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Aurora y Antonio, del ERPI, acusan a Diódoro Carrasco y a Cervantes Aguirre de ordenar su secuestro y tortura

[Nota: Reporte publicado en la revista Proceso 1225, 23 de abril de 2000, pp. 26-30, y firmada por Ricardo Ravelo.]


Declaraciones ante el juez en Almoloya
Aurora y Antonio, del ERPI, acusan a Diódoro Carrasco y a Cervantes Aguirre de ordenar su secuestro y tortura

Un día Jacobo Silva Nogales decidió marcharse de su casa para trabajar como maestro rural en el estado de Puebla. Sus familiares no supieron más de su paradero. Trece años después, el 19 de octubre de 1999, elementos del Ejército y de la Policía Federal Preventiva (PFP) lo detuvieron, sin orden de aprehensión, en la Ciudad de México. Se le acusó de ser "un peligroso guerrillero".

Jacobo Silva es el Comandante Antonio, cabeza del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), quien, junto con su esposa, Gloria Arenas Agis, la Coronel Aurora, fundó la organización con el objetivo -dicen- de luchar por la causa de los pobres, como lo hicieron en la sierra de Guerrero Lucio Cabañas y Genaro Vázquez.

Aseguran que, tras ser detenidos -Gloria en San Luis Potosí y Jacobo en la Ciudad de México-, fueron torturados durante cinco días consecutivos, con el fin de arrancarles confesiones autoincriminatorias y para que acusaran al senador Félix Salgado Macedonio y a otros miembros del PRD de formar parte del ERPI. Ambos se negaron.

Jacobo Silva y Gloria Arenas fueron acusados de terrorismo, portación de armas y delincuencia organizada a partir, según dicen, de una maniobra orquestada por la Secretaría de Gobernación.

En la ampliación de su declaración preparatoria, el Comandante Antonio y la Coronel Aurora acusan a los secretarios de Gobernación y de la Defensa Nacional, Diódoro Carrasco Altamirano y Enrique Cervantes Aguirre, respectivamente, de haber ordenado su "secuestro" y que fueran torturados.

Rechazan los cargos que se les imputan -"no somos delincuentes", afirman-, pero aceptan ser las cabezas del ERPI; dicen sentirse orgullosos de haber decidido empuñar las armas para defender lo que ellos llaman el México pobre e injusto por obra del gobierno del presidente Ernesto Zedillo.

A continuación, se reproducen las partes medulares de una declaración inédita que los indiciados rindieron en el penal de máxima seguridad de Almoloya de Juárez, Estado de México, el 6 de abril último ante Casimiro Barrón Torres, juez Primero de Distrito en Materia de Procesos Penales Federales.

'No estoy arrepentido, pago el precio',

Dice el comandante Antonio:

... No soy terrorista ni secuestrador ni asesino ni ladrón. Considero que estoy aquí porque he formado parte de un ejército popular desde cuyas filas y he llamado al pueblo a defenderse y le he ayudado a organizarse para que se defienda de los secuestros, asesinatos, torturas y violaciones que contra él cometen el ejército federal, diversas policías y grupos paramilitares, agresiones que se cometen con total impunidad como lo muestran los casos de Aguas Blancas, El Charco, Acteal y El Bosque y que hacen evidente que el pueblo no puede esperar justicia de las instituciones encargadas de impartirla.

He luchado por hacer realidad el ejercicio de la soberanía popular, ya que hoy gobierna al país una minoría que no toma en cuenta las opiniones de la población y que se guía únicamente por las opiniones de los dueños del dinero cuyos intereses representa y aplica una política que mantiene en la pobreza a la mayoría de la población y que condena a la miseria a un número creciente de mexicanos.

He pugnado por la existencia de un estado de derecho porque la Constitución se viola cotidianamente por el gobierno y la aplicación de la ley está sometida al capricho de los poderosos, y en vez del federalismo existe un vergonzoso centralismo y el Poder Judicial funciona como una dependencia más del Poder Ejecutivo, el cual se burla continuamente del Poder legislativo.

También he luchado por hacer realidad aquello que Francisco Zarco denominó Gobierno del Pueblo por el Pueblo y para el Pueblo, porque hoy existe un gobierno de la oligarquía, por la oligarquía y para la oligarquía, y eso no lo merecemos los mexicanos.

