La paz con el ELN: cómo informar de lo que no se puede

LA PAZ CON EL ELN: CÓMO INFORMAR DE LO QUE NO SE PUEDE*

Ya no es un secreto para el país que desde hace más de un año cursa un diálogo formal exploratorio entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y el ELN, convenido con el propósito de construir una salida política al conflicto armado interno, que padece Colombia.

Para nosotros, hubiera sido mejor que se pudiese informar de manera permanente, sobre el curso de dichas discusiones y el país conociera con objetividad la marcha del proceso, pero no se pudo acordar este criterio de información, por cuanto el gobierno estableció como un inamovible, la confidencialidad en esta fase exploratoria.

Por supuesto, que nosotros jamás hemos compartido dicho criterio, porque un verdadero proceso de paz debe ser de cara al país y contando con la amplia participación de la sociedad. Pero en aras de hacer viable para la Nación el supremo fin de la paz, consideramos conveniente flexibilizar nuestro punto de vista, para iniciar una fase exploratoria. Por esto, no depende de nosotros que se pueda informar el estado de las conversaciones y no podemos asumir los costos, que podría implicar una ruptura de la confidencialidad, porque somos respetuosos de los acuerdos.

Hubiera sido de mucho interés para todos los sectores de la sociedad, poder conocer los asuntos referidos a la configuración de una Agenda y un diseño que guíen el proceso hacia la paz.

Siendo ésta la realidad, circulan en el país diversas versiones y tergiversaciones sobre la marcha de las conversaciones, unas con intencionalidad y otras con poca responsabilidad en el tratamiento de la información y de las fuentes.

Algunos medios se atreven a señalar comportamientos del Ejército de Liberación Nacional en la mesa de diálogos. Nos preguntamos ¿cuál es la fuente?, ¿con qué intención se hace? Es obvio que una de las Partes no hable mal de sí misma, pero no todos hablamos mal de la contraparte. Es elemental entonces, que quien vaya a informar busque la máxima objetividad o por lo menos diga que carece de información que le permite equilibrar las versiones.

Nos han buscado con insistencia algunos medios para conocer nuestras versiones, pero lo hemos evitado. No somos dados a filtrar información, somos y seremos respetuosos de la palabra empeñada, por esto no encontrarán versiones en los medios de información, que provengan del Ejército de Liberación Nacional.

Lo cierto, lo objetivo, lo que todo mundo conoce es que las Partes conversan o discuten sobre unos posibles puntos de Agenda y un diseño del proceso, que permita alcanzar el objetivo de la paz, que haga de Colombia un país democrático y con equidad.

Oficialmente las dos Partes hemos informado que hay varios puntos acordados, pero falta terminar de confeccionar la Agenda; puede ser mucho o poco, y es responsabilidad de las Partes avanzar con celeridad, para bien del proceso, sin presionar a las Partes para que los acuerdos resulten frágiles o hagan esquivos los objetivos.

Vale recordar que las recurrentes guerras y confrontaciones armadas en Colombia tienen por origen los pactos mal hechos y los incumplimientos a los acuerdos. En la etapa de nacimiento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y del Ejército de Liberación Nacional llegaron aún con los brazos calientes y con olor a pólvora los combatientes de las guerrillas liberales, quienes en La Violencia fueron traicionados tanto por el Directorio Liberal, como por el Gobierno de turno; también llegaron muchos otros guerrilleros fugados de las cárceles.

A esta guerra no llegamos por un impulso irracional, ella se fue gestando a lo largo de varios años, incluso en el transcurso de ellos se fue reafirmando su justeza. Estas guerrillas colombianas no somos un grupo de bandidos, o de mercenarios, o de narcotraficantes que buscamos repartirnos un botín o unas cuantas riquezas para nuestro bien personal. No, nada de eso, nuestro fin es una Colombia distinta. Por esto no buscamos la rapidez de una falsa paz, que reporte beneficios individuales.

Continuar la guerra o hacer que fracase una salida política es lo más fácil, pero es mucho más complejo construir un camino hacia la paz, por tanto quienes presionan, tergiversan, distorsionan o mal informan al país, no ayudan a superar las dificultades por las que aún atravesamos. La paz es un derecho y un deber de todos.

En una guerra real, nadie puede convocar a la paz si persiste en aniquilar a la contraparte, o pretender llevarla debilitada o arrodillada a una mesa, para imponer una claudicación, rendición o un acuerdo totalmente favorable al régimen dominante. Lo real es que hoy, el discurso y la estrategia gubernamental así lo constatan. De igual manera no existe una política de Estado para la paz que dé certeza, que lo que se llegue a acordar con este gobierno, los siguientes lo vayan a cumplir.

Despejar estos interrogantes es el reto esencial en el camino hacia paz. Pese a esta realidad, seguimos empeñados en llegar a ella, pero no es fácil.
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* Editorial de la Revista Insurrección Nº 449.