11º Comunicado conjunto. La rebelión de los colgados

11º COMUNICADO CONJUNTO

LA REBELIÓN DE LOS COLGADOS

La revolución de octubre o la primavera de octubre, según sea el gusto, pero ambas a la chilena, marcará un antes y un después en la historia político social de nuestro país.

La consigna «no son 30 pesos, son 30 años» sintetiza muy bien el fondo de la crisis que está detrás de esta insurrección prolongada y popular, donde destaca el hastío frente al abuso explotador y asfixiante del modelo social, político y económico engendrado por el capitalismo salvaje y depredador en su versión neoliberal, impuesta a sangre y fuego en el país y en todo el continente mediante las dictaduras militares de las décadas de los 70 y 80.

Misión globalizadora que la continuaron cumpliendo los gobiernos de la Concertación y los de Piñera como sumisos lacayos del capital y fieles administradores de su modelo y su régimen democrático de control y represión.

En tiempos del siglo XXI, bajo el paradigma de la modernidad y marginalidad, el capitalismo hace estragos en el mundo. En nuestro continente está en pleno desarrollo una nueva ofensiva estratégica política y militar para apoderarse, mediante la ocupación territorial, la represión armada, el saqueo y el despojo, de todos los recursos naturales que en él se encuentran, vitales para la reproducción incesante del capital. Nada nuevo por cierto, más bien la continuidad de una historia que lleva más de 500 años pero que hoy tiene diversos protagonistas imperiales que van por nuevas riquezas y nuevas vetas de recursos naturales estratégicos.

Como ejemplo de esta crisis político social en desarrollo y su balance represivo, veamos sólo lo sucedido en estos últimos tres meses:

La contraofensiva neoliberal traicionera de Lenin Moreno en Ecuador con su intento de paquetazo: 11 muertos y 1500 heridos, un millar de presos y varios desaparecidos.

La insurrección popular en Haití que ninguna mediática del sistema destacó como noticia relevante: 77 muertos y 220 heridos. Una deuda histórica con un pueblo que ha sido vanguardia en la lucha por sus derechos y su libertad. La primera insurrección victoriosa contra la esclavitud y el imperio de la época.

Cuba, nuevamente asediada con el bloqueo del imperio norteamericano en su versión trumpista.

Venezuela, otro tanto de la misma política de bloqueo, con el agregado de operaciones directamente militares y paramilitares auspiciadas por fuerzas imperiales y oligarquías locales que van detrás del botín del siglo XXI. Una situación de país muy compleja porque dadas sus inmensas riquezas estratégicas hace parte y es eje de un conflicto geo-estratégico entre países potencias del mundo. Además, factores mafiosos ligados a estos recursos estratégicos y el narcotráfico controlan y poseen importantes cuotas de poder en el sistema y en la institucionalidad estatal, lo que hace muy difícil una política transparente de real control y gestión de parte del pueblo, que permita abrir nuevos espacios en la construcción también real de un proyecto de carácter popular e indígena.

El antimperialismo es, creemos, el aporte más importante y real del proceso bolivariano a las luchas políticas y sociales del continente y, aunque tenemos críticas, éstas no niegan nuestra disposición y compromiso con el pueblo pobre venezolano ante la agresión de EE.UU. y sus aliados en el continente.

Colombia, con un nuevo paro nacional que se ha transformado en otro despertar político social prolongado que ha sacado al pueblo, y sobre todo a su juventud, a la calle a manifestar también su hastío contra el abuso usurpador del modelo económico y su régimen represivo: varios muertos, cientos de heridos y detenidos, además de una cifra indeterminada de desaparecidos en medio del toque de queda decretado por el símil de Piñera, el paramilitar Iván Duque. No es casual la sintonía y complicidad entre el Plan Colombia y el Plan Araucanía, asumiendo también que la «democracia» en Colombia es modelo de vanguardia para una economía de saqueo y despojo, de control y represión, condición vital para la realización de las ganancias del capital y condición para contener la lucha social y antisistémica de los pueblos por ejercer su poder autónomo y soberano.

