Guerrilla, prísión y fuga: Testimonio de un sobreviviente del Movimiento 14 de Mayo

GUERRILLA, PRISION Y FUGA: TESTIMONIO DE UN SOBREVIVIENTE DEL MOVIMIENTO 14 DE MAYO

Para la memoria histórica

Con la desaparición en Asunción del último hijo del tirano, este testimonio busca contribuir al rescate de la memoria y a la lucha contra la impunidad. Muchos de los responsables directos de los crímenes del stronismo, sus cómplices y encubridores, siguen vivos y actuantes.
Sus herederos político-ideológicos, siguen firmes desde el poder político y económico, buscando mantener y justificar desigualdades sociales, acaparando toda suerte de privilegios, reprimiendo y buscando acallar las luchas del pueblo contra las injusticias.

Hace cinco siglos viene durando esta situación, con los gloriosos paréntesis que nos señala nuestra historia. Esta muerte reaviva muchos dolores porque es sinónimo de ausencia de justicia, prueba de la más completa impunidad; pero también, incentiva la determinación en la búsqueda de un Nuevo Paraguay: el del abrazo abarcarte, fraterno y solidario, el de La Tierra Sin Mal de nuestros hermanos indígenas.

He aquí el relato testimonial de uno de los pocos protagonistas vivos del primer intento de lucha armada revolucionaria contra la dictadura de Alfredo Stroessner: mi hermano mayor, Rubén Ayala Ferreira, que integró el “Movimiento 14 de Mayo Para la Liberación Nacional”.

Los jóvenes del "14 de Mayo" ingresaron al Paraguay para combatir a la feroz dictadura de Stroessner a fines del año 1959. Casi simultáneamente con el FULNA (Frente Unido de Liberación Nacional), constituyéndose ambos en los primeros grupos guerrilleros de corte guevarista de América Latina, después del triunfo de la Revolución Cubana.

De esos centenares de jóvenes idealistas, muchos murieron en tortura, y de los que sobrevivieron, pocos han conocido la vejez: Rubén es uno de los sobrevivientes que aun está para contarlo. Como la mayoría de sus compañeros, quedó con secuelas indelebles de las torturas y hasta el día de hoy... ¡52 años después! sigue soportando los sufrimientos que le producen las venas reventadas de sus miembros inferiores.

Son heridas abiertas, nunca cicatrizadas... una parábola de nuestra realidad paraguaya, cuyos males sociales también persisten.

La lucha ininterrumpida de miles de compatriotas a lo largo de su historia sigue contribuyendo, desde el ejemplo, al logro de la justicia social y de la verdadera libertad.

Observación: Este material fue preparado respondiendo a un pedido urgente del Ministerio de Derechos Humanos de la Provincia argentina de Misiones, para incluirlo en el tomo II de su libro anual.

Mirtha Ayala, desde Francia
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GUERRILLA, PRISION Y FUGA: TESTIMONIO DE UN SOBREVIVIENTE DEL MOVIMIENTO 14 DE MAYO

Por Rubén Ayala Ferreira

Cuando en la madrugada del 12 de Diciembre de 1959, en aguas del Río Paraná frente a Posadas, fuimos atacados por los esbirros del régimen stronista junto con otros once compañeros, yo tenía sólo 20 años y sentí que de golpe, en la fracción de un relámpago, todo se venía abajo: nuestros proyectos de lucha, los ideales de una patria liberada y hasta nuestra propia vida, al ser brutal y sorpresivamente atacados con ráfagas de ametralladoras.

El convencimiento y la mística que teníamos ese grupo de jóvenes idealistas que integrábamos el Movimiento 14 de Mayo para la liberación del pueblo paraguayo nos llevaron a minimizar el poder de fuego de las fuerzas que defendían a la dictadura. Estábamos ingresando desde territorio argentino con la convicción de que el dictador sólo podía ser derrotado por las armas: sistema de autodefensa del pueblo cuando los canales democráticos se encuentran conculcados.

Mi historia debe ser similar a la de muchos jóvenes latinoamericanos de aquella época, con países dominados por dictaduras militares, especialmente en el Cono Sur del Continente. Con el triunfo de la Revolución Cubana el 1° de Enero de 1959 derribando a la dictadura de Fulgencio Batista, muchos fuimos ganados por los ideales revolucionarios.

