En esta segunda mitad del siglo XX, la historia de la humanidad ha entrado en la etapa de acelerada culminación de un prolongado proceso revolucionario.
Este proceso, que con la Revolución Rusa el gran Lenin hizo entrar en su etapa triunfante en 1917, ha hecho pasar-y de manera irreversible- a toda una serie de países al socialismo y ha alcanzado una intensidad tal que en estos momentos sus éxitos se suceden mucho más rápido y su avance se ha hecho multilateral. En breve plazo de una década hemos visto triunfar la Revolución China, la Revolución Coreana y la Revolución Vietnamita, en Asia; la Revolución Cubana en América; y la Revolución Argelina en África, sin hablar de las revoluciones en el Este europeo, acaecidas inmediatamente después de la segunda guerra mundial. Hay asimismo revoluciones en marcha en los tres continentes; en Vietnam del Sur, en Angola, en Venezuela1.
La revolución avanza incontestable en el mundo enterró toda la fuerza bruta y todas las calumnias desencadenadas contra el Socialismo han sido impotentes para impedir que sus quemantes verdades iluminen los ojos de los hombres y que sus ideales de justicia levanten el corazón de los pueblos. Ha sido pues imposible impedir que las fuerzas del Socialismo crezcan a punto de que hoy puedan equilibrar en escala mundial la correlación de fuerzas con el hasta hace poco todopoderoso imperialismo. Por el contrario este se esta batiendo ya en retirada, empujado por sus propias crisis que van desde lo económico hasta lo moral, y a las cuales no tiene ninguna salida positiva, progresista y humana que ofrecerles. Es innegable que el capitalismos con todas sus taras, con todas sus injusticia, desigualdades y miserias, con todos sus efectos deformadores de la personalidad del hombre, esta condenado a perecer, en virtud de la voluntad de los pueblos y de los gigantescos progresos que, en todo orden, ha logrado la humanidad. El porvenir pertenece al Socialismo.
De los tres procesos revolucionarios que se hace mención, solo el de Vietnam del Sur ha conseguido la victoria, precisamente este año y Angola esta a punto de lograrla. La revolución venezolana en la actualidad atraviesa por algunas dificultades, a partir de no haber podido consolidar su vanguardia. (NE).
EL IMPERIALISMO ES CAPAZ DE DESENCADENAR LA III GUERRA MUNDIAL.
Pero el imperialismo no va a abandonar voluntariamente el escenario de la Historia, bajo el impulso de una convicción o de algún sentimiento humanitario. Esto es contrario a su propia naturaleza. El imperialismo va a vender cara su derrota. Para ello pez todavía una gran capacidad de destrucción, posee las armas atómicas. Esto quiere decir que el porvenir el Socialismo lo tiene que conquistar luchando.
Para sobrevivir el campo capitalista es capaz de desencadenar la III Guerra Mundial, esta vez con armas atómicas. Los países capitalistas son guerreristas por naturaleza. Su economía basada en la propiedad privada de los grandes medios de producción, en explotación, en la competencia entre productores privados y en el afán de lucro individual imposibilita una economía planificada de acuerdo con las necesidades de la sociedad y lleva a la superproducción caótica y, por lo tanto, también a la permanente necesidad de conquistar y de asegurarse siempre nuevos mercados para sus excesos.
Es decir, lleva a la guerra. "El capitalismo, como decaía Jean Jaures, lleva en sus entrañas la guerra como las nubes llevan en sus entradlas la tormenta". Existe pues permanentemente el peligro-proveniente de la naturaleza misma del capitalismo-de una III Guerra Mundial.
Los países socialistas quieren sinceramente la paz.
Por suerte existe al mismo tiempo un poderoso campo socialista capaz de frenar aquellos impulsos guerreristas. Los países socialistas no pueden sino desear la paz. Siendo la negación y la superación del capitalismo, el socialismo no lleva a la guerra por que su economía planificada produce solo de de acuerdo con las necesidades del pueblo y no requiere conquistar mercados para la colocación de ningún exceso.