Una rebelión social que ilumina también esperanzas para este pueblo tan golpeado durante décadas por el terrorismo de estado, el paramilitarismo al servicio de las transnacionales y el narcotráfico mundial sin dios ni ley. Ciento ochenta líderes sociales y de pueblos originarios asesinados sólo en lo que va del año, más de seiscientos desde la firma de los acuerdos de paz con las FARC-EP el año 2016; todo como consecuencia de la sistemática política terrorista del estado con sus gobiernos administradores. Una de las últimas acciones genocidas, ahora bajo la presidencia de Duque, discípulo de Uribe, ha sido la masacre mediante un bombardeo aéreo a un supuesto campamento guerrillero donde las víctimas fueron dieciocho personas, entre ellas ocho niños inocentes, que la mediática oficial y transnacional han mantenido en cómplice silencio en favor del «modelo democrático colombiano».

Saludamos la lucha revolucionaria del Ejército de liberación Nacional, ELN y rendimos homenaje a uno de sus fundadores, quien en estos días de diciembre muriera exiliado en Cuba a sus 79 años: el Comandante guerrillero Fabio Vásquez Castaño.

El golpe oligarca cívico y militar ejecutado y en desarrollo en Bolivia, con un saldo de más de 30 muertos y más de mil heridos. El presidente Evo Morales, replegándose en el asilo político del exilio frente a la amenaza paramilitar y los errores propios que allanaron el camino de este golpe, mientras el pueblo pobre y originario boliviano desplegado en ofensiva y resistencia en las calles y rutas del país en su lucha por recuperar el gobierno usurpado y los derechos sociales conquistados.

Golpe de timón fascistoide cuyo objetivo principal es, sin duda, el despojo de las conquistas de los pueblos originarios y con ello apropiarse del llamado logro económico del gobierno de Evo: haber consolidado un eficiente y muy lucrativo sistema extractivista de explotación de los recursos energéticos del país, entre ellos el litio, el más estratégico para los intereses del gran capital.

Insurrecciones que vienen marchando por el continente desde la caída del Muro de Berlín. Del Caracazo venezolano el año 89, dando vida a lo que posteriormente sería el sujeto histórico chavismopueblo, pasando por el insurgir del movimiento indígena zapatista que estos días cumple 25 años de aquel parto social y cosmogónico que significó la irrupción armada del EZLN.

La insurrección del Alto en La Paz, parto social para el arribo al poder del primer gobierno indígena del continente. El movimiento popular que acompañó esperanzado el proceso del llamado socialismo del siglo XXI y su desmoronamiento posterior tanto por la estrategia imperial y de las oligarquías nacionales, como por los errores propios cometidos en el mismo proceso, hasta nuestros días con nuevas insurrecciones ciudadanas y populares que nos cobijan una vez más con sus esperanzas libertarias.

Treinta años no sólo para Chile, sino como parte también de la historia y los ciclos de la lucha de clases que recorre las injusticias y las miserias de un sistema globalizado de abusos, desigualdades, explotación y represión.

Son nuevos tiempos y nuevos proyectos que vienen naciendo, refundados en esta marcha indígena y popular en alianza con otros sectores sociales históricos y emergentes. Es el inicio de una nueva era de las luchas de los pueblos intentando una vez más construir su propio destino, con la urgencia de soluciones radicales y propias, que nos distancien del abismo generado por la crisis civilizatoria del capitalismo.

Una nueva energía y contexto para potenciar las luchas que tienen nuevas dinámicas de organización, de modalidades, de expresión, de medios y convocatoria. La contradicción modernidad y consumo global versus parto cosmogónico, autonomía y autogestión. Un norte estratégico desde los pueblos, de articulación continental, de soberanía, de justicia, de construcción de una nueva forma de vivir y asumir la vida.

EJERCICIO DEL PODER

Después de 46 años, desde aquella derrota popular provocada por el golpe fascista de la FFAA oligarcas y prusianas chilenas encabezadas por Pinochet para someter mediante el terror armado la voluntad de transformación política y social de las grandes mayorías nacionales.

Todo en medio de combates heroicos como el de Salvador Allende negándose a la humillación de la rendición incondicional frente a la burguesía golpista, enfrentando con su fusil el bombardeo aéreo y los cañonazos de los tanques de guerra; el de Miguel Enríquez enfrentándose a los cientos de agentes de la Dina que habían cercado su casa de seguridad, cayendo herido de muerte no sólo combatiendo a esas hordas criminales, sino también en un profundo acto humano defendiendo con su vida a su compañera embarazada.

