“Por tanto, si no queremos una solución sangrienta del problema social, si no queremos que la contradicción cada día mayor entre la cultura y la situación en que viven nuestros proletarios se agudice hasta el máximo, hasta llegar a un estado de cosas en el que, a juzgar por todas nuestras experiencias acerca de la naturaleza humana, se encarguen de resolver tajantemente esta contradicción la violencia brutal, la desesperación y el espíritu de venganza; si no queremos que tal cosa ocurra, debemos ocuparnos seria e imparcialmente de la cuestión social y poner cuanto esté de nuestra parte para humanizar la situación de los modernos ilotas*”.
* Ilotas: Antiguos esclavos, desposeídos de los goces y derechos del ciudadano.
Discurso de Federico Engels para los obreros de Elberfeld, Alemania, el 22 de febrero de 1845.
En los últimos tiempos se han suscitado en nuestro país diversos acontecimientos políticos, económicos y sociales que a simple vista parecieran ser el preámbulo de una situación o etapa revolucionaria. Sin embargo, como ya lo hemos dicho en ocasiones anteriores, tales acontecimientos deben ser analizados profundamente, sin caer en apasionamientos ni voluntarismos, a efecto de tener clara y plena conciencia de la verdadera situación que estamos viviendo y del grado desarrollo a que ha llegado la lucha de clases en México.
Ante el cúmulo de acontecimientos vividos en 2006 y lo que va del 2007 se puede incurrir en el error de caracterizar el momento actual como el de un auge revolucionario. Y no es para menos; sucesos como los de las más grandes movilizaciones en la historia del país para defender el voto popular y evitar el fraude electoral, la resistencia a la represión de parte de los mineros de SICARTSA y en general las diversas huelgas mineras, la resistencia reprimida de los campesinos de San Salvador Atenco, la fuerza creciente del movimiento opositor a la construcción de la Presa La Parota, el ayer golpeado pero hoy renovado y brioso movimiento popular-magisterial de Oaxaca, las ascendentes jornadas de lucha de la CNTE y los sindicatos universitarios, entre otros, en contra de las reformas a la Ley del ISSSTE, las cada vez más comunes insubordinaciones comunitarias en defensa de sus recursos naturales y del medio ambiente, amén del gran entusiasmo generado entre el pueblo de México por el arribo al poder de algunos gobiernos progresistas en América Latina, etc., todos esos sucesos pueden hacen creer que tal auge es verdadero.
Pero estos hechos por sí solos, aun sopesando su importancia histórica, no son suficientes para crear una etapa de efervescencia revolucionaria; necesitamos todos desarrollar aún más las condiciones subjetivas (de organización, de unidad, etc.) y objetivas para poder arribar a una verdadera situación revolucionaria. El voluntarismo y romanticismo en sí mismos no son suficientes para lograrlo.
Debemos tener claro que el enemigo es todavía muy poderoso, que la correlación de fuerzas es muy desigual y que, para colmo, o sea para hacerla más desigual, la unidad de las organizaciones y fuerzas progresistas y revolucionarias es prácticamente inexistente, ya que, según nosotros, por el momento no existen coordinaciones o esfuerzos unitarios con verdadera perspectiva de desarrollo, al menos es lo que por ahora se ve. La izquierda permanece desunida, dividida y confrontada: el pez grande se come al chico, los golpes bajos surgen a la menor oportunidad, persisten la calumnia, la difamación y en algunos casos hasta la eliminación física del adversario político con tal de sobresalir a fuerzas, dejando así al descubierto una clara incapacidad política para construir base social en el seno del pueblo.
Ha de reconocerse que la lucha electoral pasó por momentos álgidos. Desgraciadamente, por los acostumbrados intereses mezquinos, la izquierda no pudo articular una verdadera alianza nacional, una fuerza motriz capaz de construir un nuevo proyecto de nación que sentara las bases para la emancipación de todos los oprimidos de nuestra Patria. Por lo anterior, se hace difícil, si no imposible, que los anhelos democráticos del pueblo mexicano se vean cumplidos a partir de los pasados resultados electorales, los cuales más que generar entusiasmo, han generado desilusión, impotencia y coraje ante un fraude meticulosamente planeado y ejecutado, pero también cada vez más y mejor documentado.
