Entrevista a los presos del Ejército Guerrillero del Pueblo

Entrevista realizada un año después de la detención de los guerrilleros del E.G.P. (Ejército Guerrillero del Pueblo) por Oscar A. Fernández. Entrevista que como bien sospechaban los entrevistados nunca salió a la luz.

ENTREVISTA A LOS PRESOS DEL EJÉRCITO GUERRILLERO DEL PUEBLO (EGP)

Salta, Cárcel Penitenciaria, 8 de mayo de 1965

Hoy después de un largo año de prisión se nos ofrece la posibilidad de hablar con algún sector del pueblo, a través de un periodista que no puede garantizar la transcripción fiel de lo que decimos. La experiencia nos enseñó que nuestras opiniones han sido deformadas por una prensa que dice defender la libertad y que en los hechos solo defiende los intereses de los poderosos, una prensa que se arrodilla ante los factores de poder y ha sido y es incapaz de plantear objetivamente los verdaderos problemas nacionales.

Tal vez resulte violento –pero no se puede caer siempre en el mismo error- que hoy no hablemos con el periodista y el nos firme una copia de esta declaración escrita para llevar nuestra opinión.

¿Cómo se explica este tipo de precauciones en un país donde existe la libertad y reina la democracia? Nosotros hallamos una sola explicación, aunque no descartamos otras. Y esto no creemos que sea un problema de buenas o malas intenciones. Creemos que es un problema de un sistema caduco que se siente incapaz de resistir la opinión de sectores populares, sobre todo cuando estas opiniones contribuyen a desenmascarar la falsedad de los planteos reaccionarios y muestran al pueblo la posibilidad de su verdadera liberación y la perspectiva de nuevos caminos de lucha.

Nosotros no tenemos nada que ocultar; el régimen si. Tenemos las manos limpias y las conciencias tranquilas. Pero ellos ¿cómo pueden hacer para tranquilizar sus conciencias y desmanchar sus manos? Ocultando, deformando concepciones ajenas a sus sentimientos antinacionales, arrastrando al pueblo al opio de la ignorancia de sus problemas reales y distrayendo a la juventud a través de los órganos de difusión masiva, sumiéndolos en la fantasía del rock and roll, del twist, en la iracundia y en cuantas cosas desvíen su atención de sus necesidades verdaderas.

Tal vez no conformemos al periodista hablando de estas cosas; pero para la historia de los hechos, para lo impactante, lo remitimos a la lectura de nuestras declaraciones prestadas ante el señor Juez López Sanabria y que constan en el sumario de instrucción. Hablaremos de lo que no se conoce, de nuestra actitud frente a la vida, frente al país, frente a los problemas nacionales, para que se conozca cómo somos, cómo pensamos, cómo sentimos.

Ha pasado más de un año; han quedado atrás, pero dejando sus huellas indelebles, más de dos meses de torturas morales y físicas permanentes –cuya denuncia no halló eco en la prensa oficial-, más de dos meses en que no estábamos seguros de cuál sería nuestro último minuto de vida. Hoy estamos tranquilos, valorando todo lo ocurrido, viviendo intensamente el presente, soñando con el futuro y recordando el pasado.

Hemos releído lo que publicó la prensa venal de esos días y no tuvimos todavía la posibilidad de mostrar la otra versión de las cosas. Leímos que éramos jóvenes descarriados, iracundos, universitarios fracasados, criminales natos, terroristas incontrolados, hijos malos de padres buenos, y que habíamos formado un ejército del terror. Y tratamos de explicarnos estas cosas y arribamos a la conclusión que expusimos más arriba: era necesario ocultar, silenciar, deformar nuestra actitud, de la misma manera que se silencia y deforma la realidad de nuestra patria. Y diremos ahora lo que se silenció entonces. ¡No! No somos jóvenes descarriados, somos jóvenes que asistieron impotentes al ciclo de golpes y contragolpes destinados a administrar mejor los intereses de las clases dominantes y del imperialismo (particularmente yanqui); a la pauperización progresiva y a la estafa de nuestro pueblo; al saqueo de la riqueza nacional, a la entrega del país al extranjero; a la pérdida de nuestra soberanía; al crimen legalizado (Vallese, Mendoza y los más de doscientos fusilados por los gorilas de la “libertariola”) ; al fraude político más vergonzoso de nuestra historia el 18 de marzo de 1962, y a la instauración fraudulenta de un gobierno que no representó ni representa las aspiraciones de las masas populares; al encarcelamiento y tortura de gente que cometía el delito de oponerse con su pensamiento a tanta estafa.

