Hoy recordamos un aniversario de una acción político-militar, que fue realizado por el Comando Edgar Sánchez con pundonor, coraje y altruismo humanista: la toma de la residencia del embajador japonés, para desenmascarar la
entraña represiva e inhumana del modelo neoliberal y intentar conquistar la libertad de los prisioneros políticos
sometidos a condiciones infrahumanas de carcelería en aquellas cárceles que la prensa calificó de "tumbas para seres vivos"; prisiones construidas como parte de su "venganza infinita" –Némesis, que con insano espíritu de venganza y cobardía implementó el sátrapa Alberto Fujimori para aniquilar a quienes osaron oponerse y lucharon contra su régimen criminal y su política económica neoliberal.
Han transcurrido 10 largos años desde aquella noche del 17 de Diciembre de 1996, en que el Comando Edgar Sánchez al mando del obrero comandante Néstor Cerpa, rompieron el silencio que cual poderosas murallas se alzaban para ocultar el Perú real, el Perú de todas las sangres sometido a pobreza extrema, permanente represión, detención arbitraria, torturas y ejecuciones extrajudiciales para quienes osaban protestar contra el régimen fujimorista; mientras las marquesinas de los medios masivos de comunicación mostraban un Perú oficial, el de la "bonanza macro económica", el de la libre empresa y la paz social, el deseado paraíso para los inversionistas transnacionales.
Perú, un mendigo sentado en un banco de oro.
El Perú es un país al que la madre naturaleza a otorgado grandes recursos y riquezas naturales, que sabiamente
administrado durante el incario permitió desarrollar una gran civilización: el Tahuantinsuyo, que fue capaz de alimentar adecuadamente a más de 14 millones de antiguos peruanos, quienes no conocieron la miseria; pero desde la invasión colonialista, estos dones de la madre tierra, se han convertido casi en una maldición debido a las ansias de enriquecimiento de unos pocos a costa de miles y millones de seres humanos, sometidos a discriminación, marginación y sobre explotación de su fuerza laboral para que sólo unos cuantos puedan disfrutar de las riquezas generados por el trabajo humano y del saqueo de nuestros recursos naturales de nuestro mar territorial, del suelo y subsuelo peruano.
Democracia: moneda de dos caras.
Durante la campaña electoral presidencial de 1990, a través de un comunicado público leído por el obrero-Comandante Néstor Cerpa, el MRTA afirmó que tras el estrepitoso fracaso del gobierno aprista, cualquiera fuera el candidato que se alzase con la presidencia del país debería optar por someterse a los dictados del Fondo Monetario Internacional y aplicar sus recetas neoliberales o asumir la defensa de los intereses populares, lo que significaba romper con los organismos financieros transnacionales.
La propuesta abiertamente neoliberal de la derecha peruana, liderada por el escritor Mario Vargas Llosa fue derrotada por un "ilustre desconocido" en la escena política peruana: Alberto Fujimori, un "offsider" que durante toda la campaña electoral prometió no aplicar las recetas fondo monetaristas y por eso recibió el apoyo de apristas, socialistas y comunistas de todo pelaje y color de la variopinta izquierda institucional.
Alberto Fujimori podía ser "nuevo" en la política, pero arrastraba las viejas mañas y peores estilos de la politiquería criolla y no bien fue elegido presidente se olvidó de sus promesas electorales y a los pocos días, el 8 de Agosto, aplicó la política neoliberal en su forma más brutal y descarnada: el "fujischock", medida económica tan brutal que su Primer Ministro como final de su mensaje a la nación dijo: "Que Dios se apiade del pueblo peruano..."
Alberto Fujimori, optó por someterse a los dictados de los organismos financieros transnacionales y debido a esta
sumisión se vio en la imperiosa necesidad de cumplir el mandato de los organismos transnacionales, implementar el neoliberalismo otorgando garantías fiscales a la inversión extranjera y garantizar la "flexibilidad laboral",, por lo que al gobierno fujimorista no le quedaba otra alternativa que reprimir a todo posible opositor, para lo cual tuvo que aliarse con los sectores más reaccionarios y corruptos de las Fuerzas Armadas, y violando la Constitución Política que juró obedecer y respetar, propició un golpe de estado, constituyéndose de ésta manera en una dictadura cívico-militar.
