Simón Sáez Mérida: Carta a la militancia de Acción Democrática

CARTA A LA MILITANCIA DE ACCIÓN DEMOCRÁTICA

Acción Democrática, tu partido de más de veinte años, vive horas de terrible prueba política. Pareciera que un hondo cataclismo, escondido y subterráneo hasta hoy, hubiese estallado frente a nuestros ojos, abriendo la posibilidad de dos caminos distintos, cada uno con su propio aliento y su propia fisonomía. Pareciera que las tenazas del pasado hubiesen entumecido la fibra audaz de uno, agarrotándole la claridad del horizonte, y que el futuro, nutrido con la impaciente perspectiva de la historia, señalara rumbo al otro. Casi en un drama de muerte o resurrección.

Y este choque de dos caminos, este cruce de vías, no es por causa de la rivalidad simple de nombres y de hombres. La verdad está más allá, en el propio y exacto corazón de las ideas y alejada de personales apetitos. No es por causa de los hombres, sino por causa de las ideas de los hombres. Ideas no nacidas del aire ni por gracia de la providencia. Ideas recolectadas en lo recóndito del silencio del pueblo y de la tristeza, la alegría y la esperanza empozadas en su rostro. Y al fin y al cabo, saludable fricción de ideas, limpia comparación de conductas, balance para demostrar en dónde está la mejor consecuencia popular y la mejor lealtad venezolana.

Sé, militancia acciondemocratista, que en este debate no has estado ni muda ni indiferente. Una gran parte de tu ser partidista ha dividido sus preferencias, ha vibrado al ritmo de su propia pasión. Otra parte está expectante, pero no tranquila, a la espera, haciendo examen y observación cautelosa de los hechos. Porque afortunadamente ya pasó el tiempo de la magia caudillesca o de la retórica adobada con almidón. Nosotros estamos aguardando tu palabra. Sabemos que estarás al lado del que ofrezca la más limpia lealtad del pueblo y la justicia más genuina. Y esto lo conocemos así porque las colectividades. al contrario de lo que imaginan algunos, piensan, razonan, comparan... y se deciden. La reflexión cada día reduce el espacio de la emoción.

Y te escribo esta carta porque creemos necesario dialogar con tu adulto discernimiento político. No está cerrada la posibilidad de conversar entre las gentes que resumen las mismas ideas, por el contrario es una forma de refrescarlas. Y no es por un motivo personal; sino por la identidad de pensamiento que nos ha hecho librar la misma lucha. Como miembro de un partido al cual hemos ayudado a construir, ganando en él nuestro propio derecho a militar en sus filas, nos asiste alguna razón para esta comunicación con tu presencia colectiva. El esfuerzo nuestro puede ser pequeño y microscópico, pero es verídico.

Y no es razón para este cambio de ideas nuestra lucha reciente contra la Dictadura. Quienes combatieron aquella terrible pesadilla lo hicieron para cumplir un simple e inevitable deber ciudadano, una normal obligación cívica que gravitaba sobre la responsabilidad de todos —los venezolanos. No fue, por supuesto, una actividad excepcional, ni única, ni extraordinaria. La realizó mucha gente: una parte como activista, otra conservando limpia su dignidad civil. Fue un serio y minucioso quehacer colectivo. Y nadie puede pretender apabullar a los demás alegando el testimonio de sus cicatrices, de sus carcelazos, de sus destierros. Esto puede ser tan sólo un antecedente, un episodio en el camino de los combatientes, cuya obligación diaria es morir sin claudicar ideas o conductas.

