiciones de explicar al Movimiento entero, inclusive al mismo Torres y a sus seguidores, el verdadero significado ideológico y político de la tendencia “marxista-leninista” y de someter a critica toda la espuma de su teoría revolucionaria, toda su charlatanería y todo su cacareo sin sentido. Entonces si le podríamos explicar a Torres que su oportunismo no consiste en malversar recursos de la revolución, sino en algo tan grave o más grave, como en haber conciliado con los mercenarios, en persistir en planteamientos liquidacionistas que la práctica desahució, en burlarse del Movimiento y tergiversar su historia (17).

Extender la lucha interna a todos los compañeros de la organización es decisivo para desenmascarar y derrotar a los oportunistas. En esta lucha interna los oportunistas pretenden ganarse el mayor número de militantes utilizando la táctica de engañar a unos, conciliar con otros, haciendo las paces con los más, fomentando al extremoizquierdismo. Algunos compañeros honestos colaboran temporalmente con los oportunistas porque desconocen la otra cara de la moneda. A esos compañeros hay que hacerles llegar nuestros puntos de vista, discutir con ellos y buscar una identificación a base de la critica y autocrítica. No se debe conciliar con los errores de nadie ante el imperativo de aislar a los oportunistas.
Extender la lucha interna a todos los compañeros de la organización es vincular a la militancia entera a las tareas de la construcción y del fortalecimiento del partido leninista.

IMPORTANCIA DE LA ACTUAL LUCHA INTERNA

Finalmente, compañeros, tenemos conciencia plena de lo que para nuestra organización significa esta lucha interna. Abarquemos todas las condiciones en que nos hallábamos: el Movimiento sumido en la anarquía orgánica total, sin organismos funcionales, sin cohesión interna, sin dirección, a la buena de la iniciativa espontánea de los mejores militantes. Nuestros enemigos supieron aprovechar bien esta situación, difundieron a los cuatro vientos nuestros errores que abultaron y nos calumniaron; el prestigio de los primeros años del MOEC se vino abajo entre los grupos revolucionarios y entre las masas. Supimos de organizaciones revolucionarias respetables que prevenían a las masas sobre el Movimiento y que saboteaban sistemáticamente las labores políticas de nuestros cuadros, porque conocían nuestra situación interna y eran conscientes de que el oportunismo, controlaba la dirección de la organización. En este ambiente de las orientaciones que a veces impartía el Movimiento o los esfuerzos de unidad que hicimos, aún dentro del mismo Frente Unido del Pueblo, caían en el vacío. En verdad carecíamos de autoridad política frente a estas organizaciones y frente al pueblo para trazar directrices revolucionarias, mientra no aclaráramos nuestra posición, no nos autocriticáramos de nuestros errores y mientras no limpiáramos la casa.

En el exterior nuestras relaciones con partidos y pueblos revolucionarios han llegado a su punto más bajo por las mismas razones. Queda demostrado hasta la saciedad el fracaso estruendoso de las direcciones oportunistas, muchos compañeros comprendieron de tiempo atrás esto y comenzaron a marginarse del trabajo orgánico. Todos los síntomas indicaban que el Movimiento perdía cada vez más su puesto de vanguardia y era desplazado por otros grupos revolucionarios más jóvenes.

Pero la razón de ser del MOEC no ha desaparecido. La necesidad de la revolución colombiana continúa vigente, hoy con mayor urgencia y desesperada impaciencia de las masas; nuestra clase obrera carece de un partido marxista-leninista...