Che: La revolución hecha ternura

CHE: LA REVOLUCIÓN HECHA TERNURA

Por: Milton Hernández


Hoy, 8 de Octubre del 2005, nos unimos a todos los revolucionarios del mundo para recordar que en esta luctuosa fecha, se cumplen 38 años de la desaparición física del siempre presente Comandante en Jefe, Ernesto “Che” Guevara. El Ejército de Liberación Nacional de Colombia rinde hoy como siempre un homenaje perenne al más grande entre los grandes guerrilleros del universo. Su ejemplo se alza altivo, digno y más vivo que nunca en todos y cada uno de los que luchamos por hacer que el mundo sea cada vez más feliz, con pan, democracia y soberanía para todos y todas.



La vida del comandante Guevara es una muestra de la de muchos dirigentes revolucionarios latinoamericanos que emprendieron en la década de los años sesenta la difícil tarea de iniciar la lucha armada contra la tiranía y fecundaron con su ejemplo el camino emprendido.



Hombres y mujeres de origen mestizo e indígena que construyeron las más legendarias epopeyas en aquellos años decisivos: Luis de la Puente, Guillermo Lobarton, Camilo Torres Restrepo, Fabricio Ojeda, John Sossa, Javier Hernández, Lucio Cabañas, Aidé Santamaría, Juan Pablo Chang, Orlando Pantoja, Vitalio Acuña, Jesús Suárez Gasol, Coco e Inti Peredo, Miguel Enríquez; Mario Roberto Santucho, entre otros, lo brindaron todo en un acto de amor por los pobres.



Y entre ellos descolló la figura legendaria y colosal del Comandante Guevara. Ernesto Guevara, por su cultura universal, su profesión de médico, podría haberse convertido en un ilustrado y cuidando hijos de las clases dominantes de su país; pero precisamente se levantó contra esos privilegios, abandonó todas las posibilidades que le brindaron para luchar por mejorar las realidades sociales, económicas y políticas del continente. Y más tarde, después de contribuir con su acción a la liberación del pueblo cubano, fue Presidente del Banco de la República, y siendo Ministro de Industria del estado socialista, abandonó esa posición para seguir luchando por el derecho de los pueblos, consciente de antemano de que en esta difícil tarea podría dejar su propia vida. Dado su carácter, su tenacidad, su voluntad, el Che Guevara fue siempre consecuente con sus pensamientos y lo corroboró en los hechos, a pesar de las adversidades, jamás hizo nada que no quisiera hacer, ni aceptaba hacer lo que no compartía.



La personalidad de Guevara y sus dotes de patriota antiimperialista comenzaron a vislumbrarse en 1954 en Guatemala, cuando la CIA derrocó al gobierno nacionalista y progresista de Jacobo Árbenz; fue creciendo en México y posteriormente se agigantó en la lucha insurreccional cubana, hasta alcanzar la grandeza de guía y símbolo revolucionario con su lucha guerrillera en Bolivia y su mensaje a la Tricontinental: “Crear dos, tres, muchos Vietnam es la consigna”, que marcó por siempre la lucha insurreccional de los pueblos latinoamericanos. Guevara no es un mito, es el revolucionario forjado paso a paso, golpe a golpe, combate a combate, que por su fe y amor por los pobres, por los desposeídos, supo hacer renacer la esperanza en el destino de la humanidad y construir los caminos de nuevos amaneceres.



El Che es un símbolo histórico, representante de la tendencia revolucionaria e insurreccional más importante de América Latina.



Ideólogo y guía en todo este período, en la síntesis entre el ayer, el hoy y el porvenir y su práctica y pensamiento tan ricos, tan profundos, se encarnan en las contribuciones a la revolución cubana, a la posibilidad concreta en un entorno mundial capitalista del socialismo subrayando y resaltando el papel moral de los hombres por encima del valor material de las cosas; economista, hombre de Estado, constructor diario del socialismo en relación activa con los explotados; planificador y ordenado. Pero con todo, el Che es, ante todo, un guerrero, que ejerció su papel en varias revoluciones, en unas venciendo, en otras perdiendo, pero siempre dejando aleccionadoras experiencias. Como guerrero brillante dejó su profunda huella con su teoría y su práctica de la guerra de guerrillas, que en el continente y específicamente en Colombia, encarnamos en el desarrollo del foco insurreccional como “generador y catalizador de la conciencia revolucionaria”.