A partir de aquel fatídico 5 de abril de 1992, las violaciones al derecho laboral, al derecho penal procesal y en general a los derechos económicos y sociales, civiles y políticos, así como las más elementales normas nacionales e internacionales en materia de Derechos Humanos fueron objetos de una permanente y sistemática violación,
vulnerando el derecho de nuestro pueblo a vivir con dignidad y libertad, con el único objetivo de garantizar la inversión de las transnacionales y una alta rentabilidad de sus inversiones a costa de nuestro pueblo sometido a un régimen dictatorial para que unos pocos empresarios nativos y extranjeros pudieran disfrutar de la tan ansiada libertad y democracia occidental y cristiana.
Democracia terrorista.
La instauración del régimen cívico-militar generó algunos tímidos atisbos de protesta de la llamada "comunidad
internacional" y más tímidas aún de los políticos tradicionales, quienes tras la "mediación" de la OEA aceptaron legalizar al nuevo régimen mediante un proceso electoral para conformar el "Congreso Constituyente Democrático".
Una vez así legalizada, a la dictadura no le faltaron los "intelectuales de izquierda" quienes desde una actitud
"pragmática" y por el "bien nacional" y la defensa de la "democracia" se advinieron a apoyar al nuevo régimen en su lucha contra el "terrorismo".
Así muchos "Intelectuales progresistas y democráticos" se embarcaron en la implementación de una política
psicosocial que logró, a partir de acciones irracionales de los fanáticos seguidores del llamado presidente Gonzalo,
confundir a nuestro pueblo, creando sobre la base del temor a la represión una "división" en el movimiento popular, entre quienes estaban por la democracia o el terrorismo. Falsa dicotomía que no existía, pues el gobierno democrático había sido reemplazado por una dictadura cívico-militar.
Este elemental detalle, algunos por intereses económicos, los empresarios "nacionales" y sobre todo la banca financiera internacional, y otros por razones de oportunismo político no se enteraron de la conversión del gobierno democrático en dictadura cívico-militar. Los "intelectuales progresistas" y la izquierda tradicional, incapaces de forjar una alternativa coherente y organizada distinta a la del movimiento guerrillero o tan siquiera de debatir con argumentos objetivos y convincentes la inviabilidad de esta opción de lucha, se alinearon con el régimen y apostaron por la derrota militar de la
guerrilla.
Así pues, el gobierno con la ayuda, conciente o inconsciente, de supuestos defensores de derechos humanos e izquierdistas resiclados, difundieron la nefasta noticia de la existencia del "terrorismo" en nuestro país; con lo que el Perú pasó a ser conocido ya no sólo por haber sido cuna de una gran civilización: el grandioso Tahuantinsuyo, sino sobre todo por la existencia de ese terrible mal llamado "terrorismo".
Rompiendo el silencio.
Fue la acción valerosa y decidida del Comando Edgar Sánchez, la que denunció y demostró al mundo, la verdadera cara y magnitud del "terrorismo" en el otrora país de los Incas. Tras la primera sorpresa que significó la ocupación de la residencia nipona, la prensa internacional se dedicó a indagar quienes eran los "delincuentes terroristas" y la sorpresa mayor fue el descubrir que los terroristas no eran aquellos que habían ocupado militarmente la residencia Japonesa; los terroristas estaban entre quienes decían defender la seguridad y
bienestar del pueblo peruano, entre quienes decían defender el estado de derecho y la democracia y que sin embargo desde las instituciones del estado peruano habían promocionado la conformación de escuadrones de la muerte, como el grupo Colina, y habían encubierto los crímenes de genocidio contra la población civil y protegido con el manto de impunidad a los oficiales y miembros de las fuerzas armadas y policiales comprometidos en crímenes de lesa humanidad, sin hablar ya de la abierta corrupción que convirtió el erario nacional en una suerte de botín de guerra además de violar la Constitución Política del Perú, Ley de leyes en cualquier estado que se proclame democrático.