Y fue así como del grupo de amigos, flamantes egresados de la Escuela Nacional de Comercio N° 2 de Asunción con el título de Perito Mercantil, los cuatro que habíamos decidido emigrar para estudiar y trabajar en Buenos Aires, nos unimos sin muchos rodeos a las agrupaciones guerrilleras en gestación en la Argentina en ese momento.

Dos de nosotros resolvimos incorporarnos al "Movimiento 14 de Mayo", conducido por el joven lleno de ideales que se llamó Juan José Rotela y el otro compañero se unió al Frente Unido de Liberación Nacional (FULNA), que también estaba embarcado en un intenso trabajo preparatorio para llevar adelante la lucha armada en nuestro país.

Esos dos queridos e inolvidables compañeros del Movimiento 14 de Mayo, Sergio Lovera Villamayor y Alberto Martín Blanco Cáceres, murieron en el campo de batalla en pos de sus ideales. Y estoy quedando solo yo para contar la historia.

Hasta ahora mis hermanas suelen preguntarse cómo fue que mis padres, Dolores Ferreira de Ayala (doña Lola) y Rubén Darío Ayala Pastore (don Pocho), me autorizaron a viajar a Buenos Aires con tan solo 18 años, cediendo a la insistencia de mis tres amigos y compañeros de estudios.

Sucede que era tal la falta de trabajo en la actividad privada en nuestro país y como la afiliación al Partido Colorado era condición ineludible para ingresar a la administración publica, finalmente de nada nos servia el título que habíamos obtenido después de seis años de exclusiva dedicación a los estudios.

Conviene aclarar que yo nací el 3 de Marzo de 1938 en el pueblo de Mbuyapey, departamento de Paraguari, pueblo fundado y poblado por mis ancestros.

Entre ellos algunos pasaron a la historia como destacadas figuras de la lucha por la justicia y la democracia desde las filas del Partido Liberal, como José de la Cruz Ayala (Alón), quien falleció prematuramente en un durísimo exilio en la Argentina a los 29 años y Eligio Ayala, mi tío abuelo, identificado entre los pocos presidentes probos y honestos que conoció el Paraguay y que murió asesinado en circunstancias nunca bien aclaradas*.

La guerra civil del '47

Por identificación a principios y valores que se transmitían por línea familiar, me crié y fui creciendo en un ambiente politizado y de compromiso social, con padres que habían asumido una lucha contra el autoritarismo, las injusticias y la corrupción a través de su participación en asociaciones comunitarias, en gestos de permanente solidaridad y fraternidad hacia la gente, así como desde sus actividades políticas dentro del mismo partido liberal.

Esto les valió atravesar la guerra civil del Año 1947 en medio de gran agitación y momentos que llegaron a rozar la desgracia. A los nueve años pude ser testigo de los sucesos trágicos que se sucedían en el fragor de esa guerra civil que, en mi pueblo natal, Mbuyapey, famoso reducto de liberales, causó estragos.

Con mi madre íbamos sus cinco hijos, entre ellos un bebé recién nacido, recorriendo viviendas de amigos campesinos, incluso estancias del distrito, tratando de huir de esa onda de barbarie que había convertido a nuestro pueblo en verdadero traspatio del infierno, con saqueos, asesinatos, fusilamientos públicos...

Las imágenes del heroísmo de mi madre en ese tiempo de violencia ciega, me marcaron para siempre. Mi padre, con quien llegamos a perder todo contacto, andaba en algún lugar, en medio de los entonces aun espesos bosques de la zona.

El negocio y vivienda de mi abuelo materno también fueron saqueados, pudiendo salvarse casi por milagro de las hordas coloradas que sembraban a su paso muerte y destrucción, generando el pánico entre la población civil.