La lucha contra la Dictadura es justa credencial en la medida en que permitió demostrar consecuencia popular y fe en las ideas democráticas. Pero ahora lo más importante no es recostarse en la comodidad para vivir de unos años pasados, alharaqueando martirologios cada hora, sino continuar demostrando confianza en los principios y en el espíritu creador del alma popular. Se puede tener un voluminoso historial de 30, 20 6 10 años de lucha, heroicos y abnegados y destruirlos en un instante de claudicación, de falta de fe y de entrega a los peores intereses. Se puede haber tenido una dura firmeza en la juventud y se puede terminar después de cierto tiempo, con la sensibilidad popular amellada, sorda y fronteriza con la cobardía política. De modo que el pasado, por hermoso que sea, si es simple y pura historia pasada no vale mucho. Es testimonio de integridad combatiente cuando su escuela se proyecta y perdura en la cotidiana conducta y en la hora de cada presente. Los 10 años de nuestra lucha y los 20 ó los 30 de los demás se liquidan en el instante en que claudicamos y damos la espalda al pueblo.

Con la voluntad popular no se puede jugar impunemente. Los pueblos depositan su fe y toda la temperatura de su sangre en quienes interpretan, canalizan y realizan sus deseos, sus necesidades y hasta sus sueños. Pero cuando se vuelve el rostro deliberadamente y se desoye —la voz del pueblo, no hay magia individual ni poder personal o caudillesco que lo confunda. Los pueblos ganan su experiencia amasándola paciente y anónimamente durante largo tiempo y aguzando su conciencia con los fracasos, las frustraciones y los triunfos. Por eso quien los engañe logrará mantenerlos en el error sólo transitoriamente. Al final la verdad se descubre, queda en evidencia y cae al suelo la máscara de los prestidigitadores.

Pero volviendo al propósito de esta carta —nuestra cuestión interna— quiero hacerte algunas consideraciones. La medida aplicada a los compañeros Domingo Alberto Rangel y Américo Martín, incidente inicial de la crisis, fue calificada por la mayoría de la Dirección Nacional como simple rutina disciplinaria. Sin duda para consumo externo y para la digestión oficial de nuestros militantes. Pero tú que has vivido y presenciado las diferencias de ideas, que W has nutrido porque desde ti parten y en la parcela de tus propias inquietudes se cosechan, sabes bien que no es cierto ese juicio. Y tienes que preocuparte y protestar porque intuyes que hay un sentido oculto detrás de la palabra disciplina, una finalidad, un propósito. Por eso has reaccionado casi con violencia y te has pronunciado mayoritariamente contra el espíritu que la alienta. Tu actitud general nos ha llenado de confianza. Y mientras tu olfato baquiano siga alumbrado por la misma perspicacia, no abrigaremos dudas acerca de la fina puntería de tu conciencia política.

Contra nosotros se viene haciendo, de unos años a esta parte, una campaña innoble. Se nos acusa interna y públicamente de comunistas, Y los organismos de dirección ni nos defienden de los extraños, ni castigan a los acciondemocratistas que nos hacen tan calumniosa acusación. La campaña, sin duda, les simpatiza, y la acogen, cuando les conviene —tal es el caso de un comunicado oficial del CEN— con el mejor de los humores. Y esa tesis es la misma que repite casi hasta el cansancio cierta sección anónima de un diario de esta Capital, cuya inspiración está en fuente que todos conocemos. Extraña coincidencia ¿verdad?

En este caso no vamos a defendemos de una mentira deliberada. Tú, que nos conoces por contacto e identidad de todos los días, sabes el truco maligno que envuelve. A tu limpia y buena fe ocurrimos sin muchas explicaciones. Si a otros los asustó el adjetivo de comunistas, a nosotros no nos amedrenta. Es falso y eso basta. No caeremos en el gargarismo diario, casi mañanero, de darnos tres golpes en el pecho para que no nos confundan. Nuestras palabras y nuestras ejecutorias se encargarán de descubrir las mentiras interesadas. En Latinoamérica ya es un vicio político su vulgarización y se les endilga a quienes sostienen ideas y principios que van en beneficio de las mayorías, de su redención social y de la liberación de sus países. Antes, cuando nació Acción Democrática, se le atribuyó a todos sus fundadores la socorrida calificación de comunistas, y se les decía —como se nos dice ahora— que el lenguaje era una de las evidencias del contrabando. Ahora la insistencia es con nosotros: por el idioma político que hablamos y por las ideas en él contenidas; que son las mismas,, en su esencia, de Acción Democrática en la época de su empuje vigoroso. ¿Verdad que es el mismo lenguaje? ¿0 es que con los tiempos hay que cambiar la gramática aunque no hayan cambiado las realidades? Pero no importa, nosotros seguiremos hablando como Acción Democrática en sus mejores días. A ti te complace. No por la retórica, sino por la sustancia y por la lealtad popular que revela.

