En 1945, el imperialismo inglés se encontraba agotado por la guerra, de cuya destrucción puede salvarse por la ayuda yanqui. Eso configuraba una situación de aflojamiento del control sobre sus colonias.
Entre ese momento y la consolidación del neo-imperialismo yanqui (alrededor de 1950) aparecen los movimientos nacionalistas de liberación del Tercer Mundo. Y es precisamente en la década del 50, con la aplicación concreta del proyecto neo-imperialista, cuando esos movimientos de liberación comienzan a ser derrotados.
La diferencia fundamental con el actual estado del neo-imperialismo es que éste se encuentra en un proceso de internacionalización del capital, que consiste básicamente en no destruir a las empresas locales de los países dependientes, sino en integrarlas por medio del intercambio de acciones; es decir que los capitalistas locales dejen de ser patrones de sus empresas, pasando a ser accionistas de los consorcios multinacionales, y quedando aquí como gerentes de ellos, impulsando en todos los niveles las políticas que les determinan desde afuera.
A causa de ello, desde 1945 a 1955, los industriales nacionales tuvieron la posibilidad de desarrollarse independientemente. En la actualidad, en cambio, intentan resistirse a la internacionalización del capital con el fin de negociar su integración en mejores condiciones.
LA SITUACIÓN LATINOAMERICANA
Durante los últimos tiempos, y al compás de las contradicciones generadas por la nueva situación del imperialismo, aparecen en Latinoamérica fisuras en la sólida hegemonía yanqui: Chile, Perú, Panamá y Argentina pasan a respaldar proyectos contrarios a la hegemonía yanqui, sumándose a Cuba. Además, sino con ese nivel de profundidad, Ecuador y todo el Pacto Andino también se suman tibiamente a ese proceso.
Pero, sin esperar mucho, el imperialismo, haciendo pie en Brasil, se lanza a una contraofensiva que pasa por consolidarse en Bolivia y Paraguay primero, en Uruguay después y empezar a carcomer el proceso chileno.
Esa contraofensiva marca un nuevo condicionamiento al proceso argentino.
LOS PODERES EN LA ARGENTINA
De 1955 a 1973 se produce la penetración económica imperialista, llegando en la actualidad a estar en manos de empresas extranjeras más del 60% de la producción nacional de bienes y servicios. Esto determina que el poder económico, y como consecuencia el poder militar, continúan en manos del imperialismo, sin dejar de tener en cuenta que ese proceso de concentración genera contradicciones secundarias entre el capital yanqui y el europeo, lo que deja un relativo margen de negociación para la burguesía argentina.
La burguesía nacional, que ve reducida su participación en esa producción a un 15%, (25% área estatal) y en tren de desaparecer tragada por el proceso de internacionalización del capital, se da una política de resistencia, integrándose en un frente antiimperialista con el pueblo y la clase obrera, buscando negociar a partir de una posición de fuerza.
Ese frente es el FREJULI donde, contando con sus propios representantes empresarios y con la burocracia político sindical del peronismo, la burguesía tiene un papel hegemónico y determina con sus intereses e ideología la orientación del gobierno que ese frente generó.
Esta situación produce una política económica que se intenta implementar en un proyecto a mediano plazo, que tiende no a la liberación nacional, y mucho menos a un socialismo nacional, sino a fortalecer la situación de la burguesía nacional a costa de otros sectores: el área estatal (que fue la gran conquista Justicialista, que ahora se piensa reducir a una empresa más dentro del mercado, distorsionando sus fines de defensa de la soberanía y la justicia), la redistribución de la renta del agro y del capital financiero (quitándole parte de la cuota de crédito a las empresas monopólicas), y a costa de congelar la situación de la clase obrera en su actual estado de explotación.
LA CLASE OBRERA
El Movimiento Peronista, herramienta política de la clase trabajadora para la Liberación Nacional y Social, presenta en este momento una situación interna donde la clase obrera aparece "representada" por la burocracia sindical (CGT-62), a partir del control político, ideológico y represivo que ejerce sobre las únicas formas organizativas existentes (las organizaciones sindicales).
La clase obrera peronista carece de un instrumento ideológico político y organizativo que le permita ejercer su hegemonía dentro del Movimiento; en consecuencia, delega su representación en el Líder por encima de la burocracia, todo lo cual condiciona al Gral. Perón.
Otro factor de condicionamiento es el hecho de que la burocracia (que no participó en la lucha contra la dictadura y si colaboró con ella, y que no participó en la campaña electoral que posibilitó el triunfo del pueblo, sino que la saboteó), desde el 12 de marzo en adelante se lanza a una ofensiva a todo nivel: política, en el cerco al Gral. Perón, y en la campaña de desprestigio y obstaculización del gobierno del compañero Cámpora; ideológica, en el maccartismo y confusionismo desatado; militar en la masacre al Pueblo en Ezeiza y en el ataque y hostigamiento a las organizaciones obreras combativas y a la Juventud. El golpe del 13 de Julio es la consumación de la ofensiva.