El de Raúl Pellegrin y Tamara combatiendo a las fuerzas especiales de Carabineros en medio del repliegue en la acción guerrillera de Los Queñes, siendo capturados en el mismo, torturados hasta la muerte y arrojados desde un helicóptero al río Tinguiririca, entre cientos de otros combates heroicos. La insurrección iniciada el 18 de octubre desata el único acontecimiento político que era capaz de destrabar la pesada herencia de la dictadura militar, es decir la ruptura política indispensable ejercida a través de la rebelión popular que busca dejar atrás una institucionalidad disciplinadora y las seducciones tramposas de una democracia de cartón.

Este proceso insurreccional que cumple ya impensables dos meses y medio de luchas incesantes hay que entenderlo como un acto esencialmente político y no como una mera reacción legítima, pero desesperada, de multitudes carentes de conducción.

El pueblo en las calles está ejerciendo su poder, a veces incontenible, a veces fugaz. Esta insurrección entonces no es un acto político sólo por haber arremetido contra el gobierno y el neoliberalismo, que lo ha hecho con gran lucidez y radicalidad, sino sobre todo porque ha ejercido el poder a partir de la racionalidad propia de toda acción directa y de masas. Ha sido y continuará siendo un acto concentrado de liberación.

Desde el golpe militar del 73 serían dos décadas de una dictadura sanguinaria que arremetió con toda la fuerza represiva del Estado contra los más pobres del campo y la ciudad, contra toda la clase trabajadora y sus organizaciones políticas y sociales. Una estrategia militar definida como «guerra contra todo el pueblo», con un saldo de miles de asesinados, detenidos desaparecidos, torturados, prisioneros políticos y un éxodo masivo hacia el exilio político.
Dos décadas de grandes luchas sociales y de resistencia insurgente y miliciana que finalmente, por el rol de esta fuerza represiva del Estado terrorista chileno y la claudicación de muchos, terminaron por imponerse los intereses de los sectores más reformistas y entreguistas de la oposición antidictatorial.

Se impuso así el pacto interburgués, socialdemócrata y reformista que se plasma en el plebiscito del Sí y el No del año 1988. Gana el No y con él se negocia la letra chica de este pacto y la claudicación de los vencedores, los del No. Todo a cambio de las migajas de poder que les otorgaba la oligarquía y el imperio para ser gobierno, que sería entonces la razón de fondo de la perpetuación de la Constitución pinochetista del 80, del modelo neoliberal y del Estado Policial que por 30 años de la «era democrática» han gobernado el país.

Cuando las condiciones para una salida política a un conflicto social y armado devienen en el entreguismo, la desmovilización social y la impunidad, no puede haber negociación que favorezca los intereses del pueblo y los trabajadores, sino todo lo contrario, deviene en el desarme de la única arma política del pueblo como es la movilización social para la lucha antisistémica organizada y clasista: la rebelión popular. Se desmoviliza así el ejercicio de su poder.

De esta manera la resistencia y sacrificio del pueblo pobre en la lucha antidictatorial, dejando una vez más en el camino un altísimo costo de cientos de vidas entregadas en la lucha —miles de detenidos en las protestas nacionales, cientos de torturados y vejados por las fuerzas policiales y militares— así como otros cientos de prisioneros políticos, fue simplemente traicionada por las elites del poder emergente expresada en los partidos que conformarían la llamada Concertación.

MÁS LUCHAS, NUEVOS SUJETOS

En los mismos años en que vivíamos este desenlace de un ciclo de luchas y resistencia armada y popular, con sus aciertos y derrotas, nuevos combates y sujetos sociales comenzaban a emerger en el país, siendo dos de los más vitales y contundentes. El del movimiento estudiantil y la lucha por territorio, autonomía e identidad del pueblo nación mapuche.

Heroica resistencia la que han impulsado los jóvenes y estudiantes de nuestro país estas últimas décadas. En la memoria del pueblo quedó aquella insurrección del 2006 llamada la Revolución de los Pingüinos que desplegó a más de un millón de estudiantes durante tres meses de intensa movilización. En la memoria también queda el pacto acordado con la institucionalidad y sellado con la foto de las manos arriba junto a la Bachelet.

Pacto que una vez más en la historia del país terminó traicionado por las elites políticas e institucionales, las que sólo cumplieron con algunas migajas de las demandas principales de aquella insurrección popular. Unos años después la segunda ofensiva estudiantil, la del 2011, que con mucha fuerza también remeció los cimientos del modelo y su institucionalidad, pero que también entre acuerdos tramposos y promesas incumplidas debe replegarse en medio del desgaste natural de las ofensivas prolongadas.

