En una coyuntura donde las reivindicaciones desde espacios clandestinos es una constante, en los cuatro primeros meses de este 2007 dos nuevas organizaciones que se definen como revolucionarias, la Convención Popular Insurgente (CPI) y más recientemente la Brigada Popular Revolucionaria del Sur (BPRS), anunciaron públicamente su existencia a través de comunicados virtuales –esto es: no hay reportes que consignen su presencia física que es, además, una metodología recurrente de la mayoría de los grupos con estas características– y obtuvieron con ello una dispar repercusión en los medios masivos de comunicación. Aun modesto, el primer objetivo –la difusión– ha sido alcanzado.
Estas se agregan al ya superpoblado ámbito de organizaciones que optaron por transitar los espacios subterráneos de la política mexicana, aunque no sólo por la propia intención alcanza para catalogarlos como revolucionarios o guerrilleros: serán necesarias las definiciones teóricas, su ubicación en el escenario que hoy componen las diferentes siglas, su composición social y, fundamentalmente, sus objetivos tácticos y estratégicos, entre otras cuestiones. En definitiva, lo que se trata aquí es de confirmar que, efectivamente, su existencia refiera a una fuerza revolucionaria real. Mientras tanto, cada una de estas declaraciones queda recluida a una manifestación testimonial de sus intenciones. La respuesta social que se le otorgue a cada una de estas manifestaciones irá dilucidando la legitimidad con la que cuentan.
Aunque no ha ocurrido únicamente en Oaxaca, pero si es el lugar donde sucedió con mayor asiduidad, la aparición y desaparición de un grupo en el mismo acto es un caso común: tras el anuncio, no se vuelven a conocer otras actividades. Algunos ejemplos ilustran esta afirmación aunque no se igualan las circunstancias entre una y otra. En los primeros días de enero de 1995, el Ejército Clandestino Indígena de Liberación Nacional, mediante una carta abierta enviada al entonces gobernador Diódoro Carrasco Altamirano, anuncia su creación en la entidad. El 2 de octubre del 2001, cinco días antes de las elecciones locales, el Ejército Revolucionario del Sureste hizo público su “Manifiesto de la Ciudad de Oaxaca de Juárez”. Del Movimiento Armado Revolucionario-Frente Revolucionario Patriótico Nacional se conoció un video de sus integrantes, en pleno conflicto oaxaqueño, manipulando armamento en una zona boscosa, en julio del 2006. El 2 de octubre del mismo año, la Organización Revolucionaria Armada del Pueblo de Oaxaca hizo estallar petardos en sucursales bancarias en el centro de la ciudad, también en el momento que el conflicto estaba en pleno desarrollo.
Capítulo aparte es la aparición de un comando de Tendencia Democrática Revolucionaria (TDR-EP) y del Movimiento Revolucionario Lucio Cabañas Barrientos (MR-LCB), junto a otras siglas, en una carretera de las afueras de la capital del estado, a fines de agosto del 2006, en conmemoración de los diez años de la campaña militar que el Partido Democrático Popular Revolucionario-Ejército Popular Revolucionario (PDPR-EPR) emprendió en varias entidades de la república, pero con particular fuerza en La Crucecita y Tlaxiaco. En septiembre del mismo año, el Comando Magonista de Liberación, perteneciente a Tendencia, emitió su primer escrito desde Oaxaca.
Por otra parte, es llamativa la mención afirmativa que la BPRS hace de TDR-EP y del MR-LCB (“dos grupos insurgentes en aquel tiempo hicieron publico su reconocimiento”) y si a ello se le suma el cierre de su documento, “somos un colectivo de conducción regional de una organización revolucionaria que protegidos por la clandestinidad a que nos obliga el sistema político caduco, coadyuvamos al esfuerzo organizador y de formación de un poder popular profundamente democrático”, podría colegirse que se trata de una formación que expresa alguna cercanía a esas organizaciones, ya que la gran mayoría de las otras expresiones insurgentes también han hecho referencia a la figura de Lucio Cabañas. Sin embargo, esto no erradica en forma tajante que se trate de una nueva denominación o bien que resulte los vestigios de alguna agrupación anterior, ahora reagrupándose en otras expresiones mayores.
