APORTES PARA UN DEBATE:
¿ACTO DE PROVOCACIÓN O MENSAJE REVOLUCIONARIO?
Jorge Lofredo
jorge.lofredo@gmail.com
Disipadas ya las dudas sobre la autoría de las explosiones del 6 de noviembre pasado, es necesario procurar un análisis que aporte a un debate necesario en torno a los mensajes políticos que de éstas se han desprendido, como así también comprender el momento elegido para llevar a cabo tales acciones y además examinar el contenido de sus significados.
— I —
Gilberto López y Rivas observa acertadamente la necesidad de examinar esos hechos en el contexto de la lucha política y social que se viene produciendo en México como así también los alcances que éstos tuvieron.
“¿A quién beneficia, en este momento, los atentados con bombas?”, cuestiona López y Rivas. “Durante la primera semana de noviembre el protagonista de los acontecimientos de Oaxaca fue el pueblo de ese estado y en particular la forma organizativa que por sus experiencias de lucha y resistencia se ha dado la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO). Denodados y anónimos ciudadanos, de todas las edades y condiciones sociales se convirtieron, junto a los jóvenes activistas, en los héroes de una jornada memorable. Por ello, las bombas vienen a jugar un papel negativo que en lugar de apoyar la lucha de Oaxaca, la perjudica, por ello el deslinde inmediato de la APPO.”
Las razones están allí, a la vista. Pero en esta acción político-militar reivindicada por Tendencia Democrática Revolucionaria-Ejército del Pueblo (TDR-EP), el Movimiento Revolucionario Lucio Cabañas Barrientos (MRLCB) y otras organizaciones mas se incluyeron tres mensajes específicos:
1. Hacia el Partido Revolucionario Institucional, que representa la expresión máxima de la “vieja” política: más de 70 años de monopolio partidario en la administración federal pero además, y quizá lo más importante para este caso, es el instituto político al que pertenece el gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz Ortiz. Todos los comunicados posteriores emitidos por esta circunstancia hacen clara referencia al conflicto, que incluye el pedido de renuncia del mandatario estatal y la salida de la Policía Federal Preventiva (PFP).
2. Contra el Tribunal Federal Electoral, como símbolo institucional a través del cual fue posible la consumación de un fraude electoral el 2 de julio que todas las organizaciones político-militares, y sin excepción, han coincidido en denunciar. En los escritos de los grupos responsables de las explosiones se remarca esta situación pero también, y al menos desde junio de este año, se ha señalado la posibilidad de una respuesta armada ante este escenario.
3. A los bancos pues constituyen un emblema de la globalización neoliberal. Este blanco ya había sido elegido con anterioridad. Ya desde 2001 han venido sucediendo acciones militares contra estas instituciones, pero también más allá de las fronteras de México: en toda América Latina se registran actividades de este tipo.
— II —
Continúa Gilberto López y Rivas: “las bombas ya le están dando el discurso requerido a Calderón para hablar sobre ‘la lucha contra el terrorismo’. […] Hace falta una conclusión contextualizada de lo que las acciones referidas significan. Se que es difícil porque ello requiere un juicio contra grupos que insisten en el fondo en los vanguardismos de los procesos.”
En efecto: días después de los estallidos, Felipe Calderón Hinojosa anunció que en su gestión se combatirá al terrorismo y a la delincuencia aunque “costará tiempo, recursos y por desgracia probablemente hasta vidas humanas, pero para mí no hay otra alternativa.” También remarcó que actuará con todo el poder del estado, discurso idéntico al expresado por el ex presidente Ernesto Zedillo en su primer informe de gobierno en 1996, cuando el PDPR-EPR había accionado militarmente en distintos puntos de la República Mexicana. Ambos enunciados contienen, invariablemente, una definición que entiende a las guerrillas como un fenómeno exclusivamente militar, no político, donde desde el Estado se establecen similitudes con otras cuestiones distintas, como la delincuencia o el narco.
Pero el anuncio del “combate al terrorismo” era una decisión que ya estaba tomada de antemano. Se utilizó esta coyuntura para expresarlo, pero si éstos no hubiesen existido cualquier otra situación hubiese resultado idónea. Porque los ejemplos abundan: sólo alcanza con voltear la mirada hacia las muertas de Juárez, las mujeres violadas en Atenco, las distintas violencias que entrecruzan y diseccionan al estado de Guerrero, los muertos de Oaxaca, el virtual fusilamiento de Brad Will, las constantes ejecuciones del narco y los mensajes mafiosos con decapitaciones incluidas. Razones sobran. Pero, si las bombas no hubiesen estallado, no resultaría necesaria inventarlas.
— III —
Sobre del recurso del terrorismo, López y Rivas cita a Leon Trotsky: “Para nosotros el terror individual es inadmisible precisamente porque empequeñece el papel de las masas en su propia conciencia, las hace aceptar su impotencia y vuelve sus ojos y esperanzas hacia el gran vengador y libertador que algún día vendrá a cumplir su misión.”
Tras esta aclaración, anota la razón terrorista de los bombazos y refiere a “la pertinencia en este momento de efectuar esta acción ‘terrorista’, que no ‘armada’ (hubiera sido mejor a mi entender una acción unificada de propaganda armada, presencia guerrillera en varios puntos). Las bombas tienen sabor a terrorismo (desde el punto de vista marxista, no burgués del término) y no creo que nadie simpatice con ello.”
