Conflicto en Cauca, una oportunidad para la paz

CONFLICTO EN CAUCA, UNA OPORTUNIDAD PARA LA PAZ

La región del departamento del Cauca ha vivido inmersa en un conflicto social continuo, donde ha quedado demostrada la incapacidad del Estado para darle salidas justas, equitativas y humanas potenciando una región de grandeza, cimentada en la dignidad y el buen vivir, aspiración secular de las comunidades indígenas, afros, campesinas y pobres que se han constituido en sujeto activo.

Las conmociones allí, son el producido histórico de connotaciones desde los tiempos de la infamia colonial, donde son patéticas diferentes contradicciones entre los habitantes originarios, los traídos y los nacidos en esta región, con un poder desde arriba teñido de arbitrariedad despojo y muerte, producto de contradicciones entre explotados y explotadores, opresores y oprimidos.

Los de abajo tienen proyectos de libertad, autonomía y reconocimiento a la diversidad y han enfrentado un proyecto de minorías oligárquicas, que percibe la región como simple suministro de recursos naturales y mano de obra barata, en función de acumular para el crecimiento del capital, que menosprecia la gente del común en su condición de forjadora de vida y redención social.

Mientras desde el bloque del poder se juegan opiniones que esconden o minimizan graves problemas y contradicciones entre los desarrollos capitalistas y los proyectos sociales que se desarrollan en la región caucana desde distintas cosmovisiones, desde las trincheras insurgentes está fresco el duro exterminio a que fue sometida la población indígena y su posterior esclavización por los invasores españoles, quienes imponiendo su cultura, políticas e instituciones coloniales, a sangre y fuego, negaron de tajo toda la cosmovisión de vida cultivada por los pueblos indígenas, originarios de estos territorios.

No puede negarse la presencia de pueblos negros esclavos, traídos a estos territorios, después de ser secuestrados y arrancados de sus raíces africanas, sometidos brutalmente a otras condiciones de vida y privados de su libertad, expoliando su mano de obra, su cuerpo y espíritu, muriendo miles de ellos en las minas de oro, en una economía que trituraba indígenas y negros para beneficios de la colonia española.

Suerte parecida han corrido históricamente los campesinos, colonos, arrendatarios, habitantes urbanos asentados en las urbes producto del desplazamiento forzado, así como un amplio conglomerado social que ha unido sus fuerzas y voluntades en una resistencia indígena, negra y popular, enfrentando, una genocida conducta desde el poder, quienes con instrumentos criminales imponen su voluntad, agenciada en el marco de un Estado bárbaro de muerte contra el pueblo.

Esta resistencia del pueblo caucano, de múltiples colores raizales, ha forjado el movimiento popular caucano en un motor social reivindicatorio de vida, equidad y justicia, que ha centrado la bandera en la recuperación del territorio usurpado, las riquezas despojadas y la tierra colonizada por el capitalismo.

Sabemos con certeza que sin territorio no hay vida, ni posibilidad de recrear y mantener la identidad cultural, de realizar y practicar una manera de ser y sentir la vida en comunidad. Lucha ancestral por la vida que ha dado origen a instituciones populares, a crear pueblos y naciones indo-afro-americanas basadas en saberes, solidaridad, unidad y valores trenzados en la diversidad humana colectiva.

De todas estas resistencias activas, han surgido como es natural, los procesos y proyectos insurgentes guerrilleros como expresión de la radicalidad de la lucha popular que ha encontrado las puertas cerradas para hacer la lucha de otra manera. Movimientos insurgentes que no han nacido por la simple voluntad de los líderes populares que la han hecho posible sino como demanda auténtica para mantener viva la llama de la libertad y la emancipación social.

El proyecto capitalista neoliberal puesto en marcha actualmente, condensa políticas de más despojo territorial a los pueblos indígenas, negros y mestizos, estimula la recolonización del departamento del Cauca que es igual a mercantilizar la naturaleza, pasando de ser fuente de vida para millones de pobladores, a negocio privado para un puñado de transnacionales asociadas a los despojadores criollos, consorcios empresariales que han logrado obtener títulos mineros por más de un millón seiscientas mil hectáreas, cifra que constituye una burla a las aspiraciones de tierra, dignidad y vida del pueblo.

Esta realidad está en la raíz de la profundización del conflicto social y armado que recorre todo el cuerpo del territorio caucano.

Una pregunta salta a la vista, ¿porque el pueblo caucano, si de hablar de democracia se trata, no ha sido consultado para echar a andar un proyecto funesto, llamado desarrollo, pero que bien podríamos llamar, plan de destrucción social comunitario?

En lugar de consultas de diálogo y convocatorias a todo el tejido social popular, a todas las fuerzas vivas para pensar un plan de desarrollo que priorice la vida de todos en equidad y solidaridad, desde el poder oligárquico se establece un dispositivo de seguridad que militariza la sociedad caucana, su vida y todo el territorio, convirtiendo la región en la más militarizada de Colombia, con el único objetivo de brindar seguridad al capital inversionista.

Esa militarización que hacho rehén a la población, la somete al trato arbitrario, la estigmatiza con el remoquete de auxiliadora de la guerrilla y viola las normas del derecho Internacional Humanitario al instalar bases e infraestructura militar en medio de la población colocando como escudos humanos a una población no combatiente.

Si hay algo que ha fracasado en el Cauca, y en todo el país, es el tratamiento de guerra a una situación de injusticia social, que requiere de un tratamiento político.

La guerra que ha estallado en estos días con mucha fuerza en todo el Cauca tiene como protagonista al pueblo indígena, convertido en movimiento de resistencia contra la militarización y por la paz.

El ELN considera que esta grave crisis política y social que vive el Departamento del Cauca, debe convertirse en oportunidad para avanzar en un proyecto de paz para toda la región, en un camino de transformar la guerra en una solución política al conflicto social y armado; y que entre todos los sujetos y actores enfrentados, aunemos la voluntad política de paz, partiendo de reconocer que hay profundas diferencias en los intereses y proyectos de vida, pero también posibilidades de tejer una voluntad para construir una experiencia de paz que se pueda expandir a todo el país.

Que tal proceso esté basado en la democracia, la vida para todos y el reconocimiento a vivir en armonía con la naturaleza y por la construcción de una sociedad fundada en los derechos humanos.

Ningún camino para alcanzar la paz es fácil, pero transitándolo podemos avanzar hacia ella, partiendo de reconocer que todos podemos aportar a un futuro de cara a las exigencias de dignidad y de justicia social.

ES LA HORA DE DARLE UNA OPORTUNIDAD A LA PAZ.
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* Editorial de la Revista Insurrección, Nº 330.