Se nos acusa de fraccionalistas con terquedad digna de mejor causa.

Pero no se nos ha podido probar. Defendemos puntos de vista que' son comunes y que son compartidos por muchos compañeros, dirigentes y militantes. Y tú, militancia acciondernocratista, que si eres experta en el conocimiento de la historia de nuestros fraccionalismos, por tu edad y tu vigilia, tendrás para nosotros, una amplia sonrisa de disculpa. Somos nuevos en la Organización y el fraccionalismo es anterior a nuestra militancia en sus cuadros. Pero la causación busca fines concretos. Alinderarnos contra el paredón disciplinario y echarnos del partido. Y no porque violemos los estatutos sino porque nuestras ideas y nuestro' lenguaje, de auténtica médula acciondemocratista, suenan a la luz de hoy como una pesadilla, como una obsesión del pasado, especialmente en algunos oídos lindantes con el arrepentimiento. Pero los pretextos para expulsarnos hay que buscarlos, hacerlos de cualquier modo, y parece que algunos los encuentran al alcance de las manos.

Cómo se interpretan los estatutos y cómo se cuida la doctrina es algo realmente singular en esta nueva era de Acción Democrática. Un grupo de sus dirigentes y miembros parece tener carta blanca para decir lo que se les ocurra y expresar extrañas opiniones que están fuera de la verdadera ideología de nuestro Partido. Para ellos no hay disciplina, ni doctrina que valga, ni dirección política que los meta en cintura. Al parecer deben tener algo así como una Biblia debajo del brazo. Pero nosotros no tenemos alternativa, así hablemos la genuina palabra acciondemocratista. Se nos emplaza, se nos acusa, se nos calumnia y, para colmo, y como remate final, se nos pretende echar. Y da la impresión de que mientras más auténtico es el lenguaje, más rápidamente se difunde la alarma.

Antes de que ocurriese lo de Domingo Alberto y Américo se nos decía que seríamos expulsados públicamente, que ninguna repercusión tendría en la militancia ese hecho, y que apenas si nos acompañarían nuestras esposas. Pero se equivocaron. La brava y consciente militancia que eres, reaccionó como tenía que ser. Y once seccionales, toda la juventud, obreros, campesinos y profesionales han protestado. Sin embargo, aún se insiste en cerrar los caminos y se declara pública y definitivamente que no habrá Convención Extraordinaria. Supongo que todavía creen que nuestros planteamientos no tienen resonancia. Es una verdadera lástima. Dios ciega a quien quiere perder, dice el refranero.

Nuestro pensamiento, militancia de Acción Democrática, lo conoces. No queremos insistir. Solo queríamos este pequeño diálogo y este espacio para indispensables sugerencias. Creemos en ti, y eso nos basta. Llevamos tu propia fe, y eso es suficiente. Sólo deseamos decirte que de ocurrir lo que no queremos, tu avispada intuición y tu vigilante conciencia sepan por cuál camino marcha la razón y en cuáles —manos están las ideas que dieron base amplia y colectiva sangre venezolana a Acción Democrática.

En esta carta te he hablado a nombre de la promoción que nació a la vida política el 23 de Enero y que se incorporó al Partido en la mayor dificultad de su historia.

Con solidaridad militante y activa,

Simón Sáez Mérida
───────────────────

Fuente: La Esfera, 7 de abril de 1960.