Cuando por fin logramos escapar de la zona, dejando atrás toda una porción de nuestras vidas, establecimos domicilios provisorios primero en San Lorenzo y después en Benjamin Aceval (Chaco), para luego sentar residencia por casi cinco años en Piribebuy, donde mi madre pudo retomar la docencia. Hasta regresar de nuevo a Mbuyapey, cinco años después de esa experiencia traumática, que tuvo su corolario en la emigración forzada y caótica de la familia, que quedó para siempre en la memoria de todos.

Golpe de Estado y Dictadura de Stroessner

La resolución de la guerra civil con el triunfo del Partido Colorado, después del breve interludio democrático que la precedió, significó la vuelta de los esquemas perversos de dominación, con la corrupción y las arbitrariedades como métodos y estilo de gobierno. Posteriormente, las pujas internas dentro de ese partido tuvieron un punto de inflexión con el golpe de Estado de 1954 que instaló en el poder como jefe supremo al general de origen alemán y de ideología nazi, Alfredo Stroessner.

Así comenzó una larga y cruenta dictadura que duró 35 anos y que en 1989 sólo pudo ser derrocada por la fuerza de las armas, dando razón al planteo que habíamos realizado treinta años antes.

Las ansias de justicia y libertad. Juan José Rotela
Fue así como en el adolescente Rubén (por entonces Rubencito) se había incubado un espíritu de rebeldía contra las injusticias y cuando llegamos a Buenos Aires con los cuatro compañeros que mencioné, casi espontáneamente me incorporé al proyecto antidictatorial: la llama de la libertad y la justicia social ya la tenía bien adentro cuando decidí mi ingreso al Movimiento 14 de Mayo.

Enseguida comencé a formar parte de ese grupo de jóvenes tan fraternos, dinámicos y entusiastas, todos trabajando incansablemente en las tareas preparatorias, con el apoyo constante de nuestro comandante Juan José Rotela, quien aun no había cumplido treinta años y poseía las cualidades humanas y morales que lo transformaban en un líder nato, de fuerte personalidad carismática, sabiendo llegar a cada uno y transmitir sus convicciones revolucionarias, los ideales que alentaban en ese espíritu de gran patriota paraguayo.

Y fue así como rápidamente ya estaba involucrándome activamente en las tareas organizativas, junto con mis compañeros de estudio. Todos aportábamos para el Movimiento un porcentaje de nuestros sueldos. En los barrios de Buenos Aires se hacían fiestas, rifas, y otras actividades para recaudar fondos. La participación era masiva, una verdadera efervescencia y entusiasmo revolucionario se había apoderado de una parte de los jóvenes paraguayos residentes en Buenos Aires.

Éramos centenares y estábamos en todos lados y cuando triunfó el Movimiento 26 de Julio con Fidel y El "Che" Guevara a la cabeza en Cuba, nuestro entusiasmo se acrecentó aun más, dándonos la convicción de que sí, verdaderamente se podía.

Volví al Paraguay para prestar el servicio militar en el Centro de Instrucción Militar para la formación de Oficiales de Reserva (Cimefor), reservado para estudiantes que tuvieran como mínimo el cuarto año de la escuela secundaria y solamente se presta en las vacaciones.

Al regresar a Buenos Aires recibí la orden de viajar a Posadas, en el inicio de lo que sería el operativo previo a la incursión. Me alojé en el domicilio de don Cleto González (en Ivanowski y Gobernador Roca) y luego en la casa de Cándido "Nenito" Ramírez (en La Rioja casi avenida Corrientes, Chacra 41), ambos adherentes al Movimiento.

El intento

Estuve en Posadas hasta la fecha prevista para la incursión. No puedo decir que mi formación militar fuera completa, era muy joven y entre el trabajo, el estudio y las reuniones, eran demasiadas actividades para responder a todas las exigencias de los aprestos. Pero estaba muy imbuido de nuestros objetivos político-sociales orientados a la liberación integral del pueblo paraguayo de la opresión y de las arbitrariedades.

Había en la acción militar un grado considerable de improvisación que nos llevó al fracaso en el momento de la incursión a territorio paraguayo. Esta se produjo en dos botes (canoas) desde el balneario “El Brete” de Posadas, con dos remeros de nacionalidad argentina, Edmundo Mondo e Iván Leandro Pereira, que vivían en las inmediaciones del lugar. Éramos doce en total, con armas de dudosa calidad que nos fueron entregadas minutos antes, en medio de la obscuridad.

