El actual conflicto oaxaqueño se ha convertido en un punto de convergencia de las organizaciones político-militares que encuentran sus orígenes en la experiencia eperrista, superando a similares situaciones como las de Atenco y las elecciones presidenciales del 2 de julio. Tras el largo período de divisiones y enfrentamientos, la coyuntura se presenta como un escenario posible de unificación armada pero no como una instancia de superación de las escisiones intestinas sino como una respuesta ante el posible desenlace represivo en la entidad.
Sin embargo, éstos no parecen ser los tiempos de unidad programática. Es un llamado realizado desde un sector hacia todas las demás fuerzas, para aunar una respuesta guerrillera ante una probable salida militar en Oaxaca. Ya en anteriores documentos, hubo anuncios y convocatorias sobre la necesidad de una conjunción a través de las armas que fueron esgrimidas ante la amenaza por la llegada de la “ultraderecha” al poder.
Hacia ese lugar apuntó la reciente conferencia de prensa (realizada el pasado viernes 20 de octubre en algún lugar de Guerrero) ofrecida por Tendencia Democrática Revolucionaria-Ejército del Pueblo (TDR-EP) y el Movimiento Revolucionario Lucio Cabañas Barrientos (MRLCB), a través de los comandantes José Arturo, Vicente y Francisco. Uno de los anuncios que se realizó en ese lugar ha sido la confirmación de una actividad conjunta entre TDR-EP y el MRCLB con la Organización Insurgente 1º de Mayo, la Brigada Campesina de Ajusticiamiento 2 de Diciembre, y las Brigadas Populares de Liberación (BPL).
Esta circunstancia ya es conocida, al menos, desde el 27 de junio pasado cuando firmaron el documento “Manifiesto a la Nación” que posteriormente fue ratificado a través de un segundo “Manifiesto…”, donde se agrega BPL y el que además fue repartido en la carretera Oaxaca-Guelatao, mediante una acción de propaganda político militar. En los reportes periodísticos no se hace mención a otra de las siglas que también suscribió ambos “Manifiesto…”: el Colectivo Revolucionario Francisco Javier Mina.
“No queremos hablar más sobre otros grupos con los que hay acercamiento —aseguró el comandante Vicente— nos reservamos a decir quiénes son, pero ya nos estamos coordinando con ellos, vamos a elaborar una estrategia común, una dirección compartida, y estamos condensando y tratando de superar la etapa de división dolorosa como movimiento armado.” Al respecto y en coincidencia, el subcomandante Marcos había subrayado en un acto en el norte del país que “es mucha gente la que ahora, cuando se están cerrando los caminos pacíficos, está buscando el recurso de las armas.”
El llamado a la unidad procura un salto cualitativo: “el movimiento armado debe pasar a otra etapa de reflexión —aseguró el comandante José Arturo— es una etapa [la de las rupturas] que debe de pasar; se debe retomar la experiencia […] el movimiento armado debe impulsar esta articulación que permita dar una respuesta más contundente y favorable al pueblo.” En estas palabras está contenida una definición de suma importancia: la necesidad de asumir una nueva etapa de las organizaciones político-militares de origen eperrista, tras más de diez años de existencia y nueve de las sangrías ocurridas en su seno.
Frente a una posible represión, José Arturo acotó que “será un deber para las organizaciones armadas acompañar este proceso; acompañarlo haciendo presencia de manera simbólica y material, porque somos parte de esa compleja realidad mexicana; y cuando decimos acompañar, no decimos necesariamente actuar.” Y sentenció: “si la elite en el poder decide hacer uso de la fuerza, entonces será un deber insoslayable hacer oír la crítica de las armas: estamos preparados para replicar una represión sangrienta.”
Aquí también se encuentra una variante necesariamente destacada: la trayectoria de estos grupos ha transcurrido la mayor parte del tiempo a través de la actividad política y no militar, y el futuro “retorno a las armas” transforma esa posibilidad en una realidad. No obstante, el llamado a la unidad no será tarea fácil. El comandante Francisco señaló que el llamado alcanza al Partido Democrático Popular Revolucionario-Ejército Popular Revolucionario (PDPR-EPR) aunque destacó que ha sido a través de las Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo (FARP) que los eperristas han descalificado tanto a TDR-EP como a MRLCB, caracterizándolos de “paramilitares”.
