EPR: legitimidad y vía política

 EPR: legitimidad por la vía política
 Jorge Lofredo
 
 Cuando nadie lo esperaba, el Partido Democrático Popular Revolucionario-Ejército Popular Revolucionario (PDPR-EPR) optó nuevamente por la vía política, al solicitarle a la Comisión de Mediación la continuidad en sus labores, antes que ejecutar alguna acción militar y a través de un largo comunicado sobre las próximas elecciones. Por este camino, el EPR procura alcanzar legitimidad para su causa y agudizar las contradicciones del sistema sin que las armas sean su factor primordial.
 
 El inminente retorno a la violencia política por el eperrismo era el eje excluyente de análisis: tras la renuncia de la Mediación obtendría alguna justificación para romper su tregua y reanudar la campaña político-militar. Hipótesis previsible, porque se fundamentó exclusivamente en la idea de la viabilidad de las acciones armadas ante el fracaso de los canales legales.
 
 Los hechos, en cambio, indican lo contrario.
 
 El propio EPR hizo saber que esta ecuación también se reprodujo en su seno. A través de un comunicado (8 de junio), realizó una “consulta a sus bases” para decidir sus próximos pasos y en donde “se perfilaron dos posiciones no antagónicas”: solicitar a la Mediación para que continúe en sus trabajos o reinicio de las acciones de hostigamiento político-militar. (De una consulta similar, aunque en aquella ocasión fueron los comités estatales quienes se pronunciaron, surgió la decisión de atacar los ductos.)
 
 La historia reciente ofrece otros ejemplos que muestran la opción de una salida política antes que una escalada en la conflagración. En el año 2001, después de la aprobación de la Ley Indígena contraria a los postulados de los Acuerdos de San Andrés, se auguró una radicalización del zapatismo; sin embargo, sus pasos siguientes apuntalaron el desarrollo de una nueva experiencia, las Juntas de Buen Gobierno.
 
 No debe olvidarse que los objetivos eperristas son de largo aliento y alcance, pero tampoco debe desatenderse la importancia de esta actitud política, pues ya no se trata de actuar militarmente –el EPR ha mostrado vocación militar– sino de alcanzar iniciativa política precisamente relegando las acciones armadas.
 
 En aquel comunicado, de carácter informativo, no refiere a otras cuestiones que no sea la renuncia de la Comisión de Mediación y ello no porque carezcan de interés para el eperrismo sino porque no era la ocasión propicia. El EPR volvió a privilegiar los tiempos de la clandestinidad antes que pronunciarse con el ritmo de la “superficie”, realidad que no le es ajena pero que no siempre le incide. En otro texto (16 de junio) sí fija posición sobre temas no abordados en el primero, puntualmente sobre el acto eleccionario.
 
 Sin embargo, un hecho puntual se torna relevante: si la Mediación no acepta retomar sus trabajos, ¿cuánto tiempo más continuará la tregua eperrista? Más aún, puede augurarse que el acto eleccionario resultará un dique de contención de la actividad político-militar, pero ¿aguantará en todo ese lapso? ¿Y luego?
 
 Lo paradójico es que los tiempos electorales le procurarán a la organización una amplificación de sus demandas antes que la posibilidad de incidir en una coyuntura que no lo cuenta como protagonista destacado. El EPR sólo alcanzaría una relevancia excluyente a través de acciones semejantes a las de Pemex, pero unificaría a todo el arco político en su contra a través de la “condena a la violencia terrorista”. 
 
 En ese marco ingresan los recientes textos y que tienen una doble variante: la primera, y fundamental, es la insistencia por vías que no incluyen en el corto plazo la vertiente armada, y la segunda, aunque no menos importante, es la constante búsqueda de legitimidad a su razón de ser, de su existencia y de su proyecto. El EPR le añade a cada una de sus acciones (políticas o político-militares) una justificación con la que siempre ha intentado deslindarse en los últimos tiempos de posiciones extremistas. Y en este caso puntual queda de manifiesto.
 
 En tanto que decide sus acciones con el fin de la obtención de legitimidad, continuará con el eje de su demanda actual; esto es, el esclarecimiento de lo sucedido con sus desaparecidos; sin embargo, a la vez alentará las contradicciones “dentro del sistema” (gobierno, instituciones, partidos políticos) para provocar su deslegitimación, a través de todos los medios posibles y con la combinación de todas las formas de lucha (incluida la armada si lo consideran necesario).
 
 Pero, siguiendo este razonamiento, cabe interponer una de las evaluaciones que pudo desprenderse de la actividad guerrillera del segundo semestre de 2007: en los medios de comunicación, el debate tras la voladura de los ductos se enfocó sobre la situación de la empresa, la caracterización de esas acciones y finalmente sobre la sorpresa por el blanco elegido. Pocas fueron las excepciones que vincularon las explosiones con la demanda puntual de las desapariciones. Así, se vació de contenido la actividad político-militar y se la transformó en exclusivamente militar o terrorista.
 
 Con la Mediación, en cambio, el tema de los desaparecidos encontró otros espacios donde desarrollarse (ahora exclusivamente políticos). Y aunque por su renuncia quiera considerársele exclusivamente como un fracaso, lo que se sabe acerca de lo sucedido y la única reconstrucción precisa del hecho existe gracias a las labores de sus integrantes. Por ningún otro medio esto ha sido posible y la relevancia de esta cuestión incidió directamente en lo expresado por el grupo.
 
 A pesar que no se prevé que en el corto plazo abandone las armas, en pos de legitimidad es altamente probable que las continúe relegando. Transita por un camino donde la línea política se impone a la político-militar, que es el doble eje por donde puede descubrirse su esencia. Es una estrategia de largo plazo, carácter intrínseco de la guerra popular prolongada que postula el eperrismo, donde las elecciones y hasta el 2010 (fecha paradigmática de carácter revolucionario) serán coyunturas que no lo mantendrán indiferente, pero que tampoco son sus objetivos fundamentales.
 
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 ¿Qué representa el 2010? “Es sólo una fecha, un año más”, respondió el comandante Ramiro del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente en una reciente entrevista de Sergio Ocampo Arista. Para el ERPI el momento es ahora y el 2010 está lejos. Para el EPR también es así, aunque en otro sentido. Pero en algo coinciden: sólo si las condiciones objetivas y subjetivas han madurado podrán avanzar en su camino a la revolución.
 
 Investigador del
 Centro de Documentación de los Movimientos Armados
 www.cedema.org