La organización y la lucha de los pueblos

LA ORGANIZACIÓN Y LUCHA DE LOS PUEBLOS

Organización y conciencia

Desde la antigüedad, los seres humanos iniciaron su largo recorrido por el mundo, uniéndose, solidarizándose. En su lucha por la sobrevivencia, en un mundo hostil e injusto, sintieron la necesidad de organizarse; la misma pasó de la horda al Estado, en un largo proceso de permanente lucha de intereses entre las clases. El Estado de las minorías, del esclavismo al capitalismo proclamó la opresión, la desigualdad social y la privación de condiciones de vida óptimas, que han sido, hasta los actuales momentos, la motivación que ha juntado pensamiento y rebeldía; de esto se desprende que la conquista de la libertad ha sido, y es, un asunto que concierne a los oprimidos: porque sin libertad no se puede solucionar las necesidades. Solo el pueblo libre y en el poder romperá la explotación impuesta por el capitalismo y su clase minoritaria; ellos son los beneficiarios del trabajo y la construcción de los bienes materiales de las mayorías condenadas al genocidio, miseria, pobreza y desocupación.

En cada etapa histórica, las clases sociales crearon diversos tipos de organizaciones sociales: religiosas, políticas, gremiales, empresariales, sectas, medio-ambientalistas, cooperativas, comunas, movimientos de liberación, guerrillas y ejércitos populares, etcétera, unas con clara disposición a proteger los intereses de la clase en el poder y otras para conquistar, igualdad, justicia y libertad; unas definidas ideológicamente a favor de la aniquilación del viejo régimen económico-social y el cambio revolucionario, y otras afianzándose en las ideas arcaicas del ?libre comercio y libre competencia? y la acumulación de la riqueza como consecuencia de la explotación de la fuerza de trabajo, en el campo y la ciudad.

Desde el esclavismo, las masas oprimidas siempre encontraron la forma de organizar la lucha por la vida y la libertad: Espartaco, por ejemplo, un esclavo y gladiador romano, en el año 73 a.n.e., integró a miles de esclavos en un ejército que desafió y enfrentó al imperio romano. En lo que hoy es Ecuador, Rumiñahui, un hábil estratega y guerrero, combinó la organización de un ejército con la guerra de guerrillas para golpear a los invasores españoles. El pueblo francés puso fin al régimen despótico de la monarquía y su dirigencia revolucionaria proclamó al mundo: ?Libertad, Igualdad y Fraternidad?. Las ideas de la Revolución Francesa influyeron en los pueblos del continente americano, que prestos e impulsados por la necesidad de ser libres e independientes, no escatimaron esfuerzos para organizar ejércitos libertarios. En los momentos actuales, la insurgencia, la guerra de guerrillas, el combate de calles, son la expresión de la organización y lucha de los pueblos, contra un régimen que cada vez se consume en su propio pus, infectado de corrupción e incapacidad para satisfacer las necesidades de los pobres.

Las clases oprimidas, en medio de la organización, han ido identificando y asumiendo, una posición política acerca de la desigualdad social, la injusticia, los intereses contrapuestos entre ricos y pobres; esto ha permitido que se desarrolle la idea de defender los derechos que los pueblos tienen y que han sido negados y violentados por las clases dominantes sumidas al imperialismo. La conciencia hace relación a la capacidad de los hombres y mujeres, individual y colectivamente, a hacerse juicios y conceptos, para abstraer la realidad a través del análisis y la síntesis; para conocer las causas de su miseria y las consecuencias de la existencia de una sociedad dividida entre una minoría opulenta, miserable, embarrada en la cloaca de la codicia y el individualismo, y la inmensa mayoría de desposeídos que luchan, resisten y se oponen al terrorismo imperialista.

La conciencia social está ligada al proceso del conocimiento, al estudio de las leyes y la causas históricas de la aparición de las clases sociales, de explotados y explotadores, de países opresores y países oprimidos; así también, al desarrollo de la ciencia y de la técnica, que nos permite ser objetivos en el análisis y dar lucha a la ignorancia y el oscurantismo. Elevar la conciencia implica una batalla de ideas, cultural, filosófica y por supuesto política, que contribuye a que los pueblos condenen, denuncien y combatan a los enemigos del progreso, del desarrollo social, económico y político de nuestro país; a los responsables de que exista abundancia para una minoría y miseria para la mayoría; para que la vida sea respetada, la libertad reconocida y la justicia aplicada.