Pero ha sido desde el Comité de Resistencia Popular Viva Villa (CRP-VV) donde han provenido las respuestas y críticas más furiosas hacia las FARP, hasta el punto de reconocerse como una escisión de esa organización, con todo lo que ello implica. Ahora, admitido desde su último comunicado, el CRP-VV es parte integrante del MRLCB y cuyo máximo dirigente es, precisamente, el comandante Francisco, y que su presencia en esta conferencia de prensa ratifica. Restará esperar, en tanto, el tono de las respuestas que emitirán el PDPR-EPR, las FARP y otros grupos también provenientes del eperrismo (Comité Clandestino Revolucionario de los Pobres-Comando Justiciero 28 de Junio y Organización Revolucionaria 2 de Diciembre-Nueva Brigada Campesina de Ajusticiamiento), si es que esas respuestas tienen lugar.
Dos voces cobrarán un espacio particular: la de las FARP, por ser el grupo que más se ha enfrentado a TDR-EP y la del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), ausente hasta hoy, pero que sus definiciones no pueden descartarse como referencia al movimiento armado.
Son muchos los retos que hoy enfrentan estas organizaciones: la continuidad de la Otra Campaña, las denuncias de fraude y la Convención Nacional Democrática encabezada por Andrés Manuel López Obrador y la resolución del conflicto de Oaxaca son tan sólo tres de los escenarios inmediatos. A la vez, avizoran la represión del movimiento encabezado por la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, como una avanzada para el despliegue de la guerra de baja intensidad en el territorio, particularmente en el sureste mexicano.
En consonancia con aquel llamado a la unidad, se conoció otro realizado por las Milicias Insurgentes-Ricardo Flores Magón. En un texto reciente, tras reafirmar que no accionarán militarmente contra la población civil, hacen un llamado a las “otras organizaciones armadas revolucionarias a que suscribamos una declaración conjunta donde se refrende claramente este compromiso de no llevar a cabo ninguna acción en contra de representantes o militantes de organizaciones de la sociedad civil, ni en contra del pueblo en general.” Y como corolario afirman: “Nuestra propuesta es que en caso de ser necesaria la acción armada, concentremos nuestra capacidad bélica en infringir los mayores daños a los principales responsables de la situación actual.”
Ambas convocatorias apuntalan realidades semejantes y coincidentes (aunque ninguna hace mención de la otra): la necesidad de asumir una nueva etapa en la historia de estas organizaciones político-militares. En este sentido, la visualización que vienen exponiendo los distintos grupos es una constante hacia un llamado de alerta ante lo que, señalan, será una avanzada contra los movimientos populares, sociales y políticos. Desde esa perspectiva, la llamada para la conjunción de fuerzas ante el momento político actual y el futuro inmediato tiene su correlato con lo que se ha venido expresando a través de sus últimos comunicados.
En uno de los documentos que componen los resolutivos del Congreso Nacional del PDPR-EPR, “Guerra popular prolongada” (julio 2000-enero 2001), se especifica que la primera etapa —de inferioridad de fuerzas— entre las organizaciones revolucionarias “se inicia el proceso de coordinación; el desarrollo de la ideología marxista leninista en las masas es incipiente, existe una gran influencia de las posiciones reformistas y socialdemócratas en el movimiento legal y clandestino.”
La etapa siguiente, de equilibrio de fuerzas, se caracteriza por ser el momento cuando se produce “la coordinación entre diferentes fuerzas revolucionarias, haciéndose sentir el poder revolucionario, como un paso natural después de haber vivido un proceso de identificación y depuración, cimentando bases firmes para la futura unidad revolucionaria.”
Por ello y de acuerdo con los documentos emitidos desde el ámbito clandestino, esta presentación de TDR-EP y MRCLB es el intento de imprimir un sentido convergente a todas las fuerzas: sería, pues, el paso de una etapa a otra.