Como olvidar aquel lunes 4 de octubre de 1982, cuando cuatro aviones de Fuerza Área de Venezuela lanzaron 17 bombas de 250 libras en las cercanías de Cantaura, mientras que 1500 efectivos del ejército, Guardia Nacional y la DISIP cercaban con orden de aniquilar a los miembros del Frente Américo Silva (eran 41 los revolucionarios en el lugar). Se agotaba la capacidad populista del bipartidismo, al punto que entre el 1981 al 1983, el presupuesto nacional había disminuido en un 18% y los sectores dominantes sabían que vendría una drástica devaluación de la moneda en un 74%, tal como sucedió 4 meses después de dicha masacre (el viernes 16 de febrero de 1983), al pasar de 4.30 a 7.50 bolívares por dólar. Situación que motivaría un ascenso en las luchas sociales o reivindicativas del pueblo; por lo tanto, la operatividad del Frente Américo Silva (FAS) significaba un peligro para los intereses de las cúpulas económicas, políticas y militares.
La intensidad de la represión ejercida por un régimen, respondía a la necesidad de evitar que los revolucionarios y sus instrumentos armados, se convirtieran en la referencia política de la población; esto explica que paralelamente a la masacre de Cantaura, alrededor de 300 dirigentes del área estudiantil, magisterial, vecinal o sindical fueron enjuiciados por rebelión militar y ha otros nos cazaban para ser asesinados o encarcelados, teniendo que recurrir a la mas estricta clandestinidad. El FAS venia de exitosas operaciones políticas-militares; el 6 de agosto de 1977 se dio a conocer con la liberación de 13 procesados militares de la cárcel de La Pica; el 1 de julio de 1979 desarrollaron una rueda de prensa en las montañas de Monagas; el 22 de noviembre de 1981 tomaron la alcabala de la GN en Santa Maria de Ipire; el 18 de diciembre de ese mismo año fueron tomadas las comandancias policiales de Aragua de Maturín y de San Félix de Caicara.
La capacidad operativa del FAS se puso de manifiesto el 12 de mayo de 1982; cuando el ejército y la DISIP cercaron el destacamento al mando de Roberto Rincón a la altura del kilómetro 27 (cerca de Barbacoa); no solo las fuerzas atacantes fueron obligadas a retroceder, sino que entre el intenso combate fue capturado el efectivo de la DISIP Carlos Acosta Isturiz, quien fue puesto en libertad sano y salvo en Puerto La Cruz el 17 de junio, a pesar que en dicho combate habían fallecido los camaradas Francisco Maíz y Degliz Salazar. Entre la campaña propagandística desarrollada por el FAS, el 1 de agosto de 1982 fueron tomadas las poblaciones de Santa Inés y Bergantín del estado Anzoátegui; operatividad que en el cuadro económico, político y social antes señalado, presentaba un crecimiento de la popularidad de los instrumentos armados de los revolucionarios, puesto que la FAN en su totalidad, respondía a los intereses de las cúpulas de AD y COPEI; tal como se puso de manifiesto con la matanza de la población civil, durante la década de los 60, ya que PROVEA estableció que en ese periodo, la FAN y los servicios de inteligencia produjeron 50 mil detenidos, 10 mil torturados y mil desaparecidos; actitud que salio a relucir nuevamente en los sucesos del 27 de febrero de 1989.
En agosto de 1986 se realizó un balance político-militar de la masacre de Cantaura, con la presencia de los 18 sobrevivientes de dicho suceso. La excesiva confianza en su capacidad operativa, fue el principal error cometido por la comandancia del FAS; aun cuando tenían 3 días en el campamento donde se produce el bombardeo, tenían más de un mes en la cercanía de Cantaura. Esta violación a las medidas de seguridad y la delación de Norberto Antonio Rebánales, facilitó el montaje de un gran cerco militar, en coordinación con el bombardeo.
La zona presenta árboles pequeños; a pesar de las trincheras naturales por la topografía del terreno o la protección de los árboles, no era la zona apropiada para resistir un bombardeo de ese magnitud; a las 5:45 AM la primera explosión se produjo en el árbol mas alto del lugar (donde estaba la cocina); allí salen heridos 7 jóvenes, el de mayor gravedad fue uno que perdió la mano derecha. El objetivo principal de la aviación era generar terror psicológico y desarticular la capacidad de respuesta del FAS, cuestión que lograron cuando el mando se dividió en dos ordenes diferentes; la utilización de dos tácticas trajo consigo que la retaguardia (de 12 miembros) bajo el mando de Alejandro Velásquez Guerra asumiera un rumbo distinto, limitando la capacidad de respuesta ante un cerco tan nutrido y lleno de varias emboscadas en las lomas de esa sabana.
Durante la retirada, un grupo de sobreviviente con Alirio Quintero Paredes a la cabeza, capturaron 4 soldados al mando del Capitán (EJ) Jesús Ávila Paolini; quien en dos ocasiones trató de desarmar a Cesar Salazar (gravemente herido en la cabeza por un tiro de FAL). Ante la historia hay que dejar claro que este joven capitán no fue fusilado por su rango; dado a la delicada situación de enfrentamientos constantes y por la agresividad mostrada permanente, no quedo otra salida; sin embargo los soldados fueron liberados respetándoles sus integridad física y moral; a diferencia de 11 cadáveres de los insurgentes que presentaron signos de tortura y tiros de gracias.
En vista que de los 23 revolucionarios fallecidos, la mayoría cayeron en la cercanía del crucero de Campo Mata, esto hace presumir que habían optado por el mismo plan de escape utilizado en el combate de Barbacoa el 12 de mayo de ese mismo año; significando otro error militar, puesto que las leyes de la guerra establecen que no se debe repetir de manera seguida la misma táctica; de allí que el cerco estaba reforzado en esas área. Hay una diferencia entre morir en combate y ser victima de maltratos o fusilamiento ya estando capturado; el contraste de la liberación de los soldados con la existencia de insurgentes rematados heridos, demuestra que hubo una masacre.
Las cúpulas del pasado combinaron el populismo con una represión selectiva, pero en la medida que se profundizó la crisis, esta bestialidad se fue trasladando hacia las masas; tal como sucedió en sacudón social del 27 de febrero de 1989. Siendo la razón para que el 60% de los oficiales de nuestra FAN, se sumaran a la lucha que sosteníamos por la salida de esas cúpulas del poder; de allí que en los levantamientos del 1992, el nuevo mando y los combatientes del FAS participaron en el proceso de unidad cívico-militar, donde los aviones y fusiles que asesinaron a nuestros camaradas, se rebelaron contra el régimen que defendían en el momento de la masacre.
Como parte del equipo que participó en las desmovilización del FAS el 10 de mayo de 1994 y el pase de sus integrantes a la vida publica; rindo homenaje a los 23 revolucionarios que ofrendaron sus vidas en Cantaura por una mejor sociedad, al igual que al joven oficial Jesús Ávila Paolini y al detective Antonio José Lira quienes también perdieron la vida en dicho suceso.