Tesis para el cambio

TESIS PARA EL CAMBIO
(Nuestros planteamientos básicos)


INTRODUCCION

Toda organización tiene sus planteamientos políticos y dentro de ellos algunos, que son los básicos, éstos definen tanto su carácter como su perfil general, pues en ellos se contienen sus aspiraciones, los principios que los animan, las formas y el contenido de su acción.

Nuestros planteamientos son producto de confrontación constante de los principios y concepciones teóricos que nos animan, con la actividad práctica por construir los instrumentos para la revolución. De esta confrontación han resultado cambios importantes en todos los ámbitos. Cambiamos nosotros mismos porque cuando nuestra propuesta no ha sido recibida por la población como nosotros pensamos, hemos modificado nuestra visión, nuestra actitud y nuestra práctica. Y estas modificaciones no han sucedido espontáneamente ni por una buena voluntad, sino porque prácticamente es el pueblo quien nos ha obligado a hacerlo, porque hemos debido hacerlo para no quedarnos aislados y para responder mejor a sus necesidades.

¿Y cómo ha sucedido este proceso? Mediante la reflexión en cuanto a nuestra práctica, lo que tomó la forma de una autocrítica en referencia a su eficacia fundamentalmente. Así que nos preguntamos: ¿Cómo y por qué nuestra práctica no había tenido los resultados que preveíamos? Y es que nuestro trabajo no producía los resultados que nosotros esperábamos. Ni cuantitativa ni cualitativamente, porque ni avanzábamos como hubiésemos querido, y seguíamos siendo una organización tradicional, con arraigo solamente en pequeños núcleos de población y no en las grandes masas; una organización que pretendía ser la vanguardia (aunque juráramos que no queríamos serlo ni nos considerábamos así).

Mentiríamos si dijéramos que solamente la reflexión sobre nuestra práctica ayudó, sino que debemos reconocer que hubo otras prácticas sobre las que se reflexionó también. Experiencias que habían logrado lo que nosotros no, o que habían avanzado más en muchos aspectos.

Este proceso reflexivo nos llevó a ver de forma nueva algunos aspectos básicos de nuestra actividad, entre ellos la metodología, la teoría y nuestro papel con respecto al pueblo.

La metodología, porque nos interesaba lograr que nuestros métodos de trabajo fueran más eficaces. Y es que había que observar que otros esfuerzos por el cambio estaban teniendo los resultados que nosotros no obteníamos. Quizá la explicación estuviera en el método.

Nuestro papel con respecto al pueblo, porque no estábamos seguros si nuestra actividad realmente estaba contribuyendo a que el pueblo se constituyera en dueño de sí mismo y si lo que construiríamos sería en su beneficio o estábamos teniendo una falsa apreciación y en realidad íbamos a contribuir a sustituir una opresión por otra. Y es que en la práctica no dejábamos de ser los que desde fuera pretendían conducir al pueblo, quienes pretendían ser su guía.

La teoría, porque queríamos que nuestra teoría correspondiera mejor a las necesidades prácticas. Y es que no teníamos respuesta para muchas de las interrogantes que la realidad ponía ante nosotros. A manera de ejemplo podemos mencionar que no comprendíamos muchas cosas acerca de la globalización, o de la lucha en condiciones de una democracia burguesa con fuerte arraigo de la lucha parlamentaria, o de la construcción de un frente nacional capaz de aglutinar a todo el pueblo, o de la transición al socialismo. Nuestros planteamientos teóricos se alejaban cada vez más de las necesidades, porque no evolucionábamos al ritmo de la realidad y nos quedábamos anclados en planteamientos hechos hace décadas, sin ver que todo había cambiado y estaba cambiando.

Esta reflexión tuvo como resultados que debíamos realizar grandes modificaciones a nuestros planteamientos, pues debimos reconocer que nuestro objetivo no debiera ser defender ciertos planteamientos teóricos a ultranza, sino corresponder a los intereses y necesidades de la población.

Es así como se realizaron las primeras modificaciones a nuestro trabajo, iniciando por la metodología, para seguir luego con la teoría y posteriormente con todos nuestras concepciones y toda nuestra práctica.

Es de esta manera como nuestros planteamientos llegan a estar influenciados por unos conceptos básicos que se manifiestan en cada uno de ellos. Esos conceptos son el compromiso con el pueblo, la soberanía popular, la democracia, la flexibilidad y el humanismo.

El compromiso con el pueblo, porque nuestra existencia misma se debe a este compromiso, el cual impregna nuestras convicciones y nuestra práctica, pues consideramos que ese compromiso está sobre cualquier otro, incluyendo el compromiso de grupo o partido.

La soberanía popular, porque influye tanto en nuestros objetivos, como en nuestros métodos, en la relación que nuestra organización mantiene con el pueblo y en la relación que su jefatura pretende llevar con sus combatientes.

La flexibilidad, porque marca nuestra metodología, nuestra práctica y nuestras relaciones de trabajo, porque nos hace entender que en los aspectos mencionados en este punto y en las concepciones teóricas que sostenemos existe un núcleo duro formado por elementos que se deben conservar, y en torno a él debe existir un cinturón flexible formado por los elementos que pueden cambiar.

La democracia, porque es el principal objetivo político que nuestra organización se plantea y porque determina las relaciones de nuestra organización con el pueblo y las existentes a nuestro interior.

¡Es hora del cambio!, decimos, y es que consideramos que ha llegado la hora de dejar atrás concepciones que han obstaculizado el avance del trabajo y que son manifestación de la deformación a que se puede llegar cuando en vez de marchar al ritmo de la realidad, queremos hacer marchar la realidad a nuestro ritmo, generalmente más lento.

Otros han dado ya este paso antes que nosotros y han abierto su mente y su práctica a concepciones más cercanas a la realidad, lo reconocemos y en gran medida es a partir del estudio de su experiencia como hemos aprendido muchas de estas cosas. Y no será lo último, queremos aprender más.

TESIS

1.- EL COMPROMISO FUNDAMENTAL DEL REVOLUCIONARIO ES CON EL PUEBLO. NINGÚN OTRO COMPROMISO, NI PERSONAL NI DE GRUPO ESTÁ POR ENCIMA DE ÉL.

2.- LA REVOLUCIÓN TIENE SENTIDO EN LA MEDIDA EN QUE PERMITA CONSTRUIR EL PODER POPULAR, DESDE AHORA, DESDE ABAJO, EN TODOS LOS ASPECTOS Y HASTA SUS ÚLTIMAS CONSECUENCIAS.

3.- HASTA AHORA NOS HEMOS PREOCUPADO POR CONSTRUIR EL EJÉRCITO DEL PARTIDO, ES HORA YA DE CONSTRUIR EL EJÉRCITO DEL PUEBLO.

4.- LA LIBERTAD DEL PUEBLO NO SERÁ CONQUISTADA POR NINGUNA SUPUESTA VANGUARDIA SINO POR EL PUEBLO MISMO, POR ESO NO PRETENDEMOS SER VANGUARDIA PARA MARCHAR POR DELANTE DE LAS MASAS, SINO MARCHAR JUNTO AL PUEBLO EN LA LUCHA POR LA DEMOCRACIA, LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD.

5.- DE LA MISMA FORMA QUE EL EJÉRCITO DEL PUEBLO SOLO LO ES SI ES UN EJÉRCITO DE MASAS, ASÍ MISMO EL PARTIDO DEL PUEBLO SOLO LO SERÁ SI ES UN PARTIDO DE MASAS. ES HORA DE ESFORZARSE POR CONSTRUIR EL PARTIDO DEL PUEBLO Y NO "EL PARTIDO DE LOS REVOLUCIONARIOS" QUE SE CONSIDERE A SÍ MISMO POR ENCIMA DEL PUEBLO.

6.- EL CARÁCTER POLÍTICO MILITAR DE LA ORGANIZACIÓN REVOLUCIONARIA PUEDE CONDUCIR, Y HA CONDUCIDO EN MUCHOS CASOS, A PRIORIZAR LA DISCIPLINA DE CARÁCTER MILITAR Y A DISMINUIR EL PESO DE LA DEMOCRACIA EN SU VIDA INTERNA. ES HORA YA DE DAR MAYOR PESO A LA DEMOCRACIA.

7.- LA TEORÍA REVOLUCIONARIA ES UN ARMA PARA LA REVOLUCIÓN PERO, CUANDO SE TOMA DE MANERA DOGMÁTICA O INFLEXIBLE, HA LLEGADO A CONVERTIRSE EN OBSTÁCULO Y AÚN EN ARMA CONTRA LA REVOLUCIÓN. ES HORA YA DE HACERLA RECUPERAR SU LUGAR.

8.- LOS MÉTODOS DE TRABAJO, AL IGUAL QUE LA TEORÍA TIENDEN A RETRASARSE CON RESPECTO A LA REALIDAD, Y HOY EL RETRASO ES YA DEMASIADO GRANDE. ES HORA DE RETOMAR EL PASO.

9.- LAS COYUNTURAS SON OPORTUNIDADES QUE LA HISTORIA OFRECE A LOS PUEBLOS. DEMASIADAS HAN SIDO DESPERDICIADAS Y SE HAN DESVANECIDO COMO EL AGUA ENTRE LAS MANOS POR NO ENCONTRARSE ÉSTAS A LA ALTURA DE LAS CIRCUNSTANCIAS. ANTE ELLO NO DEBEMOS LAMENTARNOS, SINO UTILIZAR LA EXPERIENCIA OBTENIDA PARA QUE EN LAS PRÓXIMAS NO SUCEDA LO MISMO.

10.- LOS PRINCIPIOS DE ORGANIZACIÓN APLICADOS EN UNA LUCHA REVOLUCIONARIA DEBEN CORRESPONDER A LAS CONDICIONES CONCRETAS, PUES CUANDO NO LO HACEN PUEDEN SER INEFICACES O TRANSFORMARSE EN INSTRUMENTOS DE DOMINIO DE LA BASE POR LA DIRECCIÓN. ES NECESARIO ENCONTRAR LOS QUE SEAN ADECUADOS A NUESTRAS CONDICIONES DE ESPACIO Y TIEMPO.

11.- SI, EN GENERAL, EL PROCESO REVOLUCIONARIO EN MÉXICO REQUIERE DE LA COMBINACIÓN DE TODAS LAS FORMAS DE LUCHA, EN EL ASPECTO MILITAR REQUIERE DE LA COMBINACIÓN DE LA GUERRA DE CARÁCTER PROLONGADO Y DE LA LUCHA INSURRECCIONAL.

12.- LA TÁCTICA A UTILIZAR EN LA PRESENTE ETAPA, REQUIERE GARANTIZAR LA AUTODEFENSA DEL PUEBLO Y, SIMULTÁNEAMENTE, EL AVANCE HACIA LA CONSTRUCCIÓN DEL PODER POPULAR, POR ESO DEBE COMBINAR LA AUTODEFENSA, LA ACUMULACIÓN DE FUERZAS Y LA PREPARACIÓN PARA ESFUERZOS INSURRECCIONALES.

13.- DIVERSAS EXPERIENCIAS ENSEÑAN QUE LA LUCHA REVOLUCIONARIA TIENE PERSPECTIVAS DE TRIUNFO EN LA MEDIDA EN QUE LOGRE COMBINAR LA FUERZA POLÍTICA DE LAS MASAS CON LA FUERZA MILITAR DE UN EJÉRCITO POPULAR. LA UNIÓN DE AMBAS FUERZAS SE LOGRA EN LA FORMACIÓN DE UN EJÉRCITO DE MASAS CUYA MÁXIMA EXPRESIÓN ES EL PUEBLO EN ARMAS. ES HORA DE EMPRENDER SU CONSTRUCCIÓN.

14.- LA ACTIVIDAD POLÍTICA DE LAS FUERZAS QUE LUCHAN POR EL CAMBIO NO DEBE ESTAR SUBORDINADA A LAS NECESIDADES DE LAS COYUNTURAS, SINO QUE DEBEN ESTAR SUJETAS A UNA PLANIFICACIÓN ESTRATÉGICA. PERO LA PLANIFICACIÓN NO DEBE LLEVARNOS A LA INACTIVIDAD O A NO RESPONDER ANTE LAS NECESIDADES CONCRETAS E INMEDIATAS DE LA POBLACIÓN O A DESPERDICIAR LAS OPORTUNIDADES DE DESARROLLO QUE OFRECEN LAS COYUNTURAS.

15.- EN DIFERENTES EXPERIENCIAS, DIVERSAS FUERZAS HAN PARTIDO DE LA CONCEPCIÓN DE QUE SON LAS ÚNICAS, O LAS HEGEMÓNICAS, O LAS MÁS FUERTES EN ALGÚN ASPECTO, PARA ENCONTRARSE CON QUE EN LOS MOMENTOS DECISIVOS HAN QUEDADO COMO FUERZAS MARGINALES. GRAN PARTE DE SU LIMITADO PAPEL HA SIDO PRODUCTO DE SU CONCEPCIÓN HEGEMONISTA. PROSEGUIR EN ESTAS CONCEPCIONES ES NO SOLAMENTE AISLAR LA FUERZA PROPIA, SINO CONTRIBUIR AL DEBILITAMIENTO DEL CONJUNTO. ABANDONAR ESTAS CONCEPCIONES ES UNA NECESIDAD.

16.- LA AUTODEFENSA ES UN DERECHO LEGÍTIMO DEL PUEBLO, QUE DEBE EJERCERSE ANTE. LAS AGRESIONES QUE ESTÁ SUFRIENDO CONSTANTEMENTE. ES NECESARIO, POR TANTO, REALIZARLA PERMANENTEMENTE. NINGÚN ARGUMENTO ES VÁLIDO PARA NO EJERCERLA. NINGUNA AGRESIÓN CONTRA EL PUEBLO DEBE QUEDAR IMPUNE.

17.- LA HOMOGENEIDAD AL INTERIOR DE LAS FUERZAS REVOLUCIONARIAS HA SIDO DURANTE MUCHO TIEMPO UNA ASPIRACIÓN GENERAL, PERO LA PRÁCTICA HA MOSTRADO QUE NO HA SIDO POSIBLE LOGRARLA. ES NECESARIO RECONOCER QUE TAMPOCO LO ES EN LA SITUACIÓN ACTUAL Y, POR ESO, EN VEZ DE BUSCARLA SE DEBE PARTIR DE ACEPTAR E IMPULSAR LA UNIDAD DENTRO DE LA DIVERSIDAD.

18.- LA VERDAD ES REVOLUCIONARIA, EL DEBER DEL REVOLUCIONARIO ES HABLAR CON LA VERDAD, SE AFIRMA, Y SIN EMBARGO ES DEMASIADO FÁCIL QUE LA VERDAD SEA EL GRAN AUSENTE EN LA VIDA INTERNA DE UNA ORGANIZACIÓN REVOLUCIONARIA Y EN SU RELACIÓN CON LAS DEMÁS FUERZAS REVOLUCIONARIAS Y LA SOCIEDAD; ES HORA DE DEJAR ATRÁS LA "RAZÓN DE PARTIDO" QUE INTENTA JUSTIFICAR LA MENTIRA. LA VERDAD DEBE SER REALMENTE EL PRINCIPIO BÁSICO DE LOS REVOLUCIONARIOS.

19.- TODAS LAS FUERZAS QUE LUCHAN POR EL CAMBIO Y MUCHAS DE LAS QUE SE OPONEN A ÉL SE DEFINEN A SÍ MISMAS COMO DEMOCRÁTICAS, AÚN CUANDO SUS CONCEPCIONES Y SU PRÁCTICA DIFIERAN ENORMEMENTE, LO QUE MUESTRA QUE CADA UNO ENTIENDE POR DEMOCRACIA ALGO DIFERENTE Y QUE LA DEMOCRACIA QUE APLICAN LLEGA HASTA DONDE FAVORECE A SUS INTERESES. ES HORA DE LLEVAR LA DEMOCRACIA HASTA SUS ÚLTIMAS CONSECUENCIAS, TANTO HACIA ADENTRO DE LA ORGANIZACIÓN COMO HACIA FUERA.