Esta naturaleza de los países socialistas se encuentra fielmente reflejada en su política de la coexistencia pacifica. Los países socialistas practican sinceramente y tratan de imponer la política de coexistencia pacifica es decir, la política de la no guerra entre los dos campos. Que para resolver las diferencias entre los dos sistemas no haya necesidad de recurrir a las armas. A ellas no tienen por que recurrir los países socialistas sino para defenderse. Las poderosas fuerzas del socialismo son una garantía para la paz. En sus manos las armas atómicas sirven para disuadir a las potencias imperialistas de sus propósitos de hacer marchar atrás el curso de la historia.
Coexistencia pacifica no puede haber entre colonias y metrópolis
Pero coexistencia pacifica no puede existir entre las colonias o semicolonias y las metrópolis imperialistas, entre las clases explotadas y las clases explotadoras. La coexistencia pacifica supone absoluta soberanía e igualdad de trato. Sobre la base del avasallamiento de la dignidad de un pueblo o de la explotación de una clase no se puede montar ninguna coexistencia pacifica. Esto significaría simple y llanamente total y absoluto renunciación al derecho que tiene todo hombre y pueblo a ser dueño de su propio destino. A esta cobarde y denigrante aberración llegaríamos si aceptáramos la coexistencia pacifica entre colonias y semicolonias y metrópolis imperialistas, o entre explotados y explotadores.
Solo cabe una política justa de parte de los pueblos colonizados y de las clases explotadas: la lucha intransigente e irreconciliable por la reconquista de la plena soberanía nacional y la real igualdad de derechos. Esta lucha debe llegar en última instancia hasta la guerra revolucionaria. Una guerra emprendida por estos elementales e irrenunciables derechos es una guerra justa. Pueblo que no se levanta en defensa de su soberanía, o clase que se resigne a su triste condición de explotada merecen ser esclavos.
Luchar por la propia liberación. Paso pacifico: una ilusión.
No hay mejor forma en los países coloniales y semicoloniales de lucha por la coexistencia pacifica que lucha por su propia liberación. Luchando por su propia liberación. Los países dependientes debilitan en su base mas firme al imperialismo, y esta es la mejor forma de evitar la tercera guerra mundial. Si en estas circunstancias quiere el imperialismo poner en ejecución sus amenazas de guerra, lo hará siempre en peores condiciones. Es cierto que el mundo constituye hoy una fuerte unidad y que lo que sucede en sus más alejados rincones repercute inmediatamente en todos sus extremos.
Pero es suicida crear ilusiones en el sentido de que postergando indefinidamente Laos revoluciones e liberación nacional se contribuye en favor de la coexistencia pacifica, se aleja felizmente el peligro de destrucción de la humanidad por las armas atómicas. Por ese camino de claudicación jamás se hará renunciar al imperialismo de sus designios de guerra, por el contrario, por ese camino no se hace sino darle mas aliento y dejarle mas las manos libres, es igualmente crear ilusiones en el sentido de que la simple victoria económica del campo socialista sobre el campo capitalista tras de una prolongada competencia política, le hará ganar nuevos países al socialismo. La única manera e segui9r haciendo avanzar la revolución es realizándola en cada una de nuestros propios países y en el caso por lo menos de los países coloniales y semicoliniales es un engaño equivalente a una traición crear paralelamente ilusiones en cuanto a las posibilidades de un paso pacifico al socialismo. En estos países la revolución tiene que ser violenta y no podrá ser de otra manera porque en ninguna parte las contradicciones son más antagónicas. En ninguna parte tampoco las oligarquías y el imperialismo estaban mas amenazados de muerte lo que los lleva a las más feroces intransigencias.
PRINCIPAL CONTRADICCION DE NUESTRO TIEMPO.
No es casual que sobre el fondo de la contradicción definitiva entre el campo socialista y el campo capitalista, la contradicción entre países coloniales o semicoloniales y loas metrópolis imperialistas se destaque como la contradicción principal de nuestro tiempo.
No es casual porque es la más urgente de resolver. Es en estos países es donde es mas aplastante la miseria y donde mas presiona el hambre. La superexplotación ha colmado la presencia y estos pueblos no pueden seguir dejándose esquilmar en nombre de ninguna incierta paz mundial ni la espera de ninguna liberación que les venga desde el exterior. Estos pueblos han decidido plenamente la impostergable tarea de su propia liberación y de pueblos supuestamente sumisos han pasado a ser ejemplos de pueblos heroicos, de pueblos eternamente subestimados y postergados, se han puesto decididamente a la vanguardia de la revolución mundial. Inmediatamente después de las revoluciones triunfantes en países hasta hace poco sometidos al imperialismo otros se han puesto ya en marcha, en Vietnam del Sur, en Angola, en Venezuela.
