Al concluir 1997, concluye también el cuarto año del levantamiento armado zapatista y el décimo octavo mes de la emergencia pública del EPR. Los acontecimientos más relevantes del año que termina, aportan datos indicativos acerca del desarrollo por el que habrá de transitar, con mayor probabilidad, la lucha del pueblo mexicano contra la dictadura del gran capital y del mal gobierno.
Los acontecimientos que destacan son , entre otros, el incumplimiento gubernamental de los acuerdos de San Andrés; la profundización de la Guerra de Baja Intensidad en las principales zonas de conflicto; el triunfo del PRD en la capital del país y su conversión en la segunda fuerza político-electoral nacional; la crisis bursátil y la devaluación monetaria; la imposición de las políticas neoliberales mediante la renovada alianza legislativa PRI-PAN; la agudización de las pugnas internas entre los grupos de poder. Pero de todos estos acontecimientos destaca particularmente el escalamiento de la guerra sucia en el estado de Chiapas.
En efecto, la Guerra psicológica y particularmente la guerra sucia constituye el instrumento más importante desplegado por el gobierno antipopular, el partido de Estado, las cúpulas militares, empresariales y religiosas, así como los grupos de poder local. Guerra sucia de la que este bloque dominante pretende deslindarse mediante un falso discurso, pero de la que dan cuenta los encarcelamientos, torturas, asesinatos y desapariciones cometidas contra las organizaciones democráticas, luchadores sociales, combatientes revolucionarios y la población civil en distintos puntos del territorio nacional.
Prueba de ello fue la masacre del pasado 22 de diciembre en Acteal municipio de Chenalhó Chiapas, donde fueron arteramente asesinados 45 indígenas mexicanos y resultaron heridos, y desaparecidos, un número indeterminado de indígenas. Masacre que constituye la culminación de una larga cadena de agresiones y crímenes desarrollada en este lugar contra la población civil. Evidentemente los autores materiales de esta acción criminal fueron los integrantes de uno de los grupos paramilitares de filiación priísta, organizados y entrenados por el Ejército Federal y los cuerpos policiacos de carácter local y federal quienes además les brindan apoyo y cobertura logística en este tipo de acciones. Pero los autores intelectuales de dicha masacre, y de otras acciones represivas cometidas contra la población civil, contra las comunidades zapatistas, contra luchadores sociales y personalidades democráticas, son el Gobierno de la república y el ejército federal.
Dichas acciones criminales forman parte de la GBI y más concretamente de la guerra sucia por medio de la cual el Estado mexicano pretende sembrar un permanente estado de terror en la población, quebrantar su voluntad de lucha y lograr así su sometimiento.
Ni la masacre de Aguas Blancas el 28 de junio de 1995 ni ahora la de Chenalhó son hechos casuales o aislados de la problemática nacional. Por el contrario, son la señal emblemática de la nueva fase a la que ha arribado el conflicto armado existente en el país: la fase del terror como política de Estado aplicada por el grupo neoliberal para imponer su dominación.
Lo sucedido en Acteal es además el mensaje político, la advertencia criminal más grande lanzada a la nación por la administración zedillista, y el mensaje es suficientemente claro: de persistir la resistencia popular a la economía-política neoliberal, de persistir la lucha popular por una verdadera democracia, la única respuesta del gobierno y de los grupos de poder será el baño de sangre, el crimen y el terror contra todo el pueblo.
Por otra parte, la masacre de Chenalhó es un síntoma inocultable de la guerra civil promovida y organizada por el gobierno en distintos puntos del país. Guerra de bajo perfil sustentada en un sujeto social (el paramilitar) prohijado por la descomposición social a la que ha dado lugar el neoliberalismo en el campo y la ciudad; sujeto social reclutado, entrenado y organizado en bandas parmilitares por el ejército federal y el gobierno.