En las diversas épocas de la historia, las mayorías han tomado conciencia de su papel protagónico; esto permitió las grandes rebeliones, levantamientos e insurrecciones armadas y revoluciones que cambiaron el curso de la historia. Los cambios logrados son el resultado de la organización de los pueblos, que han ejercido su actitud revolucionaria, llevando en cada caso a sustituir el viejo régimen por uno nuevo haciendo avanzar la historia.

Las armas de la organización

La principal arma que tienen los obreros y la juventud es su claridad de ideas revolucionarias, sin esta no se fijan bien los objetivos, se camina a ciegas, se convierte en presa fácil de la ofensiva de las ideas viejas y atrasadas del capitalismo. La claridad de ideas nos enseña a distinguir lo justo de lo injusto, la independencia de la dependencia, la libertad de la opresión, la igualdad de la desigualdad, el socialismo del capitalismo, la insurgencia del pacifismo socialdemócrata. La claridad de ideas nos permite fijar la dirección estratégica, es decir, determinar el objetivo al que toda la organización debe llegar sin reservas derrochando un gran esfuerzo para alcanzarlo. El objetivo es la sociedad socialista, que será construida de las ruinas del capitalismo como consecuencia del levantamiento armado popular, para gozar de igualdad, libertad y justicia.

Pero en el esfuerzo de alcanzar el objetivo principal, nos trazamos objetivos tácticos, que tienen que ver con la lucha social, reivindicativa y política; contra el sometimiento que pretende imponer el imperialismo norteamericano; la confrontación a las medidas impopulares de los gobiernos, local, provincial y nacional; la denuncia y el combate a la violación de los derechos humanos ejecutados por el Estado y su fuerzas represivas; contra las privatizaciones; la exigencia por salud, educación, trabajo para el pueblo, entre otros aspectos. Las acciones que se impulsan para cumplir con los objetivos tácticos nos permiten crecer, asestar golpes a las fuerzas represivas, formarnos, ganar experiencia en el combate de calles y, sobre todo, alcanzar victorias como la salida de la trasnacional Occidental (OXY), y el (STOP) a bus y las Cámaras de la Producción en la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC). Esto es producto de la movilización y crudo combate de organizaciones como la CONAIE, FESE, FEUE, GCP y demás fuerzas interesadas en la transformación social.

La unidad es otra arma de los pueblos. Unidad de las organizaciones que luchamos por hacer añicos la dictadura del capitalismo y su burguesía, unidad y discusión para la acción, no para la conciliación; unidad para la coyuntura política y, esencialmente, para la estrategia revolucionaria, para la confrontación política y militar; para el cambio y la trasformación. En la unidad debe prevalecer: los intereses comunes, la identidad de clase, los objetivos de lucha similares, los enemigos comunes; solo entonces podemos decir que hemos logrado unidad de pensamiento y acción. Para alcanzar la nueva sociedad es indispensable la unidad de las fuerzas revolucionarias, de los obreros y campesinos, de los jóvenes y viejos, de los hombres y mujeres dispuestos a batallar una y otra vez hasta vencer. Unidos somos más, dejamos de ver a nuestros enemigos gigantes, porque multiplicamos la acción revolucionaria; porque planificamos y coordinamos cada combate; porque unidos somos más contundentes; dispersos somos menos y más vulnerables. En tal sentido, el reto, la tarea prioritaria en este proceso, es ser más; la unidad tiene como objetivo vencer enemigos de dentro y fuera del país, y cambiar la democracia formal por una democracia revolucionaria.

La movilización es otra arma; esta robustece la conciencia. Sin movilización social no se puede ser libre, ni reclamar las justas necesidades y reivindicaciones de los oprimidos. La movilización mide el poder de convocatoria y la fuerza de los convocantes, con respecto a la burguesía. Esta correlación de fuerzas, en este último proceso, es favorable a las fuerzas sociales y revolucionarias, porque las propuestas, orientación, movilización y combate de calles han hecho retroceder los intentos de los fundamentalistas neoliberales. Las demandas de los pueblos en las provincias de la Costa, Sierra y Amazonía; la estabilidad y seguridad para los trabajadores tercerizados; la defensa a la soberanía; la resistencia indígena y campesina, nos dicen que solo el movimiento produce vida, conquistas, logros y victorias; la quietud, el quemiimportismo, el pacifismo provocan una muerte lenta de la organización, favoreciendo al sistema capitalista. De allí se desprende el concepto que son los pueblos los que hacen la historia, porque crean cultura y riqueza, así como, ideas y valores de libertad.

