Aguas Blancas: el transfondo político actual.
Primera parte.
Al pueblo de México:
Al pueblo de Guerrero:
Compañeras, compañeros:
A lo largo de nuestra historia, Guerrero ha sido cuna de hombres y mujeres valientes que han ofrendado su vida por el bien de la patria; pero, irónicamente, este estado es de los que menos retribuciones reciben de la Federación. Por otro lado, las conquistas sociales, económicas y políticas logradas con el triunfo de la Revolución Mexicana no se vieron materializadas en el estado de Guerrero. Al finalizar la Revolución, los otrora jefes insurrectos se convirtieron en nuevos caciques regionales o estatales, dependiendo de su “capacidad” y grados de codicia y crueldad para hacerse del poder a toda costa. Las propiedades y negocios de esos tiempos simplemente cambiaron de dueño o patrón para seguir igual que siempre, funcionando como meros centros de explotación de los menesterosos.
Por otra parte, si a la cúpula de caudillos constitucionalistas le interesó en algún momento impulsar ciertos cambios de tipo social, tal impulso se debió a la necesidad político-militar de conseguir aliados que provinieran de los “sectores populares” y que le permitieran obtener o consolidar la victoria sobre los villistas, zapatistas y magonistas, fundamentalmente. En Guerrero, los principales caudillos que le permitieron al carrancismo obtener esa victoria fueron algunos renegados zapatistas tales como los Figueroa, entre otros. Esa funesta alianza les permitió a los Figueroa enriquecerse y enquistarse en el poder, mientras el pueblo guerrerense siguió viviendo igual que siempre: en el abandono, en la miseria y bajo la opresión.
Pero a pesar de todo, el pueblo de Guerrero siempre ha mantenido firme su voluntad de luchar a toda costa, ha persistido en su deseo de organizarse para mejorar sus condiciones de vida. Y como resultado de esa voluntad popular se han gestado esfuerzos organizativos de la talla de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria, ACNR, y del Partido de los Pobres, PDLP, los cuales al ver agotadas todas las vías legales, fueron orillados a desarrollar la lucha armada para así hacer escuchar su voz. Por su parte, como era de esperarse, el gobierno reaccionó de manera brutal y fascista; reprimió y masacró pueblos enteros, desapareció a innumerables ciudadanos, sobre todo guerrerenses, y cooptó a muchos oportunistas y renegados de la lucha armada, algunos de los cuales, inclusive hoy en día, continúan deambulando por los pasillos de las oficinas policíacas y gubernamentales, mientras otros más se ha convertido en piezas muy importantes del engranaje de los partidos políticos, pues aunque su participación en la guerrilla fue realmente nula en la mayoría de los casos, les sirvió como catapulta para proyectarse políticamente; no es de extrañarse, entonces, que algunos de estos últimos sean hoy los principales impulsores de una Comisión de la Verdad para el estado de Guerrero.
Con la muerte de Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, cabezas indiscutibles del movimiento guerrillero, la lucha en general (no sólo la armada) cayó en un reflujo, en un nuevo periodo de reorganización y acumulación de fuerzas. Ya reorganizada, la lucha popular se volvió a manifestar abiertamente contra el robo electoral de 1988, año en el que nuevamente el pueblo organizado intentó ejercer su soberano derecho de elegir quien lo gobierne. A partir de esa nueva coyuntura, los esfuerzos organizativos de la sociedad guerrerense crecieron y se multiplicaron; se crearon organizaciones que lucharon por demandas económicas, sociales y políticas, se sentaron las bases de lo que hoy es el PRD de Guerrero y se recrearon la estructuras político-militares, con su respectiva base social, de lo que llegará a ser el nuevo movimiento guerrillero de 1996 hacia delante.
