I : AMLO y Guerrilla, diferencias irreconciliables
Los diversos grupos guerrilleros mexicanos han coincidido en denunciar la consumación de un fraude en las recientes elecciones presidenciales, como fue comentado anteriormente; sin embargo, ello no implica –de ninguna manera– un manifestación de apoyo a la figura, políticas y estrategia del candidato perredista Andrés Manuel López Obrador (AMLO).
En efecto, a través de los distintos textos emitidos por los grupos clandestinos (que pueden consultarse en su totalidad en la página electrónica del CEDEMA, Centro de Documenta-ción de los Movimientos Armados, –www.cedema.org–) las críticas al candidato de la Coa-lición por el Bien de Todos es constante y concluyente. El EZLN y el desarrollo de la Otra Campaña, donde se ha criticado duramente al candidato perredista, es también, un claro ejemplo de las diferencias que distancian a la izquierda social por un lado y la armada por el otro, con respecto al proyecto de AMLO.
Para los grupos guerrilleros, el momento electoral es tan sólo eso. Un instante determinado donde se produce un espacio de confrontación, pero jamás un estadio imprescindible en su estrategia revolucionaria. Y es aquí donde radica la diferencia fundamental. Para AMLO y su partido, la lucha electoral es primaria y fundamental, donde la expresión de su proyecto encuentra el espacio preciso. En cambio, para la guerrilla no hay indecisión entre las alter-nativas: en tanto que para los primeros se trata de impulsar reformas al sistema político, para los clandestinos la reforma no es viable ni conducente. Será la revolución es el fin úni-co y concluyente.
II : Algunos ejemplos
Para ilustrar y ejemplificar las diferencias fundacionales entre cada espacio, el legal y el clandestino, la crítica más acérrima proviene del Ejército Revolucionario del Pueblo Insur-gente (ERPI), la primera organización que ha criticado a Zeferino Torreblanca Galindo, primer gobernador no priísta de Guerrero, estado que resulta el epicentro de esta nueva ge-neración de grupos clandestinos e insurgentes. El 28 de junio pasado, en ocasión de la con-memoración del onceavo aniversario de la Masacre de Aguas Blancas, suceso que inauguró, precisamente, esta etapa de lucha armada, afirmó: “Los compañeros caídos en Aguas Blan-cas y en el Charco ya no pudieron ver lo que su sangre cultivó y regó en nuestro estado, si estuvieran vivos seguramente habrían estado presentes en el paso de La Otra Campaña, se habrían indignado ante la represión provocadora que el gobierno ha instrumentado en los últimos meses para tratar de montar la estrategia del miedo y ensuciar al candidato de mayores posibilidades y que según algunos ilusos creen que es de izquierda, ya veremos…, ya veremos….”
También en Ejército Popular Revolucionario (EPR), organización madre de la actual gene-ración de organizaciones político-militares, deslindó su participación en el proyecto de AMLO, cuando denunció la distribución de material apócrifo a su nombre durante la mar-cha del 16 de julio: “Este escrito fue realizado por el propio estado quien pretende relacio-narnos con la marcha civil y pacífica, con el objeto de acusar al PRD de tener vínculos con nuestra estructura.”
En su más reciente comunicado, el eperrismo se posiciona claramente ante el fraude pero también se distancia del líder perredista: “Para quienes usurpan el poder el conflicto post-electoral estará apunto de llegar a su fin con la imposición de Felipe Calderón en caso de que la dirección de la Coalición Por el Bien de Todos capitule al asumir una posición polí-tica oportunista de conciliar mediante la negociación claudicante motivada por intereses inmediatos de grupos internos del PRD-PT-PCD quienes en los hechos están abandonado la demanda central de defender lo ganado, la presidencia de la República, y desmovilizar a las de por si contenidas masas descontentas bajo argumentos simplistas que infunden con-formismo y mansa resignación.”
Según las Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo (FARP), la ecuación también es evidente: “Hoy la llamada clase política, incluido el PRD, se halla inmersa en sus infinitas contradicciones de clase social, en sus incontables matices políticos. Da espanto su opor-tunismo. La dialéctica los muestra como lo que son, sectores burgueses en una pugna irre-mediable por el poder político. No importa que Andrés Manuel López Obrador se radicali-ce, no importa que el PRD tome medidas más ‘contundentes’. Lo importante es que el pue-blo pobre de México adquiera conciencia de sus intereses de clase social. Y para ello falta tiempo.”
Y más adelante, profundizando en su propuesta, cuestionan: “El conteo voto por voto no garantiza nada. El reconocimiento de fraude electoral no está garantizado con un recuento exacto de votos. ¿Por qué? Porque el fraude electoral no sólo fue cuantitativo, sino tam-bién cualitativo.” Y como una muestra más de desconfianza, y no tan sólo en AMLO, con-cluyen: “Pero ojalá que Andrés Manuel López Obrador y el PRD lleguen al poder. Porque entonces las opciones del PRI y PAN estarán agotadas, que no vencidas. Y entonces vere-mos si los primeros, López Obrador y el PRD, pueden y quieren solucionar los grandes males del país. De no lograrlo será el momento oportuno para que el pueblo vea con más claridad, que el proceso electoral en sí es más un proceso administrativo que un proceso de decisión democrática.”
Tendencia Democrática Revolucionaria-Ejército del Pueblo y los comandos que la integran, también aclararon sus posturas: “Ante la actitud pasiva que asumen el PRD y su candidato, no dudamos que el pueblo sabrá organizarse y movilizarse para impedir la sucia maniobra de que está siendo víctima. Antes manifestamos nuestro respeto a la parte del pueblo que decidió participar en el proceso electoral. Ahora ratificamos nuestra solidaridad y partici-pación en las acciones que emprendan para defender su voluntad.”
III : Reforma o Revolución
Las dudas sobre el proyecto que encarna AMLO alcanza, por supuesto, al PRD y su diri-gencia, no así a quienes expresaron por él sus votos en las urnas. Sin embargo, los ejemplos no se agotan allí pero resultan éstos los más significativos. Además, se expresan coinciden-cias aunque cada día descubren mayores y más profundas divergencias hacia el interior del conjunto del movimiento armado. Y aunque el fraude resultó una coincidencia coyuntural y circunstancial, el proyecto y la utopía social y política que encarna cada uno de ellos se presenta claramente diferenciada.
La situación que hoy manifiestan los grupos clandestinos refleja un viejo debate que existe entre la “reforma”, que encarna AMLO, y la “revolución”, idea enarbolada por las organi-zaciones insurgentes, y que data ya desde hace más de un siglo. Desde la perspectiva de la izquierda armada, es esta la disyuntiva que se presenta en el México contemporáneo. Y la diferencia no es menor.
Ligar a AMLO con la guerrilla resulta entonces, dentro de esta puja de poderes post electo-ral, la constitución imaginaria de un “enemigo unificado”, una amenaza común a la seguri-dad y se presenta también como un riesgo a la gobernabilidad. Se pretende con ello la des-calificación del adversario para convertirlo en “enemigo”: la construcción del “otro” –ajeno al mexicano– para facilitar la imposición del proyecto propio.