Nosotros observamos que desde la parte alta del Parque "República del Paraguay" de Posadas, varias personas que estaban estratégicamente ubicadas realizaban señales de luces con automóviles que eran captadas en territorio paraguayo. Teníamos la certeza de que sabían de nuestra presencia y lógicamente nos estaban esperando. Pero nuestra convicción era más fuerte que la conciencia del peligro y el temor, que obviamente teníamos, de ser asesinados o capturados. Igual decidimos no aplazar y lanzarnos a la acción.

Simultáneamente, desde el puerto de Encarnación partían dos lanchas de las que realizaban el cruce del río trayendo y llevando pasajeros. Sobre el techo de cada una de esas lanchas se encontraban (poco después lo sabríamos) dos piezas de ametralladoras.

Pudimos ver dos puntos oscuros en el horizonte, pero como tenían los motores parados (venían aguas abajo por el canal), parecía que no estaban navegando, cuando sorpresivamente comenzaron a gritarnos "pe pytá peê aña memby!" (quédense hijos del demonio) y comenzaron a disparar hacia nuestras frágiles embarcaciones, que se bamboleaban por las oleadas.

La otra canoa que transportaba al grupo con nuestro comandante Juan José Rotela se alejó del lugar. Nosotros, al enfrentar un ataque muy superior a nuestra capacidad de respuesta y habiendo sido atacados por sorpresa, no tuvimos otra alternativa que entregarnos con gran dolor en el alma.

Después de tantos años, considero que fue la mejor decisión: no teníamos la menor posibilidad de éxito en esa circunstancia, habiendo caído en una trampa. La sorpresa que nosotros intentamos tener como elemento favorable, fue al revés: nos sorprendieron ellos. Todo por la gran cantidad de soplones de la dictadura (pyragüés), que pululaban en la ciudad de Posadas.

Se registraron otras incursiones guerrilleras por la zona de Puerto Rico, grupo en el que se encontraba Juan Gerónimo Ventre Buzarquis ("Pochi") que escribió un interesante relato sobre su experiencia. Otros compañeros ingresaron por la zona de Puerto Yguazú y otros más por el norte del país, en Pedro Juan Caballero.

Conmigo se encontraban, entre otros, el periodista y gran amigo Carlitos Madelaire (que tenía un equipo transmisor de radio, muy pesado), Arnaldo Clérici (padre de tres profesionales destacados de la provincia, la médica Mabel Clérici; la abogada, recientemente designada fiscal, Patricia Clérici y el escribano Osvaldo Clérici) y César Portillo.

Torturas, trabajos forzados: Investigaciones y guardia de seguridad en Tacumbú

Juan José Rotela no tuvo éxito en su primera incursión, estuvo un par de días, ante el fracaso regresó y sólo cuatro meses después pudo volver a ingresar siendo él y su grupo aniquilados de la peor manera por la unidad militar comandada por el general Patricio Colmán, un criminal sanguinario. Solo se salvó "Cacho" Blanco que contó historias realmente espeluznantes sobre los crímenes cometidos por los esbirros de la dictadura de Stroessner.

Una vez en tierra firme, comenzaron las sesiones de todo tipo de torturas desde patadas en la cara, hasta cachiporras de goma por la planta de los pies, que es algo muy doloroso, golpes con el yatagán (bayonetas) por las nalgas desnudas, sevicias de todo tipo. Estuve en Encarnación un par de días y me trasladaron a Asunción por vía aérea con Mario Esteche Notario, uno de los jóvenes jefes del movimiento, separándonos del grupo porque consideraban que éramos los de mayor graduación.

En Asunción, fuimos recluidos en el Departamento de Investigaciones, cuyo jefe era Erasmo Candia. Nos torturaban salvajemente, haciéndonos las preguntas más inverosímiles. Me llevaban a lo que se denominaba « la pileta », una bañera que previamente me obligaban a llenar de agua donde después, atado de pies y manos, desnudo, me sumergían y sacaban, reiteradamente, a veces ya en el límite, para luego preguntar por lo que sea.