EL APORTE Y LAS LIMITACIONES DE LA TENDENCIA REVOLUCIONARIA
LA LUCHA CONTRA LA DICTADURA
Las características del enfrentamiento con la dictadura hacen que sea asumido principalmente por los sectores más jóvenes. Esto hace a las limitaciones de la tendencia en su capacidad de vincular correctamente la experiencia actual con la experiencia acumulada por las masas.
En segundo lugar, tanto a nivel de violencia organizada como a nivel de organizaciones políticas, la tendencia canalizó y se puso a la cabeza del enfrentamiento del pueblo contra la dictadura; de ahí la desconexión entre su aparente crecimiento (aparecía liderando el conjunto del pueblo) y su relativa inserción organizativa en las masas. De un enfrentamiento violento para el cual la tendencia era apta, se pasa a un proceso político en los términos de la democracia burguesa para el cual no pudo dar respuestas suficientes.
En tercer lugar, el haber soportado el mayor nivel de represión (ideológico, político y militar), produce por necesidad de autoconservación, un encierre en sí misma que genera una visión internista, tendiente más a evaluar el enfrentamiento entre sus propias fuerzas y las del enemigo, que a tener en cuenta las demás fuerzas políticas que juegan en el país, y que en esta nueva etapa le cuestionan su capacidad de conducción del conjunto del pueblo.
EL PROCESO ELECTORAL
El primer intento del conjunto de la Tendencia de darse una política de masas se produce en las movilizaciones de la campaña electoral. A tal fin se desarrollan estructuras aptas para las movilizaciones a partir de los trabajos barriales, dejando de lado en la mayoría de los casos la organización de los obreros en sus lugares de trabajo.
Ese proceso tuvo de positivo que esas movilizaciones fueron parte necesaria e importante en la derrota electoral de la dictadura.
Pero tuvo de negativo que, al apoyarse en la agitación y en la movilización, y ejercerse sobre todo sobre los sectores juveniles y de clases medias, no deja resultados político-organizativos en la clase obrera, o dicho en otras palabras, no deja saldos de poder que permitan encarar en la práctica el proceso posterior.
Esto se debe a que las movilizaciones se hicieron en base a un año de experiencia de práctica política de ciertos sectores del Movimiento, sin rescatar correctamente los diecisiete años de experiencia del conjunto del pueblo, donde están contenidos, por ejemplo, el triunfo electoral de Frondizi y sus promesas, y luego el plan Conintes; el triunfo electoral de Framini, y la anulación de las elecciones; el viaje de Perón del 64 y la traición de la burocracia; etc.
Esto hace a las limitaciones de la tendencia en esta etapa: el triunfalismo, al movimientismo, a la no referencia al grueso de los sectores obreros, a la no visualización correcta de amigos y enemigos, a la no consolidación organizativa, por un lado. Por el otro lado, los núcleos provenientes de experiencias radicalizadas de la clase obrera y del movimiento, sumados a sectores ultraizquierdistas de las capas medias generan una propuesta que, basada en la reafirmación mecánica de lo que el resto de tendencia no priorizaba, la estrategia y la experiencia anterior, no es capaz de contener la realidad y transformarla, y por lo tanto se traduce en ideologismo, en estrategismo, en clasismo sin clase obrera, en sectarismo y en automarginación del Movimiento del proceso, restando a la tendencia el aporte que justamente hacía falta para profundizar su propuesta y hacerla apta para el conjunto del movimiento y la clase obrera; de parte nuestra esa es la mayor responsabilidad autocrítica que nos cabe respecto de lo que ahora sucede.
En su larga trayectoria de lucha la tendencia ha ensayado muchos proyectos en la búsqueda de los caminos revolucionarios, que no son fáciles de encontrar. En ese proceso se incurrió en muchos errores, limitaciones y
desviaciones: el votoblanquismo, el sectarismo, el foquis-mo, el ideologismo, el movimientismo, etc.
Ahora es necesario asumir que no basta con negar unilateralmente los errores, sino que sólo partiendo de los aciertos y errores de cada etapa en particular, de estos 18 años de lucha, podremos seguir transitando el camino hacia la revolución.
ESTADO DE LAS MASAS
Una política para la etapa que se abre, debe necesariamente partir del real estado político de las masas. Toda propuesta que contenga exclusivamente el estado político de un sector del pueblo, llevará decididamente a un nuevo proceso de desviación.