No he hecho más que hacer uso del derecho que tienen los pueblos de combatir un estado de cosas injusto, como en su tiempo lo hicieron otros que también fueron llamados por eso criminales, como Hidalgo, Morelos, Villa, Zapata, Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, que como ellos me atreví a dar esperanza a los más pobres v a mostrarles un camino para hacer valer su dignidad y a recorrer junto con ellos ese camino con todos los riesgos que ello implica.

Que como ellos he sido tratado porque se me acusa de crímenes que no cometí y se pretende dejar de lado el hecho de que formo parte de un ejército insurgente, es decir, un movimiento rebelde. Se ha violado la ley en diferentes momentos de mi caso, durante mi captura, porque no se me presentó ninguna orden de aprehensión, ninguna autoridad se identificó como tal ni fui presentado ante la autoridad competente en los términos que marca la ley, por lo que puedo decir que fui víctima de un secuestro por parte de integrantes de la Secretaría de Gobernación y de la Secretaría de la Defensa Nacional, a cuyas dependencias y titulares responsabilizo de ello. Durante mi secuestro fui torturado por miembros de la Secretaría de Gobernación y del Ejército Federal...

No esperaba otra cosa porque conozco la forma en que diferentes gobiernos combatieron la insurgencia en las pasadas décadas y que dejaron una cauda de cientos de asesinados y desaparecidos y de miles de torturados, principalmente en los estados de Guerrero, y porque conozco cuál es la fuerza del Estado que Ernesto Zedillo anunció utilizarla contra la guerrilla, es decir, la ilegalidad, la violencia, la tortura, el asesinato y la desaparición como método de contención de la inconformidad social, la mentira como base de las acusaciones contra los opositores, como lo muestran los cargos que se han levantado contra los que hoy son presos políticos, en particular las acusaciones de terrorismo y la calificación de peligrosidad social levantada contra los integrantes del Consejo General de Huelga de la UNAM..

La tortura es y ha sido el principal método de investigación del gobierno, como puede atestiguarlo cualquier ciudadano que haya tenido la desgracia de caer en manos de algún cuerpo policiaco, la amenaza, intimidación y asesinato en contra de testigos que pueden perjudicar a quienes están en el poder, la impunidad como estímulo a los cuerpos represivos y a los asesinos del pueblo, como puede ejemplificarse con la libertad de que gozan Rubén Figueroa (Alcocer, exgobernador de Guerrero), los militares que participaron en (la matanza de) El Charco, los responsables granaderos de la masacre de Acteal, el engaño y la trampa como método de negociación con los opositores, como ha quedado en evidencia en el diálogo que se mantiene con el EZLN y en el que se tuvo con el CGH de la UNAM.

Que pese a ello, no estoy arrepentido de haber levantado a un grupo de mexicanos a luchar por la democracia, la justicia y la libertad, sino que estoy muy orgulloso de ello y no me pesa la pena que puedan imponer porque por más grande que sea la pena que se deriva del deber cumplido, nunca será mayor que la satisfacción de haber hecho lo justo, porque es más libre quien está tras las rejas, pero ha peleado por la libertad y confía en el futuro, que quien se encuentra afuera pero está sujeto a la consigna del poderoso y teme los cambios que se avecinan, porque la libertad del pueblo bien vale unos años de cárcel, porque quien ha sido libre y ha liberado a otros de las cadenas del sometimiento, ha sembrado en ellos la conciencia de su dignidad y le ha dado esperanzas, vive y es libre en la vida, en la libertad, en la dignidad y en la esperanza...

Tiene mucho tiempo que empecé a participar en la lucha por el cambio, y siempre gentes humildes me protegieron y con ellos aprendí que en las chozas, más que en los palacios, habita la dignidad, que la tortilla con sal nutre más que los banquetes, la voluntad de luchar por la justicia, que piernas y brazos delgados resisten mejor el camino hacia la libertad, que la lucha por la ley a veces requiere ponerse fuera de ella, que una paz justa y digna puede necesitar, para conquistarse, las armas, por eso me fui a la clandestinidad tomé las armas...

Que ahora veo hacia el pasado y pienso que hice bien, que veo el presente y contemplo que estoy pagando el precio, veo hacia el futuro y veo que hay esperanza, por eso estoy orgulloso, soy feliz y confío en mi porvenir.

