LA MANO QUE MECE LA CUNA (ES LA QUE TIENE EL PODER)
Jorge Lofredo jorge.lofredo@gmail.com
Próximo a cumplirse diez años de vida pública de la actual generación de guerrilleros, aparecidos en junio de 1996 en el vado de Aguas Blancas, priman las incógnitas sobre las certezas en cuanto a la composición del movimiento en su totalidad, los alcances e influencias de sus políticas y la fortaleza de su ideología.
Y este aniversario las encuentra inmersas en un profundo proceso de pugnas internas, quizá nunca superado en todos los años de existencia.
Mientras tanto, se esgrimen al menos dos argumentaciones que sirven para explicar parte de la estrategia actual que encarnan las organizaciones mexicanas contemporáneas quienes se reivindican armadas, con táctica de guerrillas, clandestinas y por el socialismo; como también sus vínculos, convergencias y divergencias.
Una refiere a la vigencia e importancia que aún conserva el Ejército Popular Revolucionario (EPR); en tanto que la otra destaca el reposicionamiento de Tendencia Democrática Revolucionaria–Ejército del Pueblo (TDR–EP). Ambas ideas coinciden en subrayar la disputa por la supremacía dentro del movimiento armado guerrillero.
Este reacomodo de fuerzas se conoce desde agosto de 2004, a partir de las denuncias realizadas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo (FARP) y por el Comité Clandestino Revolucionario de los Pobres–Comando Justiciero 28 de Junio (CCRP–CJ28J) sobre el Comando Jaramillista Morelense 23 de Mayo (CJM23M), acusado de “membrete” de otra entidad mayor y de grupo “pseudorevolucionario”. Sin embargo, el punto álgido de esta historia se alcanzará un año después, con el “ajusticiamiento” de Miguel Angel Mesino Mesino el 18 de septiembre 2005 en la Costa Grande.
Los polos divergentes constituidos hacia el interior del movimiento armado plantean descubrir las tácticas del otro, a la vez que procuran validar su propio proyecto.
1. El EPR en el centro de la escena
La primera refiere a que el EPR es quien maneja los tiempos de los grupos clandestinos, de tal manera que su acusación al Movimiento Revolucionario Lucio Cabañas Barrientos (MRLCB) por la muerte de Mesino y tras la negativa de éste, resultó un movimiento político que obligó a TDR–EP a desnudar su actual coyuntura, la cual al menos desde mediados de 2004 ya era conocida por las FARP y el CCRP–CJ28J, y también por el EPR.
Una iniciativa anterior fue el comunicado del EPR, Un poco más de historia (septiembre 2005), donde reconoce que la unidad de catorce agrupaciones armadas era un invento. En el mismo sentido se dirigió el comunicado del CCRP–CJ28J de noviembre 2005, Nuestro pedazo de historia, aunque va más allá aún que el comunicado del EPR: carga todas las culpas sobre el comandante José Arturo, actual dirigente de TDR–EP, al que señala como uno de los responsables de impulsar ese mito de la unidad constituyente.
Otra parte de esta misma jugada son los comunicados del combatiente Tomás (octubre y noviembre 2005) y todas las acusaciones esgrimidas contra el comandante Francisco –cara visible del Comité de Resistencia Popular Viva Villa, según las FARP– y quien sería el responsable de abortar una posible coordinación FARP–ERPI (Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente) el que, según el CCRP–CJ28J, estaría coordinando con Tendencia y con el MRCLB.
Y también la carta encontrada al momento de la aprehensión de los hermanos Gerardo y Jorge Marcial Tzomplaxtle Tecpile y Gustavo Robles López en Veracruz (12 enero 2006) es llamativa, pues desnuda la estrategia de TDR–EP: la misiva parece haber sido escrita desde dentro del movimiento armado y, aunque incurre en contradicciones, demuestra conocer la situación actual de Tendencia.