Un día me llevaron junto el jefe de Policía, el coronel Duarte Vera, un hombre grueso y de baja estatura, con su peculiar bigote y aire burlón. Mirándome con ojos cargados de odio, me dijo que si no estaban en ese lugar los generales tal y cual (no recuerdo los nombres), "ésta sería mi comida" -señalando un tejuruguai- especie de látigo que tenía colgado detrás del cuadro del general Bernardino Caballero, fundador del Partido Colorado, y "éste de postre", mostrando una cachiporra de goma blanca que estaba en una biblioteca.

Antes de fines del año 1959, me trasladaron a la Guardia de Seguridad, un cuartel militar ubicado en el barrio Tacumbú de Asunción, al lado de la cárcel, donde permanecimos juntos setenta compañeros. Ya habían llegado una parte de los que fueron tomados prisioneros en diferentes puntos del país, pero muchos nunca iban a llegar: todos los que murieron en la intentona libertaria.

En ese lugar ubicado en las orillas de Asunción, sobre el río Paraguay, nos sometieron a trabajos forzados en las canteras de piedra del cerro Tacumbú, donde íbamos por la mañana y por la tarde, todos los días, incluso domingos y feriados, siendo sometidos a permanentes azotes con lo que se denomina “arreador”: látigo utilizado en las estancias para azotar al ganado. Este elemento de tortura consta de un mango de madera y en la punta tiene lo que denominábamos tres lengüetas, que cuando lo utilizaban con destreza, nos partía la espalda en tres partes, con un solo azote.

Ciertamente, las consecuencias físicas, corporales, de las diferentes formas de tortura que nos aplicaban eran desastrosas. Y cuando volvíamos de noche de las extenuantes jornadas de trabajos forzados -donde me llamaban “barretero”, por utilizar la barreta- nos dedicábamos a curarnos unos a otros las heridas.

Sin la fraterna camaradería que tan fuertemente nos unió en todos los momentos de ese transe dramático, hubiese sido difícil mantener la moral, factor imprescindible para seguir existiendo en esas condiciones verdaderamente inimaginables para el común de los mortales.

Nuestro lugar de “residencia” era una enorme cuadra (salón) donde estábamos todos juntos y dormíamos en el piso. Al lado mío se encontraba siempre mi amigo Carlos Madelaire, hijo del propietario de LT4, Radio Misiones, de Posadas, que mucho tuvo que ver después con lo que sería mi nuevo oficio: el de periodista.**

Cuando íbamos o veníamos a la cantera (ubicada a 700 metros de la Guardia de Seguridad) observábamos a nuestros familiares, esa legión de personas de todas las edades, entre las que se encontraban siempre nuestras madres y hermanas, que nos saludaban casi a escondidas. En este punto rindo homenaje a mi mamá, doña Lola, que supo soportar con singular valentía los momentos tan difíciles que le hice pasar. Siempre brotaba una lágrima cuando la veía junto a mis hermanas Doris, Berta y las más pequeñas Mirtha Elena, Ana María, Miguel Ángel, además de María Celia, entonces de 15 años y desaparecida en plena juventud. El ultimo (pahagüé), Luis Omar, todavía no había nacido. Al escribir estas líneas me embarga la emoción, cuando afluyen a mi memoria aquellos momentos tan intensos.

Mi padre que fue apresado poco después de que yo cayera en el cruce de Encarnación, había logrado fugarse y una vez más encontró refugio en los bosques de Mbuyapey que se extendían, impenetrables, a lo largo del río Tebicuarÿ. Allí permaneció durante meses, protegido por una carpita y en la más completa soledad.

En la isla-prisión Peña Hermosa. La fuga

A los siete meses de permanecer en la Guardia de Seguridad de Tacumbú, bajo régimen de trabajos forzados y sometidos a permanentes torturas, nos trasladaron a la isla-prisión de Peña Hermosa, ubicada sobre el río Paraguay, en el norte del país. Ahí trabajábamos, pero ya no eran excesivamente exigentes. Yo fui destinado a la olería, en el sector donde se preparaba el adobe para el corte del ladrillo, tarea que realizaba Carlos Talavera.

