La vigencia de la propuesta política de Filiberto Ojeda Ríos

LA VIGENCIA DE LA PROPUESTA POLÍTICA DE FILIBERTO OJEDA RÍOS

Dr. Carlos Rivera Lugo*

Hace ya un año que el líder machetero Filiberto Ojeda Ríos, poco antes de su asesinato por el Buró Federal de Investigaciones (FBI) de Estados Unidos, otorgó una amplia y extraordinariamente pertinente entrevista al Director de Noticias de la ponceña WPAB radio, José Elías Torres. Por correspondencia cursada con el periodista, Filiberto ya presentía que las autoridades estadounidenses estaban a su acecho y, por tal motivo, manifestaba una urgente necesidad por comunicarse con su pueblo para trasmitirle su humilde parecer en torno a la crisis que, a distintos niveles, crecientemente le arropaba.

En lo que prácticamente vendría a ser una especie de testamento político final, junto a su mensaje a los actos conmemorativos del Grito de Lares, el líder independentista lanzó una valiosa y sabia propuesta política en relación con la coyuntura actual por la que atraviesa Puerto Rico. Sin embargo, más allá, quiso convocar el movimiento independentista para que, tras una evaluación crítica y respetuosa de sus debilidades y fortalezas, desarrollase una capacidad de decisión propia que le permitiese articular una opción pertinente y viable frente al desfondamiento de los dos partidos sostenedores de la colonia en nuestro país: el Partido Popular Democrático y el Partido Nuevo Progresista.

La profundidad de su propuesta le ganó de inmediato el más alto reconocimiento público pues logró articular, como ningún otro líder independentista en este momento, las bases políticas para la transformación del independentismo de fuerza marginal a fuerza decisiva en la actual coyuntura histórica. Filiberto demostró así, más allá de las consignas, que él sí había aprendido las lecciones de Vieques y que más allá de la sed de protagonismo excluyente que arropa a las organizaciones políticas, había que coagular un amplio movimiento no sólo de resistencia sino de salvación y reconstrucción nacionales.

Por primera vez, muchos pudimos ver en él no sólo al Responsable General del Ejército Popular Boricua, sino la maduración de un líder revolucionario que trascendía las barreras organizativas para erigirse en la más preclara, honesta, humilde y sabia voz con la que contaba el independentismo en ese momento. Precisamente por ello, tal vez, se aprestaba a convertirse en esa voz y presencia tan necesaria para aunar las voluntades dispersas de ese independentismo en pos de la realización, por fin, de su único destino: hacer la independencia. Estoy convencido de que los analistas de la inteligencia yanqui tienen que haber concluido lo mismo y por eso tuvieron que montar, con toda prisa y atropello, un operativo que no podía, para ellos, tener otro fin que su eliminación física.

Y es que el Filiberto político comunicándose abiertamente con su pueblo resultaba ser una peor amenaza que el Filiberto militar y clandestino. Sólo había que escuchar la entrevista-testamento trasmitida radialmente en agosto pasado para percibir en Filiberto un deseo casi incontenible por salir de los límites estrechos de la clandestinidad hacia la plena intemperie para ampliar los frentes de batalla y hacer la guerra por ese otro medio que es la política, la verdadera, la revolucionaria.

La propuesta política lanzada por Filiberto a los cuatro vientos está integrada por los siguientes diez elementos:

(1) La crisis que se vive hoy en el país es el resultado no sólo del agotamiento del modelo de dependencia colonial representado por el llamado Estado libre Asociado, sino de un quiebre mucho mayor: la del modelo neoliberal y la del capitalismo como sistema.

(2) Dicha crisis habrá de impactar la consciencia social y política del puertorriqueño, en tanto y en cuanto se sienta victimizado al extremo por la estrechez económica, el extravío ético y la politiquería tribal sin límites de los dos principales partidos coloniales, quienes son incapaces ya de representar soluciones constructivas, innovadoras y pertinentes a la actual crisis y sólo persisten en seguir representando los intereses privados y de clase de los sectores económicamente más privilegiados en detrimento del interés o el bien común.

