El grito fue unánime y su fuerza tal, que se dejó oír incluso a través del ensordecedor ruido del helicóptero, del golpe del viento y la balacera que cayó esa tarde del 30 de diciembre de 1996 sobre la zona Sur de Santiago. Los rostros de los cuatro compañeros emocionados, extasiados, lo decían todo. La operación “Vuelo de Justicia” culminaba en un éxito total. Es decir, con la liberación sanos y salvos, de cuatro Rodriguistas desde la Cárcel de Alta Seguridad (CAS).
La operación se había comenzado a preparar un año atrás luego de ser gestada y decidida por la Dirección Nacional del Frente Patriótico Manuel Rodríguez con el único objetivo de liberar a sus prisioneros políticos; entre ellos a “Ramiro”, segundo jefe de la organización por aquel entonces, detenido tres años antes.
El primer paso fue conformar los diferentes equipos de trabajo con la misión de recopilar los antecedentes políticos y operativos que permitieran a la Dirección Nacional decidir sobre la idea más probable de la operación. Sobre esa base, se realizaron las primeras tareas de exploración y de aseguramientos (logísticos, médicos, transporte, armamento y comunicaciones), todo al mando de “Emilio”, quien recibió la misión.
“Emilio”, un fogueado y destacado combatiente del Frente, a pesar de ser afanosamente buscado por todas las policías del país, desde un comienzo formó parte activa de la decisión y fue el único de los participantes directos que conocía a cabalidad la acción a desarrollar y las piezas del puzzle a armar. Pese a ello, los demás compañeros involucrados se entregaron con ahínco a la tarea en curso.
“Este es un grupo sólido, de un compromiso político e ideológico muy apreciable y está muy cohesionado entre sí. Con este conjunto humano, existen condiciones para seguir haciendo las cosas bien y con altas posibilidades de éxito”, evaluaba la dirección rodriguista, días antes de la operación que terminó con el rescate de Mauricio Hernández, Ricardo Palma, Pablo Muñoz y Patricio Ortiz, todos militantes del Frente condenados a las penas del infierno por luchar por sus ideales. Los dos primeros irónicamente a “doble cadena perpetua”, los otros dos además, con múltiples heridas de bala, producto del sadismo de carabineros y gendarmes, quienes intentaron rematarlos al momento de ser detenidos (fuga de la Penitenciaría de Santiago 10 de octubre de 1992). Están además las heridas –más difíciles de curar- de ver como estas mismas fuerzas aniquilaron a los hermanos de ambos, también militantes rodriguistas.
En constante comunicación con la DN y el interior del penal, “Emilio” fue incorporando más gente, trasladando algunos de puestos y revisando cada detalle que asegurara el resultado que se conquistó. A fines de octubre fue conformada la “Unidad Mauricio Arenas Bejas”, MAB, nombre que se asignó al grupo operativo encargado de desarrollar la acción. Mauricio Arenas, nuestro Comandante Joaquín, que representa fielmente el espíritu de esta operación. Él mismo conoció los rigores de la prisión política y en todo momento fue un revolucionario ejemplar”, explicó el jefe de la unidad. En ese momento comenzó la cuenta regresiva.
Cada movimiento, cada paso, fue estudiado infinidad de veces, para enfrentar cualquier cambio en la situación operativa. Con antecedentes logrados por distintas vías y en especial de los propios prisioneros, se realizaron los planos y maquetas de la CAS, y hasta se computarizó y filmó la acción a desarrollar. Nada quedó al azar pues el desafío era grande: terminar la operación con todos los participantes y los rescatados sanos y salvos.
La audacia, entrega, mística, discreción, capacidad y fe de los rodriguistas permitieron que el desenlace fuera el conocido por todos y sin bajas, ni civiles, ni uniformadas. De hecho, una de las postergaciones que sufrió el “vuelo” se debió a una información de última hora de los encarcelados sobre la realización de la fiesta de fin de año de los familiares de los presos políticos el día entonces elegido. Ante la menor probabilidad de afectar a las visitas de prisioneros, la acción fue postergada.