Hacia la unidad

HACIA LA UNIDAD*

Salvador Cayetano Carpio

Miembro de la Comandancia General del Frente Farabundo Marti para la Liberación Nacional [FMLN)

- Nos interesaría conocer su punto de vista en cuanto a los aspectos ideológicos y políticas del movimiento de unidad de las fuerzas de izquierda en su país.

- En primer lugar, dentro de la etapa de transición del capitalismo, una organización, para poder dirigir correctamente a su pueblo, necesita tener como base la ciencia del marxismo-leninismo. Eso es así, precisamente, por ser la única ciencia básica no sólo de interpretación, sino, fundamentalmente, de transformación de la sociedad. Una cosa tan compleja como es la sociedad no puede ser interpretada en sus fenómenos si no es con la ciencia. Y en este caso con la ciencia superior, con lo más alto que se ha dado en el pensamiento, la creatividad y la práctica humanas en el periodo del capitalismo como es el marxismo-leninismo. Sin la interpretación proletaria y la práctica proletaria consecuente no es posible transformar nuestra sociedad. Y una organización, si trata de interpretar fielmente a las fuerzas que son el motor del desarrollo en la sociedad, tiene inevitablemente que regirse por la ciencia del marxismo. De lo contrario, se tendrá que confundir dentro del aparente laberinto de la lucha de clases.

En segundo lugar, una organización, precisamente, si se rige por las reglas y las leyes de la sociedad en su interpretación, debe saber aplicar estas leyes a la realidad viviente de su propio país. Pero al tratar de aplicarlas debe hacerlo de manera creadora, es decir, debe alejarse del dogmatismo. Porque el dogmatismo convierte en simples moldes utilizables en toda ocasión las sabias leyes y reglas del marxismo. No hay una sola situación igual ni en el tiempo ni en el espacio. En un mismo país, algunos elementos coyunturales, no esenciales, que no transforman estratégicamente la situación, pero que sí le dan un nuevo aspecto a la misma, deben ser tomados en cuenta para tener la certeza de que se tome una línea adecuada para el avance del proceso revolucionario. Entonces, partiendo de lo expresado en último término, es posible sacar la conclusión de que un segundo elemento necesario para que una organización sea vanguardia es que sepa aplicar el marxismo-leninismo para interpretar la realidad en cada momento dado y para transformarla de acuerdo con las condiciones especificas. Es decir, no debe haber aplicación dogmática y mecánica del marxismo. Esto quiere decir, asimismo, que el papel de vanguardia hay que ganarlo. No se puede en absoluto alegar, como presentando un diploma de doctorado o un título, que tal o cual organización es la vanguardia; esto tiene que demostrarlo diariamente en la práctica, a través de una aplicación científica del marxismo a las condiciones específicas de su país y de la interpretación de los fenómenos exteriores a su propio país que tienen interrelación con lo interno.

En tercer lugar, me parece que otro elemento indispensable es que esta organización sepa ligarse y fundirse con el pueblo. Si está aislada del pueblo, sus interpretaciones no pueden ser completas por mucho que se domine la teoría del marxismo. Porque el marxismo no es una ciencia muerta, sino algo vivo que se enriquece, además, diariamente y la enriquecen, precisamente, las masas. Porque el pueblo es el único autor de su revolución, nos hemos planteado la tarea de aunar a las capas más amplias de la sociedad para combatir al régimen antipopular. Ser una organización de vanguardia es una cosa muy difícil. Muchos podemos aspirar a tratar de hacer todos los esfuerzos para estar en posiciones de vanguardia, pero sólo la propia vida y sólo el propio pueblo son los que pueden decir cuál es la organización que interpreta mejor sus sentimientos, sus propias aspiraciones. En pocas palabras, el pueblo es el único que puede decir cuál es su organización de vanguardia.

Esto que digo podría corroborarlo con la experiencia de mi país. Nosotros hemos llegado a comprobar, en la práctica, que una correcta política de alianzas es la de tratar de atraer a todas las fuerzas progresistas del país, que luchan junto con el proletariado y el campesinado, hacia un proyecto politico comun, a una plataforma que contenga las aspiraciones de todas las partes del pueblo. Y cuando digo “pueblo” no englobo en él a los sectores reaccionarios, oligarquicos y proimperialistas, sino a las clases y sectores de clases que están interesados en la transformación revolucionaria de la sociedad.