Estábamos a unos 100 kilómetros de la frontera con Brasil. Fuimos averiguando algunos datos sobre la posibilidad de realizar una fuga masiva. La dificultad consistía en que, de los 70 prisioneros, un grupo de 15 había recibido la promesa de ser liberado al no tener vinculación con el Movimiento y, obviamente, no querían incluirse en los planes.

Había varios grupos que pensaban en la posibilidad de una evasión y yo me fui sumando a cada uno de ellos. Luego de minuciosa planificación, que daba lugar a largas deliberaciones, el grupo quedó integrado por cinco guerrilleros y un soldado que se sumó a nosotros: los hermanos Juan Gregorio y Pedro Peña, Ramón Romero, Silvio Villar y el soldado Villalba. A Villar le avisé de la fuga sólo unos minutos antes, pensando que si llegaba a la casa de su padre, don Cleto González, en Posadas, sin su adorado hijo Silvio, tendría algunos problemas…

Hasta que llegó el esperado momento. Seguimos todas las preciosas indicaciones proporcionadas por Cala’á, hijo de un opositor al régimen que se dedicaba a la medicina natural en base a plantas (se los llama médico yuyo o médico ñaná). Nos había dicho: "Si van por el camino municipal, por ahí los van a seguir, pero de acá a mil metros hay una alambrada, pero no hay camino. Esa alambrada llega hasta el Río Apa. Es todo estero, pero no se van a perder, porque la alambrada les va a orientar". Dicho y hecho: dos días después, al amanecer, llegamos al bendito Río Apa, tras pasar por todas las peripecias imaginables, escondiéndonos de los aviones que nos buscaban. Pero el pasto (cortaderas) era alto y difícil que nos localizaran desde el aire. Nos enteramos después que los militares que nos buscaban siguieron el camino que, según nos advirtiera muy acertadamente Cala'á, no debíamos tomar (el camino municipal) y llegaron a la frontera con Brasil a 25 kilómetros del lugar donde nosotros cruzamos.

Sería muy extenso relatar los detalles de la fuga, por lo que me limitaré a decir que salimos el 24 de marzo del año 1961 y el 26 de ese mes, dos días después, llegamos al Río Apa, que separa el Paraguay del estado brasileño de Matto Grosso. Llegamos a una estancia donde conseguimos ser alojados tras explicar las razones de nuestra presencia en esas condiciones: descalzos, casi sin ropas, agotados y hambrientos. Y, desde luego, sin documento alguno.

Mi madre, que había logrado obtener un permiso especial para viajar a Peña Hermosa y llegó acompañada de Doris, la mayor de mis hermanas, también contribuyó en afinar los planes de la fuga y quedó bien claro que no debíamos aventurarnos mientras estuviese Juscelino Kubitscheck como presidente del Brasil, porque siempre devolvía a los guerrilleros a territorio paraguayo, siendo todos sistemáticamente aniquilados por los esbirros de la dictadura stronista. Por ese motivo fue que esperamos un tiempo, hasta después de las elecciones en el Brasil.

Fue un gran alivio enterarnos que había ganado Janio Quadros, ahí ya estábamos tranquilos y podíamos ir concretando los planes de nuestra evasión.

En este punto cabe señalar que una importante avenida de Asunción se sigue llamando "Kubitscheck", en homenaje al amigo y cómplice de Stroessner en todos esos crímenes de lesa humanidad.

Después de peripecias sin fin, sin dinero ni documentos, llegamos a Puerto Quebracho y con la ayuda de ciudadanos paraguayos opositores al régimen fuimos a Puerto Murtinho, de ahí a Campo Grande (capital del Estado de Matto Grosso) y seguimos nuestro periplo larguísimo, que nunca terminaba : Puerto Quince, Puerto Epitacio, Puerto Guaíba (todavía estaban los saltos que ellos llamaban "Sete Quedas"), Foz de Yguaçu, de donde logramos cruzar clandestinamente la frontera a Puerto Yguazú (Argentina) y finalmente llegamos a nuestro ansiado destino final: la ciudad de Posadas. Fuimos directamente a la casa de don Cleto, entregándole sano y salvo su hijo Silvio... Fue un momento de gran emoción.

