Carta a la Dirección Nacional del combatiente Pablo

1º de abril de 1982

Compañeros de la Dirección General:

Después de saludarlos paso a informarles y contarles que nosotros, todos los que aquí trabajamos en esta región estamos sin novedad, políticamente e ideológicamente enfrentando las tareas de esta parte del Frente. Y una cosa que nos hace estar más contentos es la combatividad del pueblo ante la represión enemiga.

El 14 y el 19 de marzo de 1982, el enemigo asesinó 19 personas, quemó 153 casas llenas de maíz, dejando a las 153 familias sin qué comer. Dentro de los asesinados unos son compañeros, y otros no. Dentro de los que son compañeros, asesinaron al único hermano que tengo, con quien nos dejamos de ver durante 5 años, y cuando lo vi lo contacté para la revolución donde hemos trabajado y dialogado bastante, que él es lo que quedaba y hoy no tengo más hermanos y la muerte de él fue así: el enemigo lo torturó en el mismo pueblo donde no declaró ninguno de los secretos de la revolución al igual que los demás, el 15 de marzo se lo llevaron descalzo con carga sin mecapal, sin comer tres días. Se fueron rumbo a San Juan Atitán y San Sebastián, Huehuetenango.

Lo torturaron y vivo le abrieron el pecho, sacándole el hígado y se lo comió el enemigo. Así terminó mi hermano, pero esto, compañeros, lo siento mucho, al igual que cuando caen más pobres y combatientes en manos del enemigo. En esto, pues, he tenido la serenidad, pero sí mi odio y mi decisión combativa se ha acelerado más. Hoy más que nunca mi disposición es más fuerte, mostrando esto con el pueblo y nos sigan por el pueblo, por los pobres del mundo, por la revolución.

Con comprensión acepto que la sangre derramada por mi hermano y de los demás caídos con él es parte del precio de la revolución. Digo así es, porque no nos queda otro camino, más que preparar al pueblo para la guerra y así pongo en práctica lo que decía mi nota que mandé meses atrás donde dije: "lo sentimos, pero de qué nos sirve llorar por muertos sino preocuparnos por los vivos".

Esto digo así, no por incomprensión sino porque para los revolucionarios es un deber de comprender que en la guerra tenemos que recibir golpes duros pero resistir es lo de revolucionarios. Expresarles así es para comunicarles también que el enemigo no logró su objetivo, sino que al contrario, aunque queden pocos compañeros en la aldea, pero sí, tenemos fuertes expresiones de ellos, es resistir, aunque haya más represión, pues el pueblo está dispuesto. Una cosa que nos exigen son armas. Una observación: el enemigo mata o asesina gente y quema casas, pero el hambre y la enfermedad y la injusticia no la puede matar el enemigo, por eso el pueblo seguirá luchando.

Pablo
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Fuente: Andersen, Nicolas. Guatemala, Escuela revolucionaria de nuevos hombres. Editorial Nuestro Tiempo. México, 1983.