Internacionalistas, activistas y brigadistas. La red transnacional de solidaridad con Nicaragua desde el Estado Español (1978-1991)

Categoría
Tesis
Autor
Ágreda Portero, José Manuel
Fecha
2022-02-25
Datos de edición
Santiago de Compostela: Universidade de Santiago de Compostela, 2021.
Contenido
RESUMEN

Esta tesis está dedicada al estudio del movimiento de solidaridad con Nicaragua activo en España entre 1978 y 1991, en el marco de las redes transnacionales de solidaridad con el país centroamericano. Con este trabajo se pretende la exploración de nuevas vías de conocimiento dentro de nuestra historiografía. Dejando de lado los clásicos estudios de relaciones internacionales que buscan la interacción entre estado y estado, en esta investigación se presenta un acercamiento a las relaciones transnacionales que suponen la interacción de activistas de países diferentes al margen del aparato estatal. En concreto se propone el estudio de un proceso, la Revolución sandinista, en dos países, España y Nicaragua, sin que por ello sea una comparación.

El estudio de la red de solidaridad española con la Revolución sandinista es original y hasta la fecha no ha sido prácticamente abordado. Sí, en cambio, ha habido trabajos teóricos y específicos sobre redes transnacionales, sobre solidaridad con otras causas y sobre participación de activistas a escala internacional. El principal objetivo que se pretende es abordar la red en sí misma, desde un punto de vista histórico. A su vez, se procura enmarcarla dentro de los análisis teóricos y en relación con otros casos similares. De esta forma, se confía en contribuir a un conocimiento de estas redes de solidaridad transnacional que, además, permita la realización de futuros análisis comparados.

La tesis está estructurada en cuatro Bloques. El primero de ellos, correspondiente a los capítulos 1 y 2, define el planteamiento teórico de las redes transnacionales de solidaridad, además de establecer las principales hipótesis y la teoría de los roles. Esta se basa en las tres posturas tomadas por las personas que se adentran en la red transnacional desde la parte donante de la solidaridad: Internacionalistas, Activistas y Brigadistas. También se presenta el estado de la cuestión y se exponen las principales fuentes primarias y de memoria utilizadas. 

El Bloque 2 se divide en cuatro capítulos. En conjunto se va a plantear la evolución de la red de solidaridad en España de una forma diacrónica. Todos los capítulos van a estar basados en la relación y organización de los comités de solidaridad, sus conexiones con Europa y Nicaragua, campañas de información a la sociedad española y la movilización de recursos. El Capítulo 3 abordará la creación de la red y sus actividades antes del Triunfo, entre 1978 y el 19 de julio de 1979. El Capítulo 4 buscará establecer cómo, una vez asentada en el poder la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional (JGRN), hubo un impasse entre 1979 y 1982. Muchos nicaragüenses volvieron para participar en la reconstrucción de su país. También hubo algunos españoles que habiendo estado en contacto con la solidaridad se fueron a vivir la experiencia revolucionaria. Los restos de los comités creados anteriormente y los nuevos que fueron nacieron, hicieron crecer el movimiento de solidaridad en los años centrales de la década de los ochenta al calor del antiimperialismo y el peligro de invasión de Nicaragua por los Estados Unidos. El Capítulo 5 marca la madurez. Entre 1984 y 1988 se crearon las infraestructuras necesarias para el sostenimiento de la red, aunque ello no estuvo exento de problemas. El Capítulo 6 (1989–1991) está marcado por el auge y el fin de la red. El auge por la celebración del X Aniversario de la revolución y el fin por la derrota electoral del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) que llevó al traspaso de poder, después de diez años de Revolución, a un conglomerado de partidos políticos unidos bajo las siglas de la Unión Nacional Opositora, liderada por Violeta Chamorro. 

La solidaridad con la Revolución sandinista en España fue uno de los movimientos sociales más importantes durante la década de los ochenta del siglo XX. También se desarrolló la solidaridad con otros procesos de Centroamérica: el guatemalteco, apoyando a la Unión Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), y el salvadoreño con el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN). Los tres juntos, más la lucha en el Sáhara Occidental y Palestina, se convirtieron en las bases de la solidaridad internacionalista española de los años ochenta. Estas luchas en el Tercer Mundo fueron, a su vez, uno de los gérmenes que llevaron a la movilización contra el proceso de globalización durante los años noventa y principios del siglo XXI. 

