Entrevista con el Comandante Jesús Santrich (Parte 3)

ENTREVISTA CON EL COMANDANTE JESÚS SANTRICH (PARTE 3)

Nuestra visión es causal. Si no se resuelven las causas no se resuelve el conflicto; así las cosas, en la agenda no hay campo para la divagación o los trucos. Necesariamente hay que acabar con las causas sociales, económicas y políticas que generaron la confrontación para que se puedan llegar a la paz.

CRB: El gobierno ha dicho que este es un acuerdo para terminar el conflicto, definiendo “fin del conflicto”, como el cese definitivo de las acciones militares. ¿Esta concepción es coincidente con la de las FARC-EP o es contradictoria?

Jesús Santrich: Hay un orden de la agenda y el primer punto es la tierra. Mirado esto, veremos si se da paso a la terminación del conflicto. De este punto debemos salir todos los colombianos satisfechos con lo que acordemos.

Nuestra visión es causal. Si no se resuelven las causas no se resuelve el conflicto; así las cosas, en la agenda no hay campo para la divagación o los trucos. Necesariamente hay que acabar con las causas sociales, económicas y políticas que generaron la confrontación para que se puedan llegar a la paz.

Entretanto se podría pactar una tregua, un cese de hostilidades, o una regularización de la guerra, etc. Eso ya debe definirse a partir del análisis, del debate y la participación popular.

Hay una agenda sencilla de diálogos, en la que estamos centrando todo nuestro empeño por sacar adelante sus contenidos. Se trata de una agenda entendible por cualquier persona, que además coloca como escenario sede de los diálogos la ciudad de la Habana. La instalación sería en Oslo y después, dice la agenda, pueden darse reuniones en cualquier otro lugar.

Por otro lado hay unos principios vinculantes que son la introducción a esa agenda que recogen el espíritu de los firmantes para luego abordar un primer punto Agrario y de desarrollo rural que tiene otros subtemas de gran interés todos ellos vinculados a una profunda noción que nosotros damos al problema de la tierra ligado al concepto de territorio, con una base esencial que es la soberanía patria.

Dentro de ese esquema muy elemental, pero al mismo tiempo esencial vamos a una mesa que no puede ser convertida como lo pretenden algunos medios de comunicación que fungen de verdugos y mercenarios de la contrainsurgencia mediática, en banquillo de acusados, donde las FARC son victimarios de todo lo que se les ocurra. No. Tampoco la mesa se contempla como un escenario de rendición; se trata de una mesa de diálogos en la que analizaremos vías, caminos para resolver los problemas políticos, sociales, económicos que sin duda son la causa de la confrontación.

Ligado a ello, seguramente tendremos que contemplar la necesidad de dar pasos hacia la desmilitarización y democratización tanto del Estado como de la sociedad, combinando ello con profundas trasformaciones socio-económicas que deben iniciar por cesar el neoliberalismo y la entrega miserable que se hace de nuestro territorio a las trasnacionales que lo están depredando.

Más de la mitad del territorio nacional ya ha sido destinado para que sea destrozado por la economía de enclave a costa del bienestar de comunidades como Marmato, la Colosa, el río Ranchería, Santurbán, etc. etc. etc. El gobierno debe cesar tanto descaro.

Es lamentable que mientras se habla de paz, se prosigue con la entrega del país a los consorcios financieros, constituyendo ello un acto de guerra. En concreto pareciera que hay elementos dedicados a recrudecer la guerra cada vez que hay anuncios de búsqueda de paz. Ustedes pueden ver no sólo a francotiradores alocatados, tipo Uribe Vélez, sino a elementos del mismo alto gobierno como el Ministro de Defensa, un dandi que parece lechuguin engominado argumentando el proceso como si se tratara de una mesa de rendición y no como una mesa para encontrarle salida a los problemas sociales que padece Colombia. Y eso sin mencionar a esa recua de periodistas estipendiados por los dueños de los medios de comunicación,.

CRB : Desde el inicio de su gobierno, Santos ha dicho que quiere pasar a la historia como el presidente de la paz. ¿Cómo podría interpretarse esa afirmación? ¿Qué ha llevado realmente a Santos a sentarse en una mesa de diálogos con un interlocutor al que en los últimos diez años no se le ha rebajado del calificativo de bandidos y narcoterrorista? ¿Acaso no es esto un reconocimiento del carácter político y beligerante, negado hasta hace apenas unos días?