Es decir, en un momento determinado como, por ejemplo, en nuestro país, el proyecto de gobierno democrático-revolucionario expresa los intereses de las clases populares que son una amplia gama, que comprende el proletariado, el campesinado, las capas medias radicales, los sectores medios de la producción y del comercio, es decir, pequeños y medianos campesinos e, incluso, tienen cabida algunos sectores que estén desencantados de la opresión imperialista y oligárquica y que consideren necesario y vital para ellos impulsar una plataforma democrática, revolucionaria y popular. La amplia alianza, que no es de tipo táctico sino estratégico, es necesaria para formar un gobierno en el que estén representados los diversos intereses y que tenga una plataforma de acción común. Aquí hay una cosa importante: el proletariado va más allá que las clases no proletarias; el proletariado es el portador del socialismo. Pero cuando hablamos de alianza estratégica es dentro de una etapa determinada, de transformaciones, de construcción de las bases del socialismo. Dentro de esto hay un elemento fundamental y es que estas alianzas amplias deben basarse en la alianza obrero-campesina que garantice la hegemonía del proletariado que es la única garantía de que los cambios sean profundos y de que realmente se marche hacia el socialismo. Si no hay esta alianza, el retorno al capitalismo se vuelve posible.

Está claro que un proceso de alianza y unidad, como el que sucede en nuestro país, es un proceso sumamente complejo y difícil, y lo comprueba el hecho de que nuestro pueblo ha estado luchando durante cincuenta años contra una tiranía militar y solamente al final ha podido llegar a una amplia alianza. Es claro que pueden advertirse errores de las organizaciones de izquierda, pero hay que tomar en cuenta también que estas alianzas no son una cosa sencilla, sino que son producto de una lucha esforzado del pueblo que conduce también a crear condiciones subjetivas propicias para ellas.

Nuestro proceso revolucionario apenas empieza a cobrar fuerza, pero desde los primeros días contra él se han volcado las fuerzas de la reacción interna y exterior. Desde hace muchos meses, el imperialismo norteamericano ha estado alimentando la maquinaria del genocidio en muchas formas. La escalada por el camino de Vietnam la está impulsando el Pentágono de manera bestial. Vienen los helicópteros, vienen los técnicos y luego una gran cantidad, como esos 800 “asesores” yanquis que acaban de llegar, lo que ya significa una intervención descarada y abierta. No somos los salvadoreños los que estamos provocando y deseando una guerra tipo Vietnam, son los estrategas del Pentagono los que comienzan a hundirse en una guerra sucia de la que van a tener que salir derrotados igual que en Vietnam, porque nosotros estamos dispuestos a hacer valer nuestra autodeterminación, cueste lo que cueste.

Ha sido realmente impresionante la solidaridad que la URSS, Cuba y los demás pueblos han expresado en el II Congreso del PCC, y es realmente impresionante cómo en todos los rincones del mundo se está aportando una solidaridad efectiva a la heroica lucha del pueblo salvadoreño. Podemos decir que las voces y los corazones de todo el pueblo salva¬doreño han enmudecido de emoción frente a la clamorosa muestra de apoyo de toda la opinión pública mundial. Es increíble cómo todos los pueblos se han levantado como un solo hombre para defender a nuestro humilde y modesto pueblo en esta lucha titánica que interesa a todo el mundo, porque combatimos no sólo contra la opresión interna, sino contra el enemigo común de todos los pueblos: el imperialismo norteamericano. El pueblo salvadoreño se ha visto confortado y diariamente se ve impulsado a su lucha por la gran solidaridad de todo el mundo. Los mensajes de solidaridad, la ayuda no sólo espiritual sino también material son factores decisivos para el triunfo. Es Indudable que con el heroísmo del pueblo salvadoreño y la gran solidaridad de todos los pueblos del mundo, la victoria es inevitable.

Nosotros somos internacionalistas, consideramos al nacionalismo, al chovinismo, como uno de los grandes males de esta época y no queremos caer, en absoluto, en rasgos de nacionalismo estrecho. De esta manera estamos educando al pueblo salvadoreño en el internacionalismo revolucionario y proletario. Nuestro pueblo fue muy sensible a la lucha gloriosa y heroica del pueblo de Vietnam. Varios de nuestros combatientes derramaron su sangre mezclándola con la de los patriotas sandinistas por la liberación de Nicaragua.

En la época actual, toda persona honesta del mundo tiene que reconocer el papel fundamental de la Unión Soviética en la lucha por la construcción del comunismo; que ella es el principal y fundamental baluarte contra el imperialismo yanqui y mundial, contra la reacción mundial, por el progreso de los pueblos y por la paz mundial. Por consiguiente, toda expresión de antisovietismo está absolutamente reñida con las necesidades de la realidad del desarrollo histórico de nuestra sociedad, con la lucha revolucionaria de los pueblos.


* Entrevista aparecida en el libro “ La Colaboracion Politica, Necesidad Objetiva” publicada por Editorial PAZ Y SOCIALISMO. Praga 1982. Y que recoge trabajos de diferentes dirigentes y destacadas personalidades de partidos comunistas y obreros y de otras organizaciones del continente latinoamericano aparecidos en Revista Internacional entre los años 1980-82