Y vivíamos en las grandes ciudades, rodeados de esta miseria moral, y como hombres libres y honestos nos pusimos del lado del pueblo. Nuestra experiencia allí y el estudio de estas cosas nos llevaron a la conclusión de que en nuestro país había aún regiones más aplastadas, pueblos más explotados, hombres que sólo subsisten pero no viven. Y decidimos comprobarlo. Y decidimos, además, que había que darle una bofetada al rostro del país; mostrarle desde algún lugar que había patriotas dispuestos a dejar sus comodidades, su porvenir tal vez afortunado, sus aspiraciones personales, y como patriotas desenmascarar a los estafadores, mostrar con pruebas cuan distinto era el país del que nos querían pintar. Había que elegir entre una vida disipada, artificial, de “nueva oleros”, y otra sacrificada, dura difícil, de lucha por la conquista de la libertad de nuestro pueblo, por la justicia, por la verdad. Y nuestra sensibilidad de hombres libres y patriotas nos decidió por la segunda. Entonces, preguntamos, ¿es esto descarriarse, ser aventureros e iracundos? Nosotros creemos que no, que esto significa consecuencia entre el pensamiento y la acción, y para que un hombre sea tal, digno y auténtico, no puede actuar de otra manera.

Se decía que algunos somos universitarios fracasados. En primer lugar hay que aclarar que entre nosotros la mayoría no son estudiantes sino empleados, obreros o campesinos, y los que si lo son, por su edad, distan mucho de considerarse fracasados. Pero todos tenemos la suficiente claridad como para comprender que la felicidad de cada uno vendrá de la mano de la felicidad de la mayoría; que el triunfo personal no es un título universitario sino lograrse como individuos junto al pueblo; que la conquista del bienestar económico individual trae felicidad cuando todos la tienen a su alcance; que la frustración del individuo es ver pasar la vida con problemas frente a él y no tratar de resolverlos sino esquivarlos. Hoy más que nunca nos sentimos ligados al pueblo y sus problemas.

¡Para qué discutir lo de criminales natos! Ojalá nuestro pueblo pudiese hacer justicia por las vías legales. Pero la violencia de los pueblos es el fruto de la violencia desatada contra ellos por las clases dominantes.

Nuestros padres nos hicieron hombres responsables. Y como hombres nos ganamos la independencia sin dejar de amarlos. Y como actuamos con responsabilidad no creemos que ellos se avergüencen de nosotros. Sienten que ahora nos hemos afirmado como individuos.

Por todas estas cosas nos reunimos y no formamos “un ejército del terror” sino una organización capaz de jugarse por sus ideas. Y ya tenemos nuestros mártires, que no murieron llorando, sino que dieron tranquilamente sus vidas y vivirán para siempre en el corazón del pueblo.

Esta organización, a la que le han puesto una gran cantidad de rótulos y acreditado definiciones ideológicas, se define como una organización nacional y revolucionaria. Creemos que la actual crisis que vive el país no es moral, sino una crisis del sistema, que las clases dominantes defensoras de este sistema, son incapaces de superar la crisis. Esta superación significaría la transformación profunda de las estructuras del país. Y no serán las clases dominantes quienes darán los pasos necesarios, ni quienes permitirán al pueblo hacerlo sin luchar. Estas transformaciones (nacionalización de todas las empresas extranjeras, reforma agraria profunda, entrega del poder al pueblo, etc.) significan hacer la revolución.