20.- MUCHAS VECES LAS FUENTES DE LAS CONCEPCIONES SON IDEAS PRECONCEBIDAS, LO QUE HA CONDUCIDO A UN ALEJAMIENTO CADA VEZ MAYOR CON RESPECTO DE LA REALIDAD. ES HORA YA DE RECUPERAR LA LIGAZÓN CON RESPECTO DE LA REALIDAD.

21.-RECONOCIENDO SUS LIMITACIONES, MUCHAS ORGANIZACIONES REVOLUCIONARIAS HAN ADMITIDO, MUCHAS VECES, QUE EN DETERMINADO MOMENTO NO SE HAN ENCONTRADO O NO SE ENCUENTRAN A LA ALTURA DE LAS CIRCUNSTANCIAS, CONSIDERANDO COMO TAL COSA EL ENCONTRARSE LISTOS PARA LAS GRANDES TAREAS GENERALES DE LA REVOLUCIÓN, Y POR ESO ADMITEN NO PODERLAS REALIZAR, PERO AL MISMO TIEMPO NO SE ENCUENTRAN A LA ALTURA DE LAS TAREAS PEQUEÑAS, PORQUE SE CONSIDERAN DEMASIADO GRANDES PARA ELLAS, AL FINAL NO REALIZAN NI UNAS NI OTRAS. ES HORA YA DE ESTAR A LA ALTURA DE LAS CIRCUNSTANCIAS EN TODOS LOS NIVELES.

22.- DENTRO DEL CAMPO REVOLUCIONARIO TODOS HEMOS ACEPTADO SIEMPRE QUE EL DESARROLLO DESIGUAL Y COMBINADO ES UNA LEY QUE SE MANIFIESTA EN LOS FENÓMENOS SOCIALES Y SIN EMBARGO NO SIEMPRE HEMOS COMPRENDIDO LA MANERA EN QUE ESTA LEY SE MANIFIESTA EN LA PRÁCTICA Y SE LE IGNORA TANTO EN LAS RELACIONES ENTRE ORGANIZACIONES COMO AL INTERIOR DE ÉSTAS, EXIGIENDO IGUAL A DESIGUALES, SUBESTIMANDO A LOS DEMÁS O EXIGIENDO HOMOGENEIDAD DONDE NO PUEDE HABERLA. ES HORA YA DE PASAR DE LA ACEPTACIÓN, A LA COMPRENSIÓN Y A LA APLICACIÓN DE LA LEY DEL DESARROLLO DESIGUAL Y COMBINADO.

23.- LA CONSIDERACIÓN DE QUE LAS RELACIONES ENTRE LOS REVOLUCIONARIOS DEBEN SER EMINENTEMENTE POLÍTICAS HA LLEVADO, EN MUCHOS CASOS, A LA DESHUMANIZACIÓN, A LA CONSIDERACIÓN DE LOS REVOLUCIONARIOS COMO OBJETOS, A SU CONVERSIÓN EN MÁQUINAS, Y A SU SUJECIÓN A LOS INTERESES DE PARTIDO. ES HORA DE RECUPERAR LA RELACIÓN HUMANA ENTRE LOS REVOLUCIONARIOS Y CON EL PUEBLO.

24.- LA LIBERTAD, LA DEMOCRACIA Y LA JUSTICIA SOLO SON PLENAS SI SE ALCANZAN TANTO EN EL TERRENO POLÍTICO COMO ECONÓMICO. DEBEMOS SABER INTERPRETAR LAS ASPIRACIONES DEL PUEBLO EN AMBOS ASPECTOS Y JUNTO CON ÉL LUCHAR HASTA ALCANZARLAS; PUES LA DEMOCRACIA Y LA JUSTICIA SOCIOECONÓMICA SÓLO SON PLENAS SI VAN JUNTAS.

25.- LA LUCHA POLÍTICA AL INTERIOR DE LAS ORGANIZACIONES ARMADAS HA DESEMBOCADO, MUCHAS VECES, EN EL ASESINATO DE DISIDENTES BAJO EL ARGUMENTO DE SUPUESTAS TRAICIONES O CONJURAS. EN MUCHOS CASOS EL ASESINATO HA SIDO TAMBIÉN EL MEDIO CON EL CUAL SE HA PRETENDIDO RESOLVER LAS CONTRADICCIONES ENTRE ORGANIZACIONES POLÍTICAS. ES HORA DE RENUNCIAR DEFINITIVAMENTE A TALES MÉTODOS.

26.- EL DESEO DE PROTEGER A LAS ORGANIZACIONES Y A LOS DIRIGENTES REVOLUCIONARIOS DEL DESCRÉDITO HA LLEVADO A CONSIDERAR COMO OBLIGATORIO EL COMPROMISO DE OCULTAR LAS ATROCIDADES COMETIDAS POR UNAS U OTROS. NO ES ÉTICO SOMETERSE A ÉL PORQUE ES PROPIO DE MAFIAS, NO DE CONSTRUCTORES DE FUTURO.

27.- BAJO EL ARGUMENTO DE ESTAR CUMPLIENDO ÓRDENES SE HAN COMETIDO ACCIONES CONTRARIAS A LA ÉTICA, O ADUCIENDO EL PESO DE LAS CIRCUNSTANCIAS SE HA ORDENADO COMETERLAS Y SE HA TRATADO DE EVITAR QUE TALES ACCIONES U ÓRDENES RECIBAN CASTIGO EN SU CALIDAD DE CRÍMENES Y QUE SE SOMETAN AL ESCRUTINIO DE LA MILITANCIA Y EL PUEBLO, IMPULSANDO, CON ESAS AUTOJUSTIFICACIONES, LA IMPUNIDAD. ES NECESARIO RECONOCER QUE NO ES ÉTICO OBEDECER ÓRDENES CRIMINALES, QUE DARLAS ES CRIMINAL Y QUE, POR TANTO, LOS COMBATIENTES TIENEN EL DERECHO Y EL DEBER MORAL DE REHUSARSE A OBEDECERLAS.

1.- EL COMPROMISO FUNDAMENTAL DEL REVOLUCIONARIO ES CON EL PUEBLO. NINGÚN OTRO COMPROMISO, NI PERSONAL NI DE GRUPO ESTÁ POR ENCIMA DE ÉL.


En múltiples experiencias, muchas organizaciones revolucionarias han partido de una concepción mesiánica, por la cual se autoconsideran los representantes del pueblo, los elegidos y que solamente por intermedio de ellas puede participarse en la revolución. De esta manera se pretende que el compromiso con el grupo tiene prioridad sobre cualquier otro. Esta es una concepción propia de sectas más que de organizaciones revolucionarias.

Nosotros consideramos que el cambio revolucionario, en México, será producto de muchos esfuerzos disímbolos, y que habrá muchas trincheras en la lucha por el cambio y en cualquiera de ellas se puede luchar. Nadie tiene ni puede reclamar la patente de ser los únicos revolucionarios o intentar hegemonizar la lucha de una manera protagónica, llena de soberbia y de menosprecio por los demás. Quizá quienes así se consideren o así actúen, sean los menos revolucionarios de todos, si es que pudiera hablarse de categorías en este aspecto.

De ahí partimos para reconocer que el compromiso de los revolucionarios es con el pueblo y no con personas y organizaciones particulares. Así como reconocemos y pretendemos guiarnos por el ejemplo de Vicente Guerrero al afirmar "mi patria es primero" y al actuar de acuerdo con esta convicción, nosotros consideramos que en la lucha popular que se desarrolla actualmente ningún compromiso personal ni de grupo, o con un planteamiento particular, puede estar por encima del compromiso con el pueblo y que nuestra participación en la lucha revolucionaria sólo tiene sentido porque luchamos por él, combatimos junto a él y formamos parte de él.

Es en este sentido que reconocemos el derecho de cualquier militante a retomar el compromiso con el pueblo en el momento en que considere que la organización no lo esté haciendo, lo que implica el poder salir de nuestras filas en el momento en que considere que puede cumplir mejor ese compromiso en otra forma.

2.- LA REVOLUCIÓN TIENE SENTIDO EN LA MEDIDA EN QUE PERMITA CONSTRUIR EL PODER POPULAR, DESDE AHORA, DESDE ABAJO, EN TODOS LOS ASPECTOS Y HASTA SUS ÚLTIMAS CONSECUENCIAS


Al tener nuestra organización la conquista de la soberanía popular como uno de sus principales objetivos, necesariamente adquiere una gran importancia la cuestión del poder, mas no como una cuestión abstracta, propia de discusiones filosóficas, sino como una cuestión concreta, que permita responder y tener claro qué es lo que entendemos por poder popular, quiénes serán los que lo ejercerán y los que lo encabezarán, en qué lugares habrá de ejercerse, desde que momento habrá de instaurarse, de que forma (o formas) habrá de ejercerse, cuál será su fundamentación y cuál será su objetivo.

Una exposición más completa de estos temas requiere de un desarrollo mucho mayor, por eso aquí solamente resumiremos nuestra posición al respecto en las cuestiones básicas, que diferencian nuestra concepción de otras.

En primer lugar cabe destacar que debe superarse la vieja concepción según la cual el objetivo es la toma del poder por parte de la organización revolucionaria y que considera que la democracia puede conseguirse solamente mediante esta condición. Esta concepción, hasta la fecha, ha servido para la consolidación de regímenes antidemocráticos y burocráticos.

Aún cuando reconocemos que la cuestión del poder es fundamental en la lucha política y en particular en la presente, consideramos que la lucha no es por conquistar el poder para alguna organización revolucionaria sino para derrocar el de aquellos que usurpan la soberanía y para que el pueblo pueda construir el suyo, en un proceso gradual, en el cual se construye al tiempo que se ejerce. ¿Quiénes estarán a la cabeza en ese nuevo poder? Quienes el pueblo decida.

Esto significa que el objetivo de la revolución debe ser la construcción del poder popular y la toma del poder es tan solo un medio para consolidarlo. Tan importante es la construcción del poder popular que puede decirse que define toda nuestra estrategia.

Por eso es que debe construirse desde ya y por el pueblo mismo, el Poder Popular en cada comunidad, en cada zona, estado o región. Este planteamiento lleva a que desde ahora vayamos creando organismos de poder ejecutivo en cada uno de estos niveles (bajo la forma de Consejo Insurgente y Comité de Lucha Insurgente) y a que preparemos la creación (y en algunos casos emprendamos ya su ejercicio) de órganos de poder legislativo y judicial en cada zona, región y estado donde sea posible, para más adelante construirlos en el plano nacional (bajo la forma de Asamblea Popular Insurgente).

Este planteamiento posibilita que ya desde ahora se vaya construyendo el necesario consenso social en que se habrá de basar, indispensablemente, el ejercicio del poder en la nueva sociedad a construir y que ahora nos permite desarrollar la lucha revolucionaria con un apoyo social mucho más firme, de base más amplia y en una forma más democrática y que permite que, en la práctica y desde ya, se construyan las nuevas relaciones sociales a que aspiramos.

Pero, además, el Poder Popular debe abarcar todos los ámbitos, debe comprender el domino de la población de una zona sobre su territorio, su economía, su política, sus servicios de salud y educación, su cultura y su fuerza militar. Mientras alguno de estos aspectos no se consiga, el poder popular no será firme.

El poder popular no debe ocupar el lugar que hoy ocupa la democracia en los planteamientos de las organizaciones tradicionales, lugar privilegiado en cuanto demanda, porque es la demanda universal, pero que va acompañado de su marginación en la práctica, porque no se aplica en la vida cotidiana, donde se le acota para que no afecte aspiraciones de grupo. Es decir, no debe convertirse tampoco en una quimera ni en una promesa aplazable, ni tener limitaciones, sino que, construyéndose desde ahora, debe llevarse, desde ahora también, hasta sus últimas consecuencias.

Fácil es decirlo, pero tal vez no sea tan fácil hacerlo, toda vez que implica la construcción de un poder popular, formado, integrado y dirigido efectivamente por el pueblo, mediante sus representantes que habrán de ejercerlo con base en el "mandar obedeciendo" y al que, incluso, la organización revolucionaria se debe subordinar.

Esta es una visión radicalmente diferente de la que tradicionalmente se ha manejado en las organizaciones armadas, que llevaba a que éstas pretendieran ejercer el mando, en todos los aspectos, en las zonas en que desarrollaban su actividad. De esa manera la organización revolucionaria ejercía en sus zonas de actividad, el poder, tanto en lo económico, en lo político y en lo militar, como en lo social.

El EZLN tiene el mérito de haber roto con esta concepción y haber planteado una relación diferente, que, en lo general, compartimos y que entendemos y construimos como una relación de supeditación de las fuerzas revolucionarias al poder popular y que, en lo particular, nos lleva a esforzarnos por encontrar nuevas y aún mejores formas de aplicación de esta norma, obligatoria ya en nuestro trabajo.

De acuerdo a esta concepción, nuestras unidades militares no son la fuerza a la que se supedita la población, sino que al revés, es la población, la que, ejerciendo su soberanía, determina si participa a no en la lucha revolucionaria, la forma y el modo en que lo va a hacer (cuántos combatientes va a aportar, en qué condiciones) y las condiciones en las que se puede desarrollar nuestra actividad militar o política en las zonas (en qué áreas pueden hacerse emboscadas, minados del terreno o entrenamientos).

Esto viene a ser la manifestación más completa de la construcción del ejercicio de la soberanía popular, pues en las zonas en que realizamos nuestra actividad, el pueblo la ejerce lo más completamente posible en las actuales condiciones, al grado de que nuestra actividad se subordina cada vez más a esa soberanía.

A tono con esto, el carácter radical de una revolución no se define solamente por las medidas económicas que tome, sino, y sobre todo, por las medidas de carácter político, pues ninguna medida económica cambiará radicalmente la vida de la población sin la transformación democrática. Con esto queremos decir que las medidas económicas a tomar deberán tener un carácter democrático.

3.- HASTA AHORA NOS HEMOS PREOCUPADO POR CONSTRUIR EL EJÉRCITO DEL PARTIDO, ES HORA YA DE CONSTRUIR EL EJÉRCITO DEL PUEBLO.


Una manifestación de nuestra concepción de la soberanía popular y de nuestro planteamiento de conquistar su ejercicio hasta las últimas consecuencias y desde ya, es el hecho de que, a diferencia de la práctica de las organizaciones revolucionarias tradicionales que pretenden construir un ejército popular que pertenezca y sea dirigido por una organización revolucionaria y que es concebido como el instrumento para lograr sus fines, nosotros aspiramos a construir un ejército del pueblo, que realmente pertenezca a éste, esté dirigido por él y sea el instrumento para lograr sus fines.

Esto implica un cambio profundo en la visión de la relación del ejército revolucionario con el pueblo, pues requiere de la creación de una instancia política de poder popular, (ya sea legal, clandestina, semiclandestina o mixta, en dependencia de las condiciones concretas), que ejerza el poder en las comunidades, zonas y regiones. En ella podrán participar tanto elementos de la población civil insurgente, como combatientes nuestros.

Pero no basta con la existencia de una estructura política, sino que hace falta, además, la existencia de una estructura militar en cada comunidad, zona o región, subordinadas a los órganos de poder popular, en dependencia del nivel de las unidades y de los órganos de que se trate. De esta manera, habrá unidades a nivel de comunidad, subordinadas al órgano de poder de la comunidad, de zona subordinadas al órgano de poder de zona y así hasta llegar al plano nacional, pasando por el estatal y el regional.

