Preguntas sin respuestas

Preguntas sin respuestas
Jorge Lofredo


Ahora que ya concluyó el tiempo electoral y que la Comisión de Mediación (COMED) no ha vuelto a conformarse, ambos como una suerte de dique de contención de la actividad político-militar del Partido Democrático Popular Revolucionario-Ejército Popular Revolucionario (EPR), sus próximos pasos se han vuelto una incógnita.

En lo que refiere al grupo armado, la iniciativa que tome respecto a los desaparecidos es la interrogante más relevante que a corto plazo se presenta en este escenario. Puede notarse, de acuerdo a su actividad y sus comunicaciones, que ha decidido su línea exclusivamente en torno al tema de los desaparecidos. Sin embargo, agotadas aquellas instancias, la incertidumbre que se genera a su alrededor constituye un terreno ideal para todo tipo de especulaciones.

Grupos de estas características en el México de hoy no recurren al boicot político-militar contra las elecciones pero si aprovechan la disponibilidad que se les abre en los medios masivos de comunicación buscando exacerbar las contradicciones del sistema. Esto también implica que el proceso electoral tuvo un único valor; esto es, un medio que tienen a su alcance cuya única utilidad es la de hacer escuchar su voz y no otra cosa. Agotada esa jornada, retoman su ritmo habitual.

Sin embargo, la coyuntura se presenta distinta para el EPR; y ello porque al no obtener el grupo respuestas sobre las desapariciones (que es a lo único que está haciendo referencia puntual) ni la COMED ha encontrado un cambio “en los motivos y condiciones” que la llevaron a su disolución (éstos “no sólo subsisten, sino incluso se han agravado ante la manifiesta carencia de voluntad política del gobierno mexicano”, esgrimió en su texto del 13 de julio) los caminos empiezan a encontrar un cierre definitivo para su resolución. Peor aún: este escenario de amenaza y riesgo es sólo su parte visible (parafraseando al escritor y profesor Gilbert Achcar) e implica que lo que no es percibido resulta más amenazante y riesgoso.

Resta esperar algunos movimientos dentro del ámbito político, y no su agotamiento definitivo aún, como una nueva forma de denuncia (ahora encarada directamente por el grupo armado) o un proceso de denuncias internacionales, como llevó a cabo en agosto de 1997. Si ello fuese así, el EPR ha dejado pasar la oportunidad de anunciarlo dentro del espacio preelectoral, que le hubiese concitado alguna atención. Iniciar o remarcar una nueva iniciativa política respecto a los desaparecidos cedió ante la denuncia contra la administración federal y el Estado Mexicano y la exigencia de una respuesta a la Comisión de Mediación.

En las elecciones pasadas, no esgrimió ninguna respuesta original. No adoptó ninguna posición subversiva más allá de la que le otorga su propia condición de clandestino. No se diferenció al resto y, más aún, asumió una respuesta lúdica que implicaba escribir detrás de las boletas su nombre íntegro. De fondo, no consideró seriamente las propuestas para el voto positivo y tampoco las del “anulismo” y no profundizó en las razones que en otras circunstancias si utilizó para alguna ocasión semejante. Además de hacer suya una propuesta que no originó y la cual –hasta donde se sabe, carente de masividad– no ha redundado en alguna especie de “voto protesta” ni alguna razón revolucionaria. De hecho, el voto nulo estuvo, desde sus inicios, asimilado al proceso electoral.

No obstante, si el EPR se posiciona más allá de la cuestión electoral, por su doble condición de clandestino y revolucionario, es quien más obligado se encuentra para fijar posición. De hecho se ha sumado a la tendencia anulista del cual no fue su creador, tampoco su mayor impulsor y ni siquiera se generó desde espacios de izquierda. En definitiva, participó en el acto eleccionario junto a sectores con los que nada tiene en común pero que compartieron una misma actitud política. Para el caso, el llamado a no votar se hubiese comprendido dentro de la dinámica acostumbrada del grupo armado porque, de acuerdo con sus principios, si las elecciones nada cambian entonces no se debe votar, pues sólo la revolución es la alternativa. No tomar en serio el proceso electoral –fundamentalmente de eso se ha tratado– lo ha llevado a asumir un posicionamiento simbólico relativo y devaluado, más cercano a la intrascendencia que a la intransigencia.

A pesar de todo ello, el EPR aseveró: “no crean que estamos coqueteando o que es un paso a la claudicación (…) que sepa el pueblo que el Estado está propiciando una salida violenta y de nuestra parte la autodefensa armada”. (2 de julio) Para esto, vale mencionar lo expresado por el eperrismo en su comunicado del 16 de junio: “La vía armada revolucionaria históricamente ha sido la única que en México ha logrado cambios reales y favorables para nuestro pueblo a pesar de la violencia impuesta”. No es nueva esta definición aunque parece cobrar renovada vigencia.

Sigue sin respuesta la pregunta del comienzo: si las iniciativas actuales del EPR giran en torno al caso de sus desaparecidos y las instancias se están agotando, ¿cuáles serán sus próximos pasos? Más aún: ¿cambiará el eje gravitacional de sus políticas?


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A través de sus textos, periódicamente sucede que las distintas organizaciones se refieran a las otras, especialmente respecto a su pasado común y reciente. No obstante, en este caso puede marcar una pauta de lo que vendrá a partir de lo que están destacando en ellos. En las mismas circunstancias que la Coordinación Revolucionaria repitió su llamado a la articulación de “un movimiento democrático, popular, nacional capaz de combinar todas las formas de lucha”, (25 de junio) el EPR volvió a afirmar que “la unidad del pueblo y sus organizaciones sigue siendo una tarea estratégica que todos debemos trabajar en función de ella”. “Desde luego que no será posible –y aquí está lo novedoso en el escrito del EPR– si los diferentes destacamentos de lucha de nuestro pueblo marchamos cada quien por su lado”. (23 de junio) En respuesta a ese comunicado (y que en definitiva lo vuelve trascendente), el ERPI subrayó: “La Unidad y/o coordinación revolucionaria debe darse, ninguna organización es autosuficiente en la actualidad”. (29 de julio)

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