Post-modernismo político? Las señas tardo-modernas en el Ecuador

Declaración Comunera

POST-MODERNISMO POLITICO?:
Las señas tardo-modernas en el Ecuador.

El agotamiento de los recursos ecológicos, la destrucción de la iniciativa social por los gobiernos y el dominio que ejercen sobre las inteligencias de los órganos centrales de la educación y propaganda, son algunas de las características de la actual sociedad global.

Al parecer la ciencia y las técnicas “modernas” llámese “post-modernas”, han acrecentado el poder de los gobernantes y han permitido como nunca antes, crear sociedades enteras conforme a un plan concebido por el ser humano y esta posibilidad ha llevado a una “embriaguez de amor por el sistema”, y en esta embriaguez, se olvidan los derechos elementales del individuo. A propósito uno de los grandes males de nuestro tiempo es hallar el modo más justo de hacer justicia a estos derechos.

El Mundo Post-moderno es un mundo cuyas posibilidades justifican tanto las grandes esperanzas como los mayores espantos. Estos miedos son sentidos de modo muy general y tienden a producir un mundo se sombría indiferencia, las esperanzas, como suponen imaginación y valentía, se muestran menos vivas que los miedos en las mentes de la mayoría de seres humanos. El que se muestren así es la única razón de que parezcan utópicas. Solo se impone en el camino una especie de pereza mental. Si se consigue superar esto, la humanidad tendrá a su alcance una verdadera época post-moderna y de acuerdo a las expectativas de estos tiempos.

De ahí, el titulo: “Un desencanto llamado Post-modernismo” de Norbert Lechne y su primera gran pregunta… ¿Qué sentido tiene discutir en América Latina sobre la llamada Post-modernidad?, continua… Podría ser otra moda intelectual importada y una larga experiencia de frustración que nos vuelva escépticos frente a debates que serian validos en Europa o en Norteamérica, pero ajenos a la realidad latinoamericana.

Sin ninguna duda, compleja y sugestiva temática, si se refiere especialmente a latinoamérica envuelta en una tendencia económica-política y social critica, acosada por la inmensidad de los abismos del capital y la miseria, del lujo y la pobreza, del pobre y el rico.

Desde esa realidad latinoamericana, cómo se puede identificar el post-modernismo, si lo estético y lo efímero, el consumismo y el mercantilismo, son los vicios post-modernos como única posibilidad que tiene Latinoamérica. Sin embargo podría ser un punto de partida para repensar en política, que el desencanto se constituya en esperanza. Que si ha reestablecerse el post-modernismo en Latinoamérica, aun que sea como un tardo-modernismo (quiérase decir una seña de post-modernismo atrasado, entre lo tradicional y lo moderno) será necesario algún elemento de fuerza para que esto sea universal. La cuestión como muchas otras en política, es cuantitativa y su solución no debe basarse en un principio abstracto.

Lo que se deduce en definitiva es que no hay modo de establecer una post-modernidad si aun no se logra satisfacer las necesidades básicas de la población y mejorar sus condiciones de vida. En este sentido son todas las instituciones del Estado y el Estado mismo los precursores de esta mala práctica destinada a la injusticia social, frecuentemente las demandas sociales son absorbidas administrativamente por una burocracia estatal, aun antes de entrar a la arena política. Con lo cual el debate político aparece como un “teatro” irrelevante frente al predominio absoluto de la racionalidad formal, por eso fracasa la política que se guía exclusivamente por un cálculo de medios y fines, entendido en los maquiavelismos criollos.

Cabe que se busque el bien con esta estructura política-ideológica, llamada democracia, y de sostenerse en sus muchas formas y posturas que adopta en este sistema político, es seguro también su agotamiento en las imposturas de los políticos que la ejercen.

Por lo tanto no es un desencanto la política como tal, sino determinadas formas de hacer política envestidas de corrientes populistas y militaristas a que nos han acostumbrado, estos sí, configurados con las señas de lo tradicional (caudillismo y caciquismo) y perdidos en el post-modernismo (clientelismo y mercantilismo), dígase sutilmente marketing político del mamotreto electoral, volviéndolos parte orgánica de lo que, estrictamente, es la oligarquía domestica.

Dentro de este marasmo politiquero electoralista, en el ecuador ya se sobrepasa las postulaciones presidencialistas, entre negociaciones, componendas y alianzas democráticas-nacionalistas, una extensa gama de coloridos partidos encasillados en la izquierda o en la derecha:

El social cristianismo, engalanado de rostros alegres y bellos apuesta con Cintya Viteri para ocultar el oscuro trajinar violento de Febres Cordero el Dictador Democrático de los 80s. que lleva en su conciencia la muerte de valiosos cuadros revolucionarios ecuatorianos.
La socialdemocracia, reencauchada con la Red de León Roldós en consecuencia lógica de reeditar las economías inflacionarias gradualista de Borja de los inicios de los 90s.

Los populismo, redirigidos de varios rostros desde la sombra Abdala Bucaram, desde la chequera Alvarito Noboa y desde las huestes clientelares del 21 de enero Lucio Gutiérrez.

La izquierda electoral, perdida en los sondeos de marketing intenta restablecerse después del colaboracionismo del gobierno de Gutiérrez, Luís Macas de Pachakutik y Luís Villacís del maoísta MPD, en punto aparte Rafael Correa de Alianza PAIS que se atreve a decirse Chavista por opción votante.

En fin, no son pocos los llamados Enrique Ayala Mora por el Socialismo, Carlos Sagnay el Movimiento Ecléctico, Marco Proaño Reivindicación democrática, Jaime Damerval CFP, Marcelo Larrea Alianza III Republica, Patricio Acosta Movimiento Victorioso Revolucionario y Eduardo Delgado por Gente Común.

¿Querrá decir entonces que si hasta ahora hemos tenido tantos candidatos y gobiernos elegidos en las urnas es porque tenemos verdadera democracia?

Por cc. Mateo
Comuneros – Ln

Ecuador
2006