Mucho se habla de la unidad y de la convergencia de los sectores revolucionarios, ¿Pero qué pasos efectivos se han realizado para llevar a cabo dicha tarea en nuestro país?
Los últimos acontecimientos en el campo electoral han evidenciado un giro mayor del reformismo hacia posiciones centristas, cuestión que para nada significa un éxito o consolidación de los revolucionario, todo lo contrario, se delata detrás de ello la precariedad de este último campo para ser alternativa e instalar sus construcciones de base en el campo de la lucha de clases a escala nacional. Una precariedad que demuestra en muchos casos también, la falta de conducción y dirección en las luchas reivindicativas por las demandas populares, aunque esto no habla necesariamente de una falta de inserción social, pues entre inserción y conducción media una diferencia cualitativa. Mas bien esta ausencia se explica por el aislamiento entre sí de todas estas experiencias de construcción que por la falta de presencia a nivel del país.
La ausencia de una construcción objetiva de Movimiento Popular, de Construcción del Sujeto de la Transformación, no se condice con la capacidad de análisis de los sectores revolucionarios, cuya profundidad ha evidenciado las contradicciones del electoralismo como vía de construcción de dicho sujeto, y en algunos casos dispone de proyecto político con una clara visión en lo estratégico y lo táctico.
Sin duda el momento político ha superado hace bastante tiempo la etapa de constatación de realidades y el encuentro de causales para comprender la situación actual de los sectores “izquierda”, proyectándose hacia una necesaria definición y articulación de las diferentes estrategias y tácticas de construcción nacional, como paso obligado para que los proyectos de las organizaciones políticas muten efectivamente hacia un programa de la clase, con el objeto de madurar las bases del nuevo movimiento popular para el período. Un proceso que debiera ir acompañado de la unificación de los diversos sectores populares del país, ya sean organizaciones políticas, como las reales organizaciones sociales provistas de un sentido de clase.
Debemos organizar al pueblo en las distintas formas en que se manifiesta socialmente, ya sea en el terreno laboral, en la población, en la educación, etc. Es decir, debemos instalarlo en un proceso de construcción de conciencia de largo aliento, donde las luchas por las demandas populares sea la piedra angular de esta edificación. En torno a ellas, se configurará una nueva forma de relacionarnos, el surgimiento de nuevas prácticas democráticas, como de ir desarrollando una nueva moral y cultura, vislumbrando la nueva sociedad socialista por la cual luchamos.
Nuestro camino de construcción debe ser capaz de abrir conflictos, de poner a las masas a través de su lucha reivindicativa en la confrontación con el poder. La construcción de movimiento popular no puede ser aséptica, con miedo a contaminarse en la lucha con la institucionalidad. No podemos construir en una burbuja social, encapsulado en un pretendido “poder popular” que se construye al margen de toda contradicción con el poder capitalista. Es en la lucha, en el enfrentamiento, en la pugna con el poder real de la burguesía donde las masas armadas con sus reivindicaciones adquieren la conciencia social. No se debe tener ningún miedo en el terreno de la lucha a dialogar y negociar desde una posición de fuerza con la institucionalidad en un contexto específico (de cara al pueblo y sin hipotecar los intereses estratégico de la clase), sobre todo si se hace desde una base firme y en pro del avance del Movimiento Popular. Es precisamente en este campo de batalla donde los sujetos sociales llegan a desilusionarse de sus gobernadores y aprenden a distinguir a su enemigo de clase.
El tema de la unidad de los revolucionarios en este ámbito, debe ser un proceso dirigido y con un plan cuyo cumplimiento de objetivos potencien y amplíen la convergencia. Convergencia llena de hitos, que instale en la realidad nacional una plataforma de lucha o programa mínimo por las demandas populares que reflejen las necesidades más primarias y urgentes de los sectores populares. En este sentido, la unidad por arriba debe tener su correlato en la unidad por abajo, la primera debe ser un instrumento la última el fundamento esencial, la finalidad. De esta manera, la territorialidad en el proceso de convergencia y de construcción del polo revolucionario será un valuarte fundamental.
Por ello es indispensable ir configurando este Polo Clasista en el seno social, en especial en el ámbito de los trabajadores, donde incluso ya existen interesantes avances como lo han sido el quehacer conjunto con la Confederación de Sindicatos de Santiago Poniente CONFESIMA y el Sindicato Unión Minera Nacional de los trabajadores subcontratistas de CODELCO. Esto demuestra que es posible organizar a los trabajadores a partir de sus demandas especificas, pero también con un fuerte contenido político anticapitalista.
A nuestro entender esta voluntad de la convergencia debe expresarse durante este año en el acercamiento bilateral de las organizaciones populares, abrir mesas políticas que tengan como propósito articular las iniciativas particulares en eslabones de la unidad, como también la lucha de la contingencia en hitos que impulsen un debate concluyente en torno al proyecto popular.
Compartimos con los hermanos del Comité de Unidad Revolucionaria CUR, que la tarea de la convergencia y de la construcción de un polo revolucionario es una iniciativa política imposible de postergar, porque no sólo están en juego las reivindicaciones del pueblo, sino también el futuro del país y nuestra factible contribución a la liberación de América Latina, caminos que ya han iniciado otros pueblos del continente, sobre todo si los rodriguistas no sólo buscamos un proyecto en el ámbito nacional, sino también de carácter continental.
FRENTE PATRIÓTICO MANUEL RODRÍGUEZ
Santiago, abril 2006