Sin embargo, existe otra lectura y es la que inicia en la convicción clandestina de que los espacios y cauces institucionales y políticos se están cerrando. Desde esta visión, entonces, se preludia el carácter y la forma que adoptará la próxima administración federal. Y este mensaje alcanza también a Andrés Manuel López Obrador, la Otra Campaña y la APPO. Ello resulta un anuncio de estas organizaciones que aguardó el desarrollo de estas tres experiencias para actuar. Las detonaciones entonces implican el aviso que los tiempos por la vía legal han fracasado.
Pero además, los momentos de aparición y acción elegidos por estos grupos siempre han sido cuestionados:
1. Cuando en 1996 el Partido Democrático Popular Revolucionario-Ejército Popular Revolucionario (PDPR-EPR) se dio a conocer públicamente y meses después inició su campaña militar, se consideró que el momento no era adecuado sino que resultaba una provocación contra los encuentros de la Catedral en San Cristóbal de las Casas entre zapatistas y la representación del gobierno federal. Los eperristas se dieron a conocer públicamente al primer año de conmemorarse la masacre de Aguas Blancas.
2. Otras situaciones semejantes ocurrieron en esos y en años posteriores. Sin embargo, recientemente TDR-EP, el MRLCB y otras siglas más (las mismas que reclamaron públicamente la autoría de las explosiones del 6 de noviembre) llevaron a cabo una acción de propaganda político-militar en una carretera de Oaxaca a inicios de septiembre, pero también se ha denunciado como la perfecta composición de un montaje, una nueva provocación como coartada para el ingreso de la PFP a la entidad. La aparición en la carretera se realizó al cumplirse 10 años de la primera campaña militar del PDPR-EPR, al cual la mayoría de los integrantes de estos grupos perteneció.
3. En agosto de 2001, inmediatamente después de la detonación de tres petardos en sucursales bancarias del DF y reivindicados por las Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo (FARP), fueron apresadas 5 personas, entre ellos los hermanos Cerezo Contreras. Las FARP, que en diferentes circunstancias conformaron junto a Tendencia el PDPR-EPR, también consideraron la aparición en la carretera como una acto de provocación.
4. Distinta ha sido la circunstancia de la organización que atacó a bancos en el propio corazón del conflicto social en Oaxaca. En esa ocasión, que también se la consideró una provocación, se advirtió que si ésta fuese tal hubo de ser burda e inútil, tanto si se trataba de un montaje como de una acción real. Ella, como farsa, no alcanzó para detonar la entrada de la PFP en la entidad y si en cambio se trató de un acto de propaganda armada tampoco sirvió de mucho, pues de esa organización no ha vuelto a conocerse nada, ni tampoco le sirvió a las autoridades para correr el eje de la discusión principal; o sea desde el conflicto social al terrorismo y sus vínculos con la APPO. Basta recordar que el ingreso de la PFP ocurrió inmediatamente después del asesinato de Brad Will.
— IV —
Pero la batalla discursiva de las acciones de TDR-EP y los otros le ha dado a la derecha un argumento que no tuvo hasta antes del 6 de noviembre. En ese aspecto, éstos han resultado funcionales al discurso duro y represivo. Pero este tipo de hechos han sido una discusión que siempre se ha tenido lugar en el seno de las organizaciones político-militares.
El debate de la conveniencia de incurrir en acciones de esta naturaleza implica analizar si tras ellas no se esconde un desviacionismo vanguardista y militarista, que culmina por deformar la realidad en otra muy distinta, la propia, generada por una única visión clandestina. Esta ocasión por sí sola, o la suma de similares en el futuro, no alcanza para radicalizar la democracia, pues como se señala en uno de los comunicados de TDR-EP, hay otras experiencias populares que están todavía en marcha.
Señala Luis Hernández Navarro: “Es evidente que los bombazos del 6 de noviembre no sirvieron en nada al movimiento oaxaqueño y, por el contrario, lo perjudicaron. Fueron una acción vanguardista, autoritaria y provocadora. No educaron a nadie en las supuestas virtudes de la violencia revolucionaria. Tampoco abrieron espacios a la lucha democrática.”
Pero quizá sea la definición de las FARP, aquella que remarca los distintos momentos de manifestación y emergencia de las organizaciones, la que indique nítidamente como transcurren los tiempos en ese ámbito, también su dinámica y además como se condicionan la táctica y estrategia de cada una de ellas. Las diferencias en el accionar entre una y otra le otorga a las divisiones internas la sustancia fundamental para que las distintas vertientes guerrilleras se manifiesten, ahora, diferenciadamente.
No obstante, no se define al terrorismo únicamente por su alta dosis de violencia o el asesinato de inocentes, sino como aquella actividad que se desprende de la acción de masas, aspecto que le da a Gilberto López y Rivas una razón indiscutible. Pero es posible comprender a estas acciones desde otro aspecto; esto es, como el producto de una dinámica propia e interna que resulta de la lógica de la clandestinidad armada. Estas acciones han venido en aumento progresivamente, buscando otras formas de expresión donde se han ofrecido anuncios y mostrando razones acordes con los tiempos políticos que ha venido recorriendo durante los últimos años.
La cuestión será cómo la futura administración asumirá la cuestión de las guerrillas: a través de los cauces políticos o vía la “solución militar”. Todo indica que la segunda vía es la elegida y si ello es así, la causa de la guerrilla cobrará algunas nuevas razones. La decisión del anuncio del “combate al terrorismo”, idénticas a las circunstancias que hicieron posible el ingreso de la PFP a Oaxaca, no fueron realizables por los bombazos sino que ambas cuestiones estaban tomadas de antemano.
Mientras tanto, cada espacio continuará transitando sus propios tiempos.