(3) Ante esta situación, los partidos sostenedores de ese orden decrépito, el PPD y el PNP, pierden rápidamente su credibilidad y poder de convocatoria.

(4) El país necesita urgentemente una orientación estratégica nueva que se inscriba dentro de las nuevas tendencias de desarrollo económico y social autosustentable, y de cooperación e integración regional autónoma que se están dando en la América nuestra, es decir, la América Latina. Por allí es que transita el futuro del país, soberanamente hablando, y no por las dos vías, hoy agotadas, que han asumido la dependencia colonial en nuestro medio: el “ela” y la “estadidad federada”.

(5) La independencia surge así como necesidad histórica cuya realización es hoy plenamente viable. Sólo falta que el independentismo tome plena consciencia de ello y se encargue de potenciar una capacidad de decisión propia que le permita asumir, con una voz y presencia singulares, un papel decisivo en la actual coyuntura política. Insiste en que no hay que “tirarle la toalla” a los dos partidos coloniales a partir de nefastas ilusiones reformistas producto de concepciones estratégicas que en la práctica condenan al independentismo, de una y otra seña, a ser mera rabiza intrascendente de las políticas del PPD o del PNP.

(6) La opción independentista que hace falta es inexistente. Hay que construirla, desde abajo, es decir, desde las bases del independentismo como una confluencia de las distintas fuerzas que hoy lo integran y que, si bien pueden continuar luchando desde su particular trinchera, se complementen y apoyen solidariamente a partir del entendido de que la parte no es el todo del movimiento. Es decir, aunque el movimiento esté organizado en partes, está unido en el reconocimiento de que el todo, o sea, el movimiento, es más que sus partes.

(7) El independentismo debe insertarse activamente en la actual coyuntura política, sobre todo mediante la educación política en torno a la conveniencia y viabilidad de la independencia como solución a la crisis.

(8) Aunque personalmente no cree que la lucha electoral deba ser el medio principal de lucha de ese movimiento independentista, no descarta por ello que mediante ésta se pueda obtener logros importantes para la independencia. Eso sí, para ello, insiste que esa vía de lucha no debe encerrarse dentro de las paredes de la Asamblea Legislativa en Puerta de Tierra o limitarse al marco estrecho y burocratizado de los procesos legislativos, sino que hay que representar una opción radical de cambio incluso en las calles y llevar el proceso político allí donde está el pueblo.

(9) Insiste en que la principal forma de lucha en este momento histórico es la política, y que la lucha armada debe ocupar la retaguardia, vinculada íntimamente a las luchas populares.

(10 La única Asamblea Constituyente en la que debe participar el movimiento independentista es la que finalmente se organice para refundar el país como república soberana, desde una perspectiva social y económicamente avanzada inspirada radicalmente en la libertad, igualdad y justicia como valores supremos.

Escuchando al compañero Filiberto dictando cátedra de estrategia política al independentismo, me parecía oír al filósofo francés Michel Foucault cuando decía: “Para resistir se tiene que ser como el poder. Tan inventivo, tal móvil, tan productivo como él. Es preciso que, como él, se organice, se coagule y se cimente. Que vaya de abajo hacia arriba, como él, y se distribuya estratégicamente”.

Con relación al tema de la unidad política necesaria para el adelanto de una agenda verdaderamente descolonizadora y liberadora, en una ocasión anterior Filiberto había propuesto la organización de un Frente de Salvación Nacional como instrumento político más amplio que aglutinara a todos aquellos sectores de la sociedad comprometidos con la refundación del país. Ello permitiría integrar, más allá de las organizaciones independentistas, a las organizaciones comunitarias, organizaciones sindicales, proyectos de autogestión económica, instituciones y agrupaciones culturales y educativas, organizaciones ambientalistas y feministas, entre otras, en torno a la construcción de un nuevo proyecto de futuro alternativo para el país que pudiese ser avalado en lo inmediato por los más diversos sectores. De esa manera se construiría el puente indispensable entre la cuestión nacional y la cuestión social.