El espíritu de rebeldía antisistémico de este movimiento, sin duda, fue un factor dinamizador de otras luchas y otros sujetos sociales del país que poco a poco vinieron desbordando el orden del establecimiento y del régimen disciplinario del modelo chileno para transformarse en emergentes oleadas de protestas y organización contra el sistema que se había instalado con la fuerza militar del Estado y con la farsa de una alegría democrática que nunca llegó.

Destacamos la lucha protagónica del movimiento feminista, la lucha por los derechos y la dignidad de la mujer, contra el patriarcado entendido sobre todo como un orden político estructural que se basa en el control y disciplinamiento de los cuerpos, los deseos y las mentes. La dimensión planetaria que alcanzó la acción de teatro callejero «Un violador en tu camino» es expresión del extraordinario acierto del feminismo radical al afirmar que la violación es un acto de poder, un acto de autoridad, una imposición de jerarquías, de que el «estado es un macho violador». Las reivindicaciones feministas no son sólo para las mujeres, sino condición indispensable para una sociedad libertaria, sin dominación, de ahí su aguda dimensión política. En el contexto de la cultura mapuche, reivindicamos a la Machi como ejemplo de empoderamiento y espiritualidad.

La subjetividad popular seguirá avanzando y radicalizando su accionar político cotidiano, continuando con lo aprendido con la rebeldía estudiantil y feminista, desplegando en todo tiempo y espacio su propia política, alzar la legitimidad del valor de un mundo popular y de sectores medios basado en la solidaridad histórica de los pobres en vez del fantasmagórico mundo del consumo sin fin y del todos contra todos.

Que sea el reflejo de una nueva forma de construirnos como sujetos sociales, una forma de poder popular insurgente y comunitario que lejos de buscar un conjunto de normas o una forma de gobierno que nos rija, siempre tenga el propósito de luchar una y otra vez por la disolución de toda forma de alienación, dominación, autoritarismo, injusticia, despojo y represión. Que sea a la vez expresión política de la vida organizada en redes solidarias y horizontales de las comunidades y territorios. Que salde cuentas con los crímenes, atropellos y creaciones del poder y sus abusos.

Momento de nuestra historia también en que la lucha del pueblo mapuche emerge como uno de los hitos más importantes de la «era democrática», tanto por su valor social-histórico como por su aporte cosmogónico y estratégico a la lucha del pueblo chileno por una nueva sociedad refundada en una nueva forma de ver la vida y su relación con la naturaleza, entendida ésta como la Madre Tierra. Una lucha por el territorio usurpado históricamente por la oligarquía y Estado chilenos, la lucha por su autonomía e identidad como pueblo nación que abrirían los ojos de una sociedad cegada por siglos por una ideología dominante racista y discriminatoria, así como los de una izquierda, incluida la revolucionaria, cegada por el fundamentalismo eurocéntrico del marxismo ortodoxo.

Hoy se ven en las calles insurrectas del país banderas del pueblo nación mapuche junto a las chilenas por doquier. Una foto icónica que se instalará también en la memoria de nuestros pueblos. Una alianza que se perfila con nitidez y no en cualquier espacio, sino en medio de los combates callejeros, en medio del sabor alegre de una lucha del todos juntos, de la rebeldía compartida. Es también lo que está emergiendo en nuestra hermana Colombia en medio del levantamiento indígena y popular de estos días. Es una alianza respaldada por la fuerza de la historia. El pueblo chileno es mestizo, al igual que millones de nuestro continente. Nuestro mestizaje más que biológico es cultural, es una amalgama de vida compartida que ha venido haciendo imprecisas las fronteras entre ambos desde el mismo momento en que llegó el invasor europeo.

En el contexto de la crisis global de la modernidad esta insurrección es también un espacio potente para expresar política y cosmogónicamente esta alianza, este caminar o marcha histórica como pueblos oprimidos, de fronteras hasta hoy difusas pero plenas de vida y rebeldía, para comenzar a romper de una vez por todas con los cinco siglos de dominación, explotación y despojo.

