El 23 de septiembre de 2000 constituyó la última conmemoración del histórico Grito de Lares en el milenio que pronto habrá de finalizar. Igualmente, en esta fecha, no pudimos menos que recordar que diez años atrás, en el 1990, nuestra organización tomó la decisión de recomenzar el proceso de reconstrucción del Ejército Popular Boricua - Macheteros tras el golpe infligido a nuestras fuerzas por el gobierno de los Estados Unidos, el 30 de agosto del 1985. Escogimos la fecha del 23 de septiembre para retomar el camino de la lucha revolucionaria desde la clandestinidad porque el 23 de septiembre, día del Grito de Lares, tiene un significado único, muy especial, para los patriotas puertorriqueños que, desprendiéndose de las ataduras materiales que el sistema nos impone a todos, transforma sus prioridades para alcanzar lo que tiene que ser la atadura fundamental para todo el pueblo boricua. Los puertorriqueños que sabemos amar a nuestra patria, a nuestro pueblo y a nuestra nación aclamamos la atadura con la acción conducente a la libertad, a la independencia, y a la implantación de un sistema en el cual la justicia social, la decencia, la honestidad, el respeto y la igualdad predominen sobre la explotación, la discriminación y la enajenación inherentes al capitalismo colonial que nos es impuesto. Esa atadura, está en el Lares de Betances, en el Lares de Pedro Albizu Campos y en el Lares de Juan Antonio Corretjer. Esa atadura está, en el espíritu indoblegable que el Grito de Lares ha instilado en la conciencia de nuestro pueblo, y en la conciencia de Los Macheteros.
Los Macheteros siempre hemos tratado de ser fieles seguidores del compromiso y dedicación a la patria legados por los patriotas de Lares, y por el ejemplo, ideario y sacrificios de don Pedro, quien, a su vez, y reflejando la realidad que le tocó vivir, constituyó durante la primera mitad del presente siglo la continuidad histórica del pensamiento libertario de Betances.
Naturalmente, la realidad actual es, en la mayoría de los aspectos que conforman nuestro entorno económico, político y social, muy diferente a lo que constituyó el escenario de lucha de Betances, al igual que el de don Pedro. Los cambios son, en su mayoría dramáticos, particularmente si los medimos conforme al sistema económico imperante, a la transformación tecnológica, y a las nuevas relaciones sociales que estos elementos originan.
Los puertorriqueños, particularmente los que queremos poseer y entregar a nuestros hijos una patria libre y soberana, hemos vivido muchas décadas de dilemas, contradicciones, divisiones y arbitrariedades. Hemos sido sometidos, como pueblo, a la peor de las incertidumbres. El gobierno de los Estados Unidos y sus defensores criollos nos han arrastrado a través de un limbo espiritual, propiciando profundas contradicciones e inseguridades, en términos de nuestra propia existencialidad. Nuestro pueblo ha sido manipulado para que permita a los vividores y demagogos, esos explotadores de la incertidumbre, entorpecer el camino de la definición final, que no puede ser otra que la total e irrenunciable puertorriqueñización conforme a lo que sí somos: una nación, un pueblo claramente definido como tal; un pueblo poseedor de un territorio geográficamente establecido con fronteras inquebrantables que sólo la naturaleza de isla puede ofrecer a una nación. Somos un pueblo con una cultura y una historia propia, cuyas particularidades pueden ser identificadas aún dentro del marco establecido por nuestra esencia latinoamericana.
El engaño y la mentira imperan como la ley de la vida. La casi totalidad de nuestro pueblo sabe que el sistema que por la fuerza de las armas yanquis se nos ha impuesto es un sistema en el cual el poder para corromper constituye parte integral y estratégica del mismo. Los Macheteros estamos convencidos de que la mano siniestra de los organismos de inteligencia yanqui, los de la Agencia Central de Inteligencia, los de la Inteligencia de las Fuerzas Navales de los Estados Unidos, las del Buró Federal de Investigaciones y las del Servicio Secreto yanqui constituyen las manos artificiosas de la degeneración, de la corrupción, de la mentira, y del engaño. Son estas fuerzas combinadas de Operaciones de Inteligencia, las que han instrumentado la política oficial del gobierno de los Estados Unidos a ser aplicada en nuestra patria. Es la política que no se ve, pero que se hace sentir en todas las esferas de la vida nacional.
