Jugar con candela

JUGAR CON CANDELA

Rodrigo Granda/Marco León Calarcá

La transnacionalización de la justicia hace parte del plan recolonizador de Nuestra América desarrollado desde la Casa Blanca, eso explica la indigna extradición de nacionales y la imposición de la llamada lucha contra el terrorismo y sus nefastas listas, vano intento por sofocar la rebelión de los pueblos en lucha por sus plenos derechos. Los grandes medios de comunicación y/o desinformación, en defensa de los intereses de sus poderosos propietarios, cumplen importante papel en el objetivo de satanizar la resistencia popular.

A la tradicional emigración económica por la incapacidad del sistema para garantizar condiciones de vida dignas para todos los habitantes, se sumó hace décadas el exilio para proteger la vida misma producto del terrorismo de Estado enseñoreado en Colombia. Son centenares de miles agregados a casi 5 millones de desplazados internos producto de la misma política de expoliación, la esencia que explica las bestialidades de los gobernantes.

Generalmente esa movilidad va en detrimento de las condiciones de vida, pues no sólo de pan vive el hombre, tiene relación con el entorno cultural, académico, social e íntimamente con el núcleo familiar extenso.

Como la perfidia no tiene límite, ahora resulta que a las negativas consecuencias del exilio, amainadas un tanto por la sensación de tranquilidad por haber puesto distancias y fronteras de por medio frente al terrorismo de Estado, se suma la amenaza, el chantaje y el señalamiento calumnioso como nueva práctica del tenebroso macartismo por parte de la Casa de Nariño, con gran aquelarre mediático mediante las mentiras y calumnias difundidas por periodistas inescrupulosos, pues sin ninguna verificación publican informes proporcionados generosamente por las fabricas del engaño que son las agencias de inteligencia estatales.

A partir del 11 de septiembre de 2001, los halcones de la guerra desencadenaron la más amplia ofensiva basada en la criminalización de todas las actividades desarrolladas por los pobres del mundo en busca de su soberanía, libertad, paz, democracia y dignidad. Así justifican y legalizan la represión, como antiterrorismo y defensa de la democracia.

Ser la punta de lanza del imperialismo estadounidense, preferido del policía del mundo, considerarse fuera del sistema jurídico y la soberbia prepotencia del fascismo uribista permite a este gobierno intentar -sin ningún rubor ni pudor- imponer sus designios criminales disfrazados de justicia a otros países. Son peregrinos argumentos de la guerra sicológica emprendida en sus delirios de triunfo para amedrentar a las mayorías. Demonizar a las FARC-EP y aislarlas es su inalcanzable propósito.

Tal es el caso de la cacería desatada por el gobierno colombiano a valientes luchadores populares en diferentes países por el sólo hecho de no condenar a la guerrilla fariana acusándolos de auxiliadores del terrorismo.

Igual ocurre con los familiares de los guerrilleros, quienes protegiendo su vida y en busca de lograr el derecho al libre desarrollo de su personalidad se vieron obligados por la violencia estatal a salir del país y ahora son objetivo de guerra, por ahora mediática, pero en medio del narcoparamilitarismo es igual a la condena de muerte. Con los hijos de distintos mandos de las FARC-EP, prácticamente se revive el delito de sangre, pues son estigmatizados sólo por sus apellidos.

Querrá Uribe reeditar el fracasado intento de chantaje de años anteriores cuando la inteligencia militar secuestró a muchos de nuestros familiares y los entregó a sus socios, los jefes paramilitares? Esto es jugar con candela.

Esta situación no debe confundirse con los manejos corruptos hechos desde el Estado por familias mafiosas en el poder a través de la participación en las actividades de narcotráfico y paramilitarismo, casos que ilustran son: Santiago Uribe, hermano del presidente, el hermano del Director de la Policía Nacional General Oscar Naranjo, Guillermo León Valencia, hermano del Ministro de Interior y Justicia, Álvaro Araujo y su hijo del mismo nombre padre y hermano, respectivamente de Consuelo Araujo, excanciller de la República.

Fabricar acusaciones sobre la ignominia que significa construir falsos expedientes, recurrir al escarnio público a través del señalamiento mediático, negar sistemáticamente la realidad ocultándola hábilmente en el transcurrir de denuncias sobre sus atropellos, son algunas de las situaciones que muestran la calaña mafiosa de los usurpadores instalados en el gobierno. No conocen de valores morales y por tanto su ética se reduce a obtener sus objetivos sin importar el como. Para ellos no hay normas, sólo intereses.

Montañas de Colombia, octubre 10 de 2008