En estas últimas décadas y en el renacer de la resistencia y la lucha por su territorio, identidad y autonomía, ha sido nuevamente derramada la sangre de sus guerreros, sus weichafes: Alex Lemún, Matías Catrileo, Zenén Díaz Necul, Juan Collihuin, Julio Huentecura, Jorge Suárez Marihuan, Jhonny Cariqueo, Jaime Mendoza Collío y Camilo Catrillanca.
Nuestro homenaje y compromiso con la lucha de nuestro hermano pueblo mapuche. Por la necesaria alianza estratégica de nuestros pueblos para luchar contra el capitalismo, sus oligarquías cívicomilitares y sus Estados policiales que nos oprimen y reprimen sin importarles de dónde venimos.

PACTOS Y OTROS SENDEROS

Como toda insurrección, la iniciada el 18 de octubre tiene un rumbo incierto pues en ella confluyen diversos sectores sociales que buscan encauzarla según sus particulares intereses y racionalidades políticas y según lo que sus capacidades y fuerzas les permitan.

En el pueblo en general se ha terminado por instalar con fuerza la idea de que se debe cambiar el actual modelo neoliberal aunque, asumiendo la visión del progresismo, no se propone terminar con el sistema moderno capitalista en su totalidad. El objetivo principal sería entonces una nueva Constitución política para el país que se derrumba. Además, con la sumisión a la derecha de casi toda la clase política, incluida aquella traidora que se autodenomina de izquierda, se ha fraguado un acuerdo que pone serias limitaciones al proceso constituyente.

Cabe preguntar a los sectores de la izquierda tradicional, a los sectores medios, a la intelectualidad que aúpa este proceso, a sectores del frente amplio, entre otros, si el proceso constituyente que se reivindica como salida a la crisis tendrá la potencia necesaria como para desarmar la política de Estado que a través de su Ejercito oligárquico ha impuesto por siglos la violencia criminal como forma de dominación y represión contra el pueblo pobre, la propia clase media y el pueblo mapuche.

Otras preguntas básicas: ¿quién seguirá controlando los recursos estratégicos y naturales del país? ¿renunciarán a sus ganancias las transnacionales que usufructúan de los recursos energéticos del país, del agua y de la tierra, y que además han comprado a la mayoría de los parlamentarios? ¿se respetarán, por el mero hecho de reconocerlos constitucionalmente, los territorios que les pertenecen por derecho a los pueblos naciones mapuche, aymará y otros? ¿los grandes emprendimientos forestales, hidroeléctricos, salmoneros o pesqueros respetarán el derecho al territorio, a los recursos naturales y la autonomía de los pueblos originarios y de los «criollos»? ¿se terminará con la desigualdad en la distribución de la riqueza, una de las mayores del mundo, mediante un simple decreto constitucional? Así, suma y sigue.

En el mejor de los casos la nueva constitución que resulte de este eventual proceso constituyente establecerá un nuevo marco legal de derechos humanos en versión progresista, con la ilusión de sujetar a la bestia asesina de las FFAA y Carabineros con meros conjuros legales.

No habrá emancipación plena de nuestros pueblos chileno e indígenas si no se resuelve a fondo el problema de que nuestros territorios estén ocupados por semejantes bestias que cuentan además con el monopolio de las armas, cuya principal finalidad ha sido históricamente la represión genocida. Ellos sí son el enemigo "poderoso e implacable" de nuestros pueblos y han jugado un papel relevante y estratégico en la construcción del Estado conservador, patriarcal y racista por más de dos siglos en Chile.

Hoy, como aquel 11 de septiembre de 1973, la oligarquía económica, política y militar define al pueblo pobre como enemigo principal y le declara una vez más la guerra.

Una vez más también, estas mismas elites políticas, económicas y militares golpistas logran torcer la mano a la misma oposición política de aquel plebiscito del No para sellar un nuevo pacto rastrero entre cuatro paredes y decidir en nombre de los que verdaderamente luchan, de quienes entregan todo en ella, hasta sus vidas, del pueblo que está en la calle.

Es la soberbia histórica de toda la clase política que otra vez pretende despreciar lo que realmente quiere el pueblo e ignorar los grandes sacrificios que este pueblo hace no sólo por su sobrevivencia, sino en la lucha frontal contra todo el aparato Estatal terrorista que sólo resguarda los intereses del gran capital, sus grandes empresas y de las familias oligarcas del país.

Veintiséis muertos, veinte mil detenidos, casi diez mil heridos, entre ellos más de mil por armas de fuego, más de trescientos que pierden sus ojos por los balines policiales. Cientos de denuncias de violaciones a mujeres y maltrato físico y sicológico a niños. Cientos de torturados por parte de las fuerzas policiales, es el nuevo y reciente saldo de esta insurrección ciudadana y popular iniciada el 18 de octubre.