Cuando estábamos en Campo Grande nos enteramos por Radio Guaîba de Porto Alegre, de la fuga del resto de los compañeros, entre los que se encontraban Arnaldo Clérici, Inocencio Rojas, Carlos Madelaire, Ventre Buzarquis (quien actualmente trabaja en el consulado paraguayo de Posadas), Luis Orué, Carlos Garay, César Portillo, todos ellos habiendo fijado después residencia en la provincia de Misiones, Argentina.

Contaron que los 15 compañeros de prisión que no querían participar de la fuga habían sido liberados en esos días, por lo que resultó más fácil organizarla. Tomaron la unidad, neutralizaron y encerraron a los oficiales con la tropa y se llevaron todas las armas, siguiendo el mismo camino que recorrimos nosotros, en una acción sin precedentes durante todo el largo periodo de la dictadura de Alfredo Stroessner.

La caída de la dictadura

En 1989 la dictadura fue derrocada por un golpe militar. Pero estamos convencidos que ese intento desesperado por erradicar un sistema que era causa de tantos sufrimientos y desgracias para el pueblo paraguayo, aportó su granito de arena para lo que ocurrió después. Con una mejor organización, coordinación y apoyo, podríamos haber evitado que por treinta años más continuase vigente ese sistema de feroz opresión.

Durante tres décadas no pude regresar a mi país, salvo fugaz y subrepticiamente cuando falleció mi hermana María Celia, a los 24 años de edad, en Diciembre de 1970 (en medio del velorio llegó el rumor de que se habían enterado de mi presencia y tuve que huir, volviendo rápidamente a Posadas). Cuando volví, en Febrero de 1989, me encontré con otra realidad, muy diferente a la del Paraguay que yo dejé. Era otro país, más corrupto, plagado de delincuentes, con miedo: la gente hablaba en voz baja y a menudo había que recordarle que la dictadura ya había caído...

Periodismo en Posadas

Desde el año 1961, al llegar a la tierra que nos acogió hace cincuenta años, comencé con mi otra pasión, el periodismo, labor que abracé con voluntad y entusiasmo, respondiendo a una verdadera vocación. El querido compañero de todos los avatares, que hace tiempo nos dejó, Carlitos Madelaire, me introdujo en la radio que era propiedad de su padre, don Carlos Madelaire: LT4 Radio Misiones, « Argentina y Libre » según el slogan que caracterizaba a la emisora. Había cumplido con la promesa de esos días de "transmisión" del deporte macabro que practicaban con pericia y un entusiasmo enfermizo nuestros, todos impunes, carceleros-torturadores.**

La planta transmisora estaba ubicada en Radioparque, donde se organizaban torneos de fútbol, tarea que estaba a mi cargo. Participé de un recordado programa nocturno que se llamó "Periodistas de Guardia", con Carlitos, Alberto Mónaca y José María "Pepe" Arrúa.

Pasé por todas las etapas de la profesión periodística. Primero en deportes (recuerdo que cuando iba a pasar un gol de Racing convertido por el puntero izquierdo Belén, anoté pulcramente y lo pasé con voz temblorosa, en mi primera incursión frente a un micrófono de verdad. Temblaba como una hoja... (Ahora, ya no). Por entonces LT4 era la única radio de Posadas.

Después, a instancias de Carlos Correa, me fui al diario "El Territorio" en el año 1966, donde tuve como jefe de deportes a Mario Christin. Enseguida, a pedido de don Carlos Lucero me incorporé a LT17 Radio Provincia de Misiones en la sección deportes y cuando inició su transmisión el Canal 12, comencé con deportes en los noticieros del canal y con "Rucho" Saidman teníamos un programa deportivo dominical que se llamaba "Teledeportes", hasta que el gobierno de la dictadura militar me dio de baja en 1977.

Entonces, volví de nuevo a LT4 bajo la dirección del doctor Pedro Warenycia, con Silvio Orlando Romero, Miguel Barbero, Alejandro Guerrero, Fernando Warenycia, Jorge Balanda, Luis Galarza, Carlos Carvallo, Raúl Vergara, Aída González y otros.