Porque sabemos perfectamente que la situación de guerra, con sus variaciones, puede traer situaciones en las que sea poco práctica esta modalidad de funcionamiento, es que nos planteamos retomar la experiencia que los pueblos oprimidos han creado al enfrentarse en otros tiempos y en diferentes lugares al recrudecimiento de la guerra. Esta experiencia es la cesión, provisional, del mando, por parte de las autoridades civiles, a la jefatura militar, como se haría en caso de las grandes ofensivas del enemigo, en las cuales podría no ser práctica la jefatura civil.

Asimismo, las comunidades deberán aportar sus unidades militares para la ejecución de los planes estratégicos o en las situaciones militares de emergencia.

Así, en la práctica, no solamente no tememos sino que buscamos lograr la supeditación creciente de nuestras unidades militares a los ordenamientos del poder popular, porque después de todo ¿no decimos que somos del pueblo?

4.- LA LIBERTAD DEL PUEBLO NO SERÁ CONQUISTADA POR NINGUNA SUPUESTA VANGUARDIA SINO POR EL PUEBLO MISMO, POR ESO NO PRETENDEMOS SER VANGUARDIA PARA MARCHAR POR DELANTE DE LAS MASAS, SINO MARCHAR JUNTO AL PUEBLO EN LA LUCHA POR LA LIBERTAD.


Pese a afirmaciones en contrario, ha sido común en muchas organizaciones armadas el señalar que se consideran la vanguardia o pretenden formar parte de la vanguardia histórica que habrá de conducir al pueblo a la victoria de la revolución.

Nosotros consideramos que el papel de una organización revolucionaria es más modesto, porque la revolución será obra del pueblo mismo. Las organizaciones revolucionarias no deben ser guía, sino instrumento, no deben ir delante, sino junto, no deben mandar sino obedecer, no deben dirigir el proceso sino contribuir a que el pueblo aprenda a dirigir y al triunfar no deben gobernar sino garantizar el ejercicio del poder del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

Por eso es que consideramos que nuestro papel no debe ser ir delante de las masas sino con ellas. No pretendemos dirigirlas de lejos ni de cerca, sino contribuir a que adquieran la capacidad de dirigirse a sí mismas. . No pretendemos ser los que señalen al pueblo la meta, sino los que junto a él la definamos. No pretendemos ser los guías que indiquen el camino basados en su sapiencia, sino que queremos ser los que junto a él andemos el camino y busquemos las mejores vías para llegar juntos a la meta. No pretendemos ser los jefes que ordenan y que esperan obediencia de las bases y la masa, sino los que junto a las bases y a la masa ejerzamos el mandar obedeciendo.

No pretendemos dirigir ni la lucha hoy ni el gobierno mañana, porque consideramos que en ese aspecto, debemos limitarnos a contribuir al ejercicio de la soberanía popular y a vigilar, junto al pueblo, para que no haya usurpación por parte de ninguna fuerza o persona, ya que tanto hoy como mañana pueden surgir quienes pretendan usurpar este ejercicio. Así, si quisiéramos resumir nuestra posición al respecto diríamos que quisiéramos ser, junto al pueblo, garantes del ejercicio de la soberanía popular, hoy por parte de los órganos de poder popular y de lucha, mañana de los órganos de gobierno.

Una de las formas en que habremos de contribuir con el pueblo en su lucha, es la de impulsar la creación y desarrollo de sus instrumentos de lucha: el Ejército del Pueblo, El partido del pueblo, el Frente Nacional de Masas, el Frente Único, los Organos de Poder Popular. Estos instrumentos serán del pueblo y a él estarán subordinados.

Nuestras palabras no serán órdenes para la masa, sino opiniones y, en el mejor de los casos, orientaciones para que sea el pueblo quien decida las metas, los caminos y nuestro papel. Las alternativas que consideremos correctas serán planteadas ante el pueblo para que de entre todas las posibles el pueblo decida el qué hacer y el cómo hacerlo, para que una vez decidido el camino y las formas, juntos lanzarnos a conquistarlas, por medio de sus propios mecanismos, de sus órganos de poder popular, del ejército revolucionario y de su lucha legal.

5.-DE LA MISMA FORMA QUE EL EJÉRCITO DEL PUEBLO SOLO LO ES SI ES UN EJÉRCITO DE MASAS, ASÍ MISMO EL PARTIDO DEL PUEBLO SOLO LO SERÁ SI ES UN PARTIDO DE MASAS. ESFORCÉMONOS POR CONSTRUIR EL PARTIDO DEL PUEBLO Y NO "EL PARTIDO DE LOS REVOLUCIONARIOS" QUE SE CONSIDERE A SÍ MISMO POR ENCIMA DEL PUEBLO.


Es frecuente entre las organizaciones revolucionarias la concepción de que si bien el ejército del pueblo sí debe ser masivo y popular, el partido debe ser una organización mas reducida, conformada por una élite que se considera a sí misma como los mejores, como los revolucionarios.

La realidad nos ha demostrado que el pueblo puede participar de manera consciente y masiva en un partido que sea auténticamente suyo y luchar hasta las últimas consecuencias organizados en él por la conquista de democracia, justicia y libertad.

La concepción de que el partido debe necesariamente estar formado por cuadros revolucionarios considerados los más conscientes y mejores le imprime un carácter sumamente selectivo que tiende a generar una organización elitista, que se dice representar los intereses del pueblo, pero que no lo incluye en su militancia. Siguiendo esta lógica selectiva se cae entonces en que esa élite de revolucionarios lucha en nombre del pueblo y por sus intereses pero negándole a la vez a ese pueblo su capacidad y su derecho a ser él el autor de su propio destino, asignándole a la mayoría del pueblo el papel de combatiente, de simpatizante o colaborador pero negándole el de militante activo con poder de decidir sobre los asuntos mas importantes del partido.

El que el partido revolucionario sea realmente popular implica que sea el pueblo quien participe activamente, y de manera consciente en él. En diferentes ocasiones el pueblo ha demostrado contundentemente tener esa capacidad de entregarse a al lucha partidista con dedicación, disciplina, claridad, lealtad y con plena disposición a entregar su vida si fuera necesario. Así fue la participación del pueblo chileno en la Unidad Popular para intentar llevar a Salvador Allende al poder, así lo fué también en Argentina en el Movimiento Peronista Montonero. Aquí en México podemos ver con claridad como en el PRD participan amplias bases populares honestas, que realmente quieren alcanzar la democracia y que lo han dado todo en esa lucha, que asumen la disciplina partidista y que son fieles a sus principios. Bases que desgraciadamente no han encontrado los mismos fines en algunos de sus dirigentes.

Nuestra concepción de un partido popular, revolucionario y democrático exige que reconozcamos en primer lugar esa capacidad, calidad y entrega que existen en nuestro pueblo, exige que trabajemos intensamente para incorporar a las masas al proceso y a su participación en una organización de este tipo, exige que construyamos en todos los rincones la conciencia popular, exige que nuestros planteamientos, objetivos, principios y disciplina surjan del mismo pueblo, de sus demandas, necesidades y aspiraciones. Exige que formemos los cuadros populares desde las mismas bases, exige que pongamos fin al divorcio entre cuadros y bases, entre revolucionarios y masas.

No debemos confundirnos, un partido revolucionario de masas no es lo mismo que una masa informe, al que pueden ingresar arribistas, corruptos o aquellos que persiguen intereses personales. Por el contrario es el mismo pueblo, las mismas bases quienes han demostrado poder dar la lucha interna para poner fin a estas desviaciones. Debemos entregar el partido y el ejército revolucionarios al pueblo con plena seguridad que es él quien será la garantía de su triunfo, de su desarrollo y de combatir desde sus inicios al burocratismo, la imposición, la corrupción y el oportunismo.

6.- EL CARÁCTER POLÍTICO MILITAR DE LA ORGANIZACIÓN REVOLUCIONARIA PUEDE CONDUCIR, Y HA CONDUCIDO EN MUCHOS CASOS, A PRIORIZAR LA DISCIPLINA DE CARÁCTER MILITAR Y A DISMINUIR EL PESO DE LA DEMOCRACIA EN SU VIDA INTERNA. ES HORA YA DE DAR MAYOR PESO A LA DEMOCRACIA.


La clandestinidad y la compartimentación son medidas de seguridad necesarias, pero aunadas a un centralismo democrático malentendido han creado condiciones favorables para el surgimiento de un centralismo excesivo, para el autoritarismo y el burocratismo, para la creación de élites dirigentes inamovibles, a veces capaces teórica y técnicamente, pero alejada de las bases y de sus demandas y aspiraciones.

Manifestación de los riesgos de estos riesgos de esta situación es que, una de las raíces del autoritarismo de los regímenes revolucionarios triunfantes y del poder que la burocracia ha alcanzado en ellos, se encuentra en la importancia desmedida que a lo largo de toda la lucha se ha concedido al centralismo y a la disciplina militar o casi militar bajo la cual se desarrollan las relaciones entre la dirección y la base, entre la jefatura y la tropa. Disciplina que en muchos casos es dominio, no dirección, que llega no a crear un esfuerzo colectivo, sino a aplastar el esfuerzo individual.

Nosotros, como organización político-militar, podríamos tener una disciplina eminentemente militar, pero en vez de ello consideramos conveniente impulsar el ejercicio de la democracia lo más ampliamente posible en las condiciones concretas en que nos encontremos. En las situaciones de combate, la disciplina militar revolucionaria será el principio fundamental, por el cual las órdenes de los superiores se deben acatar sin discutir, pero en las situaciones que no son de combate, y en la vida diaria de los colectivos que no se encuentran en esa situación nuestros principios deben inclinarse decididamente hacia la democracia.

Las decisiones no deben tomarse más a partir solamente de las consideraciones de una dirección o jefatura, por más sabia que pueda ser, ni se debe permitir el voto de calidad, por el que, cuando la base participa en la discusión, se da más peso a las opiniones de los considerados más conscientes y preparados. Las decisiones deben ser tomadas considerando fundamentalmente las opiniones de la base. Así, la dirección podrá representar efectivamente a la base y no solamente de manera formal o por consideraciones ideológicas, sino real y efectiva.

Cierto, puede haber errores y derrotas, pero serán errores cometidos juntos y derrotas compartidas, de los que, mientras nos mantengamos juntos y unidos al pueblo nos podremos reponer para juntos reiniciar la lucha. Por otra parte, la experiencia demuestra que los errores no dejan de cometerse solamente porque en las decisiones tenga mayor peso la opinión de una dirección supuestamente más consciente y preparada, como lo muestran los retrocesos en diversos países y en diversas organizaciones.

¿Y cómo conocer la opinión de la base sino por medio de consultas? Por ello es que consideramos que solamente mediante la consulta permanente podemos lograr que la opinión de la base sirva de fundamento para la toma de decisiones. No solamente las cuestiones secundarias deben consultarse, sino también aquellas que tienen gran importancia.

Bajo el argumento de la seguridad partidista la base generalmente no conoce a sus dirigentes (ni físicamente, ni políticamente), de manera que luchando contra la imposición se impone. Por eso consideramos necesaria la existencia de mecanismos para que la base ratifique o destituya a los dirigentes cuando a su parecer lo consideren necesario. Esto es una expresión necesaria de la participación de la base en las decisiones fundamentales de la vida de la organización. ¿Que es difícil? Sí, efectivamente, pero no es imposible, y sobre todo, es necesario.



7.- LA TEORÍA REVOLUCIONARIA, DE ARMA PARA LA REVOLUCIÓN, HA LLEGADO A CONVERTIRSE, EN ALGUNOS CASOS, EN OBSTÁCULO Y AÚN EN ARMA CONTRA LA REVOLUCIÓN CUANDO LA CONCEPCIÓN HA SIDO DOGMÁTICA. ES HORA YA DE HACERLA RECUPERAR SU LUGAR.


Nadie estaría de acuerdo en que en la lucha contra el gobierno nos limitáramos a utilizar solamente armas de la época de la primera guerra mundial; el sólo proponerlo sería absurdo. Sin embargo hay un arma en la cual algunos sí aceptan restringirse al armamento de ésa época: ese es el caso de la teoría en el cual muchos aceptan gustosos la sujeción y la impulsan y protestan indignados cuando alguien se atreve a usar un arma nueva, más moderna, pues padecen una sujeción acrítica a determinadas concepciones teóricas.

La sujeción acrítica a las concepciones teóricas, cualquiera que éstas sean y por importantes que hayan sido en su contexto, ha causado grandes males a los pueblos, a las organizaciones revolucionarias y a la propia teoría. A los pueblos porque los ha conducido al callejón sin salida en el que grandes sectores han preferido volver al capitalismo; a las organizaciones revolucionarias porque a muchas de ellas las ha conducido a un verdadero alejamiento del pueblo; a la propia teoría, porque su desarrollo se ha estancado, además de que ante grandes sectores se ha desprestigiado por la versión dogmática que se generalizó como paradigma de la teoría revolucionaria.

Nuestra visión pretende rescatar lo valioso de la teoría revolucionaria, pero evitando tanto las concepciones acríticas, como las que dejan de lado su necesaria ligazón con la práctica, o las que consideran que todo está dicho ya.

Sí, nuestra ideología tiene como base el marxismo, pero no la visión dogmática, rígida, acartonada, ni teoricista de éste, sino una que parte de reconocer los aportes de los intelectuales que se han preocupado por desarrollar la teoría para el cambio, de los revolucionarios que en diversas condiciones han encabezado la lucha por la construcción de una nueva sociedad; una que plantea utilizar los aportes provenientes de los más diversos campos del conocimiento, y que intenta tomar en cuenta la experiencia derivada de la lucha de diferentes pueblos y nuestra propia práctica. Por ello nuestra posición teórica está impregnada de una visión crítica, práctica, creativa y flexible.

Crítica, desde el momento en que pretendemos no atarnos a una concepción teórica, sino que buscamos ver críticamente cada una de ellas, de manera de poder aprehender lo positivo de las diversas concepciones teóricas. Creemos que ninguna debe desmerecer ante nuestros ojos por prejuicio, ni ser impulsada por simple moda o por la autoridad de sus impulsores. Importantes esfuerzos deben dedicarse a enriquecer nuestros planteamientos con los conocimientos provenientes de los más diversos campos.

Práctica, en cuanto consideramos que la ideología no es una cuestión puramente teórica, sino que las concepciones teóricas deben tener una confrontación constante con la realidad, la cual debe ser el criterio de la verdad y, ésta como juez, debe ser la que determine lo que debemos impulsar. La atadura que nos interesa, fundamentalmente es la que debemos tener con la realidad, para lo cual es necesario leer la realidad, sobre todo.

Creativa, porque es necesario no caer en una visión estática de la teoría, como si todo estuviera desarrollado ya, sino abordar los aspectos que consideremos no estudiados suficientemente. Buscamos, en la medida de nuestras posibilidades y con todas nuestras limitaciones, realizar las reflexiones teóricas que nuestra práctica demande y nuestra capacidad permita.

Flexible, pues la realidad, en última instancia, determina la manera concreta en que se habrán de aplicar los principios generales. Nunca más una visión rígida, dogmática, de la teoría, ni de la realidad, pues diferentes realidades requieren diferentes concepciones y diferentes planteamientos prácticos.

En suma, para nosotros la teoría es una herramienta, no una atadura, es una concepción en constante desarrollo, no algo acabado, es un sistema abierto, que admite aportaciones de diversos campos, no un sistema cerrado y autosuficiente, es una concepción que debe ajustarse a la realidad y no un molde al cual debe adaptarse la práctica.