La red transnacional de solidaridad con el FSLN en el Estado español se inició a principios de 1978 con los primeros comités de Madrid y Barcelona. Estos nacieron como respuesta a una campaña de búsqueda de apoyo exterior. Ángel Barrajón, figura clave en estos primeros años, contactó con nicaragüenses, otros grupos de latinoamericanos y españoles de izquierdas, quienes, a partir del otoño de 1978, fueron creando comités de solidaridad en diferentes ciudades del país. La difusión relacional junto con la no relacional, creada por el aumento de la conflictividad en Nicaragua, de la que se hizo eco la prensa española, fueron las vías por las que empezó a expandirse este movimiento. El objetivo fue aislar a Somoza pidiendo que el gobierno de Adolfo Suárez rompiese sus relaciones diplomáticas, cosa que no ocurrió. Por otro lado, se transfirieron recursos monetarios y armas a través de los partidos políticos de todo el arco de la ideología socialista, principalmente de la izquierda extraparlamentaria. 

El 19 de julio se considera el día del Triunfo de la Revolución sandinista sobre la dictadura de Somoza. A partir de entonces, los ojos del mundo se centraron en este pequeño país centroamericano. Una nueva revolución, al margen de los bloques antagónicos de la Guerra Fría, había surgido para traer esperanza de una nueva vía de desarrollo para los países del Tercer Mundo. Las promesas que los sandinistas plantearon fueron principalmente tres: economía mixta, libertad ideológica y no alineamiento. La labor de los comités se centró en la movilización de recursos económicos para la reconstrucción de Nicaragua tras la guerra y la ‘Campaña Nacional de Alfabetización’.

Aunque las críticas habían surgido ya con anterioridad, a partir de 1981, con la llegada a la presidencia estadounidense de Ronald Reagan, se inició un nuevo conflicto político desigual entre los dos países. Estados Unidos ahogó económicamente a Nicaragua con el bloqueo económico y financiero. Además, realizó acciones armadas contra el país centroamericano y financió diferentes grupos guerrilleros, la conocida como Contra, que desde las fronteras con Honduras y Costa Rica hostigaba los recursos económicos del país. También se produjeron críticas desde los gobiernos europeos, sobre todo por la falta de libertad y el crecimiento del ejército que podía desestabilizar la región. Pese a ello, la socialdemocracia europea, con una censura de perfil más bajo, siguió apoyando económicamente al sandinismo. 

El conflicto político alimentó la creación de comités de solidaridad por toda España. Esta vez, la mayoría de las personas vinculadas a ellos eran españoles que se movilizaron para denunciar la política de Ronald Reagan y presionar al gobierno de Felipe González, exigiendo una apuesta más decidida en apoyo a los sandinistas. Los comités trazaron alianzas con otros movimientos sociales de la época como el de la Paz. La lucha en favor de Nicaragua también se mezcló con la salvadoreña y guatemalteca, quienes usaron las estructuras ya existentes para su crecimiento. 

Desde inicios de la década se realizó una mediación en el conflicto centroamericano por parte de los países sudamericanos, quienes en 1983 crearon el grupo de Contadora. Las conversaciones no fructificaron hasta agosto de 1987 cuando se firmó el acuerdo de Esquipulas II. A partir de entonces todos los esfuerzos fueron dirigidos a la paz y a los acuerdos de los gobiernos de El Salvador y Guatemala con las guerrillas del FMLN y URGN, respectivamente. En el caso de Nicaragua, con un gobierno revolucionario, se convocaron elecciones a celebrar el 25 febrero de 1990. Para esa fecha, la Contra debía haber depuesto las armas, lo que no sucedió, como tampoco el fin del bloqueo económico. 

Los comités de solidaridad lucharon al lado del FSLN denunciando el imperialismo estadounidense. Las movilizaciones antiimperialistas y antiintervencionistas fueron una constante durante toda la década. Congresos, conferencias, charlas y manifestaciones fueron parte de los repertorios de acción utilizados. Desde los comités, y otras organizaciones de izquierdas en España, se financiaron proyectos en Nicaragua, se enviaron toneladas de productos y diferentes tipos de brigadas para trabajar y conocer el proceso revolucionario nicaragüense. La lucha contra Somoza tuvo españoles que militaron en la guerrilla del FSLN. Tras el Triunfo, el 19 de julio de 1979, otra nueva oleada llegó al país centroamericano para vivir y aportar su conocimiento y trabajo a la revolución asediada. Se calcula que en torno a diez mil españoles pasaron por Nicaragua para realizar solidaridad con la Revolución sandinista. 

