Con motivo del 102 Aniversario de la Invasión Yanqui
25 de julio de 2000
Puertorriqueños:
Hoy nos toca condenar el 102 aniversario del funesto día en el cual el gobierno de los Estados Unidos se apoderara de nuestro territorio boricua. Bombardearon e invadieron militarmente y así comenzaron su mal llamado proceso de "democratización" de unos "nativos ignorantes y retrasados". Su política para destruir nuestra nación, nuestra identidad patriótica puertorriqueña y nuestra personalidad de pueblo comenzó a planificarse ya desde años antes de la invasión. Es así como ellos imponen su política: con toda premeditación y alevosía, como diría cualquier recién graduado de la escuela de leyes.
Nadie puede olvidar que, al momento de ellos haber ocupado militarmente a nuestra patria, Eugenio María de Hostos exigió, entre otras cosas, la instrumentación de un plebiscito mediante el cual nuestro pueblo se expresara en torno a nuestros deseos: o colonia yanqui, o una patria libre y soberana. Todo nuestro pueblo sabe que el resultado de esa gestión consistió en una negativa manipuladora y rotunda por parte del gobierno que por la fuerza fuera impuesto a los puertorriqueños: el surgiente imperio colonialista norteamericano.
Han pasado 102 años de abusos a granel; de atropellos; de violación de los derechos humanos y civiles fundamentales, como lo son, en primer lugar, el derecho a la libertad plena, a la independencia y a nuestra autodeterminación como pueblo. Todo ello, naturalmente, institucionalizando mecanismos pseudodemocráticos cuya intención no es el verdadero ejercicio de los legítimos derechos democráticos (que en este sistema de dominio y control ejercido por parte de unos sectores económicamente poderosos es una verdadera falacia), sino el establecer todos los instrumentos al servicio de la deformación psicológica de un pueblo, todo lo cual no es otra cosa que la implementación de una política de genocidio cultural. En sí misma, esta política ha sido condenada por la Organización de las Naciones Unidas y por toda la comunidad internacional.
Esos atropellos orientados hacia nuestra desnaturalización e identidad como pueblo no han sido instrumentados exclusivamente a través de ese nivel. Por el contrario. Los puertorriqueños sabemos muy bien que entre los mecanismos utilizados por los que explotan a los pueblos indefensos uno de los primordiales lo es el económico. Su objetivo fundamental, además de engrosar sus mal habidas arcas, lo es el de impedir que tengamos la posibilidad de lograr un desarrollo nacional autóctono que sea capaz de reforzar nuestra fortaleza e independencia económica. Hemos visto cómo, en ese nivel, los colonialistas yanquis se han expandido a través de todo nuestro territorio y en todas las ramificaciones de la economía: el comercio, la industria y el agro.
Para colmo, han tenido la capacidad de dividirnos y de crear de manera artificial diferencias en donde jamás debieron de existir. Han creado a sus vástagos anexionistas, a sus útiles y serviles estadolibristas, y a toda una superestructura de deformación ideológica que nos avasalla y nos oprime con toda la sutileza que ellos son capaces de generar. Esto, para colmo, haciéndonos creer que somos libres y democráticos.
Mientras esto sucede, nos han convertido en una permanente fuente de recursos militares, encauzando hacia sus filas, gracias a la pobreza, a centenares de miles de hombres y mujeres boricuas, al igual que la usurpación de grandes partes de nuestro territorio para uso militar. Ya hemos sufrido, durante más de sesenta años, el constante bombardeo sobre nuestra isla de Vieques, con todo lo que ello quiere decir en términos de daños ambientales a la salud de la población, y a la propia economía de los puertorriqueños que residen en la Isla Nena de Vieques.
Esta realidad que someramente presentamos, exige por parte de nuestro pueblo la más contundente respuesta: una respuesta de lucha de salvación nacional en la cual toda forma de lucha, exceptuando actualmente el terrorismo, está más que justificada. Ello también quiere decir que la desobediencia civil (no la interpretación de desobediencia civil ejercida por personalidades y líderes políticos, sino aquella que se apoya fundamentalmente, además de en éstos, en la masiva participación de nuestro pueblo) tiene sólida vigencia. Ésta, la interpretación práctica de desobediencia civil llevada a cabo con la firmeza y combatividad que nuestra desgraciada condición colonial exige a los puertorriqueños, será, en última instancia, la que, conjuntamente con otros mecanismos de lucha, logrará someter a nuestros enemigos a la voluntad de nuestro pueblo. No se trata de una desobediencia civil para llenar unos requisitos y hacer exclamaciones de autocomplacencia y reclamaciones de inexistentes triunfos. Se trata de la aplicación del tipo de resistencia que verdaderamente fuera aplicada en India, al igual que por las reclamaciones de los fundamentales derechos civiles y humanos de las minorías negras en los Estados Unidos.
Los Macheteros siempre estamos presente en todos nuestros procesos de lucha. Le hemos expresado a nuestro pueblo que por ahora habremos de mantenernos en estado de alerta. No obstante, reiteramos que nuestro silencio forma parte de una colaboración consciente con los sectores que han cifrado esperanza en las posibilidades de éxito de la aplicación de la concepción de desobediencia civil, como estrategia central para lograr sacar a la Marina de la Isla Nena y lograr, como es el deseo de todos los puertorriqueños, paz para Vieques. Abrigamos la esperanza de que esta concepción pueda lograr los éxitos buscados. Sin embargo, habremos de mantener nuestra guardia muy en alto y preparados para tomar acción revolucionaria al asomo de señales negativas. Recordemos las palabras de Don Pedro:
¡Para quitarnos la patria primero tienen que quitarnos la vida!