Podemos decir que hemos roto con todo tipo de dogmatismo y con el esquema de la organización poseedora de la luz ideológica o la verdad absoluta que los demás deben adoptar. Y aunque algunos dirán que el ERPI es marxista, o maoísta, o leninista, o luxemburguista, o gramsciano, o althusseriano, o guevarista y otros mas dirán que es ecléctico; nosotros damos especial importancia a tomar como base la realidad de nuestro país, los ejemplos de nuestra historia, y a recoger los planteamientos de cada quién sólo si consideramos que son aplicables a esta realidad; sin que esto quiera decir que por adoptar uno o varios planteamientos de alguien, adoptemos todos los que haya hecho. Por eso decimos que somos villistas, zapatistas, juaristas.

8.- LOS MÉTODOS DE TRABAJO, AL IGUAL QUE LA TEORÍA, TIENDEN A RETRASARSE CON RESPECTO A LA REALIDAD Y HOY EL RETRASO ES YA DEMASIADO GRANDE. ES HORA DE HACERLOS RETOMAR EL PASO.


Cada pueblo ha encontrado en su propia lucha revolucionaria los medios de realizar ésta, con lo que se enriquece la experiencia de los pueblos. Un buen método es el complemento indispensable de la teoría y debe desarrollarse al ritmo de ésta y ambos al de la realidad. La importancia del método deriva de ser uno de los elementos a través de los cuales se liga la teoría con la realidad. Si el método es adecuado a la realidad permite la aplicación sin trabas de la teoría. Sin embargo, ocurre a veces que así como la teoría, también el método puede convertirse en una atadura que no solamente limita el desarrollo del proceso revolucionario. Ocurre esto, en particular, cuando llega a convertirse de medio en objetivo

Consideramos que aun no está dicho todo en cuanto a la metodología revolucionaria y que es necesario enriquecer lo que hasta el momento se tiene al respecto, pues el trabajo puede mejorar mucho, en dependencia de la forma en que se aborde, sin que quiera decir con esto que este sea la única determinación que interviene en su desarrollo. Nuestra metodología tiene como valores fundamentales la flexibilidad, la creatividad, la relación humana y el enriquecimiento constante.

La flexibilidad parte de que pretendemos interpretar la realidad tal como es, multifacética y variable, y que por ello no hay una única forma de hacer las cosas, sino que existen diferentes y a todas ellas es posible y deseable impulsarlas. La realidad es como es, no como quisiéramos que fuera. No hay moldes.

El impulso a la iniciativa y a la creatividad tiene como punto de partida la consideración de que no debe haber moldes, pero, además, de que es posible crear formas nuevas para realizar el trabajo. Al no haber moldes gran parte del trabajo se desarrolla conforme a la visión de los combatientes (aunque sujetándose a las principios generales) lo que permite su aporte al trabajo, a los métodos y a su desarrollo personal.

La relación humana, principio fundamental en la relación entre revolucionarios, considerada así porque aunque se ha dicho en otros momentos que las relaciones entre los revolucionarios deben ser fundamentalmente políticas, nosotros consideramos que, antes que eso, deber ser humanas, porque sin esta cualidad las relaciones entre los revolucionarios pueden transformarse en simples intercambios utilitaristas. De ahí provienen, además, las relaciones burocráticas.

El enriquecimiento constante con base en la práctica y en la reflexión teórica tiene su base en que al no considerar acabada la metodología, creemos que debe impulsarse su desarrollo, por la reflexión teórica, tanto como del análisis de la práctica, en la que todos podemos aportar. Prácticamente ha sido así como hasta el momento se ha desarrollado la metodología que ahora impulsamos y aún puede desarrollarse más.

9.- LAS COYUNTURAS SON OPORTUNIDADES QUE LA HISTORIA OFRECE A LOS REVOLUCIONARIOS. DEMASIADAS HAN SIDO DESPERDICIADAS. ANTE ELLO NO CABE LAMENTARSE, PERO LA EXPERIENCIA OBTENIDA EN ELLAS PUEDE Y DEBE UTILIZARSE PARA QUE EN LAS PRÓXIMAS NO SUCEDA IGUAL.


Entendemos que la práctica de una organización revolucionaria no debe guiarse por una visión coyuntural y sin embargo comprendemos también que existen coyunturas que tienen una importancia fundamental, porque pueden representar hitos en el desarrollo político del país, y pueden presentar situaciones claves para el avance de la lucha popular y oportunidades sin igual para el desarrollo de las organizaciones políticas que luchan por el cambio.

Por otra parte, creemos que la historia ofrece enseñanzas valiosas en cada momento de su devenir, pues, sin ser iguales las situaciones, existen semejanzas que pudieran servirnos para ilustrar lo que puede pasar en el presente y en el futuro.

Partiendo de esta situación es que nuestra actitud ante las coyunturas es la de reconocer la importancia que pueden tener para cambiar la vida del país y de admitir la validez de la equiparación con sus precedentes históricos.

Es en este sentido que puede hacerse una analogía entre la actual situación y la previa a 1910, porque en ambas existen diferentes elementos que tienen gran semejanza, como por ejemplo: el empeoramiento acelerado de las condiciones de vida del pueblo, el enorme descontento de grandes sectores populares, el despertar democrático de la población, el resquebrajamiento del régimen que ha llevado a una cierta ruptura dentro de la clase en el poder, la existencia de fuerzas que pueden, dado el caso, encabezar la lucha armada del pueblo.

Si el presente, con todas sus particularidades, se asemeja a lo ocurrido en otras épocas, el estudio de ese pasado puede servirnos para conocer lo que podría ocurrir como consecuencia de los acontecimientos actuales y para analizar la manera en que podemos incidir en las diferentes determinaciones que nos pueden ayudar a impulsar la lucha popular en cada coyuntura posible.

Por otro lado, reconocemos la coyuntura del 2 000 como histórica y como una gran oportunidad para que el pueblo avance hacia el triunfo revolucionario.

El carácter histórico que atribuimos a la coyuntura del dos mil deriva, en primer lugar, de que aprovechándola se pudieran impulsar cambios en la vida del pueblo mexicano en diferentes sentidos, en dependencia de la fuerza que cada tendencia política presente y además es posible que sea una oportunidad para impulsar el proyecto revolucionario. En segundo lugar, de que es una oportunidad sin igual para el avance de la lucha popular, ya que aún cuando no cristalizara el proyecto revolucionario, la coyuntura genera condiciones particularmente favorables para el desarrollo del movimiento, para incrementar la capacidad de las fuerzas revolucionarias en varias veces, para aumentar su papel en la sociedad y para preparar mejor las condiciones para las luchas futuras.

En tal sentido es como consideramos que esta coyuntura tiene importancia para el trabajo revolucionario y que gran parte de nuestro esfuerzo actual debe estar destinado a colocarnos en condiciones de utilizar mejor las condiciones generadas por esta situación.

Cabe aclarar que esto no significa que se considere que por las elecciones se logrará el cambio, ni que la coyuntura del 2000 sea la única oportunidad para transformar la nación, ni que, de lograrse el cambio, este sea profundo de inmediato, ni que dejemos de atender el trabajo de construcción con vistas a una guerra prolongada. Nada de esto, es una oportunidad y lo que se logre en ella dependerá tanto de los acontecimientos como de nuestra capacidad y del papel que puedan ocupar cada una de las fuerzas que luchan por el cambio.

10.- LOS PRINCIPIOS DE ORGANIZACIÓN APLICADOS EN UNA LUCHA REVOLUCIONARIA DEBEN CORRESPONDER A LAS CONDICIONES CONCRETAS, PUES CUANDO NO LO HACEN PUEDEN SER INEFICACES O TRANSFORMARSE EN INSTRUMENTOS DE DOMINIO DE LA BASE POR LA DIRECCIÓN. ES NECESARIO ENCONTRAR LOS QUE SEAN ADECUADOS A NUESTRAS CONDICIONES DE ESPACIO Y TIEMPO.


Nos encontramos en una lucha que debe hacerse necesariamente en la clandestinidad, lo que imprime, de entrada, un carácter político militar a nuestra lucha y a nuestra organización. Esto mismo hace necesaria la utilización de métodos propios de esta situación, entre los cuales se encuentra la compartimentación y la disciplina militar. Sin embargo, debemos tomar en cuenta que, aún cuando los principios organizativos elaborados por los clásicos y en particular por Lenin, fueron adecuados para las condiciones en que ellos lucharon, las condiciones actuales de nuestra patria son diferentes a aquellas y se hace necesario una adecuación para adaptarlas a lo actualmente existente.

El centralismo democrático aplicado tradicionalmente enfatiza el centralismo en menoscabo de la democracia, argumentando la seguridad y utilizando la compartimentación como un medio que limita la participación de las bases en las decisiones internas de las organizaciones revolucionarias. Esto, con ser explicable no es necesariamente correcto, pues esa no es la única versión posible de ese principio que ha sido útil en otras condiciones, pues también es posible proceder a la inversa: enfatizando la democracia. En la medida en que logre hacerse esto seguirá siendo un principio útil. Esa es nuestra propuesta, partiendo de diversas consideraciones: en primer lugar, de que el principal enemigo del pueblo mexicano son la oligarquía financiera y el gobierno antidemocrático y por ello la principal demanda de la sociedad es la democracia; en segundo lugar, de que no puede ser antidemocrático quien luche por la democracia, so pena de aislarse del pueblo por su inconsecuencia; en tercer lugar, de que el pueblo mexicano se ha acostumbrado ya al uso, aunque sea formal, de los mecanismos democráticos; en cuarto lugar, de que en la situación actual es posible un ejercicio más democrático de la vida interna de una organización, claro que sin llegar a actuar como una organización legal; en quinto lugar, de que la práctica social (en los países en donde se derrumbó el socialismo burocrático) muestra los efectos negativos del centralismo, aún aplicado con fines revolucionarios.

Por todas estas razones cada vez se hacen más evidente las inconveniencias del centralismo. Cabe decir que esto es evidente sobre todo en lo que se refiere a nivel de la sociedad en su conjunto, pero ¿no podría decirse lo mismo respecto a la vida interna de una organización? Nosotros creemos que sí, sobre todo porque vivimos ya una experiencia así. Esto nos mueve a considerar que cada vez debe impulsarse más la democracia, porque ¿cómo no hacerlo cuando a nivel social es nuestra principal demanda?

No quiere decir esto que dejemos de aplicar el centralismo democrático, sino solamente que gradualmente tiene que recibir un peso mayor el aspecto democrático de este principio. De otra manera nos contradiríamos nosotros solos, funcionando como "candil de la calle, oscuridad de su casa".

Por otra parte, consideramos necesario aplicar una dirección colectiva a todos los niveles, pero permitiendo cada vez mayor margen de acción a la iniciativa individual. Esto porque consideramos que la dirección colectiva es necesaria en una lucha democrática y sobre todo en una en la que el enemigo no para en mientes para aniquilar a los dirigentes, pero consideramos también que esa dirección colectiva no debe servir como instrumento para ocultar, tras el trabajo colectivo, las incapacidades personales o para aplastar o arrinconar las capacidades individuales.

¿Por qué se dice esto? Porque siempre hay un desarrollo desigual de las diferentes capacidades y no puede exigirse a todos por igual, ni pretender igualar a los menos capaces con los más, haciéndolos correr cuando apenas pueden caminar, ni igualar el paso de los más avanzados al de los menos, deteniendo su avance. En vez de esto es necesario combinar el esfuerzo de todos, de cada uno según su capacidad, para impulsar a todos hacia adelante, dando lugar a un desarrollo desigual y combinado.

Esto con el fin de hacer posible la obtención del máximo de las capacidades individuales y del trabajo de equipo, al tiempo que se impulsa a todos hacia adelante.

Una consideración suplementaria es que lo colectivo no lo determina el número de integrantes ni lo continuo o prolongado de las reuniones, sino el funcionamiento eficaz de una dirección por todos y con todos los elementos que la componen, pero de acuerdo a las capacidades individuales de cada uno de sus integrantes.

La unidad estrecha de la dirección con la base no se ha considerado tradicionalmente como un principio de organización, mas para nosotros adquiere gran importancia, porque consideramos que ningún trabajo funcionará mejor que cuando existe una coincidencia entre la base y la dirección, -no solamente en cuanto a los objetivos, sino también en cuanto a la apreciación de la situación, a las formas de trabajo-, y cuando la dirección comprende las necesidades, intereses y preocupaciones de la base y responde a ellas.

Cabe decir que, de acuerdo a nuestra experiencia, casi siempre los planteamientos de la base están más cercanos a las inquietudes y necesidades del pueblo, con lo que las alternativas planteadas pueden estar mucho más acordes a los intereses populares cuando se toma en cuenta a las bases.

Esto se refleja en una multiplicación de la fuerza de la organización revolucionaria en tales circunstancias, y no solamente por lo señalado anteriormente, sino porque la participación de la base se hace más consciente y firme.

Tradicionalmente tampoco se ha considerado como un principio de organización la permanencia de la dirección en donde está el trabajo principal, pero por las condiciones en que nos hemos desarrollado nosotros creemos que es una condición básica para el correcto funcionamiento del trabajo y para el máximo aprovechamiento de todas las condiciones.

Obviamente, la dirección de una organización revolucionaria puede estar en cualquier lugar, pero en la experiencia histórica es frecuente encontrar muestras del gran respeto que se han ganado los revolucionarios cuando se encuentran en donde sus fuerzas principales están. La retaguardia es un lugar seguro, el centro del país es un lugar estratégico, el trabajo administrativo es necesario, la atención de problemas estratégicos es indispensable, y la dirección puede encontrarse ahí, en cualquiera de estas áreas o tareas, pero si la labor de la dirección se realiza en las zonas en que el trabajo se desarrolla el avance puede ser mucho mayor. Estos dos elementos determinan que una de las características de nuestro trabajo, a la que por su importancia consideramos un principio, sea que la dirección debe estar don se encuentra el trabajo principal.

Otro principio de organización que consideramos necesario aplicar es el de una autonomía relativa de las instancias políticas y unidades militares, lo cual requiere de una explicación. A tono con el predominio del centralismo puede parecer necesario el control desde el centro del funcionamiento de cada una de las instancias políticas y unidades militares, mas a medida que se desarrolla el trabajo revolucionario (y sobre todo en la etapa en que se busca la generalización de la guerra de guerrillas), cada vez se hacen más evidentes las consecuencias negativas del centralismo, pues cada vez es más difícil que desde un centro pretendan dirigirse todos los aspectos de una lucha que se desarrolla en múltiples frentes dispersos a lo largo del territorio nacional, pues las necesidades concretas en un lugar y en un momento dados sólo pueden ser resueltas por los que viven esas circunstancias, aunque de acuerdo a los planes generales.

Una de las formas de adaptarse a las necesidades del avance de la lucha revolucionaria, y en particular de la que se realiza por medio de las armas, es la de dotar a las unidades militares y a las instancias partidarias de una autonomía relativa en su actividad, lo que permite, además, impulsar la capacidad de los jefes de estas unidades. No quiere decir esto que la autonomía sea total para que puedan hacer lo que quieran o para que se formen feudos, sino que dentro de unas líneas generales para la actividad, gran parte de su accionar dependerá de quien realice el trabajo.

11.- SI, EN GENERAL, EL PROCESO REVOLUCIONARIO EN MÉXICO REQUIERE DE LA COMBINACIÓN DE TODAS LAS FORMAS DE LUCHA, EN EL ASPECTO MILITAR REQUIERE DE LA COMBINACIÓN DE LA GUERRA DE CARÁCTER PROLONGADO Y DE LA LUCHA INSURRECCIONAL.


