El encuentro de Hato Grande

EL ENCUENTRO DE HATO GRANDE

Por: Iván Márquez / Integrante del Secretariado de las FARC

En Hato Grande, al norte de Bogotá, ocurrió por estos días el reencuentro del espíritu de Bolívar con el de Santander; el encuentro de un hombre que llegó de Caracas hablando de humanidad y de su inmenso amor por Colombia, con otro que lo esperaba totalmente acorazado contra gestos de humanidad y una gran aversión por la Colombia de Miranda y de Bolívar.

Al del Palacio de Nariño se le miraba sonriente sólo cuando firmaba los acuerdos ventajosos que le ofrecía la generosidad del visitante hermano de los pueblos, pero se transfiguraba en intransigencia cerril, insólita, cuando se refería al acuerdo de canje humanitario. El del Palacio de Miraflores era prudencia, respeto por las partes contendientes, y deseo destellante de ayudar a la paz de Colombia. Sabía de la exigencia del despeje de Pradera y Florida, y de la posición de las FARC, de que para que haya canje se debe dar y recibir…

El Presidente que venía de “la cuna de la libertad americana” es el más rutilante oficial de los soldados de Bolívar, que regresa en el sueño colectivo de independencia, justicia y dignidad, a terminar su obra, a reconstruir la Colombia de sus sueños con la mira puesta en la unidad de los pueblos de Nuestra América, en la gran nación que habrá de erigirse en esperanza del universo. El otro, en cambio, desciende de Santander, el que destruyó a Colombia siguiendo al pie de la letra las instrucciones y las intrigas del entonces gobierno de Washington, del cabecilla del atentado contra Bolívar en Bogotá; del inspirador del asesinato del gran mariscal de la libertad, Antonio José de Sucre, acto vil que motivó aquellas palabras desoladas de Bolívar al amigo: “la bala cruel que te hirió en el corazón mató a Colombia y me quitó la vida”. Desciende del Santander ambicioso y ladino que desmovilizó al ejército de Bolívar para usurpar el poder y alzarse con la obra de los libertadores, que fusiló sin compasión, persiguió y desterró a los partidarios de Bolívar, y echó a Manuelita de Bogotá como ya había echado al Hombre de Nuestra América. En fin, desciende de los santanderistas que desataron la bacanal de las fieras a la que alude el historiador Juvenal Herrera Torres, y que sucedió a la muerte del Libertador en 1830.

Santanderistas son esos gobernantes que masacraron a los trabajadores bananeros en el 28, que provocaron la muerte de más de 300 mil colombianos en la época de la violencia de los años 50, que exterminaron a plomo la oposición política de la Unión Patriótica, que crearon el narco-paramilitarimo de Estado con toda su carga de muerte y destrucción. De un gobernante santanderista no se puede esperar un gesto de humanidad como el canje de prisioneros de guerra.

Uribe no está programado por los gringos para el canje, ni para la paz. El país lo sabía desde mucho antes de la noche de Hato Grande propiedad de Santander. Frente a Chávez salió con un sartal de falsedades en torno a la importante labor de facilitación para el acuerdo humanitario desplegada por los gobiernos de Francia, Suiza y España. Habla de 150 guerrilleros liberados, pero no sabemos dónde están ni quiénes son. Ni siquiera Rodrigo Granda ha llegado a nuestros campamentos. Mostró su catadura al justificar la extradición de Simón Trinidad con el chantaje, como si las FARC fueran susceptibles a ese tipo de maniobras. Simón y Sonia fueron extraditados a los Estados Unidos sólo para obstruir la posibilidad del canje. Uribe esbozó su verdadero “sentimiento humanitario” al develar, cómo, todos los días ordena al ejército y a la policía el rescate militar de los prisioneros. Qué torcida su percepción de la beligerancia y también de la democracia.

No tuvo en cuenta que su interlocutor se había alzado contra una falsa democracia quizá menos tiránica y criminal que la actual de Bogotá. Pero entendemos que el presidente de la narco-para-política anda rebuscando argumentos, así sean los más absurdos, para negar la existencia del conflicto armado en Colombia y no reconocer a un serio adversario político y militar que busca instaurar un nuevo gobierno que le de al pueblo la mayor suma de felicidad posible, siguiendo el mandato del Libertador.

Es una falta de consideración y respeto entregarle al presidente Chávez como herramientas para la facilitación del acuerdo humanitario, sus “inamovibles” de no al despeje y la extraña modalidad de canje de prisioneros en la que una de las partes no recibe a los suyos.

A pesar de la obcecación y la intransigencia de Uribe, la batalla por el canje continúa. No daremos nuestro brazo a torcer.

Montañas de Colombia, septiembre 4 de 2007