A las fuerzas electorales opositoras al régimen de derecha les quedó como último recurso organizar y dirigir la defensa legal y pacífica de la voluntad popular; sin embargo, los resultados fueron desoladores. El sistema no cedió como sí lo hizo ante el desafuero de Andrés Manuel López Obrador. Evidentemente, no era lo mismo lo que estaba en juego. Las clases privilegiadas no se deshacen del poder de manera voluntaria ni por convicción humanística cuando otro grupo de poder o político se lo quiere arrebatar. Por otro lado, las acciones impulsadas por la dirección del Frente Amplio Progresista, FAP, nunca fueron ni serán suficientes ni lo necesariamente contundentes para poder revertir el burdo fraude de la derecha. Sabíamos bien que dicha dirección tampoco iba a realizar lo suficiente, ya que hacerlo significa involucrar a fondo a todos los sectores del pueblo, y esa dirección siempre ha temido implementar acciones bien orquestadas, coordinadas en un esfuerzo verdaderamente unitario, que les dé la contundencia requerida. Esa dirigencia le teme al pueblo, no quiere que se le salga del redil, no se siente parte de la plebe. Esa dirección del FAP sólo utiliza al pueblo y nada más, hace todo lo posible por no involucrarlo en la toma de decisiones. A esa dirección del FAP le gusta que el pueblo participe, sí, pero en la talacha, en el activismo por el activismo, como masa amorfa y desorganizada. Esa dirección del FAP piensa ilusoriamente que la lucha electoral empieza y termina con la propaganda, con el brigadeo, con la defensa y vigilancia del voto, con la defensa jurídica, parlamentaria y mediática. Pero olvida deliberadamente que para obligar a la oligarquía a ceder el poder hay que impulsar acciones de masas verdaderamente políticas, que incluso puedan llegar hasta la insurrección local o nacional.
Pero aclaramos, no se trata de impulsar desde un principio acciones y medidas radicales; la cuestión es medir y valorar objetivamente la situación real y en base a la correlación de fuerzas existente apretar tuercas, según se requiera. Pero para que la dirección de una fuerza electoral como la del FAP lo haga se mira muy difícil, dado su origen y falta de conciencia de clase.
Es también una mera apariencia eso de que la lucha electoral ha deslindado los campos de la lucha política y los programas económicos en dos polos opuestos, el de la derecha y el de la izquierda. Según esa apariencia, la sociedad ya ha hecho suya y ha apoyado determinada posición o proyecto político. Pero no todo lo que relumbra es oro y muchas de las supuestas diferencias entre los proyecto políticos de las fuerzas electorales son sólo de forma, no de fondo. Nosotros sostenemos que esas diferencias de forma han quedado de manifiesto sobre todo con el consenso de dichas fuerzas electorales en la aprobación y promulgación de Leyes que destruyen en esencia la soberanía del país.
Sigue siendo necesario aclarar toda esta situación para que el pueblo comprenda bien que la lucha electoral no es sinónimo de lucha de clases. Al contrario, la lucha electoral es sólo una manifestación o un reflejo más de la lucha de clases. Más todavía, la lucha social, la lucha por los derechos humanos, la lucha por la defensa ecológica del medio ambiente y los recursos naturales, la lucha sindical, la lucha por reivindicaciones económicas, la lucha armada revolucionaria y otras muchas más que surgen de las necesidades sociales y de la creatividad del pueblo van dando forma global a lo que es la lucha de clases.
Muchos oportunistas no quieren que la lucha de clases sea vista en forma global, como un todo. A la inmensa mayoría de los medios de comunicación, analistas e intelectuales de derecha y políticos desclasados les conviene que la realidad social, la lucha de clases, sólo sea percibida de manera parcial y aislada, sin concatenar los más diversos fenómenos sociales, desconectados todos de sí, para que no queden evidenciadas las causas verdaderas de toda la problemática nacional: una clase social domina a otra, una clase gobierna a otra y la explota económicamente, la sobaja en todos los sentidos.