Que Aguas Blancas, El Charco, Acteal, la toma de la Universidad por la policía, la acción de ésta en el Mexe, muestran que es legítima la lucha por el cambio y la rebeldía de las comunidades zapatistas. La resistencia de las comunidades erpistas y bases de otros ejércitos populares mantienen viva la esperanza, muestran que el futuro puede y va a ser mejor que el presente.

Al juzgarme a mí, están juzgando a todos aquellos que en otro tiempo o lugar han luchado por construir un mundo mejor, que pueden condenarme, pero a mí el pueblo ya me absolvió en el juicio que hacen de aquellos que en el pasado hicieron lo que yo en el presente y me absuelven cada día en la lucha que realiza cotidianamente contra este régimen criminal...

Las torturas de "Aurora"

En la misma diligencia, Gloria Arenas Agis, la Coronel Aurora, narró las torturas a las que fue sometida por parte de un grupo de encapuchados:

Fui detenida el veintidós de octubre alrededor de las diez de la mañana en mi casa que se encuentra en la ciudad de San Luis Potosí .. Quienes me detuvieron entraron en forma violenta disparando, es decir, no me di cuenta de nada hasta que escuché los disparos; entonces quise asomarme a la ventana, pero más disparos hicieron que me tirara al suelo.

Inmediatamente los hombres que me detuvieron ya estaban dentro de la casa, iban vestidos de negro completamente, incluyendo un pasamontañas con el que se cubrían la cara; no llevaban logotipo ni nada que los identificara, ni se identificaron ellos.

Me pusieron las manos hacia atrás y me esposaron y me vendaron los ojos. Me preguntaron quién más estaba aquí y contesté que estaba sola. Me preguntaron dónde están las computadoras y los documentos del partido... Esa palabra, aclaro, la usaron ellos porque yo no le llamo partido a mi organización. Les contesté que (las computadoras) estaban en ese cuarto donde me tenían. Me dijeron: sabemos que eres quien pensamos, por lo que yo me di cuenta que se trataba de gente especializada en inteligencia y en reprimir organizaciones políticas.

La otra pregunta que me hicieron fue dónde están las armas; les contesté que no había armas, a lo que respondieron con cinismo: pues debería haberlas. La siguiente pregunta fue cómo te llamas; yo dije el primer nombre que se me ocurrió. Ellos me dijeron: 0 quieres que le preguntemos a tu madre o a tu hija. Inmediatamente me llevaron un portafolios que estaba en mi casa. Estaba cerrado. Me dijeron: qué hay en ese portafolios, de todas maneras lo voy abrir, pero quiero que me digas qué hay. Les dije que documentos personales, fotografías de toda la familia, y oí expresiones de satisfacción cuando lo abrieron.

Escuché que dieron la orden de recoger todos los papeles, notas, discos de la computadora, computadora, documentos, fotografías que encontraron, y los pusieron en cajas de cartón... Esas fueron todas las preguntas que me hicieron dentro de mi casa.

Me quitaron la venda de los ojos, me dejaron las esposas y me sacaron agarrándome de los cabellos, agachándome para que para que no pudiera ver, obligándome a ver hacia suelo... Inmediatamente estaba una camioneta, me pararon, abrieron la puerta de atrás y me dijeron: ahora vas a ver a tu esposo. Efectivamente, estaba tirado en el piso de la camioneta. Varios hombres vestidos de negro y con pasamontañas lo pisaban.

Sólo reconocí su chamarra. Como vieron que no lo reconocía bien, lo levantaron de la cabeza jalándole los cabellos; tenía un grueso vendaje sobre los ojos que le cubría gran parte de la cara. Como yo buscaba reconocerlo, le dijeron: Antonio, aquí está ella. Él me dijo unas palabras, pero hablaba con dificultad, hacía esfuerzo al hacerlo, y no alcancé a entender nada. Él estaba golpeado y torturado y me impresionó mucho.

Inmediatamente cerraron la puerta del vehículo. El hombre que iba al mando se sentó donde yo iba y comenzaron las preguntas. Me preguntó el nombre y le respondí. Él me dijo: quiero el verdadero, no el de cobertura. Entonces sentí el primer golpe en el estómago, encogí las piernas para protegerme, pero los demás que iban ahí me las extendieron y detuvieron para que aquel hombre me siguiera golpeando en el estómago.

En eso estaba, cuando detienen el vehículo. Alguien preguntaba: ¿Ya habló? El que me golpeaba no contestó. El vehículo siguió su marcha y al poco rato abrieron la puerta y, cargándome, me subieron a otro vehículo que sentí estrecho; me colocaron en un asiento, sentí que me ponían el cinturón de seguridad, sentí que volaba, por lo que pienso que se trataba de un avión.