Gracias a esta acción político-militar, el mundo pudo conocer de la existencia de cárceles inhumanas, que recordaban las peores cárceles de Cayena o la isla del diablo en las Guayana francesas, que existieron hasta la segunda guerra mundial o las peores cárceles de exterminio del régimen fascista, que Hitler, implementó en la vieja Europa para exterminar a sus enemigos. También por ésta acción el mundo supo de las secuelas del neoliberalismo: mortandad y desnutrición infantil, miseria creciente y carencia de empleo digno, así como el saqueo de los recursos naturales no renovables, por parte de las empresas transnacionales en detrimento del pueblo peruano.
Por eso, la solidaridad de hombres y mujeres progresistas y honestos del mundo no se hizo esperar para con los
rebeldes hijos de Túpac Amaru y Micaela Bastidas, prisioneros políticos y los integrantes del Comando Edgar Sánchez, comando de la dignidad y libertad de todo un pueblo.
La acción del Comando Edgar Sánchez, marcó el inicio de la debacle de la dictadura fujimorista; dictadura que poco a
poco fue acorralada por el pueblo, que le perdió el miedo y convoco a movilizaciones, con visos insurreccionales, que
amenazaban con derribarlo; por lo que ante la inminencia de su caída el dictador, como todo cobarde, prefirió huir y
renunciar al cargo de presidente vía fax desde el Japón con la seguridad que le otorgaba su doble nacionalidad.
Sin embargo, la caída de la dictadura fujimorista y el retorno al régimen constitucional y democrático, tras duras
jornadas de lucha del pueblo peruano no a significado mayores cambios en la política económica y social en tanto que el toledismo ni el actual gobierno aprista, no han modificado el modelo económico neoliberal, que implemento la dictadura fujimorista; y lo que es peor, aún se mantienen las Leyes y la mal llamada constitución política del 93, a pesar de que ahora todos reconocen que el fujimorismo fue una dictadura.
La corrupción sigue campeando, convertido ya en un mal endémico y el servicio al pueblo se confunde con servirse del pueblo... Y en materia de derechos humanos, tenemos que afirmar que sigue siendo una afrenta a la conciencia y
dignidad humana la existencia de inhumanas cárceles militares para presos políticos civiles, bajo un régimen que se dice democrático. Que en evidentes juicios y sentencias políticas se condenen a largas penas privativas de la libertad a los luchadores sociales mientras los asesinos y genocidas se pasean muy orondos por calles y plazas del país, y sin el menor atisbo de vergüenza sean "enrolados" en las "planchas presidenciales y las listas congresales de partidos "democráticos". Que desde las esferas gubernamentales, se busque proteger a oficiales y personal de las fuerzas armadas y policiales responsables de violación de derechos humanos y genocidio contra la población civil.
Hoy más que nunca el ejemplo de heroísmo y decisión de lucha del comando Edgar Sánchez y de cada uno de sus
integrantes, hombres y mujeres, constituyen un aliciente moral y nos reafirma en la lucha por conquistar una nueva
sociedad de paz con justicia social, un Perú donde la opresión y explotación del hombre por el hombre sólo sea un mal recuerdo del pasado.
En las nuevas jornadas de lucha que se avecinan, el heroísmo y decisión de lucha de los integrantes del Comando Edgar Sánchez serán banderas de lucha que los tupacamaristas enarbolaremos en cada acción política junto a nuestro pueblo en la conquista de un Perú nuevo dentro de un mundo nuevo, como señalara nuestro amauta José Carlos Mariátegui.
¡Comando Edgar Sánchez... Presente en la lucha popular!
¡Con su ejemplo... venceremos!
¡Tupac Amaru... Vive y vencerá !