Jesús Santrich: La paz sólo será posible con el concurso del país nacional. No surge de un acuerdo de dos partes contendientes: gobierno y guerrilla; sino que se logrará cuando se escuche al país nacional, al pueblo raso quien trazará la ruta de la reconciliación colombiana.

Es un buen deseo el de Santos, pero la paz no la hace una sola persona, la paz no la puede hacer una sola persona.

Presidente de la paz, presidente de la paz...; bien, bien..., en apariencia, es un buen deseo; lo cierto es que hasta ahora es el ex-ministro de defensa en cuyo período, de la mano de Uribe Vélez, puso en marcha esa nefanda cosa que llaman falsos positivos. Ese es un hecho fáctico que tendría Santos que superar con demasiado esfuerzo y mucha comprensión de parte del pueblo colombiano que ha padecido estos crímenes.

Pero bien. Yo diría que lo ideal es que él desee que todas las generaciones del futuro recordaran a quienes hoy libramos esta guerra fratricida impuesta por la mezquindad de las oligarquías, como las generaciones que tuvimos la grandeza de instaurar la justicia social que le abrió camino a la “paz estable y duradera”.

Y es que hay otros asuntos que deberá superar Santos, su clase, y es que este no es un asunto sólo de deseo; tendrían que hacer todo el esfuerzo por no incurrir más en el error de creer que “la victoria es la paz”, asumiendo la ilusión militarista muy bien espetada por el Ministrillo de Defensa, de que la solución del problema no está en la solución de los problemas sociales que padece Colombia sino en la intensificación de la guerra que él sólo conoce desde su oficina.

Sobre el asunto de las razones que han llevado a Santos a reconocernos como interlocutores, no me atrevería a dar certezas porque sólo tengo, una entre otras que puede haber y es que hay una razón de conveniencia que históricamente han echado mano los gobernantes: cuando necesitan hablar, nos reconocen la condición política y cuando no, sencillamente hecha a un lado su anterior consideración. En eso no parecen contar con principios definidos.

En tdos caso ellos cuentan con la ventaja de que independientemente de su fluctuación “pragmática”, que es lo mismo que decir dúctil, o si se quiere acomodadiza, a la insurgencia colombiana le es inherente su condición de beligerancia más allá de que el gobierno de turno lo reconozca.

Pero, también creo que después de haberse parado de la mesa del Caguán y aventurado una guerra intensa de la mano del imperio yanqui sin lograr derrotarnos, seguramente habrán hecho una evaluación de largo plazo que los lleva a retomar caminos de mayor sensatez en la búsqueda de soluciones. Recordemos que Santos dijo durante su anuncio del proceso que él proseguía una iniciativa que ya traía Uribe Vélez.

Bueno, luego empeñó todo el tramo inicial de su gobierno para explorar conjuntamente con nosotros la posibilidad de soluciones dialogadas. Bien, en eso andamos. De alguna manera debe haber reconocimiento de que no ha sido posible derrotar la resistencia popular mediante la fuerza, mediante las fosas comunes, mediante los bombarderos, etc. y debe haberse considerado que para las FARC siempre ha dejado abierta la puerta del diálogo porque tenemos vocación de paz sin que ello implique que dejemos de avanzar en nuestros planes libertarios; ahí seguimos en la brega, en la pelea contra las trasnacionales y el régimen de terror. Por eso mismo le digo que esta mesa nadie la puede mirar como una mesa de claudicación.

Nosotros somos escollo al saqueo. Algo más, con certeza se podría afirmar que el gasto militar se le está volviendo insostenible al Estado colombiano y está haciendo cada vez más miserable la existencia de los colombianos, en la medida en que este despilfarro impide la inversión social. El presupuesto de guerra, independientemente que se lo denomine gasto de defensa o gasto de seguridad se traga más del 6.4 % del Producto interno Bruto.

Hablando en términos de dinero, Colombia destina no menos de 27 billones de pesos al año. y su ofensiva fratricida la financia también con los auxilios que Estados Unidos entrega para garantizar los intereses de las trasnacionales que explotan nuestros recursos.

Esto cuesta mucho, y lo que un momento dado el gobierno colocó como impuestos provisionales para sustentar la guerra se han ido convirtiendo en impuestos permanentes que también generan descontento en quienes tributan.

Hemos escuchado al min-defensa reiteradamente que el gasto militar se mantendrá con o sin desmovilización, lo cual constata que el empeño es entregar los recursos y eso implica mantener la seguridad a las ganancias del gran capital.