Una incorrecta interpretación de la situación imperante está perneando sobremanera, aunque de diverso modo, en muchas de las organizaciones sociales, políticas, sindicales y hasta en los proyectos político-militares que dicen pugnar por transformaciones sociales profundas. La manera como cada organización interpreta la realidad se observa en su habitual proceder. Algunas tienen temores paranoicos para la lucha, como si el Estado fuera omnipresente, omnisciente, omnímodo y omnipotente. A otras les gusta abusar cada vez más del protagonismo. Otras más practican el sectarismo, las más poseen demasiados prejuicios y un brutal desconocimiento de lo que significa impulsar la unidad en el proceso de la lucha de clases para transformar de manera radical nuestra sociedad, lo cual además se ve reflejado en metodologías de construcción y lucha muchas veces acartonadas, sin creatividad e iniciativa. Y si esto sucede con todos nosotros, los sectores independientes, de clase, qué se puede esperar de los partidos políticos, los cuales hasta el momento sólo han sido simples maquinarias electorales y negocios familiares o de grupos reducidos, sin principios, con el pragmatismo como método único de hacer una política que para rematar siempre ha estado al servicio de los grupos de poder locales, regionales u oligárquicos, según, eso sí, la capacidad de negociación que tengan.
Como puede verse el panorama aparentemente pinta muy sombrío, ya que la continuación de la derecha en el poder implica el desmantelamiento de toda la estructura del Estado, con la consecuente pérdida de soberanía nacional. Y todo ello conlleva una reducción a límites insospechados del nivel de vida para el pueblo, mucho más grandes y graves problemas de violencia e inseguridad en todo el país, la militarización de la vida nacional, la violación generalizada de los derechos humanos, pero también más levantamientos populares y en algunas regiones del país campeará la ley del más fuerte, entre otras situaciones.
Pero si algunas fuerzas políticas de izquierda y de derecha anhelaban una transición de terciopelo o, lo que es lo mismo, una transición sin viraje de timón, se han equivocado; porque, paradójicamente, ante la situación anteriormente planteada, estaremos arribando a una mayor polarización de la sociedad, una polarización que derivará en la radicalización de la lucha social y política, en el eventual abandono de los medios pacíficos que ya no ofrezcan o produzcan ningún beneficio concreto. Nadie lo desea, pero todo lo que hoy sucede nos está empujando inevitablemente a ello: una situación de VIOLENTO AUGE REVOLUCIONARIO.
Posdata.
Una reflexión más. Ahora hasta se recurre a las posdatas con cierto hastío. Tan bonitas que eran las posdatas. Aquellas ya viejas posdatas de la correspondencia anterior al impersonal correo electrónico. Pero todo lo rutinario se desgasta hasta morir. Por otro lado, el lenguaje, hablado, escrito, señalizado, codificado, etcétera, pertenece en última instancia a la humanidad. Mas está llegando tan lejos la estupidez que quizás mañana habrá quien quiera patentizar las posdatas con el nombre de transposdatas. Y no faltarán quienes las comprarán con tarjeta de crédito u otro medio posdigital. Pero mientras ese infausto día llega será absurdo pedir permiso u ofrecer una disculpa a alguien por hacer uso de una posdata, de un post scriptum. Quien hoy pide permiso u ofrece una disculpa por escribir una posdata delata una mentalidad sumisa e ignorante de la historia de la humanidad, de la cultura.
Pasemos a lo importante. Nos sumamos al llamado del PDPR-EPR para exigir la presentación con vida y el respeto a la integridad física y sicológica de sus militantes RAYMUNDO RIVERA BRAVO y EDMUNDO REYES AMAYA, capturados por el Estado mexicano el día 25 de mayo de 2007 en la ciudad de Oaxaca.
Ciudad de México, a 13 de junio de 2007.
¡POR LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA Y LA LIBERACIÓN NACIONAL!
¡LA LUCHA POPULAR REVOLUCIONARIA!