Junto a ello, es particularmente llamativo que el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN) haya dado a conocer a través del expediente 1971/05 que el EPR llevó a cabo un “Segundo Congreso Nacional” en mayo 2004, citando como fuente a El Insurgente (órgano oficial del EPR) en su edición del mes de junio de ese año, cuando en realidad ambas informaciones son falsas. Quien sí realizó su segundo congreso ha sido TDR–EP.
2. El crecimiento de TDR–EP
La otra hipótesis sostiene que TDR–EP ha copado el centro de la escena de las organizaciones político militares clandestinas, que su crecimiento ha rebasado a los demás grupos y que se verifica a partir de que es la única sigla que se mantiene en actividad, a partir de sus comandos.
El Segundo Congreso de TDR–EP se realizó en enero 2004 y ahí se consumó la idea de los comandos; sin embargo, en 2003, el Comando México Bárbaro –que tras dos años volverá a operar como Comando Revolucionario del Trabajo México Bárbaro (CRT–MB)– llevó a cabo el secuestro de Fernando Castro Suárez. En todo caso, el congreso ratificó lo que ya en los hechos se venía ejecutando.
Además, contabilizando las operaciones reivindicadas por el CJM23M en Morelos, también las del Comando Popular Revolucionario La Patria es Primero (CPR–LPEP) en Guerrero –autor de las ejecuciones de Robles Catalán y Mesino– y las del CRT–MB, incluido el secuestro de Castro Suárez, en el DF y Estado de México, queda demostrado que son las siglas vinculadas o integradas a la estructura de TDR–EP las únicas que se mantienen con actividad manifiesta en México.
En cambio, según el documento de TDR–EP Crónica de una colisión inevitable (diciembre 2005) el EPR no ha consumado acciones desde 1998; como así tampoco el ERPI, cuya última acción destacada fue su aparición en diciembre de 2002 en el aniversario de Lucio Cabañas en Guerrero, donde anunció la constitución de una coordinación de grupos armados. Idéntica circunstancia sucede con las FARP y la Coordinadora Guerrillera Nacional José María Morelos, ya disuelta, ambos grupos inactivos desde 2001.
En ese escrito, asegura la organización que el actual EPR ya no representa lo que en sus inicios constituyó una respuesta armada en gestación y que encontró en el levantamiento zapatista primero y en la masacre de Aguas Blancas un año después las condiciones necesarias para su emergencia: en su conducción actual ya no queda ningún miembro que en 1996, e incluso antes, hayan integrado la organización e impulsado la ofensiva política y militar eperrista.
Conocidas ya la divisiones y nuevos reagrupamientos, resta confirmar tanto la posición política como la etapa actual que transita el ERPI, y de igual manera los espacios que ocupan el MRLCB y el CRP–VV, todos ellos señalados por el CCRP–CJ28J y por las FARP como cercanos a las políticas, estrategias y tácticas de TDR–EP.
3. Los riesgos de la construcción de una nueva “leyenda negra”
No sólo el asesinato de Mesino ha tenido un costo político muy alto para todas las organizaciones –aunque con particular énfasis hizo mella en TDR–EP y que alcanzó para que se diluya el rédito obtenido en ese ámbito con el “ajusticiamiento” de Robles Catalán– sino que además fue el detonador de una serie interminable de acusaciones mutuas, denuncias de persecuciones y ajusticiamientos entre ex camaradas de armas, similares circunstancias que hicieron posible la “leyenda negra” del Partido Revolucionario Obrero Clandestino–Unión del Pueblo (PROCUP).
La “leyenda negra”, circunstancia que signó el agotamiento de una experiencia de treinta años (1964–1994) y el nacimiento de una nueva denominación, parece reinstalarse con las formas y definiciones que adoptan actualmente las disputas entre los grupos. Pero lo que resulta paradójico es su repetición. Por tanto, actores y coyunturas similares permiten concluir lo siguiente: nunca ha sido superado el encono entre los clandestinos, tampoco han sido resueltos los enfrentamientos internos entre grupos armados y la lógica que hoy los conduce no ha variado a lo largo de más de cuarenta años de existencia.
Todo ello lleva a la conclusión que cada grupo niega en el otro el derecho de contar con una historia propia.