Ni perdón ni olvido a todos estos crímenes de lesa humanidad cometidos por el Estado terrorista chileno y a la impunidad que el pacto político de los de arriba quiere imponer por sobre la voluntad popular.

Saludamos como ejemplo de dignidad y compromiso social, la osadía de la cantante Mon Laferte para denunciar irreverentemente estos vejámenes y violaciones a los derechos humanos contra nuestro pueblo. La generación rebelde de la era de la modernidad.

Advertimos: podrán hacer sus pactos y seguir vendiendo sus hipócritas promesas, pero hay un pueblo que ya ha comenzado a ser sujeto de su propio destino y continuará en las calles luchando y, lo más importante, ganando en conciencia, experiencia y niveles de organización; ésta es la gran tarea para que más temprano que tarde el combate popular sí pueda alcanzar sus verdaderas conquistas y cambios sociales estructurales.

Sólo la lucha resistente de los pueblos hará que se respeten sus derechos. Sólo el derecho inalienable de los pueblos a la rebelión será garantía de justicia y dignidad.

Por ello es fundamental como pueblo ir construyendo la capacidad material que se requiere para defender una vida más justa, proteger la naturaleza y cerrarle el paso a la oligarquía cuando ésta busque imponer sus privilegios usando la fuerza.

No podemos continuar con la ingenuidad de que la Constitución es la garantía de una sociedad. Venezuela tiene la mejor Constitución del mundo y sin embargo de su proceso político institucional no podemos decir lo mismo. En nuestro país el proceso de la Unidad Popular con Allende a la cabeza es una gran lección histórica, así como hoy lo es el caso de Evo Morales con el MAS en Bolivia. La detención de Lula en Brasil, la de Dilma destituida, y muchos otros ejemplos del mundo que son una bofetada a esta ingenuidad o más bien, a esta realidad.

El pueblo chileno, en un sentido radical y estratégico, ha ganado esta batalla, ha dado un durísimo golpe al espejismo de la modernidad y sus supuestas virtudes. Un despertar necesario, bienvenido y merecido después de décadas de luchas sectoriales y movilizaciones sociales que reclamaban una y otra vez sus derechos pero que no alcanzaban para derribar el muro, no ya sólo el de Berlín, sino el de la modernidad.

Una acción directa y masiva donde la rabia acumulada y la dignidad pisoteada necesita inexorablemente del legítimo derecho a ejercer la violencia popular para tener voz, para que los sin voz sean por fin escuchados.

En este sentido la presente insurrección ha desnudado una gran verdad y quizás sea por ahora también uno de sus principales triunfos: la modernidad no es más que una nueva versión de las miserias históricas de los pueblos y de esta forma, el escondrijo perfecto para el capitalismo salvaje y depredador, del saqueo y el despojo.

CONCIENCIA Y CONSECUENCIA

Por último, queremos destacar que esta «rebelión de los colgados» ha significado sin duda un salto cualitativo muy importante para la conciencia social del pueblo chileno, tenemos la esperanza también que esa conciencia se vea reflejada en la lucha por la legítima libertad de todos los presos políticos, tanto chilenos como los del pueblo nación mapuche, simbolizados en los hermanos de lucha y resistencia Mauricio Hernández y Celestino Córdova.

Nuestro hermano Ramiro representa la dignidad de un combatiente que ha debido soportar por casi veinte años la tortura física y sicológica de un régimen draconiano que ha violado todos los derechos humanos y legales de un prisionero. Todo por la furia iracunda de la oligarquía chilena y brasileña que no perdonan la afrenta cometida contra los miembros de su privilegiado clan de aristócratas.

El machi Celestino, condenado también por la furia terrateniente del despojo colonizador que no perdona tampoco la afrenta de una legítima acción de justicia histórica que lamentablemente terminó en un trágico suceso.

La lucha por la libertad de los presos políticos de nuestros pueblos es un deber moral y una acción política incuestionable.

Son también 30 años de luchas de los presos políticos chilenos y mapuche que no podemos olvidar, menos los sacrificios y grandes esfuerzos que tanto ellos(as) como sus familiares, amigos y organizaciones sociales han desplegado durante estas décadas.

La lucha contra la cárcel de Alta Seguridad a comienzos de los 90, una gran batalla que en medio de una larga y masiva huelga de hambre de los presos políticos y las acciones de calle, tomas de embajadas y otros objetivos logró finalmente una victoria contra el régimen draconiano que pretendían imponer a toda costa.