El gobierno de los Estados Unidos había formulado su estrategia para la apropiación de nuestra nación desde muchas décadas antes de su invasión. Dicha estrategia ha sido dirigida en puntas de lanza en cinco direcciones y objetivos fundamentales: el control absoluto de toda la economía puertorriqueña; la destrucción de la cultura puertorriqueña mediante el genocidio cultural; la profundización de la división entre todos los sectores que conforman la sociedad puertorriqueña; la institucionalización de sus mecanismos represivos y de intimidación psicológica; y la institucionalización de su sistema administrativo, jurídico y político colonial. Esa ha sido la estrategia que, en el orden colonial, ha sido consistentemente aplicada en Puerto Rico durante los 102 años que hemos sufrido del coloniaje yanqui.
Es vital que, al recordar el Grito de Lares, sólo debe de predominar la adhesión a la verdad. Para el Ejército Popular Boricua - Macheteros, es imprescindible que, por lo menos, resumamos lo que es la aplicación práctica de estas estrategias coloniales yanquis.
Estrategia de control económico
El hecho histórico que originó la intervención económica yanqui en nuestra patria fue la de robarle al pueblo puertorriqueño el 40% de su propiedad monetaria. Eso fue logrado mediante la aplicación de una ley a través de la cual se devaluaba el peso circulante en nuestro país, adjudicándole un valor de 60 centavos de dólar por cada peso. La ruina de muchos agricultores e industriales criollos no se hizo esperar. A la par con esa medida, se adjudicaron el total control de las aduanas y del comercio exterior. Con estas medidas draconianas impusieron un proceso de controles económicos que habría de forzar un cambio dramático en términos de imponer por la violencia el poder sobre nuestro pueblo, para controlar la totalidad del sector económico del país. Mientras ejercían esos poderes, instrumentaron, con la ayuda de sus incondicionales criollos, intensas campañas propagandísticas cuyo mensaje era el de hacer creer a nuestro pueblo que éramos víctimas de un fatalismo geográfico que nos privaba de recursos naturales y por lo cual teníamos que someternos a su "generosa asistencia" o nos moriríamos de hambre.
Estrategia para destruir la cultura y personalidad de pueblo de los puertorriqueños
Paralelamente, todo su poder fue ejercido para la aplicación de medidas orientadas hacia la despersonalización y desarticulación cultural de la población puertorriqueña. Sacudieron los cimientos formativos de la personalidad de los boricuas y establecieron mecanismos que no sólo han atentado contra la estabilidad y seguridad emocional de nuestra población, sino que también creaban intensos conflictos existenciales. El mero intento de tratar de eliminar nuestra lengua vernácula, suplantándola por el idioma de ellos, el inglés, al igual que mediante la utilización, en la enseñanza, de medios que correspondían a su cultura, y no a la nuestra, ha constituido un atropello cuyos efectos negativos aún se reflejan en muchos sectores de nuestra población.
Estrategia de división
Los primeros esfuerzos para dividir a los puertorriqueños fueron canalizados mediante la combinación de diversos elementos: políticos, sobornos, e intimidación. Son elementos que, con el devenir de las décadas parecen haberse convertido en parte de la vida puertorriqueña. Al sobornar y presionar a los funcionarios criollos que se prestaron para rendirles servicios, los utilizaban políticamente comenzando así su ofensiva divisionista de la totalidad de nuestra sociedad. La tendencia patriótica e independentista fue enfrentada con la anexionista que, aunque minoritaria en aquellos instantes históricos, recibía todo el apoyo económico y material al punto en el cual se creaban verdaderas turbas de facinerosos, utilizadas para agredir a quienes expresaban intenciones libertarias o autonomistas. Esa práctica ha continuado hasta el día de hoy cuando vemos cómo muchos de los líderes políticos de los partidos coloniales realizan todo tipo de triquiñuela y fraude para obtener fondos para sus campañas en la metrópoli, al igual que para su beneficio personal. Ahí tenemos las constantes campañas de recaudación de fondos realizadas en Puerto Rico a favor de los partidos imperiales; ahí tenemos el ejemplo de un Rubén Vélez haciendo entrega de una enorme donación al propio Presidente Clinton en una actividad en la Casa Blanca; ahí tenemos a los Representantes y Senadores yanquis, como lo es el Senador Patrick Kennedy, llegando a Puerto Rico a recoger los fondos que estos vendidos obtienen para ellos, sin detenerse a analizar las consecuencias del daño que le hacen al pueblo puertorriqueño. La corrupción, a través de las décadas, se ha ido convirtiendo en un modo de vida que poco a poco va erosionando y arropando a la casi totalidad de nuestro pueblo hasta convertirse en una práctica generalizada, aceptada como parte de la lucha por sobrevivir. Esa degeneración ha ido corrosionando el comportamiento moral de los puertorriqueños al punto en el cual esos estilos se transforman en forma de vida sumergiendo la capacidad de indignación en la aceptación cínica de reacción y del fatalismo que ha sido promovido. Parte de esa degeneración consiste, igualmente, en lo que es el soborno al pueblo, que se ve precisado a entregar su dignidad y espíritu de libertad a cambio de fondos federales. Esa corrupción degenerada es protegida con el manto de "libertades individuales" y "defensa de la democracia", arguyendo que ello constituye un mal menor en un "sistema de libertad".