Cuando un pueblo se encuentra sometido, esclavizado, ha recurrido, nos dice la historia, a la organización secreta para discutir sus problemas, comprender la realidad, tomar conciencia de sus reivindicaciones económicas, políticas y sociales. La necesidad de libertad animó y anima a los oprimidos a unirse, a construir organizaciones conspirativas, para romper las cadenas de la esclavitud y la opresión. Espejo, Mejia, Montalvo, Alfaro, Vargas Torres, Infante, entre otros, lideraron organizaciones revolucionarias clandestinas contra la monarquía española y el oscurantismo conservador. En nuestra historia reciente, Fausto Basantes, Consuelo Benavidez, Jonás y Diego, hicieron lo propio, para romper la dependencia al imperialismo norteamericano. Hoy continuamos siendo una de esas organizaciones secretas, conspirativas, que buscamos educar, movilizar y llevar al combate resuelto a la juventud y demás sectores sociales.

En tal sentido, la conspiratividad es necesaria en una organización que combate al sistema, que afina permanentemente leyes, acuerdos, pactos y presupuestos económicos, para movilizar a las fuerzas militares de los países imperialistas y dependientes, con el objeto de esparcir ?legalmente? el terrorismo en los países y pueblos que se oponen al avasallamiento; precisamente, por esta razón, nuestra organización ha expresado categóricamente que mientras perviva el terrorismo imperialista, mantendremos siempre nuestro compromiso de organizar la subversión de las masas, que se convierte en legitima respuesta de los oprimidos a la patológica visión guerrerista del Pentágono, de Bush y las trasnacionales imperialistas.

La lucha de los pueblos

En la historia del Ecuador, las formas de combate han sido diversas. Así, por ejemplo, tenemos a los indígenas, que organizaron sublevaciones armadas contra la espada y la cruz, la sangre y el fuego, con el que pretendió imponer su despotismo y dominación la Corona Española. Más adelante, la crudeza del combate se hacía presente para oponerse a los diezmos y tributos, los trabajos forzados y la servidumbre feudal. La Revolución Francesa y la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, armó de ideas revolucionarias a los criollos y mestizos, que organizaron la conspiración a punta de bayoneta y carabina; infantería y técnicas guerrilleras iniciaron la gesta libertaria en 1809 logrando la independencia plena en 1824, con la participación del ejercito bolivariano.

Un hecho histórico importante es la revolución alfarista que organizó contingentes guerrilleros de campesinos, negros, montubios y juventud citadina progresista, para confrontar agudos combates armados contra las fuerzas conservadoras y oscurantistas. Una frase de la proclama hecha por Eloy Alfaro desde el exilio, antes del 5 de junio 1895, dice: ?Solamente a balazos dejarán nuestros opresores el poder que tienen únicamente en sus manos por la violencia?; esta convicción de que las fuerzas retardatarias, atrasadas, que impiden la libertad no dejan el poder por medios pacíficos o diplomáticos, continua siendo una verdad en esta etapa de globalización aberrante.

Desde la década de los 90 hasta la actualidad, se han producido sendos levantamientos indígenas, campesinos y populares en procura del reconocimiento cultural, político y social a las nacionalidades de la Costa, Sierra y Oriente; nueve levantamientos sirvieron para conseguir sus exigencias. En esta misma época, la juventud cubrió brillantes momentos en defensa de la educación laica; contra la pretendida privatización de las empresas públicas y la aplicación de la flexibilización laboral impulsada a inicios de los 90 en el gobierno de la Izquierda Democrática. El combate buscaba sostener las conquistas y derechos que quería pisotear la burguesía y el imperialismo. En los momentos actuales todos los sectores populares y revolucionarios izamos la bandera del antiimperialismo, de la defensa de la soberanía, negando la intromisión de la embajada y los demás sirvientes del George W. Bush, en las decisiones soberanas de nuestro país.

De cada proceso histórico hay un hecho claro y determinante: la participación del pueblo, es decir, los obreros, indígenas, campesinos, estudiantes, pobladores barriales, soldados patriotas, profesionales consecuentes, mujeres sensibles y aguerridas, jubilados audaces y determinados; un conjunto de hombres y mujeres que empujan una política insurgente, que desarrollan la organización y la conciencia, que se arman para echar abajo este sistema de inmundicia.

Todas las luchas sean locales, regionales o nacionales, han tenido la participación masiva y, sobre todo, valiente y radical de los pueblos, en la confrontación con los aparatos armados, que son los instrumentos del estado burgués. Cada levantamiento ha provocado victorias y ha acumulado experiencias en el manejo del combate de calles. Hoy es el momento de empujar nuevas batallas y victorias que nos lleven a puerto seguro y firme: la trasformación radical de la sociedad, el establecimiento de nuevas relaciones económicas y sociales, una nueva sociedad, un estado socialista y revolucionario.