La rebelión de los pueblos, la campaña "antiterrorista" y la paz

LA REBELIÓN DE LOS PUEBLOS, LA CAMPAÑA “ANTITERRORISTA” Y LA PAZ

A partir de los aberrantes atentados a las torres gemelas en Nueva York y al Pentágono en Washington, el Gobierno norteamericano inició una verdadera oleada de “lucha”, no contra el terrorismo, sino contra la rebelión de los pueblos.

Dichos sucesos sirvieron de pretexto para encasillar a los revolucionarios, a los insurgentes, a todos aquellos que se rebelan al injusto orden vigente, bajo la común denominación de terroristas. Los imperialistas norteamericanos, que protagonizan genocidios, matanzas indiscriminadas, masacres, bombardeos masivos, exterminios y torturas, para mantener el dominio de las transnacionales, no dudan en crear guerras o aplastar a los pueblos que resisten. Los criminales yanquis son los principales terroristas del mundo, trasladando su locura guerrerista a cada rincón de esta tierra donde hay jugosos negocios, recursos naturales, trabajadores y campesinos para explotar, y tierras para arrasar.

En América Latina esta cínica oleada sirvió para señalar a las organizaciones revolucionarias que combaten la injusticia social y la entrega nacional, con el propósito de exterminarlas: principalmente a las FARC-EP (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo), el ELN (Ejército de Liberación Nacional) de Colombia, el MRTA (Movimiento Revolucionario Túpac Amaru) de Perú, el PCP-Sendero Luminoso y el Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) de Paraguay. Bajo el llamado a la Paz, al fin de los conflictos, las transnacionales usureras y sus títeres en los Estados latinoamericanos, pretenden acallar toda voz rebelde y continuar sin mayores problemas el saqueo de recursos naturales, la explotación, la profundización de la miseria y el hambre. Pero la historia demuestra que la rebelión de los pueblos, su insurgencia, no es terrorismo.

Terrorismo es la barbarie que imponen los monopolios y sus fusiles; es la creación del monstruo nuclear que tuvo su mayor crimen en Hiroshima y Nagasaki; es la imposición de dictaduras militares genocidas y de gobierno civiles fascistas; es la formación de represores en el arte de las torturas, la violación y el asesinato; es la invasión sanguinaria; es la agresión, la asfixia a las economías y la guerra a Naciones soberanas; es la intervención directa de fuerzas militares imperialistas en asuntos internos de otros países; es el mantenimiento de la brutal carrera armamentística; es la condena al hambre y la miseria a millones y millones de seres humanos; es el mantenimiento en el atraso y la indignidad al menos a dos tercios de la población mundial a través del FMI, el Grupo de los países desarrollados, el G-20 y tantos otros armados de imperialistas y títeres que conforman la internacional del crimen. Estados Unidos, gendarme y protector de los intereses de las multinacionales en el mundo, persigue sueños genocidas, bañando de sangre a los pueblos y actuando política y militarmente para poner “orden” en los continentes. Aquellos que no aceptan la paz de los cementerios no son terroristas, sino insurgentes, revolucionarios.

OBAMA TERRORISTA, CRISTINA TÍTERE:

Esta realidad no pasa por alto en nuestro país. El reciente encuentro de Cristina Kirchner y el presidente norteamericano Obama, en el marco del G-20, ratificó la buena voluntad de ambas partes. La presidenta de nuestro país mostró nuevos gestos de “lamebotismo”, al decir de Fidel, ante los representantes del imperialismo norteamericano. Los medios de comunicación masivo, dejaron entrever -entre diversos temas tratados-, la adhesión del Gobierno Nacional a la campaña “antiterrorista” que encabezan los terroristas yanquis, prometiendo una mejor y más efectiva legislación del tema. Un nuevo paso “nacional y popular” del Gobierno K en la defensa irrestricta de los intereses imperialistas en nuestra Patria.

Se trata de una nueva avanzada antinacional y antipopular que ya tiene antecedente: en 2007 los Kirchner impulsaron la sanción de la ley 26.268 junto a otras, como la 25.241, 25.246, 26.023 y 26.024, adoptadas a partir de las convenciones antiterroristas celebradas por la Organización de Estados Americanos y convalidadas por la mayoría de la “oposición”.

EL DERECHO A LA REBELIÓN DE LOS PUEBLOS Y A LA BELIGERANCIA POPULAR:

Asumir el derecho a la rebelión y a la beligerancia popular no significa renegar de la paz, máxima utopía de los pueblos. Pero no puede haber paz verdadera si no existe justicia social, si la soberanía es aplastada cada día y millones de compatriotas deben sufrir el hambre y la pobreza. Y mucho menos si en tierras latinoamericanas, en la mayoría de nuestros países, las multinacionales mantienen sus negocios a costa de la sangre y el sudor de nuestros pueblos. Por ello la rebelión, la lucha revolucionaria y la beligerancia popular son recursos necesarios de los trabajadores, los campesinos y los pobres de la ciudad y el campo para modificar el rumbo que pretenden perpetuar las minorías cómplices del lujo, a costa de las mayorías condenadas a la miseria.

Cuando una causa es justa, como la independencia y la libertad, la rebelión de los pueblos es legítima y justa.

M-19 de Julio de Argentina