República Mexicana, 18 de septiembre de 2001

Al pueblo norteamericano
Al pueblo de México
A los pueblos del mundo


Los atentados ocurridos el pasado martes 11 de septiembre que estremecieron de manera general a todo el mundo, y particularmente al pueblo norteamericano, han suscitado diversas reacciones de consternación, solidaridad y reprobamiento del hecho, pero también han generado actitudes de amplios sectores en el mundo que se inclinan por la comprensión y explicación –que no es justificación– de los orígenes de ese tipo de ataques y las razones que pudieron tener los suicidas que los llevaron a cabo.

De todos esto se pueden desprender dos visiones y posiciones que, desde nuestro punto de vista, sintetizan los aspectos principales del momento histórico que hoy está viviendo el mundo.

1.– La posición hegemónica del imperialismo norteamericano, que pretende imponer en todo el planeta su visión unipolar y autoritaria, que concibe las acciones como la manifestación de la lucha entre el “bien” (el capitalismo globalizado, la “democracia” del capital transnacional, el triunfo de las leyes del mercado libre sobre las necesidades de la humanidad, la justificación de las invasiones militares a diversos países y el bombardeo impune a la población civil) y el “mal” (los miles de millones de seres humanos empobrecidos y condenados a vivir bajo el yugo del capital transnacional). Esa posición es compartida por otras potencias imperialistas aliadas de los estadounidenses, y por diversos gobiernos “nacionales” bananeros, que impúdicamente practican un entreguismo incondicional a todo lo que ordene y mande el imperio del dólar.

2.– La posición de reflexión y crítica contra los desmanes que han llevado a cabo los sucesivos gobiernos norteamericanos durante varias décadas contra los pueblos de América Latina, Asia, Africa y Europa, causando millones de muertes a través de bombardeos masivos, derrocamiento sangriento de gobiernos democráticos, asesinatos selectivos, embargos económicos y saqueos de las riquezas de numerosos países, constituyendo la base sobre la que se han erigido sentimientos de repudio y odio contra el imperialismo norteamericano en todo el mundo, ha originado el desencadenamiento de acciones violentas contra intereses estadounidenses.

Estos terribles atentados del 11 de septiembre son un recordatorio para todos los seres humanos sobre la tragedia mundial que estamos sufriendo, que se llama capitalismo globalizado, y está llevando hasta el último rincón del planeta las “bondades” inhumanas y despiadadas de las leyes del mercado global, que ha potenciado los rasgos más característicos del imperialismo internacional en cuanto a barbarie y salvajismo. Un imperialismo que en el siglo XX arrastró a la humanidad a desangrarse en dos guerras mundiales y que no ha dejado de seguir desangrándola, bajo la combinación macabra de la acumulación de ganancias máximas y la utilización de arsenales de armamento nuclear y convencional, montados sobre las espaldas de miles de millones de seres humanos.

Es sintomático en la tradición norteamericana asumirse como el superpolicía del mundo, que aun cuando todavía están flotando el humo y el polvo que resultaron de los terribles atentados, y sigue flotando en el aire la esperanza de miles de personas de diversas nacionalidades por encontrar con vida a sus seres queridos que estaban al interior de las Torres Gemelas, el gobierno norteamericano ya está soñando los tambores de guerra. ¿Y contra quién? Contra el blanco de siempre, contra todos los pobres del mundo, porque –según su óptica imperial– seguramente de esas multitudes de potenciales “terroristas” regadas en los cinco continentes, surgió el pequeño grupo de suicidas que se atrevió a desafiar al poderío militar “invencible” y demostrar la vulnerabilidad de la fortaleza “intocable” del american way of life. Y con toda certeza, esta vasta muchedumbre de más de 5 mil millones de seres humanos, que le ha estado brindando albergue y apoyo a los “malvados” suicidas, continuará alentando y apoyando más atentados contra los “buenos” y “pacíficos” campeones del capitalismo globalizado.

El fundamentalismo del dólar está alistando sus portaaviones, submarinos nucleares, aviones de combate ultramodernos, y cientos de miles de soldados en todas las bases militares que tiene diseminadas en el mundo, para castigar a su enemigo elegido que no nada más son los pueblos árabes, sino también los pueblos asiáticos, africanos, europeos y americanos.

Porque, aunque parezca absurdo e inverosímil, las afrentas que los imperialistas norteamericanos le han estado infligiendo a todos los pueblos del mundo también son afrentas para el pueblo norteamericano, porque también está pagando las consecuencias que han creado sus malos gobernantes.

