POLITICA DE DOMINACION INDIGENA: PARADOJA HISTÓRICA
La rebelión iniciada en 1780 por Túpac Amaru, “mestizo real” de posición económica estable dueño de una empresa de arrieros que lo conectaba con la elite criolla, nació en parte de la inconformidad de los caciques por los repartimientos y por los pocos o nulos puestos eclesiásticos que se les ofrecían. Se creían aptos para servir al Estado y la Iglesia, pero todo parecía indicar que las autoridades virreinales tenían otra concepción de su utilidad, por su renuencia a cumplir las ordenanzas de Carlos II. Se reactivó la política de restringir los privilegios y atribuciones de los mestizos, incluidos los “reales”; muchos caciques como Túpac Amaru se encontraban dentro de ese grupo ahora atacado. A mediados de siglo, se inició la secularización un tanto tardía en comparación con otros lugares, la “relajación religiosa” de que hablan algunos escritores podría estar relacionada con este hecho. En el mundo campesino novo hispano andino Central, la religión no era suficiente para detenerlos, en Perú, en cambio, Túpac Amaru quema una iglesia pero salva los Sagrados Sacramentos. Lo más seguro, es que el ataque de las comunidades no sea contra el dogma o el culto, sino contra los predicadores de la fe, que han incurrido en innumerables faltas y abusos sobre las comunidades.
La rebelión dejó claro para las autoridades que los caciques contaban con suficiente poder de convocatoria como para alzar a las masas en su contra; pero por otro lado, aumentó la escisión de la nobleza, ya notable entonces por el poder económico, en dos bandos: Los “realistas” y los “rebeldes”, que tras la supresión de la revuelta en 1781 es posible llamarlos los “privilegiados” y los “castigados”. Entre el sector que apoyaba a la Corona se encontraban las familias indígenas más prominentes de la época.
La gran rebelión dio la oportunidad a las autoridades de dar un fuerte golpe al sistema cacical, imponiendo el sistema de intendencias, y eliminando a los caciques rebeldes. Los corregidores fueron eliminados, caso peruano, y en su lugar se colocaron a los subdelegados, que no harían repartimiento forzoso de mercancías sino “socorro”. Los cacicazgos que quedaron vacíos fueron llenados en ocasiones con criollos que rápidamente se aliaban con los subdelegados. Esto provocó un sentimiento de extrañeza y despego en las comunidades para con su cacique, que ya no los representaba, y probablemente ni conocía. Así, empezaron a acercarse más al cabildo para la solución de los problemas de la comunidad, frente a un cacique ilegítimo que los atacaba. La política de homogeneización del tributo, en el que se incluía a varios hijos de nobles indios y la paulatina disminución de los privilegios hasta entonces ganados por la elite indígena, colaboró junto con los elementos ya citados, a una descomposición del sistema cacical en donde la base, el cacique y su comunidad, se encontraban ahora separadas.
Ahora, ante la displicencia de la dirigencia indígena y las disputas personalistas propias del proceso electorero, cabe bien esta paradoja histórica y una sentencia de un viejo adagio conocido: Para mi lo más peligroso es recordar. Tan pronto como recuerdo una circunstancia de la vida, continúa esa circunstancia…
cc. Mateo