Podemos, si queremos, reducir nuestra concepción de la lucha revolucionaria a una de las formas establecidas como paradigmas, definiéndola como GPP o como Guerra Insurreccional u otra, sin embargo la lucha revolucionaria no puede limitarse a una estrategia militar, pues requiere de la combinación de todas las formas de lucha y por lo tanto de una estrategia general integral, en la que la lucha armada sea parte necesaria, sí, pero subordinada a la lucha política. La lucha militar debe ser un instrumento subordinado a las necesidades de la lucha de las masas.

Desde luego, los partidarios de las concepciones en esos términos podrán decir que "su" estrategia sí contempla todas las determinaciones, y pueden hacerlo, pero podría ser innecesario tener que optar por una u otra de ellas, toda vez que el nombre no es lo más importante sino que en la acción se contemplen todos las determinaciones posibles.

Por eso es que no nos definimos por ninguno de esos términos, pues consideramos que sería limitar la lucha así sea en la concepción.

En vez de ello consideramos que una estrategia revolucionaria para nuestra patria debe contemplar como elemento político central la construcción del poder popular y como elemento militar la combinación de una guerra prolongada y de una lucha insurreccional.

Así como el elemento político y el militar deben combinarse, deben hacerlo también estas dos formas básicas de la guerra popular. Por eso consideramos que estos dos esfuerzos deben ser desarrollados de manera simultánea, combinada y complementaria, de manera que cada uno fortalezca al otro y, juntos, al movimiento popular.

Simultánea porque al mismo tiempo debe avanzarse en ambos senderos. Lo que otros pueblos del mundo tuvieron que hacer por medio de diferentes organizaciones puede hacerse en un solo esfuerzo.

Combinada porque los avances en un sendero se deben hacer como un solo movimiento, apoyando uno al otro y viceversa. Los avances en uno deben servirnos para avanzar en el otro.

Complementaria porque ambos esfuerzos permitirán dar un avance hacia el objetivo. Uno permitiendo el avance gradual (cuantitativo, sobre todo) de las zonas guerrilleras hasta convertirse en zonas liberadas y bajar la moral del ejército enemigo, el otro posibilitando que en cualquier momento en que las condiciones sean favorables podamos dar el salto (cualitativo, esencialmente) que significa la derrota de las fuerzas gubernamentales en acciones insurreccionales, rápidas y contundentes. Uno permitiendo la construcción del nuevo estado a través de la formación, desarrollo y consolidación del poder popular, el otro posibilitando la derrota del poder oligárquico. De ninguna manera quiere decir esto que la diferencia entre una y otra modalidad sea el que una implique solamente el avance cuantitativo y otra el cualitativo, desde luego que ambas tienen su aspecto cuantitativo y cualitativo, pero la insurrección es fundamentalmente un salto cualitativo y la guerra prolongada es, fundamentalmente, la acumulación de fuerzas.

Esto determina que consideremos que el contenido fundamental de nuestra actividad militar durante toda la lucha revolucionaria debe contemplar dos aspectos fundamentales: en primer término la realización de una guerra popular con carácter prolongado y en segundo la preparación para las insurrecciones, que consideramos pueden darse tanto a largo plazo, como a mediano y corto.

De esta concepción se deriva la gran importancia que se concede a la formación y el desarrollo de las columnas guerrilleras en las zonas rurales y las unidades militares de guerrilla concentrada en la ciudad, que son, en la práctica, una de las armas fundamentales para la guerra prolongada, al mismo tiempo que se avanza hacia la masificación de nuestro ejército para poder enfrentar las situaciones insurreccionales.

Actualmente la combinación de ambas modalidades de la lucha armada popular en una sola estrategia se realiza ya y nos encontramos en lo que sería la primera fase de una guerra de carácter prolongado, al mismo tiempo que desarrollamos importantes esfuerzos por estar en condiciones de poder enfrentar una situación insurreccional. Consideramos que este esfuerzo, al igual que el anterior, debe ser permanente, pues ninguna situación insurreccional debe encontrarnos desprevenidos, ni ahora ni nunca, pero tampoco podemos dejar de avanzar a la segunda y tercera fases de la guerra prolongada.

12.- LA TÁCTICA A UTILIZAR EN LA PRESENTA ETAPA, REQUIERE GARANTIZAR LA DEFENSA DEL PUEBLO Y, SIMULTÁNEAMENTE, EL AVANCE HACIA LA CONSTRUCCIÓN DEL PODER POPULAR, POR ESO DEBE COMBINAR LA AUTODEFENSA, LA ACUMULACIÓN DE FUERZAS Y LA PREPARACIÓN PARA ESFUERZOS INSURRECCIONALES.


La acumulación de fuerzas para los momentos decisivos, si es impulsada como único aspecto de la táctica revolucionaria, podría incapacitarnos para actuar en defensa de la población en los momentos en que fuera agredida. La sola defensa de la población podría llevarnos a convertir la lucha popular en una lucha de autodefensa, sin perspectiva de avance hacia una transformación profunda. La construcción del poder popular, concebida como aspecto único del trabajo podría llevarnos a construir un poder endeble, sin capacidad de defensa y sin alternativa en los momentos decisivos.

¿Qué caso tendría hacer ostentación de unas fuerzas que no podamos utilizar en los momentos decisivos?

¿Qué caso tendría el conservar nuestras fuerzas, para poderlas utilizar en los grandes momentos, si no respondemos al pueblo ahora mismo, cuando necesita defenderse?

Preocuparse por ocupar un sitio en las altas esferas cuando en el seno del pueblo la presencia es débil daría como resultado un globo grande pero hueco, que en el momento necesario en vez de responder se desinflaría.

Preocuparse por permanecer en los subterráneos sin asomar la cabeza para nada, para no ser detectado, tendría como resultado convertirnos en una fuerza que no podría adaptarse a la luz del sol cuando fuera hora de salir.

Una táctica adecuada requiere del desarrollo de la autodefensa, de la acumulación de fuerzas y de la preparación insurreccional, de manera simultánea, combinada y complementaria. Esta es la razón por la cual definimos nuestra táctica en la presente etapa como de autodefensa, acumulación de fuerzas y preparación para esfuerzos insurreccionales.

De acuerdo con esta consideración nuestra actividad en estos momentos está orientada en torno a tres ejes básicos:

La autodefensa, y acorde con ello, nuestra actividad militar es fundamentalmente de autodefensa, estrechamente ligada a las situaciones concretas y a las necesidades de cada zona.

La acumulación de fuerzas, y por ello nuestro esfuerzo fundamental, en todos los aspectos, está orientado a acumular fuerzas en todos los aspectos, tanto en lo que se refiere a nuestra fuerza militar, en cuanto a nuestros medios de combate, a nuestra economía como organización y como comunidades insurgentes,

La preparación para posibles estallidos sociales o insurrecciones a corto plazo, lo que determina que gran parte de nuestro esfuerzo esté orientado a colocarnos en posibilidades de incidir en los estallidos sociales y en las insurrecciones que pudieran ocurrir a un plazo corto o mediano.

En este contexto, se requiere de una gran creatividad para resolver uno de los problemas fundamentales a que nos enfrentamos, es decir, el de cómo combinar esfuerzos que parecen contraponerse mutuamente: cómo acumular fuerzas, pero al mismo tiempo foguearlas, pues una acumulación en frío, sin fogueo, no es acumulación verdadera; cómo ejercer la autodefensa pero sin escalar el conflicto, pues un incremento de nuestra actividad defensiva puede escalar éste; cómo preparar los esfuerzos insurreccionales sin que sean detectados por el enemigo, pero que al mismo tiempo sean realistas y no globo.

Estas tres determinaciones nos hacen considerar como básicas tres tareas para el actual momento: en primer lugar el crecimiento, concebida como tarea fundamental, porque cualquiera de los ejes básicos en torno a los cuales girará nuestra actividad (autodefensa, acumulación de fuerzas y preparación para la insurrección) podrá cumplirse solamente a condición de que logremos crecer de una manera constante y acelerada, a un ritmo como al que hasta ahora lo hemos hecho, o mayor si es posible; en segundo lugar, la secretividad máxima, es decir, el ser invisibles para el enemigo, porque esto nos permitirá pasar desapercibidos lo más posible (para el enemigo) para crecer en mejores condiciones, disminuyendo los efectos de la represión y la preparación contrainsurgente que el Estado pudiera emprender. Esto último no quiere decir que debamos cesar nuestra actividad, sino que ya no deberemos hacer ostentación de ella, para no "quemar" lugares de trabajo atrayendo la represión sobre ellos; para no dar a conocer nuestra fuerza real, sino para aparentar menos, sobre todo en la presente etapa, en la que prácticamente iniciamos apenas nuestra actividad militar; para contar con fuerzas de reserva utilizables en el momento decisivo; en tercer lugar, la construcción y consolidación del poder popular en las comunidades, zonas y regiones insurgentes, porque esto nos permitirá contar con un instrumento insustituible como lo es el poder económico, político y militar del pueblo con el cual pueden desarrollarse en mejores condiciones tanto la autodefensa como la acumulación de fuerzas y tanto la lucha prolongada como la insurreccional. La historia de México en las guerras populares es rica en experiencias de este tipo.

13.- DIVERSAS EXPERIENCIAS ENSEÑAN QUE LA LUCHA REVOLUCIONARIA TIENE PERSPECTIVAS DE TRIUNFO EN LA MEDIDA EN QUE LOGRE COMBINAR LA FUERZA POLÍTICA DE LAS MASAS CON LA FUERZA MILITAR DE UN EJÉRCITO POPULAR. LA UNIÓN DE AMBAS FUERZAS SE LOGRA EN LA FORMACIÓN DE UN EJÉRCITO DE MASAS CUYA MÁXIMA EXPRESIÓN ES EL PUEBLO EN ARMAS. ES HORA DE EMPRENDER SU CONSTRUCCIÓN.


La historia de nuestra patria muestra como solamente ante el embate de ejércitos populares de miles de hombres es como ha podido derrotarse a los diferentes regímenes antipopulares. Así se lograron la independencia y la expulsión del invasor francés y así se hizo la revolución mexicana. Saber esto no es suficiente, ni lo es tampoco el esperar que en los grandes momentos se formen espontáneamente los ejércitos populares, aunque, efectivamente, esto sucederá si el pueblo no encuentra otra opción para dotarse de una fuerza militar.

Puede haber diversas formas de emprender la tarea de formar un ejército popular de masas, pero la que nosotros proponemos es la del Pueblo en Armas, donde cada ciudadano sea un combatiente, donde cada comunidad sea un cuartel popular, donde cada porción del terreno sea una posición militar del pueblo, donde cada objeto del entorno pueda convertirse en arma popular, donde el enemigo se encuentre en terreno hostil siempre, donde las situaciones insurreccionales encuentran a hombres preparados para la insurrección.

Lograr esto requiere de una acción multiforme, de una esfuerzo general, en el que se combine la acción constructora de las columnas guerrilleras que desde la montaña, reclutan, organizan y entrenan a las Guerrillas Dispersas y las Milicias Populares Rurales de las poblaciones de su área de trabajo, con la de los cuadros urbanos que en la ciudad y en las poblaciones hacen lo mismo con las Guerrillas Dispersas y las Milicias Urbanas.

En este esfuerzo será fundamental el cumplir, de manera permanente, todos los esfuerzos que contribuyan al acrecentamiento de la fuerza militar del pueblo.

Las columnas guerrilleras han tenido un papel estratégico para el avance de nuestro proyecto y creemos que pueden seguirlo teniendo, por eso deben crearse columnas guerrilleras en todos los lugares donde sea posible. Ningún lugar donde sea factible debe permanecer sin su columna guerrillera, aún cuando sea columna de propaganda armada.

El área que nosotros no cubramos, el enemigo tendrá manos libres para cubrirla él, por eso deben extenderse las zonas guerrilleras, para incrementar las áreas de presencia guerrillera. Todo el territorio nacional debe cubrirse con fuerzas guerrilleras, tanto en forma de columna, como de unidades urbanas o de acuerdo al terreno. Debemos disputarle palmo a palmo el terreno al enemigo.

Todos los ciudadanos deben poder participar en la lucha popular, por eso deben extenderse las guerrillas dispersas y las milicias. Cada comunidad donde tengamos influencia deberá contar con una unidad miliciana, cuando menos.

La garantía de que el ejército popular pueda obtener victorias es que exista un gran equipo de personas capaces de convertirse en jefes militares, por eso debe impulsarse la preparación de un gran cuadro de oficiales.

En la experiencia histórica del pueblo mexicano las luchas populares se han desarrollado aún cuando no todas las fuerzas se han encontrado subordinadas a un mando único, sino que más bien lo que ha existido son alianzas y coordinaciones entre diversas fuerzas, por eso deben fortalecerse todos los esfuerzos militares del pueblo. Cada ciudadano o grupo de ciudadanos que desee combatir contra el enemigo común debe ser apoyado por nuestra parte, aún cuando no combata bajo la misma dirección. Esto implica que entendemos que nunca será requisito para fortalecer una fuerza el que se subordine a nuestro mando.

14.- LA ACTIVIDAD POLÍTICA DE LAS FUERZAS QUE LUCHAN POR EL CAMBIO NO DEBE ESTAR SUBORDINADA A LAS NECESIDADES DE LAS COYUNTURAS, SINO QUE DEBE ESTAR SUJETA A UNA PLANIFICACIÓN ESTRATÉGICA. PERO LA PLANIFICACIÓN NO DEBE LLEVARNOS A LA INACTIVIDAD O A NO RESPONDER ANTE LAS NECESIDADES CONCRETAS E INMEDIATAS DE LA POBLACIÓN.


La actividad de los revolucionarios puede estar orientada en diferentes direcciones con respecto a las coyunturas, desde sujetar permanentemente su accionar a las diferentes coyunturas políticas que se están produciendo constantemente, para no dejar de estar presentes en ellas, hasta no hacer ningún acto de presencia en ningún momento, con el afán de construir una fuerza que pueda irrumpir explosivamente en el momento oportuno.

Nuestra concepción pretende evitar estos dos extremos, tomando en cuenta que no es fundamental estar presente en todas las coyunturas, pero que tampoco lo es estar inactivos militarmente. Por otro lado, se puede estar presente en todas las coyunturas de manera no pública y se puede estar activos militarmente también de manera no pública.

Con esto queremos decir que nuestra motivación para actuar no es el figurar en las coyunturas, y que consideramos que el construir una fuerza nunca debe ser motivo para no actuar.

Cuando se actúa solamente en dependencia de las coyunturas se desperdician los esfuerzos, mientras que cuando se absolutiza la acumulación de fuerzas, y por ello no se combate, se desarrollan fuerzas sin capacidad de combate probada.

En vez de a figurar en las coyunturas, nuestra actividad política y militar debe estar orientada, fundamentalmente, a estar en el seno del pueblo y con el pueblo, a avanzar con él y a estar en disposición de dar junto a él los saltos necesarios para el triunfo revolucionario, por ello nos proponemos construir una fuerza capaz de cumplir con las necesidades de la población, que actúe, donde, cuando y como la población lo demande y que se entrene en la práctica del combate real y que, al mismo tiempo sea capaz de emerger en el lugar y en el momento precisos.

No tenemos por qué quemar el trabajo que realicemos. No tenemos por qué mostrar la fuerza que tenemos, ni mucho menos la que no tenemos. Siempre trataremos de mostrar la menor fuerza posible. Esto con dos salvedades: en primer lugar, hablamos de la guerra en su conjunto, no de las acciones militares concretas, en las que puede ser válido aparentar más con fines tácticos; en segundo lugar, toda nuestra fuerza puede mostrarse cuando esté generalizada la guerra y en la medida en que se desarrollen sus últimas fases y pasemos a la ofensiva.