La huelga de hambre y las grandes movilizaciones de apoyo y solidaridad con los presos mapuche también lograron una victoria al derrotar la estrategia de criminalización de las demandas como pueblo y de la aplicación de la ley antiterrorista a sus dirigentes y weichafes.

El vuelo de justicia de aquel 30 de diciembre del 96, otro combate heroico que ha quedado en la memoria de este pueblo.

En cuanto a nuestras organizaciones, ha sido una lucha continua desde antes del golpe militar hasta nuestros días que hoy reivindicamos con orgullo y humildad como plenamente justa y acertada a pesar de los grandes sacrificios, complejidades y todo lo que implica una larga marcha de resistencia armada y popular contra un sistema hecho para reprimir y aniquilar los sueños libertarios de los explotados y oprimidos.

Construir organización para la resistencia es un proceso que lleva años y muchos esfuerzos de todo tipo que hay que saber preservar y cuidar porque cuando el enemigo logra sus objetivos de cerco y represión, volver a reconstruirse es como empezar de nuevo y eso finalmente es un retroceso que a esta altura de la marcha, no nos podemos permitir.

Esto es parte del aprendizaje que nuestra propia historia y la de muchos nos enseña y que debemos saber conocer para continuar de mejor manera nuestros combates junto al pueblo. Aprendizaje que empieza por entender que la lucha revolucionaria no es un acto individual ni de tiempo limitado, sino por el contrario un acto profundamente colectivo y de toda la vida.

Aprender que en la medida que conozcamos mejor la historia de aciertos y errores, podremos tener mayores herramientas para organizarnos para la lucha y con ello cuidar de mejor manera lo más preciado de una organización política, social o armada: sus hombres y mujeres que le dan vida y sentido a las luchas que emprenden cada día.

Nuestro horizonte es desplegar nuestros propios mundos y formas de vida para construir una subjetividad emancipada y terminar con toda dominación. Luchamos por crear un poder propio, autónomo y autogestionario, lo que incluye por cierto construir capacidades militares y milicianas para defendernos de la agresión histórica de las clases dominantes. Nuestro horizonte es libertario, incompatible con la moderación que requieren los poderosos para mantener sus privilegios.

Las armas en sí no tienen valor si quien las empuña no tiene la conciencia cabal de la lucha histórica de su pueblo, de la verdadera dimensión de la resistencia popular y del mundo que busca construir: un mundo y un territorio igualitario y en paz donde quepan todos los mundos y todos los territorios oprimidos y pisoteados históricamente.

La rebelión popular, con el sentido que le da nuestra memoria histórica, es una herramienta política irrenunciable. Debemos tener claro que vendrá más violencia pues los ricos no aceptarán jamás ceder sus privilegios ni menos permitir que el pueblo los siga desafiando con sus actos de rebeldía. Buscarán una y otra vez darnos un escarmiento ejemplar y seguirán planificando las formas de mantenerse en el poder a toda costa, así como en Colombia que con su disfraz democrático cobija una guerra sucia que cada tres días asesina a un luchador social.

Vendrá más represión y terrorismo de Estado, por tanto debemos prepararnos como pueblo para enfrentarlos y continuar la lucha con los menores costos y las mayores victorias para el pueblo.

Nuestro imaginario de la resistencia armada y popular se queda con el combate de hace unos años atrás dieran nuestros hermanos de organización que sólo con su arma de puño, sin comida ni abrigo, resistieron durante más de 40 días en las montañas del Wallmapu el inmenso cerco militar y policial de las fuerzas represivas del Estado argentino y chileno, saliendo victoriosos para continuar luchando junto a su pueblo desde la clandestinidad y el internacionalismo.

Una lucha de contingentes populares que no cuenta con riquezas materiales ni gran arsenal bélico, sino con conciencia política y fuerza espiritual en una alianza estratégica del pueblo pobre chileno y pueblo nación mapuche para la resistencia y la victoria final, una alianza histórica para la vida y la paz. La verdadera paz, con justicia y dignidad, es finalmente el objetivo más preciado de una revolución social y libertaria.

¡¡Construyendo fuerza y unidad continental, hasta vencer o morir!!
¡¡Sólo la lucha nos hace libres!!

Chile, 1 de Enero de 2020

FPMR-A
MIR-EGP