El Bloque 3 desarrolla la propuesta teórica de la tesis: la teoría de los tres roles. ¿Qué es un internacionalista?, ¿qué es un activista de la solidaridad? y ¿qué es un brigadista? Estas preguntas han sido planteadas y se han intentado responder según el estudio de caso de la red transnacional de solidaridad con la Revolución sandinista en el Estado español. Todo ello a través de los tres puntos en los que se divide la propuesta: el territorio donde se realiza las labores de solidaridad, el sentimiento de pertenencia a la red y las actividades llevadas a cabo para la solidaridad. 

El Capítulo 7 intenta desentrañar las características principales del rol del Internacionalista, tratando de realizar una definición amplia a través de conocer quiénes participaron de él. La inseguridad, al estar viviendo en zonas de guerra, fue uno de los principales problemas. Los internacionalistas son personas que se trasladan físicamente más allá de sus fronteras estatales por un periodo prolongado de tiempo. Para el internacionalista no importa si el territorio donatario le ofrece seguridad física o no. Su creencia en los ideales de la red es tan alta que puede arriesgar su vida por ellos. Las actividades solidarias las realiza dentro de las estructuras donatarias, en muchos casos en las mismas condiciones que los nativos; además, usualmente ejerce una labor de contacto con activistas de su territorio de origen y las organizaciones del grupo donatario. Estas dos situaciones le hacen estar más cercano al marco compartido por los fuertes lazos personales que se establecen. Con ello se crean sentimientos de pertenencia de una forma mucho más intensa que en el resto de los roles. Se podría incluso llegar a producir un trasvase de militantes de la parte donante a la parte donataria.

Hasta la guerrilla en la frontera con Costa Rica se acercaron gran cantidad de internacionalistas, sobre todo latinoamericanos, que buscaron apoyar la lucha revolucionaria del FSLN en 1978. Los españoles que estuvieron allí se pueden clasificar en dos grupos: religiosos que ya vivían en Nicaragua y que, influenciados por la teología de la liberación, tomaron las armas; y los que por ideología socialista llegaron para luchar. A partir del Triunfo en 1979 arribó a Nicaragua una segunda oleada desde España. Estos tenían el bagaje político de la lucha antifranquista y querían experimentar una revolución deseada y no conseguida en su país. A partir de 1983 un nuevo grupo, más jóvenes y que no habían participado en el movimiento contra Franco, viajó a Nicaragua para desarrollar proyectos de cooperación y trabajar con el objetivo de mejorar la vida de sus habitantes. Los internacionalistas conectaron con los comités que actuaban en España para que financiasen sus proyectos. El trabajo realizado fue dentro de las estructuras del estado participando sobre todo en el desarrollo de la cultura, educación y sanidad. Estas personas se mantenían del salario que obtenían como un nicaragüense más. Además, la conexión con los comités españoles supuso una fuente de información de primera mano, así como un apoyo en las infraestructuras de las brigadas. 

El rol del Activista es tratado en el Capítulo 8. Este rol realiza sus labores dentro de la sociedad donante con los objetivos de movilizar recursos para el mantenimiento del conflicto, establecer las alianzas en su arena política para difundir la ideas del grupo donatario en la sociedad y obtener así un mayor apoyo. Su participación en el marco compartido viene dada por las relaciones personales establecidas a través de cortas estancias en territorio donatario. El primer contacto suele ser por medio de brigadas organizadas o de pequeños viajes personales. Aunque se puede desempeñar este rol sin viajar al territorio donatario, es posible el caso de quien se introduzca en la red por una afinidad ideológica o contacto personal con otros activistas. Este hecho se produce raras veces y es debido al alto grado de politización de la persona. Los trabajos solidarios del rol del activista abarcan todo el abanico de repertorios de acción de los movimientos sociales. Al ser tan cercanos a estos, es necesario que haya cierto grado de democratización en el territorio donante para que pueda ser llevado a cabo. Los recursos que movilizan en beneficio de la red pueden ser de tres tipos: políticos, económicos y de cooperación. Las campañas políticas de concienciación en su propia sociedad hacen que estos grupos mantengan contacto con la administración del estado, partidos políticos, sindicatos y otros movimientos sociales del territorio donante, quienes les proporcionan los medios para realizar actos de difusión. Los recursos económicos tendrían el objetivo de obtener tanto dinero como elemento necesario para mantener el proceso contencioso en el territorio donatario. Uno de los elementos más importantes a conseguir por los activistas es el reclutamiento. Por ello, los activistas son los promotores y organizadores de las brigadas en coordinación con instituciones donatarias para visitar el territorio de conflicto. 