Cuando se recuperó la democracia (ahora en la Argentina), el gobernador Ricardo Barrios Arrechea, en 1983, me convocó para ocupar el cargo de Director de Prensa de la Casa de Gobierno y luego la Subsecretaría de Información Pública, siendo primero Oscar Edelman y después Hernán Damiani los secretarios del área.

Humberto Antonio Pérez, por entonces director del diario "El Territorio", me designó para ocupar el cargo, volviendo a la redacción del diario en 1987, cuando me desempeñé como Secretario de Redacción del decano de la prensa escrita de Misiones. Hasta el año 1998. Actualmente trabajo en el programa "La Torre de Babel" que sale al aire desde hace 10 años al mediodía en LT17 Radio Provincia de Misiones, programa que hacemos con Hugo Dedieu y Pedro Etchegoin. También sigo, desde hace diez años, en Radio Tupãmba'é, con un programa de difusión dominical sobre la cultura paraguaya, su música y su historia, que se enriquece con la audiencia y participación de muchos compatriotas de la zona fronteriza.

En definitiva, tuve la ocasión de pasar por las distintas facetas del periodismo, en radio (en informativo o en relatos o comentarios deportivos), en diario, televisión y ahora por el periodismo digital. De ahí que muchos estudiantes de la carrera llegan hasta mi lugar de trabajo para que les comente cómo era el periodismo antes de google, del mauss, de messenger: antes de la era digital.

Acá, en Misiones, siempre me hicieron sentir y me sentí como si realmente ésta fuese mi provincia y la Argentina mi país natal. Nunca encontré otra cosa que no fuese solidaridad. Ni la sombra de actitudes discriminatorias. Por eso, a esta altura de mi vida, puedo decir que mucho le debo a este país y a esta provincia, que me han acogido y brindado las oportunidades para desarrollarme, humana y profesionalmente. Es una prueba, manifestada en mi experiencia personal, en la de mis compañeros y en la de tantos compatriotas, que la solidaridad entre los pueblos es el camino que nos llevará a la victoria por lograr una América Latina fraterna, libre y unida.

Quedaron muchas cosas en el tintero, pero esta es una síntesis de lo que me tocó vivir en el desarrollo de una historia que tuvo muchos otros protagonistas, cuyas voces ya se apagaron o que no pueden manifestarse por estar los recuerdos, vivos, pero muy enterrados adentro. Hay testimonios similares que deben ampliarse y ser difundidos: trabajar la memoria para que la iniquidad deje de encaramarse definitivamente de nuestra tierra paraguaya. No hay mucha diferencia con lo que pasó en la Argentina, donde en forma institucional y con participación de la sociedad civil, el NUNCA MAS TERRORISMO DE ESTADO, ya recorrió un camino considerable hacia la erradicación de la impunidad.

Esta es mi historia

Rubén Ayala Ferreira
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Notas

*Mi padre, primo hermano de Eligio Ayala, siempre sostuvo que los médicos que lo operaban en el Sanatorio Americano, al caer herido víctima de un atentado con revólver, lo habían "rematado" en el quirófano. Sus muchos y poderosos enemigos tenían sobrados motivos para querer deshacerse del Estadista Eligio Ayala.

**Yo, hermana de Rubén, Mirtha Ayala, quiero agregar en este punto una anécdota que nos refiriera su amigo y compañero Carlitos Madelaire, de tan querida memoria: Después de las sesiones de torturas y estando todos de regreso a la cuadra, el ambiente era de... bajoneo generalizado (es lo menos que se puede decir). Entonces Rubén, buscando levantar el ánimo de sus compañeros con su característica empatía y sentido del humor, se ponía a "transmitir" las sesiones de tortura, como si se tratase de un partido de fútbol... Se lucía con sus dotes de comediante, produciendo la hilaridad colectiva, a pesar de los pesares... logrando imponerse a sus dolores y sobrepasando su propio deplorable estado.

Nos contaba Carlitos que desde la primera vez de esa original salida, ya se pudo dar cuenta que tenía un nuevo colega en ese" flaquito alto", que tan bien improvisaba sus números de "periodista radial deportivo"...