El conjunto del pueblo y la clase trabajadora en particular se inscriben hoy en el frente de clases existente; tiene conciencia de los condicionamientos que eso implica; tiene la esperanza de un "respiro" después de dieciocho años de explotación; quiere una etapa de paz y prosperidad suficiente para reponerse de los golpes recibidos; busca recuperar, continuar y superar lo que vivió entre el 45 y el 55, donde obtuvo el aguinaldo, las vacaciones pagas, los convenios laborales, la estabilidad en el empleo, la plena ocupación, la dignificación del trabajador, la participación en el poder, la posibilidad de organizarse. En la actualidad, con salarios bajos, con despidos masivos, con 1.500.000 desocupados, con convenios que no se cumplen, con la pérdida total de la dignidad y la marginación violenta del poder, con sus organizaciones en manos de una burocracia que negocia sus necesidades, está en un estado de debilidad que es un obstáculo para sus objetivos.
Las masas no pretenden el socialismo ideal ahora, pero la prosperidad, la justicia social que esperan está más allá de lo que la burguesía nacional puede y se propone alcanzar. Por lo tanto, está cuestionada de entrada por las masas, la hegemonía de esa burguesía en el Frente de clases antiimperialista, y ese cuestionamiento es el camino concreto, posible hacia el socialismo en esta etapa.
Partir de los niveles de conciencia más elevados de las masas, en una propuesta que en vez de revertirlos sobre el conjunto, los separe de él, es uha política que producirá nuevamente el descabezamiento del pueblo; aceptar pasivamente los condicionamientos de la situación, bajando las banderas de las reivindicaciones del conjunto de las masas en una política que subordinará nuevamente a la clase obrera a la hegemonía de la burguesía.
Este es el marco desde el cual debemos ejecutar nuestra política: el marco de las masas. Ser inflexibles en la in-flexibilidad de las masas, no en la inflexibilidad de los grupos.
EL ROL DEL GENERAL PERÓN
El eje de la política del General Perón ha sido siempre, durante 28 años, su relación con el estado político de las masas. Hoy, el objetivo político principal del General Perón es construir y consolidar el frente de clases existente, dentro del marco de los condicionamientos que impone la realidad.
Esa es la médula de sus discursos en la CGT el 30 de julio y ante los gobernadores el 2 de agosto. Enmarca su política en los condicionamientos de la realidad internacional y latinoamericana, para luego fijar los márgenes de posibilidad que tiene el Movimiento de acuerdo al estado actual de sus contradicciones internas. Las propuestas políticas de la tendencia superan hoy las posibilidades concretas que tiene la tendencia de sostenerlas ideológica, política y organizativamente en relación a las fuerzas del enemigo interno y externo. En esa medida el General Perón le plantea la necesidad de inscribirse en el marco de sus propias posibilidades.
La ofensiva de la burocracia y de las clases dominantes obliga al General Perón a ampliar la base de sustentación del Frente, buscando integrar a él al radicalismo. La causa de este hecho es nuevamente el estado de relación de fuerzas existente internamente, que implica el peso de los sectores derechistas en contraposición con la falta de un peso político organizativo de la clase trabajadora.
Es necesario tener claro, como planteábamos en el punto anterior, que el Frente de Clases Antiimperialista que propugna el General Perón, abre para las masas posibilidades revolucionarias: el problema es concretar esas posibilidades en una política revolucionaria basada en la lucha, a partir de las expectativas de las masas, por revertir la relación de fuerzas en el Frente en la búsqueda de hegemonizarlo.
Esa es la base sobre la cual las masas reafirman hoy el liderazgo y la confianza en la conducción del General Perón.
PROPUESTA POLÍTICA PARA LA TENDENCIA EN LA ETAPA
La forma de que hoy la tendencia amplíe el marco de sus posibilidades políticas para incidir realmente en el conjunto de las masas, pasa por afirmar y mantener las banderas revolucionarias levantadas, dándoles el respaldo que necesitan para imponerlas frente al enemigo: Ese respaldo es hoy la fuerza de las masas y no la fuerza de los grupos. El trabajo político es hoy relacionar las aspiraciones de las masas con nuestras propuestas. La forma en que las masas pueden expresar su fuerza pasa por su crecimiento ideológico, político y organizativo, que solo se dará a través de la organización y el esclarecimiento de las bases en torno a la lucha por sus aspiraciones concretas (desocupación, despidos, salarios, recuperación de las estructuras gremiales, viviendas, etcétera).
Dentro de ese marco es necesario orientarse hacia la obtención de resultados político-organizativos que vayan estructurando la organización integral propia de la clase obrera, que le permita dirigir la lucha por la hegemonía dentro del frente y del Movimiento.
Para ello es hoy necesario que la tendencia vuelque sus esfuerzos en el trabajo ideológico, político y organizativo en la clase obrera, en sus lugares de trabajo, para disputar el poder al enemigo interno principal, la burocracia, en el lugar donde encuentra su poder.