A partir de ese nuevo auge de la lucha, nuevamente el gobierno, representado como en la década de los 70’s por la estirpe sangrienta de los Figueroa y sus achichincles, intentó detener la organización del pueblo; creyéndose inmune a todo, planeó y ejecutó la masacre de Aguas Blancas, el 28 de junio de 1995, con el claro propósito de frenar de golpe la lucha de una de las organizaciones más consecuentes de la Costa Grande, la Organización Campesina de la Sierra del Sur, OCSS. Poco se ha hablado acerca de que antes de la masacre, el figueroísmo había hecho enormes esfuerzos por mediatizar la inconformidad social de la OCSS; había intentado la cooptación y la infiltración, así como ejecutado la desaparición y el asesinato de algunos de sus militantes. Al no lograr su objetivo, decidió dar un salvaje “escarmiento” a la lucha que estaba desarrollando esa organización campesina.
A la larga, la masacre de Aguas Blancas le costó la gubernatura al grupo figueroísta, iniciándose de esta manera un reacomodo de las élites de poder locales. Fue así que el grupo caciquil representado por Ángel Aguirre Rivero logró tomar el control político del estado, lo que propició el declive de la dinastía de los Figueroa y, al mismo tiempo, el paulatino ascenso de los grupos políticos que se fueron desplazando del PRI y se fueron aglomerando bajo las siglas del PRD.
Paralelamente, en junio de 1996, al verse nuevamente agotadas todas las formas de lucha legales y pacíficas para lograr la transformación social del país, apareció a la luz pública un nuevo movimiento guerrillero. En ese momento se inició una etapa en donde, al menos en el estado de Guerrero, la forma principal de lucha fue la lucha armada revolucionaria como respuesta obvia y legítima al gran cúmulo de agravios y maltratos que hasta esas fechas había realizado el gobierno en contra de todo el pueblo. Y nuevamente el gobierno respondió brutalmente; hubo cientos de encarcelados, innumerables desaparecidos, cayeron algunos de los combatientes guerrilleros que luchaban por una nueva sociedad, como el caso del Capitán Roberto, muerto por el ejército en Tepozonalco. La represión arreció contra las organizaciones sociales bajo el supuesto de que simpatizaban con la guerrilla, sus dirigentes fueron encarcelados o forzados al exilio, ya sea hacia otros estados del país o al extranjero, sus estructuras fueron desmembradas o sufrieron la persecución más atroz, esa que infunde el terror entre sus simpatizantes para de esa manera inhibir su participación.
Resultados: producto de la ofensiva del Estado y de diferencias internas del propio movimiento guerrillero, éste no fue capaz de mantener la ofensiva e inició su repliegue, generándose así un espacio político que algunas fuerzas políticas que se mantuvieron agazapadas durante la lucha armada, esperando el momento “oportuno”, lograron capitalizar para su propio beneficio político.
En esa lucha, perdieron principalmente la guerrilla y los principales grupos caciquiles regionales y estatales del PRI. Ganaron, en buena medida, las fuerzas políticas acuerpadas en el PRD, ya que el movimiento y la lucha de la guerrilla permitieron abrir espacios democráticos otrora impensables. Algunos grupos priístas que en ese tiempo eran de escasa importancia empezaron a tener cabida e influencia dentro del PRD en esta primera etapa de triunfos electorales para este partido, pero sin que su presencia e influencia fueran públicamente muy evidentes o notorias. Asimismo, también como parte de los reacomodos por el poder, algunas corrientes perredistas empezaron a destacar sobre otras en la dirección del partido y de los gobiernos municipales que habían ido obteniendo.
Así fue como los sucesivos procesos electorales convalidaron el arribo de nuevos grupos de poder hoy cobijados, como lo hemos mencionado anteriormente, bajo las siglas del PRD; grupos de poder que nada (y sólo en algunos casos, muy poco) tienen que ver con aquellos sus fundadores, iniciadores y consecuentes luchadores del movimiento social que pelearon en contra del poder corrupto del PRI y del fraude electoral de 1988. Lo anterior no quiere decir que esos luchadores no sigan dando la pelea, pero, al menos en las estructuras de dirección del PRD, no se les ve. En tales estructuras de dirección se encuentran los agazapados, los que se mantuvieron a la espera de la menor oportunidad, los que al tenerla la aprovecharon, la negociaron y la concertaron con los enemigos históricos del pueblo de Guerrero; los que a expensas de la lucha de otros lograron acomodarse en las estructuras del poder y hoy en día son gobierno en nuestro Estado.