Si hoy se tratara de definir con rigurosa objetividad quién es el enemigo número uno del pueblo norteamericano, llegaríamos a la conclusión de que es el mismo enemigo de todos los pueblos del mundo, porque las características de su perfil tendrían que corresponder a ser la potencia económica y militar más poderosa del planeta, que en su historial tuviera los actos de barbarie y salvajismo más notables contra los seres humanos, rompiendo récords sanguinarios en el desprecio a la vida humana, ante lo cual Hitler sería apenas un principiante. Ese enemigo es el gobierno norteamericano, que hoy continúa la tradición ancestral de los demás gobiernos anteriores: desde los que perpetraron invasiones militares en el siglo XIX y XX arrebatando territorios, derrocando gobiernos legítimos, realizando guerras injustas y masacrando poblaciones enteras, hasta el que hoy continúa bombardeando poblaciones civiles de países económica y militarmente débiles, y apoyando las masacres que países como Israel están realizando contra los palestinos.

Este gobierno, por lo tanto, se ha creado enemigos por todo el mundo, de tal manera que, aunque se empeñen en negarlo los imperialistas y sus apologistas, al atacar directamente al gobierno norteamericano o a los símbolos que lo representan, con todo y el desacuerdo que se pueda tener ante la realización de atentados tan terribles como los de la semana pasada, los atacantes no nada más provocan el rechazo a esos métodos, sino también despiertan sentimientos de comprensión en diversas latitudes del planeta, por los agravios que de diversas formas les ha ocasionado el imperialismo estadounidense a los pueblos del mundo.

Cuando se pretende ahogar en sangre la vida, la cultura, las tradiciones y la memoria histórica de los pueblos, cuando se quiere pisotear y afrentar su dignidad durante más de un siglo, como lo ha estado haciendo sistemáticamente el imperialismo norteamericano, entonces los pueblos recurren a defenderse con los recursos que tengan a la mano, con los dientes, con las manos, con las herramientas de trabajo, con las armas que puedan crear desde su condición de oprimido, pero sobre todo, con el arma principal que tiene los desposeídos: su voluntad de luchar hasta la muerte.

Y contra esta decisión no sirven para nada las armas ultramodernas y sofisticadas, ni siquiera las nucleares, como lo demostraron con terrible realismo los atentados recientes.

Y éstas son las realidades que los imperialistas se niegan a reflexionar con espíritu autocrítico. Ellos han borrado de su diccionario particular términos relacionados con el humanismo, la ética, la equidad, la sensibilidad, la solidaridad y fraternidad, porque les resultan abominables, sustituyéndolos por términos congruentes con el deshumanismo globalizado, como la soberbia, la prepotencia, la impunidad, la avaricia.

Pero si el gobierno de EU se resiste a ver las cosas de manera reflexiva, el pueblo norteamericano sí puede hacerlo, para que no permita que sus gobernantes continúen sembrando odios por todo el mundo, que después van a cosechar tempestades que va a pagar en su país y en su propio pellejo el norteamericano común.

Por esta razón, la amenaza que hoy está blandiendo el gobierno estadounidense de acabar de una vez por todas con los “terroristas” y aniquilar a quienes los alberguen y apoyen, es el siniestro aviso de que se va a desatar una escalada de violencia y represión en el mundo, que va a exacerbar los sentimientos de odio y rechazo que ya existen por todas partes del planeta, con amplias posibilidades de provocar ataques de igual o mayor magnitud que el de 11 de septiembre, contra intereses estadounidenses fuera y dentro del territorio norteamericano.

El pueblo de EU, que no es culpable de tener de gobernantes a verdaderos criminales de lesa humanidad, debe reflexionar seriamente en detener y retirarle el cheque en blanco que inmediatamente después de los atentados le entregó el Congreso al gobierno de Bush, con licencia y medios para matar a los individuos y pueblos del mundo que se le antoje. Esa autorización equivales al cañón de una pistola colocada en la sien del norteamericano común. ¿Tendrá conciencia y disposición para seguir jalando del gatillo?

En nuestro país, desgraciadamente ese tamborileo de guerra está encontrando eco en la mentalidad bananera del gobierno mexicano, el cual, en voces de Vicente Fox y Jorge Castañeda, inmediatamente se apresuró a manifestarle el apoyo a los aprestos belicosos de Bush, sin ningún regateo y sin medir las consecuencias irresponsables de un pronunciamiento de tal magnitud.

¿Por qué Fox guardó silencio criminal ante Bush cuando se reunieron en el rancho San Cristóbal y éste recibió en plena reunión la noticia del bombardeo en turno sobre Iraq?

¿Por qué Fox ha guardado silencio criminal ante los asesinatos masivos y selectivos del gobierno de Israel contra los palestinos, en su propia tierra?

¿No le ha bastado a Fox ir de fracaso en fracaso durante los nueve meses que lleva de presidencia, para embarcarse en una aventura descabellada, cuya única perspectiva es involucrar a todos los mexicanos en una guerra estúpida del imperio norteamericano contra todos los pobres del mundo?