No me cabe la más mínima duda de que la propuesta política antes descrita en todos sus detalles, es de una actualidad y pertinencia impresionante. Ahora bien, ¿cuál ha sido la respuesta del independentismo a la misma durante el año que ha transcurrido?

Confieso que luego de la respuesta imponente que dio el país ante el vil asesinato del patriota independentista, no éramos pocos los que nos sentimos arrastrados por la esperanza, tímida tal vez pero no menos atrevida, de que el independentismo se sentiría sensibilizado por las masivas expresiones de simpatía y respeto que cosechó Filiberto al momento de su heroica caída. Incluso, parecía también convocar al gobierno colonial de Puerto Rico a un conflicto creciente con las autoridades federales, sobre todo ante la necesidad que tenían las autoridades locales de lavarse un poco la cara ante su intervención bastante ambigua, por no decir cómplice, en torno a los hechos criminales protagonizados por el FBI aquel fatídico 23 de septiembre de 2005.

Incluso, pocos días después, el movimiento independentista pareció dejar atrás las rencillas y recriminaciones que le hicieron protagonizar uno de los más bochornosos espectáculos en la tribuna de Lares ese 23 de septiembre. Producto de ello se organizó la Coordinadora Nacional “Rompiendo el perímetro” y se marchó en Hormigueros unido –cada uno con su bandera, pero unido– para protestar por el crimen cometido y denunciar lo que se entendía era el inicio de una nueva campaña de las autoridades federales para criminalizar al independentismo. El Grito de Hormigueros fue además una afirmación militante de la idea de que sólo rompiendo con la lógica torcida de la exclusión se podía pretender romper el perímetro que históricamente le había tendido el Imperio al independentismo.

La llama unitaria prendida en Hormigueros no sería, sin embargo, recogida más allá por las organizaciones independentistas. El Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH) lanzó una convocatoria a una nueva marcha, esta vez en San Juan, y el Partido Independentista Puertorriqueño (PIP) respondió que no participaría en acto alguno convocado por los hostosianos. Más pudo, en fin, el afán nocivo de protagonismo; más pudo el deseo de centrar en cada uno el poder de convocatoria a la lucha que entender los nuevos requerimientos de la coyuntura. Y digo esto con el mayor respeto que le tengo tanto al compañero Héctor Pesquera como al compañero Rubén Berríos Martínez.

Luego del operativo lanzado por el FBI meses más tarde contra algunos independentistas y líderes comunitarios, que motivó la celebración de dos actos separados de denuncia, volvió a asomarse la esperanza de que unos y otros aceptasen, al menos, continuar protagonizando cada cual su agenda política patriótica sin atacar o cancelar la del otro. Parecía haberse entendido que, ante la nueva embestida represiva, existía una amenaza real contra el conjunto del movimiento independentista y, por ende, el conjunto del movimiento –aunque cada uno desde su particular trinchera- debía responder con una contraofensiva política.

Ahora bien, más allá, un sector del independentismo, incluyendo el MINH, ha estado enfrascado en la celebración mensual de actos diversos a través de la Isla, las Vigilias por la Dignidad, en recordación de Filiberto Ojeda Ríos y otros héroes nacionales. Asimismo, la Coordinadora Nacional “Rompiendo el perímetro” ha realizado una serie de actos de protesta, así como seminarios de orientación y educación. Un desarrollo ocurrido durante este periodo que merece igualmente destacarse es la puesta en marcha de “La Nueva Escuela”. Estas expresiones políticas tienden a representar un elemento nuevo en la configuración organizativa del independentismo, producto de los hechos del pasado 23 de septiembre y de una identificación más directa con el ideario y el ejemplo plasmados por Filiberto Ojeda Ríos.

