PRIMERO DE MAYO. DÍA INTERNACIONAL DE LA CLASE OBRERA
En esta jornada del primero de mayo, desde los campamentos del Ejército de Liberación Nacional rendimos tributo a las mujeres y hombres que en manos del enemigo no han claudicado en su compromiso con el pueblo y la revolución.
Retomamos y hacemos nuestros algunos apartes de lo escrito clandestinamente por Julius Fucik en la cárcel de Pankrák meses antes de ser ejecutado por el Nazismo. Su ejemplo de compromiso hasta las últimas consecuencias es emulado hoy por las y los luchadores populares que no dan tregua en su lucha por la liberación nacional y el socialismo. Combatientes revolucionarios que a pesar de la adversidad y el terror estatal, continúan resistiendo, siguen entre rejas y barrotes conspirando sueños y utopías, haciendo de las cárceles trincheras de lucha por la vida, la dignidad y la libertad.
Para todas y todos los presos políticos va nuestro fraternal saludo en esta jornada internacional de lucha de la Clase Obrera.
INTERLUDIO DEL PRIMERO DE MAYO DE 1.943.
Hoy es el Primero de Mayo de 1943. Y de servicio se encuentra un guardián que me permite escribir. ¡Qué suerte! Sentirse una vez mas, aunque sólo sea por breves momentos, un periodista comunista y escribir la reseña sobre el desfile del Primero de Mayo, con las fuerzas del combate del mundo nuevo. No esperes oírme hablar de las banderas flameando al viento. No hay tal cosa. Tampoco puedo contarte de esos actos de heroísmo que son tan agradables de escuchar. Hoy todo es mucho más sencillo. Ni la impetuosa y vibrante ola de decenas de millares de camaradas que yo veía otros años irrumpir en las calles de Praga. Ni el majestuoso mar de millones de otros camaradas que he visto inundando la Plaza Roja de Moscú. Aquí sólo distingues a algunos camaradas, hombres y mujeres. Pero aun así sientes que no es de menor importancia. No lo es porque es una revista a la dura prueba de fuego, y que no se transforma en ceniza sino en acero. Es una revista en las trincheras, durante la batalla. Y en las trincheras se lleva el uniforme gris de campaña.
Pero todo esto consta de tan pequeños detalles que tú, que no lo has visto, quizás no logres comprenderlo cuando lo leas. Trata de comprenderlo, sin embargo. Créeme: hay en ello una gran fuerza.
El saludo matinal de la celda vecina, consistente en dos compases de Beethoven, suena hoy más solemne, más elocuente, y el muro lo transmite con tonos más altos.
Nos vestimos con lo mejor que tenemos. E igual cosa sucede en todas las celdas.
Estamos ya de gala al recibir el desayuno. Por delante de la puerta abierta de la celda pasan los ordenanzas con el pan, el café y el agua. El camarada Skorepa nos da tres trozos de pan en lugar de dos. Es su saludo del Primero de Mayo, el saludo activo de un alma llena de atenciones. Bajo los trozos de pan un dedo presiona a otro. Está prohibido hablar. Ellos vigilan incluso tus miradas. Pero ¿acaso los mudos no se expresan claramente con los dedos?.
En el patio, bajo la ventana de nuestra celda, entran corriendo las mujeres para la media hora de gimnasia. Subo a la mesa y a través de los barrotes miro hacia abajo. Y levantan el puño para saludar. Repito el gesto. Abajo en el patio, existe hoy una animación singular, completamente nueva, una animación mucho más alegre que la de los demás días. La vigilante no percibe nada, o quizás no quiere ver.Y también esto forma parte de nuestra manifestación del Primero de Mayo de este año.
Y ahora, nuestra media hora de gimnasia. Yo soy el instructor. Es el Primero de Mayo, muchachos hoy no vamos a comenzar como los otros días. Que importa si eso llama la atención de los vigilantes. El primer ejercicio: uno, dos; los golpes del martillo. El segundo: segar. El martillo y la guadaña. Con un poco de imaginación los camaradas quizá comprendan. El martillo y la hoz. Miro en torno mío. Ellos sonríen y repiten los ejercicios con fervor. Me han comprendido. He aquí muchachos nuestra manifestación del Primero de Mayo. Y esta pantomima es nuestra promesa del Primero de Mayo, a la cual permaneceremos fieles, aun cuando marchemos hacia la muerte.
De nuevo en la celda. Son las nueve. En este momento el reloj del Kremlín da diez campanadas y en la Plaza Roja comienza el desfile: ¡unámonos a ellos! Allá, en este momento cantan la Internacional; en este momento la Internacional resuena en el mundo entero ¡Que resuene también en nuestra celda! Cantamos. Y una tras otra se suceden las canciones revolucionarias; porque nosotros no queremos estar solos, porque no estamos solos, estamos junto a los que ahora, en libertad pero igual que nosotros cantan…
Camaradas en cárceles,
en los fríos calabozos:
vosotros estáis con nosotros,
estáis con nosotros
aunque no forméis en nuestras filas…
Sí nosotros estamos con vosotros.
Y es así como nosotros los detenidos de la celda 267, imaginamos el solemne final del desfile del Primero de Mayo de 1943. Pero ¿es realmente el final? ¿Y esa ordenanza del sector femenino que esta tarde pasea por el patio silbando la marcha del Ejército Rojo, silbando la Canción del Guerrillero, silbando otras canciones soviéticas para infundir ánimo a los hombres de las celdas? ¿Y ese hombre con el uniforme de la policía checa que me ha traído papel y lápiz y que en este momento vigila el corredor para que ningún indeseable me sorprenda? ¿Y ese otro que en definitiva, ha dado impulso a estos escritos y que, ocultándolos cuidadosamente, los saca afuera para que aparezcan a la luz en el momento oportuno? Por ese trozo de papel se juega la cabeza. Ellos la arriesgan para establecer un puente de unión entre el hoy aherrojado y el mañana libre. Ellos luchan. Luchan con devoción y sin miedo, cada uno en su puesto, cada uno en su campo de batalla y por todos los medios a su alcance. Y son tan sencillos, tan anónimos y tan desprovistos de patetismo que ni siquiera podrías adivinar la lucha a vida o muerte que sostienen junto a nuestros amigos, y en la cual lo mismo pueden caer que vencer.
Diez veces, veinte veces habrás visto marchar a los ejércitos de la revolución en las manifestaciones del Primero de Mayo. Y siempre era algo solemne. Pero sólo en la lucha puedes apreciar la verdadera fuerza de este ejército y su carácter invencible. La muerte es más sencilla de lo que habías creído y la faz del heroísmo no tiene aureola. Pero el combate es todavía más cruel de lo que habías supuesto. Y para perseverar en él y conducirlo hasta la victoria es necesaria una fuerza inconmensurable. Diariamente la ves en movimiento, pero no siempre te das clara cuenta de ella. ¡Si todo parece tan natural, tan evidente! Hoy la has percibido nuevamente. Hoy, en el desfile del Primero de Mayo de 1943.