Estrategia de represión e intimidación
La intimidación represiva, que comenzara con la invasión, se fijó en la conciencia de los puertorriqueños cuando nos impusieron un gobierno militar. Ese mecanismo constituyó la fuerza mediante la cual sus leyes se fueron imponiendo una tras otra en nuestro país. Al ejercer un control sobre la prensa, y modificar los enfoques que ésta tenía como parte de un pueblo en proceso de independización, profundizaron las divisiones, la incertidumbre y los conflictos. Todo ello, siempre con la colaboración de los traidores y oportunistas que no supieron defender nuestra dignidad humana y que no escatimaban esfuerzos para servirles.
Estrategia de institucionalización del sistema
Desde el momento en el cual los yanquis colocaran su bélica bota en nuestra patria, comenzaron a controlar y a transformar todos los mecanismos administrativos existentes, creando nuevos, y traspasando la totalidad del control político a sus administradores militares. Las leyes yanquis fueron sustituyendo todo el andamiaje autonómico de recién creación, suplantando este por los mecanismos al servicio de la colonización de nuevo tipo: la colonización yanqui, de apariencia superficial progresista, pero de fondo explotador y criminal. Al hacerlo, fueron institucionalizando los mecanismos autoproclamados "legales", hasta el momento en que se consideraron lo suficientemente consolidados como para establecer la administración civil. Estas acciones crearon las bases para imponer la "legislación" que habría de legitimar las medidas implantadas y que serían determinantes para la vida y existencia de nuestro pueblo de entonces. Las imposiciones afectarían la educación, la economía, los proceso "representativos" electorales, la seguridad, las relaciones exteriores, aduanas, inmigración, etc. Todas estas instituciones de gobierno fueron colocadas en manos de Washington y sería esta nación la que decidiría sobre la vida y futuro de todos los puertorriqueños. Todo perfectamente "legalizado" y apoyado por las leyes internacionales establecidas por los más fuertes y al servicio de éstos. No hubo renglón de nuestra vida de pueblo que no estuvo determinado por esas fuerzas foráneas.
El mecanismo de mayor propagandización y esfuerzo para que sea aceptado como "una conquista de libertad" para nuestro pueblo lo es el proceso de elecciones coloniales y lo que, en el fondo, es la falsificación de la democracia. El sistema electoral implantado en Puerto Rico tuvo sus comienzos durante la época del gobierno militar a raíz de la invasión y ocupación. Desde Washington se fue moldeando el sistema de participación electoral, impidiendo la participación de las grandes mayorías pobres que eran desafectos al nuevo régimen, abriendo las puertas participativas para manipular a quienes les favorecían. Las normas y reglas fueron establecidas por el régimen militar que imponía las leyes en nuestra patria. La implantación de ese proceso ha estado plagada de incongruencias que han limitado el sano ejercicio de participación electoral, para convertirlo en un instrumento justificador de la ocupación, del colonialismo, y de las proyecciones estratégicas yanquis en su desarrollo imperialista. La participación de todos los partidos está condicionada y enmarcada por lo que es la distribución de los fondos electorales. Las intensas reglamentaciones internas y medidas que obligan a un cumplimiento inquebrantable constituyen otro instrumento mediante el cual se ejercita un control sobre los participantes y de orientación, en términos de lo que es o no es permisible. Naturalmente, todo lo que es aceptable para ellos (que son quienes establecen los reglamentos), no es bueno para los que pretenden obtener libertades políticas fundamentales, como lo es el derecho a la independencia y al ejercicio de la soberanía plena.
Nuestro pueblo sabe, perfectamente, que todo esto es un juego sucio; que en los políticos no se puede confiar, y que, según la expresión popular, "todos son unos ladrones". Sabe que el país vive la peor de sus crisis morales, que la degradación espiritual ha alcanzado niveles insostenibles, que no se puede salir a la calle debido al crimen, que el gobierno es para los ricos y de los corruptos, etc. Pero, sin embargo, la ausencia de alternativas y las profundas divisiones existentes entre los sectores de avanzada profundizan la enajenación del pueblo convirtiendo el cinismo en un mecanismo que les permite un compás de espera. Por otro lado, los sectores más retrógradas de las masas populares convierten el proceso electoral en un juego carnavalesco en el cual el fanatismo de esas ínfimas minorías analiza dichos procesos de la misma manera que lo hacen con un juego de baloncesto, de pelota o una carrera de caballos. Muchos de los analistas del sistema se encargan de establecer los pro y los contra de los "candidatos" y de "orientar" conforme a teorías trasnochadas y también engarzadas en el proceso. Algunos de ellos sí intentan esclarecer los hechos, anulándose los unos a los otros por lo que es la "democracia" y el derecho a la opinión que "hay que respetar", aunque algunas de estas opiniones no sean otra cosa que parte de los operativos que el sistema y los verdaderos planificadores se proponen.