La influencia del Che en la estrategia insurreccional es evidente en el conjunto de movimientos guerrilleros latinoamericanos, sin importar su origen o procedencia ideológica, su fuerza, sus raíces o su porvenir. ¿Quién pudo sustraerse en mayor o menor medida a la influencia política y militar del Comandante Guevara? Su obra: La Guerra de Guerrillas, con una serie de dogmas inmodificables que pregonaban los partidos socialistas y algunos comunistas, donde las posibilidades revolucionarias de los pueblos eran conducidas y supeditadas al requisito previo de una serie de condiciones que prácticamente reducían y ataban la capacidad de acción de los pueblos y colocaban el objetivo revolucionario más allá de la altura de las estrellas. El Che se rebela contra estas supuestas leyes y con la fuerza de sus ideas y el ejemplo diario empieza a doblegarlas.



Podemos afirmar que la lucha del Che es la lucha permanente por el hombre como hacedor de la historia, por el socialismo como sistema de justicia, igualdad y libertad, y por la revolución como acto permanente de subvertir las leyes y los principios rígidos de los poderosos.



En la Sierra Maestra y en sus escritos sobre la guerra de guerrillas, delinea al guerrillero como un reformador social que enseña permanentemente con su ejemplo, con su valor, su sencillez, su desapego por los bienes personales y materiales, su fidelidad a la causa, al pueblo; su austeridad.



Siempre se consideró a sí mismo un soldado de la revolución y jamás aceptó prebendas, puestos burocráticos o lisonjas. Renunció a todo en su lucha revolucionaria, se comprometió con la lucha armada sin importarle en lo absoluto sobrevivir a ella. El Che miraba la muerte en combate como algo natural al compromiso y se esforzó permanentemente por educar a los pueblos en la visión de que a pesar de esa eventualidad, no impediría para nada la marcha inevitable del proceso histórico.



En su mensaje a la Tricontinental, reafirmó esta concepción: “En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que ese, nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oído receptivo y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas”.



Porque el Che es un símbolo de la ruptura histórica continental, no sólo en lo político, sino en lo ético y en lo militar.



Así como en la lucha militar rompió con todos los esquemas preestablecidos y elaboró nuevas doctrinas producto de sus prácticas, en lo político entregó su propia vida luchando por la expansión continental de la revolución; en lo ético combatió con rigor al tipo de revolucionarios que le hacen venia al poder, al halago, a los puestos, a los honores; en lo económico, quizás sus aportes más importantes, pero también los más desconocidos, elaboró un conjunto de teorías donde revela y denuncia las divisiones de trabajo a escala internacional que someten a perpetuidad a los países oprimidos a ser proveedores de materias primas de las grandes potencias; denunció el sometimiento pasivo a las leyes de intercambio capitalista entre países socialistas, la subsistencia de relaciones mercantiles en el interior de cada país, la determinación absoluta de la ley del valor, el consecuente sometimiento de los factores políticos e ideológicos al factor económico, que conllevan la degradación de la conciencia revolucionaria. De esta profusa obra quedan sus escritos “El socialismo y el hombre nuevo en Cuba”, donde su brillante pensamiento y pluma se liberan en artículos tales como: “Sobre la concepción del valor”, “La banca, crédito y socialismo”, “La planificación socialista: su significado”, “Una nueva actitud frente al trabajo”.



Sus escritos económicos son de enorme valor porque fueron elaborados con base en sus experiencias en la primera revolución socialista de América y esto presupone que no había antecedentes ni manuales previos. Los fue dictando de la realidad, del conocimiento de la sociedad, de su conciencia y de la interrelación entre estos tres y de su estudio.