Debemos responder tanto a las necesidades más generales y estratégicas del pueblo, como a las necesidades mas concretas e inmediatas de la población de las zonas en donde nos encontremos..

15.- EN DIFERENTES EXPERIENCIAS, DIVERSAS FUERZAS HAN PARTIDO DE LA CONCEPCIÓN DE QUE SON LAS ÚNICAS, O LAS HEGEMÓNICAS, O LAS MÁS FUERTES EN ALGÚN ASPECTO, PARA ENCONTRARSE CON QUE EN LOS MOMENTOS DECISIVOS HAN QUEDADO COMO FUERZAS MARGINALES. GRAN PARTE DE SU LIMITADO PAPEL HA SIDO PRODUCTO DE SU CONCEPCIÓN HEGEMONISTA. PROSEGUIR EN ESTAS CONCEPCIONES ES NO SOLAMENTE AISLAR LA FUERZA PROPIA, SINO CONTRIBUIR AL DEBILITAMIENTO DEL CONJUNTO. ABANDONAR ESTAS CONCEPCIONES ES UNA NECESIDAD.


Nadie puede decir con certeza cómo va a ser la revolución en México, o quién va a dirigirla, o cuáles van a ser sus resultados. Nadie, a menos de ser un charlatán. Lo único que puede afirmarse al respecto es que la experiencia histórica puede ayudarnos a comprender que una revolución en el México actual, al igual que la Revolución de Independencia y la Revolución de 1910, no será producto de la acción de una sola fuerza o de una sola organización sino de todo un conjunto de ellas, por lo que es necesario plantearse las normas en las que se basará la relación entre ellas.

Por nuestra parte partimos de que, efectivamente, no somos ni la única fuerza en el país, ni la hegemónica, ni la más fuerte en algún aspecto, ni serlo es nuestra aspiración principal; nuestra principal aspiración es formar parte del conjunto de fuerzas que contribuirán a la transformación del país, por ello nos planteamos como una necesidad básica, la unidad con otras fuerzas, aunque comprendemos que tal vez lo que se logre sea más bien una serie de alianzas.

Lo anterior tiene como explicación la experiencia universal de los últimos procesos revolucionarios, que no han sido encabezadas por una organización hegemónica, sino por una alianza de fuerzas. Esta situación, en algunos casos ha dado lugar a la unidad de las fuerzas antes del triunfo, pero en otros casos, los más, ha proseguido como alianza aún después del triunfo. Tomando esto en cuenta, podemos preparar las mejores condiciones para ello, para la conformación de una gran alianza nacional entre muchas fuerzas, distintas en cuanto a origen, visión, ideología y métodos, sobre todo, pero que coinciden en una lucha por objetivos comunes.

La falta de comprensión de esto ha sido uno de los obstáculos para la coordinación de los esfuerzos comunes, pues muchas fuerzas continúan haciendo llamados a la unidad, para que nada más iniciándose las coordinaciones empiecen las medidas imposicionistas o utilitaristas, enemigos principales de la marcha conjunta de esfuerzos diversos. Esto hace ver que en muchas ocasiones las concepciones supuestamente unitarias esconden tras de sí un afán hegemonista.

Y si estas concepciones hegemonistas han sido uno de los obstáculos para la coordinación de esfuerzos, no han sido menos obstaculizantes aquellos que no contemplan la coordinación dentro de sus objetivos.

Nosotros planteamos que es necesario evitar esos riesgos, para lo cual se requiere partir de la consideración de que las alianzas son estratégicas, para a partir de ahí establecer una política de alianzas y dar los pasos necesarios para irla plasmando en la práctica, porque nadie es lo suficientemente grande como para no necesitar de los demás, ni nadie es tan pequeño que no pueda aportar su granito al esfuerzo común. Todos, con nuestras propias virtudes y defectos podemos y debemos estar en la revolución.

Nosotros consideramos que ninguna alianza podrá establecerse mientras las relaciones entre las organizaciones no se basen en el respeto real, dejando atrás el respeto formal solamente, tras el que se esconde la subestimación por quienes no comparten las posiciones propias.

Es básico también el adquirir la capacidad de reconocer los aportes políticos, sin regateo de ninguna especie. Los aportes lo son independientemente de que no sea de nuestras simpatías quien los haya hecho. Para ello son imprescindibles la objetividad y la sencillez, para considerar las reales dimensiones tanto de los aportes como de los errores propios y ajenos.

No puede haber alianzas firmes sin respeto a la autonomía, tanto de otras organizaciones, como de aquellos esfuerzos que surjan de nuestras filas y consideren necesario tenerla.

16.- LA AUTODEFENSA ES UN DERECHO LEGÍTIMO DEL PUEBLO, QUE DEBE EJERCERSE ANTE LAS AGRESIONES QUE ESTÁ SUFRIENDO CONSTANTEMENTE. ES NECESARIO, POR TANTO, REALIZARLA PERMANENTEMENTE. NINGÚN ARGUMENTO ES VÁLIDO PARA NO EJERCERLA. NINGUNA AGRESIÓN CONTRA EL PUEBLO DEBE QUEDAR IMPUNE.


Así, como en la vida cotidiana ninguna acción se justifica más que aquella emprendida en defensa propia, en el nivel de la lucha social ninguna acción se encuentra más justificada como la autodefensa. Al mismo tiempo, si en la vida cotidiana es condenable el no defenderse cuando es necesario y posible hacerlo, en la lucha social es condenable, también, el no defenderse cuando se es agredido y se cuenta con los medios para defenderse.

Es evidente que diversos sectores del pueblo se encuentran actualmente en plena posibilidad de ejercer la autodefensa, pues en diferentes condiciones la realizan espontáneamente. Nosotros por nuestra parte, tenemos comunidades insurgentes que defender, tenemos los medios y el apoyo de la población ¿Qué nos limita, entonces, a nosotros, para ejercerla? Tenemos la razón, es cuestión de justicia. Por eso nada debe impedirnos ejercer la autodefensa. Solamente el miedo podría hacerlo, lo cual sería condenable desde cualquier punto de vista, y sobre todo desde el del pueblo.

Nuestra concepción a este respecto trata de no ampliar el concepto de autodefensa a formas de lucha que no contribuyen a defender al pueblo (como la propaganda armada), ni reducirlo a las acciones realizadas en los momentos en que el enemigo ataca nuestras fuerzas.

Para nosotros la autodefensa es la forma de lucha en la que el pueblo se defiende, con las armas, de las agresiones de las fuerzas gubernamentales y opresoras, mediante acciones defensivas ante ataques enemigos, mediante acciones disuasivas, para evitar que el enemigo agreda al pueblo cuando se perciban esos afanes y amenazas y por medio de acciones punitivas, como represalia para castigar a las corporaciones o elementos que hayan agredido al pueblo.

Claro que puede argumentarse de diversas formas el por qué, en un momento determinado pudiera no ser conveniente defenderse, hablando, por ejemplo, de que la coyuntura requiere prudencia, de que se atraerá un incremento de la represión, de que nuestra imagen pudiera sufrir menoscabo en algunos sectores. Efectivamente, pudiera ser todo eso cierto, pero cierto es, también, que tenemos un compromiso con el pueblo y si ante una agresión no contribuimos a su defensa estaremos fallando a ese compromiso, al tiempo que estaremos aceptando convertirlo en rehén ante un agresor o ante un posible aliado. Esto sería equivalente a negociar con el dolor del pueblo ¿Cuál sería la autoridad moral de quien hiciera esto?

La autodefensa es un derecho legítimo y debe ejercerse permanentemente, máxime que definimos nuestra táctica en la presente etapa como de autodefensa, acumulación de fuerzas y preparación de la insurrección.

17.- LA HOMOGENEIDAD AL INTERIOR DE LAS FUERZAS REVOLUCIONARIAS HA SIDO DURANTE MUCHO TIEMPO UNA ASPIRACIÓN GENERAL, PERO LA PRÁCTICA HA MOSTRADO QUE NO HA SIDO POSIBLE. ES NECESARIO RECONOCER QUE TAMPOCO LO ES EN LA SITUACIÓN ACTUAL Y, POR ESO, EN VEZ DE BUSCARLA SE DEBE PARTIR DE ACEPTAR E IMPULSAR LA UNIDAD DENTRO DE LA DIVERSIDAD.


Mucho ha perjudicado a la revolución la actitud que ha imperado en grandes sectores de tender a la descalificación de quienes no coinciden con las posiciones propias. La historia registra lo dañino de tales concepciones. Pese a ello, en el campo revolucionario poco a poco se ha ido abriendo paso una actitud más madura, que ha llevado a reconocer que no tiene por qué haber homogeneidad en el conjunto de fuerzas revolucionarias, pues aunque no la haya puede marcharse juntos en la lucha por la transformación social. Esto, sin duda es un paso adelante en la lucha por la construcción de una fuerza capaz de unir todos los esfuerzos contra el enemigo fundamental.

Mientras esto sucede hacia afuera, al interior de muchas organizaciones sigue imperando la idea de que a su interior debe haber, necesariamente, homogeneidad, pues solamente pueden pertenecer a ellas quienes mantengan los mismos planteamientos. Esto ha llevado a que toda diferencia al interior se combata como si se tratara de un enemigo. La tolerancia que se pregona hacia afuera termina donde empiezan los límites de la propia casa, sobre todo cuando las diferencias son sobre las cuestiones más importantes y pese a que el plantear las diferencias no implica que no se esté de acuerdo en llevar a cabo la decisión común.

Necesario es, por tanto, preguntarse qué tan necesaria es la homogeneidad al interior de una fuerza, si la diversidad es propia de la naturaleza y mucho más, de la vida social. Hace falta preguntarse, también, por la clase de sociedad queremos construir, para ver si es una donde todos debamos ser homogéneos, donde a la disidencia se le segregue y reprima como se llegó a hacer en los países del socialismo burocrático, o si queremos construir un mundo donde quepan muchos mundos, como la expresa la acertada frase de Marcos.

Es necesario dejar ya esas posiciones primitivas que mostraron sus consecuencias en la vida social de los países que se decían socialistas y que han mostrado ya también sus efectos en la vida de las organizaciones revolucionarias de nuestra patria. Sí, es posible que la fuerza de la acción común no sea tan grande cuando hay diferencias como cuando no las hay, pero también debe constatarse que la acción común puede ser más efectiva y duradera cuando se respetan las diferencias, además que el respeto es ya un factor de unidad superior a la fuerza homogeneizante.

Nosotros planteamos que es necesario impulsar la unidad dentro de la diversidad y la diversidad dentro de la unidad, y no solamente con respecto a otras fuerzas sino al interior mismo de las organizaciones revolucionarias. Queremos decir con esto que para nosotros es aceptable la existencia de diferencias al interior de nuestra organización. La unidad es posible aún cuando tengamos posiciones divergentes en algunos aspectos. Pero el afirmar que es aceptable una situación así, puede entenderse como si fuera algo negativo, que se tolera tan sólo, pero lejos estamos de eso pues consideramos que esa situación es la más normal y que, por el contrario, nos alarmaría el hecho de que no hubiera diferencias, pues entonces significaría que, o hemos formado militantes acríticos o, peor aún, los hemos fanatizado, lo cual es, en realidad, lo más negativo para la revolución, pues hombres acríticos no pueden formar más que una sociedad donde la actitud crítica sea considerada un defecto no una necesidad.

Consideramos también que la militancia debe tener acceso a las opiniones diferentes que existen al interior de la organización revolucionaria, por medio de la circulación de las obras individuales y de un boletín interno en el cual puedan plasmarse todas las opiniones.

18.- LA VERDAD ES REVOLUCIONARIA, EL DEBER DEL REVOLUCIONARIO ES HABLAR CON LA VERDAD, SE AFIRMA, Y SIN EMBARGO ES DEMASIADO FÁCIL QUE LA VERDAD SEA EL GRAN AUSENTE EN LA VIDA INTERNA DE UNA ORGANIZACIÓN REVOLUCIONARIA Y EN SU RELACIÓN CON LAS DEMÁS FUERZAS REVOLUCIONARIAS Y LA SOCIEDAD; ES HORA DE DEJAR ATRÁS LA "RAZÓN DE PARTIDO" QUE INTENTA JUSTIFICAR LA MENTIRA. LA VERDAD DEBE SER REALMENTE EL PRINCIPIO BÁSICO DE LAS RELACIONES DE LOS REVOLUCIONARIOS.


Así como los gobiernos pretenden justificar sus mentiras y sus crímenes con el argumento de la Razón de Estado, hay quienes han pretendido justificar las mentiras de las organizaciones revolucionarias con lo que podría denominarse Razón de Partido.

Todo empieza con una pequeña mentira para eludir un feo capítulo de la historia o de la práctica partidarias o para cubrir una deficiencia y que luego debe apoyarse en otra para cubrir la anterior y posteriormente en otra más grande y así sucesivamente hasta armar una maraña que ya no es posible desentrañar porque implica el descubrimiento de una cadena tan grande que puede hacer pensar que todo, absolutamente todo lo que se ha manejado es mentira.

Desde luego que casi siempre se ha afirmado que es la seguridad lo que mueve a las organizaciones a ocultar la verdad al pueblo, o a la dirección a ocultarla a sus bases, otras veces se dice que se hace por táctica, como si cualquiera de estos argumentos pudiera legitimar la mentira o hacerla menos dañina. En realidad lo que se esconde detrás de estas formas de actuar y pensar es la convicción de que el fin justifica los medios, convicción que se encuentra tan alejada de la revolución que basta para poner en duda la solvencia moral y la calidad revolucionaria de quien la sostiene. Porque quien ha recurrido a la mentira en el pasado ¿cómo puede asegurar que no miente en el presente o que no lo hará en el futuro?

Se olvida que la ética revolucionaria jamás ha admitido la mentira como una arma ni la ha justificado. Esas son las lecciones del Che, de la profunda convicción que lo hacía ser honesto consigo mismo y con el pueblo.

Hemos visto demasiadas mentiras derrumbarse, como para esperar que las que podamos sostener hoy puedan seguirse sosteniendo por siempre. El veredicto de la historia es severo, lo vimos con el stalinismo y lo veremos con nosotros mismos si hacemos de la mentira un arma nuestra.

Por eso consideramos que la honestidad debe ser un principio fundamental, tanto al interior de la organización como al exterior. Ninguna manipulación disfrazada de compartimentación, al interior. Ningún interés de partido por encima de la verdad.

19.- TODAS LAS FUERZAS QUE LUCHAN POR EL CAMBIO Y MUCHAS DE LAS QUE SE OPONEN A ÉL SE DEFINEN A SÍ MISMAS COMO DEMOCRÁTICAS, AÚN CUANDO SUS CONCEPCIONES Y SU PRÁCTICA DIFIERAN ENORMEMENTE, LO QUE MUESTRA QUE CADA UNO ENTIENDE POR DEMOCRACIA ALGO DIFERENTE Y QUE LA DEMOCRACIA QUE APLICAN LLEGA HASTA DONDE FAVORECE A SUS INTERESES. ES HORA DE LLEVAR LA DEMOCRACIA HASTA SUS ÚLTIMAS CONSECUENCIAS, TANTO HACIA ADENTRO DE LA ORGANIZACIÓN COMO HACIA FUERA.


No puede negarse que el concepto de democracia, en el mundo, ha sufrido cambios al través del tiempo, bajo el influjo de la práctica y del desarrollo teórico, y que el pueblo mexicano mismo, bajo el influjo de la práctica ha avanzado en su concepción, en su convicción y en su lucha por conquistarla.

