Compañeras y compañeros combatientes Elenos, quiero de nuevo enviarles mi abrazo cariñoso y llevarles junto a él mi mensaje de compromiso y firmeza para que sientan que estoy con Ustedes en cada momento de la lucha.
Yo también, durante un tiempo largo, fui combatiente raso del ELN, tenía 14 años cuando me incorporé y duré 3 años para ser mando, de los primeros 10 hombres a quienes conduje al combate.
Como muchos de ustedes tenia muchas ganas de luchar, superarme y ganarme de verdad, el nivel de buen guerrillero.
También tuve temores a la muerte, a las dificultades y a la soledad.
Pensaba en la familia, en mis amistades y a ratos me angustiaba porque la lucha no avanzara más rápido.
Al lado de mis temores y angustias, siempre tuve la confianza en mis mandos, en las enseñanzas que me dieron y entendí que había llegado al ELN para servirle al pueblo toda mi vida.
Tuve muy buenos maestros, eran hombre y mujeres humildes, a su lado fui aprendiendo cada día, cada mes y cada año, lo que ellos enseñaban a los combatientes, sobre las ideas políticas necesarias para entender por qué luchábamos, que la revolución la hacía el pueblo y nosotros siempre junto a él seriamos sus fieles compañeros y maestros, en el camino complejo de cambiar el país para que hubiera justicia democracia y soberanía, sin que ninguna potencia extranjera interviniera en los asuntos internos de Colombia.
Recibí también de mis jefes el conocimiento del arte militar, el respeto por los pobres de la ciudad y el campo, así como aprendí a actuar con sencillez, lealtad y valentía frente a las diferentes realidades de la vida, muchas de ellas difíciles de asumir pero muy necesarias para alcanzar el nivel de buen guerrillero.
Me interesé mucho por entender lo que necesitaba para ser un guerrillero y que pudiera servir en todos los campos en que la lucha me necesitara, por ello aunque solo había estudiado los 4 años de escuela primaria, me esforcé mucho por estudiar y elevar mi nivel de escolaridad.
Pronto aprendí a dominar los temas de la táctica guerrillera, la marcha, los sitios adecuados para los campamentos, como prestar la guardia correctamente, como no dejarse sorprender de nadie cuando se está en las viviendas campesinas, en la marcha por los caminos ni en los campamentos. Como andar a campo traviesa, hacer las emboscadas, manejar las armas blancas, las de fuego, los explosivos. La asimilación de la acción en comandos, escuadra y guerrilla en los diferentes momentos del combate, el ataque, el repliegue y la vida campamentaria. Lo que mas me costó de lo militar fue manejar el terreno, luego, no fui muy bueno ni tampoco tan malo.
Aprendí pronto a saberme relacionar correctamente con la población, es decir con cariño, respeto, siendo servicial y guardando la prudencia para no delatar los secretos guerrilleros. Recuerdo siempre la consigna de trato a la población: “no quitarles nunca ni una hebra de hilo”.
En mis primeros años, fui zapador, suministro, encargado de la seguridad de las caletas, enfermero, radista, jefe de seguridad del principal comandante, jefe de comisiones de exploración de nuevas zonas, instructor militar de nuevos combatientes, hasta que ante la muerte del comandante Luís José Solano Sepúlveda, con quien andaba en ese momento, debí asumir el mando de una columna guerrillera.
Nunca me faltó un librito para leer así como el lapiz y el cuaderno para anotar lo que no entendía y preguntarle a quienes me podian rasolver mi ignotancia.
¿Por qué les digo esto? porque pienso que hoy muchos de ustedes están en el mismo lugar y hay situaciones similares a las que viví, así hayan pasado más de 40 años de mi experiencia como guerrillero raso.
La vida guerrillera de verdad, asumida con altura y a profundidad, es siempre dura aunque pasen los años y estemos mas cerca de la victoria, así nos lo enseñan todos los procesos revolucionarios.
El paso de los años, el sentirnos veteranos, no puede deformar nuestra conducta, nuestro proyecto, ni distanciarnos del pueblo, si caemos en eso dejamos de ser guerrilleros de verdad, revolucionarios de verdad. Lo digo porque hay momentos donde se asoman esas conductas sobre todo en mandos y no podemos permitirlas, menos dejarlas prosperar.
En esos tiempos no teníamos dinero para cubrir nuestras necesidades,teníamos que ir a trabajar al lado de los campesinos y ganar unos pesos para encargar ropa comida y medicinas.Nunca es equivocado, si se necesita y se hace correctamente.
Nuestras hamacas fueron de costal y el techo de palma porque no había plásticos, comíamos lo mismo que comían los campesinos y los enfermos se curaban con las plantas medicinales, cedrón y quina para el paludismo, emplastos de tabaco y corteza de árboles para la picadura de pito, Pronto alivio y limón para la gripa, Paico para los parásitos, agua caliente y poner los pies al sol para los hongos, jabón y trapos para lavar las heridas y panela raspada para cicatrizarlas.
No usábamos uniformes porque no había dinero, las botas se acababan y había que andar descalzos.
Cuando mas personal hubo en la guerrilla en donde estuve, los primeros 10 años, eran 78 hombres y solo 40 tenían armas, la mitad de ellas eran carabinas y el resto escopetas revólveres y los mas pocos, tenían pistolas. En ese tiempo no teníamos mas de 10 fusiles que habíamos recuperado en combate y nunca conocí que la dotación de munición fuera de más de 50 cartuchos. Casi nadie tenía reloj, ni linternas, menos radios. Durante muchos años, los equipos eran costales y de la misma tela de costal eran las cargaderas.