En el avión estaba junto a mí el mismo hombre que me había golpeado, pero esta vez llegó con otra actitud. Empezó por decirme: señora, sabe usted que no hay guerrilla buena ni mala, pero ustedes se separaron del EPR porque no estaban de acuerdo con el centralismo y con sus métodos, y me dijeron que ellos me querían matar por esta causa. Con esto me pude dar cuenta que lo que quería era confundirme o sembrar rencor para ver si esto le servía para dar información.

Unos 45 minutos después el avión aterrizó, me bajaron y me metieron a un lugar amplio. Tiempo después vino el que había hablado conmigo y me dijo: señora, tiene que decirnos todo lo que queremos porque si no la voy a pasar con los otros y ellos no la van a respetar; como quiera, la van a dejar como piltrafa, y como quiera, la van a hacer hablar. Siempre me amenazaron con que iban a llevar a mi hija y a mi madre, ya que tenían localizado el departamento donde vivía.

En otro cuarto otro hombre me dijo: a ver qué es lo que nos puedes decir que nos sea útil. Como no contesté, me torturaron con toques eléctricos, me desnudaron y me daban toques, Fueron tres sesiones de toques en ese día. Cuando no me torturaban me regresaban al otro cuarto; ahí alguien me echaba una cobija y me llevaban al cuarto donde me torturaban. Ese día lo pasé en eso y en escuchar la tortura de mi esposo.

Cuando a él lo torturaban, hacían un ruido muy grande, como de un motor o una turbina de motor muy grande. Luego me empezaron a preguntar mi nombre, dónde estudié, cómo entré a la organización y quién me reclutó. No contesté. Después viene el que la hace de malo y me dice: cómo que no sabes nada, si eres comandante, cómo es que llegaste a ese nivel, tienes que saber algo. Ese día fueron tres sesiones de tortura con toques eléctricos. Me preguntaron quiénes eran los dirigentes, y les dije: Hermenegildo, Santiago, Antonio, Cuauhtémoc, Emiliano y yo. Y contestó: Cuauhtémoc o Aníbal, para que veas que sí sabemos.

Luego llegó un hombre y me dijo: fírmele aquí. Yo me negué. Luego vino otro hombre y me vendó los ojos, me esposó y me llevó a un lugar y me dijo: vas a firmar y a poner hasta tu huella digital. Tomaron mis manos, que estaban esposadas hacia atrás, y sentí que estampaban la huella digital. Yo no reconozco esa acta porque no declaré en ningún momento ni la firme. Ahora sé que esas actas son las que en este juzgado me presentan como actas ministeriales levantadas en Chilpancingo.

Arenas Apis (sic) dice que en las actas que la obligaron a firmar se le acusa a ella, a su esposo y al resto de la organización de cometer asesinatos, incluso del secuestro de Rubén Figueroa Figueroa, ocurrido en la década de 1970.

Añade:

Yo no soy criminal, yo me considero una presa política y se me tiene aquí por pertenecer al ERPI, pero en lugar de que las autoridades digan que esa es la causa por la que estoy aquí, inventaron actas y delitos.

Acto seguido, Gloria Arenas Apis (sic) cuenta el suplicio de su ingreso al penal de máxima seguridad de Almoloya de Juárez:

Consistió en una revisión que yo denuncio que viola los derechos humanos y la dignidad, sobre todo de las mujeres que ingresamos, pues nos desnudan completamente tras de un biombo que sólo llega como entre el hombro y el pecho de altura, y del suelo está elevado unos cuarenta centímetros o tal vez un poco más, y por el frente está abierto un ángulo de ciento treinta y cinco grados aproximadamente, y aunque son mujeres las que nos revisan, a los lados, atrás y enfrente del biombo se encuentran los custodios hombres, por lo que se puede ver. Para colmo, hay un desnivel o banqueta como de un metro de altura, y ellos también están arriba, por lo que también se puede ver, y ellos están arriba de una banqueta desde donde ven la revisión, que consiste en estar completamente desnuda, hacer sentadillas, por lo que todo se ve por abajo y luego nos hacen voltear, inclinarnos un ángulo de noventa grados y separar los glúteos con las manos para revisar la región anal. Esto es una violación a nuestra dignidad de mujeres y a nuestros derechos.