La masacre de Chenalhó significa un escalamiento de la guerra sucia contra la lucha y la determinación de los pueblos indígenas por conquistar su autonomía, pero también contra la lucha del pueblo mexicano por el ejercicio pleno de su soberanía. Constituye además un recurso gubernamental para imponer la paz de los sepulcros propia de las dictaduras militares, no sólo en el estado de Chiapas sino en todo el país.
La represión desatada contra las comunidades indígenas en los Loxicha, Oaxaca y en los pueblos de la sierra y costa guerrerense, así como los luchadores sociales y combatientes eperristas desaparecidos por el ejército federal y cuerpos policiacos son una prueba fehaciente de la aplicación de toda la fuerza del Estado con que amenazó la administración zedillista al pueblo de México y particularmente a las organizaciones políticas y grupos insurgentes.
Pedir al gobierno de la república muestras inequívocas de voluntad política para desactivar la guerra que se libra en Chiapas, es simplemente negarse a aceptar, negarse a entender la responsabilidad que en la masacre de Chenalhó y en el conflicto armado existente en el país tiene el grupo de tecnócratas en el poder.
Por otra parte, el problema central no consiste en lograr que la República domine a los grupos caciquiles, consiste en liberar a la nación del Estado opresor. Y ésta es una tarea que corresponde a todo el pueblo y particularmente a sus organizaciones progresistas, democráticas y revolucionarias, si verdaderamente lo son.
En estas condiciones, el llamado gubernamental a reiniciar el diálogo y llegar a acuerdos carece de todo sustento moral y, sobre todo, de legitimidad. Las declaraciones del gobierno federal sólo constituyen una cortina de humo con la que pretende ocultar su responsabilidad en la masacre de Chenalhó. Declaraciones hechas bajo presión de la comunidad internacional y los organismos de derechos humanos, pero particularmente bajo presión del reclamo y la indignación nacional.
Sin embargo, no será sólo la indignación y el reclamo de la sociedad civil lo que dará lugar a una transformación sustancial del país. Se requiere la construcción de un nuevo poder sustentado en la voluntad popular, defendido y acrecentado desde abajo, mediante todas las formas de lucha. Se requiere entender la legitimidad de los procesos de autodefensa armada revolucionaria surgidos históricamente frente al crimen y la impunidad como forma de gobierno.
Los sangrientos sucesos de Chenalhó deben convencernos de que la violencia que sacude dolorosamente al país, no viene del pueblo ni de sus organizaciones, viene fundamentalmente del Estado. Es decir, del poder ejercido de manera criminal y arbitraria por los grupos económicos más poderosos del país, pero particularmente por la oligarquía nacional y extranjera representada por el gobierno neoliberal.
No bastan, ni el desgarramiento de vestiduras ni las declaraciones exhaltadas de la sociedad y de sus organizaciones y partidos políticos para dar solución real a la actual problemática nacional. Se requieren hechos concretos que obliguen al gobierno a dar marcha atrás a las medidas económico-políticas y militares favorables a la oligarquía nacional y al poder transnacional.
El pueblo de México, así como sus organizaciones progresistas, democráticas y revolucionarias deben mantenerse alertas frente a la embestida paramilitar dirigida desde el gobierno contra las comunidades campesinas e indígenas de Chiapas, Oaxaca y Guerrero. Deben aprestarse a detener dicha embestida mediante la más amplia movilización política. La sociedad toda debe entender y apoyar los procesos de autodefensa armada revolucionaria existentes y los procesos armados que inevitablemente habrán de surgir en otros puntos del país frente a la guerra sucia, la creciente represión y la impunidad gubernamental.
¡POR LA VIA DEMOCRATICA REVOLUCIONARIA,
TODO EL PUEBLO AL PODER!
¡POR LA REPUBLICA DEMOCRATICA,
EL PUEBLO UNIDO TRIUNFARA!
¡CON LA LUCHA POPULAR,
EL EPR TRIUNFARA!
PARTIDO DEMOCRATICO POPULAR REVOLUCIONARIO
PDPR.
COMANDANCIA GENERAL DEL EJERCITO POPULAR REVOLUCIONARIO CG-EPR.