La ley de Trump es la ley de la selva

LA LEY DE TRUMP ES LA LEY DE LA SELVA*

La orden de libertad emitida por la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), para el ex negociador de Paz Jesús Santrich y la contraorden impuesta por el Gobierno de Estados Unidos, demuestra quién manda en Colombia.

Los 4 minutos de libertad que disfrutó el Senador Santrich, fueron tan efímeros como el cumplimiento hecho por el Estado de los Acuerdos de Paz firmados con las otrora FARC.

Cuando la extrema derecha violenta por la fuerza se impone por encima de la palabra empeñada y cuando los métodos para imponerse tuercen y trampean la mismas leyes del Estado colombiano, es evidente que impera la ley de la mafia.

En el trasfondo del pulso político en curso hay dos problemas esenciales: la paz y la soberanía nacional.

El embajador estadoudinense Whitaker, ha planteado que los EEUU consideran “la extradición de Santrich una cuestión de honor”, en la que no van a ceder.

Los EEUU exigen vía libre para la extradición de ex guerrilleros firmantes de los Acuerdos de Paz, pretenden que ésta no esté limitada por ninguna indagación sobre la veracidad de acusaciones ni de las fechas en que se cometieron los hechos, como establece la Ley colombiana.

Las presiones de EEUU contra las Altas Cortes colombianas que incluyen hasta el retiro de las visas, tiene como propósito conseguir fallos favorables para recomenzar la fumigación con Glifosato y para poder extraditar a quienes quieran y como quieran, independientemente de las pruebas, de la verdad, de la soberanía del país y de los Acuerdos de Paz.

Bajo la presidencia de Trump, le imponen a Colombia acelerar la erradicación forzosa de cultivos de uso ilícito y la fumigación con Glifosto, y hacer a un lado los acuerdos de sustitución voluntaria pactados con las comunidades, en cumplimiento de los Acuerdos de Paz.

Los EEUU persisten en mantener a Colombia en sus planes de la fracasada Guerra contra las drogas, en alianza con el ex presidente Uribe y sus seguidores quienes históricamente se han favorecido del negocio de las drogas, y de manera radical se han atravesado a todo intento de diálogo, de paz y a toda reforma, por mínima que ella sea.

Esta extrema derecha está hoy en el Gobierno, en 2016 promovieron el No a los Acuerdos de Paz, han prometido “hacer trizas la paz”, han cancelando el proceso de solución política con el Ejército de Liberación Nacional, son los más interesados en que no se conozca la verdad de lo que ocurre en la guerra, ni escuchan la voz de las víctimas del terrorismo de Estado. Son los que más se aferran a seguir con la guerra, con la violencia de los de arriba y con las tremendas injusticias y desigualdades que mantienen en Colombia.

Estamos viviendo en el país momentos históricos especiales, en los que aparecen nubarrones de crisis en los de arriba y se amplia el descontento de las mayorías nacionales con el actual estado de cosas, en que los EEUU atizan la guerra en todo el mundo, y en donde la movilización social y la oposición política están en ascenso en Colombia.

Todos estos acontecimientos son los pulsos entre el Nuevo País que trata de abrirse paso y la extrema derecha que hoy está en el Gobierno que representa el pasado, son luchas políticas que reflejan distintos intereses de clase.

Son situaciones que demandan mayor confluencia, decisión, participación ciudadana y audacia de las fuerzas populares y del cambio; el Gobierno de Uribe y sus seguidores marchan hacia mayores dificultades de gobernabilidad.

El momento es de movilización, acciones de calle, protesta múltiple, lucha política en sus diversas expresiones y unidad para fortalecer las fuerzas que están por la paz y los cambios, que arrincone a los sectores más retardatarios y acerque nuevas situaciones de país.
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* Editorial de la Revista Insurrección Nº 687.