Desde los años sesenta, los paramilitares han sido una estrategia del Estado y las élites de Colombia para perseguir, silenciar y asesinar la oposición política y las fuerzas del cambio. Con el paramilitarismo ejercen control territorial, despojo, finanzas ilegales y corrupción, copar espacios institucionales e imponer la violencia en el diario vivir de las comunidades a través de su cultura mafiosa, reproduciendo la descomposición social para preservar el statu quo.
El paramilitarismo ha sido construido a través del Estado, con la participación de las Fuerzas Armadas y de ejércitos privados; financiado por el Estado, la corrupción y la empresa privada y multinacional. Las evidencias son numerosas basta mencionar los casos de Ecopetrol, Postobon, las multinacionales Drumond, Coca Cola y la Chiquita Brands, esta última responsable de la masacre de las bananeras en 1928 y que actualmente un tribunal de la Florida (EEUU) declaró responsable de financiar a las AUC en el Urabá antioqueño y el Magdalena.
Tras la desmovilización de las AUC, el paramilitarismo no desapareció, se reconfiguró territorial y estructuralmente, asumiendo diversas posiciones en cada región a través de bandas y grupos regionales, sus herederos fueron entre otro el Clan de Golfo que continuó con el terror, el silenciamiento y la persecución a los agentes de cambio regional y nacional. En las ciudades de Colombia a partir de la subcontratación de bandas locales y la coordinación con la policía, han instrumentalizado la juventud y se alimentan de las ollas de microtráfico y de la pobreza. A este mapa se suman algunas expresiones disidentes de las exFarc cooptadas como fuerzas paramilitares, así mismo organizaciones internacionales mafiosas como los carteles mexicanos o las bandas venezolanas que han logran incidir en el territorio urbano bajo un accionar paramilitar.
El afianzamiento y reacomodo de la fuerza paramilitar pone de manifiesto la intención de las elites de mantener el control social a sangre y fuego, buscando ahogar las fuerzas del cambio, así lo demuestran las cifras, el asesinato a diario de lideresas y líderes sociales a lo largo y ancho del país, el control del narcotráfico en los territorios urbanos y las persecución sistemática al movimiento social, declarados como el enemigo interno y dándole continuidad en la práctica a la doctrina de seguridad nacional del imperialismo estadounidense.
En los territorios urbanos el afianzamiento del proyecto paramilitar también se hace sentir, para poner solo un ejemplo, a propósito del sur de Bolívar, lo que sucede en Sincelejo, capital de departamento de Sucre, donde se concentra la disputa por el movimiento de la droga desde el sur de Bolívar hasta los golfos de la costa Caribe, es catalogada como una de las ciudades más violentas, después de Buenaventura, el año pasado la disputa entre la banda local Los Norteños y el Clan del Golfo provocó un aumento del 73% en los homicidios, en donde se actúa en connivencia con el poder político, el actual alcalde se posesionó a pesar de estar acusado por nexos con paramilitares y compra de votos.
Por otro lado, el proyecto paramilitar tiene continuidad y se complejiza con las disidencias de las ex Farc en el suroccidente colombiano, en el sur de Bolivar, en Arauca y otras regiones en donde operan en contra de la revolución, de las fuerzas del cambio y de los movimientos sociales, estas disidencias hoy son funcionales al Estado y al paramilitarismo y engrosan el amplio abanico de bandas y grupos descentralizados que apuntan en contra del pueblo, las comunidades organizadas y sus líderes y lideresas sociales.
El pueblo, sus organizaciones y movimientos continúa resistiendo el terror y el silenciamiento del Estado y sus fuerzas armadas y paramilitares, continúan denunciando la persecución y movilizándose para visibilizar sus voces exigiendo el desmonte del paramiiltarismo y la doctrina imperialista que lo sostiene desde el Estado y sus élites.
Como ELN acompañamos todas las luchas del pueblo que persiguen dignificar la vida y la construcción de una nación de justicias social, para las mayorías empobrecidas y excluidas históricamente, creemos que sólo la fuerza movilizada del pueblo es capaz de sobreponerse y transformar de raíz su historia. Las armas del pueblo, las del ELN, están al servicio de la resistencia y del cambio, continuaremos en contra de estas amenazas convencidos de la Certeza en la Victoria popular.