Y, ¿Dónde está la revolución?

Y, ¿DÓNDE ESTÁ LA REVOLUCIÓN?

“Solo quiero la palabra viva e hiriente que, como piedra de honda, hienda los pechos y, como vahoroso acero desenvainado, sepa hallar el camino de la sangre. Sólo quiero el grito que destroce la garganta, deje en el paladar sabor de entraña y calcine los labios profirientes…Que cada palabra mía fuese ahora como piedra de cien filos: llave inmisericorde que abra y destroce todo corazón. O como dentellada de lobo que tiene prisa por llegar a las vísceras palpitantes de su presa. Pues mi propia pobre entraña está llagada y desnuda viendo llegar a las escalinatas la delegación de mi pueblo: mis hermanos, mi más inmediata semejanza”
Jorge Zalamea, El Sueño de las Escalinatas

Es importante que leas esto, que lo leas hasta el final y solo así tomes una decisión respecto a ¿Qué hacer?, porque muchos se preguntaran por qué nos hemos organizado como movimiento y ejército de guerrilla; es más, en muchos el tedio guiará sus pensamientos, actuara como estado pre-juicioso y dirán otra, como si otra, como si decir otro u otra fuera como decir lo mismo, pero sin ofender: nada más esquematizado y parcializado, porque sí, es otra y por lo tanto diferente en la misma causa de justicia.

¿Qué pues poder decir? Nuevamente simplemente que queremos hablar, hablarles a todos y a todas. Queremos que nos escuchen aunque solo sea el murmullo o la musitación provocada por decir: revolución. Para que las muchas musitaciones y murmullos después tomen la palabra y hablen y hagan.

¿Revolución? Sí, en qué más podemos o podríamos pensar y sentir y actuar aquí y ahora. ¿En qué? ¿Acaso en comer, trabajar, comer, vestirse, trabajar, dormir en casa, vestirse, trabajar, estudiar, y si por algo comenzamos a dejar de funcionar un rato en ese ritmo de todos los días ir al médico para que nos diga que tranquilo que estamos bien y que podemos seguir lo mismo de comer, trabajar, comer, vestirse, dormir en casa, tomar el autobús y encerarnos un rato en él para cabecear mientras llegamos a quién sabe dónde un poco mamados de tanto trajín y de quietismo en medio de los ires y venires de aquí para allá de allá para acá y pues lo mismo porque no hay mañana vislumbrado presente despejado pasado auténticamente sentido? Es pues otra, completamente otra la historia.

La verdad, mejor, la cuestión, es que nosotros que decidimos salirnos de lo mismo también pensamos en eso de comer y de trabajar, de estudiar y de comer para pensar tranquilos, de dormir y descansar y pues en fin aquello que es lo mínimo y que está escrito en eso que llaman Constitución. Allí leemos que la piedra angular del Estado –que dicho de paso somos todos y todas- y que se dice Social de Derecho es la vida digna de quienes lo conforman, pero ¿Qué vemos? Que a pesar de lo enunciado la miseria se reproduce…Sí, unos dirán pero YO ESTOY BIEN…Pero ¿Qué es estar bien?, ¿lo mismo?

Así, hoy, aquí, muchos escuchan la palabra revolución y es como si sus estómagos se revolviesen y dijeran: ¿Revolución? Pero ¿Dónde? ¿Otra vez? ¿Lo mismo acaso? Y así se alarman y comienzan a distanciarse y alejarse porque no quieren creer nuevamente en lo que anima y da fuerza al espíritu insurgente y subvertor -al que quiere ser de otro modo-, no quieren creer porque tienen miedo, el miedo sembrado por la violencia que históricamente nace no de abajo sino de arriba aunque sean los de abajo los que se maten los con los otros.

Muchos escuchan la palabra revolución y se tapan sus oídos, han decidido abandonarse a cierto escepticismo que cotidianamente se reproduce y desarrolla ante todo lo que pasa, pasó y puede pasar; se entregan a los caprichos de quienes en nuestro país se arrojan el derecho de gobernar y mandar sin obedecer; escepticismo que los protege frente al riesgo de ver lo que sucede como lo que sucede sin más: hambre y desnutrición, desempleo y falta de educación, de vivienda, de justicia.