LA REVOLUCION PASA POR LOS PAISES SUBDESARROLLADOS
La revolución pasa por los países hoy así llamados subdesarrollados. Este es el camino que nos esta mostrando la historia a excepción de Checoslovaquia y de la Republica Democrática Alemana, todos los países que han pasado al socialismo son o han sido países subdesarrollados. La lista es muy munerosa desde la Unión Soviética hasta Argelia. Este es un fenómeno que hay que constatar que se debe explicar, que no se puede discutir.
Las potencias imperialistas al someter a los países mas atrasados, la superexplotación ya se ejercía en contra de las clases trabajadoras de estos países. Sobre la base de esta superexplotación, por otro lado, y para librarse de la presión de sus propias clases explotadas pudieron permitirse el lujo de auxiliarlas a estas un tanto su situación. Mientras que en las colonias y semicolonias, la explotación y la miseria alcanzaban las expresiones más denigrantes de la condición humana en las metrópolis colonizadoras, la situación de las clases explotadas mejoraba significativamente en relación con la que atravesaron en el siglo anterior. En tales condiciones, la vanguardia tenía que pasar naturalmente a ser ocupada por quienes mas urgencia sentían de la revolución.
Las clases trabajadoras de los pasases oprimidos marchan a la vanguardia. Al luchar por su propia liberación están contribuyendo de la manera mas heroica y positiva a la liberaci0on de las clases trabajadoras de las potencias imperialistas y a la consolidación del campo socialista. Es un deber de todos los paises de este campo y de las clases trabajadoras de las metropolis imperialistas practicar con ellas, de la manera mas leal y mas amplia, el internacionalismo proletario.
LA REVOLUCION LATINOAMERICANA ES UN SOLA
América Latina es la semicolonia más importante del más poderoso imperio del mundo y de la historia: el imperialismo yanqui. Su dominio a pesar de uno que otro tímido desmentido se ejerce y se continúa con la complicidad orgánica de las clases explotadoras de cada una de nuestras desnaturalizadas republicas. Ellas hacen bloque con el amo imperialista para ponerle atajo, en bloque, a la revolución en todo el continente. La revoluciona latinoamericana, por eso, es una sola. Ninguna revolución nuestro continente podrá considerarse definitivamente consolidada mientras superviva en gran monstruo del norte.
El ejemplo de cuba es la prueba más rotunda. El imperio le ha jugado una guerra a muerte y sobre ella se ha lanzado toda la jauría de sus lacayos. Cuba vive permanentemente agredida y amenazada. La revolución que Cuba ha iniciado esta exigiendo nuevas victorias. La revolución cubana no es Sino el comienzo de la revolución latinoamericana, el comienzo triunfante de la segunda gran gesta por la emancipación de América Latina. En Cuba el imperialismo quiere decapitar esta gran gesta emancipadora.
Es bien probable que el destino de nuestra revolución se juegue en una gran guerra de todos los pueblos oprimidos del continente en contra del monstruo imperialista. Difícilmente se ha de volver a dar, aislada otra autentica revolución como en Cuba. La revolución cubana ha desentrañado la lógica sobre la que se halla montada la realidad latinoamericana: hay que desembocar en el socialismo sino se quiere dar marcha atrás, si es que se quiere salir del subdesarrollo. En el socialismo tendrá que desembocar toda revolución autentica, es decir toda revolución que lleve a las masas al poder con las armas en la mano. Porque no dio este paso ha fracasado la revolución guatelmateca y ha dado marcha atrás la revolución boliviana. A ninguna otra revolución se le esperara que se manifieste desde el poder para atacársela con todas las armas. El imperialismo se jugara entero ayudando a cada uno de sus lacayos en cada país. Las revoluciones serán mas duras pero no por eso dejaran menos de producirse ni de afirmarse. En el camino irán formando un solo gran frente hasta definirse, talvez en un nuevo y glorioso Ayacucho.