El 7 de octubre de 1967 escribió el Che sus últimas líneas. Al día siguiente, a las 13 horas, en una estrecha quebrada donde se proponía esperar la noche para romper el cerco, una numerosa tropa enemiga hizo contacto con ellos. El reducido grupo de hombres que componían en esa fecha el destacamento, combatió heroicamente hasta el anochecer desde posiciones individuales ubicadas en el lecho de la quebrada y en los bordes superiores de la misma contra la masa de soldados que los rodeaban y atacaban.



Todo parece indicar que el Che hizo el máximo esfuerzo para proteger la retirada a un lugar más seguro de los compañeros, hasta caer herido. El Che no fue muerto en ese mismo combate, sino al día siguiente, en un punto no distante de la quebrada del Yuro.


Lo abrupto del terreno rocoso e irregular hacía muy difícil y a veces imposible, el contacto visual de los guerrilleros entre sí. Los que defendían la posición por la otra entrada de la quebrada, a varios cientos de metros del Che, entre ellos Inti Peredo, resistieron el ataque hasta el oscurecer, cuando lograron despegarse del enemigo y dirigirse hacia el punto de concentración previamente acordado.



Se ha podido precisar que el Che estuvo combatiendo herido hasta que el cañón de su fúsil M2 fue destruido por un disparo, inutilizándolo totalmente. La pistola que portaba estaba sin magazzine.



Estas increíbles circunstancias explican que lo hubiesen podido capturar vivo. Las heridas de las piernas le impedían caminar sin ayuda, pero no eran mortales.



Trasladado al pueblo de Higueras, permaneció con vida alrededor de 24 horas. Se negó a discutir una sola palabra con sus captores y Mario Terán, un suboficial embriagado que intentó vejarlo, recibió un escupitajo en pleno rostro.



Reunidos en La Paz, altos oficiales de la CIA, Barrientos, Obando y los altos jefes militares, tomaron fríamente la decisión de asesinarlo.



Son conocidos los detalles de la forma como procedieron a cumplir el alevoso acuerdo en la escuela de Higueras. El mayor Miguel Ayoroa y el coronel Andrés Selnich, rangers entrenados por los yanquis, instruyeron al suboficial Mario Terán para que procedieran al asesinato.



Cuando éste, completamente embriagado, penetró en el recinto, el Che –que había escuchado los disparos con que acababan de ultimar a un guerrillero boliviano y a otro peruano- viendo que el verdugo vacilaba le dijo con entereza: ¡Dispare! ¡No tenga miedo! ¡Va a matar a un hombre!



Éste se retiró y de nuevo fue necesario que los superiores Ayoroa y Selnich le repitieran la orden, que procedió a cumplir, disparándole, de la cintura hacia abajo, una ráfaga de metralleta. Sus ejecutores tenían instrucciones de no disparar sobre el pecho ni la cabeza, para no producir heridas fulminantes. Esto prolongó cruelmente la agonía del Che, hasta que un sargento –también ebrio- con un disparo de pistola en el costado izquierdo lo remató. Tal proceder contrasta brutalmente con el respeto del Che –sin una sola excepción- hacia la vida de los numerosos oficiales y soldados del ejército boliviano que hizo prisioneros.



Las horas finales de su existencia, en poder de sus despreciables enemigos, tuvieron que haber sido muy amargas para él; pero ningún hombre mejor preparado que el Che para enfrentarse a semejante prueba.



La grandeza de su obra quedó reflejada hasta su último suspiro. Cayó defendiendo con coraje sus nobles ideales de redimir un continente. Su vida y su muerte quedaron como la prueba más alta de lo que pueden la voluntad, el heroísmo, la convicción y la grandeza humana. Los bárbaros tiemblan ante su presencia y sus impugnadores se escondieron de vergüenza ante su heroísmo.



Su pensamiento y acción se engrandecen con el paso de los años y todos los soñadores de mundos nuevos rendimos homenaje a su obra, su vida, su ejemplo, a su amor hecho ternura por los hombres y mujeres desposeídos del mundo.