Muchos escuchan la palabra revolución y deciden que mejor es el confort que la vivencia de las circunstancias les permite pues, ¿Para qué desgastarse o abatirse tanto si al fin de cuentas ese es el mundo? Fatalismo malsano que impide el movimiento autentico, que transforma, que obra por desplazamientos múltiples para devenir otros y otras.

Muchos escuchan la palabra revolución y pensaran que el país está lo suficientemente bien, los suficientemente seguro y estable como para que se hable nuevamente de revolución pues qué sueño más romántico, ¿no?

Muchos escuchan la palabra revolución y se alistan para hacerle el juego, han sido preparados para ello, para la defensa de la patria y más sin embargo no ven que son utilizados como carne de cañón para la seguridad no del PUEBLO sino de quienes se han consolidado en la institucionalidad vigente para dirigir sin propósitos colectivos y apropiarse y si es el caso vender lo que es de todos: la res(cosa)- pública y como añadido la nación, todos y todas como vasallos. ¿No dice acaso unos de sus principios de derecho que lo accesorio sigue la suerte de lo principal?

Muchos escuchan pues la palabra revolución y huyen cuando debería de ser algo tan próximo, tan cercano y prometedor pues ella no solo se prepara con fusiles y tiros, se necesita también combatir desde la academia, desde los lugares a los que estamos sujetados, comenzar por subvertirnos a nosotros mismos, ser otros para alcanzar lo otro, hablar de otra manera, pensar e incluso reírse de otra manera, vislumbrar la otra política, la otra democracia, el otro estado, la otra justicia, etc…

Engañados todos y todas por la oligarquía, la mayoría se han quedado pasmados y han decidido implícitamente vivir a medias, cobijados por la seguridad del silencio…Que mejor es quedarse donde están, con lo que han alcanzado, con sus estudios y trabajos, sus espacios y sus tiempos únicos por lo demás, con sus tal vez sin fin ocupaciones, pero lo cierto es que están tan mimetizados sus comportamientos que todos obramos obrábamos creyendo creer que creemos que ya hay un sentido para todo, para la vida y su desenvolvimiento individual y colectivo, pero, ¿Es vida esto que creemos vivir en medio de unas circunstancias tan adversas a su autentica potenciación? “¡Maldita vida en la que el hombre ni siquiera puede morir si no tiene dinero!” (R.L. Stevenson).

Si amas la patria porque nos matas,
Si amas la patria por qué no nos escuchas,
Si amas la patria por qué no te levantas y exiges y asumes con coraje el destino que desde antaño hemos rehuido,
Si amas la patria por qué no la construyes, por qué no la construimos, por qué no devenir PUEBLO,

Hablamos a todos y a todas aquello de lo que queremos nos escuchen para que también hagamos, queremos que nos hablen, que hablemos y consecuentemente la alarma de prejuicios adquiridos que nos impide comprender el punto de vista del otro como otro se apague, es más, sea desechada, pues oye bien: Tú eres el otro-la otra, nosotros, todas y todos, somos los otros-las otras. ¿Por qué no entonces hablar y escuchar y hacer? Decimos lo que esperamos, esperamos lo que decimos: REVOLUCIÓN ¿Dónde?, como se dice ya, abajo y a la izquierda, allí, donde se encuentra el corazón. ¿A qué pues le tememos? ¿A qué deberíamos de tenerle miedo? Tal vez al riesgo de ser consecuentes de que si decimos que los hombres y mujeres, en fin, todos y todas, son personas y como personas libres e iguales y no hacer nada para que para que ello sea algo concreto es ser cómplices de una farsa, un simulacro de vida compartida.

Comandante Insurgente Josué
Comité Clandestino de Liberación- Central Insurgente (CCL-CI)
Frente Unido Por La Liberación de los Pueblos (FULP)