Testimonio de estos importantes cambios son cinco hechos que destacan en la vida moderna del país: en primer lugar, la democracia se ha convertido en una de las aspiraciones principales del pueblo, convirtiéndose en una demanda generalizada de la sociedad, en una demanda capaz de unificar a los más diversos sectores de la nación; en segundo lugar, a diversos niveles se han dado importantes pasos en la consecución de esta demanda, pues a diversos niveles se construyen, por diferentes fuerzas, órganos y embriones del poder popular, en tercer lugar, el pueblo ha experimentado, y continúa experimentando, diversas formas de democracia en la vida interna de las pequeñas comunidades donde desarrolla su vida cotidiana, por ejemplo, en las comunidades campesinas, en los sindicatos en lucha, en las organizaciones estudiantiles, de colonos; en cuarto lugar, al pueblo no le satisfacen ya las decisiones en que no haya tomado parte y se compromete al cumplimiento de tareas en cuya decisión haya participado y no en las que le han sido ajenas, en quinto lugar, en su propia práctica ha ido aprendiendo las limitaciones de la democracia formal y aspira a la real sin que sea posible que se conforme con la formal.

Por otro lado, la experiencia de la Brigada Campesina de Ajusticiamiento del Partido de los Pobres es un mentís rotundo a la afirmación de que en la vida de una organización revolucionaria en la clandestinidad la democracia deba ceder ante centralismo, como en la práctica ha sucedido en numerosos casos. Ejemplo de ello es el que la dirección del partido era elegida por los mismos combatientes y que muchas decisiones eran tomadas directamente por ellos.

Con todo esto queremos decir que nuestra concepción de democracia debe retomar, sobre todo, dos experiencias, por un lado los avances que ha alcanzado el pueblo al respecto y por otro la experiencia democrática del Partido de los Pobres, para dar lugar a una concepción integral de la democracia, que rebase la mera formalidad, que la lleve hasta sus últimas consecuencias para no poner cortapisas ni a nuestra visión, ni a nuestra actitud, ni a nuestra práctica democráticas, que no la limite hacia el campo externo para convertirla en una demanda dirigida hacia la sociedad mientras la vida interna se encuentra llena de antidemocracia.

Y es que la democracia no debe ser la quimera cuya consecución se aplaza cada vez más, tampoco debe ser la promesa de un futuro luminoso en cuyo nombre su justifican los sacrificios del pueblo en el presente. La democracia debe construirse en el aquí y en el ahora, y es posible hacerlo partiendo de que el pueblo puede mandar obedeciendo en el proceso mismo de la lucha, de que en la lucha misma puede construir órganos a través de los cuales puede ejercer su mandato, tanto en lo que se refiere a la sociedad en su conjunto como en cuanto a sus organizaciones sociales y políticas.

Nuestra concepción de democracia se resume en dos conceptos: poder popular y democracia interna, los que consideramos nos permiten ejercer el mandar obedeciendo en los dos campos en que actuamos, tanto hacia el exterior, como en la vida interna.

El poder popular es el mandar obedeciendo con respecto al pueblo y posibilita que el pueblo participe en la toma de decisiones que antes era incumbencia exclusiva de la organización, permite pasar de la consideración de la democracia como un objetivo a conquistar al triunfo de la lucha revolucionaria, para convertirla en una experiencia vivida ya desde la lucha misma, permite emprender la construcción de la democracia no solamente en el aspecto político, sino también en el económico y social. Ninguna decisión del poder debe ser ajena a la intervención del pueblo.

La democracia interna es el mandar obedeciendo con respecto a la base de la organización y nos permite introducir en la vida cotidiana de nuestra organización modalidades como la elegibilidad de la dirección partidaria por la base, la determinación por la base de la política partidaria, la rendición de cuentas de la dirección ante la base y la posibilidad de su destitución desde abajo. Ninguna decisión del poder debe ser ajena a la intervención de la base.

Pero, todavía más, nuestra convicción va más allá de esto, pues consideramos no acabada ni nuestra concepción de democracia ni ninguna otra y por eso pretendemos mantener una apertura permanente a las aportaciones de parte de otras fuerzas, para mejorar en todos los aspectos posibles.

20.- MUCHAS VECES LAS FUENTES DE LAS CONCEPCIONES SON IDEAS PRECONCEBIDAS, LO QUE HA CONDUCIDO A UN ALEJAMIENTO CADA VEZ MAYOR CON RESPECTO DE LA REALIDAD. LA REALIDAD DEBE RECUPERAR SU PAPEL COMO FUENTE PRINCIPAL DE LAS CONCEPCIONES REVOLUCIONARIAS


De muchas maneras se puede intentar justificar las concepciones sustentadas. En algunas ocasiones se recurre a la génesis de las ideas para justificarlas, mientras en otras, con este fin se recurre a los motivos, pero ninguna justificación puede ser tan válida como cuando existen razones. Y es que, efectivamente, los antecedentes pueden ayudar a explicar las concepciones, más no las justifican, como tampoco lo hacen los motivos que nos mueven a tenerlas.

Nosotros pretendemos sostener nuestras concepciones a partir de razones. A éstas últimas queremos siempre remitirnos y las consideramos una de las fuentes de nuestras concepciones.

Y ninguna razón nos merece más respeto que la concordancia de nuestras apreciaciones con la realidad y por eso reconocemos a ésta como el criterio básico para la elaboración de nuestros conceptos, de nuestros juicios y de nuestras convicciones. Y es que pretendemos leer la realidad, antes que la sola teoría, porque conocemos las deformaciones a que condujo el camino contrario, el partir de la teoría sin un ajuste con la realidad: regímenes, supuestamente revolucionarios, repudiados por la población, partidos separados del pueblo, direcciones separadas sus bases.

Pero la realidad es una y sin embargo existen muchas interpretaciones de ella, y muchas alternativas a las diversas necesidades; lo que tiene su explicación en el punto de vista a partir del cual se mira, o en los intereses de grupo que mueven a los diversos personajes y fuerzas, y que distorsionan la percepción de la realidad de una manera tan determinante que parecen transformarla.

Conocemos el efecto de los intereses de grupo porque los hemos padecido, y por eso pretendemos evitar que nuestras afirmaciones se encuentren distorsionadas por estos enemigos de la verdad. Por eso es que nuestras concepciones pretenden fundarse, principalmente (aunque no únicamente), en una lectura de la realidad de nuestro país, de nuestro momento, de nuestras condiciones y de acuerdo a nuestro desarrollo histórico.

Cierto es que estamos convencidos de nuestras concepciones, pero partiendo del carácter relativo del conocimiento, reconocemos la verdad relativa que pueden contener y su falibilidad. De esta convicción parte nuestra apertura a las opiniones no solamente de nuestros compañeros sino de otros esfuerzos que desde fuera, con su óptica particular pueden percibir lo que nosotros no.

Otra de las fuentes de que se nutren nuestras concepciones es la teoría revolucionaria marxista, como herramienta de análisis de la realidad, mas no en el papel de atadura o dogma que algunos le han atribuido. Es por esto que consideramos necesario reconocer y utilizar los más diversos aportes que han realizado diversos teóricos clásicos y críticos. Partimos de que a nivel teórico, no todo está dicho; ni todo lo que se ha dicho tiene que ser verdad necesariamente. Por eso consideramos que la teoría revolucionaria se encuentra en desarrollo constante, al que tratamos de contribuir con nuestro modesto esfuerzo.

Las ciencias son una más de las fuentes de nuestras concepciones, pero evitamos la postura de querer hacer pasar como científico todo lo que pensamos, hacemos o concluimos. La necesidad de apegarnos lo más posible a las concepciones científicas nos lleva a ser receptivos a los aportes que desde diversos campos pueden hacer los especialistas, quienes en lo suyo conocen lo que nosotros solamente sabemos de oídas o creemos saber.

Nuestra propia experiencia es otra de las fuentes de nuestras concepciones, pues de algo deben servir años de lucha nuestra y de compañeros que lucharon antes que nosotros; de los que hay mucho que rescatar, como por ejemplo la experiencia del Partido de los Pobres durante la vida de Lucio Cabañas.

Y no solamente las experiencias positivas vale la pena rescatar, sino las negativas también, para no repetir los mismos errores.

21.-RECONOCIENDO SUS LIMITACIONES, MUCHAS ORGANIZACIONES REVOLUCIONARIAS HAN ADMITIDO, MUCHAS VECES, QUE EN DETERMINADO MOMENTO NO SE HAN ENCONTRADO O NO SE ENCUENTRAN A LA ALTURA DE LAS CIRCUNSTANCIAS, CONSIDERANDO COMO TAL COSA EL ENCONTRARSE LISTOS PARA LAS GRANDES TAREAS GENERALES DE LA REVOLUCIÓN, Y POR ESO ADMITEN NO PODERLAS REALIZAR, PERO AL MISMO TIEMPO NO SE ENCUENTRAN A LA ALTURA DE LAS TAREAS PEQUEÑAS, PORQUE SE CONSIDERAN DEMASIADO GRANDES PARA ELLAS, AL FINAL NO REALIZAN NI UNAS NI OTRAS. ES HORA YA DE ESTAR A LA ALTURA DE LAS CIRCUNSTANCIAS EN TODOS LOS NIVELES.


La revolución requiere hombres y mujeres capaces de hacer las grandes cosas, pero también hombres y mujeres capaces de hacer las pequeñas.

Nadie puede decir de cuales somos nosotros, pero sí cualquiera puede decir que nada nos impide cumplir las pequeñas. Esas, al menos, desempeñemos y en el camino descubramos si podemos hacer las grandes. Nuestro deber es intentarlo, la práctica nos dirá si podemos o no.

Si bien es necesario que exista una división del trabajo y que las tareas sean asignadas de acuerdo a las capacidades, la autosobrestimación ha conducido a que, en algunas experiencias, los dirigentes deleguen las tareas pequeñas y concretas en elementos de menor capacidad, según dicen, para poder cumplir ello las grandes; pero hacen eso cuando ni tienen ellos la capacidad de hacer las grandes tareas. El resultado ha sido que no se cumplan ni unas ni otras, y que se empiece a manifestar una separación gradual entre la dirección y la base, que de no detenerse llega a hacerse tan grande que no puede revertirse sin un cambio drástico de la situación, ya sea por medio de una autocrítica severa, audaz, que lleve al deslinde y a la negación dialéctica del pasado por parte del conjunto de la organización, o por medio de la ruptura de una parte de la estructura con el conjunto reacio a los cambios. En cualquiera de estas modalidades el cambio es una necesidad. Podrá ser doloroso, desde luego, pero el no hacerlo lo será más.

Nosotros partimos de que durante un gran tiempo los dirigentes deben involucrarse activa y directamente en el trabajo, cumpliendo todo tipo de tareas, en tanto exista el trabajo suficiente como para posibilitar que puedan atenderse las grandes sin desatender las pequeñas, porque si bien unas son estratégicas, sin las otras no pueden realizarse.

Ni sólo unas, ni sólo las otras. Es hora ya de estar a la altura de las circunstancias en todos los niveles.

22.- DENTRO DEL CAMPO REVOLUCIONARIO TODOS HEMOS ACEPTADO SIEMPRE QUE EL DESARROLLO DESIGUAL Y COMBINADO ES UNA LEY QUE SE MANIFIESTA EN LOS FENÓMENOS SOCIALES Y SIN EMBARGO NO SIEMPRE HEMOS COMPRENDIDO LA MANERA EN QUE ESTA LEY SE MANIFIESTA EN LA PRÁCTICA, Y SE LE IGNORA TANTO EN LAS RELACIONES ENTRE ORGANIZACIONES COMO AL INTERIOR DE ÉSTAS, EXIGIENDO IGUAL A DESIGUALES, SUBESTIMANDO A LOS DEMÁS O EXIGIENDO HOMOGENEIDAD DONDE NO PUEDE HABERLA. ES HORA YA DE PASAR DE LA ACEPTACIÓN, A LA COMPRENSIÓN Y A LA APLICACIÓN DE LA LEY DEL DESARROLLO DESIGUAL Y COMBINADO.


En las relaciones entre organizaciones revolucionarias, es fácilmente observable que existen desarrollos desiguales, pues si hablamos del aspecto cuantitativo algunas son más grandes que otras, y si nos referimos al cualitativo, es fácil percibir que algunas, pese a ser pequeñas, tienen enormes capacidades si no en todos, sí en algunos de los aspectos de la actividad revolucionaria, ya sea en cuanto a la teoría, a la operatividad militar, a la penetración en sectores estratégicos, a la visión o a algún otro aspecto.

También en una misma organización puede verse como entre instancias políticas o unidades militares existen también diferencias, ya cuantitativas, ya cualitativas, al igual que sucede entre los diferentes individuos al interior de cada una de éstas.

Si bien las diferencias son fácilmente admitidas en lo que se refiere a otras organizaciones, al interior la situación es bastante diferente, pues muchas veces se actúa como si no existieran y cuando se les reconoce se les enfrenta como un mal, no como una situación natural. Así, el ocultamiento o el esfuerzo nivelador artificial son las formas en que se enfrenta lo que es natural, desvirtuando no solamente la situación, sino las intenciones. A veces el esfuerzo nivelador se orienta hacia la nivelación con los más avanzados, haciendo correr a todos a su ritmo, agotándolos antes de tiempo y haciendo flaquear a quienes en otras condiciones persistirían. Otras veces no ocurre así, sino al revés, pues se pretende hacer retroceder a los que van adelante o hacerlos marchar al paso de los más lentos, no como en la marcha guerrillera, donde es normal y se recurre a ayudar al compañero que no puede llevar el paso, sino como en las sociedades oscurantistas, donde la diferencia es signo de herejía, donde la diatriba y la sospecha recae en los que son más avanzados o en los más lentos.

El resultado no es otro que la obstaculización del desarrollo y de la relación mutuamente enriquecedora. Se llega a ver como normal que en el camino que va quedando atrás se vaya llenando de aquellos que han desfallecido por no ser iguales, cuando no podían serlo.

Nosotros consideramos que la relación entre los desiguales puede y debe ser diferente, que, viéndolo bien todos somos desiguales, pues ninguno de nosotros, ni como individuos ni como instancias o como organizaciones, somos iguales a otros y que todos somos igualmente desiguales, aunque parezca un contrasentido. Por lo tanto, consideramos que debemos tomar como punto de partida la realidad y sobre ella actuar, reconociendo que inevitablemente existe un desarrollo desigual entre individuos, instancias y organizaciones y que esta es la base para desarrollar y combinar los esfuerzos de los desiguales que, si se hace bien, se pueden convertir en complementarios.

A partir de esta consideración creemos que, en primer lugar, se debe respetar a todos por igual, pues independientemente de sus capacidades cada uno está aportando de acuerdo a ellas; en segundo lugar, que se debe sumar el esfuerzo de todos, pues solamente entre todos podremos lograr la obra común; en tercer lugar, que se debe combinar el esfuerzo de todos los desiguales, es decir, de todos, porque cada cual, de acuerdo a sus capacidades puede aportar mucho al esfuerzo común pues la combinación permite lograr algo más que la simple suma de los esfuerzos; en cuarto lugar, que todos nos podemos ayudar mutuamente a fortalecer nuestros aspectos débiles, pues quien es débil en un aspecto es fuerte en otros, en quinto lugar, que el esfuerzo de los desiguales deben combinarse para dar lugar a un esfuerzo complementario.

Esto es para nosotros el esfuerzo combinado y lo consideramos una necesidad.

