A 27 años, la vigencia del aporte de Raúl Pellegrín al proyecto del FPMR

A 27 AÑOS, LA VIGENCIA DEL APORTE DE RAUL PELLEGRIN AL PROYECTO DEL FPMR

La vida del Frente está estrechamente ligada a la idea y la acción de Raul Pellegrìn, “Rodrigo”, en su rol de jefe y conductor político-militar, y en la construcción del Rodriguismo como corriente revolucionaria. Este papel está presente en momentos claves de nuestra historia, desde la implementación de la Tarea Militar del Partido Comunista, la experiencia internacionalista en Nicaragua, la fundación del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, y en particular al asumir una vida autónoma del partido que le dio origen. El aporte de Rodrigo, en cada etapa, está marcado por la voluntad de ruptura con los tradicionales esquemas de concebir y aplicar la política, el no aferrarse a las fórmulas conocidas de manera mecánica o autocomplaciente, lo que es importante tener en cuenta también en las fechas de conmemoración a las y los combatientes caídos, en que no resulta tan difícil quedarse pegado en los clichés o lugares comunes, que hacen de la mística un asunto iconográfico o estético, y del homenaje una liturgia

Muchos conocemos aquella definición que Raúl Pellegrín hizo del Rodriguismo, sobre todo luego de la ruptura con el PC en 1987, al señalar que es “la aplicación del marxismo leninismo a las condiciones concretas de Chile”. Eso significa en concreto la construcción del Frente como una organización de combate, una organización político - militar en función de una concepción estratégica: acumular las fuerzas militares, paramilitares y de masas para la revolución.

En el llamado Rediseño del Frente, Rodrigo señalaba que existe una tendencia inicial (normal en los trabajos) a tratar de hacer lo que veníamos haciendo, y tratar de hacerlo mejor, y esa tendencia es la que había que superar con “un análisis crítico y autocrítico de lo recorrido y de las estructuras con que hoy contamos… no hacer lo que estamos haciendo mejor (el llamado desarrollo lineal), hay que hacer un viraje y negación dialéctica; no significa que lo anterior sea malo, si no que significa que dejó de ser vigente”.

O sea, un llamado a superar los esquemas hasta entonces aplicados en variados aspectos, desprenderse de los exitismos, los placismos y voluntarismos, formar un tipo de dirección y militancia, critica, transparente, con inquietud por aprender, que sabe escuchar, pensar y resolver por sí misma cuestiones prácticas dentro de la política general, el llamado motor propio..

Este desafío no pudo ser cumplido, no fuimos capaces de romper con el desarrollo lineal, no fuimos capaces de romper con los dogmas y esquemas heredados o creados, nuestra visión de construcción política era cortoplacista y aparatista, en donde más allá de la voluntad de lucha, primaba aún la concepción de aparato del Partido Comunista y de los frentes sociales dirigidos por el partido, visión que potenció nuestro sectarismo, vanguardismo y otras deformaciones de esa cosmovisión que marcó un ciclo histórico en el mundo del siglo XX, y que inundaron el diseño y la aplicación de nuestra estrategia de entonces (la Guerra Patriótica Nacional), dejando además nuestras estructuras al descubierto y sin capacidad de capitalizar resultados, lo que trajo un alto costo político y humano para esta organización que seguía luchando contra la impunidad y el continuismo del sistema al iniciarse los gobiernos civiles. Sin ánimo de caer en el culto a la personalidad, es indudable que la muerte de Raúl Pellegrín en octubre de 1988 privó al FPMR no sólo de su máximo jefe y conductor sino también de la maduración de la reflexión estratégica que había propuesto.

Posteriormente el Frente asume un complicado camino de debate interno y reorganización al calor del trabajo social y abierto que permite la preservación de la organización pero que trae consigo nuevas contradicciones y desniveles que impiden abordar las tareas de una construcción estratégica de carácter político-militar, es decir caer nuevamente en un desarrollo lineal, esta vez con carácter “de masas”.

Por eso, a la hora de conmemorar a Raúl, Tamara, y todos los caídos, lo más coherente en esta etapa de la historia es perseverar en la acción, la reflexión y la construcción en el marco de nuestro actual proyecto (que se impulsa en conjunto con el MIR-EGP), que se basa en las condiciones que persisten en la sociedad chilena, el continente, y el mundo en general, marcados a fuego por las contradicciones de un imperialismo en crisis, debilitado económicamente y con una cultura productiva declinante, siendo su último recurso la amenaza constante de guerra sustentada en el gasto militar, conflictos por la hegemonía en petróleo, gas, agua, etc., disfrazados de razones humanitarias o de “defensa de la democracia”.