Sin embargo, en el balance, el independentismo ha demostrado una inmadurez espectacular para estar a la altura de la propuesta política de Filiberto Ojeda Ríos. Mientras el país sigue a la deriva y el gobierno, por lo menos en sus ramas ejecutiva y legislativa, continúa demostrando una incapacidad monstruosa para ofrecerle al país un nuevo derrotero más allá de los parches acostumbrados, el independentismo parece fatalmente inclinado a seguir repitiéndose en sus lógicas torcidas que en nada adelantan la independencia y bastante cuestionable es si al fin y a la postre adelantan tan siquiera sus estrechos intereses partidistas. Ése es el caso, por ejemplo, con la nueva convocatoria parcializada que lanza el PIP, junto al Partido Nacionalista, para el Grito de Lares. Nuevamente la lógica torcida de la exclusión, la que deja de reconocer al otro y la que, por lo tanto, pone su propio interés partidista por encima del interés del conjunto del movimiento independentista. Si algo debe haber aprendido el independentismo del pasado reciente es que la desunión sólo sirve para que el Imperio nos siga dando patadas por el trasero.

Conjuntamente con la convocatoria sectaria a Lares, el PIP anunció el inicio de su proceso de organización para las próximas elecciones. Francamente, no entiendo cómo su convocatoria excluyente del resto del independentismo –más allá del Partido Nacionalista, que no cree en votar en elecciones coloniales– puede adelantar en algo la estrategia electoral del PIP. Cómo pretende movilizar su voto, si comienza, como siempre, por ignorarlo.

De ahí que, con una pena en el alma, veo cómo el PIP desaprovecha una oportunidad histórica para crecerse ante las circunstancias y convencer al país de que efectivamente aprendió la lección de Vieques y la de las pasadas elecciones. Si pretende gozar de poder de convocatoria más allá de sus filas debe, entre otras cosas, extender la mano fraternal e incluyente hacia el resto del independentismo, e incorporarlo al proceso. Sólo así puede conseguir alguna vez ser reconocido como el instrumento electoral del independentismo. Para ello, repito, tiene que comenzar por reconocer, humildemente, que no es todo el independentismo.

De lo contrario, veo al resto del independentismo, el que milita más allá de las filas del PIP, teniéndose que enfrentar creativamente a una próxima coyuntura electoral desde otra perspectiva que realmente permita la potenciación de su propia presencia y voz en torno a los distintos asuntos que se debaten públicamente, sobre todo ante un proceso cooptado por tres partidos que sólo están interesados en sus propias agendas excluyentes. Entrar en nuevas alianzas electorales tácitas con candidatos del Partido Popular sólo serviría para seguir dándole aire a una opción agotada como alternativa de cambio, sobre todo ante el testimonio contundente dado por éste, luego de las pasadas elecciones, de que no posee proyecto alguno para el país que no sea la improvisación permanente de parches inconsecuentes.

De lo que se trata, pues, es de asumir el imperativo político que nos legó Filiberto: construir una opción política independentista viable y pertinente para el Puerto Rico de hoy. Y ello significa iniciar cuanto antes el tránsito de la cultura política tribal y de protesta, que irremediablemente nos ha condenado hasta ahora a los márgenes de la coyuntura actual, a una nueva cultura política incluyente definida por una voluntad firme de poder para refundar el país de abajo para arriba. Para ello no debemos perder más tiempo en los afanes cuestionables de aquellos que pretenden seguir dictándonos la vuelta a la noria como destino eterno del independentismo puertorriqueño.

Aprovechemos este primer aniversario del paso a la inmortalidad del querido compañero Filiberto Ojeda Ríos para acoger, en la práctica y en el pensamiento, el testamento político vivo que nos legó. Lo demás son homenajes huecos acompañados de acciones torcidas y yermas que, en gran medida, honran muy poco su memoria.

* El autor es Catedrático en la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos. Esta fue su ponencia en el Primer Simposio La contribución del pensamiento de Filiberto Ojeda Ríos al debate contemporáneo de la lucha de clases y la cuestión nacional en Puerto Rico, celebrado el 30 de agosto de 2006 en la Facultad de Ciencias Sociales del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico.

-------------------------------------------------------

Tomado de http://claridadpuertorico.com