La población campesina nos quería mucho pues nos miraba como su Ejército, sus compañeros con los que podía contar y nosotros sabíamos que contábamos con ellos.
En medio de las dificultades, disfrutábamos la alegría de los pequeños triunfos y a ratos nos mamamos gallo hablando de las dificultades, de los miedos así como de las peripecias que nos imaginábamos que pasarían en nuestro futuro de luchadores aprendices.
En esos años siempre el enemigo nos llamaba bandoleros o facinerosos. Nuestros presos eran juzgados por asociación para delinquir y sin contemplaciones eran enviados a la cárcel de la isla de Gorgona.
Ojo a esto, compañeras y compañeros combatientes:
Ante cualquier golpe que recibíamos del enemigo, siempre se desataba una enorme campaña diciendo que estábamos fracasados, que el triunfo era imposible, que estábamos locos y que íbamos a la muerte.
Esta propaganda, la reproducían en volantes con los que invadían nuestras áreas desde helicópteros, y en ellos además le ponían precio a las cabezas de los mandos.
Oficiales del ejército desde las emisoras nos llamaban a la deserción y los desertores que se entregaban al enemigo, nos invitaban a seguir su cobarde conducta.
En ese tiempo también hubo mandos traidores que se pasaron a las filas enemigas y luego nos persiguieron, escribían cartas invitando a la traición y reunían los campesinos que habían conocido como colaboradores, los torturaban y buscaban que traicionaran. Muchas veces con ellos nos mandaban razones para que desertáramos asesinando a nuestros jefes a cambio de dinero.
Esos son métodos de lucha del enemigo siempre.
Ellos jamás reconocerán nuestra fuerza, jamás nos darán la razón porque son nuestros enemigos.
Donde está siempre nuestra principal fortaleza:
Primero que todo en el convencimiento de la justeza de nuestra lucha.
En el amor a nuestro pueblo, comenzando por el amor a los pobladores que nos protegen, nos colaboran, participan en la lucha y si les toca dan la vida como nosotros por la lucha.
El comandante Ernesto Che Guevara, a quien hoy rendimos tributo en la fecha de su nacimiento, el 14 de Junio de 1928 y a quien reconocemos como maestro de maestros, esto les dijo en Bolivia a los hombres de su pequeño ejército:
“Esta lucha nos da la oportunidad de graduarnos de hombres y de revolucionarios, quien no esté dispuesto a asumirla debe decirlo y dejar la lucha”.
El Che no estaba despachando a nadie con ese llamado, estaba, sencillamente haciéndole caer en cuenta a sus compañeros de batalla, la grandeza de la lucha, el inmenso valor de ser revolucionarios y la tremenda responsabilidad que se tiene cuando se empuñan las armas del lado del pueblo al que jamás se le puede dar la espalda y menos traicionar.
Ese es nuestra responsabilidad compañeros y compañeras del ELN.
No seremos derrotados, no importa que estén rotos nuestros uniformes de campaña, no importa que vistamos con harapos, no importa que nuestra botas estén rotas o que tengamos que andar descalzos, somos hijos de un pueblo luchador y valiente que también anda en harapos, está descalzo, no tiene techo y aguanta hambre, somos su Ejército, somos sus compañeros en esta lucha y en este ELN, no puede haber campo para las vacilaciones ante las dificultades.
Nuestra historia está llena de ejemplos de como los luchadores han vivido en las mas duras condiciones de pobreza, estudiemos la vida del Ejército dirigido de manera genial por nuestro libertador Simón Bolívar, cinco veces derrotado por sus enemigos hasta lograr la victoria con su ejercito de valientes, aunque descalzos y harapientos soldados latinoamericanos.
Nunca sentiremos vergüenza de ser humildes, de no lucir vistosos uniformes, o de no tenerlos y usar vestimenta civil, de portar y pelear con armas populares; Al contrario, de eso debemos sentir orgullo de revolucionarios y de pueblo.
Ningún combatiente del ELN puede jamás sentirse solo, somos miles de hombres y mujeres distribuidos a lo largo y ancho del país. Cada combatiente o militante en la ciudad y el campo, cada comisión, escuadra, destacamento, guerrilla, frente, compañía y batallón, deberán estar sirviendo a la organización y a la lucha de las masas que en la ciudad y el campo, enfrentan al sistema y a su clase gobernante. En la medida en que actuemos así, es que somos fuertes e invencibles.
Del pueblo somos, a él pertenecemos, por él luchamos y daremos la vida cuando nos corresponda.
Jamás las luchas populares y las guerras de resistencia de los pueblos contra los imperios, han sido de abundancia material.
Cuando el ELN hizo su primera marcha solo éramos 16 guerrilleros, hoy somos miles y encausando la lucha correctamente, nos multiplicaremos.
Desde el campamento del Comando Central, les doy mi abrazo fraternal y les repito que estoy seguro que alcanzaremos la victoria, levantando alto nuestras armas guerrilleras para que todas ellas y cada uno de nosotros, estemos siempre al servicio de todas las luchas y el sacrificio de nuestro pueblo por un futuro de bienestar, de justicia social y dignidad humana.
¡Ni un paso atrás, liberación o muerte!
Comandante Nicolás Rodríguez Bautista.
Junio 14 de 2006.