En España, los comités de solidaridad fueron creados principalmente por nicaragüenses entre 1978 y 1979. Durante el conflicto iniciado con los Estados Unidos y la Contra, los españoles tomaron las riendas. Sus acciones fueron encaminadas a movilizar recursos económicos y políticos para el mantenimiento de la Revolución sandinista frente a la agresión estadounidense. Esto fructificó en campañas económicas como la de ‘Nicaragua debe Sobrevivir’ entre 1986 y 1990, el huracán Juan en 1988 y la ‘Campaña de los 100 millones’ entre 1986 y 1987. Todas ellas tenían un matiz político que era el que más interesaba a los activistas españoles. Tomaron contacto con otros movimientos sociales como el de la Paz y el Anti-OTAN; partidos políticos de extrema izquierda, Partido Comunista de España y Partido Socialista Obrero Español; así como sindicatos, para utilizarlos de altavoces y llegar a una mayor porción de la sociedad española. 

El último capítulo del Bloque se ha centrado en el rol del Brigadista, como puerta principal de entrada a la red de solidaridad. También se ha tratado de explicar cómo se organizaron. Los Brigadistas son las personas que se desplazan del territorio donante al donatario por un periodo breve de tiempo para realizar tareas de cooperación. La labor anterior a la brigada se realiza en el territorio donante, participando en la campaña económica para la financiación del proyecto y en las políticas para empezar a conocer el marco compartido de la red transnacional. A partir de ahí, las brigadas pueden ser simplemente viajes “turísticos” para obtener el contacto con la parte donataria, o estar dirigidas a proyectos de cooperación que sirven como reclamo para aquellos menos politizados. Los brigadistas necesitan que el territorio no sea peligroso o, al menos, esté controlado por el grupo donatario. La peligrosidad es un problema tanto para los grupos donantes como donatarios, ya que no atrae a nuevos miembros y en ese caso el reclutamiento tiene que buscar otras fórmulas. Puede aumentar el rol del activista al apelar al sufrimiento humano, pero debilita la opción de internacionalistas y brigadistas, ya que su labor o parte de ella está desarrollada en territorio donatario. 

La primera brigada que surgió de España fue hacia la ‘Campaña Nacional de Alfabetización’ en 1980. A partir de entonces hubo una gran cantidad de ellas, realizadas no solo por los comités de solidaridad. Cualquier organización que tenía contactos con la Revolución sandinista y apoyaba su postura, fue susceptible de enviar sus propias brigadas a través de ellos. Los comités enviaron unitarias entre 1982 y 1985, a partir de ahí se dividieron. Desde la Coordinadora estatal se enviaron a dos grandes proyectos que el movimiento por la Paz realizó en Las Latas y El Salto. Por otro lado, los comités vascos y catalanes realizaron sus propias brigadas debido a la capacidad que tuvieron de movilizar a mayor cantidad de personas. Para los sandinistas, los objetivos de estas brigadas fueron el tener una gran cantidad de extranjeros en el país, lo que les protegía de una posible invasión, la ayuda económica y, el más importante, el tener a personas que conocen su mensaje y los pueden transmitir de primera mano en sus países de origen. 

Ninguno de estos roles es estanco. Las diferentes situaciones pueden ser vividas por la misma persona: llegar de brigadista, quedarse y participar dentro de las organizaciones donatarias, después de un periodo largo de tiempo retornar para participar en los grupos de activistas, o, dependiendo de la situación personal, ser brigadista y volver para participar en la red desde territorio doméstico. También cabe la posibilidad de que alguien vaya al territorio donatario, se asiente y no vuelva al donante más que de visita. Son tipos de roles abiertos que relacionan el lugar, la actividad y la implicación. 

Esta estructuración de la red transnacional desde el punto de vista donante permite establecer comparaciones históricas con otros movimientos haciendo hincapié en la importancia de uno u otro de los roles. Por ejemplo, siguiendo el caso español, queda por investigar los movimientos que se crearon en torno al FMLN, la URNG, el Frente Polisario o diferentes organizaciones palestinas, durante los años ochenta, para estimar así el alcance de este movimiento a nivel general en toda España. También se puede utilizar para la comparación con movimientos pretéritos y futuros. Es decir, además de saber cuántos y dónde estuvieron, la teoría de los roles se puede utilizar para conocer cuáles fueron las características de los internacionalistas que llegaron a luchar en la Guerra Civil y las conexiones y recursos que obtuvieron de los territorios donantes, por ejemplo. Además, se puede realizar una comparación y categorización con otras campañas como la propia de la lucha antifranquista en otros países que no fueron España. La teoría de los roles también puede ayudar a comprender la implicación y bagaje político de los activistas en movimientos que surgieron durante los años noventa, como por ejemplo el zapatista o los movimientos globales.