Nosotros, como revolucionarios, nos sentimos solidarios y consideramos hermanos de lucha a todos los que breguen por estos cambios. Compartimos las aspiraciones del pueblo peronista, fusilado en el 56 torturado después, estafado el 18 de marzo de 1962, proscripto en el 63, perseguido, encarcelado y separado de su jefe, Perón, por temor de los defensores de un régimen que tiembla ante el empuje de las masas populares, dejándole solo la opción a participar en elecciones parciales que no hacen peligrar el sistema. Estamos seguros que el proceso de liberación borrará las pequeñas diferencias y hará que el pueblo luche codo a codo sin distinción de banderías.

La afinidad con otros sectores políticos es el resultado lógico de experiencias parecidas y de una actitud popular frente a los problemas nacionales.

Y ¿son pocos los motivos que mueven a nuestro pueblo a luchar? Nosotros creemos que abundan y que son más graves en las zonas estancadas en la etapa feudal ¿Es que pasando la avenida General Paz no existe más la Argentina? Y entonces, ¿cómo se explica la miseria espantosa en que se debate el resto del país? Esto no es casual, sino que obedece a problemas estructurales. Nosotros los analizamos y hallamos en el terreno motivos suficientes para nuestra actitud. Decimos que la violencia engendra la violencia. Y la violencia de la explotación y la miseria, además de la violencia de las fuerzas represivas, harán avanzar a los pueblos por nuevos caminos.

Creemos en la sabiduría de los pueblos y estamos seguros que encontrarán el camino que conduzca al triunfo de sus aspiraciones. La guerrilla, como uno de los tantos métodos de lucha, será sin duda contemplada como camino. Las condiciones que imperaban antes de nuestra decisión subsisten y se agravan. Es posible entonces, que la acción directa no sea el camino de algunos sino del pueblo.

Nos preguntan qué pensamos de nuestra situación legal. No nos llamamos a engaño. Sabemos que los jueces forman parte del mismo régimen que gobierna el país. De allí que más que sus juicios, que no serán hechos con la venda de la estatua, nos interesa el juicio del pueblo, de los humildes, de los que vendrán, de la historia.

No queremos que nuestros hijos hereden una patria colonizada ni explotada por los de adentro y los de afuera sin que nosotros hayamos hecho algo por cambiarla.

Cuando esto escribimos, los pueblos de América asisten a la agresión de Estados Unidos a la República Dominicana y nuestro propio pueblo observa la indignante actitud del gobierno argentino frente al problema. Es una muestra más de cómo los regímenes entregados de América Latina, en complicidad con el imperialismo, cierran todo camino legal a las aspiraciones de los pueblos a una vida mejor y para recuperar la soberanía de su país. Esto, por cierto, es también una confirmación de la justeza de la acción que hoy motiva nuestro encarcelamiento.

Cuando los patriotas de 1810 lanzaron en América el primer grito de libertad para conseguir nuestra independencia política, sabían que ella únicamente podría ser el fruto del sacrificio de sus mejores hijos. Y esta América de 1965 sabe también que la independencia económica que ansía para hacer efectiva la otra, no le será regalada. Que habrá que conquistarla; que por ella pagarán el alto precio de sus vidas campesinos, obreros, estudiantes, intelectuales, hombres y mujeres, y hasta niños y ancianos.

Pero quienes a sus vidas le han dado un sentido también para los demás, pueden ofrendarlas porque no morirán jamás. Porque para estar dispuesto a morir hay que estar dispuesto a vivir por algo. Y por eso han muerto y sin embargo viven, patriotas venezolanos, colombianos, guatemaltecos, dominicanos y nuestros propios compañeros. Su recuerdo y su ejemplo nos acompañan en cada instante; y nos sentimos libres aunque estemos presos; argentinos aunque el gobierno no lo sea.

Y hoy aquí pensamos que más que nunca nuestras vidas tienen un sentido ahora, cuando están impregnadas del recuerdo de los que quedaron. Y hoy aquí, también creemos que nuestro futuro, que es el del pueblo, está asegurado. El forjará el porvenir luminoso de una sociedad nueva en una patria liberada.

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Ambas partes dan fe de que este original y copia en sus cinco hojas responde a la entrevista celebrada en la cárcel penitenciaria de Salta, el 8 de mayo de 1965 y para conformidad, firman al pie.

Oscar Fernández

Por los detenidos firman:

Jouvé
Bollini Roca
Frontini
Lerner