En nuestro país hemos visto cómo diversos sectores del pueblo han pasado de la pasividad a la actividad y la movilización social y política, mientras el bloque dominante aumenta su desprestigio y falta de credibilidad, por lo que éste, junto con impulsar algunas reformas que descompriman la presión popular, otorga cada vez más protagonismo a los medios materiales y legales de control, la fuerza de la represión y la criminalización, reestructurando y reequipando a las Fuerzas Armadas, policiales y de inteligencia para la represión a las organizaciones insurgentes que se abren paso en el seno del movimiento popular y el pueblo mapuche.

Pensamos que ante tal perspectiva siguen vigentes los principios generales señalados por Rodrigo al inicio de la vida autónoma del Frente, una visión integral de la construcción de fuerzas donde el pueblo, y los Rodriguistas, van adquiriendo y fortaleciendo conciencia, experiencia y vocación de poder. Para la aplicación concreta y específica de esa concepción en la actualidad, se deben superar muchos de los esquemas de construcción u organización utilizados en décadas anteriores, ya que de lo que se trata es salirse de ese escenario en que ya no hay sorpresa, en que las formas de lucha que usamos son las que ya el enemigo conoce y en las que se ha hecho fuerte.

Se debe continuar alertas para enfrentar y superar tendencias negativas, como el cortoplacismo que busca a toda costa lograr o mostrar resultados comprometiendo las capacidades futuras, la grandilocuencia, la auto referencialidad, la ostentación y el fetichismo (de la organización, de su historia, y hasta de las formas militares, reducidas a un acto puntual de propaganda mientras que en general se sigue actuando como los partidos tradicionales “de masas”), y en general las complejidades de la conducta humana que nos afectan sobre todo en momentos adversos.

A propósito de superar esquemas, respecto al problema de la unidad del Rodriguismo deberíamos considerar que éste no está debilitado por su dispersión o falta de unidad, sino que está disperso como resultado de su debilidad, que no se trata de tener una política particular para unir al Rodriguismo disperso sino más bien fortalecer un proyecto político que logre convertirse en una fuerza capaz de involucrar en diversas formas a distintos sectores y personas de variados orígenes y experiencias.

Pese a todos esos problemas, contradicciones, e incluso conductas oportunistas y traidoras que nos han afectado y que pretendieron arrastrarnos a políticas reformistas o parcelas personalistas, hay aspectos de la construcción que han podido rescatarse, consolidarse y perspectivarse como un quehacer a largo plazo, que otorgan contenido y dirección a nuestra actual opción política, ya estamos marchando en una opción, en un camino de reconstrucción junto a otras organizaciones continentales hermanas, con las que hemos compartido tareas y reflexiones.

Lo que está claro es que ante el carácter y dimensión del enemigo que enfrentamos, y también ante nuestra propia historia, siguen siendo necesarias la rigurosidad, el estudio, la sobriedad y reserva como conducta militante, la compartimentación y clandestinidad en lo que corresponde a la estructura interna, y la amplitud en el contexto de la construcción social y territorial de la resistencia al capitalismo, y cada una con sus instrumentos diferenciados aunque vayan en una misma dirección. Nuestra concepción del quehacer social es el impulso de una corriente de ideas de resistencia, que aporten a la construcción política organizativa en el seno de los diversos espacios sociales (lucha reivindicativa, educación popular, medios de comunicación alternativos, la lucha del pueblo mapuche, etc.), articulados en redes diversas más que en organizaciones centralizadas o los llamados frentes o estructuras intermedias de masas generadas por “la organización” tal cual las conocimos en años anteriores.

En resumen, todos los desafíos y problemas de esta opción, así como las dudas y confusiones actuales deben ser enfrentados con la misma disposición y actitud entusiasta que Raúl Pellegrìn transmitió al Frente al momento de la separación del Partido Comunista, o bien durante la irrupción de la Guerra Patriótica Nacional. Por eso, si hablamos en serio de emular a los combatientes ejemplares sabremos que debemos, tal como ellos lo hicieron, hacer el mejor esfuerzo en condiciones adversas por buscar los caminos para reconstruir la organización y el proyecto de lucha por una mejor humanidad por el que dieron lo mejor sí.

Frente Patriótico Manuel Rodríguez – Autónomo

Octubre de 2015