Saludo a la comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas

La Habana, Cuba, sede de los diálogos de paz, febrero 10 de 2015

Compatriotas relatores
Víctor Manuel Moncayo Cruz y Eduardo Pizarro Leongómez
Comisionada Maria Emma Wills y demás integrantes de la
Comisión histórica del conflicto y sus víctimas.

«Sea lo que fuere, no nos hallamos ya en los tiempos
en que la historia de las naciones era escrita por historiógrafos
privilegiados a los cuales se les daba entera fe sin examen…
son los pueblos los que deben escribir sus anales
y juzgar a los grandes hombres.» Simón Bolívar (Diario de Bucaramanga).

Valoramos inmensamente el trabajo realizado por la “Comisión histórica del conflicto y sus víctimas”. Somos conscientes de que no contaron ustedes con las mejores condiciones para realizar sus elaboraciones, sobre todo por la insuficiencia de tiempo. No obstante, estamos convencidos de que supieron comprender que la dinámica impuesta por un proceso como el que adelantamos no da espera, y respondieron al llamado que les hizo la Mesa de diálogos desde La Habana. Seguramente siempre se considerará que lo realizado pudo ser mejor, si se tiene en cuenta el rigor que demanda todo esfuerzo intelectual e investigativo que se precie de ser juicioso y, particularmente, este que será un insumo fundamental para profundizar en la búsqueda de la verdad respecto a las causas y consecuencias de la larga confrontación política, social y armada que padece Colombia, lo cual genera inmensas expectativas en la opinión nacional frente a los resultados que ahora se hacen públicos.

Sus aportes al entendimiento de la complejidad del conflicto, así como los análisis que contribuyan a su trámite por la vía exclusivamente política, serán con seguridad indiscutibles. Asimismo, sus aproximaciones a la problemática de las víctimas y a la definición de las responsabilidades, asuntos que al lado de la búsqueda de soluciones a la miseria, la desigualdad y la carencia de democracia, se encuentran en el centro de nuestras preocupaciones.

Desde el mismo inicio de los diálogos, propusimos una comisión que se ocupase del esclarecimiento de la verdad histórica del conflicto. Tras más de un año de la formulación de dicha iniciativa, el Gobierno nacional respondió positivamente a nuestra propuesta y se conformó la “Comisión histórica del conflicto y sus Víctimas”. En igual sentido, estamos seguros que se concretará el acuerdo sobre la “Comisión de esclarecimiento y no repetición”, con cuyo trabajo se complementará el esfuerzo por alcanzar el propósito de construcción de la verdad histórica como parte de nuestro compromiso con las víctimas y en general con el país.

Tal propósito, evidentemente representa una tarea pendiente, sobre todo si se tiene en cuenta que siendo el conocimiento de la historia una condición inexcusable para trazar el curso del porvenir, lo cual es axiomático, la realidad histórica y su interpretación también se convirtieron en un campo de batalla. De la mano de las pretensiones de una victoria militar sobre nuestro alzamiento armado, que por cierto nunca llegó, hicieron carrera la falsificación y el negacionismo. Por mero artilugio y a través de la manipulación mediática, se pretendió desaparecer la existencia del conflicto y con ello la perspectiva de una solución política y la posibilidad de encontrar la reconciliación en condiciones de justicia y vida digna.

Nuestra larga y legítima lucha buscó ser desprestigiada y presentada como parte de las actividades propias de una industria criminal; nuestro accionar guerrillero fue convertido en simple comisión de delitos, tipificados en la larga lista del derecho penal. Aún hoy, los sectores más retardatarios de la opinión pública y funcionarios malintencionados del Estado, enemigos de la paz como el Procurador General de la Nación, persisten en esa idea. Su intención es clara: borrar lo imborrable; alentar la idea de que nuestra lucha guerrillera es la invención de un grupo de individuos para enriquecerse y de paso ultrajar a la población y convertirla en objeto de victimización; promover el odio y la venganza entre los colombianos; suprimir de tajo la posibilidad de la rebelión armada y continuar por el camino del desconocimiento del delito político y sus conexidades, aún a sabiendas de que tal despropósito puede llevar el proceso de diálogos a una sin salida.

De ahí la importancia del retorno a la historia. Sólo ella permite comprender nuestro presente y diseñar nuestro futuro. El que anhelamos nosotros es el de la paz con democracia verdadera y justicia social, es el de la reconciliación nacional. Y ese retorno a la historia lo concebimos como una construcción compleja en la que deben tener cabida todas las voces. Por ello, nuestro entendimiento de la Comisión partió de la necesaria consideración de múltiples perspectivas de análisis y enfoques, siempre bajo el supuesto que aún en presencia de ellos hay hechos y evidencias históricas incontrovertibles; que el relato histórico no es sólo un asunto de interpretación, sino que debe ser elaborado precisamente con base en una rigurosa valoración de los hechos y de las evidencias.

Somos conscientes de las dificultades para la elaboración de dicho relato. Empezando, como lo han señalado ya algunos historiadores, que para una historia del conflicto faltan aún por explorar -con el juicio debido- las fuentes guerrilleras y los aún no abiertos archivos del Estado, sin dejar de lado incluso los de gobiernos extranjeros, especialmente de los Estados Unidos que, como es bien sabido, han jugado un papel determinante en nuestra historia. La elaboración de esa historia aún nos espera.

Cuando acordamos la conformación de la Comisión, conociendo los límites que impone la investigación histórica, señalamos que no pretendíamos que se realizase una nueva investigación, sino que a partir de las ya existentes y confiando en el conocimiento de los expertos, se pudiese adelantar un ejercicio de interpretación que contribuyera a comprender la complejidad del conflicto colombiano, sus causas y orígenes, su persistencia, los impactos generados por éste sobre la población, y además que aportase en la definición de las responsabilidades. No buscábamos un relato único; entre otras cosas porque la historia que nos aguarda no es la de los vencedores. Pretendíamos, reiteramos, que las más diversas voces fueran escuchadas, incluso aquellas que teórica y epistemológicamente se pueden situar en el campo de la historia hecha desde la subalternidad.

Estamos seguros que hemos logrado ese cometido. Los informes de los doce expertos, así como el informe de la relatoría, con su aproximación teórica, metodológica e interpretativa diversa, enriquecerán las discusiones de la Mesa y, no nos cabe la menor duda, marcarán un hito en el debate nacional, académico y de la opinión pública, acerca de la historia del conflicto social y armado. Las víctimas del conflicto contarán con un ineludible referente para comprender lo que ha pasado y especialmente pensar en cómo superar lo que hace que la victimización se reproduzca y persista.

En ese sentido, queremos agradecerles por la labor realizada. Ténganlo por seguro, el Informe de la Comisión representa un aporte sustantivo al proceso de paz. Sus alcances aún no se pueden percibir en la debida dimensión. Seguramente irá a suscitar reacciones e inquietudes diversas que deberemos asumir con sabiduría, sensatez, probidad y la obligación ética de comprometernos en aliviar, como decía el Libertador Simón Bolívar, “los horrores de la guerra”, favoreciendo la reconciliación. De tal manera, entonces, que muy útil sería mantener cohesionado y en funcionamiento el equipo de estudiosos que integran la Comisión histórica del conflicto y sus víctimas, a fin de seguir contando con tan importante fuente de consulta y asesoría en el curso de los debates que llevamos al rededor del punto 5 de la Agenda, referido a Víctimas, y los que ya estamos ad portas de abordar en relación con la finalización del conflicto.

DELEGACIÓN DE PAZ DE LAS FARC-EP