El Ejército Popular Boricua - Macheteros, inspirados por el espíritu revolucionario de nuestros más consagrados patriotas, tenemos la obligación de advertir de los peligros que nos acechan. No podemos adoptar metodologías de lucha que consideramos como desviaciones auxiliadoras a lo que es el sistema imperante. Esa ha sido una de las fundamentales enseñanzas de don Pedro Albizu Campos a su pueblo puertorriqueño. Es por eso que hacemos nuestros esfuerzos organizativos orientados por el pensamiento revolucionario de nuestros más iluminados y sacrificados próceres. Sobre todo, no compartimos la idea de que el Día de la Revolución, que es el 23 de septiembre, en el cual se enarboló el Grito de Lares, deba de ser utilizado, no importa cuáles sean las condiciones existentes, como plataforma para campañas electorales. Para eso existen trescientos sesenta y cuatro días del año. El Día de la Revolución no puede ser sino para llevar el mensaje de la lucha libertaria que nuestros venerados patriotas desataron en esa fecha.
La unidad es un camino de dos vías
Con esta postura política, no estamos condenando o atacando a quienes creen en ese proceso y desean participar del mismo. Confiamos en nuestro pueblo y tenemos la seguridad de que irá encontrando su camino revolucionario hacia su libertad. No obstante, tenemos la obligación de clarificar nuestra postura y nuestros análisis al respecto.
Afirmamos que la moderna política colonialista impuesta en nuestra patria por el gobierno imperialista de los Estados Unidos se ve en la obligación de permitir unos espacios en la legalidad para instrumentar, de manera controlable, que las masas canalicen sus demandas, a la vez que identifican a aquellos elementos que pueden convertirse en "amenaza" a sus intereses. Es por eso que existe un espacio reglamentado en el sistema social abierto a la participación de las masas. El proceso electoral constituye parte de ese espacio. No dudamos que el mismo puede ser utilizado para llevar a cabo un mensaje proselitista. Igualmente, ese mismo espacio puede ser aprovechado, para que los sectores populares reclamen la satisfacción de sus derechos, de sus necesidades, aun en el sistema. Las luchas reivindicativas agudizan las contradicciones en favor de la verdadera liberación, democracia y la justicia social. Ello debe de formar parte inseparable de la estrategia para los que participan en los procesos electorales, pues ahí tienen un espacio amplio en el cual se puede desarrollar una acción patriótica, libertaria, y de justicia social complementaria a la lucha revolucionaria que define el marco de acción de Los Macheteros.
El proceso de unidad de los sectores que hacen uso de la legalidad y que en estos momentos se manifiesta en la "convergencia electoral", debe de ser acompañada, igualmente, de pasos que profundicen dicho proceso. Si bien hay compañeros independentistas que están decididos a participar en el proceso electoral, lo lógico y completamente moral es que lo hagan en favor de quienes postulan la independencia de la patria como factor fundamental de su ideología. El llamado unitario, sin embargo, tiene doble responsabilidad: la responsabilidad de quienes están decididos a echar a un lado sus posturas tradicionales para dar su voto al partido electoral de la independencia y la del partido de la independencia de echar a un lado su tradicional sectarismo para apoyar a aquellas organizaciones que, como el NMI, por ejemplo, han tomado la postura, orientados por un sentido patriótico unitario, de ofrecer su apoyo al Partido Independentista. El PIP debe de apoyar, también incondicionalmente, las actividades de convergencia popular y de luchas reivindicativas que emanan de las estrategias políticas de las restantes organizaciones patrióticas. Así la unidad en la legalidad tendrá un significado mucho mayor no sólo para los independentistas, sino para la totalidad de nuestro pueblo.
Los Macheteros participamos en todas las luchas que emanan de las necesidades de nuestro pueblo y ayudamos en todo lo que nos es posible. Estamos convencidos de que la verdadera unidad está en el respeto que todos los sectores que participamos del proceso nos merecemos en términos de la ejecución de nuestras concepciones y de lo que son nuestras fechas de mayor relevancia.