23.- LA CONSIDERACIÓN DE QUE LAS RELACIONES ENTRE LOS REVOLUCIONARIOS DEBEN SER EMINENTEMENTE POLÍTICAS HA LLEVADO, EN MUCHOS CASOS, A LA DESHUMANIZACIÓN, A LA CONSIDERACIÓN DE LOS REVOLUCIONARIOS COMO OBJETOS, A SU CONVERSIÓN EN MÁQUINAS, Y A SU SUJECIÓN A LOS INTERESES DE PARTIDO. ES HORA DE RECUPERAR LA RELACIÓN HUMANA ENTRE LOS REVOLUCIONARIOS Y CON EL PUEBLO.


La revolución es humanista porque su objetivo es humanizar la sociedad, es decir, socializar humano.

Difícilmente se encontrará a alguien que diciéndose revolucionario acepte estar en contra del humanismo, sin embargo las diversas experiencias revolucionarias, tanto a nivel de países, como a nivel de organizaciones muestra que la práctica de los revolucionarios, a veces, llega a encontrarse totalmente deshumanizada. El estalinismo y el polpotismo son los ejemplos más dramáticos de estas situaciones.

Y es que el humanismo no es una cuestión puramente teórica, sino que es sobre todo una cuestión práctica, los revolucionarios no son robots políticos, ni piezas de una máquina que deban cumplir su función pasando sobre su condición humana; son hombres y mujeres especialmente sensibles, por eso las relaciones entre compañeros deben estar impregnadas de este carácter humanista.

Cada aspecto de la lucha revolucionaria, cada uno de los diversos instrumentos necesarios para la revolución, cada paso de la labor práctica debe estar marcado por la preocupación constante por el hombre, tratando de dotar de un contenido y una forma humanos a cada faceta del trabajo.

Nosotros consideramos que si cada faceta del trabajo implica relaciones entre revolucionarios, o entre los revolucionarios y el pueblo, en cada una de éstas debe ponerse de manifiesto el humanismo. Las relaciones de los revolucionarios entre sí y de éstos con el pueblo deben ser humanas antes que todo, pues pueden ser muy importantes los fines y las tareas políticos o militares, pero nunca lo serán tanto como para justificar relaciones utilitaristas, maquinizantes; relaciones en las cuales se consideren como importantes los fines mas no los medios, los objetivos mas no las personas, la propia persona mas no las demás, las cosas propias mas no las de los demás. La relación humana implica dejar de lado la manipulación de las necesidades, de los sentimientos, de las emociones, de las debilidades personales, del desconocimiento de la realidad. No debe haber en el camino que vamos dejando atrás, más víctimas de los buenos fines.

El mundo no se divide entre los revolucionarios y los que no lo son, o entre los revolucionarios verdaderos y los falsos (llaméseles oportunistas, reformistas o de otra forma), o entre "los que son como nosotros" y "los demás", ni existen derechos para unos que no puedan tener los demás, ni el todo justifica lo que se haga con el uno. Cualquier agresión a lo humano de alguien es agresión a lo humano de todos, por eso, aunque pueden ser de la máxima importancia los fines, no justifican cualquier método.

24.- LA LIBERTAD, LA DEMOCRACIA Y LA JUSTICIA SÓLO SON PLENAS SI SE ALCANZAN TANTO EN EL TERRENO POLÍTICO COMO EN EL ECONÓMICO. DEBEMOS SABER INTERPRETAR LAS ASPIRACIONES DEL PUEBLO EN AMBOS ASPECTOS Y JUNTO CON ÉL LUCHAR HASTA ALCANZARLAS; PUES LA DEMOCRACIA Y LA JUSTICIA SOCIOECONÓMICA SÓLO SON PLENAS SI VAN JUNTAS.


Mientras que en unas concepciones, las dominantes en el mundo actual, la democracia se limita al ámbito político e incluso en ese aspecto se le limita de múltiples formas, en otras concepciones que pretenden ser alternativas, por el contrario, se le limita al ámbito social y se relega a un segundo lugar la democracia política o se ponen tales obstáculos a su ejercicio que termina posponiéndose una y otra vez el derecho del pueblo de gobernarse a sí mismo.

Ambos extremos son injustos. Uno porque permite las grandes desigualdades económicas y el otro porque hace posible las grandes desigualdades políticas. El primero porque junto a grandes potentados existe una mayoría de la población en la miseria; el segundo porque junto a gobernantes cuyos deseos son órdenes existen gobernados cuyas aspiraciones no cuentan.

Ambos extremos son síntoma de ilegitimidad. No es eso lo que queremos. Queremos la democracia, la libertad y la justicia en todos los aspectos, no nos podemos conformar con menos.

25.- LA LUCHA POLÍTICA AL INTERIOR DE LAS ORGANIZACIONES ARMADAS HA DESEMBOCADO, MUCHAS VECES, EN EL ASESINATO DE DISIDENTES BAJO EL ARGUMENTO DE SUPUESTAS TRAICIONES O CONJURAS. EN MUCHOS CASOS EL ASESINATO HA SIDO TAMBIÉN EL MEDIO CON EL CUAL SE HA PRETENDIDO RESOLVER LAS CONTRADICCIONES ENTRE ORGANIZACIONES POLÍTICAS. ES HORA DE RENUNCIAR DEFINITIVAMENTE A TALES MÉTODOS.


La diferencia de opiniones al interior de las organizaciones revolucionarias normalmente se transforma en una lucha política interna que con demasiada facilidad ha llegado a producir asesinatos de disidentes. Pero no solo al interior de las organizaciones se ha llegado a ese grado, sino que en la relación entre organizaciones políticas también se ha pretendido enfrentar la diferencias con la eliminación física de los opositores.

"Ajusticiamientos" se les ha llamado eufemísticamente y se han inventado traiciones y conjuras para intentar justificarlos, o bien, simplemente se ha negado el haberlos realizado. Sin embargo, algunas veces, cuando las evidencias son abrumadoras o cuando ha surgido un mínimo de conciencia autocrítica, se ha llegado a admitirlo, y se les ha dado el nombre de "errores". Sí, de errores, pero que no se pueden corregir porque ningún reconocimiento puede devolver la vida a nadie.

Si esto continúa así se estará dando paso a la ley de la selva, donde el más fuerte domina y donde los vencedores pueden acomodar el mundo y la historia a sus intereses. Y ninguna sociedad nueva se podrá construir sobre esas bases porque, pese a las mejores intenciones, simplemente se estarán reproduciendo los peores rasgos de la sociedad actual.

Y es que eso que llamamos descomposición cuando ocurre en un sistema social y que es considerado un signo de decadencia, es también descomposición cuando ocurre entre los revolucionarios y también significa decadencia, aún cuando se hable de la aurora de un nuevo mundo, porque lo que de ahí surja nacerá muerto.

Quienes recurran a esos métodos deben ser condenados tanto al interior de las fuerzas revolucionarias como por la opinión pública e inhabilitados para ejercer puestos de dirección en futuras coordinaciones y en el nuevo gobierno que surja del proceso revolucionario. Solamente así podrá evitarse que en el futuro el poder se encuentre en manos de quienes manchan sus manos con la sangre de sus hermanos.

El humanismo de los revolucionarios debe manifestarse no solamente en sus fines, sino también en sus medios. Pues éstos no se justifican por aquellos.

Rechazamos que en nombre de la revolución o del partido se amparen abusos o crímenes dentro del movimiento revolucionario; para nosotros, un fin bueno para el pueblo, humano y honesto, requiere construirse con métodos igualmente buenos, humanos y honestos.

Nunca, ¡nunca más! Ni un solo muerto por problemas internos o por diferencias políticas.

26.- EL DESEO DE PROTEGER A LAS ORGANIZACIONES Y A LOS DIRIGENTES REVOLUCIONARIOS DEL DESCRÉDITO HA LLEVADO A CONSIDERAR COMO OBLIGATORIO EL COMPROMISO DE OCULTAR LAS ATROCIDADES COMETIDAS POR UNAS U OTROS. NO ES ÉTICO SOMETERSE A ÉL PORQUE ES PROPIO DE MAFIAS, NO DE CONSTRUCTORES DE FUTURO.


Cierto, hace algunos años casi nadie, desde el interior de las fuerzas revolucionarias, ponía en duda la necesidad de ocultar aquello que pudiera perjudicar la imagen de su organización o de algún dirigente revolucionario, porque se pretendía que así se protegía a la revolución. Así, quienes conocían de algún hecho criticable debían enfrentarse a la elección entre la verdad que acusa y exige justicia, por un lado, y la mentira que protege y garantiza impunidad, por otro. La decisión correcta, se asumía, era la de proteger la organización porque primero están los intereses colectivos que los remordimientos propios de una "conciencia pequeñoburguesa" ¡como si solamente la pequeña burguesía pudiera sentirse culpable por encubrir una injusticia!

Sin embargo, al cabo del tiempo las verdades han salido a relucir y han mostrado que lo que se ha protegido no es ni la revolución ni los intereses del pueblo sino a una organización o a unos dirigentes que apoyados en la impunidad han realizado, uno tras otro, hechos que agreden no solamente las normas elementales de convivencia entre revolucionarios sino los derechos humanos inclusive, quienes para proteger su imagen no han vacilado en cometer nuevos actos de injusticia.

Claro que para ello han tenido respuesta también las "élites revolucionarias" al afirmar que "en sus instancias y en su momento" pueden juzgarse esos hechos y que eso evita la impunidad. Efectivamente, eso impide la impunidad….en el papel, porque la benevolencia es la norma para juzgar lo que se hace en nombre y en interés de la revolución y cuando la mayor parte de la élite es cómplice del acto injusto nadie puede juzgarlo porque el sólo hecho de pretender justicia se identifica como un acto contrarrevolucionario y coloca al inconforme en el banquillo de los acusados y en posible víctima de un nuevo "error".

Así pues, con la impunidad es como se ha iniciado la acumulación de poder que a la larga ha permitido que pequeños núcleos e incluso individuos solos hayan podido disponer a su antojo del destino e incluso de la vida de sus subordinados sin que nadie en su momento haya podido exigirles cuentas. Sí, nadie pudo hacerles rendir cuentas, pero el tiempo se ha encargado de poner a todos en su lugar, a unos como víctimas, a otros como criminales, y a otros como cómplices que por afinidad, por una creencia errónea de que la verdad o la justicia podrían perjudicar a la revolución, o por miedo, no se atrevieron a detenerlos a tiempo. De nada sirve que después hayan pretendido justificarse con un "yo no creía que eso pasaría" que parece más bien un tradicional "usted perdone" dirigido a las víctimas.

También se convierten en cómplices quienes eligen la mentira que protege aureolas pero procrea impunidades, en vez optar por la verdad que puede destruir imágenes pero protege vidas e integridades.

Por eso, si efectivamente queremos acabar con la impunidad, así como la combatimos hacia fuera debemos luchar contra ella hacia adentro; para que ninguna injusticia pueda ser excluida de la sanción (moral o legal) que le corresponda, porque, de otra manera se está otorgando un fuero. Por eso no es ético el asumir un compromiso que implique la protección de injusticias; un acuerdo de tal naturaleza carece de validez, sobre todo cuando conlleva una amenaza, explícita o implícita.

Es cierto, es importante la imagen de la organización y de los dirigentes, pero nunca lo es más que la verdad. Errar es de humanos, reconocer los errores es propio de la ética revolucionaria; el compromiso de ocultarlo es propio del acuerdo de las mafias.

Sin embargo sí hay una forma de proteger la imagen y es que no se cometan más injusticias porque si se cometen se habrán de conocer, si no hoy, con el tiempo. Si creemos que algo es justo hagámoslo, pero no lo ocultemos; si es injusto no lo hagamos; pero si ya lo hemos hecho, reconozcámoslo, así de simple.

27.- BAJO EL ARGUMENTO DE ESTAR CUMPLIENDO ÓRDENES SE HAN COMETIDO ACCIONES CONTRARIAS A LA ÉTICA, O ADUCIENDO EL PESO DE LAS CIRCUNSTANCIAS SE HA ORDENADO COMETERLAS Y SE HA TRATADO DE EVITAR QUE TALES ACCIONES U ÓRDENES RECIBAN CASTIGO EN SU CALIDAD DE CRÍMENES Y QUE SE SOMETAN AL ESCRUTINIO DE LA MILITANCIA Y EL PUEBLO, IMPULSANDO, CON ESAS AUTOJUSTIFICACIONES, LA IMPUNIDAD. ES NECESARIO RECONOCER QUE NO ES ÉTICO OBEDECER ÓRDENES CRIMINALES, QUE DARLAS ES CRIMINAL Y QUE, POR TANTO, LOS COMBATIENTES TIENEN EL DERECHO Y EL DEBER MORAL DE REHUSARSE A OBEDECERLAS.


Abusando del poder que da el tener una posición superior en una organización revolucionaria, y bajo el supuesto de que las órdenes deben ser cumplidas, se ha hecho que combatientes honestos y sinceros, que ingresaron para aportar su esfuerzo al cambio y construir una sociedad justa, cometan actos, que van desde aquellos que son simplemente inmorales, hasta aquellos que son verdaderamente criminales y jurídicamente punibles: asesinatos, torturas sicológicas, engaños y todo tipo de "trabajo sucio". De esa manera, queriendo construir el hombre nuevo se ha construido, muchas veces, sujetos enajenados, que hacen suyos los valores o la falta de valores que esas acciones implican y que terminan siendo iguales que los peores de la sociedad que se quiere cambiar. Otras veces se ha construido sujetos desengañados, que finalmente se dan cuenta que su esfuerzo, e incluso su vida, fue utilizada para otros fines ajenos al cambio social. Otras más se construyen hombres o mujeres-objeto, autómatas, que sólo saben obedecer y que no se atreven a pensar porque si lo hacen pueden concluir que su vida ha sido inútil en cuanto a sujetos del cambio y que, incluso, ha sido contraria a él. En todos esos casos se produce un daño doble, porque además del crimen que la acción significa, se construye criminales.

Una vez cometidos los actos, los que ordenan pretenden justificarse a sí mismos aduciendo "las necesidades de la revolución", como si la revolución necesitara de los crímenes, como si los ladrillos de la revolución tuvieran que pegarse con sangre y mentiras; de manera parecida, a los que cumplieron la orden se les proporciona una justificación diciendo que no tienen de que arrepentirse pues cumplieron con su deber, como si el deber de los revolucionarios fuera ser criminales y deshonestos. Unos y otros, autores intelectuales y autores materiales pretenden, después de todo, haber sido obligados por las circunstancias, como si las circunstancias despojaran siempre al individuo de la posibilidad de elegir, de decidir por sí mismo sobre el bien y el mal, sobre lo justo o lo injusto, sobre lo necesario e innecesario , sobre lo inevitable y lo posible de evitar.

Resulta, entonces, que se quiere justificar políticamente lo que no se puede justificar éticamente, pretendiendo convertir lo que es bueno según el superior o para él, en algo bueno para la organización y esto en lo que es bueno para la revolución y para el pueblo, en una sustitución que lleva a suplantar e incluso identificar los intereses de un grupo o un individuo con el pueblo.

De igual manera, se toma a los subordinados como objetos que obedecen y no deben pensar, porque el superior piensa por ambos, porque tal vez más arriba hay quien piensa y puede decidir por todos, en un proceso de sustitución ahora en el ámbito de la subjetividad, del pueblo por un grupo o un sujeto.

Nada se cuestiona, entonces, ni se puede cuestionar; la disciplina ciega ocupa el lugar de la que debe ser conciente; el sujeto se convierte en objeto.

No es para eso que se ingresa a las filas revolucionarias. No es eso para lo que se hace la revolución. No es para eso que se quiere cambiar la sociedad.

La revolución es ética o no es. Es lucha por transformar la sociedad, pero también por transformar al individuo. Es disciplina pero también es elección. Es deber pero también es conciencia. Es violencia pero también es humanismo.

15 de Junio de 1999.