¿No le ha bastado a Fox la macabra cifra de más de 300 mexicanos que son asesinados cada año en Estados Unidos, aparte del maltrato racista y prepotente que reciben millones de connacionales cotidianamente en ese país, por el sólo hecho de ser mexicanos que se fueron para allá en busca de trabajo y medios para vivir, que les son negados en México?

¿No le han bastado a Fox y a Mr. Castañeda las oprobiosas invasiones militares que realizó Estados Unidos en el transcurso del siglo XIX y comienzos del XX contra México, que ocasionaron miles de muertos, la pérdida de la mitad del territorio nacional y el sojuzgamiento económico permanente?

¿No le ha bastado a Fox ni a su belicoso canciller saber que el pueblo mexicano sí tiene memoria histórica y que no olvida que los Niños Héroes de Chapultepec prefirieron suicidarse combatiendo al ejército norteamericano en la invasión de 1847, antes que ser doblegados?

¿Está consciente Fox que al apoyar los planes guerreristas del gobierno norteamericano, prácticamente se hace cómplice de los desmanes que va a ocasionar a millones de mexicanos el reforzamiento de la militarización en toda la frontera norte, además de las medidas draconianas que van a sufrir los millones de mexicanos que viven en Estados Unidos de Norteamérica?

¿Por qué Fox no ha ordenado al encargado del consulado mexicano para asuntos migratorios que se ponga a trabajar para ayudar verdaderamente a los familiares de los mexicanos desaparecidos tras los atentados en las Torres Gemelas, en lugar de andar exhibiendo su sonrisa de inepto ante las cámaras de televisión?

¿Quiere Fox sumergir a los mexicanos en un conflicto similar al que se desencadenó en 1910 y que en ocho años provocó la devastación económica en la mayor parte del territorio nacional, así como la pérdida del 10 por ciento de la población mexicana?

Estas son las consecuencias que inevitablemente acarreará Fox si se atreve a sostener el ofrecimiento de apoyo servil que ya planteó Bush en la cruzada internacional que está preparando contra todos los pueblos que repudian y odian al imperialismo estadounidense.

De igual manera, resultan irresponsables las voces de algunos sectores empresariales de México que ya se están frotando las manos ante la perspectiva de una guerra de gran magnitud, como lo está anunciando el gobierno norteamericano. Al igual que en la Segunda Guerra Mundial, cuando la limitada industria mexicana registró un auge en función de las necesidades bélicas del ejército norteamericano, hoy esos empresarios, como auténticas aves de rapiña, se alegran de la fatídica amenaza que se cierne sobre el mundo y secundan al gobierno mexicano en su servilismo incondicional a los planes belicosos de la administración Bush.

En este contexto, consideramos que la lucha por la paz mundial, que hoy está sufriendo un severo golpe, por los aprestos belicosos del gobierno norteamericano, atraviesa necesariamente por la lucha inclaudicable por frenar al neoliberalismo, que al igual que la guerra inminente que se está preparando, constituye hoy la expresión más brutal del capitalismo salvaje globalizado.

Esta lucha, que desde todas las trincheras nacionales llevamos a cabo diversas fuerzas políticas utilizando todas las formas de lucha, puede contribuir a reforzar la lucha globalizada que desde todos los confines del planeta se realiza contra el capitalismo globalizado, que tiene a la cabeza al imperialismo estadounidense, que hoy trata de arrastrarnos a todos a una guerra absurda, con la finalidad de seguir preservando sus intereses de potencia hegemónica unipolar.

En nuestro país, el acrecentamiento de la lucha contra las políticas neoliberales de Fox y el desenmascaramiento y repudio de su entreguismo incondicional a las requerimientos del gobierno de Bush, son una parte fundamental de las prioridades que tenemos todos los que impulsamos la lucha democrática y revolucionaria, para contribuir a combatir los planes de exterminio internacional que hoy está queriendo desencadenar el capitalismo globalizado.

Por último, queremos patentizar nuestra solidaridad moral con todos los ciudadanos norteamericanos y de otras nacionalidades, y a nuestros hermanos mexicanos, que sufrieron la irreparable pérdida de sus seres queridos tras los atentados del 11 de septiembre. Esperamos que el legítimo dolor dé paso a la reflexión de por qué han sucedido estos actos, que son en respuesta a los numerosos actos de barbarie y salvajismo que en diversas partes del mundo lleva a la práctica el terrorismo de Estado del gobierno norteamericano.


¡Con la fuerza de la razón, por la nueva revolución!

COMANDO CENTRAL DEL
EJERCITO VILLISTA REVOLUCIONARIO DEL PUEBLO

República Mexicana, 18 de septiembre de 2001