El reaparecimiento de AVC en el escenario político ha sido prolijamente planificado con sectores de la derecha: empezó con el reencuentro de traidores, reformistas, socialdemócratas y oportunistas, un oscuro día, para una memorable fecha: el 5 de junio; esto provocó rabia e indignación de los revolucionarios que no arriamos la bandera del alfarismo insurgente; después continuos ataques a las organizaciones que sostenemos la organización de la insurgencia popular y en particular al Grupo de Combatientes Populares por cuestionar su actitud derechista; luego la promoción y difusión del documental “AVC del sueño al caos” en las cadenas de cine y el canal de televisión de propiedad de Fidel Egas, con este documental pretendieron justificar la traición que hicieron a los consecuentes militantes que fundaron al A.V.C y al movimiento revolucionario latinoamericano; y últimamente la inscripción de las candidaturas integrada con personajes de su misma facha: insípidos pequeñoburgueses sumidos en el caos de sus frustraciones juveniles.
Alrededor de este “proyecto político en armas” (como lo sostenía firmemente F. Basantes) se agruparon revolucionarios convencidos de la lucha armada; muchos de ellos murieron combatiendo, luchando por la vida, convencidos de que la revolución debía organizarse y materializarse en el país. Por esta razón expresamos un enérgico rechazo a la pretendida faena de establecer que la propuesta del AVC de la década de los ochenta como una aventura de jóvenes que soñaban con el cambio, negar la acción consciente y organizada del pueblo y la juventud; que su historia sea relatada como anécdotas burlonas y caricaturescas, es traicionar la fidelidad y valentía de los combatientes y mandos derramada contra la derecha y el imperialismo.
La verdadera historia nos revela a un grupo de combatientes forjados en el fragor de la lucha en la situación concreta, en su presente, para alcanzar un futuro diferente al caos del capitalismo; con una disciplina aprehendida con los trabajadores, acorazados en la convicción de la justeza de sus ideales, firmes en sus principios. Cualidades que les permitió soportar la tortura y persecución dirigida por el gobierno de Febres Cordero y sus aparatos de odiado recuerdo.
Los ideales del General Eloy Alfaro y de quienes fundaron el AVC no deben ser mancillados por un grupo de traidores, de funcionarios de las Ongs, de seudo empresarios turísticos ecológicos, de socialdemócratas funcionales al sistema capitalista que pretenden aparecer como la “nueva izquierda”, renegando de la lucha armada y contribuyendo a la derecha en su ofensiva contrarevolucionaria.
Para Arturo Jarrín, Fausto Basantes, Hamet Vásconez, Consuelo Benavides y otros consecuentes revolucionarios, la lucha armada era la alternativa frente a la explotación y represión que sufría el pueblo en aquellos tiempos. De la misma manera para los combatientes populares la insurgencia es la continuación de la acción política del pueblo; es un proceso que requiere organización, la incorporación de trabajadores, amas de casa, comerciantes, campesinos, estudiantes; es la confrontación de un pueblo que se levanta en armas contra la oligarquía y el imperialismo.
En consecuencia el propósito de su lucha no era mejorar la “democracia boba” como sostiene Santiago Kingman, sino la trasformación revolucionaria, tampoco el esfuerzo, la adrenalina en las acciones revolucionarias efectuadas tenían el propósito de convocar a una dialogo nacional a la derecha con la izquierda y del pueblo con el imperialismo como sostiene Juan Cuvi. La revolución exige fidelidad de principios, está no compagina con la conciliación de clases, su propósito es destruir al capitalismo y la democracia de la oligarquía para construir el Socialismo y la verdadera democracia que se fundamenta en el respeto a lo derechos y libertades del pueblo
Los que se dicen “dirigentes” del AVC, Kingman, Cuvi, Moncada, Troya y Cia., no pueden hoy reivindicar la lucha de revolucionarios que combatieron a León Febres Cordero. Ellos son la expresión de la traición, la cobardía y la sumisión al sistema capitalista; son los portavoces de posiciones socialdemócratas y reformistas; se constituyen en los “nuevos bomberos” en busca de apagar las llamas de la rebeldía juvenil, son exactamente las figuras cuarentonas que Bush necesita para romper la unidad y cortar la esperanza de trasformación de los pueblos. Además porque hoy están convencidos del régimen capitalista y creen que es posible mejorarlo, hacerlo más humano, generando desde las instituciones burguesas mayor “participación ciudadana”
Con estas posiciones ideológicas, niegan el papel protagónico de las masas en su liberación, la existencia de clases sociales que se enfrentan diariamente, la utilidad y urgencia de la insurgencia revolucionaria para derrotar a la oligarquía y el imperialismo que están en el poder. Afirman que la convicción es un asunto temporal, inicia en la edad juvenil y termina a los cuarenta, unos más otros menos, negando que el compromiso con la lucha armada es un proyecto de vida, de libertad, de cambio, de organización y consecuencia con los principios revolucionarios y como tal, no concluye cuando se satisface el espíritu “aventurero”, sino cuando la vida se haya cortado.
Quienes estamos enfrentando la lucha por la liberación social y nacional no podemos permitir que quienes entregaron las armas y claudicaron aparezcan como parte de la izquierda e impulsando el neoliberalismo desde los espacios de representación que ostentan en las instituciones estatales; un revolucionario no puede coexistir en unidad de acción ni de pensamiento con grupos como el de Ricaurte que siendo concejal apoyó la privatización de las empresas metropolitanas del Municipio de Quito, implementó el peaje en el túnel Guayasamín o aprobó junto a la ID el incremento de los impuestos prediales.
La lucha de los pueblos, de las organizaciones armadas, de los revolucionarios no son un caos, son la acción conciente de miles de hombres y mujeres que asumen la lucha como medio para construir una sociedad distinta, nueva, sin explotación, de plena igualdad y derechos para todos, para ello es necesario luchar por el poder y una vez en manos del pueblo construir el socialismo; para lograr este objetivo es indispensable la insurgencia popular, solo en la mente de socialdemócratas al servicio de la derecha se puede sostener que el sueño de la liberación conduce al caos. Deslegitimar, derrotar y destruir el sistema capitalista es para estos (ex-guerrilleritos) un caos, porque el propósito de esta “segunda generación” -que toma el nombre de Alfaro Vive Carajo- es el capitalismo y la democracia de la oligarquía, en fin de cuentas negar la necesidad y la vigencia de la lucha resuelta y radical; renegar de la acción de los consecuentes revolucionarios.
El sueño de Arturo, Fausto, Hamet, Consuelo, Jonás, Diego, Juan Carlos y tantos revolucionarios sigue vivo en la lucha del pueblo, de los estudiantes, de los pobladores de los barrios, de quienes queremos hacer la revolución y el Socialismo en el Ecuador. El ejemplo de su vida, su lucha, su valor y fidelidad su chispa para organizar al pueblo esta presente en la movilización y acción popular.
Mientras la derecha tenga el poder, continúe la explotación, exista pobreza, los medios de producción sigan en manos de la oligarquía e imperialismo, la insurrección y la guerra de guerrillas son una alternativa cierta y real para la liberación.
Los Combatientes Populares abrazamos los ideales libertarios de nuestros héroes y referentes populares; abrazamos la bandera roja y negra de la insurgencia; nos declaramos luchadores por la trasformación social y para ello continuamos organizando, educando y movilizando al pueblo.