Quede claro que la organización de la clase obrera es una propuesta estratégica, que hoy se convierte en una necesidad táctica indispensable a partir del estado de las relaciones de fuerzas en el Frente, que ninguna otra clase o sector, por sí solo puede revertir.
Ese trabajo ideológico, político y organizativo para por la lucha concreta de los trabajadores por la recuperación de su representación gremial, obligando a que las decisiones políticas y económicas de la clase obrera partan de la base y se discutan e impongan en los Cuerpos de Delegados y Comisiones internas, organismos naturales de la clase obrera que es necesaria recuperar, para que pueda pesar efectivamente en sus organizaciones sindicales, impidiendo que la burocracia las negocie.
Para eso, las tareas fundamentales son crear y consolidar las agrupaciones de base gremiales, con niveles políticos, organizativos y militares, que lleven adelante esta batalla en el seno de la clase obrera.
JP, JTP, PB, y todas las organizaciones de la tendencia tendrán que plantearse seriamente volcar su capacidad de movilización y orientar todas sus fuerzas de agitación y propaganda a esta tarea, en torno a las expresiones concretas de lucha, en torno a los conflictos diarios de la clase obrera, con el fin de superar las actuales limitaciones de su política.
LA DEMOCRATIZACIÓN DEL MOVIMIENTO
La otra tarea fundamental, relacionada íntimamente con ésta, será en esta etapa la lucha por la democratización del Movimiento, obteniendo en él un real peso político de la clase obrera.
La decisión de Perón de democratizar el Movimiento constituye un hecho histórico. Debemos plantearnos obtener una situación interna que, más allá de elegir una línea u otra para la dirección, elimine todos los elementos que impiden la deliberación orgánica, la confrontación de ideas en todos los ámbitos.
La política en manos de unos pocos (que se adueñan de las organizaciones que el pueblo genera) es lo que posibilita la aparición de la burocracia que luego lo negocia. Por ello, lo fundamental ahora es socializar la política, ampliar y profundizar la politización de las masas. Y es únicamente a través de nuestro movimiento que podremos realizarlo.
Para encarar este proceso vamos a tener que definir dos aspectos principales: el eje político muy claro y de masas , y en segundo lugar su ejecución, que no va a ser fácil.
Además, no deben esperarse resultados espectaculares. Será la primera etapa de un proceso, que contendrá sus propias limitaciones, pero que tenemos la obligación de empujar.
Uno de los obstáculos más fuertes que tendremos que superar es la capacidad de resistencia al cambio que nos opondrá la burocracia. Ella es la que dispone de miles de millones de pesos de los fondos sindicales, y eso pesa. Esa plata se convierte en soborno, en compromiso económico, en aparato represivo, en capacidad de utilizar los medios de comunicación de masas, y es la que puede arreglar en forma inmediata problemas reivindicativos individuales que comprometen o confunden la visión política de algunos trabajadores. Ella es la que alquila a un amplio conjunto de politiqueros y fuerzas juveniles de choque.
Todo esto, sumado a su indiscutible experiencia en manejo superestructural, constituye un desafío a la voluntad y a la inteligencia que pueda desarrollar la tendencia.
Aquí cabe que nos preguntemos: ¿si no somos capaces de vencer esto, seremos capaces de derrotar definitivamente a la burguesía, a la oligarquía o el imperialismo, que son más fuertes aún y que cuentan con medios mayores y más poderosos?
La forma en que respondamos a este desafío caracterizará la próxima etapa de lucha.
Debe quedar claro hoy que, si ante el avance de los sectores que pretenden integrar al movimiento, la tendencia se encierra nuevamente en sí misma, haciendo propuestas que, sin contener el estado político de las masas, se basan solamente en el desconcierto de los sectores más avanzados y en su propio nivel de conciencia, se segregará del marco del movimiento y por lo tanto del proceso, cayendo en la política de sectas que atomizará y aislará a los sectores más revolucionarios del conjunto, castrando al pueblo y entregándolo a las manos de la burocracia. Y que si por otro lado, intentando disminuir el grado de contradicción, se repliega en una política vacilante, tampoco dará respuesta a las masas, incrementando el avance de los sectores integracionistas y provocando el debilitamiento y la dispersión del pueblo. Estos dos extremos posibles ya los ha transitado la tendencia en su larga experiencia, con el resultado de la atomización o de la integración; pero hoy el desafío es doblemente importante porque el proyecto integracionista es doblemente poderoso y decidido, y pueden estarse jugando muchos años de la Guerra Popular en estos meses.
Caiga quien Caiga y Cueste lo que Cueste
¡¡¡VENCEREMOS!!!
REGIONAL BUENOS AIRES
3 de Agosto de 1973
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FUENTE: “MILITANCIA PERONISTA PARA LA LIBERACIÓN”, Nº 10.