Debido a que el anuncio de la BPRS ha sido en Oaxaca, se ha procurado vincular el texto con los acontecimientos sucedidos en la entidad y puntualmente con la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO); pero ello no alcanza para relacionar directamente una experiencia con las otras. Más aún, las organizaciones político-militares ya conocidas con anterioridad han hecho referencias concretas y puntuales en torno de los hechos sucedidos en Oaxaca y todavía en pocos comunicados emitidos por las distintas denominaciones, el tema de Oaxaca sigue vigente y no sólo eso sino que conserva un espacio fundamental. En este aspecto, la CPI destacó, en el primer escrito del año y el hasta ahora único conocido de esta sigla, que “la insurgencia civil en Oaxaca, México, mediante la habilitación de barricadas; el ejercicio, en su más bella expresión, de la autodefensa popular y el natural trabajo comunitario en formas creativas y renovadas, constituyen el ejemplo más claro a seguir de resistencia civil como tácticas insurgentes opuestas a la guerra de baja intensidad”.
Mucho se ha dicho y escrito acerca de los vínculos entre la APPO y la guerrilla, a partir de los señalamientos que hizo el gobierno estatal en ese sentido. Ello, en medio del enfrentamiento político, aspiraba a desvirtuar al movimiento social, volver invisibles sus demandas, desvirtuar sus aspiraciones e ilegalizar su accionar. En los últimos tiempos puede constatarse que, a medida que se agravan los enfrentamientos entre las organizaciones sociales y las corporaciones de seguridad, aquellas recurren a distintos medios (las “formas creativas y renovadas” o “tácticas insurgentes”, según menciona la CPI y como más arriba fue citado). Esta cuestión está muy alejada con la idea de “organizaciones generadas por la guerrilla”, como frecuentemente se ha dado a entender desde distintos lugares. Pero el tema no acaba allí. Bandas armadas que nada tienen que ver con ideologías políticas revolucionarias recurren a formas y tácticas de guerrilla, reivindicando con falsos membretes actividades criminales. Recientemente, el subprocurador de Ministerios Públicos de Nuevo León, Lic. Aldo Fasci Zuazua, afirmó que “algunas células del crimen organizado están iniciando actividades tendientes a desestabilizar el sistema político ensuciando a personajes de distintos partidos, con ello buscan obtener la distracción necesaria para actuar con mayor libertad.” “Es el inicio de la narcopolítica”, concluyó. En esta referencia, el funcionario caracteriza a grupos que, ausente del marco ideológico que generalmente le da cuerpo a la guerrilla, apelan a tácticas subversivas. Pero debe puntualizarse el concepto de “subversión” utilizado, considerado como el enfrentamiento que no sólo se produce en el “campo de batalla” sino también en los medios de comunicación y en los ámbitos cultural y político. Cabe subrayar que no todos los grupos que apelan a tácticas subversivas son tales; lo mismo sucede con aquellas organizaciones o movimientos que adoptan, en un momento determinado, tácticas insurgentes. A renglón seguido, no toda organización que se proclama guerrillera, aún armada, es, efectivamente, una guerrilla.
Junto a Guerrero y en menor medida Chiapas, Oaxaca compone históricamente el espacio geográfico con mayor presencia y proliferación de organizaciones armadas revolucionarias; y en este aspecto, el anuncio –y aún la aparición– de un nuevo grupo armado en la región no constituye, de manera alguna, un hecho novedoso. No obstante, lo que vuelve posible estas irrupciones y que a la vez las amplifican es el contexto irresuelto que se vive tanto en Guerrero, donde la violencia con distintos remitentes y destinatarios entrecruza la sociedad, como así también en Oaxaca, donde el conflicto social y político que emergió a mediados del 2006 tampoco ha sido solucionado.