Sin embargo, al comenzar a darse un nuevo repunte de la lucha social y política, producto de la desilusión y de los escasos resultados que ha dado el gobierno local en turno, mediante acuerdos amarrados después de varias reuniones entre los grupos y corrientes gobernantes, el ejecutivo local ha decidido impulsar, previa campaña mediática, una serie de reformas aparentes e insustanciales, entre las que destaca una supuesta Comisión de la Verdad. Pero el verdadero telón de fondo de esas “reformas” es encubrir otra serie de medidas cuyo fin no es ni aparente ni insustancial sino que tienen que ver con la implementación de diversas acciones neoliberales y privatizadoras en contra del pueblo de Guerrero. El ejemplo más claro de esas medidas lo constituye el necio afán por construir la Presa La Parota.
Por otro lado, resulta inverosímil la creación de una Comisión de la Verdad para investigar a los responsables por omisión, encubrimiento o ejecución de los crímenes cometidos en Guerrero, en la que se incluya o invite a muchos de los cómplices de esos crímenes. Como si un criminal dejara de serlo por el hecho de incriminar y enjuiciar a su cómplice. O como si un criminal dejara de ser tal, por el simple hecho de cambiar de partido político. O como si hacerle justicia al pueblo consistiera sólo en enjuiciar a los criminales que no forman parte del partido político gobernante. Muchos de los que ayer obstaculizaron la aplicación de la justicia hoy quieren convertirse en los más destacados y preclaros paladines de la justicia. A esos justicieros sólo les falta proponer que se incluya en su Comisión de la Verdad a los integrantes del ejército, de la policía ministerial y motorizada, para hacerla “más plural”. Veremos hasta dónde son capaces de llegar.
Con la Comisión de la Verdad se pretende dar “pan y circo” al pueblo, mientras a la par se agudiza la lucha por la supremacía de uno de los dos principales grupos en el poder: el zeferinista o el chavarrista. En la lucha por el poder, estos dos grupos, cada cual por su parte, hace gala de sus más refinados artilugios, todo con tal de colocarse en la mejor posición política. Incorporan a sus filas a expriístas y exfigueroístas; hacen uso de los dineros y recursos públicos, etcétera. Todo se vale entre ellos, en aras de la consolidación de sus posiciones políticas y económicas. Y esto trae como resultado irónico, el que los viejos grupos priístas se trasladen paulatinamente al instituto político que hoy gana las elecciones y que mediante las adecuadas alianzas con las corrientes hegemónicas de ese partido vayan recuperando el poder local.
Pero no todo es podredumbre, pues mientras tanto, algunos grupos regionales o de base del PRD hacen esfuerzos por preservar y recuperar los principios que le dieron origen; tarea que se mira difícil de concretar pero que es digna de tomar en cuenta. Precisamente hacia muchos de ellos va dirigido ese pronunciamiento del gobierno estatal en el sentido de que no deben involucrarse ni tratar nada con los luchadores sociales independientes; pronunciamiento que refleja no otra cosa más que la preferencia que tiene ese gobierno por el trato sólo con la clase caciquil, pues el trato con el “populacho” le desagrada. Pero de todos modos, el gobierno tendrá que seguir lidiando con ese perredismo de base y con las organizaciones sociales y políticas independientes, pues si antes no pudo desaparecerlas ni desmembrarlas hoy se antoja más difícil que pueda lograrlo. Puede observarse claramente que las condiciones objetivas para el fortalecimiento de la lucha social y política están más que dadas. Desarrollar las condiciones subjetivas, o sea organizar la voluntad de luchar del pueblo, dependerá de que todo el pueblo y la dirigencia de cada una de las organizaciones sociales, políticas y político-militares (incluidos nosotros) estén a la altura de esas circunstancias. Y estar a la altura del momento no es una cuestión discursiva, es una cuestión de capacidad y madurez políticas.
¡Por la Revolución Socialista y la Liberación Nacional!
¡La Lucha Popular Revolucionaria!