ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LAS BRIGADAS DE INSURGENCIA REVOLUCIONARIA
Jorge Lofredo
jorge.lofredo@gmail.com
En el contexto de violencia recurrente y entrecruzada que hoy asola al estado de Guerrero, el asesinato del corresponsal de Televisa, Amado Ramírez, puso nuevamente a luz pública la participación de una sigla que se presentó a sí misma como guerrilla, en este caso unas desconocidas Brigadas de Insurgencia Revolucionaria (BIR), debido a la reivindicación que este grupo hizo de esa acción.
Dudas, suspicacias y sospechas recaen sobre las BIR, su existencia, procedencia y objetivos, debido a que la presencia de bandas armadas de otra especie con mayor potencial bélico y logístico operan en la entidad con un despliegue de violencia inusitado, cuyos objetivos son tanto policiales como militares, en defensa de intereses privados que colisionan con la búsqueda de cualquier bienestar social, económico y político que no sean los propios.
La vorágine violenta desatada en Guerrero es, de fondo y de forma, una cuestión de poder. El control del puerto es un eslabón más de esta lucha y todo lo que allí se produce se amplifica debido a su importancia estratégica: Acapulco, hoy, es el escenario central de esa disputa. Dentro de este enfrentamiento, las tácticas de las bandas varían de acuerdo a sus necesidades puntuales y a la coyuntura con la que se enfrentan.
En la columna, Ricardo Alemán (El Universal, 10.04.2007) apunta, en torno al asesinato del periodista acapulqueño Amado Ramírez, la presunta participación de unas desconocidas Brigadas de Insurgencia Revolucionaria y que el periodista habría recibido un correo electrónico fechado el 8 de abril. Al día siguiente, el periodista continúa con la misma información argumentando que puede tratarse de un nuevo desprendimiento de otro grupo guerrillero o bien de una acción del narco.
En el caso puntual de las BIR, algunas observaciones preliminares pueden realizarse al respecto:
1. ¿Se trata de una sigla “generada” por alguna de las bandas enfrentadas? Ya sea como invención para desviar el eje del conflicto y escudarse por la acción que evidentemente iba a generar una amplia cobertura en los medios de comunicación y rechazo generalizado desde todos los sectores políticos o bien como una sigla que efectivamente existe –que no es necesariamente una guerrilla– pero que forma parte de una estructura mayor que tampoco está nutrida de ideología política, las BIR adeudan las explicaciones ideológicas y políticas de su presentación. En este sentido, operan como guerrilla pero quizá no son tales, lo que su caracterización correcta sería la de “grupo armado”. Utilizan técnicas subversivas pero no son organizaciones que pueden caracterizarse como tales (debiera nutrirse de una ideología política determinada, ya de derecha o izquierda).
2. Si efectivamente se tratase de una guerrilla, ha sido a través de una manera extraña e inusual. Resulta ésta la primera comunicación pública de las BIR donde debe admitir que ha cometido “un grave error por la ejecución equivocada del periodista”, aún cuando luego aseguraron que han ejecutado a quienes llevaron a cabo el asesinato como así también a los que malinterpretaron la “orden de ejecución”. De resultar verídico el mensaje, las BIR nacen sumamente desprestigiadas políticamente y cargarán con ese estigma frente a la sociedad guerrerense.
3. En su discurso se entremezclan referencias de la “grilla” local, imbuida de teorías conspirativas y referencias bíblicas específicas y muy puntualizadas que son particularmente llamativas. Nótese, a manera de ejemplo, la ausencia del término “Dios” con un sentido positivo. Laura Reyes Maciel, reportera de Diario 17 (16.04.2007), realizó una extensa alusión sobre el contenido de esas acotaciones religiosas. No obstante, la segunda (la teoría conspirativa) es la más extraña dentro de un comunicado guerrillero –aunque no siempre están ausentes de éstos– pero jamás con tanta relevancia como aquí se presentan. El lenguaje acerca de la política interna de la entidad tampoco se ausenta de los comunicados guerrilleros conocidos; en este caso, sin embargo, a diferencia de aquellos, no parecen sustentarse en una ideología política determinada –el marxismo-leninismo que profesan algunos otros grupos guerrilleros– sino que aparecen diseminados a lo largo del texto en forma inconexa. En este sentido, no se privilegia aquí el discurso político sino las “conspiraciones” políticas y las denuncias específicas hacia el gobernador de Guerrero, Zeferino Torreblanca Galindo, y su antecesor, René Juárez Cisneros.
4. El denominador común de los textos es el narcotráfico y el señalamiento a otros periodistas tiene un claro sentido de advertencia. Si las BIR reconocen como “error” el asesinato de Amado Ramírez y que ello tiene consecuencias hacia el interior de ese grupo, entonces las BIR no deberán volver a ejecutar a otro periodista. Esa sería, en pocas palabras, una decisión política de un grupo clandestino legítimo. Pero el “error” también implica otro igualmente grosero de inteligencia interna, y, peor aún, nada garantiza que ello no pueda volver a ocurrir. La clandestinidad permite que las advertencias puedan denunciarse con nombres y apellidos. Y en este caso, el peligro sobre los nombres publicados de los periodistas no se condice con una denuncia igual sobre los posibles agresores. Grave error para una organización político-militar insurgente. Además, las BIR no son producto de este escenario sino que su accionar le agregó una cuota mayor de incertidumbre. Forman parte activa de la violencia en Guerrero.
5. En cuanto a las otras organizaciones político-militares conocidas, se presenta a sí misma como la “verdadera guerrilla”: se observa una crítica muy fuerte contra el EPR y una contradicción en cuanto a TDR, las organizaciones guerrilleras más importantes que operan en México. Sobre esta última, le resta toda veracidad a la autoría del asesinato de José Rubén Robles Catalán, reivindicado por TDR, pero a renglón seguido argumentan que “los de La Patria es Primero” han sido perseguidos y asesinados. La Patria es Primero y TDR componen la misma organización. Además, Tendencia no ha denunciado ninguna persecución a raíz de esa acción.
6. Las otras organizaciones guerrilleras no se han expresado al respecto, algunas de ellas aduciendo que no cuentan con toda la información necesaria. Este es un dato a considerar debido a que eliminaría la posibilidad de que las BIR resultaran un nuevo desprendimiento del EPR, destinatario principal de sus críticas en cuanto a las referencias que expresan sobre las “otras guerrillas”.
7. Para la guerrilla, el asesinato de Amado Ramírez no resulta un objetivo político y, más aún, tiene un efecto contraproducente muy fuerte. Las organizaciones político-militares se sumirían aún más en el descrédito popular y el peso de esta acción recaería en cada uno de los grupos, sin importar la profundidad de sus diferencias y la distancia ideológica que manifiestan. En este sentido, la guerrilla ha venido trabajando, en estos últimos años, de estructurar un discurso político viable para una establecer una estrategia de comunicación que les permita romper el silencio y la indiferencia en la que se encuentran. A excepción del EZLN, las demás organizaciones armadas guerrilleras han sido consideradas a través de su “historia negra” y como la “guerrilla mala”.
8. Si se considera real a esta sigla y se le concediera un contenido insurgente y revolucionario, que se da a conocer ahora públicamente, resalta de inmediato el argumento de que los grupos guerrilleros actuarían al servicio del narcotráfico, fundamentalmente en Guerrero –cuna histórica de grupos armados, gobernado por un partido ajeno al PRI (histórico en Guerrero) o el PAN y escenario actual de los operativos impulsados por la administración federal– semejante al utilizado por las distintas corporaciones de seguridad y que la administración federal hace propio por omisión. Aquí se vacía de contenido político a las guerrillas y se les provee de una vertiente mercenaria, o al menos en alianza táctica con bandas armadas.
Cabe recordar además que también se involucró a grupos guerrilleros en el asesinato del legislador panista José Jorge Bajos Valverde y el ataque a policías en Acapulco. Todo ello en el contexto de declaraciones contradictorias entre el gobernador de la entidad, que sí admitió que los alcances de los operativos incluyen a los grupos guerrilleros, y su desmentida por parte del secretario de la defensa militar, general Galván Galván.
En efecto: ¿estos argumentos forman parte de una avanzada para desviar el eje de la discusión de fondo acerca de la efectividad de los operativos en Guerrero? Las ejecuciones no se detienen y cada uno lleva una marca indeleble: asesinatos a mansalva, cuerpos mutilados y mensajes claramente mafiosos no forman parte del modus operandi de la guerrilla mexicana contemporánea.
Poco es lo que tiene la guerrilla para ofrecerle a otras bandas armadas. Lo ideológico está fuera de toda discusión en este caso (no es un marco de referencia necesario para la delincuencia y el crimen organizado) y en cuanto a los medios logísticos y la “mano de obra” es bastante más escasa. Entonces ¿a quién le interesa involucrar a la guerrilla con estos grupos organizados? Narco-guerrilla refiere a una alianza estratégica y táctica por un equilibrio de poderes entre ambos. Ello en el México actual no es así. Aquí se procura subsumir a los insurgentes en la estrategia coyuntural de las bandas armadas.